Partida Rol por web

La mañana de nuevo se descubría... lenta, como si con vosotros acabase de despertar.

Las nubes poblaban la miraba del cielo, agotando aquella imagen viva que parecía tornar el sol... y con ella aquella brisa que resurgía entre miedos y sospechas. Una extraña sensación de sentirse indefenso junto antes de despertar. Esa misma sensación que te hacía apretar los ojos antes de abrirlo como si por hacerlo no volvieses al mismo lugar.

Pero no.... siempre volvíais a es vieja plaza rota, custodiada por aquella mirada pétrea mientras la mujer se propagaba sin más.

Ninguna voz tintineante, ningún llanto o exclamación... silencio, demasiado al que se acostumbraba en aquella ocasión. Y pronto vuestros ojos dieron con la respuesta de aquella duda... Pues en una zona semirocosa, alejada del centro de aquel lugar, había escavada una hondonada, que servía como camastro de muerte, mientras un pequeño cuerpo se tendía acomodado en una fría e inerte posición.

Cualquiera diría que podía estar viva... Sin embargo al acercaros, visteis como uno de sus brazos había sido desgarrado, y la piel que abitaba debajo de su pelo, estaba manchada de sangre pues alguien antes de dejarla en aquella hondonada, había sacado desde atrás su médula rompiendo su vida sin más.

Buscasteís con la mirada al can de tez oscura, pero no parecía estar a su lado. Quien fuera que atacara, se había preocupado en separarlos antes de empezar aquel ritual. A lo lejos... junto a las ruinas de una sepultura, una mancha roja se distinguía como un pequeño cuerpo animal...

Poco a poco avanzasteis, para ver como alguien había arrancado la piel de Wardjan, y golpeado su piel dejando heridas abiertas en medio de la piel...

Nadie podría garantizar si murió por el cese de vida en su compañera, o por aquella tortura que había tenido que soportar... pero lo que no cabía duda era el dolor que aquella mañana la imagen desplegaba a su alrededor...

Mientras os percatabais de ello, Oldland, seguía su curso... y mostraba un nuevo sello iluminado entre los demás...

Una luz que se encendía en medio de la vela de aquella pequeña, que por alguna razón Oldland la llamó, mientras ahora su destino se cubría con el velo de la muerte, lo mismo que su sentencia había decidido abrir y descubrir la piel.

Despierto con un terrible presentimiento,  la noche de oldland cayó y nuevamente no pude hacer nada para mantenerme vigilando.

Me levanto y miro a mi alrededor y empiezo a buscar con la mirada, quien es que falta esta vez, solo para caminar y ver el cuerpo de la pequeña Theora, con quien se habían ensañado, caí de rodillas y cerré mis ojos, no pudiendo evitar que una lagrima cayera por mis mejillas, pues no pude salvarla, a pesar que la había mirado a los ojos y le había prometido protegerla.

Levanté entre mis brazos su pequeño cuerpo y recogí su brazo, avancé y fuí hasta el lugar donde estaba su querido Wardjan y delicadamente los puse uno al lado del otro, como debía ser.

Me levante, sequé mis mejillas y me giré al grupo, busqué con la mirada al hombre de las cartas y corrí hasta el, tomándolo por el cuello le grité:

- Confiesa... quien hizo esto?- le grite mientras lo elevaba y lo dejaba caer.

En esta ocasión los ojos de Olenna tardan en abrirse unos segundos más que de costumbre, y es evidente cuando lo hacen que sabe lo que encontrará o, más bien a quién no encontrará. La mujer se levanta en silencio, caminando con su bastón hacia el lugar donde la niña reposa. Observa al negro mover el cuerpo y lo taladra con la mirada, observándolo con dureza, pues ese es hoy el significado de la D que la acompaña.

