Elendire se deleitaba observando aquella ciudad sin nombre, distraída, con la mirada cargada de nostalgia y tristeza, cuando Loth apareció frente a ella.

Sus pupilas se posaron sobre él, llenas de amor y compasión, y haciendo un gesto despreciativo hacia la cadena que pendía de su muñeca, se acercó a su figura, despacio. Sus pasos avanzaban con evidente inseguridad, a pesar de que se sintiese la señora de aquel lugar. Su corazón palpitaba, desbocado, en el centro de su pecho, acelerando a medida que la distancia que los separaba se iba viendo reducida. 

Cuando lo tuvo a su alcance, alargó una de sus manos menudas, y acarició su mejilla, conmovida- No quería volver sin ti, pero alguien decidió que mi lugar estaba al otro lado del espejo- musitó, visiblemente emocionada- Sin embargo, no podía olvidarme de ti tras haberte encontrado de nuevo. No podía abandonarte al olvido y a la muerte. - continuó, con la garganta estrangulada y los labios temblorosos- He matado y he llenado mi corazón de odio para conseguirlo, pero cualquier precio era bajo con tal de permanecer junto a ti, Loth- confesó, asustada, sintiendo un escalofrío al pronunciar aquellas palabras- Y no sé qué nos depara el mañana, pero si estoy junto a ti, ya no me importa.

Agarró entonces la cadena que los unía, sosteniéndola entre los dedos- Olvida este artilugio. No eres mi prisionero. Eres mi mitad-aclaró, con vehemencia, antes de volver a soltarla- Olvida esta circunstancia y símplemente, tratemos de seguir adelante- dijo, abrazándose finalmente a él, apoyando la cabeza sobre su pecho, siendo capaz de sentirse al fin segura y querida- No debes decirle a nadie que he sido yo quien te ha traido de vuelta, amor mio-advirtió, con preocupación, incapaz de soltarse de él- Si lo haces, sabrán que mis manos están manchadas con la sangre de Tarma. Que su esencia ha sido robada, y que yo soy la culpable.

Una expresión de desconcierto asomó en el rostro del vagabundo cuando apareció en aquella subrealidad, y más aún cuando observó las extrañas cadenas que unían a la Fata que había amado durante siglos. Lo que debería de haber sido un encuentro glorioso, cargado de sentimiento, se tornó una incómoda situación. El Fata, en una postura que evidenciaba un conflicto de emociones, se mantuvo en silencio mientras Elendire explicaba lo que había tenido que hacer para llegar hasta donde estaba.

La incomodidad dio paso al miedo, y del miedo, al horror cuando escuchó las macabras acciones de su amada.

- No le diré a nadie que has sido tú quien me ha traído de vuelta - repitió, y sus manos se crisparon al comprobar qué poder tenía ahora sobre él - Pero dime... ¿has sido una de ellos desde siempre?

Y la siguiente pregunta salió lentamente de su garganta, notando su aspereza y afilado dolor.

- ¿Disfrutaste cuando él te poseyó?

- En un principio, no.-comenzó, respondiendo a su primera pregunta- Robé la esencia de nuestros hermanos, como siempre he hecho. Sin animosidad. Sin afiliación. Tan sólo, por placer, y por una necesidad que me supera y que no soy capaz de sobrellevar- admitió- Eso cambió cuando al volver y querer evitar que te utilizara, tomé la esencia de Tarma. Cuando bebí sus recuerdos hasta la última gota...-recordó, estremeciéndose- Alguien, había plantado una semilla de odio en su corazón. Y esa semilla, ahora se encuentra germinando en mí. Pero no puedo sino agradecer a quien haya hecho tal labor, el haberme dado, indirectamente, el coraje que necesitaba para enfrentar nuestro futuro.

La segunda pregunta llegó, como una daga afilada, haciendo que sus labios se encogiesen en una fina línea, guardando silencio hasta ser capaces de pronunciarse- Sí- admitió, con total honestidad- Lo disfruté. Mi cuerpo no puede negarlo. Y yo no puedo mentirte- miró al suelo. No sentía vergüenza por haber hecho aquello, pero se sentía incapaz de enfrentarse al dolor de su amado Loth- Pero sólo te amo a ti. 

Agachó la cabeza, destrozado. Aunque sabía lo que había sucedido, una parte de él, pequeña, minúscula, albergaba el deseo de que todo fuera un ardiz, una artimañan, algo que estaba obligada a hacer. Sin embargo, la respuesta llegó como un mazazo.

- Y por eso estoy aquí ahora... incapaz de negarme a tus deseos - dijo, más afirmando que preguntando - Ahora, ¿qué quieres de mí?

