Partida Rol por web

Hacía mil que no fumaba, pero en ese momento que ya no tenía ni origen ni destino necesitaba hacer algo de lo que se había despegado hacía mucho tiempo, necesitaba aferrarse al último resquicio de humanidad. Y así disfrazar los sentimientos que lo gobernaban.

Sacó uno de sus cigarrillos, doblado, húmedo, manchado y viejo (que nadie sabría decir cuantos años tenía). La rabia iba creciendo y lo consumía por dentro mientras Ella y Amazarac les contaban sus condiciones y les vetaban, o condicionaban, su regreso.

“Condiciones. ¡A mí!” Su mirada se hizo severa bajo las gafas oscuras.

Tras toda una vida de esperar y ahora que estaba tan cerca, ahora que casi había podido tocar con la yema de sus dedos el regreso, ahora, les condenaban a otra espera y quizás los someterían a un juicio y sentencia.

Aquello era un insulto, una ofensa. Nienor tuvo que recurrir a toda su firmeza y aplomo para no saltar y arrancar con dientes y uñas aquellas dos cabezas sin considerar su importancia. Solo lo frenaba la “llave”. La llave que no tenía para regresar a su hogar. A su reino, por derecho y conquista que estaba por venir. Era una ignominia y no poder responder en consecuencia le resultaba enormemente frustrante. Más que cualquier otra cosa vivida, más que vivir sin ver. No obstante, se recordó que nada se consigue de una acción precipitada o revelando una intención antes de tiempo.

El “emperador”, buscó entre los ingenuos y engreídos que se hacían llamar sus hermanos sin apenas merecer alcanzar llamarse sus súbitos. Analizó sus miradas, escrutó sus almas y encontró su luz. Diminuta, al final del túnel, pero como otros que había recorrido llegaría a su final, y se bañaría de su luz gobernando sobre su oscuridad. Como ya había hecho.

Era momento, de empezar en embaucarlos, dirigirlos, de hacer saber al rebaño quién era su pastor y su verdugo, pues él serviría sus carnes en el banquete del festejo de su victoria.

Abandonados a la voluntad caprichosa de sus hermanos por aquellos que los habían reclamado, los Fata, que acabaron de redescubrirse, vieron la noche teñir la ciudad, con un manto oscuro que reflejaba una tristeza tan honda como la ALGUNOS sentían en sus corazones.

No era el caso de Lyman, menos aún de Nienor. Ellos (dos cuerpos una sola personalidad y mente, a diferencia de lo que parecía entre algunos de ellos) sentían frustración e ira. Ciega y desmesurada. Por fortuna el Fata lo sabía ocultar y aprovechaba la máscara que Lyman le ofrecía. Si no fuera por la fragilidad de aquél cuerpo, Nienor se vería tentado, solo tentado, de quedarse con esa forma.

Durante la noche paseó por la ciudad sin necesidad de descanso. Demasiado había permanecido ocioso a la espera de un cambio, y ahora que lo tenía tan cercano, ahora que podría recuperar y ampliar su reino, Ella y la mierda de sus iguales, se lo negaban. ¿Con qué autoridad y permiso? De una sola calada extinguió aquél cigarrillo y lo tiró con furia al suelo, para aplastarlo bajo el pie, y reflexionó cuan agradable sería poder hacer otro tanto con “sus hermanos” con la misma facilidad.

Se alejó de donde se alojaban esos corderos que se creían alimañas. Obviamente habría guerra, solo hacía falta conocer su naturaleza y sería su ocasión, al menos para él, la oportunidad, de avanzar y deshacerse de alguna pulga de lo más molesta.

Pero Nienor sería un necio si los subestimaba sin prepararse y como primera norma a cualquier guerra que quieras trazar, él se dispuso a reconocer el terreno.  

Durante lo que pudieron ser horas, recorrió las calles y sus callejones, a pasos lentos al principio contando adoquines y entregándose a aquella deliciosa charla con Namárie, intentando hacer bailar sus sentimientos, aunque no era tonta, y sentía rabia al descubrir que recordaba más cosas que él. Era un juego arriesgado, pero podía ser muy provechoso y el riesgo, siempre había resultado placentero.