De camino al nuevo lugar de descanso de la cría la Grovehn arrastra su bastón, escuchando en el sonido de la piedra cosas que quizá sólo se imagina. Sus ojos permanecen fijos en el cuerpo, con las pupilas dilatadas, y en el momento en que está a sólo un par de pasos de él se detiene a mirarlo. No permanece así más de cinco o seis segundos. Luego emprende otro camino similar hacia el lugar donde fue encontrada, y ahí sí se queda durante un par de minutos. Sólo entonces busca a los otros con la mirada.

—Dice que buscará aquí —enuncia llevándose los dedos a la sien y hablando directamente al hombre del elefante—. Dice que no la olvides y dice que lleves los cuerpos de los dos a sus padres. —Tras eso lleva sus ojos a la chica del lobo—. También dice no llores por quien no lo merece. El falso rey intenta cosas en mi cabeza, pero no consigue.

Tras esas palabras se aleja unos pasos y vuelve a hablar con un tono duro y seco, dirigiendo sus palabras al negro.

—El asesino morirá pronto.

La luz del sol iluminaba mi rostro anunciando un nuevo día, al despertar observo con atención a quien tenía cerca, como había aceptado la propuesta de Nimay estaba recostada junto a Tyr, supuestamente al lado de Theora que hasta donde recordaba se encontraba envuelta con mi capa en los brazos de aquel hombre. 

-¡Theora! No... no... - pronuncio su nombre al no verla junto a Nimay, me incorporo en cuestión de segundos buscando con la mirada a la niña y su can. Al ver que Oliver la carga en sus brazos para dejarla junto a Wardjan, mi mundo se quebró en mil pedazos porque allí estaba su pequeño cuerpo ya sin vida. - La destrozaron... pagarán por ello. -  amenazo apretando los dientes mientras le dedico una mirada a Nimay, él entendería mejor que nadie mis palabras y la bronca que por dentro mío se gestaba. 

Había prometido cuidar de ella y no comprendía como pudieron arrebatarla de los brazos de aquel hombre que la estaba cuidando como un padre. Es más, me encontraba a su lado también, como no pudimos hacer nada al respecto. ¿Cómo no lo vimos venir? ¿Cómo fuimos tan descuidados? Era impotencia absoluta ante una situación que ya se extralimitaba, aquí alguien jugaba sucio y era momento de encontrarlo. 

Primero Alastor, ahora Theora... ¿Qué quieres decirme Odland? - murmuro apretando los dientes al darle una última caricia a la pequeña mientras que con mi capa cubría al can y a ella. - Esto no quedará así Theora... Ya lo verás. - era una promesa pero el silencio me envuelve ahora que Olenna toma la palabra. 

Abro mis ojos estupefacta, intentando comprender lo que está diciendo. - ¿Qué intenta en su cabeza? - pregunto intrigada mientras que camino hacia el ángel que llora para sentarme a sus pies. Tyr me acompaña colocando su cabeza junto a la mía, continuaba buscando respuestas. 

Todo parecía ir demasiado deprisa... como si la lentitud del día anterior empezara a estallar entre mis sucesos que se aparecían sin más.

De repente las manos de Aisha se aferraron a su cuello, mientras sentía como algo empezaba a arder dentro de sí... Aquel fuego callaba su voz, calando desde dentro... mientras entre espasmos sujetaba su garganta con unas manos temblorosas.... 

Con fuerza caía ante vosotros de rodillas, mientras aquel semblante sin sentimiento desde que entro despertaba en angustia... el sonido parecía dormido, mientras que sus facciones rompían en gestos y aperturas de dolor... Sus manos soltaron su garganta para luego caer al suelo mientras alzaba la mirada y sentía que todo iba a terminar.

Su piel se cuarteaba, dando un aspecto cetrino a su semblante... Las grietas crecían y crecían en su piel como lo hace el cemento al fraguar...

Sus ojos os miraban por última vez... Presos de aquella angustia y dolor.

