Nunca os ha gustado demasiado cómo hace las cosas Zeus, y desde luego las rencillas personales que cada uno habéis tenido en algún momento con él no han ayudado precisamente.

Por ello cuando Poseidón se presentó ante cada uno de vosotros, no lo dudasteis ni un instante.  No porque el dios de los océanos fuera un fantástico líder y una mejor persona, sino porque os prometió poder participar del nuevo gobierno Olímpico, os prometió ser escuchados y que vuestras opiniones y sugerencias fuesen tenidas en cuenta.

No sería el mejor de los Dioses, pero sí era poderoso, muy poderoso, y lo más importante, siempre cumplía sus promesas.

Por ello estáis convencidos de que tras vencer al arrogante Dios de Dioses, todos juntos crearéis un nuevo orden, más estable, eficaz y duradero, un nuevo orden que os llenará de satisfacción no sólo a vosotros, sino a los que una vez se opusieron.

Un nuevo orden en el que el poder no estará concentrado en unas únicas manos, caprichosas y amenazantes, sino en las manos de unos cuantos elegidos que conseguirán entre todos crear una nueva y mejorada versión del universo.

No sabéis quiénes serán vuestros aliados ni vuestros compañeros, ni siquiera conocéis vuestras armas más allá de las propias, pero no falta mucho para que lo sepáis, pues una reunión secreta ha sido fraguada en el mismo monte Olimpo, en una gruta por la que pasa un río subterráneo controlado por Poseidón y que no muchos conocen...

En la penunmbra de la noche, mientras todos duermen, os acercáis en silencio tratando de aseguraros de no ser vistos.  Ocultos tras diferentes rocas y arbustos esperáis la llegada de vuestro nuevo Señor, pues Poseidón debe estar por llegar.

Y así lo hace...

Lo primero que divisáis son varios caballos de agua que comienzan a formarse a partir del agua tranquila del curioso río, alzándose como si tirasen de un carro también hecho de agua pero cuyo pasajero es tan real y tan sólido como vosotros, Poseidón se alza sobre las aguas y los caballos vuelven a convertirse en saladas gotas de mar.

- No os ocultéis, aquí no.  El mundo ha sido hostil para nosotros y Zeus cruel, pero ha llegado nuestro momento, se acabó el tener miedo, el ocultarse, el tener que consentir sus malditos caprichos...  y sobre sus cenizas, levantaremos un nuevo mundo, un mundo mejor...  - fueron sus primeras palabras al llegar, invitándoos con un gesto de la mano a mostraros.

- Venid aquí y observad los rostros de los iluminados, de vuestros aliados, compañeros, amigos...  miradlos bien, pues sois mi arma secreta...  Zeus desea hacer una estúpida votación para averiguar vuestras identidades y encerraros en el Tártaro junto con Cronos, para después tirar la llave...  pero nosotros contraatacaremos.

- Cada noche llenaré el Olimpo de tormentas, lo suficientemente potentes como para daros libertad de movimiento sin ser vistos ni escuchados con facilidad, por lo que os pido que cada noche lancéis por los acantilados a uno de esos estúpidos leales que no entienden lo que tratamos de hacer.  Los encerraré en mis dominios e intentaré hacerles entender...

Ante sus vehementes palabras no pudisteis hacer más que asentir con la cabeza y observar el rostro de los allí presentes, acababan de convertirse en vuestros aliados y la mejor baza que fuéseis a llegar a tener...

De la oscuridad absoluta surgió una mujer con una belleza única que reinaba los avernos y cuya belleza era ansiada por muchas mortales.

Miró a quienes estaban allí y en parte no daba crédito a lo que veía. Apolo... Atenea... Realmente no esperaría que ellos se aliaran al Dios de los mares. Ella ansiaba su libertad, pero ¿ellos qué querían? Miró a Ganímedes luego algo sorprendida. Vivía como un dios, ¿qué más podía ansiar?

Escuchó a Poseidón y le dijo - Tío, lucharé a tu lado para ser libre - dijo tranquilamente, pero aún con dudas sobre los motivos de sus compañeros.

- ¿Qué es lo que los ha hecho unirse a esta empresa? -.

Ganímedes no parecía ni sorprendido ni molesto al ver a los Dioses que serían sus aliados. Con una reverencia saludó a Poseidón, que le había dado aquella oportunidad única.

-No os defraudaré, Dios de los Océanos. Quizás aún sea solo un humano pero seré la daga en la oscuridad, aquella que nunca verán venir.- Le dice con una sonrisa.

Tras esto se vuelve hacia Perséfone.

-Señora del Inframundo, ¿sois vois la que lo preguntáis?, ¿por qué me uní a los conjurados?, ¡Y cómo no unirse!- Le dijo alzando la cabeza con orgullo.

-Vos fuisteis arrebatada de brazos de vuestra amante madre y ofrecida como mujer a vuestro secuestrador, pero se os permitió volver seis meses al año con aquellos que amáis... ¿qué me dejaron a mí? Yo tenía madre, pero mi padre la acalló diciendo que era un honor que Zeus me hubiera elegido... ¡A cambio de dos caballos tan rápidos que cabalgaban sobre las aguas! Yo tenía una prometida pero, por miedo a Zeus, jamás he yacido con mujer por miedo a sus represalias, aunque las he deseado con todo el ardor de mi juvenil condición. Yo tenía una ciudad que amaba antes de que fuese reducida a ruinas ante la indiferente mirada de Zeus.

