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[HLdCN] La puerta de Fäe

Día 8: La puerta de Fäe

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12/04/2015, 04:13
La Bruma

 

La inocencia arrebatada

Aún siendo sólo una imagen, el frío de aquel ataúd de hielo parecía extenderse hasta vosotros, erizando vuestras pieles humanas y encogiendo vuestros pechos Fata. Si su poder no estuviera atado por los mismos hilos que todos vosotros, probablemente habríais pensado que Vanya estaba enfriando el ambiente, liberando así parte de su tristeza. La Bruma empezó a deshacerse entonces una vez más, dejándoos con la sensación de que las piezas de esa historia iban encajando poco a poco. Y una vez aquellas figuras terminaron de disiparse volvió a arremolinarse de nuevo con una cadencia lenta, lánguida, mientras las estancias de Palacio volvían a tomar forma.

Ante vosotros se repetían imágenes que ya habíais visto. Elendë y Elendire corriendo por los salones y jardines. Elendire y Elendë escondiéndose de la Fata que solía cuidar de ellos. Esta misma, de espaldas, cantándoles una suave canción para que encontrasen el sueño. La Bruma empezó entonces a moverse más rápidamente, mostrándoos otras estampas. Ellos creciendo. Elendë acercándose cada vez más a su sueño de convertirse en caballero. Elendire, siendo cortejada por los Fata de Palacio. El contacto que ella había tenido con el sexo opuesto hasta entonces se limitaba prácticamente a la inocente relación con su hermano. Pero ella era hermosa, y su Sangre Real atraía a todos de manera inconsciente, como si fueran polillas y ella la única luz del mundo. Para ella resultaba divertido hablar con unos y otros, sentirse adulada. Jugar.

Pero había un Fata que no gustaba de ese tipo de juegos. Que si quería algo lo tomaba. Y si había otros que lo deseaban, mejor. De modo que, tras semanas observándola en silencio, espiando y esperando su momento, aprovechó un día en que el revuelo de Palacio cubriría el sonido de sus pasos. La sola idea de forzarla le resultaba excitante.

Utilizó la fuerza, y dejó que gritase. Dejó que su voz se descompusiera, quebrando el aire, y disfrutó con ello. Se impuso sobre ella hasta que sólo fue una madeja cubierta de su semilla, y cuando hubo terminado media decena de veces dentro y fuera de su cuerpo limpió sus lágrimas con la lengua, satisfecho.

Muy pocos Fata habrían podido hacer algo así. Y ninguno habría seguido vivo en cuanto aquello llegase a oídos de Elendë. De modo que aquel se dispuso a matarla, terminando así con el fruto del deseo de tantos.

Ella logró escapar. Ni siquiera supo muy bien cómo, pero en un instante estaba aún en Palacio, y al siguiente huía hacia el Bosque. Él la persiguió, claro que lo hizo. Y mientras Elendire corría, su mente iba borrando aquel evento de su memoria. Era demasiado doloroso. Demasiado incomprensible. Demasiado demoledor. Y con aquel suceso muchas otras cosas fueron marchándose. Todas las que fueron necesarias para seguir corriendo por su vida, hasta que llegó un momento en que ni siquiera supo por qué corría, sólo que más le valía seguir haciéndolo. Únicamente quedó en su cabeza aquella canción que le cantaban para dormir, como un mantra en el que recogerse en busca de un refugio que no existía. Y entonces, detrás de ella, el Bosque pareció cerrarse de repente, con el sonido de un gran animal encogiendo sus fauces. Sus pasos se detuvieron, cansados, confusos y desorientados, cuando lo vio: aquel Guardián del Bosque acababa de salvarle la vida.

Estuvieron juntos sólo unos días. Los recuerdos de ella se habían desvanecido, y sentía una peligrosa curiosidad por todo lo que la rodeaba. Se había vuelto inconscientemente peligrosa. Y aunque Ohtar trataba de cuidarla, el poder que la falta de memoria había dado a Elendire era demasiado dañino. Era frecuente que ella se perdiese en el Bosque, dejándose llevar, simplemente observando cómo su espesura cambiaba. No era raro que acabase por hablar con algún Fata y que, en su inocencia, terminase por dedicarle unas caricias mortales, absorbiendo su vida y su esencia. Fue una suerte para el Bosque que ella comprendiese que su lugar no era ese, y que con un gracias musitado dejase a Ohtar y comenzase a caminar, marchándose de allí.

Así llegó a la Linde. Y así encontró el que al momento supo que era su lugar: sólo tuvo que ver la Bruma. La belleza de esta era tal que sus lágrimas duraron días. No se cansaba de observarla cambiar, alterándose a sí misma, tomando formas imposibles y sugiriendo otras que ella completaba en su imaginación.

A sólo unos pasos de ella, Atanamir la observaba sorprendido. Una Fata que pasaba días mirando en dirección a lo Desconocido sin que el cambio comenzase sólo podía ser un deseo de la Bruma. La acogió bajo su manto, protegiéndola de los demás. Y cuando ella por simple curiosidad lanzó a uno de los mejores lectores a la propia Bruma, sacrificándolo, él asumió la culpa. Si la Bruma le había traído a aquella hermosa criatura, no dejaría que los demás la juzgaran.

El tiempo pasó y ni la curiosidad de su mente ni el hambre de su sexo se vieron nunca saciadas. En su cabeza, como única constante, aquella canción. En más de una ocasión la buscó en los recuerdos de moradores de la Linde, arrebatándoles la vida, pero nunca se sintió satisfecha. Hasta que le vio a él. Un Fata al que Atanamir odiaba, que había sido encerrado durante a saber cuánto tiempo. Cuando le dijeron que había venido de la Bruma, Elendire ni siquiera podía creerlo. Aunque, mirándolo bien, tenía sentido: ¿de dónde sino podía venir algo tan bello?

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15/04/2015, 01:04
La Bruma

 

La desidia de la Princesa

La mirada de Elendire, fascinada aún con la visión de la Loth, iría disipándose poco a poco ante vuestros ojos, dejando que la Bruma se deshiciera y se replegase sobre sí misma una vez más, convirtiéndose en jirones inconexos y cambiantes como el propio Bosque. Lentamente esa misma Bruma reaccionaría una vez más, dando forma a una pequeña Fata que no tardasteis en reconocer: Celebia. La Princesa de Palacio. Aquella destinada a ostentar más poder que ningún otro Fata en todo Fäe.

La visión que la Bruma os mostró fue la de una Celebia herida, ensangrentada, con el cuello abierto y los ojos totalmente blancos. A su lado había un cuerpo en el suelo en peores condiciones, con las manos atadas a la espalda e inmóvil. La respiración de la Princesa era entrecortada, como si cada jadeo pudiera ser el último. Parecía querer hablar, pero la cantidad de sangre que abandonaba su boca era un indicativo de que eso ya no era posible.

Y entonces aquella imagen empezó a disiparse, mientras la Bruma os llevaba al pasado, a mucho tiempo atrás. A la infancia de Celebia.

Desde los ojos de la Princesa conocisteis a la Reina. Una perfecta dama que sabía cuál quería que fuese su lugar incluso desde antes de gobernar. Celebia rápidamente aprendió de ella a dar por hecho su propia supremacía, y la certeza de que algún día heredaría el Trono la fue volviendo más apática y desconsiderada. Siempre que deseaba algo había alguien ofreciéndoselo sin que tuviera que pronunciar una sola palabra. Tenía todo lo que podía querer, y no quería ni una ínfima parte de lo que tenía.

Al mismo tiempo y de una manera muy distinta, conocisteis también al Rey, totalmente contrario a muchas de las cosas que la Reina y la propia Princesa daban por hecho. Él ni siquiera consentía que Celebia creciese tratando a todos como si fuese superior por ser quien era. No creía que alguien que se educase de esa manera pudiera ser una buena soberana. Pero él no tardó en desaparecer, y con esa ausencia vino el regalo de toda la libertad que él pudiera negarle.

Los siguientes años pasaron lentos y aburridos. Cuando una lo tiene todo nada es lo suficientemente interesante. Ni siquiera las intrigas de Palacio la entretenían, pues se solucionaban con un gesto de su mano y un nuevo destierro o ejecución. Sin embargo sí había algo que hacía latir su corazón con fuerza. Detrás de su alcoba había una habitación secreta. Una estancia sobria, con paredes grises y luz plomiza. Fue en aquel instante, con la Bruma enseñándoos aquel lugar, cuando vuestros corazones se encogieron al ver las argollas en la pared, el potro de tortura... Y esa cama dura que parecía llamarla de una manera antinatural. Aquel era el cuarto donde Nu-Taur-Dunath le enseñaba los secretos del placer. Donde le enseñaba los secretos del dolor. El Fata sabía hacerla suplicar tanto dentro como fuera de ese lugar, haciendo que implorase por volver a reunirse con él cuanto antes.

Hay ciertos secretos que están mejor guardados bajo llave, y su sumisión a Nu-Taur-Dunath y el placer compartido eran uno de ellos. Era sólo cuestión de tiempo que aquella forma de escapar del tedio de Palacio llegase a oídos de la Dama de los Secretos, pero Celebia fue más rápida. No necesitó siquiera buscar una excusa: la expulsó de Palacio, sin importarle adónde fuera mientras estuviera lejos de allí.

Pero ni ese destierro ni ningún otro ayudaron a hacer los días más llevaderos. Aquel agotamiento mental, aquel hastío, empezaría a disiparse sólo cuando su guardaespaldas personal mató a la propia Reina delante de todos y sin previo aviso. Al verla allí, con la cabeza cortada, Celebia le dedicó únicamente una mirada curiosa, sin poder ver lo sucedido como algo más que el suceso más interesante de los últimos años. Por supuesto decretó la muerte del asesino, como quizá tendría que haber hecho años atrás. Ordenó que tuviera lugar al día siguiente, al amanecer. Había rumores de un posible ataque a Palacio, pero su padre le había explicado que la fuerza de la Sangre Real mantendría siempre a los enemigos fuera.

Sin embargo no quedaba ni una gota de Sangre Real dentro de Palacio. La propia Celebia descubriría con la aparición de aquellos atacantes una verdad que no querría reconocerse a sí misma. Antes que eso echaría la culpa a un mal estado de esas mismas defensas, o a quién sabía qué. Quizá aquella historia de que el Palacio podría defenderse solo no era más que una leyenda, después de todo.

Tuvo que huir. Alguien había abierto las puertas a sus enemigos desde dentro, y ella tuvo que marcharse en secreto. El enfado y la indignación por tener que caminar como una pordiosera tapaban ahora el habitual aburrimiento, y acompañada de la única amiga que le quedaba y de Nu-Taur-Dunath dejó el Palacio atrás. Buscaría a cada Fata leal a ella como verdadera soberana, y cuando tuviera su ejército darían caza a los traidores. Recuperaría lo que era suyo.

Lentamente aquellas tres figuras se fueron disipando. La Bruma parecía dispuesta a mostraros pronto otra nueva historia, pero antes de eso volvió a dibujar la misma imagen con la que había comenzado esta: una Celebia malherida, moribunda, agonizante. Una Celebia que parecía haber encontrado su final y que ahora miraba a los ojos a la muerte de manera altiva, como si fuese una más, dedicándole un último suspiro con arrogancia y soberbia. Con desdén.

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16/04/2015, 01:26
La Bruma

 

El amor de una madre

La figura de Celebia fue disolviéndose poco a poco, así como la de quien la acompañaba, y poco a poco un nuevo sonido fue empañando el aire, sin llegar a tener la fuerza ni la capacidad de penetración de la canción de Allegra. Era una canción que ya habíais escuchado antes, cuando la Bruma os enseñaba las historias de Elendë y Elendire. Una tonada que alguien les cantaba para dormir, tratando de alejar los malos sueños y darles algo de luz.

