Partida Rol por web

[HLdCN] La puerta de Fäe

Noche 0: Lo que la Realidad esconde

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24/01/2015, 23:31
Narrador

 

Noche 0: Lo que la Realidad esconde

 

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24/01/2015, 23:33
Narrador

 

 

Enero de 2014. Nueva York.

La ciudad que nunca duerme tiene sus propios latidos. Su pulso es en ocasiones urgente y en ocasiones tranquilo, como si el ritmo de sus habitantes se acompasase para generar una cadencia grupal, una armonía desconocida por todos y de la que cada uno forma parte.

En algún lugar alguien dispara un arma, liberando sus hombros y su alma del peso que supone seguir vivo. Al mismo tiempo, veinte manzanas más allá, un hombre se deja caer en los brazos del dulce y suave orgasmo que le trae el caballo galopando a través de sus venas, empapando su cerebro como si fuera una esponja demasiado usada. En las casas televisores encendidos, y en la calle autobuses y coches. Más de veinte millones de personas han de vivir cada momento de sus vidas como si fuese uno más, olvidando que podría ser el último.

Es media tarde. La nieve cae en gruesos copos en todo Manhattan, y el frío hiela las manos y el aliento. Sin embargo nada se detiene. Todo debe seguir su curso para que ese gran pulso pueda continuar latiendo. Partos, atropellos, gente ganando concursos de lotería. Más vidas de las que uno podría contar, separándose y reuniéndose constantemente. Distintas en todo. Diferentes en nada.

Muchos de ellos han nacido aquí. Otros han llegado buscando trabajo, compañía, o un lugar donde ver pasar los días. Otros vinieron huyendo, pero ni siquiera recuerdan exactamente de qué. Sin embargo, vosotros... Lo vuestro es diferente. La Llamada es fuerte, intensa. Parece reconocer este lugar como su origen y destino, y eso provoca en vuestros pulmones una sensación de urgencia. Puede que las respuestas estén cerca. O quizá hayáis caído en la más laberíntica de las locuras.

Bajo vuestros pies la nieve se acumula, indolente y perezosa. A vuestro alrededor la gente continúa su rutina, como si esta no pudiera variar ni aunque un incendio quemase sus ojos y sus cuerpos. La ciudad de los rascacielos, la llaman, como si ese nombre pudiera apartar la putrefacción que esconde bajo el asfalto.

Notas de juego

Destinatarios actuales:

 Adam Hart  Alana McRae  Allegra Blue  Anastasia Bubois   Andy McGregor  Anya Bennet  Aubin Beaumont  Chris Loriod  Ivanna  Jane Wild  Kammy Phillips  Lera Madison  Lyman F. Gale   Mathias Prats  Misty Holes  Mr. Ink - Hundo Freneza  Niba Laymon  Paul Adams  Roger Templar  Samuel Nabody  Seth McCarthy  Shawn D. Williams  Thomas Haynes  Xia Han  Zaira Castleworld

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24/01/2015, 23:35
Narrador

Es sencillo avanzar simplemente dejándose guiar. Cuando la Llamada es la que escoge la dirección que hay que tomar en cada momento el camino es certero y definido. Rápido. Así es posible caminar por las calles de la Gran Ciudad sin saber siquiera dónde está uno o cómo ha llegado allí. Eso son cosas que cada vez importan menos. El sentimiento de estar cada vez más cerca, sin embargo... Eso sí es relevante.

Desde que la Llamada llegó ha sido un sentimiento continuo. Un recordatorio de que estuvierais donde estuvierais ese no era vuestro lugar. Sin embargo cada paso ahora parece calmarla, satisfacerla, como si hasta el momento hubiera estado sedienta y ahora comenzase a saciarse. Con el paso del tiempo os habéis acostumbrado a sentirla en vuestro interior. Por eso es aún más extraño notarla ahora cambiar de repente.

