Partida Rol por web

Me pregunto si las habilidades se activarían si nos intentaran asesinar, sin éxito... - dijo en voz baja, casi para sí misma. Volviendo al resto, como si de intervalos de lucidez se trataran, los mira y sonríe ante la amable sugerencia de Serindë y la aprobación de Morchain - Eso me gustaría, por ahora... Descifrar quienes son. Ya vimos el efecto que causa esa información. ¿Seguro que no quieres entrar al cuerpo del actor? 

Se lleva la mano a los labios, golpeándoselos suavemente con un dedo mientras piensa, midiendo que tan capaz sería de jugar como ellos esperaban lo hiciera en aquel momento.

Si, hermano, mejor esperar. - contestó suave. 

Sonreí divertida ante la broma de Morchain sobre el nombre del actor y después asentí con la cabeza. - Encerremos a los dos entonces y aprovechemos la información sobre sus nombres. Yassela los mantendrá entretenidos en su bosque por ahora. ¿No queréis entrar alguno de los dos en lugar de uno de ellos?

Al escuchar la revelación del actor sobre el puente, mis pupilas granates se abrieron primero como platos para ensombrecerse con un intenso tono púrpura después. 

- Míriel. - Dije en un susurro, masticando cada sílaba con rencor. - Míriel era un asesino de niños. Mató a los dos hijos de Lassa en el Palacio y Aina me acusó a mí de ello. Me torturaron para que confesara un crimen que no había cometido. Hasta que él mismo confesó haber sido él. Nunca recibió castigo por ello, ya que decía haberlo hecho por... justicia. - Repetí la palabra lentamente. - Justicia. Si hubiera justicia en ese Palacio, ese Fata hace mucho que estaría muerto. La pobre Lassa nunca obtuvo venganza por la muerte de sus cachorros. Y ella es una buena amiga mía.

Mis dedos se crisparon un instante mientras sentía mi pecho arder pidiendo venganza para los que tanto daño habían hecho. Aina y Míriel. Ambos caminaban a sus anchas dentro de esos dos cuerpos mundanos. Arrogantes. Seguros de tener el control en las manos. Necesité de toda mi fuerza de voluntad para calmarme y expulsar el aire de los pulmones despacio, muy lentamente. - Si él mismo ha dicho quién es en realidad, ya no necesitamos meterlo en nuestro reino para averiguarlo. ¿Queréis que atrapemos a otro en su lugar? ¿Tal vez a esa niña que no parece darse cuenta de que tiene dentro un Fata? O que pretende parecer una cría para provocar nuestra lástima... ¿O metemos igualmente a Míriel para tenerlo vigilado?

-Puede estar mintiendo...- Farfulló el fata. -Podríamos probar con el dibujante o el escritor. Tampoco me dan buena espina.- Se quedó un instante quieto, pensativo. -Pero definitivamente Misty me huele a podrido.- El fata se acurrucó en un rincón. Sus ojos amarillentos parecían perder cierto brillo y rezumaban con menos intensidad. -Temo que esos salvajes nos tomen a uno de nosotros esta noche. Morchain está asustado...Los mataría a todos.-

Al ver a Morchain acurrucarse en un rincón, no dudé en acercarme a él y pasar un brazo por encima de sus hombros. - No te preocupes. Nada va a pasarnos. - Aseguré, intentando transmitirle la seguridad que sentía yo tan sólo por el hecho de tenerlos a mi lado. - Estaremos preparados para protegernos entre los tres. Si nos mantenemos unidos no podrán hacernos nada durante la noche. 

Apoyé entonces un poco la cabeza contra la suya y sonreí. - Sí, esos dos podrían ser interesantes... Parecen querer pasar desapercibidos y mantenerse al margen. Aunque se mantienen bastante callados, puede que no saquemos mucho de ellos. Vale, la albina que entre seguro, pero el otro... ¿Y si metemos al tipo del pelo verde (Chris) o a ese que vomitó en las vías (Samuel)? El que vomitó parece haber cambiado mucho desde que recordamos. Tengo curiosidad por saber quién es.

