Día 1: Primera Sangre

La ciudad en la que os encontrabais era oscura. Y más durante la noche. Sin embargo incluso ahí llegaba el día, y con él la luz suficiente como para respirar aliviados al daros cuenta de que al margen de lo que aquella mujer y Amazarac hubieran insinuado, seguíais vivos.

Sin embargo había algo en el aire. Las moléculas parecían vibrar de una manera diferente, más lenta. Como si quisiesen guardar silencio por respeto.

Tardasteis en encontrar el cuerpo y si la identificasteis fue por su ropa, pues su cara estaba totalmente machacada. Lo que más dolió no fue la ausencia de alguien que ni siquiera sabíais qué Fata guardaba en su interior, no. Lo peor fue darse cuenta de que a pesar de todo los que os habían traído a este lugar habían tenido razón: la Guerra estaba aún en vosotros. Os había seguido hasta ahí, y os seguiría adonde fuera si no le poníais remedio.

No llegasteis a tiempo de ver su último suspiro. Tampoco había dejado un mensaje grabado que pudiera identificar a su asesino. Lo único que Zaira os mostraba ahora era su cráneo abierto contra el empedrado, cerca del río. La sangre había empapado su ropa, su piel y el suelo, y con las horas había adquirido un color oscuro, casi ennegrecido. De su cabeza rota a golpes contra los adoquines podíais ver trozos de hueso machacados y una masa informe que sobresalía en algunos lugares. Aquello ni siquiera había sido una muerte limpia, sino puro ensañamiento.

Kammy había decidido, a pesar de su enfado, buscar en alguna casa una cama donde poder dormir. No sentía hambre, su ira había cerrado su estómago y su garganta.

La temperatura a su alrededor aún era mayor a la del ambiente pero sus ojos aún permanecían en un tono naranja que, con el paso del tiempo antes de conciliar el sueño, iba tornándose cada vez más pálido, hasta que regresan al azul con centro tornasolado que caracterizaba sus iris. Cuando se rinde presa del cansancio, se queda dormida en una cama destartalada y con almohadas y sábanas desgastadas y viejas.

No se dio cuenta cuánto tiempo había pasado desde que se había quedado dormida, pero se despertó cuando sintió que había llegado el momento. Salió de aquella casa destartalada para mirar los rostros de sus hermanos, tratando de ver a través de esas pieles humanas, tratando de recordar historias y detalles que puede que aún no recuerde, pero logra divisar que hay unos ojos que no puede encontrar, una chica de mirada rosácea. Kammy camina alrededor pero lo que encuentra, no le gusta nada. Su corazón se detuvo e incluso sus ojos no mostraron reacción, su mente se queda en blanco al ver a la joven de cabello oscuro y piel trigueña en un estado deplorable. La chica comienza a hiperventilarse y lleva una mano a su pecho para tratar de calmarse. Sus ojos se tornan al instante de color violeta al verla en ese estado y da unos cuantos pasos hacia atrás.

Se abraza a sí misma buscando calor pero solo siente temor, temor de no volver a su hogar y de tener que darle la razón a Ella. Entre susurros dice - La bruma cambia a las personas, la bruma ha cambiado y está cubriendo a Fäe... - no pudo ayudarla, al igual que no había podido con la niña falsa. Buscó un momento de calma, tratando de tomar fuerzas pero no podía hablar fuerte, no podía pedir ayuda. ¿Faltará alguien más?

Las palabras de la mujer escarlata y de Amazarac no me convencen lo más mínimo. Una actitud como la de este último es más propia de aquellos que buscan crear una guerra que de los que pretenden erradicarla. Un inquietante pensamiento se cuela en mi cerebro, haciendo que me pregunte si el resto de las Fata no se habrán corrompido y convertido en algo como Amazarac.

Tras la desaparición de ambos un objetivo guía mi mente -Fäe debe estar cerca, en algún lugar -me susurro a mi misma. Con esa idea paso toda la noche buscando en la extraña ciudad a la que nos han traído, completamente vacía salvo por nuestra presencia. 

Las horas pasan y no encuentro nada de interés, nada que nos pueda llevar a casa. Me reúno una vez más con mis hermanos y observo como la chica de pelo morado busca algo y, cuando parece encontrarlo, sus actos revelan que lo hallado no es bueno. Me acerco con rapidez y observo el cuerpo sin vida de una de nosotros, con el cráneo machacado.

Ella tenía razón -concluyo, mirando aterrada el cuerpo sin vida de la joven -hemos traído el mal con nosotros.