Aquel sonido no tardaría en empezar a desaparecer, mientras una nueva figura iba tomando forma. Se trataba de la Fata que había cuidado de aquellos dos pequeños, pasando noches y noches en vela tras la muerte de sus padres.

La mente de Lassa siempre había sido frágil. Le costaba asumir las malas noticias, y algunas emociones fuertes eran capaces de desestabilizar todo su mundo. Sin embargo ella era una Fata de corazón puro, que nunca sería capaz de hacer daño a nadie de manera consciente. Poco a poco aquellos pequeños de los que tanto había cuidado, esos en los que había dejado parte de sus lágrimas y de su vida, fueron creciendo. Ella volvió a sentirse sola. Sola y abandonada por un Palacio que no comprendía su infinito mundo interior. Había todo un universo tras sus párpados, pero todos estaban demasiado ocupados con sus intrigas como para darse cuenta.

El tiempo pasó, y la pena y la ausencia fueron conquistándola. Sin embargo algo en su interior le dijo que siempre tenía una oportunidad. Arrancó parte de su corazón, y ese pedazo lo partió en dos exactamente iguales. Y de ellos, nacidos de lo más profundo de su amor, del deseo más puro, acabaron por crecer dos pequeños: Aidëmie y Eimedia. Tan parecidos. Tan hermosos. Ellos eran sus cachorros. Ellos eran sus ángeles.

Lassa pasó los años siguientes tratándoles como los objetos de adoración que eran. Podía pasar horas simplemente cepillando sus cabellos, o escuchando sus voces con los ojos cerrados. Ellos eran lo que necesitaba. Lo eran todo.

Y sin embargo alguien se los arrebató. Ambos aparecieron brutalmente asesinados: sus cuerpos finos llenos de heridas, con la sangre manchando toda la estancia. Aquí y allá rastros de lucha: aún a su tierna edad se habían defendido. Las piernas de Lassa la hicieron recorrer la gran habitación, despacio, pasando sus dedos por cada uno de los lugares donde la sangre se había derramado. Finalmente terminó caminando hacia su cuerpos y se acurrucó junto a ellos, llenándolos de caricias, besos y todo el amor que ya no podría darles.

Deseó descomponerse. Deseó no haber existido nunca. Poco a poco su debilidad fue creciendo, y su mente fue partiéndose en más y más pedazos, como un espejo roto una y cien veces. Cuando se quiso dar cuenta ya no se encontraba en Palacio. Caminaba, marchándose de allí, llegando al Bosque y dejándolo atrás. Ni siquiera fue consciente de los lugares que atravesaba o de los Fata con los que se cruzaba. Ni una palabra llegó a salir de su garganta en el tiempo que estuvo simplemente poniendo un pie por delante del que dejaba atrás. Aquello era sencillo. Aquello podía hacerlo.

Así fue como llegó a la Linde. Alcanzó aquel lugar lleno de humo, y ni siquiera entonces detuvo su caminar. Quizá en lo Desconocido pudiera encontrar a sus pequeños. Quizá la Bruma le trajese la paz. Si Leithian no hubiera aparecido, agarrándola por el brazo, Lassa no habría dudado en buscar allí la cura a toda aquella soledad. A toda aquella culpa. A toda aquella ausencia. Pero el Fata era alguien gris, sabio y tan triste como ella, y en el abrazo que le ofreció ella encontró una pequeña parte del consuelo que necesitaba.

No fue necesario decir nada. Sin palabras, Lassa terminó por aceptar quedarse allí por el momento. Hasta recuperarse, dijeron. Hasta ser fuerte. Hasta poder reclamar su venganza. Una Guerra se estaba gestando, pero poco le importaban a ella los bandos o los muertos, si ya no tenía por quién preocuparse. Sólo quería sentir la sangre de quien se lo había quitado todo empapando sus manos, humedeciendo su boca y su sexo. Bañándola entera. Aquel era su derecho. Aquel era su deber.

Poco a poco aprendió a convertir su debilidad en su fuerza. Se preparó, y supo que Leithian lo hacía también. El cerebro de la Fata se encontraba adormecido, y sus ojos sólo podían mirar hacia el día en que aquel asesino de niños pagase por lo que había hecho. En su mente lo imaginaba tal y como realmente debía ser: como un ser monstruoso y deforme, que supuraba Bruma y cuya voz era el lamento más desagradable que Fäe había escuchado.

Pasaron años antes de conseguir nada. Mientras tanto su cuerpo había pasado por el cambio, quedándose marchito y frágil. No era más que el reflejo de su propia psique. Pero finalmente llegó el día en que Leithian cumplió lo prometido: le trajo al infanticida. Convertido en un hermoso cuervo hecho de tinta había cargado con él desde Palacio, y ahora se lo regalaba. Ahora Lassa podía, al fin, dar paz a sus cachorros al encontrar la venganza que necesitaba.

Le quitó la capucha, y su sorpresa fue enorme al descubrir que no era el monstruo que imaginaba. Sin embargo no se dejó engañar: ella sabía mejor que nadie que a menudo los peores seres se escondían en cuerpos bellos. El desprecio y el odio emanaban de los ojos de la Fata, que pasó días enteros sólo mirando a aquel asesino. Y cuando al fin se decidió a matarlo ya había comenzado a amarlo. De modo que le abrazó con un cariño como hacía tiempo que no expresaba. Ante la mirada gris de Leithian dejó que de su corazón empezasen a crecer enormes pinchos que desgarraban su propia carne y huesos primero, y luego los de Míriel. No tenía sentido vivir sin sus cachorros. No tenía sentido vivir sin su asesino. Debían morir juntos. Aquel era su destino.

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16/04/2015, 23:59
La Bruma

 

La hija del Rey

En cuanto la figura de Lassa, así como la de Leithian y Míriel, terminaron de desaparecer, la Bruma no se hizo esperar. Ni siquiera se habían disipado todas las gotas de sangre que habían caído de las heridas de los Fata y ya empezaba a formarse una vez más el Bosque, como si de alguna forma la Bruma estuviese ansiosa por mostraros esta historia en particular. De nuevo árboles cambiantes y lagos llenos de magia tomaron forma, mostrándoos a una pequeña Fata recién llegada: Essä. Era sólo un bebé, y sus berridos resonaban en aquel Bosque desconocido con tanta fuerza que hasta las piedras parecían a punto de despertarse.

Sin embargo aquella situación no duró demasiado. En el Bosque uno tenía dos opciones: aprender a valerse por sí mismo o morir. De modo que la joven Essä no tardó en descubrir cómo llamar a los soñadores a su lado. Cómo alimentarse. Cómo crecer. La Sangre Real que corría por sus venas era fuerte, y su proporción disparatada. Incluso ella podía sentirlo, aún sin saber exactamente qué era.

Así, pronto se convirtió en una joven vivaz, ilusionada con la vida. Su único contacto con el mundo de los Fata era Falmari, a quien veía de vez en cuando y a la que trataba como a una madre. Ella, a cambio, contestaba a todas sus preguntas con las respuestas que más adecuadas le parecían en el momento, y le contaba historias que mostraban a Essä su versión de cómo era realmente Fäe: un lugar oscuro donde Fata bondadosos, como la propia Falmari, debían esconderse para sobrevivir.

Durante mucho tiempo Essä creyó aquellas palabras. Pasó años pensando que todo Fata era un enemigo. Sin embargo hubo alguien, un Guardián del Bosque, que pacientemente se acercó a ella. Y aunque el principio estaba convencida de que se trataba de una trampa, finalmente decidió dar una oportunidad a Lísmar. Se hicieron amigos. Juntos surcaron los cielos y visitaron los lugares más secretos del Bosque.

Sin embargo aquel Fata desapareció de la noche a la mañana, dejando un vacío en el corazón de Essä que sólo pudo llenarse a medias cuando conoció a Loth. Había algo en él que le resultaba familiar, aunque era imposible decir qué. Y de todas formas, todo el mundo decía eso cuando hablaba de Loth. Él no tardó en aprender a volar, y pronto empezaron a hacerlo juntos. Sin embargo nunca le llevó a todos aquellos lugares a los que había ido con Lísmar: sería ensuciar su recuerdo. Prefería guardarlos en su corazón, por si algún día el Guardián volvía.

No era amor lo que Essä sentía por Loth, ni tampoco lo que había sentido por Lísmar. Su pecho se llenaba al pensar en ellos, pero su corazón no se desbocaba, ni amenazaba con salirse del pecho. Lo que tenía con ellos era una camaradería cercana, una amistad profunda y sincera.

Pero Essä sí conocería el amor en una de sus visitas a Falmari. Se encontraba acercándose a la zona, a la altura de las nubes, cuando la visión del Fata más bello que hubiera visto jamás detuvo su respiración. Parecía venir de Palacio, aunque sus ropas estaban tan gastadas y su aspecto tan descuidado que muchos habrían dicho que era un nativo del Bosque.

Pronto se dio cuenta de que él estaba en peligro: un ser hecho de lodo se disponía a atacar. Como si de un meterorito de pura velocidad se tratase, Essä se lanzó en picado, tratando de defenderle. Pero Falmari llegó antes, salvando la vida de aquel apuesto Fata. Oculta entre los árboles, temerosa de lo que él pudiera pensar de ella, escuchó cómo se presentaba. Su nombre resonó con musicalidad, grabándose en los oídos de Essä. Elendë.

Aquel suceso cambió para siempre sus días. Hiciese lo que hiciese y fuese adonde fuese, una sonrisa poblaba el rostro de Essä, consciente de que en algún lugar había alguien a quien podría pasa eones admirando. No podía pensar en otra cosa. No quería pensar en otra cosa.

Pero toda aquella alegría, toda aquella felicidad, se vería truncada la siguiente vez que Essä vio a Falmari. La sirena le explicó que Elendë no era quien decía ser. Que era un asesino, y uno de los más despiadados.

Tuvo que implorar al Bosque y a los propios árboles para que le dijesen por dónde había ido, pero finalmente dio con él. Elendë había recorrido aquellos lugares a toda prisa, de camino a un lugar que ella ni siquiera sabía que existía: las Ruinas. Y cuando llegó y vio aquello con sus propios ojos tuvo que reconocerse a sí misma lo equivocada que estaba. Elendë mataba sin diferenciar amigos o enemigos. Mostraba un poder brutal, que le hacía capaz de ejercer todos los asesinatos que Falmari le atribuía.

Con todo el dolor de su alma se acercó a él por la espalda, sintiendo su Sangre Real reaccionar más que nunca, trayéndole la fuerza de todo Fäe. Muros como los de Palacio se levantaban a su paso, protegiendo a los demás de los estallidos de furia de Elendë. El Bosque brotaba de su propio cuerpo en forma de plumas y ramas, otorgándole un aspecto más fiero que el que nunca había tenido. El olor a humo de la Linde emanaba de su propia piel, augurando una lenta agonía para sus enemigos. Las rocas de todo el lugar parecían vibrar con sus pensamientos, y el suelo no tardó en abrirse bajo Elendë, atrapándole.

Cuando llegó a él sintió cómo su corazón se encogía al condensar todo aquel poder en un solo golpe. Definitivo. Letal. Odiaba estar haciendo aquello.  ¿Pero qué otra opción tenía? Él era un criminal.

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17/04/2015, 23:45
La Bruma

 

La caricia del fauno

De nuevo aquella batalla empezaba a disiparse. Mientras lo hacía algo cambió en la imagen, como si un pulso distinto hiciera que todo se detuviera, pero no llegasteis a distinguir qué era. La Bruma fue deshaciéndose, convirtiéndose en un amasijo de jirones inconexos y sin relación aparente. Sin embargo poco a poco volvería a fluctuar, cambiando, mostrándoos algo que no habíais visto antes. La Gran Ciudad. Esa que tiempo después se convertiría en las Ruinas. Allí era donde comenzaba la historia de Nu-Taur-Dunath.

