Partida Rol por web

La única respuesta que Marion dio a la Eve después de que ella contestase fue una sonrisa suave y educada. Podría haber dicho más, pero el sonido de la campana hizo que sus ojos claros la buscasen por encima de los tejados que los rodeaban.

Y tras la decimosegunda campanada las calles parecieron llenarse de vida. Una vida marchita, pasada y arruinada. Una que ni siquiera merecía ese nombre.

- Me cago en la puta... - Susurró la chica asombrada. Su mirada se afiló entonces mientras repasaba las sombras cercanas en busca de algún indicio que le permitiera entender lo que estaba pasando. Y cuando todas se detuvieron de repente en lo que estaban haciendo para mirar al oeste las pupilas de Marion hicieron lo propio, buscando lo que quiera que hubiera captado su atención.

Un instante después, al ver cómo todas dirigían sus pasos hacia el centro de Oldland Marion echó una mirada a sus acompañantes, asegurándose de que también tomarían esa dirección. Avanzaba con cierta cautela, pero una curiosidad inquieta, casi felina, iba creciendo en su interior, empujándola a seguir a esos espectros con una sonrisa en los labios y una mirada que rozaba la fascinación. Sin embargo el ansia efervescente por querer saber más era mucho más fuerte que la autoconservación, y no tardó en arrojar una moneda hacia una de las sombras, esperando que el sonido del metal golpeando el suelo indicase que la había atravesado como si no estuviera allí. Ella sabía que la curiosidad podía suponer el fin de cualquiera, pero una vida sin conocimiento se le antojaba insulsa y vacía.

El joven Melknhar continuó el camino, adentrándose en la ciudad y mirado alrededor, como quien observa un museo. El sonido de una campana hizo que el constante paso de Brif se detuviese y mirase en dirección del sonido, intentando ver de donde venía. Una torre vigía.

Vio como a su lado Vexy también se había detenido y siguió su mirada para encontrarse con aquellas figuras encapuchadas. Frunció el ceña y se quedó un rato en silencio, observando. No lo sé. Dijo, en un tono bajo y cauto. No sabía si aquellas figuras podían responder a sus voces, pero tampoco quería ser él el que lo comprobase. Había vito demasiados incautos morir como para aprender la lección. No te acerques, por si acaso.

Sin apartar la mirada de las figuras apretó un poco el estuche del violín. Esta vez no le iban a pillar desprevenido. Pero nada pasó. No al menos hasta que, todas a una, las figuras empezaron a moverse, como respondiendo a una llamada. ¿Crees que querrán que las sigamos? En realidad sabía la respuesta a aquella pregunta, solo estaba pensando en voz alta. La verdadera pregunta no era esa, era si debían hacerlo o si no.

Las campanas de la catedral comenzaron entonces a repicar, señalando irremediablemente el fin de una jornada y el comienzo de otra. Otra quizá más oscura, invadida de recuerdos amargos y almas en pena.

Al ver las figuras encapuchadas, Trevor dio un paso hacia atrás, cauteloso. Observó detenidamente cada uno de los rostros ensombrecidos, y tras determinar que podía continuar con cierto riesgo, prosiguió, siguiendo al resto de la comitiva que se dirigía a la catedral. 

- Temo que sean retazos de algo que un día fue. Almas en pena. Recuerdos nefastos- respondió ante la pregunta de Vexy, aunque no fuera dirigida hacia él en concreto. De nuevo, su mano se encontraba sobre la empuñadura de su arma. Esta vez la costumbre daba paso a la tensión. Aunque de cualquier manera, dudaba que un arma física pudiera hacer daño a esos seres vagabundos. 

El resto de los congregados no tardaron en alcanzarla cuando empezó el tañido de las campanas de la lejana catedral. Poco después su familiar grito alarmado al ver como las almas en pena empezaban a rodearlos y bajo hasta el hombro de su hermana, claramente asustado. Ella acaricio sus plumas mientras ambos observaban como multitud de cuerpos en pena se acercaban al camino y ponían rumbo al centro de la ciudad, seguramente a donde ella y el resto se dirigían en un principio.