No hay aviso previo. Un instante antes parecía estar en calma, casi quedándose dormida, y ahora pasa de vuestro pecho a todo vuestro ser, provocando un cosquilleo en vuestra piel y recorriéndoos hasta la punta de los dedos. Es una sensación de emoción y expectación, como la de un niño que entra por la puerta de la feria. Y es evidente que tiene que ver con el lugar en el que os encontráis: Chambers Street.

No llegáis todos a la vez. Es más bien como un cuentagotas que va dejándoos caer uno a uno. Sin embargo todos os dirigís al mismo sitio. Ese al que no parece ir nadie más: la estación de metro.

La primera impresión al bajar las escaleras es de abandono. No parece haber personal, ni tampoco viajeros. Las luces, sin embargo, parecen funcionar como si nada extraño sucediera. Sois conscientes de que a vuestro alrededor otras personas están uniéndose a vosotros, entrando en el lugar, pero eso no aporta demasiada información sobre lo que está pasando. Y conforme más bajáis, más desangelado parece estar el sitio. Podéis sentir al mismo tiempo ese hormigueo tornarse complacido.

Es en el primer sótano cuando termináis de daros cuenta de que la estación debe llevar mucho tiempo abandonada. La suciedad ha ido comiendo sus paredes y en sus túneles no se oye ni siquiera el murmullo de un tren lejano. Allí todo parece estar muerto. Todo menos vosotros. Y, sin embargo, vuestro interior os dice, os exclama, os grita hasta desgañitarse, que ese es el lugar.

 

Eso podría ser todo. Ahí podría acabarse la Llamada. Ahí podríais dar por hecho que os habéis equivocado al seguirla, y dejar que desaparezca lentamente como hará la nieve de las aceras poco a poco. Pero hay algo más... Algo que hace que esa Llamada ya no pueda achacarse a vuestra locura individual. En cuanto cada uno de vosotros se gira y cruza su mirada con otro de los presentes, un escalofrío recorre su espina dorsal con la fuerza de un latigazo, inundándoos de una innegable certeza: todos estáis aquí por lo mismo.

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25/01/2015, 03:54
Allegra Blue

Allegra Blue salió del hotel con paso decidido y esa media sonrisa divertida en los labios que parecía portar de forma permanente. Se puso unas gafas de sol y se abrochó la chupa de cuero hasta arriba. Acostumbrada al clima suave propio de Australia el frío invernal de Nueva York se le metía en los huesos y la instaba a continuar en movimiento. 

Sus largas piernas estaban enfundadas en unos pantalones negros de cuero y terminaban en unos botines de tacón alto. Sus cabellos, teñidos a medias de negro y a medias de un azul intenso, caían sueltos sobre su espalda, moviéndose con cada paso que daba. 

La idea con la que la mujer había salido del hotel había sido aprovechar los dos días que tendría libres antes del concierto para visitar a su madre y a su padrastro. Sin embargo, sus pies parecían tener vida propia y hacía rato que había aplazado esa idea para más adelante. No estaba segura de por qué, pero había rechazado la oferta de su agente de pedir un coche para que la llevase hasta el extremo de la ciudad donde vivía su familia. Y en ese momento, caminando con las manos en los bolsillos y el aliento condensándose al salir de sus labios, empezaba a preguntarse por qué no habría aceptado. 

Había pasado muchos veranos en la ciudad que nunca duerme, pero no la conocía tan bien como para reconocer las callejuelas por las que pasaba. Algo dentro de ella la impulsaba. Algo que no le era desconocido, pero que había creído tener bajo control hasta que bajó del avión. Ni siquiera tenía claro en qué momento de su vida había aparecido esa sensación. Como un cosquilleo en el estómago o un zumbido dentro de los oídos. Era extraño, pues podía ignorarla, pero siempre seguía ahí, constante y permanente. Como una extraña Llamada. Allegra no había sido nunca una mujer religiosa. No tenía fe, ni fervor y no pensaba que los tiros fuesen por ahí. Pero en ese momento no le cabía duda de que esa Llamada era el motor que la impulsaba a dar cada paso. Uno tras otro, en una dirección que le era desconocida, pero que al mismo tiempo le resultaba cercana. 