Cada vez que un soñador daba forma a una idea, esta siempre tenía una repercusión en Fäe. Nu-Taur-Dunath nació de las perversiones más oscuras de todos ellos. No había nada amoral, suficientemente oscuro o que provocase remordimientos. Si era placentero, era una opción.

En aquella ciudad Nu-Taur-Dunath nunca encontró su sitio. Sin embargo hubo alguien, la que luego sería la Reina, que supo ver en él un aliado, alguien sin escrúpulos, capaz de hacer cualquier cosa sin pensar más que en las consecuencias que tuviera para sí mismo. A petición de ella él forzó el desvío del Río de Almas, condenándolos a todos al olvido. Y a petición de ella también acabó con Maghar, aquel servidor del Bosque que se atrevió a cuestionar aquella decisión.

Los años pasaron, y Nu-Taur-Dunath nunca se arrepintió. Había conseguido una buena posición en Palacio, y cuando quería algo sólo tenía que tomarlo. Él mejor que nadie sabía que el placer y el dolor son dos caras de la misma moneda, y aún tras tanto tiempo solía encontrarse con la Reina para demostrárselo. Uno podría pensar que Nu-Taur-Dunath era un sádico. Y no se equivocaría. Pero él se consideraba mucho más que eso. Se creía un arquitecto de las emociones, capaz de lograr que alguien le implorase la más dulce de las agonías. Aunque Celebia nunca lo supo, fue la propia Reina la que le pidió que enseñase a su hija los caminos del placer y del dolor. La importancia de la obediencia íntima y la indiferencia pública.

Sin embargo aquello no era todo lo que Nu-Taur-Dunath quería. Él deseaba más. Había nacido a partir de las ideas más sórdidas de los soñadores: pedirle que se conformase con tan poco sería una necedad. Había una Fata de Palacio, Elendire, que le atraía especialmente. Había algo en ella... Era bonita, sí, pero ese no era su mayor atractivo. Lo que él sentía eran ganas de mancillar su inocencia, de dejarla primero rota y después muerta. De modo que lo preparó todo.

No hacía mucho que Míriel había llegado cuando lo drogó. Conocía al Fata: era absurdamente honrado y estúpidamente honesto. Provocarle alucinaciones sería sembrar el caos. Ya sólo tenía que aguardar.

Nu-Taur-Dunath nunca había esperado que aquel guardia matase a dos niños, pero no tuvo ni el menor remordimiento. Necesitaba un escándalo, y un escándalo había conseguido. Y en cuanto vio la oportunidad acorraló a Elendire. Sin embargo ella logró huir, y no tardó en seguirla hasta el Bosque. Disfrutó con la persecución tanto como con el sexo. Pero fue interrumpido por uno de esos salvajes. Alguien con aspecto de guerrero y mirada de cazador. Se vio obligado a huir.

Iracundo, llegó a la frontera entre Bosque y Palacio y lo pagó con el primer Fata con el que se cruzó, sin preocuparse por nada. Fue en ese momento donde Gelion se encontró con él y observó el asesinato gratuito de un Fata de Palacio. El roce inicial se convirtió en una oferta firme. Dentro de Palacio sería un cordero con sonrisa de lobo. Fuera, amparado por el Emperador, podría liberar sus instintos sin preocuparse por nada. Y la primera muestra fue el ataque a Randir. Le dijeron que había que cazarlo y que, cuando lo hiciera, podría divertirse con él. Cien veces lo torturó y cien veces lo quemó, pero el Fata nunca encontraba la muerte. Mejor. Ni siquiera sabía lo que había hecho para merecer aquel destino, pero no era relevante. Sólo importaba divertirse.

El tiempo fue pasando. Poco a poco sus encuentros con Celebia se volvieron más viscerales y salvajes, pero ella no llegó a quejarse. La había enseñado bien. La Revolución era cada vez más una realidad. Podía sentir cómo el Palacio iba perdiendo aliados, y el pequeño ejército de Gelion era cada vez mayor. Hasta que llegó el momento del ataque.

El día anterior el guardaespaldas de la Princesa había acabado con la Reina. Aquello había sido una ayuda inesperada que nunca podrían agradecer lo suficiente. Y cuando Nu-Taur-Dunath abrió las puertas a los atacantes estos no tardaron en tomar el castillo. Aún así él fingió estar del lado de Palacio, y huyó con la Princesa y con su protegida, Aina.

Sus pasos no llegaron muy lejos. Apenas habían abandonado los jardines cuando un par de Fata del Bosque, Tarma y Rais, les dieron caza. Nu-Taur-Dunath siempre había sido un superviviente, y no tardó en darse cuenta de que no era a él a quien buscaban. De modo que pidió a la Princesa que confiase en él, y se reunió con Tarma para, supuestamente, negociar. Su oferta fue sencilla, y la conversación breve. Le dejarían marcharse a cambio de quedárselas. No había llegado hasta ahí para morir por nadie, menos aún por una Princesa sin poder.

Así el sátiro las abandonó, dejándolas atadas y a punto de ser torturadas por unos crímenes que tenían que ver con magia de sangre. A Nu-Taur-Dunath aquello poco le importaba. Las dejó atrás, dándoles la espalda y poniendo camino a las Ruinas. Sabía que el resto de la Guardia estaba dirigiéndose allí, a una batalla, Debía ir y sembrar el caos antes de que volviesen y tratasen de tomar el Palacio de vuelta. Debía ir, y asegurarse de que no volvieran.
 

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18/04/2015, 14:27
La Bruma

 

El lector de la Bruma

Tras cada una de las historias que la Bruma os mostraba esta parecía un poco más cercana. En condiciones normales quizá os habríais planteado que fuese simple impresión vuestra, después de observarla durante tanto tiempo, pero esos hilos que tiraban de vosotros lo hacían también de vuestros pensamientos, y con Atanamir tensándolos era imposible verla como una enemiga. Todos vuestros ojos se dirigieron a la vez hacia él, llevados por esa fuerza tan natural y ajena. Y al mirarle, pudisteis ver cómo la Bruma se había dejado deslizar suavemente en su dirección, acariciando la parte baja de su túnica, donde debían encontrarse sus pies y sus piernas. Había cariño en sus movimientos. Amor y lealtad.

Cerca de él los jirones de Bruma volvieron a condensarse. La figura de Nu-Taur-Dunath se había disipado y ahora de nuevo la Bruma vibraba, dando forma a un Atanamir paciente, expectante. Un Atanamir que os daba la espalda, mirando en dirección a lo Desconocido.

A lo largo de los años muchos se habían preguntado por el origen de aquel Fata. En la Linde nadie recordaba ningún tiempo en que Atanamir no estuviera ya allí. Había quien decía que todos los que antes le acompañaban habían muerto. Otros, en cambio, decían que simplemente había sido el primero en llegar. Que lo había hecho antes que la propia Bruma.

El cambio en Atanamir era tan completo que ni siquiera necesitaba alimentarse. Podía pasar semanas escrutando la Bruma, haciéndole preguntas y comprendiendo los retazos de futuro que ella le regalaba. Otros la temían. Él la aceptaba por lo que era, una hambrienta y sabia fuerza de la naturaleza. Una que se mantenía a raya a sí misma, pidiendo sólo lo que necesitaba. La Bruma no quería devorarlos a todos. De haber sido así, ya lo habría hecho. Ella quería advertirles, sugerirles el mejor camino de hacer las cosas, ayudarles a encontrar su destino. Pero aquello tenía un precio, claro. Y si le preguntaban a Atanamir, era uno realmente bajo.

El papel de Atanamir no era algo que pudiera desempeñar cualquiera. No sólo por la capacidad de leer la Bruma, sino por las difíciles acciones que uno debía tomar. Destierros. Sacrificios. Anuncios velados de los augurios que la Bruma le traía. Nunca fue querido, pero sí respetado. Y eran los mismos que le temían los que le preguntaban qué estaba pasando cuando el aire vibraba de una manera un poco diferente.

Nunca le importó que no le vieran como a alguien cercano. Mejor. Sin embargo sí le importó que cuestionasen sus decisiones, o que alguien liberase a Loth cuando él lo había encerrado. No comprendían que nada podía venir de lo Desconocido. Que aquello era antinatural. Pero Atanamir sabía esperar. Loth volvería, podía verlo en la Bruma. Volvería, y entonces lo enviaría de vuelta al lugar del que había venido. Además, la Bruma ahora se removía de una manera distinta y extraña.

La mente de Atanamir no comprendía el fracaso. Aquel concepto, como tantos otros, había desaparecido con el cambio. Cualquier cosa que no fuera éxito sonaba como una sucesión de excusas. Por eso cuando envió a Serindë a Palacio para advertir al Rey acerca de lo que estaba sucediendo, eso era lo que esperaba. Cualquier otra cosa era inadmisible. Y al ver que ella volvía con las manos vacías la resolución llenó el lugar que antes habitaban sus ojos. Si no podía servir a la Linde, no debía permanecer en ella. O se marchaba por su propio pie, o sería enviada a lo Desconocido en cuanto la Bruma pidiera un sacrificio. Sólo el silencio momentáneo de la Bruma salvó la vida de la sirena, que en los siguientes días que pasó allí supo entender el destino que le esperaba.

Prácticamente nadie habría comprendido eso. Eirien, como mucho, quien con el poco tiempo que llevaba en la Linde ya parecía la Fata idónea para ser su sucesora. Ella era no sólo capaz de leer en la Bruma, sino también de asumir lo que sus lectores tenían que hacer. Muchos otros perdían su cordura en el proceso, pero ella no. Al igual que Atanamir, su mente se había mantenido clara y serena.

Y aún así Atanamir le ocultaba cosas. Las mentiras sobre Elendire, por ejemplo. Cuando él la vio llegar, cuando la vio observar la Bruma durante semanas y sentir su belleza, supo que tenía algo especial. Pero había algo todavía más intrigante: Elendire no sufría ningún tipo de cambio. Ni físico, ni psicológico. Nada. Si la Bruma les había enviado a alguien así tenía que ser por algo. Por eso por primera vez desde que podía recordar mintió, para protegerla, cargando la culpa de actos que no había cometido. Ella no debía ser ajusticiada por los otros moradores de la Linde, y ellos ni siquiera lo comprendían.

El tiempo pasó, y la Guerra que la Bruma había pasado tanto tiempo augurando finalmente estalló. Todo Fäe se estremeció: El Palacio embistió a las Ruinas, y el Bosque quedó vacío. Los temblores se notaron incluso en la Linde. La Bruma se revolvía, dolorida, agónica ante la muerte de tanto Fata. Le estaban quitando la contención. La estaban obligando a devorar Fäe. Atanamir había pasado años intentando advertir con palabras crípticas a cada Fata, pero pocos habían escuchado. Ahora sólo había una cosa que podía hacer. El sacrificio del sirviente más fiel tendría que satisfacer a la Bruma. Era lo único que le quedaba por ofrecer. De modo que que se arrancó la túnica y la máscara, revelando lo poco que el cambio había dejado de él y caminó hacia lo Desconocido, como quien avanza hacia el encuentro de una amiga, o una amante. Sacrificaría su vida por la Bruma. Por Fäe.

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19/04/2015, 14:22
La Bruma

 

La palabra del Bosque

Con aquella historia la Bruma parecía haberse vuelto más densa. Tras terminar seguía acariciando a Atanamir, como quien se encuentra con un viejo amigo al que hace tiempo que no ve. Lentamente nuevas formas empezaron a aparecer ante vosotros, y aunque al principio las identificasteis como el Bosque los más familiarizados con él notasteis algo distinto. Este Bosque era más antiguo y oscuro, como si parte de la luz que luego lo inundaba no hubiese llegado todavía a él.