Un sonido algo gutural y continuo salió del cuerpo de Morchain, no muy alto, pero inquietante a oidos extraños, cuando Serindë, apoyó su cabeza. A estas alturas, las fatas sabían que era como el ronroneo de un gato. Así se sentía la criatura junto a sus hermanas. -Es verdaaaad... Samuel es todo un actor. Un lobo con piel de cordero apostaría. Habrá tiempo para más, pero definitivamente... Samuel y Misty...síiiiiiiiiiiii.-

Míriel, Míriel, Míriel, Míriel, Míriel, Míriel, Míriel. - repitió vertiginosamente en su cabeza. - Lo recuerdo. Te recuerdo, Míriel. 

Escuchó con ira y frustración mientras Serindë les recordaba palabra por palabra un relato que les había contado alguna vez, uno que aunque ella misma no podría contar, la respuesta en forma de sentimiento se había grabado como una marca permanente en su piel, el deseo ardiente de un castigo por venir. 

Miró a Morchain al verlo claramente temeroso, algo fácil de leer para quienes se conocían tan bien. Y lo entendía. Poco a poco veía con más claridad el mal intrínseco en casi todos aquellos fatas externos al grupo, exceptuando por el hombre de las sombras que tanto llamaba su atención. Y por más que quiso prometerle a Morchain lo mismo que prometía Serindë, que todos estarían bien, no se sintió capaz de mentirle así. No sabía eso, no podía asegurarselo. Sin embargo, la aliviaba escuchar aquel ronroneo distorsionado. Aquella criatura era de una ternura inconmensurable, una bondad incomprensible para quienes basaban sus juicios en la mera visión.  

Samuel y Misty... suenan bien. Quiero más tiempo con Roger. 

Con la llegada de la noche fácilmente desplegasteis de nuevo vuestro poder, concentrándolo sobre aquella chica de pelo blanco, Misty, y el chico que continuamente parecía confundirse entre los demás.

El intento fue un éxito, y de inmediato pudisteis ver dos nuevos Fata en vuestro mundo: Loth y Elendë. Sin embargo sólo un instante después dos de ellos empezarían a desaparecer, consumiéndose en el aire. Algo les había pasado a Loth y a Elendire. Algo que les sacaba de vuestro mundo... De momento.

Mi pecho era un torbellino de emociones contradictorias. La alegría por la muerte de Míriel se veía enturbiada por la pérdida de dos de los encerrados en nuestro mundo. Cierto era que había perdido la ética y la moral convencional en algún punto de mi viaje por Fäe. Pero no menos cierto resultaba que no sentía placer por el derramamiento de sangre sin sentido. Aún así, el alivio porque mis compañeros no estuvieran tendidos en ese puente en un charco de sangre era notable. Tanto como el temor de que tal vez al día siguiente podría suceder.

- ¿Por qué? ¿Cómo han matado a tantos? - Musité, sintiendo sobre todo lástima por aquella muchacha tímida y temerosa. Tardé varios segundos en recomponerme, pero finalmente mi mirada se fue volviendo cada vez más decidida mientras me reafirmaba en nuestro objetivo. - ¿Veis? Por esto tenemos que encerrarlos a todos en nuestro reino. No es sólo por la venganza que algunos merecen. No queda bondad en Fäe. - Pronuncié entre dientes. - Pero cuando todos sean nuestros títeres, no habrá más derramamientos de sangre innecesarios. No habrá más Guerra ni más injusticia. Todos sujetos por nuestros hilos podrán encontrar la paz. 

- Hemos perdido a la pelirroja y a Samuel. - Me quejé, echando un vistazo a nuestro reino. - Aunque su muerte también nos sirve. - Añadí resignándome. Era un desperdicio de recursos encerrar a gente si luego los mataban, pero no era algo que pudiéramos evitar. 

Tras varios segundos, añadió algo más. - ¿Quién crees que es la del pelo morado, Morchain? Dice que es amiga tuya. Si quieres podríamos meterla en nuestro reino esta noche y lo averiguamos. 