Ver desaparecer a Azamarac haciéndose una paja no era el mejor de los recuerdos, mucho menos el que quería conservar junto a su regreso a Fäe. Pero tampoco iba a echárselo en cara, había fatas muy extraños y perversos. Todo y eso le gustaba más él que la mujer que lo acompaña, pensaba en que al menos él decía las cosas sinceramente y al grano. 

No dijo nada más, solo escuchó al resto hablar mientras daba vueltas al asunto del bosque. No había nada que lo preocupase más en aquel momento, ¿por qué la bruma se comportaba así? ¿Por qué después de tanto tiempo? Bajó la mirada y observó de reojo marcharse a la extraña pareja con el ceño fruncido y una mueca de ira en el rostro. 

Llegó la noche, y más tarde el día. Le habría gustado recalcar al resto la importancia de defender Fäe y el bosque, que tenían que ser pacientes y evitar un derramamiento de sangre. Pero fue demasiado tarde, el cadáver de una de las mujeres apareció prácticamente destrozado. Sintió como la sangre le ardía de rabia.

Se acercó al cadáver de la mujer mientras se quitaba la cazadora para tapar el rostro (o lo que quedaba de él) de la fata y darle algo más de dignidad a la escena. En la estación no quiso quitarse la chaqueta para no evidenciar su rasgo sobrenatural más característico, pero ahora ya carecía de sentido andarse con sutilezas. 

Cuando Shawn quedó en camiseta de tirantes pudo verse que su brazo derecho tenía un color ligeramente diferente al resto de su cuerpo, e incluso quien se fijara vería que de hecho no era piel o carne. Era madera. Tenía muescas y grietas naturales del material que se extendían hasta el pecho del hombre y se fusionaban con su carne. Sin embargo este se movía con la misma fluidez y naturalidad que su otra extremidad.

-¿Cómo es posible? -enunció casi en susurros-. Solo teníamos que aguardar para regresar y de esa manera proteger Fäe. El bosque había sido condenado un día más por culpa de un insensato, de un brutal asesino. -¿¡Quien ha sido!? -gritó lleno de rabia en dirección al resto.

No estaba de acuerdo con aquello, pero tampoco podía abandonar Fäe a su suerte. El planteamiento era horrible, pero cabía una esperanza, aparentemente sencilla de alcanzar: aguardar una noche y esperar que nadie hiciera nada fuera de lugar.

Fácil, si todos allí éramos sinceros y nuestro deseo de ayudar a Fäe también lo era. Fácil, pues la condición pasaba por la inacción, la opción más sencilla posible.

Tan fácil era que, cuando apareció el cuerpo con el cráneo machacado de aquella chica, todo se derrumbó como un castillo de naipes. Mi mirada se oscureció.

Nos gustase o no, había en los presentes quien no deseaba nuestro regreso a Fäe. Había en los presentes algún fata con deseos de guerra y no tuvo más que hacer que obrar a placer, mientras los demás dormíamos en brazos de la ignorancia más estúpida.

Negué con la cabeza.

- Debimos haberlo supuesto... - Murmuré. - Quizá, si hubiéramos pasado la noche juntos no habríamos servido en bandeja esta oportunidad para que algún fata mezquino la destrozara con sus propias manos.

Cerré los puños en gesto de ira e impotencia.

Aquella mujer que parecía incitarnos a salvar a Fäe, en verdad nos estaba encerrando en un lugar donde nuestras vidas serían el pago de su diversión.

Me acurruqué en una esquina y empecé a pensar en todo lo dicho.

Pero entonces la mañana trajo alientos retenidos y voces calladas ante una imagen tétrica y de desolación que demostraba una vez más lo indefenso que nos habían dejado en este lugar.

Por un momento iba a acercarme a aquel cuerpo femenino cuando vi el rastro de sangre para intentar ayudar, pero entonces mi mirada se encontró con aquella mirada ida y vacía, que descansaba bajo un cráneo destrozado donde todo aquello que era había dejado de ser.

Negué con la cabeza y miré hacia atrás, mientras le decía al resto.- No hay que culpar a la Bruma ni ha Fäe, sin a aquel que seducido por las palabras de esa dama oculta bajo ese velo y ese demonio, deja escapar nuestras vidas enarbolando el nombre de Fäe como causa.

Fäe no querría eso... al menos no la Fäe que en aún en Guerra yo dejé.

Me giré de nuevo al resto y dije Shawn: Ojala hubiera sido así, pero algo me dice que Ella se ha encargado de que nada quedara como esperábamos. Lo difícil va a ser responder esa pregunta.