Luego, decidió que estaba cansado de andar como un vulgar humano como se portaban el resto, y decidió fundirse en las sombras. Aquella ciudad oscura y abandonada, era una pura delicia. Podía recorrer un extremo a otro en un suspiro, solo el maldito reloj, se levantaba como una frontera. El “emperador” lo odió incluso antes de que mostrase su luz marcando el siete.

La ciudad era enorme. Y sus largos desplazos lo alejaron de allí. La ciudad parecía infinita pero el hombre desafiaba su longitud encontrando sus límites. No obstante, nada podía frenarlo, Gale era tan perceptivo y capaz como la longitud de la sombra, y sin molestarse a tomar de nuevo forma humana, pudo escuchar, escrutar y husmear desde la intimidad de la sombra, sin perderse ningún detalle, asombrándose con lo que decían y llenándose de envidia con lo que podían hacer.

Cuando creyó un riesgo no mostrar más su presencia, tomó forma y se acercó desde un punto relativamente lejano. Sus pies sonaron enmudecidos contra los adoquines según redujo la distancia que los separaba.

Se mostraba sereno como siempre, con las manos hundidas en los bolsillos delanteros de su añeja sudadera, y con la cabeza hundida entre sus hombros. Y su voz apagada, con las orejas encendidas, escuchaba más que decía. Guardándose por el momento lo que pudiera saber.

Aprendiendo del enemigo, conocerlo era la segunda norma en toda guerra.

El día iba pasando, y delante de ti unos y otros iban tomando posiciones ante lo sucedido. Las acusaciones empezaban a volar, y resultaba divertido ver cómo la mayoría de ellas ni siquiera tenían fundamento. Eran casi como gallinas sin cabeza dando vueltas en círculos. Si bien era cierto que tú tampoco tenías la seguridad de saber qué estaría pasando, observabas aquello de una manera más distante - casi analítica - que muchos de los presentes.

Aún así, estaba cada vez más claro que la gente pronto acabaría por buscar sangre. Por defenderse. Acabar muerto era una posibilidad, después de todo. Pero esa era una molestia que tratarías de evitar.

La vuelta de Zaira demostraba una cosa: tras la muerte había algo más. O, al menos, los Fata que erais seguían manteniendo consciencia aún con la cabeza abierta. Era fácil preguntarse, entonces, qué pasaría si llevases tus sombras hacia un muerto en lugar de un vivo. Si le escrutases con tu mirada vigilante hasta dar con las respuestas que buscabas. Con la verdad.

Llegó la noche, y con ella tu momento. Con el tiempo habías aprendido que la oscuridad es una buena aliada. Las sombras se alargaban hasta cubrirlo todo, y eso te daba una visión y una fuerza difícil de igualar.

Era esa visión la que ahora reclamaba ser usada. Eran muchos los candidatos, y pocas las oportunidades.

Los ojos de Lyman no eran capaces de ver, pero aquello no era un impedimento. La visión de las sombras era todo lo que necesitaba. Y fue esa visión de sombras la que se posó sobre Ivanna, la pelirroja que había estado a punto de ser el blanco del linchamiento de ese día.

Lo primero que recibiste en tu mente fue una imagen de la Fata que habitaba en su interior: una joven hermosa y de cabellos rosados: Elendire. Su historia era conocida por muchos menos, curiosamente, por ella misma.

Habitante original del Palacio y hermana de Elendë, algo había sucedido que la había hecho no sólo huir de allí, sino también perder sus recuerdos. Cuando llegó a la Linde Atanamir la encontró observando la Bruma, emocionada con su belleza. Ella no tuvo ningún problema en hablar de cómo lo primero que recordaba era el Bosque, de cómo algo la perseguía allí. Había pasado entre sus árboles algunos días antes de llegar adonde vosotros os encontrabais.

Sin embargo, si algo caracterizaba a Elendire era una especie de crueldad inocente. Capaz de dañar a alguien con sólo tocarlo, de absorber sus recuerdos y aprender de él, la mayor parte de las veces ni siquiera terminaba de ser consciente del daño que hacía.