¡Yo tenía una vida humana que se congeló sin darme opción a elección! ¡Yo tenía catorce años y Zeus me arrebató mi virginidad con ansiosa violencia al ver mi belleza! Yo... era un príncipe entre los hombres y ahora soy una puta entre los Dioses. Y por eso me he unido a la conjura. Como vos... Con Poseidón puedo ser libre.

De alguna forma el Ganímedes que había allí no tenía nada que ver con el que se mostraba en público en el Olimpo, ni sus ademanes, ni sus palabras ni sus gestos delataban al muchacho servicial y apocado que servía de copero de los dioses.

   Qué gran ironía resultaba que fuese durante la noche que yo, la más brillante representación del día, tuviese mayor libertad. Aunque no debería sorprenderme pues es la oscuridad donde la luz demuestra su valía..

   Al escuchar la voz de Poseidón salí del lugar donde me ocultaba y observé a quienes serían mis aliados. ¿Me sorprendía verles allí? Una huérfana sometida, una prisionera desterrada y un esclavo violado.. No, en realidad lo que me sorprendía es que fuésemos tan pocos pues, dada la forma en la que Zeus gobernaba, deberían haber muchos más allí.

   Escuché las palabras de quien sería el nuevo Señor del Olimpo con calma en el rostro y fuego en el corazón. Su plan era arriesgado pero necesario. Las cosas deben cambiar.. Luego oí las palabras de la Reina Cautiva y del Copero Inmortal y, consciente de que mi prudente media hermana no hablaría aún, aproveché para expresarme.

   -Todos somos prisioneros de Zeus, de una u otra forma. Les miré a los ojos, uno a uno. -Yo lo soy de mi vergüenza pues fui obligado a servir como esclavo. ¡YO! La fuerza de mi voz dejó patente el porqué muchos dioses me temían.

   Respiré para recuperar el control de mis emociones antes de seguir. -Ganimedes, entre mis deberes se encuentra el iniciar a los jóvenes en el mundo de los adultos, y sufrí enormemente cuando Zeus te privó de esa oportunidad. Mis palabras reflejaban la luz de la verdad. -Tuyo era el derecho de gobernar y amar, y aunque servir a los dioses es un honor debiste hacerlo por decisión, no por imposición. Aunque Atenea era una de las diosas más cercanas a la humanidad, yo les amaba intensamente.

   Luego miré a las diosas presentes limitándome a saludarles, pues entre nosotros existía una comprensión mayor a la que el antiguo mortal podría comprender. -Atenea, Perséfone. Me alegra verles aquí.

Miré a los otros presentes. Éramos pocos, sí, pero eso era necesario. Si fuésemos un gran número no necesitaríamos de esto para triunfar. Además, entre nosotros no había una gran conexión como la puede haber entre otros dioses y eso puede jugar en nuestro favor.

- Toda Grecia tiene un motivo para odiar a Zeus, más no lo hace por temor y eso debe acabar. Puede ser que Poseidón no sea un bien mayor, pero si un mal menor... Al menos por ahora.

- Amigos, tenemos que empezar a pensar en común y no exponernos de una manera demasiado evidente para no levantar sospechas pero tampoco tener un perfil tan bajo. Y desde ya deberíamos pensar en quien debe ser el enviado junto a Poseidón.

-Estoy de acuerdo punto por punto con lo expresado con Atenea- La apoya Ganímedes.

-Si queremos que la causa de Poseidón triunfe tenemos que trabajar duramente en ello desde el primer instante, me temo que el perfil bajo que estamos teniendo nos puede hacer sospechosos a medio plazo si bien, quizás, también nos permita evitar sospechas en un primer momento.- Opina el efebo.

-Respecto a proponer ya una primera víctima creo que Ares sería un buen candidato: le creo sincero cuando dice que alguien le ha influido para confesar sus auténticas lealtades ya que mentir sería arriesgado por su parte y no creo que le sirviese para nada más que para atraer atenciones indeseadas. Puestos a elegir una víctima aquella a la que el resto cree leal es una buena opción, ya que es poco susceptible de salir votada: por todo ello mi opinión es que deberíamos lanzar al dios de la guerra a los océanos.

Perséfone escuchó a Atenea y a Ganímedes.

Reflexionó un poco y tras lo dicho por Ganímedes y después de un silencio prudencial, se giró hacia Ganímedes.

- Gracias a ti, Hebe ha considerado votarme. Si no vamos a pretender ser aliados, tampoco debemos tocarnos tan de frente y lo mejor es que evitemos ese tipo de comentarios en el futuro, a menos que seas tú un traidor a nuestra causa y entonces allí tendría sentido el que quieras que los ojos se giren hacia mí - la cara de tranquilidad se esfumó por un momento y su postura se volvió impávida. Su actitud intimidaría a cualquiera, no por nada era la diosa del Averno.

