Elendë

Elendë. Uno de los pocos Fata de Palacio a los que, tras algunos minutos de conversación, uno esperaría ver en cualquier lugar menos allí. Y no es porque ese no sea su sitio, no: es por lo mucho que ha cambiado con el tiempo.

Tanto Elendë como Elendire nacieron y crecieron entre las estancias, pasillos y jardines reales. Al Rey les unía algo más que un lejano parentesco: una fuerte amistad familiar, sana y duradera. Por eso los chicos siempre vivieron ajenos a todos los problemas de Fäe, preocupándose únicamente de cuándo sería la siguiente gran recepción o de en qué gastar su tiempo. Los soñadores que acudían a ellos eran vivaces, despiertos, y tanto el dinamismo de uno como la alegría de la otra les traían un rayo de luz y esperanza.

Desde siempre, Elendë había aspirado a convertirse en caballero. Todos sus pasos iban destinados hacia allí: puede que se hubiera contagiado de las historias de los soñadores, o que simplemente buscase de manera inconsciente la forma de compensar al Rey por tantos años a su lado sin pedir nada a cambio. Sin embargo todos esos sueños se verían truncados el mismo día de la desaparición de Elendire.

Nadie supo muy bien qué había pasado, y la mayor parte de Fata de Palacio la dieron por muerta. Fue el mismo día en que alguien asesinó salvajemente a los dos hijos de Lassa, que eran dos pequeños aparentemente sin capacidad de hacer mal a nadie. Fue por eso que tantos pensaron que la hermana de Elendë había corrido el mismo destino.

Él no tardó ni dos días en ponerse en camino. Puede que Fäe fuera grande, sí. Y puede que la estuvieran escondiendo. Pero estuviera donde estuviera, la encontraría. Tenía todo el tiempo del mundo y la fortaleza suficiente como para llegar adonde hiciera falta. Con aquello tenía que bastar.

Recorrió gran parte del Bosque, de dentro afuera y de fuera adentro. Volvió a buscar en Palacio. Llegó a la Linde. Preguntó a cada Fata que encontró, y a algunos llegó a amenazarlos con una hoja hecha de su propia consciencia para asegurarse de que no le engañasen. Y, sin embargo, no llegó a encontrar nada. Parecía que el cuerpo de Elendire se hubiera descompuesto ya, convirtiendo su fina piel en hojas mecidas por el viento. Y ni siquiera entonces él perdió la esperanza.

Fue una Fata del Bosque quien le puso sobre una nueva pista. Tras semanas de cabalgar sin descanso, de surcar el cielo con el poder de su mente y de volver a pisar el suelo, Elendë se encontraba exhausto. Y fue ese el momento en que un extraño ser hecho de lodo le atacó de improviso. Sin embargo alguien se interpuso en su camino, salvando su vida. Se trataba de Falmari, una sirena de voz suave y porte atractivo. Y si no hubiera tenido tanto entre manos, probablemente Elendë la hubiera poseído allí mismo, sin estar seguro ni siquiera de por qué. Agradecimiento, quizás. En cualquier caso fue ella quien le puso en dirección a las Ruinas, segura de que no conocía el lugar. Quizá allí estuviera su hermana. Quizá allí había estado todo ese tiempo.

Volviendo la vista atrás, al momento en la estación de metro, se te hace complicado pensar que te has equivocado. Es difícil calcular cuánto tiempo ha pasado exactamente desde ese momento, pero aún así cada vez sientes a esos que te rodean más cerca, como si compartierais algo más. Como si fueran parte de algo que no puedes recordar. Hay algo más: una sensación latiendo en tu interior. Algo que te dice que para ser tú de manera completa tendrás que escoger a uno de ellos como foco. Puede que aún no sepas cómo o para qué, pero hay una cosa certera: esa elección es importante.

Escojo a Anastasia. Es la única que me ha hablado directamente a mí (que no haya sido para que no le de el cuchillo). Además, parece llevar bien mi curiosa personalidad y parece sensata.