-Brutal ha sido el ataque- murmuró el fata. -La guerra sigue para ellos. Y su manera de librarla es no dejando que regrese nadie más que ellos a Faë.- Asintió a sus propias palabras. -Pero una cosa es cierta. Aquellos que no la portan, no nos dejarían volver tampoco a nosotros.- Cuando Morchain, mostraba esas dosis de lucidez, podía resultar tétrico...sabio...neutral. Un ente alejado de juicios que se limitaba a describir y reflexionar sobre lo que veía. Sus brazos cruzados a la altura del pecho y su enorme estatura, le dotaban incluso de cierto porte autoritario. Cuando escuchó el comentario sobre la chica del pelo morado, su rostro se giró hacia Serindë. -No puedo conocer al fata que lleva dentro. No tengo amigos. Las únicas sois vosotras...-Apoyó el codo sobre el único brazo que cruzaba ahora su torso, mientras la mano frotaba su barbilla. -Si ella me conoce a mi, quizás fuese una de las que me expulsaron hacia las ruinas.- Miró de reojo a Namárie. -Yo ejecutaría a Andy Mcgregor...Tengo una corazonada.- Tras esto se dirigió al centro del sueño que los tres compartían. Eso significaba...¡oh, no!, que pensaba que era una gran idea y se sentía con ganas de celebrarlo. Así que se puso a bailar como en aquellas películas de Gene Kelly.

En cuanto Morchain empezó a hablar me di cuenta de que estaba a punto de entrar en uno de sus momentos lúcidos, en los que pequeñas hebras de sabiduría solían escapar de sus labios. Así que lo escuché atenta y no pude menos que asentir a sus palabras. 

- Siempre fuimos unos exiliados, ¿no? - Respondí, mientras lo veía empezar a bailar. Mi desazón iba desapareciendo con sus movimientos y una sonrisa empezó a brotar en mis labios, tímida y triste al principio, pero más fuerte después. 

- Andy McGregor... ¿Te refieres a cuando el reloj de las campanadas? ¿O a esta noche? - Pregunté mientras empezaba a seguir su baile con la cabeza. - Creo que tú deberías pensar en Anya cuando el reloj nos llame, es lo que necesitas para poder completarte... Aunque mucho me temo que después de las artimañas de Aina y Míriel, esa chica no va a durar demasiado.

Namárie se paseaba de un lado a otro, cual felino grande encerrado en una jaula demasiado pequeña. Recién ahora empezaba a sentir y comprender que las cosas que sucedían se salían de su control, y que no había nada que pudiese hacer para dominar la situación. Aunque el asesino de niños hubiese salido muerto en el proceso, aquel día había terminado en masacre. 

Títeres no serán libres. Títeres no serán ellos mismos. - respondió a Serindë. - Si no queda bondad en Fäe, no queda bondad en ninguno de nosotros y bien nos valdría morir. 

Dio un par de vueltas más, sin poder detenerse, nerviosa. No tenía autoridad ni poder de detener aquellos actos de pura maldad que sucedían día tras día sin explicación alguna. A la mención de las ruinas, los ojos de Namárie tomaron el mismo brillo malévolo que le había demostrado a Roger, pero sin fijarse en nadie. Pero cuando Serindë nombró el exilio, su rostro se inundo con una tremenda tristeza y angustia, como nunca antes hubiese visto la fata en ella. Espero a que terminaran de hablar y se animo a decir algo ella misma.

Este es un tipo distinto de exilio, Serindë. Morchain no siempre tuvo esa apariencia. Ni ese nombre, ni esa mente... - se detuvo de pronto en su caminar y en su discurso, dudando si seguir. Quedándose quieta por fin, continuó hablando. Morchain amaba a Serindë, no tendría razón para ocultárselo. - Nuestro Morchain alguna vez fue recto y justo como nadie en Fäe, de voluntad férrea y una visión y fe implacables. Y hubo quienes se sintieron amenazados, y tras innombrables actos lo dieron por muerto. Para cuando lo encontré... ya era tarde. Muy tarde. 

Sus ojos se posaron en los de su querido compañero.

Sí tenías a alguien más. Alguien que te trató con bondad cuando lo necesitaste, allí en las Ruinas. Su nombre era Aidane.

Durante un segundo las primeras palabras de Namárie calaron en mi pecho, haciéndome sentir que no había esperanza. Sin embargo, ese pequeño mar que habitaba en el lugar donde debía estar mi corazón se revolvió tumultuoso en una protesta que me daba fuerzas. Mientras los tres estuviéramos en pie, habría algo por lo que luchar. Sonreí ante ese pensamiento.