- No quiero imponerme a ti. Sólo quiero estar contigo- dijo, afligida- He hecho todo esto... Para que podamos estar juntos- lo miró, implorante- No quería hacerte sufrir. No sabía que eso te haría sufrir... - se mordió el labio inferior- Es sólo que... Me siento impelida a ello. Siempre ha sido así- explicó, sin saber muy bien cómo hacérselo entender- Pero eso para mí tan sólo supone un beneficio temporal. Una satisfacción que no trasciende a mi espíritu. Probar una esencia, degustarla... Es la manera en la que siento que es más fácil hacerlo- acercó sus manos de nuevo, queriendo acariciar su piel sin llegar a atreverse, temerosa de ser rechazada por él- Perdóname- le rogó, desesperada, con los ojos humedecidos- Acabo de perder a Atanamir, y yo misma he contribuido a su sentencia, sin saberlo.- las lágrimas, finalmente, rodaban por sus mejillas- No quiero perderte a ti también.

- Atanamir, el mismo que me encerró como una bestia por miedo a lo que había aprendido - dijo, descubriendo parte de un pasado que no sabía si Elendire recordaba - Perdona si no derramo lágrimas por mi carcelero. ¿También le amabas? No vi que derramaras lágrima alguna cuando regresaste sin mí. De hecho... tardaste en echarte en brazos de otro.

Luego la miró largamente, y bajó los brazos, agitando las cadenas.

- ¿Perdonarte? ¿Es tu segunda orden para mí?

Negó con el rostro, desolada- No... No es una orden. ¡No quiero imponerme a ti, maldita sea! ¿Cómo puedo hacértelo entender? Además, ¡me rechazaste! ¡Delante de todos los que estaban muertos! ¿Por qué te lamentas cuando otro tomó lo que tú no supiste apreciar? -se llevó las manos al cabello, sintiéndose triste y furiosa, confusa e impotente, manteniéndose en silencio mientras trataba de asimilar lo que acababa de decirle.

- ¿Atanamir te hizo eso?- preguntó, temerosa.

- ¿Recharzarte? - dijo, golpeando el muro a su lado. Loth no era un guerrero, ni un guardián. El temblor de su mano cuando la retiró reveló que se había hecho daño - ¿Por no querer restregarme contigo delante de los demás como si fuera un perro, te da derecho a echarte en brazos de cualquiera? ¿Es esa tu excusa?

Se dio la vuelta, haciendo tintinear las cadenas que le apresaban a aquella realidad.

- Él me encerró cuando regresé a la Linde desde la Bruma. Tenían miedo de que les dijera la verdad y les revelara que había algo más allá de su estrecho sendero - dijo, y se giró lentamente. Sus tentáculos se agitaron suavemente - Como un perro me metió en una celda de una patada y tiró la llave, y ni recuerdo cuánto tiempo pasó hasta que volví a poder caminar de nuevo. Y no salí gracias a él, precisamente.

Elendire se encogió sobre si misma, asustada ante la demostración de ira de la que Loth había hecho gala. Apretó los dientes, sintiendo ganas de llorar al sentir sus palabras clavársele como dardos después de que sus propios labios bramasen, irracionales, lo primero que se le había pasado por la cabeza.

- Yo...-acertó a decir, titubeante- No quería hacerte sufrir- se llevó las manos al rostro, intentando ocultar las lágrimas que se derramaban por sus mejillas- No sé cómo se hacen estas cosas. Nunca lo he comprendido. Lo único que comprendo es que te quiero- explicó, cabizbaja, abrazándosele con desesperación- No me dejes sola. Por favor. Después de todo... Esto es lo que he tenido que hacer ante la pasividad que otros demostraron a la hora de traerte de vuelta- añadió, refiriéndose claramente a Lúva- Ésta era la única solución. Y por eso lo he hecho. Si me dices que no ha valido la pena... Que ahora me odias... Nada tendrá sentido para mí- añadió, implorante- Perdóname. Perdóname y hablemos- se le abrazó, finalmente, temerosa de que la rechazara, volviendo a rogarle- Hay muchas cosas que debes contarme. Y el tiempo avanza en nuestra contra. 

El fata dejó caer los hombros, abatido, y miró a Elendire. En las rendijas que no eran sino sus ojos se apreció un leve brillo, y finalmente extendió su mano para acariciar el brazo de la joven. No era un perdón completo, sino un primer paso, algo que Elendire no sabría decir si era por voluntad propia o propiciado por el vínculo de esclavitud que ahora los unía.

