Partida Rol por web

Podría ser una mañana más, en un mes cualquiera… pero no lo es.

La calle apenas acoge los primeros rayos de la mañana, y en aquella antigua plaza, estáis presentes todos cuantos os atrevéis a enfrentaros al destino. A la hora fijada, el día concretado, armados de valor, sin miedo a mirar atrás.

Las calles de Oldland parecen vacías, el miedo y la incertidumbre adoquinan las calles, donde vuestros pasos parecen ser losas que sepultan sus sentimientos.

La gente esta despierta, el terror a lo que se guarda bajo el corazón de la ciudad, no los deja apenas respirar.

Puertas y postigos se cierran a vuestro paso. Ventanas ocultan el miedo tras una opaca madera incapaz de callar los llantos.

Es hora de avanzar… aún queda ciudad por recorrer, la calle se abre ante vosotros, dejándoos ver al final, aquel lugar donde moran las Puertas del Averno.

Es hora de empezar… nadie sabe si podréis detener esas puertas, pero al menos debéis intentarlo. Por vosotros, por todo aquello que dejáis atrás…

Una mirada al cielo que parece ausente sin fuerzas a penas de mover las pocas nubes que se atreven a surcar su inmensidad.

Dejada que vuestros pasos construyan la esperanza de Oldland… dejad que vuestros pasos construyan un nuevo día sin más…

Entre las sombras del bosque que me recibio al llegar a Oldland, la voz de aquel hombre volvia a llamarme, sin saber de donde provenia segui el sonido hipnotizante, que junto a mis pasos me llevaron a la ciudad de Oldland donde otros como yo se reunian y avanzaban por una de las calles, podia sentir aun el susurro leve de aquella voz...observe al grupo y parecia que provenia de alguno de ellos, un extraño lazo, un pasado desconocido, quizas un mismo guia, no solo me trajo a mi a este lugar si no que a otros...

Me uni al grupo y al mirar detenidamente a algunos note similitudes, me sentia extrañamente comoda...quizas aquella voz me guio hasta ellos...sin saber a donde iban, continua a igual paso la marcha entre las casas que cerraban sus ventanas y se ocultaban de lo que se avecinaba, en mi corazon, sentia que desde hoy....todo cambiaria...

Entre adoquin y adoquin, una canción que parecía emerger sin fin. Mientras el astro rey parecía desearles, de manera tímida, buena suerte, su alrededor hablaba del temor al caos y la muerte.

El viejo Gael había atravesado numerosas tierras para asistir a un evento sin igual. Para apoyar a aquellos que necesitan algo mas que unas palabras de consuelo: Los que sin duda serán los nuevos héroes del mundo, que ahora marchaban hacia las puertas del averno.

Aquella sensación de temor y respeto impregnó su alma y en cierto modo le apenó y a la vez le dió ánimos. La carga había sido puesta en ellos, que por voluntad propia marchaban a encontrarse con su destino.

Escribía en su libreta el hombre, sin parar de avanzar.

Era la hora, y todos cerraban las puertas,

Muchos hombres y mujeres nos daban ya por personas muertas.

Antes nisiquiera de comenzar el viaje,

bajé la mirada y contemplé el rostro de por los que mi vida daré.

Esta es la manada, de héroes es este grupo,

Mas ni trompetas ni cantares parecen estar en fragua

Para mi, el futuro me depara el mayor lujo,

¡Narrar y contar la victoria sobre esta última batalla!

  -Oldland..- susurro pero no por miedo, sino por este extraño sentimiento que es tan tangible como el aire presente. Me encuentro caminando, paso a paso yendo para adelante, pero por alguna razón es una sensación ajena a mi, como si el que estuviera caminando fuera otro y yo simplemente me encuentre flotando.

  Es extraño, no soy el único presente. Pero, ¿en verdad es extraño que no sea el único que se encuentre allí?. Todos se encuentran en una situación similar a la mía, como extasiados convergiendo a este punto en común, seguramente el lugar de inflexión del futuro estaba a nuestras manos.