- No, Nami. No vamos a morir, vamos a devolver la paz a Fäe. Una más limpia de lo que hubo jamás allí. - Murmuré, mirándola con una pizca de ilusión en los ojos. 

Empezó entonces a hablar de nuevo y pude darme cuenta de que era algo importante, así que me senté en el suelo, recogiendo esas piernas que ahora recordaba que podían cubrirse de escamas cuando me sumergía y escuché. Abrí mis oídos y mi mente a la historia que mi compañera relataba para mí y escuché. Con la misma emoción de un niño al lado de la hoguera, con la misma ilusión de un soñador volando en el viento de Morfeo hasta Fäe. Y tras escuchar, miré a Morchain y sonreí. 

- Todos podemos encontrar amigos donde no lo esperábamos. Ella parece estar buscándote y quizá sería útil que pudiera ayudarnos. Valorémosla como opción para meterla esta noche en nuestro reino junto a ti. Propiciemos otro reencuentro feliz en nuestro mundo. Al fin y al cabo no es más que un sueño y la gente permanece más tranquila si es feliz, no hay motivos para que lo convirtamos en una pesadilla y quieran encontrarnos.

Sin embargo, había algo en la historia de Namárie que me hizo fruncir el ceño. - ¿Quiénes le hicieron eso a Morchain? - Pregunté. Era fácil ver en mi voz para qué quería saberlo. Si los encontrábamos, tendría que hacerse justicia.

Con lentitud, de manera gradual fue deteniendo su baile ante las palabras de Namárie. Su relato hizo que parase mientras sus brazos caían inertes, así como su cabeza, que miraba al suelo. La bofetada de realidad le caló hondo, con dolor. Los ojos de Morchain no podían derramar lágrimas. En su lugar la luz de sus ojos se apagaba hasta ser prácticamente una sombra amarillenta. -Es cierto Namárie.- Dijo sin levantar la vista carente de luz. -Mataron a una parte de Morchain. Dejaron las cenizas...- Se sentó lentamente en el suelo. -Aidane... síiiii...ella trató bien a Morchain. También Randir y Lúva...Morchain recuerda...- Alzó la vista y sus ojos volvieron a brillar. -Si dijese a Randir quien es mi carcasa quizás él le dijese la suya y podría juntarlo con Namáire...Anya es pasto de muerte. No llegaré a odiarla cuatro veces.- Se encogió de hombros. -Pero no me importa. Yo ya me siento completo con vosotras junto a Morchain.-

Sentí la tristeza de Morchain en mi pecho y bajé la mirada para fijarme en mis pies descalzos. Tras un par de segundos estiré la mano buscando la suya para apretarla suavemente en un gesto de apoyo. Nos habían hecho mucho daño. Desearía que no hubiera sido así, aunque eso nos había permitido encontrarlos. Pero al escuchar sus siguientes palabras, volví a levantar los ojos, buscando el brillo de los suyos. Lo último que dijo me sacó una sonrisa tierna. 

- Si pudieras conseguir ese nombre sería maravilloso, Morchain. Y si Anya muere demasiado pronto, ya encontraremos otra forma de completarte. - Dije, sacudiendo la cabeza. - Hagamos lo mejor que podamos con lo que tenemos. 

Hice una pequeña pausa antes de añadir algo más. - Si no consigues el nombre, podremos pensar en meteros a ti y a la joven que dice ser tu amiga. O a otros, ya lo veremos, aún es pronto y nos queda mucho tiempo para decidir. Y... Sé que ya os lo he dicho, pero si se os ocurre algo que añadir o quitar en nuestro escenario, sólo tenéis que decírmelo. Por ahora voy entreteniéndolos en el sueño de Yassela. Las mentes entretenidas no piensan demasiado. Aunque esa pelirroja ha tardado poco en hablar de nuestro reino, muchos parecen no hacerle caso o tal vez no creerla.

Aún sentado Morchain alzó la cabeza y escuchó a Seridë. Miró luego a Namárie. Hasta él sabía que su cabeza funcionaba de forma distinta una parte había estado escuchando, la otra...-Creo que ya sé como funciona el reloj.- Dijo sorpresivamente. Había escuchado todo pero el tiempo fluía de forma distinta para Morchain. Quizás por eso le había dado tiempo a pensar una eternidad en ese pequeño instante. -Cada hora representa a un fata... de eso no tengo duda. Cada color representa un bando, así que creo que aún falta un color por aparecer al menos. Permaneció sentado con la cabeza entre las rodillas.
 