Ahora que tu alma volvía a ser consciente de quien eras realmente, ahora que empezabas a intuir de lo que eras capaz... Las cosas volvían a estar más o menos claras para ti.

Sin embargo aun faltaba algo. Sabías que no estabas completo. Tu poder, tu capacidad para lograr tus objetivos... Aún podía crecer un poco más. Sólo tenías que terminar de encontrarte a ti mismo. Pero ¿cómo? La respuesta no estaba sólo en ti. Estaba en tu pasado. Estaba en tu presente. Escuchabas a los que te acompañaban, consciente de que allí, entre ellos, se encontraban algunos de los Fata que conociste en otro tiempo. ¿Podría estar en ellos ese catalizador que te diese lo que te faltaba?

Con un poco de suerte Elendire se encontraría también allí. Era tu oportunidad de habla con ella, de encontrarla. O Falmari, que te había dado respuestas cuando más las necesitabas. Y luego estaba esa chica, Anastasia Bubois. ¿Quién era en realidad? ¿Tendría él las respuestas que buscabas?

La noche se acercaba, y podías sentir en el ambiente algo que casi habías olvidado. La tensión, la cercanía de la muerte. La oscuridad estaba a punto de llegar, y con ella tu oportunidad de proteger a aquellos que estaban en peligro.

Misty Holes sentía una empatía inexplicable por aquella joven que tan amable se había mostrado con ella. No sabía porqué, pero sabía que si la ayudaba, no lo lamentaría. Así pues, decidió enfocar su conciencia hacia ella, protegiéndola aquella oscura noche en la que todo empezaba.

Una pequeña guerra había estallado y, aunque a Misty no le gustase el conflicto, no pensaba dejarse pisar. No otra vez. Esta vez estaría preparada para enfrentar a las oscuras hadas que querían acabar con todo lo que ella acababa de descubrir.

La noche llegó, y con ella el sabor a violencia se hizo más intenso. Podías notarlo en todas partes, allá donde mirases: sobre ese puente, en el río, en el adoquinado de la ciudad... Sin embargo sabías que al menos había alguien que estaría a salvo: Anastasia.

Dejaste ir tu consciencia, esperando que tu mente fuera suficientemente fuerte para crear algo que parase cualquier tipo de ataque.

Y, por suerte, no tuviste que poner esa resistencia a prueba. El amanecer llegó, y aunque el sabor a muerte ahora era una realidad y no sólo una sensación, Anastasia estaba a salvo.

El día iba pasando, y delante de ti unos y otros iban tomando posiciones ante lo sucedido. Todos ellos podrían pensar que te encontrabas ausente. Incluso loca. Pero lo cierto era que no sabían nada todo lo que había dentro de ti: un mundo entero de colores que ofrecer a quien se esforzase en conocerte un poco. Nada sabían de ti, o de tu historia. Y había una Fata a la que, por encima de los demás, te gustaría contárselo todo: Elendire. La idea de encontrarla allí era al mismo tiempo algo malo y bueno. Sería más sencillo que seguir recorriendo Fäe. Sin embargo, eso significaba que se encontraba en peligro...

Debías dar con ella pronto. Asegurarte de si estaba con vosotros, y de que salía de allí con vida. De que podíais volver a ser hermanos, ya fuera en Fäe o en cualquier otro lugar.

La noche se acercaba, lenta e inexorable, y con ella el peligro empezaba a acechar. Sabías que la oscuridad ocultaba a los asesinos que se habían cobrado la vida de aquella chica esa mañana. Quién sabía cuál sería su siguiente víctima.

Y mientras tanto, tú la aprovecharías para causas mucho más nobles. Tratar de salvar vidas, por ejemplo. O encontrar a tu hermana.

Es hora de hacerlo. Elendë se encontraba focalizado en su misión. Pese a todo lo que había vivido desde que partiera en busca de su hermana, aún no había desistido. Nunca lo haría. estaban destinados a estar juntos, a encontrarse. Tenía que ser ahí. Tal vez, tras una de aquellas máscaras se encontrase Ellendire, solo tenía que ver a través de ella.