  Cierro los ojos mientras mi cuerpo continua caminando, veo alrededor, todo parece distorsionado -Así que esta será la explicación- cada palabra parece caer en el vacío de la anterior, terminando en la nada.

Amanece en Oldland mientras una mujer de oscuros cabellos camina deslizándose por la ciudad de una manera casi sinuosa. A su lado, un enorme felino camina con paso acompasado al de ella, lento, flexible, casi musical.

Su expresión no revela el cansancio propio de quien no ha dormido en toda la noche. Al contrario, la luz dorada del amanecer parece reflejarse en ella de una forma natural, mientras sus ojos azules, con pupilas alargadas, se pasean de forma descuidada sobre las paredes de piedra de la ciudad. 

Sus pasos la guían inconscientemente hacia las puertas del Templo de Baal mientras ella no deja de preguntarse si allí encontrará las respuestas que busca, si realmente es el lugar apropiado para hacer converger el pasado y el futuro, comprendiendo su origen y su destino.

Y es ante las puertas cuando decide detenerse a contemplar el amanecer. Con un suspiro se deja caer, lánguida, sobre un banco de piedra, con los ojos fijos en el sol que aparece lentamente por el horizonte. Un pequeño gesto de su mano es suficiente para que la pantera, con el pelaje tan negro como los cabellos de ella, se tumbe a su lado, junto al banco.

La joven estira la mano para acariciar suavemente la cabeza del animal y, enredando los dedos entre sus orejas, emite un ligero susurro dirigido a la pantera que la acompaña. - ¿Crees que encontraremos aquí lo que buscamos, Nyx?

El animal no responde, se limita a cerrar los ojos, disfrutando de la caricia mientras Nybras se percata de la extraña confluencia de gente que se dirige a ese mismo lugar. - Parece que no somos los únicos que buscan respuestas.

Una muchacha de aspecto frágil, gafas oscuras, bastón y perro lazarillo, llega también entre otros tantos paseantes, en su mayoría seres que eran más de lo que aparentaban. 

Se detiene y rebusca en su macuto, sacando unas cuantas hojas en blanco llenas de muescas - Doko... creo que nos hemos desviado. ¿cómo hemos llevado hasta aquí? -  El perro, por su lado, solo la observa con la cara de bobo que tienen casi todos los perros cuando hacen como que entienden a sus amos. 

La muchacha resopla, siguiendo las líneas con los dedos, un poco incómoda. - Hace años que no me pierdo... me siento estúpida. Creí que recordaría la ciudad...

A su alrededor podía escuchar una docena de pisadas diferentes. Tenía que arriesgarse. Sacó otro mapa, este si con imágenes, y tras escuchar durante unos segundos, trata de llamar la atención de uno de los paseantes que andaban cerca. - Por favor, señor... o señora. ¿Estoy muy lejos de la calle Birkdale? 

Habia llegado en amanecer a este pueblo antiguo que por suerte conocia la modernidad de un aeropuerto. Avanzaba decidido y pareciendo apurado por las calles como si un objetivo demasiado importante lo llamara al lugar, sin descanso. Llevaba un estuche de gran tamaño, donde guardaba su martillo que tantos años habia acompañado al Grovehn.

Fue cuando llego que se encontro con tanta gente de otros legados, las diferencias entre los grupos eran muy evidentes como hace años que lo pensaba. "Pobres..." penso con algo de lastima, que no mostro bajo su rostro duro.

Detuvo sus pensamientos cuando Cristie se le acerco a preguntarle.  Es Sir Jacob Brandr señorita. respondio con el mismo tono duro de su rostro. Efectivamente es la calle Birkdale, ha llegado en buen tiempo. agrego luego del silencio que dejo luego de presentarse.

Caminé despacio y en silencio siempre muy cerca de Asfaloth su amigo y protector de años atrás. Cuando vi el grupo me acerqué - Buenas - dije sin más observando al resto uno a uno.