Los principios del Bosque habían sido duros. Tiempo atrás los soñadores eran erráticos, inconstantes. La humanidad aún no sabía encontrar con seguridad el camino a Fäe, y a menudo algunos acababan perdidos. En aquel entonces algunos de los Guardianes eran débiles y carecían de la fuerza para defenderse de grandes amenazas. Pero el Bosque era sabio, y pronto supo hacer que los siguientes fueran duros como montañas. La Bruma os mostraba ahora imágenes de entonces, de cómo el Bosque dio vida a un Fata a partir de una roca cubierta de musgo. Pasaron años en un suspiro, y a través de ellos pudisteis ver cómo esa roca iba creciendo. Y cuando acabó de formarse estuvisteis ante un Fata que todos reconocisteis. Ohtar.

Maghar fue su maestro. Él le enseñó a comprender el silencio. Podía cerrar los ojos y sentir cómo una hoja se mecía a miles de zancadas de allí. Ohtar nunca llegaría a superar a su mentor, pero siempre fue un alumno del que sentirse orgulloso. Era noble, incapaz de romper una promesa y dispuesto a morir defendiendo el Bosque.

La muerte de Maghar le hizo cambiar. Le volvió más callado, más duro. Pronto a él se uniría Gelion, y saber de dónde venía hizo que desde un primer momento Ohtar sintiese afinidad por él. Quizá no fuese Maghar, pero aún así quería pensar que el Fata contenía algo de su esencia. No tardaron en hacerse camaradas, y juntos hicieron del Bosque un lugar seguro para todo aquel que no fuera un intruso.

El tiempo siguió pasando. La llegada de Lísmar fue como un soplo de aire fresco, y pronto Ohtar se convirtió en su maestro, enseñándole todo lo que un Guardián debía saber.

Un buen día se encontraban juntos cuando algo los interrumpió. Un sonido en la lejanía. Alguien de fuera. No tardaron en presentarse allí, encontrando dos Fata de Palacio. No era sencillo engañar a Ohtar, y este se dio cuenta de que iban disfrazados. Sin embargo no parecían viajar con malas intenciones.

Escucharon su historia. Un relato que hablaba de una hija perdida, de traición y de peligro. Un relato que hablaba del Palacio salpicando al Bosque. Y tras meditarlo unos minutos, Ohtar prometió encontrar a la niña. Si estaba allí, en el Bosque, daría con ella costase lo que costase.

La búsqueda fue vana. Uno de los extranjeros iba y venía de Palacio, dejando que Ohtar cuidase de su compañero. Y así fueron haciéndose amigos. Amigo de alguien de fuera, eso sí era extraño en un Guardián. Muchos lo considerarían traición. Gelion lo consideraría traición.

Las cosas no acabaron bien. A pesar de ser sus protegidos, un grupo de Fata atacó a los extranjeros. A uno lo mataron, al otro... Al otro se lo llevaron bien lejos, dejando en Ohtar el vacío de una promesa a medio cumplir. Fue tiempo después, al enterarse de la desaparición del Rey, cuando empezó a atar cabos y comprendió a quién había estado sirviendo. Y el fuego de aquella promesa se avivó en su pecho, reforzándola.

Sin embargo los años le hicieron aplazarla. La pérdida de Lísmar primero, el distanciamiento con Gelion después... Ambos compañeros le habían dejado solo, y este último le hacía sentir como si hubiera fracasado. Como si no hubiera enseñado lo suficiente a Lísmar, o como si su muerte fuera culpa suya por blando. Y además estaban los rumores de la proximidad de una Revolución. Aquella promesa fue quedando relegada al olvido, aunque siempre sería una espina clavada en su corazón. Pero algo sucedió que hizo resurgir esa llama: la llegada de Elendire. Al momento supo que tenía algo especial, el mismo tipo de Sangre que aquel Fata con el que, tiempo atrás, había hecho amistad. Y aún así cuando se fue no llegó a echarla de menos: sabía de sobra que aquel no era su lugar.

Aquello volvió a ponerle en marcha. Había dado su palabra a un Fata, y debía cumplirla. Recorrió el Bosque entero. Preguntó a cada rama, a cada roca y a cada Fata. La única que sabía algo era Falmari, quien no tuvo reparos en mentirle. Y tardó años, pero finalmente y en el momento justo dio con una pista que le llevaba a las Ruinas. Por primera vez en su vida tendría que abandonar el Bosque, dejándolo prácticamente vacío. Esperaba que mereciera la pena.

En cuanto puso un pie fuera se sintió distinto. Mantenía su poder, y aún así... No era lo mismo. Se encaminó a las Ruinas, llegando para presenciar todo el poder desplegado en aquella batalla. Y aquella Fata que dejaba rastros de todo Fäe a su paso, esa cuyo cuerpo estaba lleno de ramas, flores y plumas... Debía ser ella.

Con la resolución de un guerrero Ohtar se acercó, dispuesto a explicárselo todo. A hablarle de sus orígenes. A explicarle quién era para, juntos, buscar a su padre. Pero algo le hizo detenerse. Algo hizo que todos se quedasen quietos, como si el tiempo se hubiera detenido. Sus pensamientos empezaron a nublarse, desapareciendo poco a poco, mientras dedicaba a aquella Fata una última mirada, queriendo transmitirle con los ojos todo lo que no tendría tiempo de decirle. La había encontrado.
 

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22/04/2015, 04:20
La Bruma
 

El canto de la sirena

De nuevo la Bruma os había llevado a las Ruinas, mostrándoos otro de los caminos que convergían allí. Y no sería el último. Pero ahora empezó a disiparse una vez más, difuminando las imágenes que había ante vuestros ojos. Poco a poco siguió moviéndose, cambiando de una manera constante, ondulando y discurriendo como lo haría la superficie de un río. Y era justamente eso: la Bruma estaba representando un caudal de agua constante. Uno en el que pronto se sumergirían dos manos firmes sujetando a una pequeña Fata. Ahogándola.

Así la vida de Serindë comenzó rodeada de agua. Agua que se agarraría a ella, dándole la vida que se suponía que tenía que quitar y llevándosela de allí. Poniéndola a salvo. Así fue como llegó a la orilla de un lago y liberó por primera vez su garganta en una mezcla de canto y llanto que era imposible ignorar. Aquel sonido penetró en los oídos de todos los Fata de los alrededores, llegando al centro de su voluntad y su cerebro. Atrajo cientos de soñadores. Encogió el corazón del propio Bosque.

Tarma fue la primera en llegar, y durante unos días la cuidó como su propia hija. Sin embargo no tardó en abandonarla en la Linde, dejándola a su suerte. Fue allí donde Serindë creció, siendo al mismo tiempo la hija de todos y de ninguno.

Ella fue la escogida para ir a Palacio. Pero la envidia de Aina logró encerrarla en los calabozos antes de que llegase a hablar con el Rey. Aún encadenada, habló pidiendo ayuda. Cantó, dejando salir el regalo que el Bosque le había dado. Gritó hasta que su voz empezó a escasear por la falta de alimento, y sólo entonces la llevaron frente a la Reina. Las voces llegaban a sus oídos inconexas, suficiente para comprender que había sido una sola Fata quien había tejido esa tela de araña. Aina. Hizo un comentario acompañado de tal acidez que horadó en el estómago y el vientre de la acusada: ¿Qué se puede esperar de una sirena?

Por fortuna el verdadero asesino llegó a tiempo, proclamando su culpabilidad a los cuatro vientos y enorgulleciéndose de ella. A Serindë nadie le pidió disculpas. Prácticamente fue expulsada de Palacio, y mientras recorría el Bosque aquellas siete palabras resonaban en su cabeza. - ¿Qué se puede esperar de una sirena?

Aquello fue sólo el principio de su caída. Hizo el camino hacia la Linde dejándose guiada por el agua, escuchándola como Atanamir escuchaba la Bruma. Se unió a ella, y encontró en sus recovecos advertencias que no terminaba de comprender. Esa misma agua trataba de guiarla hacia otros lugares, pero aquello no tenía sentido. La Linde siempre había sido su hogar, ¿por qué iba a temer algo de ella?

Pero todo cobró sentido al llegar y relatar lo sucedido. Nadie la escuchó. Y no tardó en darse cuenta de que el propio Atanamir comenzaba a verla como una extranjera. Como un posible sacrificio. Sabía que si quería sobrevivir tenía que marcharse de allí. Abandonada por el Bosque, expulsada de Palacio y ahora repudiada por la Linde.

Durante semanas Serindë estuvo vagando sin fijarse siquiera en el suelo que pisaba. Empezó a olvidar quién era. Lo que le habían hecho la había mutilado por dentro. Poco a poco su corazón empezó a oscurecerse, mientras en su mente empezaban a formarse ideas sobre cómo recordar a todo Fäe que ella no había desaparecido sólo porque le dieran la espalda. Y entonces, ante ella, vio a una Fata de fuerte cornamenta y piel rojiza. Sin que Serindë se diera cuenta, el agua había guiado los pasos de la sirena hasta la antigua guardia de Palacio. La conexión entre ambas fue inmediata.

Al llegar a las Ruinas y conocer a Morchain su corazón se llenó de una ternura infinita. Tras apenas unos días con él y Namárie se dio cuenta de que ninguna vendetta merecía la pena si no era a su lado. Poco a poco su corazón se hizo más grande. Y de nuevo aprendió a confiar. A querer.

Pero aquello sólo duró hasta que el Palacio lanzó aquel cruento ataque. Envites y más envites. Muerte por doquier. Sangre de Fata en sus propias manos. 

Algo sucedió que cambió las cosas durante la batalla. Namárie recibió un golpe mortal. Serindë se acercó a ella y, mientras Morchain la cubría, se encargó de que el agua los protegiera a los tres, mientras sostenía a su amiga entre sus brazos. Namárie estaba cada vez más débil. Los ojos oscuros de Serindë rebosaban dolor, y todo el rencor contenido a lo largo de los años se agolpaba en su pecho. Y de repente dejó de sentir el corazón de Namárie latir.

Entonces liberó su propia agua. Salió de dentro, al mismo tiempo que su garganta liberaba un grito atronador que penetraría en los oídos de todos los combatientes. Detuvo su sangre y sus latidos. Detuvo su pensamiento. Todo el aire reaccionó, en un pulso que detenía la batalla por completo. De la garganta de Serindë salía la misma melodía que emanaba ahora de la de Allegra, una tonada tranquila pero firme. Con un gesto de ella todos tomaron las armas. Y con otro, todos se dispusieron a matarse a sí mismos. Aquello había ido demasiado lejos. Había estado dispuesta a perdonarles, y habían matado a Namárie. Ahora sí que pagarían. Y fue en ese momento cuando, una vez más, siete palabras vinieron a su mente, recibiéndolas esta vez con una media sonrisa. ¿Qué se puede esperar de una sirena?

Pero en ese momento la vio, y su corazón estuvo a punto de detenerse. La Bruma llegaba con velocidad, devorando aire, vegetación y roca a su paso. Comiéndoselo todo. Entraba en las Ruinas hambrienta. Dispuesta a tragárselos a todos.

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23/04/2015, 03:18
La Bruma

 

El Emperador

Con el final de aquella historia pudisteis ver la Bruma llegando a las Ruinas de una forma voraz. A su paso la escasa vegetación se marchitaba, volviéndose gris y convirtiéndose en polvo y el olor a humo empezaba a llenarlo todo. Pero no veríais durante mucho más tiempo aquella escena, pues la propia Bruma que la formaba empezó a deshacerse, convirtiéndose una vez más en jirones inconexos. Lentamente continuó moviéndose, con languidez, dejándoos unos segundos para asimilar lo que habíais visto. Y cuando ese tiempo hubo pasado empezó a retorcerse de nuevo, condensándose y dando forma a la figura de un nuevo Fata.