Y mientras caminaba por las grandes avenidas llenas de gente, Allegra se sentía agradecida porque Nueva York fuese una ciudad tan grande como para que nadie se fijase en ella o la parase por la calle. Desde que su grupo de rock había empezado a tener éxito su vida había dado un vuelco. No terminaba de acostumbrarse a ser reconocida, ni a ver su cara en las revistas de música especializadas. Había trabajado mucho para llegar donde estaba y no se arrepentía, pero agradecía poder caminar tranquila sin sentirse observada. Sobre todo en ese momento en que le daba la impresión de que si se detuviese a firmar un autógrafo podría perder esa sensación que la guiaba. Se le antojaba tan frágil como una hebra hecha de luz. No podría explicarlo en voz alta, pero ansiaba llegar a la fuente.

Miró a su alrededor antes de entrar por aquella boca de metro. No reconocía la calle ni sabía dónde estaba exactamente, pero lo cierto era que tampoco le importaba demasiado. Podía ver a algunas personas por la calle, nada que le pareciese fuera de lo normal en la Gran Ciudad. Pero cuando empezó a descender sí que le pareció extraño que no hubiese nadie en las taquillas, ni moviéndose dentro de la estación. No había carteles luminosos informando de los horarios ni le pareció que funcionasen las máquinas expendedoras de billetes. Y los pasos que podía escuchar entrando tras ella también llamaron su atención.

No tuvo dificultades para pasar la barrera y descendió hasta el andén sin perder el paso firme y seguro. Siempre había sido una mujer que pisaba fuerte por donde iba. Sin embargo, cuando llegó al primer sótano y el abandono de aquella estación se hizo completamente evidente, no pudo evitar titubear durante un instante. Sabía de una forma intrínseca a su propio ser que estaba en el lugar correcto, en el momento apropiado. Podía sentir ese cosquilleo crepitando por toda su piel, erizando cada uno de los poros de su epidermis. 

Fue allí cuando se dio la vuelta, buscando con la mirada a los dueños de los pasos que escuchaba tras de sí, pues estaba bastante segura de que se trataba de varias personas. Y cuando sus ojos se cruzaron con los del siguiente durante un segundo le pareció que el tiempo se detenía. Contuvo la respiración mientras una indudable certeza cuya importancia no alcanzaba a comprender todavía llenaba su mente.

Su cabeza se movió, contemplando también a los que venían un poco más atrás. Y finalmente carraspeó y recuperó la media sonrisa que había perdido durante un momento. Con un gracioso ademán de la mano señaló las paredes del andén, sucio y abandonado, y su voz, grave y bien modulada habló con una pizca de ironía. 

- Señores... Creo que hemos perdido el último tren. - Dijo, enarcando las cejas en un gesto gracioso que hizo que la luz rebotase en algunos de los piercings que llevaba adornando su rostro. 

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25/01/2015, 05:48
Kammy Phillips

No sabía cuánto tiempo había pasado desde su despedida, pero aún sentía los ecos en su mente de Stewart. No sabía qué le esperaba y tampoco sabía qué encontraría, pero debía ser mejor que aquello que la había llevado a esa situación.

Esta vez no tenía lentes oscuros ni lentes de contacto, solo una chaqueta gruesa que cubría también su cabeza y ocultaba bien su rostro. Estaba cansada pero era capaz de ignorar el frío del ambiente, así que continuaba hacia adelante. Había tomado un autobús, había caminado, había parado a tomar un café con algún sandwich en una cafetería y había continuado su camino. Aún no sabía a dónde la llevarían sus pasos, pero no podía volver. Ese chico no la querría nunca más cerca y sus padres volverían a oprimirla, así que de nada le serviría volver.

Su cabello estaba trenzado pero, a pesar de esto, su largo era notorio. Sus iris tornasoles no definían la tonalidad del día y solo se entremezclaban sus matices para formar un hipnótico juego que podría asemejarse a una paleta de pintura.