Negué con la cabeza al escuchar a Morchain hablando sobre el reloj. - No. No funciona así. No tiene nada que ver con lo que piensan allí en el puente. Yo he estado dentro de ese reloj, cuando me completé, y sé lo que significan los números. También creo que sé lo que son los colores, no son los bandos. Es más sencillo y más complicado al mismo tiempo.

Suspiré y cerré los ojos un instante, recordando el momento en que vi el cadáver de Zaira al amanecer y me sentí transportada a otro lugar durante unos instantes. Recordé la elección que se presentó ante mí y traté de explicarlo con palabras. 

- Hay dos círculos, cada número tiene dos horas. Hay veinticuatro palabras, dos sobre cada número. Cuando uno se completa viaja a ese lugar y tiene que tomar una decisión. El reloj no es por los que mueren, es por los que nos hemos completado. Yo elegí el XIX y se iluminó el VII con una llama blanca. El número es lo que elegimos. Mi palabra fue Ilusionista. ¿Recordáis que os conté que gracias al reloj podría simular una muerte falsa? Ese fue mi regalo. El color... Creo que tan sólo indica si eliges un número de antes de las doce o de después. Tan sólo eso. Así de simple y de retorcido. Hasta ahora otros han elegido y si no me equivoco sus elecciones han sido... La luna, la fuente, el juez, el sustituto, la rosa, el mago y la estrella. Alguien ha debido escoger el XI y otro el XXIII, por eso en ese número hay dos llamas, una de cada color. Lo que no podemos saber es quién ha escogido cada cosa. Ni qué regalo les habrá dado el reloj a cada uno de ellos.  

Arrugué la nariz, con la sensación de haberme enrevesado mucho con la explicación. - ¿Se entiende? El reloj sólo indica el número que eligen los que se completan. No tiene nada que ver con los muertos ni con su bando. Pero no pienso explicarlo fuera o tendría que explicar que he estado allí y sabrían que he recibido ese regalo del reloj. Estoy segura de que muchos otros lo saben y se lo callan o se hacen los tontos.

Niega con la cabeza al escuchar a Serindë preguntar sobre los culpables de aquel atroz acto. Ojalá lo supiera. No tenía idea, y aquello era una de las cosas que jamás la dejarían vivir en paz. ¿Cómo podía llamarse a si misma una persona justa y que impone los castigos debidos si no era capaz de hacer lo mismo por sus amigos más cercanos? 

Era así como pasaba minutos enfrascada en si misma, peleándose con sus propios demonios, y luego volvía al presente para encontrarse con una conversación totalmente distinta. 

¿Reloj? Ah, si... el reloj. Lo que dices tiene sentido, Serindë. Y si has estado dentro, quien mejor que tú para confirmarlo. - respondió sin mucho entusiasmo - Entonces... ¿Toda esa gente ya se ha completado?

Asentí con la cabeza y luego me encogí de hombros. - Sí. Siete Fatas ya están completas. Una soy yo, las otras... Podría ser cualquiera de ellos. Y no podemos saber qué han recibido a cambio. Tan sólo las palabras que eligieron.

- Cada vez falta menos para las seis... Y tal vez deberíamos pensar un nombre por si el reloj nos reclama de nuevo. - Dije tras meditar unos instantes. - Pero no sé si deberíamos votar juntos de nuevo. Esta vez no corremos riesgos y realmente a mí me da un poco igual si cae uno u otro... ¿Qué creéis que deberíamos hacer? - Pregunté, mirando a Morchain. - ¿Quieres que pensemos todos en Andy? ¿O pensamos cada uno por nuestra cuenta? Tengo la sensación de que tal vez él podría ser quien oculta al cerillo, ¿crees que podría ser posible? Si no nos unimos, creo que yo votaré con Elendë, para terminar de ganarme su confianza. 

- Por otro lado... ¿Os habéis dado cuenta del gran poder que ha conseguido Aina con todo eso de hablar con los muertos? - Una sonrisa maliciosa surgió en mis labios. - ¿Habéis pensado en lo divertido que sería convertirla en nuestro títere y poner supuestas palabras de los muertos en su boca?