Intentaba tragar pero no podía ceder más.... Ocultó su rostro en su pecho, mientras aquellas heridas crecían y crecían cada vez más... Y entonces llego alzando el vuelo, como su última compañía, aquel ejemplar blanco de Búho Imperial... Se acercaba a su dueña y ululaba triste, para luego descansar su pico con aquella piedra rota que parecía empezar a ser Aisha...

Todo parecía llegar a su fin, cuando de repente... aquella figura agrieteada cayó al suelo en mil pedazos en un aura helada... como una funda de un propio cuerpo, tallada en hielo, que descansaba rota por todo el suelo.

Jadeante la chica, se encontraba de rodilla aún en el suelo, pues a pesar de aquella cascara de hielo, ella había sentido dolor de verdad.

Su piel ahora estaba como mojada... y temblaba, mientras Blanca Noche se aproximaba a ella. 

Sobre el suelo, aquel esbozo de piel, y ante vosotros una Aisha que nunca habíais pensado ver... pues aquella chica sin sentimientos temblaba quien sabe si por el frío, quien sabe si por el miedo... quien sabe si por el dolor... quien sabe si por un recuerdo peor...

Me despierto con Quón, un día mas.... sus ojos abiertos me dicen que lleva despierto mas que yo, pero en sus perezosas membranas leo que no más que un par de minutos. Froto los míos recordando mis propias palabras, con la espalda recostada sobre la banda de mi gran bestia. Mi espalda se hondea con su respiración, mas pestañeo al recordar como hace apenas unas horas -no sé ni cuantas-, y exceptuando a la mujer del lobo, nadie había respondido al suceso del gran ego caído. Así, pues... Alastor muere sin pena ni gloria en Oldland. Hoy tocaba saber un poco mas. 

Absorbo que la mas pequeña de la reunión amanece sin vida. Crueles maneras. Tuerzo una mueca bastante triste y me aseguro hasta 3 veces de que Vyka está entera antes de empezar a moverme. Me da cierta rabia que prometamos protegernos... y que ese efecto somnífero nos deje en total evidencia con muertes como esta.

Advierto como Oliver le da los buenos días al chico de las cartas - Quón, allí - Frunzo el ceño y recorro unos pasos pisando la sangre seca de Sarghagas hasta ponerme a un paso por tras del imponente hombre negro – Confiesa antes de morir, Daeron! - soy dura con él, pues hasta lo dicho tendría que ser el siguiente - Soy muy pesada, pero el chico rubio me pone de los nervios -comento mientras me aparto el pelo con una sonrisa nerviosa.

Tras esto me giro viendo también la reacción de Aisha, de principio a fin... - ¿Que acaba de pasar? - le pregunto, aunque puedo suponer que acaba de sufrir algún tipo de ataque.

No me gustan los mensajes de Oldland... - susurro tras todo.

Al despertarme, me percaté que Yaiza volvía a estar viva. Entonces vi el cadáver de Alastor en el suelo. ¿Cuando demonios había ocurrido esto? Ayer recordaba haberme apartado del resto, y quedarme dormida. Tenía mis dudas de cuando había muerto Alastor, pues no era el lugar habitual donde encontraban el cadáver mañanero. Me había pues perdido la muerte del más engreído de los Grovehn, por haberme dejado llevar por mis sentimientos...

... algo que sin duda volvió a ocurrir cuando descubrimos el verdadero cadáver. - No, ella no... - Mi martillo se escurrió entre mis manos, mientras una lágrima también lo hacía por toda mi mejilla. Cierto era que hasta el momento poco me importaban los que me rodeaban, pero verla muerta, a una Eve tan joven... Mi mirada de furia se giró hacia el Grovehn que debería estar muerto y aún respiraba.

Me agaché para recoger mi martillo del suelo, mientras esta me llamaba a ser utilizado. Pero no, ese bastardo ya había muerto una vez eludiendo la caza. No me había resignado ayer a mirar para adelantar ahora las cosas. Además, aún habría más cola para darle caza que a la Melknhar flotante. Era mi derecho matar al resto de Grovehn que considerase oportuno, pero no era algo exclusivo. Podía compartirlo... siempre que el resto se contuvieran por igual, cosa que algunos como Oliver llevaban con más dificultad.