Se sentía confundida pero no por eso dudaba de su camino. Paraba en ocasiones a ver algunas familias y, como siempre, observar los rostros de esos chicos. Felices, sonrientes, algo que ella no había tenido la fortuna de sentir pero tampoco podía darse el lujo de hacerlo. Esa sensación que la había sacado de su apartamento crecía a medida que sus pasos avanzaban y lo que antes se había vuelto una corazonada, pasaba a ser una urgencia tal que se sentía corriendo. Llegó el momento de llegar a la estación y fue cuando ella cayó en la cuenta que debía cubrir su rostro una vez más, no dejar que su vista resaltara, mas cuando se disponía a ocultarse, pudo ver la poca cantidad de actividad que había en esa estación. ¿Estará cerrada por mantenimiento o algo así? Era una posibilidad pero no estaba en muy buen estado como para decir que era un cierre temporal. A pesar de esa incertidumbre, la llamada se hacía urgente y era casi desesperación lo que la acompañaba. Trataba de conservar la calma pero sabía poco de qué hacer.

Al llegar al primer sótano y ver la ausencia de trenes, comprendió la verdad y también que no era la única que había acudido al extraño llamado que había nacido en su interior. Una joven de cabello azul que se le hacía conocida dijo un comentario que le causó gracia y trató de reír por un momento, pero luego oprimió esa risa y carraspeo para decir en un tono más neutro - ¿Será que hay servicio nocturno? - trata de limitar el comentario a más para no generar otro tipo de reacción.

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25/01/2015, 06:25
Thomas Haynes

El viaje en autobus hacia Nueva York había sido largo. Tenía las piernas agarrotadas, por lo que al llegar a la estación de autobuses decidió caminar. Fueron horas de caminata, calle tras calle. 

Lo único que llevaba consigo era su mochila y su abrigo, con un par de cambio de ropa. Sabía que le esperaba un viaje, pero no sabía cuanto tardaría. De todas formas, algo en su interior le decía que era mejor viajar ligero, como si lo del pasado no tuviese lugar en el camino que seguía. No había que pensar ya más en el pasado, ni en lo que es. Había que pensar en lo que sería. 

Sentía que cada paso que daba era una declaración de aceptación de su identidad como una persona diferente. Le era difícil no sonreír ante esta perspectiva. Cada paso que daba le liberaba de años de opresión auto-impuesta. Cada paso que daba era genuino, en el sentido de que por fin eran pasos hechos por él, Thomas, en la plenitud de su ser. Auto-consciente y orgulloso. 

Al llegar a aquella estación, con otras personas, se supo parte de algo. No lo sabía bien, lo único que era claro y que pudo entender es que ellos también sentían aquel impulso por venir a este lugar. Que al igual que él, llegaron atraídos por un eco, un susurro, una... llamada. Si, no podía ser de otra forma, era una llamada.

Quizá pase como en Narnia. Quizá aparezca un tren mágico de la nada que nos lleve quizá a donde.- Dibujo una sonrisa en su rostro, volteándose para verles a todos. 

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25/01/2015, 06:48
Aubin Beaumont

New York. Llevaba días buscando algo, pero sin saber lo que. Nieve… no era algo que no hubiera visto antes, pero el frió pelaba para un tipo parado en plena calle, hablando con un tonillo delatador, francés. Con su peso apoyado en un codo, a su vez apoyado en un concurrido puesto wifi, aprovechando la penosa y entrecortada línea para llamar a casa... Si… uno de esos puestos que había cada 2 pasos exterminando las tradicionales cabinas telefónicas por todo el distrito metropolitano - No… estoy bien, llegué hace unos días… – haciendo las maletas y marchándose sin decir nada, sin mas... así era Aubin – …estoy de lujo, creo que nunca he estado mejor. Si… ahá, todo es titánico… – hablaba, mejor dicho… discutía, o mas bien… pasaba de discutir dando respuestas que nada tenían que ver con la conversación, mientras… veía la multitud transitar, seguir o acumularse en el mismo puesto bajo los frioleros copitos de nieve – …no se que significa ciclópeo… pero suena bien. Ahora estoy en Manhattan… y no se que voy a hacer… pero me da igual, este… lo-cu… ehh…– lógica reprimenda al otro lado del teléfono, había cambiado de continente casi casi, de un día para otro... a lo que responde meneando en círculos el móvil… tenia muchas cosas que hacer, como para que alguien le dijese lo que tenia que hacer a estas alturas, como ver cosas. Si… cosas, cosas que ignoraba y que podría apuntar en la clásica lista de cosas que cada uno tiene y le importan una mierda, había muchas de esas cosas en su ciudad natal, que como eran famosas… podría visitar como una oveja mas. Estaba en la gran “u ese a”, aunque satisfactorio… seria contraproducente para su ego perder -mas- el tiempo. Si bien, contradictoriamente… había algo especial (y quizá en perder el tiempo…), un sentimiento llamativo, no sabía el que, pero ese y no otro, era el motivo de su alocada presencia en el otro lado del charco, curioso… tal vez económicamente incauto, de puro soñador… vamos, de loco seguir algo que desconoces, que a priori ni tan siquiera existe… pero en lo que crees. Una continua Llamada.