Habían pasado días desde que caminaba por las calles de la ciudad, con la curiosidad de quién quiere saber que es lo que le espera al final el viaje. Bheka caminaba a su lado en todo momento, estando sus patas ya igual de acostumbradas al dolor de pies de tanto andar al igual que su amo. 

Sus ropas gruesas, sucias y gastadas, delataban su calidad de indigente, de hombre sin hogar mas que las calles. Un se invisible, una sombra a la que no se le daba importancia. Pero esta sombra notó que habían más como él, como lo supuso desde que sintió el llamado a Oldland. Los vió por la calle, pero no les dio importancia, así como el no les dio importancia a ellos. Caminaba con los brazos metidos en la vieja gabardina que vestía, con Bheka muy apegado a su lado.

No se inmuto con la presencia del resto, ni su fiel perro con la presencia de los grandes felinos. - Buen chico - Le murmuraba, mientras alzaba la mirada al cielo, esperando.

Habían llegado. Louch así se lo indicaba, y regresó para posarse sobre su hombro. Ya había gente, sin duda. Su fiel compañero le gustaba volar libremente, pero cuando había más de mi especie, quería estar cerca de mi. No sólo porque no se fiara de ellos, sino para que se reflejase más mi espíritu. Al poco los vi, ya eran varios y no se parecían tanto a los que había conocido. No sabía si eso sería bueno o malo, en cualquier caso pronto lo descubriría. Kaldreade simplemente hizo un gesto con la mano para saludar a los presentes.

Llegué a Oldland sin saber lo que me iba a encontrar. Ni siquiera sabía si iba a ser un viaje en balde... Pero tenía que intentarlo, mi instinto me decía que algo gordo iba a suceder y yo tenía que formar parte de ello. Por fin mis preguntas iban a empezar a tener respuesta. Observé a los demás, siempre intentando pasar desapercibido. No debía dar ningún paso en falso, esta gente es mucho más poderosa que yo...

-Raven, abre bien los ojos-Le digo al animal negro que se posa sobre mi hombro-Aquí hay gente que podría borrarnos del mapa de un plumazo.

Seguí avanzando por la esquina de la calle, siguiendo los pasos de los demás. Avanzaba despacio, pero por dentro me moría de ganas de encontrarme al fin con mi destino.

Había llegado con cierta anterioridad al resto, pero se mantuvo alejada, sujetando su cabeza, que le dolía bastante, era una incomodidad galopante que se traducía en una molestia física, pero  cuando escuchó voces y movimiento, salió de las sombras y se colocó apoyada en una pared, mirando al resto, y arreglando su bufanda, su aspecto era muy débil, desmejorado, levantó su vista verdosa e intentó encontrar alguna cara conocida, pero no fue así, eran todos desconocidos, familiarmente desconocidos.

Sus dedos fueron hacia las vendas de su cuello, rozándolas instintivamente, y se acomodó de mejor manera su bufanda, aquellas personas que de pronto llegaban eran demasiadas, como si una pesadilla se estuviera haciendo realidad, un escalofrío le recorrió la nunca de manera violenta.

Igual que el propio tiempo, la noche se torna a su fin, las fúlgidas estrellas languidecen durante un buen rato hasta que finalmente se desprenden en el de sus puestos en el firmamento para ocultarse con la luz solar del amanecer.
Llego con un gesto decidido y duro, la ropa que llevo es de buena calidad, pero no ha sido bien tratada por el tiempo.
Detengo el coche, un mercedes manchado por el barro, pongo el freno de mano, el motor emite un último estertor y bajo para caminar por las calles de la ciudad en busca de lo que me ha motivado a llegar al lugar.
Con la piel cuarteada, miro a los que hay en el lugar, y la presencia de tanto animal deja claro que este es el lugar correcto. Sin mostrar emoción ninguna, voy mirando a todos, uno a uno.
- Valfar - Me presento con simpleza, no sé cómo acabará esto, pero me dieron una educación que me hace presentarme tanto a los amigos antes de una fiesta, como a los enemigos antes de tomar sus vidas.