Un aluvión de imágenes de su vida llegaron a ti, mezclándose con tus recuerdos. Cómo ella había vivido como Fata y como humana, cómo había matado sin querer por amar demasiado fuerte... Y lo que podía hacer. Eso era lo que tú estabas buscando. Pero no hallaste sólo eso, no. De lo más profundo de su ser parecía manar un amor profundo e irracional, algo lleno de pureza y capaz incluso de matarla por esa misma unión. E incluso faltaba algo más. Algo que permanecía apartado en una esquina, como si sólo una parte de su mente estuviera centrada en ello. Elendire habitaba su mente en otro sitio que tú no compartías: el lugar que nunca fue.

Edito: ¡Oh! Incluso muerta me sirve gracias a mi segunda visión, ¿no? :DDDDDDDD

Te sirve para ver su rol, sí. Sólo compartiríais escena si ella fuese mala.

Mientras Nienor se enfrascaba con una pausada e íntima conversación con Namárie, lo que podía ser un riesgo pero que por ello mismo resultaba tan delicioso, Lyman pasó el día y el atardecer contemplando y escuchando aquellos títeres señalándose, culpándose y peleándose entre sí.

Otro placer que casi lo divertía con la misma fuerza aunque pocas cosas podían ser tan retadoras e inspiradoras como camelar para su causa la encarnación misma de la justicia. Incluso llegó a sentirse tentado de dejarla viva para obligarla a ser su concubina. Bajo esa idea, interiormente sonrió.

Pero no por ello olvidaba dos cosas, que Namárie después de todo era muy peligrosa, y que si bien podía y quería creer en el bien y la justicia, no era tonta.

Menospreciar a los enemigos, era un error que Nienor no estaba dispuesto a cometer. No era una norma de guerra sino algo de sentido común.

Las horas sonaron en el gran reloj, y Lyman, en su fachada parcial de ciego, se limitó a elegir uno de sus humanos que parecían haber tenido la desfachatez de poseer suerte en la vida. Y por ello, adorar más su naturaleza humana que la de Fata. Un vulgar insulto. ¿Cómo Falmari bajo la piel de Mathias había osado mantenerse ajena a lo que importaba? ¿A aquél destino? ¿Cómo podía subyugar todos sus intereses a un simple placer carnal sin importar su naturaleza y la expulsión que habían padecido de Fäe? Era un necio, o una necia que no merecía vivir.

Nienor no sabía quién había tras la piel de aquél imbécil, pero disfrutó cada golpe que entre todos ellos le asestaron, y contempló con admiración sentida, sed de sangre y deseos oscuros y lascivos súbitamente despertados como Lera lo despachaba de una forma tan poderosa. Clavándose sin ápice de misericordiosa su cuchillo causando aquellas profundas heridas que condujeron al cerdo a su ejecución. Con interés renovado, la vio en el puente, plantada, inamovible como un pilar desafiante al mar en tormenta que no cede terreno ni se desmorona. Decidida en su misión. “Oh, Peligrosa e imponente Namárie” Susurró Gale excitado con ella voz cascada por los años que como mortal le había tocado vivir.

No obstante, su mayor atención se la llevó otra Fata con máscara humana. Alguien quién no sabía si era malvada, una doble máscara o tan solo loca. Mientras recuperaba fuerzas fijó su absoluta atención en Yvanna, para descubrir en parte como decepción y parte con perversa alegría que se trataba de la última opción. “Una loca peligrosa, pero tan solo loca al fin”. Dijo en su mente con amargura. “Y además enamorada y hechizada” se burló.

Su búsqueda para encontrar su valiosa aliada Vanya, tendría que seguir. Por unos minutos, Nienor temió que no se encontrara entre ellos, que quizás no hubiese sido expulsada de Fäe o que no hubiese sobrevivido al exilio, hasta que aquél actorzuelo habló, y Vanya se reveló.

“¡Extasiante!” Se exclamó sin palabras con una sonrisa perversa que no llegó a dibujarse a su blanquecino e inexpresivo rostro.

Y a gusto, se habría reído.