Entonces algo le ocurrió a Aisha, y pareció que otra Eve iba a morir hoy. Pero en el último instante, sus ojos aunque fríos como siempre, aún tenían vida. Me acerqué intentando no perturbar a su Búho Imperial, al cual miré con admiración, si bien no entendía realmente el porque me fascinaba.

¿Estás bien? - le pregunté, con una rodilla en el suelo y una mano cálida para ayudarla a recuperar la verticalidad.

De nuevo el sopor. De nuevo, al despertar, una muerte cruel. Miro a la niña, sin médula, y a su compañero, sin piel. Me dispongo a caminar hacia ella para, como con otros, regalarle una postura digna tras su muerte, aunque el hombre de ébano se me adelanta y le miro con un gesto de aprobación. Acto seguido me giro hacia la mujer del bastón y, respondiendo a su pregunta no formulada la noche anterior, hablo.

En efecto, nunca lo consideré digno de su historia: se le había olvidado tronar.

Tomo un momento antes de proseguir, cuando la muerte está a punto de arrastrar consigo a la compañera del búho. Parpadeo, un poco sorprendido en verdad por lo que sucede. Rebusco en mi zurrón hasta sacar una vieja y un tanto apestosa manta y se la acerco, al verla temblar.

Eres la primera que consigue evadir la muerte. No pareces en condiciones de caminar para luchar contra el frío.

Comento, haciendo referencia al día de llegada. Escucho el último comentario de la compañera del cocodrilo y asiento lentamente, para acto seguido, con mi mano aún extendida ofreciendo la vieja manta, mirar hacia los petroglifos, queriendo adivinar algo sobre ellos.

Olenna permanece expectante, esperando a que algo suceda, cuando escuchar la pregunta de la chica del lobo. La mira durante un momento, casi pidiéndole que aguarde para no perderse la muerte de quien sea. Sin embargo al final se decide a responder, aún con sus ojos pendientes de todos los presentes.

—El falso rey da vueltas a las palabras de otros —enuncia—. La niña dice que ha cazado antes de ser cazada, que alguien morirá, y él dice que quien sea es inocente y otros dos culpables. Intenta confundir, pero no consigue nada.

En ese momento ve cómo la muerte parece agarrar a la chica del búho, y cómo esta consigue liberarse de ella. Se acerca algunos pasos y la observa ladeando la cabeza.

—La niña dice que te ha cazado —le dice. Entonces se encoge de hombros—. Cuestión de tiempo que otro te cace también.

Dicho eso mira al árabe y asiente a sus palabras. Su expresión se torna curiosa un instante más tarde, cuando le hace una pregunta aparentemente sencilla.

—¿El cambio es bueno?

En ocasiones es más sencillo incluso en sueños percibir una ausencia que una presencia. Un vacío al lado de uno mismo, donde debería haber un cuerpo. Un silencio, una respiración ausente. Nimay y Haathee abrieron los ojos al mismo tiempo, sobresaltados y con la confusión de quien no sabe por qué despierta con el susto en la garganta prendida en sus pestañas. 

—¡Priya! —pensó por puro impulso al sentirse alarmado, todavía medio en sueños. Pero, una vez más, no era ella. 

Fue rápido para ambos, hombre y elefante, descubrir quién faltaba a su lado, tanto como alzar la mirada y contemplar su cuerpo frío y pálido. Pero la aceptación pareció ser mucho más lenta. Ambos parpadearon, como si necesitasen unos instantes para comprender la nueva crueldad de Oldland. 