Lo primero que distinguisteis fueron sus grandes cuernos, fuertes y poderosos. Lo siguiente sus ojos rojizos, que parecían brillar con luz propia. Poco a poco el resto de aquel Fata fue visible, mostrándoos un porte regio y firme. Nienor miraba al frente, hacia vosotros, como si sus ojos fueran capaces de escrutar en vuestras almas.

Pudisteis verle obligar a soñadores a llamarle de cientos de maneras que él consideraba más apropiadas. Duque de las Sombras. Señor de la Duermevela. Emperador. Luego hacía que lo olvidasen, claro. Que cualquiera de esos nombres llegase a oídos de Palacio será demasiado peligroso. Y si les costaba encontrar el olvido, siempre podían encontrar la muerte.

En realidad lo que Nienor quería era exactamente lo que sabía que merecía: un Fäe unido bajo su mandato. Sin embargo aquellos estúpidos Fata de Palacio se creían con más derecho que los demás. Él había nacido en la Linde, rodeado de sombras, y de ellas había obtenido su fuerza. Con la oscuridad se había construido su trono, y en la penumbra era donde estaban sus dominios. Ahora sólo tenía que esperar.

Si había algo que Nienor sabía hacer era escrutar en el interior de la gente, identificar qué hilos tiraban de cada una de sus emociones y con sus palabras abrirse camino hacia ellos. Así fue sencillo tentar a Lísmar. Invitarle a conocer la Linde. Lanzarlo a la Bruma. O hacer llegar a Nu-Taur-Dunath una droga que, si sus previsiones eran reales, acabaría por sacudir el Palacio entero. Aquello era como realizar un truco de magia. Hacer que observasen tu mano derecha, para que la izquierda ensartase el puñal. Hacer que todos echasen de menos a un Guardián para hacerse con otro. Hacer que el revuelo agitase el Palacio por la muerte de dos pequeños, para atraer a su madre hacia la Linde. Atraerla hacia la Linde, para que hasta los más pacíficos busquen venganza al conocer su historia.

Sin lugar a dudas el mayor triunfo de Nienor fue el intercambio de la Princesa real por una falsa, y la posterior orden de asesinato sobre la verdadera Celebia. El objetivo real era claro: con el tiempo, cuando su Princesa estuviera en el trono, no habría nadie de verdadera Sangre Real en Palacio. Y entonces tomarlo sería un juego de niños.

Muchas piezas entraron en juego en aquel intercambio, y la que más peligro corría era Vanya, su futura Emperatriz. Sólo por su ausencia de sentimientos ya poseía una belleza sin igual. Si a eso se sumaba su peligrosidad, la combinación formaba una Fata a la que no le molestaría tener al lado durante bastante tiempo. Y aún así incluso ella era una simple pieza en un tablero en el que Nienor jugaba solamente para ganar.

El tiempo fue pasando. Los oídos de los Fata esperaban ansiosos las palabras que salían de sus labios. A unos les hablaba de Revolución. A otros de una justicia llamada venganza. A otros de diversión. En realidad, a él poco le importaban todos esos términos. Lo único relevante eral que desde que el Rey había desaparecido Fäe se le había servido en bandeja de plata. Sembró pequeños fuegos en todos los lugares conocidos, y esperó a que crecieran. En menos tiempo del que cualquiera habría esperado sus semillas ya habían germinado, convirtiéndose en focos de insurgencia. Aquella era la antesala de la Guerra que tanto había buscado. Una Guerra sin un Rey que liderase las huestes de Palacio. Una Guerra que no tardaría en ganar, y sin llegar a mancharse las manos.

Finalmente decidió dejar que fuese Gelion el que tomase el Palacio. Permitió, también, que Leithian dejase la batalla sin que apenas hubiera comenzado: ya se arrepentiría. La mayoría de los guerreros capacitados y la Guardia se encontraban en una batalla en las Ruinas, de modo que sólo tuvo que atravesar las puertas para encontrar su lugar en la Sala del Trono. Y en cuanto se sentó allí y dio las gracias a sus hombres se tomó un momento para inspirar lentamente. Ahora que estaba en el Trono comenzaría desde cero, moldeando Fäe a su gusto.

Allí se encontraba Nienor, saboreando su victoria, paladeando el dulce néctar del triunfo, cuando la vio a lo lejos: La Bruma se acercaba. Lo hacía de una manera lenta pero inexorable, y no pudo evitar preguntarse si no se habría equivocado en algo. Si no estaría yendo a por él.

Aún así no se levantó. Había esperado demasiado para que aquel asiento fuese suyo. De modo que esperó a que la Bruma llegase, desafiante, y la miró con los ojos encendidos cuando penetró en aquella sala rompiendo todas las cristaleras. Si iba a arrebatarle aquello por lo que tanto había esperado, aquello por lo que había sacrificado a tantos en escaramuzas y batallas, si iba a morir, era mejor mirar a la muerte directamente a los ojos. Hacerle comprender que aquel era ahora su dominio. Y que no le había dado permiso para entrar allí.

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24/04/2015, 14:08
La Bruma

 

La Dama de los secretos

Una tras otra, aquellas historias se habían ido desgranando delante de vuestros ojos. Mientras tanto esos hilos que decidían vuestros movimientos habían ido consolidándose, adquiriendo una consistencia invisible y la precisión de un cirujano. La Bruma ahora os mostraba un Palacio estallando por dentro, inundado de Bruma. Un Palacio que prácticamente se desmoronaba. Sin embargo aquella imagen se congeló en el aire, con la Bruma prácticamente detenida. Y acto seguido esta empezó a retroceder, deshaciendo los días con rapidez.

La misma estancia se os mostraba atestada de gente, en el momento de la muerte de la Reina. Y al continuar retrocediendo en el tiempo pudisteis revivir las situaciones más importantes que había vivido ese lugar. Finalmente llegó un momento en que aquel Salón del Trono pareció vacío. Vacío y a oscuras, salvo por una pequeña y casi imperceptible luz. En una esquina, constante, brillaba un pequeño fuego fatuo de color azul pálido. Y a pesar de que la Bruma os lo mostraba, había algo en él que os hacía conscientes de que no era tan fácil de ver: probablemente si hubierais estado allí ninguno de vosotros lo habría advertido.

Lentamente la Bruma volvió a moverse, haciéndoos sentir como si caminaseis entre las estancias y pasillos de Palacio. Aquí, allá, por todas partes más y más fuegos fatuos como el primero. Y al final, al llegar a una de las zonas de aposentos, la Bruma os mostró a la dueña de todos ellos. Se trataba de Eirien.

En aquel entonces aún era hermosa. Su tez era tersa y del color de la miel, y sus ojos oscuros hacían que cada mirada pareciese una promesa. Aquella Fata no sólo era consciente de que en Palacio cada pared tenía oídos, sino que ella era casi siempre los oídos de los muros. Sabía mejor que nadie que la pieza de información adecuada es más poderosa que una espada bien afilada. Ella conocía la importancia de los secretos. Disfrutaba recibiéndolos, negociando con ellos, usándolos como moneda de cambio. Traficando. Y lo que era mejor, Eirien no sólo conocía todas esas cosas, sino que sabía que podía hacer con ellas lo que quisiera. Que ella era quien fijaba el precio.

Pero su manera de proceder no era del gusto de todos. O lo era hasta que les tocaba pagar. Y aunque nunca llegó a requerir sus servicios, la Princesa Celebia acabó por considerar que la presencia de Eirien era molesta en Palacio. Ni siquiera se molestó en dar una excusa: la desterró por saber demasiado. Por chismosa. Desde la desaparición del Rey Celebia era cada día más déspota, y nadie parecía dispuesto a plantarle cara. Y Eirien no iba a ser tan estúpida como para ser la primera, de modo que se enfrentó a su destierro de la mejor manera que uno puede hacerlo: tratando de ver con buenos ojos su lugar de destino.

Las primeras semanas en la Linde fueron de miedo continuo. Aquellos Fata sacrificaban a cualquiera cuando creían que la Bruma se lo pedía, y no tenían ningún remordimiento al respecto. Sin embargo el tiempo pasó, y nadie llegó a lanzarla a buscar en Lo Desconocido. Poco a poco la Bruma fue obrando en ella, cambiándola. Su tez palideció, y sus ojos se volvieron dos diminutos pozos de brasa incandescente.

Poco a poco aprendió a ver en la Bruma. No fue algo premeditado, pero mientras su cuerpo cambiaba también lo hacía su psique. Leyó la Bruma como sólo Atanamir antes lo había hecho. La escuchó con sus oídos, con su mente y con sus entrañas y se atrevió a tocarla con la punta de los dedos, totalmente convencida de que no le haría daño.

Así fue como comprendió que siempre había estado equivocada. Su lugar no estaba en Palacio, sino en la Linde, pendiente de lo que la Bruma pudiera necesitar. Ese era su destino.

No le costó librarse de los remordimientos a la hora de sacrificar al escogido. El cambio se había encargado de eso. Además, la inestimable ayuda de Rais le proporcionaba un flujo constante de Fata agonizantes o sin ganas de vivir. De modo que cuando el fauno desapareció sin previo aviso Eirien se preocupó. ¿Cómo no hacerlo? No por él, que si había encontrado su destino debía tomarlo con alegría, sino por la Bruma. Cada vez estaba más extraña, más irracional. Más hambrienta.

Eirien estaba presente el día que Atanamir se sacrificó a sí mismo. Mientras el Fata caminaba hacia lo Desconocido ella sólo podía animarle en silencio, segura de que estaba haciendo lo correcto. Le vio alejarse, adentrándose entre los jirones oscuros hasta desaparecer del todo. Y entonces algo parecido a un latigazo la sacudió por dentro. Su espalda se arqueó, mientras sus ojos se abrían, blancos, hacia el cielo y una voz resonaba en su cabeza. Libérame, decía. Libérame. Libérame. Fäe se muere. Todo se muere. Libérame.

Eirien comprendió de inmediato el mensaje, y cómo la Bruma había tenido que utilizar la fuerza de Atanamir para enviárselo. No lo dudó ni un instante: Atanamir la había enseñado bien. Simplemente hizo correr la voz, dando a todos los Fata de la Linde unos minutos para despedirse de sus seres queridos. Y una vez que ese tiempo pasó miró directamente a lo Desconocido, decidida a hacer lo que tuviera que hacer para cumplir los designios de la Bruma. Para autorizarla a cubrir todo Fäe. Para liberarla. Una enorme sonrisa cargada de puro éxtasis se dibujó en sus labios mientras la Bruma la rodeaba, pasando a su lado y a través de ella para lanzarse sobre todo Fäe. Y no había dolor, o agonía en aquel contacto, sólo la sensación de que aquello era inevitable. De que para eso era para lo que había nacido.
 

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25/04/2015, 15:11
La Bruma

Una mezcla de suspiro ahogado y jadeo contenido empañó el ambiente mientras asumíais las implicaciones de lo que estabais viendo. Cada pequeña dosis de conocimiento, cada noticia del mundo que siglos antes habíais dejado atrás, era como un trago de agua para alguien muerto de sed. Y sin embargo no podíais evitar sentiros cohibidos ante todo aquello. Era mucha información. Muchas cosas inesperadas. Muchos recuerdos volviendo a su lugar o encontrando uno nuevo. Imágenes de la Bruma acechando cada rincón de Fäe, atrapándoos y secándoos por dentro volvían ahora a vuestra memoria, sin que terminaseis de comprender cómo entonces estabais vivos. Y aparecida de la nada, de una forma totalmente antinatural, comenzó la lluvia. Eran gotas negras como el alquitrán, que mojaban vuestros cuerpos humanos y Fata manchándoos, dejando un rastro oscuro sobre vuestra piel.