Avanzamos por las calles con sigilo.. aquel era el lugar, pensaba para mí mientras observaba cuidadosamente el lugar. Me encontré con muchos otros, intercambiábamos miradas, unas con dureza otras con cierto nerviosismo y confusión...solo algunos habían roto el tenso silencio que nos rodeaba, el último un muchacho que avanzó con su coche hasta el lugar, bajó del mismo y con cierta rudeza se presentó:

Asentí ante su escueta presentación y por primera vez, mirando a cada uno de los presentes alcé mi voz:

- Yo soy Avla y este- dije acariciando el lomo de mi compañero de viaje*- es Nanuk.

Yo soy Eva - dije mirándo a mi alrededor y sintiéndome un poco menos rara al ver a tanta gente con tantos amiguitos - Y este es Asfaloth - dije señalando el gran tigre de bengala blanco que caminaba a mi lado.

De entre las estrechas calles, caminando pausadamente, apareció un hombre alto, con pelo negro y una vaina en cada lado de la cintura. Allí ya había gente reunida, curiosamente muchos traían mascotas con ellos, sonrió ligeramente al verlo y se acerco al resto, sin duda estos eran el resto de los enviados. Se poso en medio llamando la atención por ser la nueva sombra que se unía a los curiosos y saludo inclinando ligeramente el cuerpo.

-Helmuth Valor, a su servicio.-Dijo con cierta gracia. Antes de alzar nuevamente la cabeza y quedar observando al resto.

Yannick Létang camina despacio por las adoquinadas calles de Oldland, sintiendo la llamada de un lugar desconocido. Cada paso lo da con cautela, sabedor de que la muerte puede esconderse tras cada esquina. Si ha sobrevivido todos estos años no ha sido por temerario, sino por saber diferenciar entre la valentía y la estupidez.

Cada vez es más consciente de que cuando sus botas resuenan en la piedra, no son más que el eco de otros cuarenta pies avanzando hacia el mismo sitio.

Colgando de su cinturón, su afilada hoz de metal.

Al llegar al lugar donde todos comienzan a congregarse no se detiene en mirarlos demasiado. Sabe que, con personas como ellos, los juicios a primera vista no servirían de nada.

Avanzaba entre las solitarias calles de Oldland. El único sonido que escuchaba era el de sus propios pasos sobre los húmedos adoquines. Delante estaba la antigua plaza, salpicada por los primeros rayos de sol anunciando el despertar de un nuevo día cargado de misterio. Durante un instante, inspiró con fuerza intentando retener el máximo tiempo posible esa bocanada de aire y fotografiando en sus retinas la imagen de ese nuevo amanecer.

Sujetó con firmeza la correa de la funda que llevaba a su espalda, y a medida que se acercaba a la plaza, pudo distinguir la silueta de aquellos que habían querido participar en el destino de un nuevo mundo y de las magníficas bestias que acompañaban a algunos de ellos.

Llegué en silencio junto a Akerbeltz*. La noche había sido tranquila, fresca, húmeda y silenciosa, y pasarla paseando por la campiña británica había resultado una experiencia muy satisfactoria. Realmente disfrutaba de estar entre la naturaleza.

La luz empezaba a despuntar en el horizonte cuando por fin llegamos a la vieja ciudad de Oldland y nos unimos al resto del grupo. Por suerte era una luz blanca, mortecina, que parecía que no se atreviese a brillar entre la niebla matutina. Por eso me gustaba tanto Gran Bretaña: amaba ese clima...

Observé la ciudad y en un primer momento me gustó lo que vi. Nada de ruido y bonitas calles. Enseguida distinguí a un grupo de personas caminando y me dirigí hacia ellos. Sentí que de alguna forma estaban relacionados conmigo, que eran parte del mismo legado al que mi sangre pertenecía. Me uní al grupo sin dejar de caminar ni cambiar mi expresión. 

-Buenas. Podéis llamarme Eli -dije, en mi habitual tono serio.