Y así… Aubin, tras despedir su llamada, aun a media tarde, empieza a caminar a chupa cerrada bajo el frió de la gran ciudad, acurrucándose en si mismo tras esconder sus manos en el tieso cuero de sus bolsillos, como uno mas entre la multitud, pero sin serlo… estaba cerca de su próximo destino, que no seria otro que un chupito de absenta en el primer antro que encontrase para calentarse… al menos, si no se hubiese cruzado con un metro, impresion rarita... dirección, mirada y acción, en la que la sombra de este francés no tarda fusionarse con la luz de aquellas escaleras. Lugar de aspecto descuidado… - no hay nadie… – se dice así mismo mientras baja… Chambers Street, seguro, ya no de si mismo (siempre) y de todo, si no del lugar… un poco contradictorio. Un sin sentido con demasiado sentido… ¿hay mas gente? eso parece, este sonríe ante los presentes sin mediar palabra, considerando que su propia presencia se entendería como un saludo, y con clase.

Tenia cosquilleos en la piel, fuera lo que fuera, aquí era...

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25/01/2015, 10:41
Seth McCarthy

La diferencia entre el metro de Nueva York y el de Manchester es sustancial, y Seth la sentía. Llevaba a penas un día fuera de su Inglaterra natal y ya se veía un completo desconocido. Un viaje a las bravas, llenando una cutre bolsa de deporte de calzoncillos, calcetines, un pantalón vaquero de repuesto y un par polos Fred Perry. Esa misma noche, sin atreverse a salir, había trasnochado en el aeropuerto de Kennedy y por lo nervios o por el cansancio del viaje durmió como un bendito. Aún no se creía que hubiese cambiado de continente, pues algo le decía que le iban a joder bien los acreedores de las deudas que había dejado en Manchester. ¿Un golpe de suerte? Quizás seguir la Llamada, ese misterioso pulso que cuando lo obedecía las cosas marchaban mejor, fuese lo correcto tras más de un año de rechazo.

Ya por la tarde había enganchado varios metros siguiente la llamada hasta llegar a un punto muerto, donde otra gente parecía estar perdida como él. Parecen pintorescos, tú... En ese momento los comienza a rondar con la bolsa de porte agarrada por detrás del hombro, luciendo una Harrington oscura desabrochada permitiendo ver el polo de debajo con el cuello elevado y el estampado interior de la tan típica chaqueta británica. Desde el primer momento en el continente de las armas y la comida basura sintió una diferencia de tono con su ciudad del viejo mundo, pero entre este grupo de gente las cosas parece distintas. Todos se miran entre ellos, con duda, lo miran a él en algún cruce posiblemente, y entonces la fantasía de que esto  no sea una coincidencia empieza a cobrar fuerza en su cabeza.