Ahora rodeada de semidemonios vivos y muertos, empezó a comprender la aparición de los mismos y una oportunidad para poder encontrar lo que buscaba sin necesidad de entrar en la cárcel de animas que suponía la catedral.

-¡NO! ¡No quiero!-Contesto el ave a Melina cuando esta la miro a los ojos.-Si, miedo.-Le replico a una segunda mirada.

Y lo que fue una hija de Eve que minutos antes estaba bailando con la música de aquella nostálgica composición de violín de uno de los Grovehn, ahora parecía asustada e intimidada, pero ligeramente decidida a llevar a cabo su idea principal pese a la negación de su hermano.

Y Melina continuo a seguir a la animas por el mismo camino que empezó, parándose en cada una de ellas, buscando el rostro de las que se mantenían ocultas, incluso dejando que alguna la traspasaran en su eterno caminar, mientras buscaba entre ellas un rostro familiar. El papagayo por el contrario, alzo una vez mas el vuelo y la seguía en la distancia, mas cerca de los otros vivos que de la hija de Eve.

Las sombras parecían avanzar y muchos semidemonios se movían, las seguían, un Grovehn de piel oscura afirmó que eran sombras de lo que un día fueron.

Brif le dice que no se mueva y Vexy reflexiona un poco. Es verdad que lo último que quería era hacer enfurecer a lo que fuera que esas criaturas fueran, pero había recorrido un camino muy largo para simplemente permanecer de pie y dejar que el reloj avanzara sin ella.

- Eso creo... - dijo indecisa ante la retórica pregunta del melknhar. Extendió una mano a Brif mientras Nimah cubría el cuello de Vexy, formando un collar de piel. Esto era algo que siempre hacía cuando se encontraban nerviosos y era una forma de darse valor mutuamente. Ciertamente, nunca había visto ni leído de nada como eso. ¿Qué podría motivarlas a continuar en pie? ¿Y si ella estaba allí?

Vi Como Gabrielle tomó su mochila y comenzó a caminar hacia el interior de Oldland; quedé unos momentos "pegado" mirando como se alejaba con su compañera a su lado.

Luego de unos minutos, me sacó de mi trance unas campanadas, las que parecían anunciar el comienzo de algo y darnos la bienvenida:

- Amarok- llamé a mi compañero y le hablé al oído- camina a mi lado, pronto conoceremos que nos ha llamado a este lugar- tomé mis cosas y comencé a caminar en dirección al sonido que hicieron las campanadas- 

Avancé con cautela sin ver si alguien iba conmigo, había venido sola y no me importaba seguir así. Mas no intenté mezclarme con aquellos seres, me mantuve al margen, siguiéndoles a distancia prudencial y con una mano siempre en la empuñadura de Stormbringer. Por supuesto que habría preferido llevar mis dos armas en las manos, pero me parecía una provocación innecesaria no para con los encapuchados, sino para los miembros de los otros linajes que como yo, parecía que habían llegado aquí sin saber el por qué.

Una llamada de la tierra, un instinto tan básico y natural como respirar  me había impulsado a venir aquí, y niquiera aquellos encapuchados de rostros cubiertos y aire fantasmal iban a hacer que saliese de aquí. Desde donde estaba podía escuchar a los animales que traían consigo los de la casa de Eve, no podía culparles, yo también estaba inquieta.

Pero mi impaciencia iba en aumento mientras todo pasaba, así que sin esperar mas, me dirigí a la catedral, sabía que era ahí donde debía ir, y no estaba por la labor de esquivar mi destino.

Poco a poco aquellas figuras avanzaron hasta llegar a una zona un poco más despejada de Oldland. Una zona donde paredes de un antiguo estilo gótico se alzaban, sin orden ni razón, como huella un antiguo lugar o salón.

Incluso un antiguo rosetón se alzaba dejando que la luz se filtrar dejando una huella sombre el suelo. Una ventana hacía ningún lugar, pero que hacía sentir a aquellas figuras en casa.

