El atardecer había venido y pasado, dejándoos desamparados ante la noche. Hacía menos de veinticuatro horas habías salvado la vida de Anastasia. Pero eso no sería suficiente: sabías que aquellos que os acechaban por las noches volverían a actuar. ¿A quién cuidarías esta vez? ¿Sobre quién extenderías tu capacidad de protección?

El Muñeco de Paja

Llevabais ya tres días en ese lugar. Tres días, y cada uno parecía más peligroso que el anterior. Cuando no había una enorme cantidad de muertos, el atardecer era totalmente brutal. Y cuando no se trataba de eso, era el desconcierto generalizado.

Era difícil creer a estas alturas en el diálogo. En solucionar las cosas simplemente hablando. Había algunos entre vosotros que estaban decididos a acabar con vuestras vidas de una manera u otra, y utilizaban la noche como el escondite perfecto.

Habías logrado salvar a Anastasia: eso era bueno. Podían ir a por cualquiera: eso era malo.

Por suerte tu poder - como el de otros - parecía cada vez mayor. Con un poco de suerte podrías llevarlo un poco más allá. Hasta ahora siempre habías creado cosas nuevas, cosas que sólo existían en tu mente, pero... ¿Y si intentases copiar a alguien? ¿Sería lo suficientemente convincente para que los otros se confundieran?

Recibido. :)

Cuando la noche cayó era inevitable sentir un poco del frío que calaba la ciudad entera. Por suerte tú no tenías ese tipo de problemas durante mucho tiempo, pues tu propio subconsciente te traía mantas y edredones de colores para cubrirte conforme la noche avanzaba.

Tus últimos pensamientos a la hora de dormir fueron para aquel inglés, Seth, y para ti misma, decidiéndote por utilizar ese regalo que el reloj te había dado. Eso te haría estar seguro y poder centrarte en los que de verdad importaban. Como tu hermana, cuando volviera.

Y tras aquel crudo enfrentamiento, una vez más, la noche se impuso al día. Con ella vendría la oscuridad, el peligro y la muerte. Salvo que tú pudieras hacer otra vez algo por evitarlo, claro.

Protejo a: Misty, Allegra, Zaira, Anastasia.

La caída de una nueva noche te dejaba otra vez a oscuras. A oscuras, y consciente del peligro que todos corríais. La gente del Consejo - ¿Qué Consejo era ese? - había venido y se había marchado, dejándoos otra vez a solas.

Una vez más cerraste los ojos, extendiendo casi sin querer tu subconsciente a proteger a aquellos que te preocupaban... Allegra, Anastasia, Zaira, y tú misma. Y era difícil saber por qué, pero había algo en el ambiente que hacia que te preocupases más por la tercera de ellas.

No te equivocaste. Una vez más sentiste el golpe casi como si fuera en ti misma: alguien estaba intentando matarla. Luego vino otro golpe, y luego otro... Y debiste hacer uso de toda tu concentración para mantener tu red de seguridad sobre ella. Cuando todo acabó, respiraste tranquila, segura de que llegaría al amanecer...

Quizá por eso los huesos se te helaron al ver aquella imagen al levantaros. Estabas segura de que ella estaría bien. Tenía que estarlo. Y sin embargo su cabeza se encontraba separada de su cuerpo de una forma tan clara, tan limpia, que casi daba ganas de vomitar.

Otro nuevo atardecer, y con él otra batalla seguida del aroma de la muerte. Esta vez no habías intervenido, y podías sentir conforme el ambiente se oscurecía cómo el aroma de la oscuridad impregnaba el ambiente. Llegaba la noche. Y, con ella, llegaba el peligro. Dos veces habías logrado proteger a quienes los asesinos atacarían, pero sólo una habías llegado a salvar a alguien realmente. ¿Qué pasaría en esta ocasión? ¿Lograrías anticiparte a ellos o, por el contrario, encontraríais más muerte al despertar?

La noche llegó, y una vez más su oscuridad terminó por cubriros.

Desde el final de combate habías permanecido apartada, ausente, aunque pocos comprenderían por qué. Y cuando quisiste darte cuenta ya todos se habían marchado, algunos  en pequeños grupos, otros en total soledad. Había pasado tu momento, y ahora que te dabas cuenta ya era demasiado tarde. El miedo a que le pasase algo a aquellos que te habían mostrado aprecio o a tu hermana era fuerte, pero sabías que ya no podías hacer nada: sólo cruzar los dedos y esperar al amanecer.