Despierto atiende a sus comentarios, y su aguda mirada baila entre ellos a medida que hablan. Cuando el muchacho habla de Narnia o de una cosa de fantasía de esas, no pilla exactamente la referencia, su escéptica mente no lo procesa como una broma por aliviar la tensión, y sale inesperada una frase seca de sus labios con su marcado acento inglés. - O a lo mejor nos atraca y viola una banda. - Lo mira y se encoge de hombros. Quizás ese humor no sea del gusto de todos, pero no cabe duda de que choca. Deja caer la bolsa y se frota las sienes con los dedos índice y corazón, en círculos. - No, qué va... - Por lo menos yo tengo que estar aquí, no sé si estos muchachos se han perdido o están como yo, pero lo tengo claro. Se apoya contra una pared y mete la mano en el bolsillo interior de la chaqueta, comprobando que no ha perdido algo desde la última vez que la tocó, hará cosa de unos minutos.

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25/01/2015, 12:21
Adam Hart

Dió un sorbo al vaso de agua que le acababa de servir la camarera para poder pasar con más facilidad los comprimidos. Sacó un par de dólares que dejó sobre la mesa y pagar así el café que llevaba un rato enfriándose. Entrelazó sus manos sobre la mesa y se quedó mirando esta con la mirada fija, como si fuese capaz de ver a través de ella. Parecía esperar que algo ocurriese... y ocurrió. Una sonrisa se dibujó en su rostro, junto con aquella pesadez de párpados que le era tan familiar, mezclándose con aquel efecto imán, que le empujaba día tras día. Como si sobre un patinete se encontrase abandonó el establecimiento. Largo tiempo observó como sus piernas no se movian pero tras de sí quedaban dibujadas sus huellas en la nieve. Notó un frio más intenso en la comisura de sus labios, que al tocar, comprobó que era espesa saliva. Se limpió con el puño del abrigo. Dejó que aquella fuerza invisible tirase de su voluntad hacia un lugar que desconocia y poco le importaba. Se sentía tan bien... Como si de un tobogan se tratase, bajó las escaleras de aquella estación. Cerró un instante los ojos y dejó el torno tras de sí. Era el rey sobre su nube. El trayecto finalizaba en aquel andén subterraneo, donde otros estaban allí plantados. No pareció sorprenderse, no podría estando tan a gusto... Sus ojos casi cerrados junto a una sonrisa aparentemente eterna, recorrieron a todos los que allí estaban hasta detenerse en una de ellas. -Allegrrrrra Bluuue, qué guaaay...- Dijo con pesadez y lentitud. -Me mooola tu grrrrupo, tiiia. Yo tooco ¿sabbes?-

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25/01/2015, 12:52
Samuel Nabody

New York estaba lleno de estrellas brillantes, de personalidades, de personas con un aura tan increíble que provocaba que todos a su alrededor se quedaran prendados. También había pozos oscuros, criaturas de corazones tan negros que devoraban toda la luz a su alrededor, y eran capaces de arrebatar una vida sin pestañear. Así era la ciudad, era parte de su encanto, lo que llamaba a más luces y más sombras a formar parte de su tapiz.

Pero entretejido entre las hebras también había huecos, pequeños y minúsculos. No sabrías que están ahí si no los buscas a propósito. Vagabundos, oficinistas, barrenderos, empleados de tiendas de 24 horas... gente con la que podrías chocarte y ni siquiera le mirarías a la cara. Gente que te plancha y lava la ropa, prepara tu comida, organiza tus productos de belleza en las estanterías de tu tienda preferida, y con quienes no has cruzado dos palabras seguidas. Personas grises, personas invisibles.

Personas como Samuel.

Llevaba semanas con jaqueca, pero no era nada raro para alguien de tan débil constitución como él. En lo que llevaba de año había sufrido migrañas, gripe, varios brotes alérgicos e incluso estuvo en cuarentena varios días pues se le creía portador de una exótica enfermedad tras una malograda visita al Zoo de la ciudad. Eso había provocado que le echaran de su trabajo, aunque afortunadamente pudo encontrar uno en la otra punta de la ciudad fregando el suelo de un supermercado. No se atrevía a preguntar si podía estar en cama algún día para curarse, así que prefirió mantenerse callado y seguir con su rutina.