Y aún así vuestros pies no se movieron. No sentíais la necesidad. Vuestros titiriteros no la habían hecho aparecer. A lo lejos sonó un trueno con fuerza, y sus ecos tardaron varios segundos en desaparecer. Aquella ciudad convertida en una amalgama de escombros parecía a punto de deshacerse, y ni siquiera queríais escapar. Aquí y allá algunas de esas grietas se contorsionaban, tomando formas imposibles o convirtiéndose en portales fáciles de atravesar. Algunas parecieron a punto de cerrarse, pero incluso esas dejaban un rastro en el aire, una brecha en el tejido de la realidad.

Fue entonces cuando la Bruma reaccionó una vez más, mostrándoos retazos sueltos de una nueva historia: la del vasallo fiel. Fueron sólo imágenes sueltas, rápidas. En una ciudad que se descomponía no había tiempo para mucho más. Pudisteis ver primero a Amazarac en la Linde, actuando como si no terminase de creer nunca todo el asunto de la Bruma. Luego le visteis marchándose de allí, con la mirada de Atanamir clavada en su espalda. Vuestros recuerdos os decían que después de eso todo Fäe había pasado años sin saber de él hasta que un día apareció a las puertas de Palacio, totalmente cambiado. Su porte era diferente, y en su mirada había un cierto toque de crueldad cuyas causas eran desconocidas. Además, en su boca anidaba siempre una sonrisa imborrable e intimidatoria que no sirvió para convencer a los Fata de dentro de que le abrieran las puertas. Sólo durmió una noche al raso, a la vista de todos. Luego volvió a desaparecer de nuevo, sin que en ningún momento se supiera dónde estaba o qué pretendía hacer con su futuro.

La Bruma no tardó en completar esos recuerdos. El ambiente había ido oscureciéndose mientras tanto, pero los espontáneos haces de luz de los rayos os permitieron ver lo suficiente como para comprender. Le visteis, apenas dos días después de marcharse de la Linde, llegando a un lugar desconocido en el Bosque. Poco después, con un nuevo destello, observasteis cómo desaparecía de allí, por muy increíble que fuera, aparecía en medio de un campo eterno. En el mundo humano. No tardasteis en ver cómo asesinaba a alguien para tomar su cuerpo, y cómo en ocasiones visitaba Fäe de manera consciente, como si fuese un soñador más.

Prácticamente ningún Fata daba importancia a los soñadores. Estos después casi siempre olvidaban. Por eso pudo escuchar a la Reina planear el asesinato del Rey. Y por eso, sólo un rato más tarde, se personó en el Bosque y observó toda la batalla en la que tanto él como Niahcrom tendrían que haber muerto. Pero Amazarac supo ser astuto. Sus años en el mundo humano le habían enseñado todo tipo de maneras de jugar, y acabó por dar a sus captores una muerte lenta y dolorosa. Rescató al Rey y lo escondió donde jamás lo buscarían: a plena luz del día, en el mundo de los soñadores.

Saber que el Rey podía estar vivo fue un impacto para la mayoría de vosotros. Pero más sorprendente fue lo que vino después. En la lejanía la ciudad ya empezaba a replegarse sobre sí misma, empezando a descomponerse, y la Bruma cada vez os mostraba las cosas más rápidamente, intentando que entendierais la verdad. Su verdad.

En sólo unos segundos os mostró al Rey despertar al otro lado del Velo. A Amazarac recibiéndole, explicándole lo sucedido con esa expresión sádica en su rostro. Y negándose a llevarle de vuelta hasta que no estuviese listo para dar muerte a la Fata que le había traicionado. Pasaron años. Siglos. Se prepararon. Había algo en la Bruma que os hacía entender que aquella ausencia era importante. Que le echaba de menos. Que sin una Sangre Real cerca que fuese densa y potente sólo podía sentir agonía. Entonces comprendisteis las frecuentes visitas que el Rey hacía siempre a la Linde, y sus reuniones con Atanamir. Y entendisteis también que, sin saberlo, la Reina había sido tan estúpida al ordenar su asesinato que habría condenado a todo Fäe a la perdición más absoluta.

Al monarca le construyeron un nuevo disfraz. Pero para cuando volvieron ya era demasiado tarde: Todo Fäe estaba sumido en el caos, y un Consejo tiránico ostentaba el poder. No tenían a ningún aliado. Todos ellos habían desaparecido.

El plan no tardó en tomar forma. Se infiltrarían en el Consejo y traerían a su gente de vuelta. Como fuera. Amazarac sería el perro de presa que necesitaban, y el Rey... El Rey sería quien les hablase de los expulsados, y su necesidad de que regresaran. Siempre escondido bajo una capucha tendría que dejar de lado el honor y contar mentiras, mentiras y más mentiras por el bien de su propia familia. Por el bien de todos los Fata. Por el bien de Fäe.

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25/04/2015, 16:13
Meia

La ciudad continuaba deshaciéndose, cada vez más cerca de vosotros, y sin embargo no sentíais que estuvierais en ningún peligro. Aquellas últimas revelaciones pudieron suponer una sorpresa, pero sin duda no hubo nadie más asombrado que la propia Meia, representante del Consejo. Lentamente exhaló todo el aire de sus pulmones y giró su cabeza, buscando a Amazarac con la mirada. Incluso en un movimiento tan leve dejó atrás un rastro de mariposas negras que desaparecerían tras un par de aleteos.

[color=#610B38] - Siervo del Consejo. - [/color]Le llamó, como si así pudiera recordarle quién era en realidad. Mientras tanto su ceja se alzaba una vez más, sin ocultar que ya estaba emitiendo su propio juicio en su cabeza, [color=#610B38]- Espero que tu explicación sea convincente.[/color]

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25/04/2015, 19:51
Amazarac

Amazarac, que había estado observando con interés cada una de las historias, alzó la cabeza hacia el cielo en cuanto empezó a llover, abriendo la boca. Con una expresión de gozo, sus ojos se entrecerraron y su sonrisa se ensanchó al probar ese líquido oscuro.

En el momento en que la Bruma empezó a mostrar su historia, mostrándole como un traidor al Consejo, ni siquiera se molestó en reaccionar. Con tranquilidad siguió saboreando aquella sustancia hasta que Meia se dirigió a él. Entonces sus ojos se clavaron en los de la Fata y un sonido agudo salió de su garganta, como una pequeña burla.

[color=#FF0000]-[/color][color=#F90000] [/color][color=#F30000]S[/color][color=#EE0000]i[/color][color=#E80000] [/color][color=#E30000]a[/color][color=#DD0000]m[/color][color=#D80000]a[/color][color=#D20000]r[/color][color=#CD0000] [/color][color=#C70000]e[/color][color=#C20000]s[/color][color=#BC0000] [/color][color=#B60000]u[/color][color=#B10000]n[/color][color=#AB0000] [/color][color=#A60000]c[/color][color=#A00000]r[/color][color=#9B0000]i[/color][color=#950000]m[/color][color=#900000]e[/color][color=#8A0000]n[/color][color=#850000],[/color][color=#7F0000] [/color][color=#790000]m[/color][color=#740000]e[/color][color=#6E0000] [/color][color=#690000]d[/color][color=#630000]e[/color][color=#5E0000]c[/color][color=#580000]l[/color][color=#530000]a[/color][color=#4D0000]r[/color][color=#480000]o[/color][color=#420000] [/color][color=#3C0000]c[/color][color=#370000]u[/color][color=#310000]l[/color][color=#2C0000]p[/color][color=#260000]a[/color][color=#210000]b[/color][color=#1B0000]l[/color][color=#160000]e[/color][color=#100000].[/color][color=#0B0000] [/color][color=#000000]-[/color] Dijo con sorna mientras alzaba la mano derecha. Luego la observó de arriba a abajo, como evaluándola. [color=#000000] [/color][color=#030000]-[/color][color=#070000] [/color][color=#0B0000]B[/color][color=#0F0000]u[/color][color=#130000]e[/color][color=#160000]n[/color][color=#1A0000]o[/color][color=#1E0000],[/color][color=#220000] [/color][color=#260000]y[/color][color=#290000] [/color][color=#2D0000]d[/color][color=#310000]e[/color][color=#350000] [/color][color=#390000]e[/color][color=#3C0000]n[/color][color=#400000]g[/color][color=#440000]a[/color][color=#480000]ñ[/color][color=#4C0000]a[/color][color=#4F0000]r[/color][color=#530000] [/color][color=#570000]a[/color][color=#5B0000] [/color][color=#5F0000]t[/color][color=#620000]o[/color][color=#660000]d[/color][color=#6A0000]a[/color][color=#6E0000]s[/color][color=#720000] [/color][color=#750000]v[/color][color=#790000]u[/color][color=#7D0000]e[/color][color=#810000]s[/color][color=#850000]t[/color][color=#890000]r[/color][color=#8C0000]a[/color][color=#900000]s[/color][color=#940000] [/color][color=#980000]c[/color][color=#9C0000]o[/color][color=#9F0000]r[/color][color=#A30000]t[/color][color=#A70000]i[/color][color=#AB0000]t[/color][color=#AF0000]a[/color][color=#B20000]s[/color][color=#B60000] [/color][color=#BA0000]m[/color][color=#BE0000]e[/color][color=#C20000]n[/color][color=#C50000]t[/color][color=#C90000]e[/color][color=#CD0000]s[/color][color=#D10000],[/color][color=#D50000] [/color][color=#D80000]t[/color][color=#DC0000]a[/color][color=#E00000]m[/color][color=#E40000]b[/color][color=#E80000]i[/color][color=#EB0000]é[/color][color=#EF0000]n[/color][color=#F30000].[/color][color=#F70000] [/color][color=#FF0000]-[/color] Confesó antes de soltar una risa espontánea y casi ridícula. Luego se encogió de hombros y comenzó a caminar, contoneándose exageradamente.

[color=#FF0000]-[/color][color=#F70000] [/color][color=#F00000]P[/color][color=#E90000]e[/color][color=#E20000]r[/color][color=#DB0000]o[/color][color=#D40000] [/color][color=#CD0000]b[/color][color=#C60000]u[/color][color=#BF0000]e[/color][color=#B80000]n[/color][color=#B10000]o[/color][color=#AA0000],[/color][color=#A20000] [/color][color=#9B0000]s[/color][color=#940000]o[/color][color=#8D0000]n[/color][color=#860000] [/color][color=#7F0000]c[/color][color=#780000]o[/color][color=#710000]s[/color][color=#6A0000]a[/color][color=#630000]s[/color][color=#5C0000] [/color][color=#550000]q[/color][color=#4D0000]u[/color][color=#460000]e[/color][color=#3F0000] [/color][color=#380000]p[/color][color=#310000]a[/color][color=#2A0000]s[/color][color=#230000]a[/color][color=#1C0000]n[/color][color=#150000].[/color][color=#0E0000] [/color][color=#000000]-[/color] Afirmó, acercándose a ella como si nada malo hubiera sucedido. [color=#000000]-[/color][color=#0A0000] [/color][color=#150000]A[/color][color=#1F0000]h[/color][color=#2A0000]o[/color][color=#350000]r[/color][color=#3F0000]a[/color][color=#4A0000] [/color][color=#550000]v[/color][color=#5F0000]o[/color][color=#6A0000]l[/color][color=#740000]v[/color][color=#7F0000]a[/color][color=#8A0000]m[/color][color=#940000]o[/color][color=#9F0000]s[/color][color=#AA0000] [/color][color=#B40000]a[/color][color=#BF0000] [/color][color=#C90000]F[/color][color=#D40000]ä[/color][color=#DF0000]e[/color][color=#E90000] [/color][color=#FF0000]y[/color][color=#FF0000] [/color][color=#F90000]e[/color][color=#F40000]x[/color][color=#EF0000]p[/color][color=#EA0000]l[/color][color=#E40000]i[/color][color=#DF0000]q[/color][color=#DA0000]u[/color][color=#D50000]e[/color][color=#D00000]m[/color][color=#CA0000]o[/color][color=#C50000]s[/color][color=#C00000] [/color][color=#BB0000]a[/color][color=#B60000]l[/color][color=#B00000] [/color][color=#AB0000]C[/color][color=#A60000]o[/color][color=#A10000]n[/color][color=#9C0000]s[/color][color=#960000]e[/color][color=#910000]j[/color][color=#8C0000]o[/color][color=#870000] [/color][color=#820000]t[/color][color=#7C0000]o[/color][color=#770000]d[/color][color=#720000]o[/color][color=#6D0000] [/color][color=#680000]l[/color][color=#620000]o[/color][color=#5D0000] [/color][color=#580000]q[/color][color=#530000]u[/color][color=#4E0000]e[/color][color=#480000] [/color][color=#430000]h[/color][color=#3E0000]a[/color][color=#390000] [/color][color=#340000]p[/color][color=#2E0000]a[/color][color=#290000]s[/color][color=#240000]a[/color][color=#1F0000]d[/color][color=#1A0000]o[/color][color=#140000].[/color][color=#0F0000] [/color][color=#0A0000]-[/color][color=#000000] [/color]Propuso, como si de repente un atisbo de lucidez y civismo hubiera iluminado su habitualmente pervertido cerebro. Sin embargo antes de que Meia pudiera responder el Fata hizo un movimiento rápido, atravesando con su brazo el pecho de ella de un solo golpe. En el aire empezaron a formarse nubes de mariposas que, en lugar de desaparecer tras algunos aleteos, caían al suelo muertas.