Un hogar roto, pero que las hacía descansar. Nada era como os habían contado, pues ya no quedaba rastro de aquel antiguo castillo, de aquella olvidada catedral, ni rastro de aquel lugar maldito, ni la sombra de la llamada Tierra de Baal.

Tan sólo casas rotas, y paredes sin control, un espacio nacido del quebranto y de la desolación, que solo tenía una compañía una tintineante luz ambarada  que nacía tras el quicio de una puerta que extrañamente parecía abierta.

Encima de aquella puerta, un viejo tablón raído decoraba con el nombre del lugar. Un lugar que tantas había sido nombrado hasta perder la esencia de su origen.  Un extraño nombre para una taberna… pero puede que el nombre justo al tratarse de Oldland.

Pues no era extraño que en Oldland todas las puertas estuvieras cerradas excepto aquella llamada coronada como Joselinne.

Aquellas almas se desdibujaban en el aire, dejando solo un aroma ceniciento en el que la ceniza se mezclaba con el azahar.

Unas figuras ya marchitas que desaparecían, mientras dentro de la vieja taberna, en algún lugar, rompía un golpe de tos. Una garganta amarga con el tiempo, y débil, que aún seguía en aquel viejo lugar, arropada por la luz que desprendía aquellas velas que tenían de fuego las sombras de Oldland, una vez más.

Ithan se quedo desolado ante semejante estampa, los tiempos de su infancia sin duda hace mucho que desaparecieron, nada tenia color, todo era gris, apático, triste y sin vida, esa sensación parecía una mano que le apretaba la garganta, respiró despacio y profundo intentando soltar lastre, entonces sus ojos se fijaron en esa luz,la que salía de la taberna…

Como una polilla atraída hacia la luz Ithan camino hacia la entrada de la taberna, su paso fue lento, casi como deleitándose con el sonido de sus botas al pisar el camino hacia esa entre abierta puerta, miro a sus compañeros inesperados de viaje  para después antes de entrar como acto reflejo llamar a esa puerta.

Buenas noches… dijo antes de entrar.

Una voz aún oculta tras algún rincón de la sala respondió a Ithan con una ronca voz:

Extraña descripción.... amarga diría yo. - Luego otro golpe de tos, y el sonido de un vaso apoyarse sobre un tablón.

Las sombras desaparecían según llegaban a las ruinas que una vez fueron la catedral y la hija de Eve, apenas pudo fijarse en un par de almas, era increíblemente escurridizas a la luz y a su propia mirada como si la evitaran mirar o simplemente como si no pudiera ver mas allá de su habito.

Melina se sentía frustrada, esperaba ver una cara amiga y no obtuvo nada, sin duda eran ecos de un vació intento, sabia muy bien, como podría saber mas de él y para eso llego a ese lugar. Pero no esperaba ver un estado tan lamentable, de lo que fue en su día, cuando visito el lugar hacia ya tanto tiempo y lo acogió a él entre los suyos. Ni comprendía que podría hacer una tasca en ese lugar, todo era tan raro, tan viejo, eso le hizo recordar el tiempo que había pasado, demasiado tiempo.

-Tonta, tonta.-El pájaro una vez mas se poso en su hombro y parecía burlarse de ella, esta Melina, le cerro una vez mas el pico, y miro con ojos tristes la entrada, de donde salia una voz desconocida.

Nessa caminaba con aire ausente por la ciudad, persiguiendo los fantasmas de personas que probablemente vivieron en otra época. No era de extrañar que se dejase llevar por aquel extraño suceso, la joven tenía muchas dudas acerca de Oldland y a medida que pasaban los minutos nuevas preguntas se iban formulando en su cabeza. Simplemente quería saber, quería llenar ese vacío en su corazón que la había acompañado desde que era prácticamente una niña, el mismo vacío que la empujó a viajar por Europa.

Terminó por detenerse delante de algunas ruinas y allí vio como poco a poco las sombras se acabaron por difuminar frente a si. Nessa agachó la cabeza y respiró profundamente. Había perdido su oportunidad otra vez. ¿Qué hacer? ¿Donde ir? ¿Por qué?, solo eran algunas de las preguntas que se le ocurrían en ese momento. Sintió una pérdida enorme al creer que había perdido una buena ocasión para "algo". El qué todavía no lo sabía. 