Tras limpiar, ordenar y cuadrar la caja -trabajo del encargado que, por cuarta vez consecutiva en lo que llevaban de semana tenía que salir antes de tiempo por temas personales- salió a la fría noche de la ciudad con la intención de coger el metro y regresar al pequeño apartamento que le tenía alquilada una familia coreana. Caminó, siendo golpeado por las mareas de gente que no le veían, o no querían verle, y decidió que quizás debía coger la otra parada de metro, la que estaba más allá. Sí, eso sería lo mejor. Quince minutos después, tras caer en un charco de agua sucia por culpa de un perro y su gritona dueña, pensó que esa parada no era la mejor, y que esa de la esquina seguro que tenía menos gente.

Dos horas después, y tras cruzar Queens sin darse cuenta, embobado por las luces del tráfico de aquel hormiguero que era su hogar, bajó las escaleras de una sucia estación que no había visto nunca. El dolor remitía por primera vez en días, y pensó que quizás sería por la pastilla que se había tomado por la mañana. ¿Se había tomado esa pastilla? Cuando cayó rodando por las escaleras terminando boca arriba como un escarabajo pelotero, pensó que quizás debía de mirar por dónde andaba.

Allí había mucha gente. Gente atractiva, bien vestida, con colores de pelo llamativos. ¿Sería una fiesta? Él, con sus pantalones grises y su abrigo de segunda mano de un deslucido marrón café, se incorporó como buenamente pudo y se hizo a un lado. La única nota de color de su vestuario  quizás, de toda su triste vida, era el chaleco azul petróleo del supermercado que aún llevaba puesto.

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25/01/2015, 13:50
Ivanna

Ivanna pisaba los adoquines de Chambers Street en dirección a la antigua estación de metro, sintiendo ganas de correr, llorar, gritar, reir y cantar al mismo tiempo. Aquella canción en su interior parecía más viva que nunca, y el sentimiento extraño que desde hacía unas semanas bullía en ella era insoportablemente intenso.

Y a medida que bajaba las escaleras de la antigua estación de metro, notaba que sus extremidades pugnaban por echarse a temblar. Tenía miedo, y a la vez una terrible curiosidad. Y en el fondo de su ser el resquicio de una enajenada felicidad relativa a saberse encauzada en un camino determinado, comenzaba a llenar su pecho. Una sonrisa casi histérica se dibujaba en sus labios al contemplar el escenario. Los carteles viejos, los letreros sin luz, el polvo, el abandono. De alguna manera sentía que aquello indicaba que no se había equivocado, aunque parte de su razocinio le dijese que quizá debía plantearse dar media vuelta y comenzar de nuevo a buscar. 

Y entonces los vio. A ellos. A todos. El asombro se dibujó en su rostro. La risa brotó de su garganta, incontenible, mientras los observaba, con la incredulidad pintada en la mirada. 

Se tapó la boca con las manos enguatadas, y respiró hondo- Vale... Vale... -murmuró, para si misma, recolocando su indumentaria, que era abrigada pero no en exceso. Después de todo, los inviernos de su tierra natal solían ser bastante más duros que los de la Gran Manzana, y ella se había acostumbrado en cierta manera al frío. 

Respiró hondo, y decidió acercarse un poco más a aquellos desconocidos, cuya mera visión la hacía sentir escalofríos- Vosotros... Vosotros habéis venido aquí por lo mismo que yo, ¿verdad?-preguntó con un fuerte acento del norte de Europa, queriendo asegurarse de que estaba en lo correcto.

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25/01/2015, 16:01
Niba Laymon

La joven abandonó la seguridad de su hogar sin dar ninguna explicación. Su padre no estaba en casa, su madre sí, pero no habló con ella. No hubiera sabido qué decirle, aquello era cosa suya y solo suya. Así que se arrebujó en el interior de su parka de grueso forro polar, cubrió su cabeza con la amplia capucha y salió a la calle caminando a paso rápido.

La tarde era oscura y opaca, la escasa luz del sol parecía fija e inamovible entre una fina capa de nieve que desfiguraba cualquier contorno en la distancia. El zumbido de los coches inundaba el aire húmedo.