Otra vez la noche llegó, y con este atardecer una nueva muerte pesaba sobre tus hombros. Sin embargo el recuerdo de Ivanna en ese estado la hacía más ligera, como si fuera un peso necesario y que llevarías con gusto. Ahora llegaba la oscuridad, y de nuevo os darían caza. De nuevo podías concentrarte en proteger a alguien - o a ti misma -. La noche anterior habías descansado. ¿Qué harías en esta ocasión?

Protejo a Ivanna, Kammy y Allegra.

uso el poder de buscador con Ivanna.

Una vez más la oscuridad cayó, pero esta era de alguna manera distinta. Podías sentirlo en el ambiente. No era sólo el cambio en la ciudad, sino que había algo germinando en ti, algo... Diferente.

En cualquier caso cuando la noche se cerró y dejasteis de ver más allá de vosotros mismos no tardaste en recogerte. Tu hermana había vuelto, y eso era bueno. Durante un rato dejaste tu mente volar, pensando en ella, en Kammy y en Allegra. Ojalá no les pasase nada malo. Sin embargo fuiste consciente de que esta vez la fuerza de tus deseos no era suficiente. Y es que había otra cosa que ocupaba tu mente, aunque era difícil saber qué.

Sólo al amanecer te diste cuenta. Fue al ver el cuerpo de Chris muerto sobre el pavimento. Aquel chico era particular, sí, pero no había hecho daño a nadie. No más que otros, al menos. También tu hermana y Kammy estaban muertas... Aquello tenía que acabar. No habían dejado que Elendire viviese ni un solo día completo.

Tomarías cartas en el asunto. La habías buscado durante demasiado tiempo. No volverías a Fäe si no era con ella y, aún más, no permitirías que sus asesinos salieran impunes aunque tuvieras que mancharte las manos para ello. Las cosas no iban a acabar así.

La noche llegó tras el atardecer y, por primera vez, no sentías la necesidad de proteger a nadie. Ellos te la habían quitado. Con cada ataque, con cada mentira, se había hecho más evidente que sólo cortando el asunto de raíz conseguiríais algo bueno. Y lo de Chris había sido la gota que había colmado el vaso.

Ahora sólo quedaba seguir adelante. Escoger un objetivo y tratar de darles a esos salvajes lo que llevaban días buscándose.

Misty quería vengarlos a todos, quería que todo aquel sufrimiento no fuese en vano y ahora podía conseguirlo. Pensó alguien que pudiera haber matado a Chris con toda la información con la que disponía. Descartó a varios porque sabía lo que podían hacer, o creía saberlo.

Tras descartar a la mayoría, se quedó con unas pocas posibilidades: Adam, Anastasia, Andy, Shawn y Allegra. Creía que entre ellos se escondía el asesino y empezaría con la que más probabilidades tenía de hacerlo. Una de esas personas podía haber copiado el poder de uno de los asesinos y podía haber ido a por Chris. Esperaba no equivocarse.

Con la llegada de la noche no tardaste en levantarte. Tú no habías querido llegar a esta situación. Ni a esta solución. Pero lo que pasaba noche tras noche era deleznable. Y si muerte querían daros, muerte iban a encontrar.

Ligeramente dubitativa no tardaste en dar con Niba. Se la veía tan tranquila, tan en paz... Por un momento dudaste de que aquello que ibas a hacer fuera lo correcto, pero tu hermana te había dicho que volvería pronto, y no podías arriesgarte a que repitieran lo que le habían hecho.

Tenías que ser rápida. Y si era sin que ella sufriera, mejor. Por un momento te planteaste qué pasaría si una guillotina le cortase la cabeza. Pero sería demasiado claro que había sido cosa tuya. Además, ver aquello sería totalmente desagradable. Te encontrabas valorando qué hacer cuando, de la nada, de varios metros por encima de la chica, cayó un enorme bloque de piedra que aplastó su cabeza, librándote de aquel problema.

- Gracias. - Murmuraste con una sonrisa, antes de alejarte de la zona por si alguien te veía.

Y con la llegada del amanecer te sentiste diferente, como si te hubieras quitado un peso de encima. Lo que habías hecho la noche anterior era reprobable. Mucho. Y viéndolo ahora... Sin duda, no había estado bien. Te sentías mejor cuando pasabas las noches pensando en los que te importaban. En ser lo que ellos necesitaban. En asegurarte de que estaban bien. En protegerlos.