Chutó una piedrecita en un arrebato de rabia y vio como esta aterrizaba frente a una puerta abierta. De nuevo su curiosidad salió a flote y se fijó en que algunas de las personas que conoció antes ahora estaban frente a ese lugar. -Ummm... Decidida siguió a estos y se paró una vez se encontró en el interior. - Ey... - dijo a modo de saludo mientras levantaba una mano con aspecto tímido y una pequeña y breve sonrisa. - No entiendo nada... ¿Qué es este lugar?

Algunos se arremolinaban en la entrada, pero Nessa fue la primera decidida en entrar. Y tras hacerlo, un pequeño saludo y comenzó a preguntar.

En respuesta de nuevo un golpe de tos, el tintineo de un vaso al tocar la mesa otra vez, y de nuevo aquella voz. - Depende de cuando y para quien... - Lo siguiente en escucharse fue el rechinar de una silla y un golpe opaco seguido de uno metálico, un replicar que se iba reiterando a para luego descompensarse por un nuevo golpe de tos.

Los ojos de la joven se abrían cada vez más con todo lo nuevo. Ese tipo de construcciones, los arcos, los acabados, la estructura... Todo era algo nuevo para ella, aunque seguía esperando encontrar el lugar donde debería estar la catedral, pero solo encontraron una ciudad cubierta por la soledad.

Las figuras desaparecían y Vexy observaba atentamente. De ser espíritus, habían cumplido su cometido y los habían guiado al lugar donde todo volvería a comenzar. Sería extraño ver que las leyendas se hacían realidad pero algo le decía que esos espíritus serían vistos nuevamente.

Una luz estaba encendida y una única puerta abierta se encontraba allí. ¿Joselinne? Sabía que era algo importante, pero no lograba recordar por qué. Luego, una voz gastada, añeja, seca, marchita. Le recordaba un poco a su voz, aunque con el tono grueso de un hombre viejo.

Nimah alzó el cuello y quedó parado únicamente en sus patas traseras, mientras escuchaba con curiosidad la voz de ese hombre. Sentía la misma familiaridad de la chica y una parte de sí quería ir a buscarlo, comprobar si se trataba de ella o de algún conocido. Vexy acarició su larga cola, con el fin de tranquilizarlo, pero ambos compartían esa curiosidad y sin poder resistirse mucho, Nimah saltó de los hombros de Vexy para ir a inspeccionar el lugar, pasando por debajo de las piernas de todos y buscar al propietario de una voz que generaba sentimientos cruzados en él.

- ¡Espera! - dijo Vexy pero el pequeño panda era muy veloz para detenerlo tan fácilmente. La chica suspiró y observó a Brif - Es un poco impaciente - suspiró y miró hacia el lugar con algo de nostalgia.

- Sabes tan bien como yo que no lo es... - dijo en un bajo tono de voz y siguió hacia aquella taberna. 

Arqueo la ceja extrañado al no obtener respuesta alguna de Ithan. En resumidas cuentas es  maleducado, soez y vulgar... una lástima. Con un leve movimiento de cabeza vuelvo a centrar mi atención en Kimberly. En cambio ella es todo lo contrario educada, amable y refinada.

-Señorita, suenan tañidos de campanas fúnebres que llaman a los muertos y porque no a los vivos.

Ajusto el ala del sombrero y comienzo a andar por las vacías calles de Oldland. Madame Butterfly levanta el vuelo con algo brillante en su pico y toma la delantera posándose cerca de un viejo cartel de una vieja posada en el cual puede leerse Joselinne.

-Una buena elección Madame la digo mientras la guiño el ojo. Ella como respuesta abre ligeramente el pico dejando caer el objeto dorado el cual hábilmente cojo mi mano. Acto seguido entro en la taberna y me encamino hacia la barra.

- Propicias noches tengan caballeros...un whisky y fuego por favor. Deposito una moneda dorada sobre la encimera a modo de pago y espero respuesta de alguien con cigarrillo en  mano opuesta.