- Dime, ¿qué necesitas de mí? ¿Cómo quieres que actúe de cara al resto?

- No necesitas actuar de ninguna manera en especial, Loth. No quiero que dejes de ser tú mismo- explicó, confusa, observándole detenidamente- Sólo preciso de ti que no le cuentes a nadie lo que he hecho.  Y que, si te es posible, convenzas a Lúva de que traer de vuelta a Tarma sería una mala idea.- añadió, posando una mano sobre su mejilla tentaculada, sonriendo tenuemente al notar el tacto rugoso y húmedo que le resultaba tan familiar- Puedes decir que por la seguridad de quien te trajo de vuelta, no puedes desvelar su nombre, o que fue el reloj el que te brindó una oportunidad. Lo que creas más conveniente. 

- A Lúva, por otra parte... Yo no la conozco, y no sé hasta qué punto confía en ti. Después de todo, alegó no haberte traído de vuelta porque no estaba segura de tu inocencia- dijo, con cierto resquemor- Pero lo que te pido es importante. Puede que vuelvas a morir si Tarma regresa.-explicó- Y aunque aún tengo la capacidad de traerte conmigo de vuelta entre las manos, tendría que morir primero para hacerlo. Y si no sucede, estaremos separados de nuevo. Quizá para siempre- admitió, estremeciéndose- Pero antes, debes contarme, ¿cuáles son tus afiliaciones en esta contienda, amor mio? ¿Cuáles son los dones que has traído contigo desde Fäe?

- El vínculo que tenía con Lúva se ha roto en el momento en que he regresado - dijo, sin rechazar la caricia de Elendire - así que no tengo una mejor forma de hablar con ella que la que tengo de hablar con los demás. Pero lo tendré en cuenta. ¿Tarma es Jane, no? ¿Por qué no quieres que regrese?

Luego ladeó la cabeza, extrañado.

- ¿Afiliaciones? ¿Me estás preguntando si soy uno de esos psícopatas que arranca la vida de los demás durante la noche? - abrió los brazos - ¿Cuándo he derramado yo la sangre de otro, ni siquiera cuando me han apaleado y tratado como un animal? No, no soy uno de los anarquistas.

Metió las manos en las mangas, dándole un aspecto distinguido y místico a la vez.

- Durante mis viajes aprendí a pasar desapercibido, de forma que pudiera aprender de los demás. Es un poder inocuo, no tan poderoso como los que has podido ver ahí fuera... o utilizar. Si yo quiero, puedo decidir que la gente me tenga menos en cuenta a la hora de elegir un culpable - dijo, y alzó un dedo - Además, hay alguien a quien aprecio lo suficiente como para sacar un lado oscuro que detesto si le llegara a suceder algo.

Alzó la mirada, clavando el brillo de sus ojos en Elendire.

- ... y antes de que sugieras nada semejante... no es amor ni pasión lo que me une a ella, sino un profundo respeto.

- Si Tarma volviera, recuperaría su esencia. Y con ello, la arrebataría de mis manos. Podrías morir tú. E incluso los dos. Y se vengaría de nosotros, atándonos con sus cadenas. Y ella no te ama.

- ¿Tienes un lado oscuro?- preguntó, sonrojada de pronto, admirando su porte- ¿Por quién guardas ese profundo respeto, Loth? -no parecía celosa, o molesta. Más bien, llena de curiosidad- Tú también puedes preguntarme lo que quieras. No quiero que seas sólo tú el que responda preguntas. Ésto no es un interrogatorio- aclaró, jugueteando con uno de sus tentáculos- Dime, a parte de conmigo, ¿eres capaz de hablar con alguien más, a solas? 

Asintió, comprendiendo lo que implicaría que Tarma regresara. Sin embargo, Elendire percibió la mirada que le dedicó su amado cuando dijo que la Fata escondida en el cuerpo de la niña no le amaba.

- Por Ëssa. Me enseñó a volar, a sobrevivir en el Bosque, y a confundirme con las hojas - explicó - Apenas hemos podido cruzar dos palabras desde que toda esta parodia empezó, y perdí el contacto con ella cuando te acompañé al otro lado. Ahora que me has traído de vuelta, vuelvo a tener ese vínculo con ella.

Sin esperar respuesta, decidió tomarle la palabra.

- Y dime, ¿qué poder trajiste de Fäe? ¿Qué poder obtuviste del reloj?