Cuando Nimay se puso en pie, sus músculos ya estaban tensos bajo la ropa y sus puños apretados. Haathee se incorporó al mismo tiempo y los dos pares de ojos brillaban con fiereza al recorrer a todos los presentes. Se cruzaron con los de Deidre y Tyr y pudo ver reflejada en ellos esa misma rabia. Percibieron a Oliver colocando juntos los dos cuerpos que eran en realidad uno solo y si no hubiera estado tan tenso, tal vez habría asentido aprobándolo. Durante un instante, su rostro crispado se detuvo en Fiona y habló con una dureza que no iba dirigida a esa mujer en concreto, pero de la que su voz no parecía capaz de librarse.

—Yaiza está en pie —dijo, para después dedicarle a la mujer algunas palabras que no eran otra cosa que una versión de las que ella había pronunciado la mañana anterior—. Ahora te toca a ti demostrar el mismo interés por descubrir a los hijos de puta que le han hecho eso a Theora. 

Se detuvieron en Olenna al escuchar su voz y entonces, al recibir aquel mensaje, soltó el aire que estaba conteniendo y un deje de tristeza llegó a su voz, haciéndose un lugar entre la ira. 

—Dile que no podría olvidarla —dijo entonces, pisoteando todas sus creencias al enviar una respuesta—. Y que no pierda la esperanza. Si otros han podido volver en su propio cuerpo, ella también. Brahma guiará su luz. 

No prestó atención ninguna a lo que le sucedía a Aisha. Y si le importó, no lo demostró. Su mirada recorrió de nuevo a los presentes y él y Haathee terminaron por dirigir sus pasos al lugar donde se encontraban los cuerpos de la pequeña y el perro, tapados por la capa de Deidre en la que él mismo la había envuelto la noche anterior.

—Os he fallado —murmuró, mientras en su voz una tercera emoción ocupaba su lugar: culpabilidad—. Fallé a Priya y ahora os he fallado a vosotros. Tenía que protegerte y te arrebataron de mis brazos. Pero vuestra muerte no quedará impune. 

Se arrodilló delante de ambos bultos y cerró los ojos, abstrayéndose sólo en parte de lo que sucedía tras él, y empezando a murmurar entre dientes una oración para que Iama velase por ellos.

Había rechazado la invitación de Nimay pues aquella noche prefería estar sola, y jamás se arrepentiría más de algo. Ver el cuerpo de la niña y del can casi me supera, a pesar de haber tenido que soportar visiones peores, pero saber que el asesino estaba allí, entre nosotros...

Decido dejarme de cháchara. No acusaría en alto, no me distraería con las palabras de los demás. Las caras, las emociones sin contener, los gestos involuntarios. Éso era lo que me iba a dar los nombres de los culpables los cuales ya barajaba y a partir de ellos me guiaría.

Aquellas carnicerías no iban a quedar impunes. Decidiría sola y actuaría sola, como siempre lo había hecho.

Nora no había querido encariñarse con la infante que acompañaba al grupo, a sabiendas de lo que podía ocurrir en Odland, en donde cada alma podía retorcerse o mostrar inesperadas facetas. 

Pero al fin y al cabo, Theora había sido una niña. Y ver aquel cuerpo menudo ahora inerte le produjo un desasosiego casi palpable, contrayendo sus facciones en una mueca de disgusto y aversión- Odland no perdona a nadie- dijo, empleando un tono ominoso, a la vez asqueada de sus propias palabras, mirando acto seguido alrededor para observar las reacciones generales. 

La mujer rapaz caía bajo las garras de los dones que proporcionaba la ciudad, y aquellos que quedaban no parecían echarla de menos en demasía. No así con Theora, a quien algunos incluso lloraban, a pesar de lo poco que la habían conocido. 