Sin nada que nos ayude excepto nuestra palabra.

Anastasia había pasado la noche acariciando las piedras del puente en un mismo recorrido, un ir y venir a lo ancho del río sobre el que se alzaba el puente, en completo silencio, a veces incluso, sumando su paso al de aquellos que lo habían cruzado.

Cuando el día llegó, terminó su última vuelta dando un paso más, distinto a todos los anteriores, despierto y firme aunque lento.

Avanzó hacia el empedrado del río donde se había formado un pequeño corro e introdujo un ojo curiosa, observó los rostros de los presentes: tristeza, horror, enfado, miedo... Y tras ese muestrario se abrió paso aprovechó el grito del hombre de madera.

-Ssssssshh. - pidió calma casi en un suave silbido, como si solo hablase para ella.

Con la misma parsimonia se sentó junto al rostro cubierto, y con cuidado alzó esa maza para apoyarla en su regazo.

-Ssssssssshh- siguió consolando al miedo de la chica de cabeza abierta mientras enredaba sus dedos en un mechón de los que sobresalían de la chaqueta - Todo saldrá bien. - le aseguró regalándole un beso en la frente a través de la cazadora. -Ya lo verás.

A Misty la levantó el suave aleteo de una mariposa llena de colores. Se removió en el suelo, disfrutando aún de su descanso pese a estar completamente desierta hasta que la mariposa se posó sobre su pómulo. Abrió los ojos con suavidad y sonrió al nuevo día. Al hacerlo, la mariposa echó de nuevo a volar y se posó en el dedo índice de su mano derecha. Misty la miró y le sonrió. Buenos días, pequeña.

Al mirar alrededor comprobó que seguía en aquella mágica ciudad y vio a varios de los que habían llegado con ella hablando. Se acercó a ellos y, tras escuchar su conversación entendió lo que había pasado. La mariposa, que seguía posada en su mano, echó a volar y se posó en el cuerpo de Zaira. Misty siguió si mirada y, al ver el cadáver, se inclinó a escasos centímetros de él, pero sin llegar a tocar la sangre.

Vaya, parece que Amazarac tenía razón. Dijo con voz curiosa más que molesta mientras observaba el cuerpo tapado. Debimos haberlo supuesto, se les veía demasiado seguros de eso. Parece que no todos quieren que volvamos a nuestro hogar al fin y al cabo.

Contempló con intensidad a la chica que se había sentado, intentando suponer lo que pasaba por su cabeza. ¿Crees que puede oírnos allá donde esté? Dijo, tras mirarla durante unos segundos, para acto seguido volver a mirar al cuerpo. La mariposa había desaparecido sin dejar ninguna clase de rastro.

Chris recordaba su vida anterior. Recordaba que era una Fata. A Fäe. Y sin embargo, no terminaba de olvidar su vida humana. Quizás era porque aún no había regresado del todo a Fäe. O los cabos sueltos dejados atrás. En realidad, todo se reducía a Tanya. Y por ello, otras Fatas también se le entrelazaban en sus recuerdos, difuminándose lo que había vivido y lo que había vivido en verdad.

Chris abrió los ojos, y notó que tenía un puño cerrado, aferrado a varios dados. Abrió el puño y vio que el resultado en su palma era 6-1-6. No tenía ni idea de si significaba algo, o su mente le estaba jugando una mala pasada. Sacudió la cabeza y guardó los dados. Entonces, una vez en pie, se dio cuenta que el ambiente estaba enrarecido.

Estiró los brazos, las piernas, para desperezar su cuerpo y su mente. Pero la sensación persistía, y fue entonces cuando Chris se percató que algo había ocurrido. Ella tenía razón, algunos aún llevaban la Guerra dentro de ellos. Eso era una jodida mierda, lo último que quería era que tuvieran razón. Pero la tenían, y lo peor de todo, era que seguían en sus aspectos humanos.

¿De verdad crees esssto Paul? ¿Que ha ocurrido porque ellosss lo dijeron? Ojalá, pero no creo que sssea la verdad. - Chris se rió para adentro ante esta última palabra. Verdad. Alcanzar una verdad es como intentar abrazar la Luna - Lamentablemente nosss advirtieron de lo que iba a passsar. La cuessstión ahora será que hassser para lograr la paz, evitar que cualquiera de nosssotros pueda acabar igual que ella.