- Siempre he tenido mucha curiosidad- comenzó explicando- Y no sé si siempre ha sido así, o si alguien me enseñó, pero... Me resulta tremendamente atrayente y fácil acercarme a otros Fata, y con un roce, un beso, una caricia, o algo más... Poder beber de su mismísima esencia y sumirme en sus recuerdos, siendo capaz de aprender lo que son con todas las consecuencias.-se mordió el labio, mientras lo observaba intentando discernir su reacción- Cuando mi curiosidad y mis inclinaciones se entremezclan, alguien acaba sin vida, y yo descubro su historia y aprendo algo nuevo.- concluyó, suspirando hondo- Lo hice con Aidane la segunda noche que pasamos en este lugar. Y por eso acabamos muertos. Ella había decidido de antemano que, de morir, me llevaría consigo a su tumba. Irónico, ¿verdad?- rió, ligeramente amarga- Entonces me convertí en la aprendiz de Ohtar, tal y como lo había sido ella. Pero no pude intercambiar una sola palabra con él, y cuando volví, Niba ya había vuelto, arrebatándome su esencia de las manos- volvió a mirarlo, intentando mantenerse cerca de él para que sintiese la menor tirantez posible en las cadenas que pendían de sus brazos- Entonces, tomé la esencia de Tarma. Y lo demás... Ya lo sabes.

- Por otro lado, poseo una voz imposible de ignorar- admitió, con una sonrisa- Mi voz llegaba al otro lado, a la hora de cada sentencia, y mis intenciones eran tenidas en cuenta a la hora de equilibrar la balanza aunque la vida ya no me acompañase.

Suspiró una vez más- El reloj me enseñó que la Luna me ayudaría. Y que si pasaba una noche bajo su influjo, podría regresar al otro lado. Si permanecía una noche más junto a los difuntos, me fortalecería para regresar con todo mi potencial, permitiéndome arrebatar esencias una vez más. Y si esperaba una tercera noche... Podría escoger en cambio volver con alguien a mi lado. Y eso pretendía hacer. Hasta que la princesa Celebia me trajo de vuelta.- confesó, turbada, recordando su cabello níveo y sus facciones perfectas- ¿Tú qué aprendiste en ese instante en el que pudiste observar el otro lado del reloj, Loth?

- Entonces... ¿Ohtar es uno de los asesinos? ¿Me dirías quiénes son? - dijo, con duda en su voz - Nunca supe de una voz que nos influyera en las decisiones... al fin y al cabo, apenas si tuve tiempo de ver un segundo amanecer. Luego escuchó su explicación sobre el reloj, y asintió. Encajaba con lo que ya le había dicho, y comprendió que no Elendire no sólo había obtenido el poder que antes manejaba, sino que le había recuperado a él - El Reloj sólo fortaleció lo que ya podía hacer, pasar desapercibido. Ahora puedo elegir si otra persona muere antes que yo cuando esos salvajes decidan castigarme... si es que me votan.

Un dato le llamó la atención, y se acercó apenas un paso a Elendire.

- ¿La princesa está entre nosotros? ¿Quién es?

- No creo que te juzguen, no tan pronto- afirmó, segura.

- No sé si Ohtar es un asesino- aclaró- Y no sé aún quiénes son los anarquistas- confesó, frustrada- Yo sólo era su aprendiz, y aprendería de él en el momento en el que él muriese- acarició de nuevo su rostro- Te diré quién es la Princesa, pero, tampoco debes contárselo a nadie más. Le debo gratitud, y creo que ella está al margen de esta lucha.-aclaró, antes de contestar finalmente- Es Xia.

Asintió. 

- Mi intención es regresar a Fäe, Elendire - afirmó - y para ello necesitamos a la princesa. Aunque mi voluntad no estuviera vinculada a ti, no revelaría su identidad.

Luego regresó a la conversación inicial.

- Pensaba que los asesinos se reunían cada noche y ponían de acuerdo a quién darían muerte. Entonces, ¿ésta será tu primera noche?

- No me has entendido, Loth- negó con el rostro, sonriendo- No soy una asesina. Y en realidad... Ellos no hacen nada que sea más deplorable que lo que otros hacemos por sobrevivir, o que la hipocresía que corroe a tantos cuando suenan las seis campanadas del reloj. 

Tomó su mano, apoyándola contra su propia mejilla, ansiando que la acariciara- Símplemente, ahora me he dado cuenta de que hay quien no merece volver, y de que si queremos sobrevivir, la respuesta es ayudarles, a nuestra manera, antes de que las mentiras y la ira nos carcoman y se nos lleven. Pero yo no participo de sus cacerías. Yo sólo he arrebatado vidas de manera independiente, para aprender y llenarme de la esencia de alguien. Y no lo puedo hacer ilimitadamente, ni cada noche. Eso me agotaría.