Thomas, ese chico sabía algo de Falmari. Su mente volvió a los momentos que compartió con aquella sirena y el corazón se le encogió. No se creía del todo aquellas acusaciones, desconfiaba de todos ellos. Tal vez todo aquello no era más que un plan para ganarse la confianza de los demás, desacreditar al caído e imponer su volunrad. Iba a tener que andarme con los ojos bien abiertos.  Ella sabía algo de Ellendire, tal ve porque la vio. Tal ve incluso habló con ella. Tengo que averiguarlo. Thomas... ¿Está Ellendire tras la máscara?

La voz de Alana atrajo la atención de Elendë. Pudiera ser... ¿porqué no? Elendire podría haber conocido a Falmari en el bosque una sola vez y después pudieron separarse. Tenía sentido. 

dado que no estoy seguro de la inocencia de nadie que me rodea y no puedo volver a proteger a Anastasia, creo que lo mejor será protegerme yo mismo. No creo que vengan a por mí, no he mostrado nada que me haga buena víctima, pero nunca se sabe. Es mejor prevenir que curar.

Una noche más te fuiste a descansar, consciente de que el peligro acechaba en la noche. Sin embargo algo en ti te hacía estar tranquila: sabías que, de una forma o de otra, estarías segura. Satisfecha, trataste de extender esa sensación hacia otros de los Fata presentes. No sabías quién estaría detrás de cada carcasa humana, pero aún así había tres en concreto en los que enfocarías ese creativo subconsciente: Alana, Allegra y Anya. Fue la primera la que más captó tu atención... ¿Sería ella Elendire? Era fácil soñar que así fuera, pero había demasiadas cosas que no terminaban de encajar... Puede que te hubieras equivocado, después de todo.

Fue un alivio levantarte y ver que no había atacado a ninguna de ellas. Sin embargo la colección de cadáveres era tal que se hacía difícil mantenerse serena. Sólo había un lugar donde habías visto algo así antes: en el núcleo más crudo de la Guerra.

La noche se acercaba, y con ella los peligros que entrañaba. Al parecer la noche anterior había muerto tu hermana, ¿qué sucedería en esta? ¿Serías capaz de contactar con ella, aún atravesando la barrera de la muerte?

Elendire.... ha llegado la hora. Elende tenía el coraón en un puño. Confiaba es Serinde y, si ella decía que Ivanna era Elendire, intentaría buscarla en aquel cuerpo que Misty había contemplado con detenimiento aquella mañana. tanto tiempo y ni siquiera sé lo que decirte. Solo espero que, estés donde estés, te encuentres bien.

Con el corazón en un puño, Elende enfocó su atención hacia Ivanna, intentando ver más allá y encontrar lo que tanto anhelaba. Lo que tanto había buscado y tan esquivo le había sido. Su heramana.

Una vez más la noche fue cerrándose, y sabías que con ella la oportunidad de los asesinos volvía a ser un peligro presente. Ellos habían acabado con varios de vosotros hasta el momento, y no parecían tener intención de detenerse.

Había gente de la que habías cuidado el día anterior. Gente a la que habías enviado tus mejores deseos. Ahora era momento de dedicarte a otros. De modo que al irte a descansar tus últimos pensamientos fueron para Anastasia, la chica de pelo morado, Zaira y Paul. Dos de ellos habían muerto ya. Sólo podías esperar que no lo volvieran a hacer.

Ya estabas conciliando el sueño cuando sentiste un golpe fuerte y perforante. No a ti misma, sino a una parte de ti que estaba lejos, en otro cuerpo: Anastasia estaba siendo atacada. Tuviste que concentrarte para que tus buenos deseos, esa energía que le habías enviado deseando que estuviera bien, no se debilitara: recibirías por ella cada golpe si fuera necesario, pero no podían llevársela.

Insistieron. Con cada golpe podías sentir cómo le hacían daño y cómo te lo hacían a ti. Sin embargo, tras un buen rato todo se detuvo: ella estaba bien. O, al menos, viva. Gracias a ti.