Nora suspiró, y, viendo en el dolor que portaba Nimay algo, de alguna forma, más primordial, se acercó a él, y en un silencio respetuoso, esperó a que terminase sus oraciones para poner, suavemente, una mano sobre su hombro, no sin ciertas reticencias, pues no sabía si sería bien recibida- Lo lamento. Era importante para ti. Más que para cualquiera. -dijo, solemne- No debemos culparnos. Es lo que nos hace esta ciudad. Nos envuelve en una neblina por las noches, y nos volvemos incapaces de reaccionar. Favorece el juego de poderes.-explicó, con tristeza- Pero como bien dices, no quedará impune. 

Me despierto abriendo los ojos lentamente. Otra mañana en Oldland reina la  perdida y la confusión. Miro a todos lentamente, concentrándome unos cuantos segundos en cada rostro, en cada expresión. Tristeza, rabia, ira, odio, miedo. Muerte. No tengo mucho tiempo para hacer nada más, ya que el buen compañero Oliver se lanza hacia mi, agarrándome del cuello y levantándome. Desde esta posición tan indigna agarrando sus manos mientras intenta ahogarme, le miro a los ojos, esbozando una sonrisa. Finalmente me deja caer. Recupero el aliento, y me pongo de pie, alejándome de él, con un rostro bastante risueño, rodeando lentamente al grupo.

Avanzo entre dedos acusadores, y demás peticiones, siempre con la leve sonrisa en mi cara. -Algunos me pedís que confiese, pero... yo me pregunto... ¿Que diferencia causaría? ¿Los muertos estarían menos muertos? ¿Me redimiría? ¿O acaso ganaría vuestro, oh grandioso, perdón?.-  Continuo andando lentamente en círculos, alrededor del grupo. Mentiría si dijese que no estoy disfrutando de estos últimos días. Me froto las manos y las guardo detrás de la espalda. -La realidad, la triste y oscura realidad, es que la sombra siempre existirá. Mientras la luz brille, esta siempre creará una sombra. Y cuanto mas brille, más fuerte sera esa sombra y crecerá hasta que un día engulla al mundo.-

Abro los brazos y río frenéticamente mirando al cielo. Relajándome un poco, miro al grupo, con un rostro que indica gran felicidad. -Vais a matarme de todas formas, pero si os relaja, siempre puedo decir que despellejé tanto al perro como a la niña mientra aún vivían, y me deleité con sus gritos.- Mi semblante cambia a uno de seriedad, a la par que doy un fuerte pisotón hacia adelante mientras señalo al suelo. -Y que os sirva de lección. Sois totalmente incapaces de proteger a nadie.-

Me arreglo el pelo mientras la sonrisa vuelve a mi rostro. -Jejeje... Despellejé un día a un perro, y me llaman...- Recupero mi atención y me centro nuevamente en el grupo con una sonrisa cálida y amigable. -Oh, pero no dejéis que mi discursito os asuste. No tengo ningún interés en que se abra la puerta del infierno ni nada por el estilo. Simplemente, hice lo que hice por que.... me aburría. Supuse que este trabajito sería una distracción divertida.- Abro los brazos y expongo mi cuerpo, invitando a que el éxtasis del dolor venga a por mi otra vez más. -Así que venga, venid a por mi. Matadme, y mandadme junto a Theodora una vez más. Me muero de ganas de verla otra vez... 

Aunque podría haber hablado algo más el día anterior, -pues demasiadas cosas quedaron en mi boca, guardadas, pero con ganas de ser pronunciadas a las personas exactas- , la noche se aproximó, y con ello el silencio de Oldland sobre mi pecho. 

Al mirar el escenario por la mañana, visualicé el dolor del resto por la muerte de la niña y su perro. Precisamente por el ensañamiento con mi cuerpo, el cual dejaron desnudo y descubierto, no sentí el pesar exagerado que otros demostraban en claros gestos desconsolados.

Había tenido - en su momento - dudas acerca de ella, sin embargo, con mi retorno, pensaba con firmeza sobre su inocencia, y justo, sin haber podido compartir palabras, Theora se marchó. Mis ojos expresaban tristeza, pues su cuerpo inerte me llamaba, pese a todo, la atención. Tampoco se respeta la infancia, me dije ladeando el rostro mientras perdía mis pupilas mirándola, sin mirar realmente nada en particular.