- Con respecto a la primera víctima, tal vez sea mejor alguien que llame menos la atención, alguien cuya participación no haya tenido mucha relevancia, alguien que se haya limitado a observar porque no se podría sacar ningún motivo coherente para votarle. Aunque si deciden que sea Ares, es buen candidato. Hefesto podría resultar mencionado como culpable en ese caso - y se limitó a mirar a sus compañeros para esperar sus opiniones.

Ante las palabras de Perséfone, Ganímedes la miro de forma divertida, mirada que se convirtió en una franca carcajada cuando adoptó su aire amenazador de reina del inframundo.

-Lo siento, Perséfone, hace tiempo que aprendí todos los trucos de los Olímpicos y ya pocas cosas pueden hacerme temer.- Dijo, en marcado contraste con el papel que jugaba ante los demás.

-Todo el mundo habla de todo el mundo, sacando las historias del pasado que datan de hace milenios. En mi opinión, tu madre gana mucho con la caída de Zeus y su hermano Hades, pues ella te adora. No estoy seguro que sea tan cierto a la inversa pues no has perdido el tiempo votando por ella. No eres el centro del mundo y, aunque no busco hacerte mal, verás que aún no estás en peligro.

-Por otro lado, si queréis salvaros yo me apresuraría a declarar sin medias tintas vuestra lealtad a Zeus, de lo contrario podemos caer. Pensad en esto, la maldita Hebe ha puesto TODOS nuestros nombres en la misma frase aún antes de que yo abriese la boca y eso sí que debería tenernos preocupados... Si no recuerdo mal sus palabras fueron:

-Bonitas y luminosas palabras Apolo, pero no has dicho la frase mágica. Y si he oido bien tampoco lo han hecho Atenea, Persefone y Gaminedes, eso sin contar con quienes lo han hecho de forma... rara

-O, pensadlo de otro modo, puede que haya alguien capaz de detectar la mentira o que no lo haya: si no lo hay nos estamos desvelando nosotros mismos al no hacer la declaración de lealtad y si lo hay... ¡tiene que comprobar más de veinte declaraciones! Antes de que acabe lo habremos mandado a las océanos.- Dice con tranquilidad.

- No lo estoy, pero es gracias a ti que la joven Hebe ha considerado más razones y eso ahora puede no ser peligroso, pero no sabemos qué poder tiene esa pequeña que pueda desvelar nuestra posición. ¿Acaso ir al Tártaro es bueno a tu juicio? ¿De qué lado estás? - su rostro era severo.

- Si quieres realmente ser libre, ayuda a desviar los ojos de ti mismo con alguien diferente a los que aquí estamos porque que nos mencionen es una cosa, pero que los acerques a nosotros, no nos conviene. No les pongas motivos y así estaremos todos a salvo - finalizó con ello la intervención.

- Puedes ser inmortal, pero para nosotros sigues siendo un pequeño niño -.

- Tal vez todo lo que quieren escuchar es "soy leal a Zeus" porque un conjurado no puede mentir. Es absurdo, pero de acuerdo. Yo ya me he defendido y todo lo que he dicho es cierto, así que de haber una persona con tal habilidad, no podrá encontrar mentiras allí -.

- Creo que deberíamos elegir a alguien que tenga rencillas en las conversaciones con algún otro, pero no a aquellos que estén muy visibles o sino pueden darse cuenta de que no ha tenido nada que ver.

   -Propongo a Helios. Dije sin dudar. -Quizá no cumpla con el perfil sugerido por Atenea pero recuerden: su epíteto es "el que ve todo"; y temo que pueda exponernos como hizo con Ares y Afrodita.

Ganímedes sonríe con un cierto aire ausente a las palabras de Perséfone y decide ignorar la diosa. Sin duda, las conjuras hacen muy extraños compañeros de cama y, aunque el efebo está más que acostumbrado a darle la razón en todo a los dioses no importa lo absurdas que le parecieran sus demandas, no estaba dispuesto a hacer lo mismo en aquella gruta.

Sin embargo, las opiniones de Atenea y de Apolo le parecieron sumamente interesantes.

-Opino como Apolo, es mejor eliminar objetivos en función de las habilidades que les intuyamos. Tampoco es mala idea eliminar a algún Dios que esté enzarzado en una disputa directa con otro pero, en este momento, aún hay demasiados intereses cruzados y creo que es una táctica más efectiva para un poco más adelante.  Por todo ello me parece bien la opción de eliminar a Helios, si al resto os parece bien.- Les responde.

- Pues por mí, que sea Helios.

Escuchó a sus compañeros con atención y solo quiso añadir - Tal vez si se lograra aumentar la discordia contra él, podría ser elegido para ir al Inframundo, pero Apolo tiene razón. Si ha heredado aquello que en primera es tuyo, puede resultar ser peligroso. Que sea él quien vaya al fondo del océano entonces - se fue hacia un rincón y analizó la gruta con atención. Tocó la piedra, sintió su humedad y la textura que adquiere esta al ser rozada constantemente por el agua.

Comprendió que no había vuelta atrás después de esa noche.

- Lo siento, madre... -.