[color=#000000]-[/color][color=#110000] [/color][color=#220000]L[/color][color=#330000]o[/color][color=#440000] [/color][color=#550000]s[/color][color=#660000]i[/color][color=#770000]e[/color][color=#880000]n[/color][color=#990000]t[/color][color=#AA0000]o[/color][color=#BB0000].[/color][color=#CC0000] [/color][color=#DD0000]-[/color][color=#FF0000] [/color]Susurró con voz aguda. [color=#FF0000]-[/color][color=#F20000] [/color][color=#E60000]N[/color][color=#DA0000]o[/color][color=#CE0000],[/color][color=#C20000] [/color][color=#B60000]n[/color][color=#AA0000]o[/color][color=#9D0000] [/color][color=#910000]l[/color][color=#850000]o[/color][color=#790000] [/color][color=#6D0000]s[/color][color=#610000]i[/color][color=#550000]e[/color][color=#480000]n[/color][color=#3C0000]t[/color][color=#300000]o[/color][color=#240000].[/color][color=#180000] [/color][color=#000000]-[/color] Añadió después, dejando que su sonrisa se estirase hasta llegar casi a sus oídos. [color=#000000]-[/color][color=#080000] [/color][color=#100000]T[/color][color=#180000]i[/color][color=#200000]e[/color][color=#290000]n[/color][color=#310000]e[/color][color=#390000]s[/color][color=#410000] [/color][color=#4A0000]u[/color][color=#520000]n[/color][color=#5A0000] [/color][color=#620000]c[/color][color=#6A0000]u[/color][color=#730000]l[/color][color=#7B0000]i[/color][color=#830000]t[/color][color=#8B0000]o[/color][color=#940000] [/color][color=#9C0000]a[/color][color=#A40000]p[/color][color=#AC0000]e[/color][color=#B40000]t[/color][color=#BD0000]e[/color][color=#C50000]c[/color][color=#CD0000]i[/color][color=#D50000]b[/color][color=#DE0000]l[/color][color=#E60000]e[/color][color=#EE0000],[/color][color=#FF0000] [/color][color=#FF0000]p[/color][color=#F40000]e[/color][color=#EA0000]r[/color][color=#E00000]o[/color][color=#D60000] [/color][color=#CC0000]h[/color][color=#C10000]a[/color][color=#B70000]s[/color][color=#AD0000] [/color][color=#A30000]v[/color][color=#990000]i[/color][color=#8E0000]s[/color][color=#840000]t[/color][color=#7A0000]o[/color][color=#700000] [/color][color=#660000]d[/color][color=#5B0000]e[/color][color=#510000]m[/color][color=#470000]a[/color][color=#3D0000]s[/color][color=#330000]i[/color][color=#280000]a[/color][color=#1E0000]d[/color][color=#140000]o[/color][color=#000000].[/color]

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26/04/2015, 03:11
Narrador

Aquella lluvia oscura continuaba cayendo, manchando vuestros cabellos y piel y colándose entre las grietas que había en el maltrecho suelo de la ciudad. La tormenta estaba empeorando con rapidez, y los rayos caían cada vez más cerca. Los ecos de cada trueno resonaban en lo que quedaba del lugar, haciéndose presentes en vuestros oídos.

Sin embargo, por encima de aquellos sonidos, la voz de Allegra seguía entonando aquella hipnótica canción mientras la chica mostraba una enorme sonrisa cargada de ilusión y los ojos brillantes. Mientras tanto, Morchain se movía a vuestro alrededor, bailando con movimientos imposibles y desplazándose a veces a una velocidad impensable para otro que no fuese él. Su danza resultaba atrayente, casi como una invitación de dejarlo todo y unirse a ella. Con cada paso era capaz de arrancar de vuestras mentes retazos de pensamientos, eliminando viejas rencillas, venganzas pendientes y ajustes de cuentas. Aún en el centro de todos vosotros, mientras tanto, Atanamir y Namárie seguían moviendo sus dedos con determinación y precisión. Los movimientos del primero habían dejado atrás la torpeza y ahora eran fluidos, actuando de manera gemela a como la otra Fata lo hacía. Fueron los hilos pendientes de sus dedos los que tiraron de vuestros labios, haciéndoos sonreír, y los que llevaron vuestros ojos hacia el cuerpo de Meia, que tirado en el suelo parecía estar descomponiéndose en miles de mariposas oscuras.

Aquel enorme reloj había sido lo único que había quedado en pie cuando la ciudad se había destruido. En su esfera seguían ardiendo sin consumirse aquellas veinticuatro llamas de colores. La Bruma había pasado horas mostrándoos una historia tras otra, y ahora se acercaban un día más las seis de la tarde. Sin embargo con aquellos cuatro titiriteros controlando vuestras mentes, vuestros cuerpos y vuestros corazones no había lugar para el odio. La mayor parte de sentimientos se habían disipado, dejando sitio sólo a una complacencia tranquila y segura. Era agradable dejar de tener el control sobre vuestros cuerpos. Después de todo, así vuestros errores ya jamás serían responsabilidad vuestra. Podíais mirar vuestra vida de ahora en adelante con calma, como si fuese una de esas películas humanas. Aquello era mucho mejor. Mucho más seguro y saludable.

Antes de que la ciudad terminase de descomponerse aquellos cuatro que aún conservaban sus facultades cruzaron una mirada, y luego dirigieron sus ojos hacia vosotros. No hizo falta que dijeran nada, pues sus mentes estaban por encima de las vuestras. Namárie se dirigiría al Palacio, dispuesta a convertirse en su líder y llevándose con ella a Míriel, Aina, Celebia, Nu-Taur-Dunath y Vanya. La media sonrisa de su rostro os hizo entender que aquellos que la acompañaban no encontrarían más que tortura y dolor por los pecados cometidos, pero incluso a los afectados esa idea no les parecía tan mala. Sólo la posible presencia del Rey, ahora que sabíais que estaba vivo, amainaría el rencor que la Fata sentía hacía aquellos que habían caído bajo su yugo. Serindë iría al Bosque, el lugar que le había dado la vida y la había abandonado después. Con ella irían Lassa, Elendë, Falmari, Leithian y Ohtar. Se ocuparía de que el Bosque hiciese respirar a Fäe de nuevo, de que volviera a encontrar su esplendor. Gracias a ella, los nativos del Bosque tendrían lo que siempre les había faltado: una dirección común con la que afrontar cualquier problema que pudiera surgir. Atanamir volvería a su único lugar, la Linde, junto a Elendire, Eirien, Loth, Gelion y Lúva. Una vez allí continuaría como siempre había vivido: escuchando a la Bruma. Utilizaría su control sobre los otros Fata únicamente cuando fuese necesario, dejándoles casi total libertad. Salvo a Loth. Loth volvería a aquella jaula en la que había sido encerrado tiempo atrás, con una aceptación de su destino impuesta por el lector de la Bruma. Y, por último, estaba Morchain. Aquel Fata que no hacía tanto había empezado a encontrarse a sí mismo danzaría hasta las Ruinas, haciendo que le siguieran en su baile Aidane, Randir, Essä, Rais y Tarma. Juntos harían que aquel lugar volviese a ser lo que era. Haría falta trabajo, sí, pero Morchain sería el primero en no descansar hasta hacer del sitio que había sido su hogar una nueva gran ciudad.

Pero antes de todo eso, antes de que los cuatro se separasen para llevar a Fäe a un estado de esplendor que antes no había conocido, había algo más importante: el Consejo. A lo largo de los días las palabras de Meia habían dejado bien claro que, con el Consejo en el poder, ya no había diferencia entre Palacio, Bosque, Linde o Ruinas. Ellos no comprendían que aquello era necesario, cegados como estaban en gobernar todo Fäe con mano de hierro. Ellos no dejarían que ninguno de vuestros titiriteros tomase el lugar destacado que le correspondía. Ellos eran el verdadero cáncer de Fäe. Ellos debían morir.

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26/04/2015, 15:03
Amazarac

Durante esos breves segundos que os llevó asumir vuestro nuevo destino Amazarac removió con el pie los cuerpos de aquellos cientos de mariposas, asegurándose de que realmente carecía de vida. Luego os miró con el pecho hinchado, orgulloso.

[color=#FF0000]-[/color][color=#EE0000] [/color][color=#DD0000]Y[/color][color=#CC0000]o[/color][color=#BB0000] [/color][color=#AA0000]m[/color][color=#990000]e[/color][color=#880000] [/color][color=#770000]p[/color][color=#660000]i[/color][color=#550000]r[/color][color=#440000]o[/color][color=#330000].[/color][color=#220000] [/color][color=#000000]-[/color] Dijo con voz aguda, como si aquello fuese una despedida que no le importase demasiado. [color=#000000]-[/color][color=#060000] [/color][color=#0D0000]S[/color][color=#140000]i[/color][color=#1B0000] [/color][color=#220000]q[/color][color=#290000]u[/color][color=#300000]e[/color][color=#370000]r[/color][color=#3E0000]é[/color][color=#440000]i[/color][color=#4B0000]s[/color][color=#520000] [/color][color=#590000]i[/color][color=#600000]r[/color][color=#670000] [/color][color=#6E0000]c[/color][color=#750000]o[/color][color=#7C0000]n[/color][color=#820000] [/color][color=#890000]E[/color][color=#900000]l[/color][color=#970000]l[/color][color=#9E0000]a[/color][color=#A50000],[/color][color=#AC0000] [/color][color=#B30000]s[/color][color=#BA0000]e[/color][color=#C00000]g[/color][color=#C70000]u[/color][color=#CE0000]i[/color][color=#D50000]d[/color][color=#DC0000]m[/color][color=#E30000]e[/color][color=#EA0000].[/color][color=#F10000] [/color][color=#FF0000]-[/color] Enunció. [color=#FF0000]-[/color][color=#F90000] [/color][color=#F30000]S[/color][color=#ED0000]i[/color][color=#E80000] [/color][color=#E20000]q[/color][color=#DC0000]u[/color][color=#D70000]e[/color][color=#D10000]r[/color][color=#CB0000]é[/color][color=#C60000]i[/color][color=#C00000]s[/color][color=#BA0000] [/color][color=#B50000]o[/color][color=#AF0000]t[/color][color=#A90000]r[/color][color=#A40000]a[/color][color=#9E0000] [/color][color=#980000]c[/color][color=#930000]o[/color][color=#8D0000]s[/color][color=#870000]a[/color][color=#820000],[/color][color=#7C0000] [/color][color=#760000]e[/color][color=#710000]s[/color][color=#6B0000]c[/color][color=#650000]o[/color][color=#600000]g[/color][color=#5A0000]e[/color][color=#540000]d[/color][color=#4F0000] [/color][color=#490000]o[/color][color=#430000]t[/color][color=#3E0000]r[/color][color=#380000]a[/color][color=#320000] [/color][color=#2D0000]g[/color][color=#270000]r[/color][color=#210000]i[/color][color=#1C0000]e[/color][color=#160000]t[/color][color=#100000]a[/color][color=#0B0000],[/color][color=#000000] [/color][color=#000000]a[/color][color=#0D0000] [/color][color=#1A0000]m[/color][color=#280000]í[/color][color=#350000] [/color][color=#430000]m[/color][color=#500000]e[/color][color=#5D0000] [/color][color=#6B0000]l[/color][color=#780000]a[/color][color=#860000] [/color][color=#930000]s[/color][color=#A10000]o[/color][color=#AE0000]p[/color][color=#BB0000]l[/color][color=#C90000]a[/color][color=#D60000].[/color][color=#E40000] [/color][color=#FF0000]-[/color] Aseguró antes de repasaros a todos con la mirada. Vuestros pies automáticamente empezaron a moverse en su dirección, llevándoos adonde él se dirigiera.