De pronto, el odio de Nimay me sobresaltó y yo, por ende, desvié mis ojos hacia él - ¿acaso crees que tengo algo que ver? a mí me humillaron vílmente...parece que éso no lo recuerdas - dije frunciendo brevemente el ceño y relajándolo seguidamente, ya que, ante todo, estaba tranquila - entiendo tu dolor, os queríais, y el amor...está ahí, te domina, pero tu tono no ayudará para traerla de vuelta. La desesperación sólo te traerá mas dolor - miré tras éstas últimas palabras a Aisha, y seguidamente a Daeron y al chico que lo trataba de ahogar. Dando por finalizada la conversación con Nimay, pensando que lo que decía sólo era producto de su impotencia, me acerqué a ambos Grovehn - más la "suerte" había dejado a la chica Eve con vida-.

Las palabras de Daeron eran demasiado duras, y como una herida eternamente abierta, sentí un escalofrío recorriendo mi cuerpo - basta... - le dije - no me das miedo, ya lo sabes. Puedes matarme si quieres, pero cállate, no necesitamos ésto, ni tú tampoco, pues solo aceleras tu muerte - dije confiando en que mantuviera algo de calidez en su media alma humana. 

El humo del tabaco de Fiona envolvía su esbelta figura como si fuese una parte más de ella, su rostro normalmente ajeno a cualquier emoción hizo un guiño de repulsión al ver el cuerpo maltrecho de la niña... ella era madre al fin y al cabo, y la chica se había ganado su confianza... la ferocidad y el sadismo de los asesinos era del todo repulsivo, pero no montaría ningún numerito, pues lo mejor que se podía hacer por Theora era encontrar a sus asesinos y ejecutarlo.

- Menos mal que no elegiste ser abogado querido- ironizó finalmente refiriéndose a Daeron- no pareces tener una buena estrategia de defensa... te recomendaría a un amigo mío, pero no llegaría a tiempo- se encogió de hombros con la sonrisa dibujada en sus labios carmesí y siguió observando sin perder detalle.
 

En un estado de confusión permanente escucho las palabras de Olenna, su respuesta reflejaba una verdad de la cual varios de los presentes, huían. Eso sí que me dio a pensar, algunos se lamentaban y jamás se habían acercado a Theora, otros alegaban una culpabilidad cuestionable mientras que Odland reflejaba otra cosa delante de mis ojos. 

Aisha era castigada bajo el deseo de la niña pero nadie lo notó. -No te escuchan, una lástima. Ya vendrán a pedirte que les des algún mensaje. - respondo a Olenna mientras señalo a la chica del búho, ya cobijada con una manta que el hombre árabe le había otorgado. -¿Una advertencia o es la línea hacia donde uno debe seguir? ¿Otra semilla?- continúo dirigiéndome a la chica del bastón, era la única que parecía captar los sucesos y ordenarlos. El resto pasaba por alto según su conveniencia. 

Luego de observar la escena como una espectadora, sigo atenta a las conversaciones hasta que Yaiza capta mi atención. -¿Quién te mató y quién te devolvió a la vida? -  era algo que en verdad me interesaba saber, muchos estaban contentos por su presencia pero ninguno se atrevió a preguntarle siquiera el motivo de su regreso. 

- ¿Un milagro de Odland? ¿O una muestra de compasión hacia alguien que no merecía aquello? - era interesante descubrir este acertijo. 

Cuando Nimay terminó su oración permaneció todavía algunos segundos en silencio, hasta que sintió la mano de Nora en su hombro. Entonces estiró él una mano para ponerla sobre la de la mujer y apretó suavemente, agradeciéndole el gesto y sus palabras. Tardó aún en levantarse y mirarla, asintiendo con la cabeza.

—Pagarán por esto —le aseguró con firmeza. 