El chico se levantó aquella mañana de mal humor, no se había aproximado a ninguna fémina, no había ido a trabajar, se había levantado con la tienda de campaña en todo su explendor y sin privacidad ninguna para poder bajarla.

Con su mala leche y despeinado fue a buscar a la que faltaba "seguro que estaba cagando detrás de un arbusto..."

todas sus preocupaciones se fueron cuando vió la imagen mas fuerte de su vida, había visto cosas como aquella (en la tele) pero verlas por si mismo era algo diferente era "real" e igual que le había pasado a aquella chica le podía pasar a el. Pero no era solo eso, sino el malestar de haberse perdido algo valioso, no había entablado conversación con esa chica, pero...le hubiera gustado conocerla, aunque fuese un poco una lagrima asomo por la comisura de sus ojos "era tan joven"... el chico se sentó junto a algún arbol con cara de perro apaleado

-Estaís como putas cabras, putos psicoticos

"Con el desesperado grito de anoche por la chispa del despertar, llego la calma, al caer la noche. Pero el día no se presentaba igual de calmado, uno de ellos yacía muerto y la veda daba comienzo".

El bibliotecario y a veces escritor, escribía lo que tenia delante de sus ojos, en aquella libreta que recupero poco antes del final, la primera de las muertes llego en la mañana y como muchos esperaban, el incluido había Fata que harían cualquier cosa por poder volver a Faë aunque eso significara jugar a ese juego y comenzar una guerra que nunca supimos de su fin.

-Era evidente que algunos estarían dispuestos a todo, pero este ensañamiento con ella, no es normal, bien podría ser fruto del mas oscuro de los odios mas que por el simple hecho de querer volver por cualquier medio, como si lo hubiera disfrutado. Ojala supiéramos de que Fata se trataba, tal vez así sabríamos quien la mato.-Dijo simplemente Freneza.

Sería difícil decir dónde pasó la noche Adam, pero no cómo. Su pelo tapaba parcialmente el rostro, que dejaba entre ver un aspecto pálido y lamentable. Se acercó caminando mientras introducía algo en su boca. -Bueno, pues por fin de vuelta a ca...- En ese momento se percató del cuerpo que yacía inerte y los surcos de sangre y algo viscoso que rodeaban al cadaver. -An-da, la hostia...- Dijo casi desinflándose. Miró con cierta incredulidad a los demás. Todos parecían tan incapaces de algo así, que se quedó petrificado. Pero ya no había duda. Era solo la carcasa lo que podía ver.-Pero a quién se le ha....cómo...jooooder...- Resopló con cierto temor. Era consciente de que aquello significaba que se había ido todo al traste y que como en aquella película, Los Inmortales, que una vez vió o creyó ver, solo podía quedar uno. Retrocedió unos pasos acongojado. Ciértamente lo estaba. Miraba a todos con recelo, como tratándose de explicar quién había cometido aquella locura y lo peor de todo...qué sucedería a partir de ahora.

Ivanna caminaba por las calles mirando a su alrededor con un leve esbozo de sonrisa, como si sintiese en el aire que algo había sucedido y no se atreviera a sonreír por completo al percibirlo. Era sencillo leer en su rostro la expectación mientras buscaba con la mirada hasta que sus ojos dieron con el lugar donde algunos estaban reuniéndose. 

Cuando vio el cuerpo, se llevó ambas manos a la boca con un gemido contenido. Sus ojos se abrieron sorprendidos ante tal horror y dio un par de pasos hacia atrás. - ¿Quién ha podido hacer algo así? - Susurró mientras dejaba caer los brazos, lánguidos a ambos lados de su cuerpo y apretaba los puños al final, con tanta fuerza que las uñas se le clavaban en las palmas. 

Como hipnotizada, sólo parecía tener ojos para el cuerpo y para la joven que lo mecía en su regazo. Empezó a caminar a pequeños pasos hasta llegar junto a ellas y entonces se dejó caer de rodillas a su lado. Abrió la boca y una melodía empezó a salir de sus labios, tenue y suave al principio, pero cada vez más intensa y a más volumen. Era una canción de despedida. Su letra era triste y alegre a la vez, poseía la melancolía de la pérdida y la sonrisa de buenos deseos. Ivanna cerró los ojos en un gesto de entrega y dejó que la música tomase su cuerpo. 

La concentración de Anastasia en ese peinado se quebró por la voz Misty. Sus dedos se detuvieron aunque no abandonaron la cabeza de la chica de ojos rosados.

Dirigió su mirada hacia esa voz interrogante, y con ella entornó su torso. Negó levemente con la cabeza aunque en sus ojos la negación se acentuaba rallando la desolación.