[color=#FF0000]-[/color][color=#F40000] [/color][color=#E90000]P[/color][color=#DF0000]e[/color][color=#D40000]r[/color][color=#C90000]o[/color][color=#BF0000] [/color][color=#B40000]q[/color][color=#AA0000]u[/color][color=#9F0000]é[/color][color=#940000] [/color][color=#8A0000]m[/color][color=#7F0000]o[/color][color=#740000]n[/color][color=#6A0000]o[/color][color=#5F0000]s[/color][color=#550000] [/color][color=#4A0000]s[/color][color=#3F0000]o[/color][color=#350000]i[/color][color=#2A0000]s[/color][color=#1F0000].[/color][color=#150000] [/color][color=#000000]-[/color] Añadió después, alargando su sonrisa al examinaros. [color=#000000]-[/color][color=#070000] [/color][color=#0E0000]E[/color][color=#150000]s[/color][color=#1C0000] [/color][color=#230000]c[/color][color=#2A0000]o[/color][color=#310000]m[/color][color=#380000]o[/color][color=#3F0000] [/color][color=#460000]l[/color][color=#4D0000]a[/color][color=#550000] [/color][color=#5C0000]d[/color][color=#630000]r[/color][color=#6A0000]o[/color][color=#710000]g[/color][color=#780000]a[/color][color=#7F0000] [/color][color=#860000]d[/color][color=#8D0000]e[/color][color=#940000] [/color][color=#9B0000]l[/color][color=#A20000]a[/color][color=#A90000] [/color][color=#B10000]v[/color][color=#B80000]i[/color][color=#BF0000]o[/color][color=#C60000]l[/color][color=#CD0000]a[/color][color=#D40000]c[/color][color=#DB0000]i[/color][color=#E20000]ó[/color][color=#E90000]n[/color][color=#F00000],[/color][color=#FF0000] [/color][color=#FF0000]p[/color][color=#EF0000]e[/color][color=#DF0000]r[/color][color=#CF0000]o[/color][color=#BF0000] [/color][color=#AF0000]s[/color][color=#9F0000]i[/color][color=#8F0000]n[/color][color=#7F0000] [/color][color=#6F0000]d[/color][color=#5F0000]r[/color][color=#4F0000]o[/color][color=#3F0000]g[/color][color=#2F0000]a[/color][color=#1F0000],[/color][color=#000000] [/color][color=#000000]s[/color][color=#070000]ó[/color][color=#0F0000]l[/color][color=#170000]o[/color][color=#1F0000] [/color][color=#270000]c[/color][color=#2F0000]o[/color][color=#370000]n[/color][color=#3F0000] [/color][color=#470000]l[/color][color=#4F0000]a[/color][color=#570000] [/color][color=#5F0000]p[/color][color=#670000]a[/color][color=#6F0000]r[/color][color=#770000]t[/color][color=#7F0000]e[/color][color=#870000] [/color][color=#8F0000]i[/color][color=#970000]n[/color][color=#9F0000]t[/color][color=#A70000]e[/color][color=#AF0000]r[/color][color=#B70000]e[/color][color=#BF0000]s[/color][color=#C70000]a[/color][color=#CF0000]n[/color][color=#D70000]t[/color][color=#DF0000]e[/color][color=#E70000].[/color][color=#EF0000] [/color][color=#FF0000]-[/color] Observó encantado, y luego se dirigió a aquellos cuatro que manejaban vuestros movimientos. [color=#FF0000]-[/color][color=#FC0000] [/color][color=#FA0000]T[/color][color=#F70000]e[/color][color=#F50000]n[/color][color=#F20000]é[/color][color=#F00000]i[/color][color=#ED0000]s[/color][color=#EB0000] [/color][color=#E80000]q[/color][color=#E60000]u[/color][color=#E40000]e[/color][color=#E10000] [/color][color=#DF0000]e[/color][color=#DC0000]n[/color][color=#DA0000]s[/color][color=#D70000]e[/color][color=#D50000]ñ[/color][color=#D20000]a[/color][color=#D00000]r[/color][color=#CD0000]m[/color][color=#CB0000]e[/color][color=#C90000] [/color][color=#C60000]a[/color][color=#C40000] [/color][color=#C10000]h[/color][color=#BF0000]a[/color][color=#BC0000]c[/color][color=#BA0000]e[/color][color=#B70000]r[/color][color=#B50000] [/color][color=#B20000]e[/color][color=#B00000]s[/color][color=#AE0000]o[/color][color=#AB0000].[/color][color=#A90000] [/color][color=#A60000]S[/color][color=#A40000]e[/color][color=#A10000] [/color][color=#9F0000]m[/color][color=#9C0000]e[/color][color=#9A0000] [/color][color=#980000]o[/color][color=#950000]c[/color][color=#930000]u[/color][color=#900000]r[/color][color=#8E0000]r[/color][color=#8B0000]e[/color][color=#890000] [/color][color=#860000]a[/color][color=#840000]l[/color][color=#810000]g[/color][color=#7F0000]u[/color][color=#7D0000]n[/color][color=#7A0000]a[/color][color=#780000] [/color][color=#750000]c[/color][color=#730000]o[/color][color=#700000]s[/color][color=#6E0000]i[/color][color=#6B0000]l[/color][color=#690000]l[/color][color=#660000]a[/color][color=#640000] [/color][color=#620000]e[/color][color=#5F0000]n[/color][color=#5D0000]t[/color][color=#5A0000]r[/color][color=#580000]e[/color][color=#550000]t[/color][color=#530000]e[/color][color=#500000]n[/color][color=#4E0000]i[/color][color=#4C0000]d[/color][color=#490000]a[/color][color=#470000] [/color][color=#440000]p[/color][color=#420000]a[/color][color=#3F0000]r[/color][color=#3D0000]a[/color][color=#3A0000] [/color][color=#380000]l[/color][color=#350000]a[/color][color=#330000] [/color][color=#310000]q[/color][color=#2E0000]u[/color][color=#2C0000]e[/color][color=#290000] [/color][color=#270000]p[/color][color=#240000]o[/color][color=#220000]d[/color][color=#1F0000]r[/color][color=#1D0000]í[/color][color=#1A0000]a[/color][color=#180000] [/color][color=#160000]u[/color][color=#130000]s[/color][color=#110000]a[/color][color=#0E0000]r[/color][color=#0C0000]l[/color][color=#090000]o[/color][color=#070000].[/color][color=#040000] [/color][color=#000000]-[/color] Les dijo, antes de darse la vuelta y comenzar a caminar en dirección a una de las grietas que más habían crecido en ese rato.

Sin embargo se detuvo antes de llegar, olfateando el aire. Con una enorme sonrisa se apartó algunos pasos de su trayectoria y sin que le supusiera ningún esfuerzo levantó varios cascotes, descubriendo la pierna de un cadáver. No se preocupó por apartar más escombros y tiró de ella, haciendo que aquel cuerpo sufriese cortes, golpes y rozaduras contra las piedras que lo presionaban. Y cuando lo hubo sacado del todo se lo cargó al hombro, satisfecho. De inmediato reconocisteis aquella melena pelirroja, y la erección casi constante en la que vivía el Fata no tardó en hacerse más potente.

[color=#000000]-[/color][color=#130000] [/color][color=#270000]A[/color][color=#3A0000]h[/color][color=#4E0000]o[/color][color=#620000]r[/color][color=#750000]a[/color][color=#890000] [/color][color=#9C0000]s[/color][color=#B00000]í[/color][color=#C40000].[/color][color=#D70000] [/color][color=#FF0000]-[/color] Enunció con cierto ansia. [color=#FF0000]-[/color][color=#E50000] [/color][color=#CC0000]V[/color][color=#B20000]a[/color][color=#990000]m[/color][color=#7F0000]o[/color][color=#660000]s[/color][color=#4C0000].[/color][color=#330000] [/color][color=#000000]-[/color] Afirmó, antes de darse la vuelta. Mientras caminaba, de su mano se desprendían algunas arañas que empezaban a recorrer el cuerpo inerte de Ivanna.

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26/04/2015, 15:26
Narrador

Caminando detrás de él y dejando la Bruma atrás, no tardasteis en sentiros con la misma expectación que varios días antes, cuando le seguíais en aquella estación de metro abandonada. Por vuestras mentes pasaron los recuerdos de toda la vida humana que habíais llevado antes de eso. A lo largo del tiempo que habíais pasado aquí cada vez habíais sido más conscientes de que nunca volveríais, pero esa era una realidad que ahora era más presente que nunca. Delante de vosotros, en aquella grieta, podíais distinguir los colores de Fäe. Sin embargo no era un lugar que pudierais reconocer. No era Palacio, no era Bosque, no era Linde ni tampoco Ruinas. Una palabra susurrada por la Bruma llegó a vuestras mentes con demoledora contundencia: aquello era lo Desconocido. Desde allí formaríais vuestra resistencia. Desde allí cargaríais contra el Consejo, seguros de que si teníais que retiraros no os seguirían. De ser necesario, la Bruma les daría caza. Ella era ahora vuestra aliada. Vuestra amiga.

Cargando editor
26/04/2015, 15:32
Ella

No hizo falta que llegaseis a cruzar para verla. Ella, la encapuchada que os había recibido en esta ciudad, estaba ahí, esperándoos. Una cálida sonrisa se dibujó en su rostro mientras os disponíais a pasar a su lado, y no dudó en extender la mano para ayudaros a hacerlo, uno a uno. En el mismo momento en que el último de vosotros traspasó aquella grieta, un potentísimo rayo cayó sobre la torre del reloj, provocando un enorme estruendo. Pudisteis oír cómo se rompía aquella esfera, partiéndose en más de mil pedazos y cómo estos caían al suelo. Sin embargo vuestra atención ya no estaba allí: aquello ya no importaba. Todos vuestros sentidos apuntaban hacia adelante, hacia aquella mujer que ahora sabíais que no lo era tanto.

[color=#000066]- Bienvenidos de vuelta. -[/color] Susurró de manera cercana, como la de un padre que recibe a un hijo. [color=#000066]- No esperaba que pudierais volver todos en paz, pero es lo mejor. Y ahora, extendamos esa paz a Fäe. Recuperemos lo que es nuestro.[/color]

 

FIN