De algún modo el seguir a aquellas sombras y terminar donde ellas se desvanecen me hacen sentir como si acabase de caer presa del hechizo de algún Melknhar. Las paredes, cenicientas testigos del sufrimiento me parecen como colmillos de la boca de algún lobo. Y nosotros, vivos y letales, parecemos armas dispuestas para destriparnos entre nosotros. Y no me gusta.

Pero puede que sólo sea mi impresión. Al fin y al cabo, esto es Oldland. Y nada es lo que parece, tan sólo una posada.

Me relajo un poco, pero una voz habla aunque no veo de dónde procede, y eso consigue que vuelva a ponerme en tensión.

"¿Quién eres y qué quieres?"

Pregunto, sin preámbulos. De las dos preguntas, sólo una es verdaderamente importante para mí: qué quiere. Busco el origen de la voz. Tal vez necesite ayuda. O tal vez busque sangre.

Había escuchado la suave voz de Zoar, pero más bien había sido un susurro para ella. Sus ojos permanecían clavados en aquellas siluetas que se movían de manera silenciosa por el lugar, por más que intentaba averiguar que eran no encontraba respuesta. Con un lento movimiento colocó las manos sobre el estómago y tamborileó con los dedos. Estaba nerviosa y asustada. Se sentía sola en ese lugar. "Son como aquellos que jamás consiguieron trascender y se quedaron encadenados a nuestro mundo..." Ese pensamiento provocó que temblase y sus pálidas manos se cerrasen sobre la tela que la cubría. "Debes seguir, no te quedes atrás, Kimberly"

- S-sí... Deberíamos ir hacia el lugar, nos estamos quedando rezagados...-Su voz salió débil y suave. Acompañando a la misma apareció una pequeña sonrisa.- Me pregunto... Qué les mantendrá encadenados a este lugar.-No quería llamar la atención, ni tampoco que todo el mundo la escuchase. Mientras hablaba alzó la mirada hacia Zoar y después la guió hacia el nuevo cartel. Ese que nos daba la "bienvenida".

- Con permiso.-Musitó antes de pasar en el interior. No había sido invitada y esa era la razón de pedir pase hacia el interior. Antes de pasar del todo, miró al cuervo unos segundos.- La noche es fría, deberías pasar al interior, seguro estaréis mejor..-En otros tiempos la hubieran llamado loca por eso, pero ella solo veía de aquella acción algo normal. Con un gesto de cabeza entró, en ese instante llevó la mano hacia su "arma" asegurándose de que seguía ahí.

Una vez dentro se giró sobre sí, pero caminó hacia la silla más cercana y se sentó lentamente, dejando las manos sobre las rodillas. 

La mirada de Lylian recorrió las paredes rotas hasta detenerse en la sombra que dibujaba el rosetón sobre el suelo de piedra. La joven detuvo su paso por un instante y miró a su alrededor, como buscando algo, hasta que sus ojos se posaron sobre los arcos que formaban las columnas bajo la figura de piedra que dejaba pasar los rayos de luz entretejidos con el color plateado de la luna. Y ese brillo acerado se reflejó en sus ojos mientras una pequeña sonrisa cargada de melancolía afloraba a sus labios. 

El momento apenas duró unos segundos para Lylian, pero cuando volvió a retomar su camino con el mismo paso flexible y casi felino de antes, algunos ya se habían adentrado tras la puerta de lo que parecía una especie de posada, situada en el último lugar que la joven habría imaginado. - Joselinne... - Leyó el nombre sobre la puerta y sintió su ánimo sobrecogerse mientras las figuras encapuchadas se disolvían en el aire junto a ella. 

Lylian intercambió una mirada con Dam, Marion, Katia y Trevor, junto a los que había caminado hasta llegar allí y se encogió levemente de hombros en su dirección.