- No creo que esté en ninguna parte. – murmuró volviendo a centrar su vista en la cazadora que le servía de rostro a la mujer magullada.

Alagó su mano a lo largo del brazo ennegrecido de la primera sangre de esa no guerra, acariciándolo con las puntas de los dedos hasta toparse con el frío de la mano de Zaida, entonces la tomó entre sus manos con ternura, recostando palma con palma y guardando las puntas de los dedos bajo la otra mano. La alzó hasta sus labios y la beso de nuevo.

Cuando llegó la pelirroja, Anastasia asintió una única vez, aceptando el relevo en esa despedida, dejó de nuevo a la mujer yacer en el suelo y se apartó con pereza, primero deslizando su trasero a pequeños saltitos, luego, cuando tuvo el espacio necesario, se levantó sin perturbar aquel canto que le parecía tan acertado.

Se alejó con calma, incluso se paró unos segundos al lado de Misty, flexionó las rodillas para poner sus ojos a la altura de de la chica arcoíris y le sonrió con complicidad, como si también quisiera asegurarle que todo iba a salir bien.

– Los muertos abandonan sus cuerpos para el consuelo de los vivos. Les debemos aceptar la despedida que nos ofrecen. – la adoctrinó sin proponérselo antes de apretar sus labios en una fina línea desconociendo cual de las emociones que golpeaban desde su interior debía permitir salir. - ¿Conocías... -hizo una pausa buscando la palabra que realmente quería pronunciar y no sabía articular- ...su nombre?

Niba había apartado la vista del cadáver tan pronto como lo había visto. Tenía los ojos abiertos como platos y estaba tan pálida que parecía apunto de caer muerta ella también. Temblaba violentamente de pies a cabeza como un cachorro bajo la tormenta, no podía evitarlo, aunque lo intentaba, lo intentaba y no podía controlarse, sintió ganas de romper a llorar de puro terror, todo lo que estaba pasando la sobrepasaba. 

Las voces de los demás empezaron a alzarse a su alrededor. "Habla" pensó "Di algo, maldita sea, di algo o vas a volverte loca."

¿Y quién podría conservar la cordura en semejantes circunstancias?

Su garganta se negó a obedecer, su voz - si alguna vez tuvo una- Se había ido de vacaciones a Disneyland. Una pena porque ella hubiera querido gritar, gritar al cielo, al universo, a la creación entera. Gritar y gritar hasta hacerse daño. Aquel mundo que recién les había sido descubierto se precipitaba sobre ellos, helado, violento e inmisericorde ¿Y la familia que había dejado atrás? ¿Seguirían viviendo sus vidas, ajenos a su desaparición? Aquello no era ningún juego, ninguna broma, ni ningún sueño. 
Niba se abrazó a sí misma "Estoy en el infierno" se dijo "Y ni siquiera he muerto todavía".

El aire de la mañana era frío y húmedo, como si aquella primera muerte se hubiera llevado una parte de él a otro lugar. El cuerpo de Zaira descansaba todavía sobre los adoquines y, alrededor, unos y otros os congregabais. Palabras, silencios y sobre todo la sensación común de incertidumbre, de no saber qué estaba por venir.

Lo que sucedió entonces era imposible de anticipar. La luz del ambiente comenzó a desvanecerse, como si la costura de la realidad que la mantenía encerrada se hubiera deshilvanado. Poco a poco todo empezó a ser más oscuro hasta que la penumbra lo cubrió todo.

Y, entonces, algo os alumbró de nuevo.

Provenía de la torre del reloj. Una llama blanca había aparecido sobre la esfera que marcaba las horas, concretamente sobre el número VII. Esa llama era la que os proveía de luz, crepitando con suavidad como si no tuviese pensado llegar a consumirse jamás.

Lentamente la claridad fue volviendo a vosotros. En la torre ese fuego fatuo parecía ahora más pequeño, pero se mantenía constante y visible a vuestros ojos.

La noche la paso en una casa de paredes claras, casi blancas. Sus lapices fueron trazando la figura de mariposas de imposibles colores y formas en sus alas. Mariposas que no podían pertenecer al mundo real, sino a Fäe. Fue a dormirse acompañado por el aleteo de aquellas figuras aladas, las cuales, por docenas, fueron saliendo de la pared, vivas como ninguna otra. 