Le llegaron las palabras de Yaiza y en un primer momento la miró confuso, frunciendo el ceño sin comprender por qué había deducido aquello. Entonces escuchó la voz de Fiona y creyó comprender. Negó con la cabeza, mirando a la chica del arco.

—No te lo decía a ti. Ya te dije que me alegraba tu regreso —explicó, serio. Y creyendo que tal vez ella necesitaba algo de contexto para entender mejor, continuó—. Ayer la mujer de fuego nos dedicó esas mismas palabras sólo por cuidar de Theora. Simplemente se las devolví. 

Entonces escuchó al joven de las cartas vanagloriándose de aquellas muertes y sus músculos se tensaron de nuevo. Sus ojos oscuros abandonaron a Yaiza para contemplar a Daeron y ambos, hombre y elefante, se crisparon mientras los dos pares de ojos se entrecerraban al unísono.

Ante las palabras de Olenna, retiro rápidamente mi mano y me reincorpo. Mi rostro pasa de un gesto afable a un rictus de asco y odio. ¿Por qué? ¿Por que precisamente alguien con un animal así? Noto que mi brazo se endurece mientras agarro el mango de mi martillo con fuerza. Miro a la Eve, miro al deslenguado Grovehn y nuevamente mi mirada vuelve a Aisha. Levanto mi martillo hasta que su frío metal se apoya en mi corazón. Me susurra. Implora que desate su poder. ¿Pero quien merece saber su verdadero nombre? ¿En que forma debería conocer su muerte un Grovehn? ¿Y una Eve así?

Llevé mi otra mano encima del martillo, cerré mis ojos y busqué consuelo, inspiración, una guía para que su poder no fuera desatado en vano. Al igual que la Luna, con su cara luminosa y su cara oculta, mi martillo también había sido forjado en la dualidad. Y dos eran los posibles caminos a seguir, aunque el resultado acabaría siendo el mismo: muerte y destrucción para aquellos que me hicieran sufrir. Antes o después, todos ellos acabarían muertos por mi furía. Por mi martillo innombrable...

El miedo seguía alimentando las discursiones, mientras vuestra fuerza parecía avanzar cada día a un paso más... a la vez que los muertos descansaban a vuestro pies como una piedra más.

Aquella maldita tierra coseguia que la muerte solo fuera una parte del día más. Solo vuestras voces alteradas y furiosas servían como plegaria y rezo a los no enterrados. Pero entonces una suave y dulce voz, desde detrás de las piedras, surgió...

Una voz que entonaba una antigua y delicada voz bajo un velo de inocencia y sopor... Aquella voz empezaba a emerger mientras vuestros pasos temblaban al igual que vuestra fuerza, era como si cada nota os invitase a ceder bajo un manto de sueño y calma.

Teníais que hacer esfuerzos por manteneros en pie... mientras buscabais el arrullo que llegaba hasta allí... 

Mientras andabais el suelo parecía despertar ante aquella nueva melodía, dando forma a dos nuevos trazos dibujados por luz...

Oldland parecía despertar bajo aquel aliento de sueño, mientras vuestros pasos arrastrados llegaban por fin cercanos a aquella posición. Cualquiera diría que aquella canción traería desgracia y venganza, pero al contrario que sus notas, la imagen de su origen destellaba ternura y aflicción.

Pues tras aquella piedra se encontraba tan cálida e infantil como siempre Theora, con sus manos acariciaba el cuerpo herido de Wardjan, y a la vez que lo hacía, un velo de sueño o ilusión cerraba las heridas de su cuerpo... primero la carne seca, luego los músculos, y por último la piel...

Una sonrisa en la pequeña, antes de ver el pecho de su cánido amigo volver a emerger tras una nueva respiración...

Dio un beso en el cuello del Doberman y le susurró como una madre lo hace al despertar... casi imperceptible.- _{Despierta... ya es hora de levantarse Wardjan...}