- Veamos qué más sorpresas oculta Oldland. - Musitó mientras se acercaba hasta la puerta. Allí aspiró una vez más el aroma dulce del azahar mezclado con el amargor de las cenizas, que se le antojaba una suerte de amalgama de recuerdos y posibilidades. - No somos tan sólo un reflejo. - Pensó antes de apoyar su mano enguantada en la puerta y empujarla para pasar ella también a su interior. 

En cuanto traspasó la puerta y la luz ambarina bañó su rostro parpadeó, mirando a su alrededor y buscando al propietario o propietaria de la voz que había escuchado desde fuera.

Me paré cuando las ruinas de aquello que había sido se mostraron ante mí, toda lo que veía eran restos de un pasado olvidado, oculto y quizás enterrado por aquellos que moraban ahí, pero aunque la imagen era siniestra, oscura y desoladora, no podía negar que tenía esa belleza melancólica que tienen las cosas olvidadas.

Caminé un par de pasos sintiendo como la tierra sonaba bajo mis botas, el aire con ese olor peculiar entrar en mis pulmones, pero sobretodo la sensación de saber que este era el lugar donde tenía que estar. Respiré una vez de forma profunda, intentando relajar los músculos que hasta ahora no había notado que estaban tensos, y seguí adelante.

Mis ojos se fijaron en las paredes desmoronadas y agrietadas, en la luz que se filtraba entre las rendijas, y las sombras que ya parecían haberse hecho con todo, seguí a los demás hasta una puerta semi abierta y sin pensarlo dos veces entré.

La curiosidad mató al gato... Se repetía de vez en cuando Marion mientras seguía a aquellas sombras del pasado. Quizá no fuera realmente eso. Había oído hablar de Melknhars que podían crear ilusiones: puede que sólo estuvieran bajo el influjo de una de ellas. Pero eso sólo hacía que en su expresión apareciese una media sonrisa sesgada, aceptando un desafío que no había sido puesto en voz alta. Cada cierto tiempo los ojos dorados de ella buscaban a Dam o a Lylian, como si sus posiciones fueran puntos de referencia para lo que estuviera por venir.

Al llegar a esa zona más despejada de la ciudad los pasos de Marion se volvieron más lentos y su mirada empezó a detenerse en cada uno de los lugares donde la luz escaseaba: pasase lo que pasase, no quería sorpresas. Su piel permanecía erizada, sus oídos alerta y sus músculos tensos, manteniéndola preparada para utilizar el regalo de su Legado al menor indicio de peligro. Sin embargo en esos momentos el peligro era una sensación en la que Marion se encontraba sumergida, como si estuviera buceando a profundidades abisales en medio del océano. Su respiración era totalmente muda y en cada exhalación un pequeño jirón de bruma abandonaba sus labios y se deshacía en el aire. Se alegró de que los demás congregados hubieran cesado en su cháchara y sólo hicieran algún comentario puntual: incluso el sonido del viento era importante.

Las pupilas de Marion se dilataron ligeramente al ver cómo de repente aquellos fantasmas empezaban a diluirse en el aire. De haberse dado cuenta antes habría intentado algo, pero el momento ya había pasado. Ahora se encontraban delante de una especie de taberna, y leer el nombre que había sobre la puerta hizo que su ceño se frunciese y sus ojos buscaran los de Lylian sin terminar de comprender. De dentro llegaba una tos desconocida, pero antes de cruzar el umbral de la puerta Marion se dio la vuelta, observando a los que se habían reunido allí, memorizando sus caras, asimilando la disposición del lugar como quien coge una bocanada de aire antes de sumergirse de nuevo en el agua. En ese océano sin fin. Sus ojos intentaron dejar una detallada impronta en su mente, recordando incluso el dibujo que el polvo hacía en el suelo y en las paredes semiderruidas.

Entonces y solamente entonces se dispuso a entrar en aquel lugar. Tenía ciertas reservas, pero sólo cruzando el umbral se evaporarían. Y fue en el momento en que dejó de pensar en ello, cuando simplemente se decidió a dar ese paso, cuando esa media sonrisa volvió a aparecer en su boca. Un leve asentimiento hacia Lylian fue el único gesto que hizo antes de internarse a buscar al dueño de aquella voz tan cargada de incógnitas.