Al salir del lugar, se dirigió a reunirse con todos, solo para encontrar la dantesca imagen de Zaira. Verle así hizo que se le revolviese el estomago. Tuvo que apartar la mirada para no vomitar. Y de su boca, las palabras escaparon difícilmente como un murmuro.- Supongo que no hay otra forma... 

Cogió su cuaderno, y en él empezó a dibujar una botella, rodeada de raíces para proteger el cristal, la cual contenía un líquido verde, contenido por el cristal y un corcho. Lo dibujo de forma lenta, pero con precisión. Al cabo de un par de minutos, la imagen allí retratada parecía una fotografía. Solo tuvo que ladear el cuaderno, y esta calló de la hoja de papel, rodando hacía la mano que le esperaba. La descorchó, y el aroma a licor de raíces y hojas escapó de ella. Le dio un trago, y el liquido verde y algo espeso recompuso su cuerpo. Se giró nuevamente hacía el cuerpo sin vida de Zaira, y alzando el brazo hacía ella pronunció: -Por ella.-

 Tras ello se acercó a Kammy y extendió la botella hacía ella, le dedico una sonrisa triste.- Espero que ayude.

Con las últimas palabras de aquella mujer, de Ella, y con su particular oferta, fue lo último que tuvo en mente hasta que cambió el ciclo para dejar paso a un amanecer, un amanecer cargado de sangre y violencia. Xia se dirigió al cuerpo caído de una mujer, aunque le fue difícil reconocer de quien se trataba debido a que tenía su cabeza desfigurada. - Las semillas de la Guerra están presentas, ya no hay duda. - Dijo mientras miraba los restos de aquella mujer cuyo nombre no consiguió recordar.

Después desvió su mirada a unos y a otros, buscando algo que no pudo encontrar. - Creo que no dijo su nombre,o al menos no consigo hacer memoria. - Respondió a la chica de pelo violeta, bueno, a una de ellas. En concreto la que preguntó por el nombre de la víctima.

Luego pasó a aquellos que preguntaron quién ha sido. Una pelirroja y un hombre que gritó con ira. Una ira que compartía la joven de rasgos exóticos, sin embargo no la demostró. - Me parece extraño...- Hizo una pausa para pensar en algo y después continuar hablando. - ¿No hubo gritos o forcejeo? -  Lanzó aquella pregunta al aire con bastante extrañeza. - Estoy convencido de qué habría puesto resistencia, y de que si hubiese chillado seguramente nos habríamos despertado, no obstante... - Se apartó un molesto mechón y continuó observando a aquella sin nombre y que seguramente ya no podría pronunciarlo.

Quizás la sujetaron entre varios, es solo una hipótesis sin prueba alguna, en cualquier caso, tal grado de violencia...la Guerra está presente y yo al menos, no sé que hacer a partir de ahora. - Comentó en voz baja con relativa preocupación. - Tan cerca de casa y a la vez tan lejos. - Susurró con frustración. 

Y entonces, primero oscuridad, luego luz proveniente de la torre del reloj. Xia se cubrió los ojos con la manga de su gabardina. - El número 7, dicen que trae el suerto, en este caso, es una excepción. - Finalmente se quedó callada durante un rato sin saber muy bien qué decir o que hacer.

Me resigné a esperar a que Ella volviera para llevarnos a casa. Por mucho que intentara convencernos, yo no creía que nadie de los presentes estuviera dispuesto a matar, Ella se equivocaba y nosotros se lo demostraríamos. No podía estar más equivocada.

Al llegar la mañana tuve que enfrentarme a la cruda realidad, la Guerra estaba presente entre nosotros. El estado en el que habían dejado a Zaira, cubierta de sangre y con el cráneo abierto, me revolvió el estómago. Me acerqué al lugar donde yacía el cuerpo y escuché a Anastasia hablar con Ivanna, no pude evitar responder a su pregunta.- Se llamaba Zaira. Fue la primera con la que hablé cuando llegué, fue muy amable.- El pesar se reflejó en mi voz, no solo por la hermana Fäe caída, sino por todos nosotros. –Estaba convencida de que esto solo era un mero trámite, que cuando pasara la noche y demostrásemos que no albergábamos la Guerra en nuestro interior, volveríamos a Fäe. Estaba segura de que Ella se equivocaba, pero esto solo demuestra que tenía razón. Sea quien sea quien ha hecho esto, sea uno o varios, no podremos volver mientras no les encontremos.

Entonces algo sucedió que llamó mi atención en la torre del reloj. Un fuego fatuo se iluminó en el siete de la esfera.- ¿Qué es eso? ¿Un contador o algo así?