Niba avanzó sin mirar a nadie, y cuando lo hacía era de soslayo, mostrando aparente calma, una expresión que recordaba el fuerte brillo engañoso del hielo justo antes de romperse bajo el peso de algo o de alguien. Un rostro hermoso, joven e inexpresivo, pero con algo ardiendo fuertemente al fondo de sus ojos azul claro.

Cuando ya iba llegando a la estación, la luces de las farolas de mercurio iluminaron su silueta en un imposible halo. Antes de bajar aquellas escaleras que sin duda la conducirían a su destino, Niba sacudió la cabeza como si intentara expulsasr las telarañas de su cerebro, aunque en realidad lo que quería expulsar era el miedo que la atenazaba. Tenía que hacerlo. No podía permitirse el lujo de dudar. Tragó saliva para empujar más abajo la sensación de vacío que amenazaba con hacerla gritar.

Sus pies comenzaron a descender los escalones a toda prisa, como si en lugar de bajar, estuviese cayendo, como si una mano invisible la hubiera empujado, obligándola a inclinarse hacia delante y a poner un pie delante del otro para evitar perder el equilibrio y caer rodando el tramo restante hasta el final de la escalera.

Finalmente llegó al andén como una niña a la que hubieran lanzado desde lo alto. Le costó un poco frenar y, al intentar hacerlo, dio un traspiés que muy cerca estuvo de dejarla tendida cuan larga era sobre el asfalto.

Cuando recuperó el equilibrio, lanzó una mirada alrededor y vio a otras personas allí.

Niba se quedó mirándolos un momento, había creído que estaría sola, pero… Al parecer se había confundido de punta a punta.  En su rostro se reflejó la lenta y abrumadora comprensión del significado de lo que sucedía y de por qué aquellas personas estaban allí. Los labios se le contrajeron de inquietud.

“Oh, Dioses, pero ¿Dónde me he metido?”

Se preguntó a sí misma sin saber qué responder.

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25/01/2015, 17:27
Xia Han

Un largo viaje en avión cuyas horas pasaron lentamente, y después tuvo que coger un taxi desde el aeropuerto desde el concurrido aeropuerto hasta una determinada calle. Apenas llevó lo justo de equipaje, ¿para qué? Tal vez no lo necesitaría, y además, era un estorbo tener que cargarlo de un lado a otro.

El vehículo de colores llamativos paró en una calle, sin intercambiar palabra con el conductor pagó lo que le correspondía, y un poco más por la propina. Una pequeña recompensa por respetar el silencio de la joven de rasgos exóticos y delicados pero de mirada firme. Xia bajó con sintiendo en su piel el frío tan poco acogedor de aquella enorme ciudad cuyos edificios desafiaban el cielo.

Por suerte fue previsora, ya que de atuendo escogió una gabardina marrón claro bastante sencilla y unos guantes negros a juego con sus botas para combatir las bajas temperaturas. Con sus pies en el suelo, decidida, fue directa a donde tenía que ir sin perder el tiempo en absurdos rodeos.

Después de un tedioso viaje por fin alcanzó su siguiente parada, una estación cuyo cuidado dejaba mucho que desear. Quedaba latente que el tiempo no había sido benévolo con aquella construcción. Observó desde arriba al fondo del subterráneo durante unos segundos, se apartó un mechón de su pelo que se había colocado de forma traviesa donde no debía.

No le convenció la seguridad del acceso, así que bajó con sumo cuidado  los maltrechos escalones mientras no perdía detalle de lo que sus ojos y oídos captaban. Por desgracia el olfato también. El olor a suciedad se le impregnó en sus fosas nasales provocando que frunciera su ceño.

El eco de sus pasos delicados resonaba por toda la estación, y no solamente los suyos, había otros que al igual que ella se aventuraron a adentrarse allí. Hombres y mujeres de aspecto variopinto, aunque Xia tampoco podía pasar desapercibida, tampoco fue su intención.

Al bajar por completo se llevó una sorpresa, no había nada, un lugar sin vida, solamente el esqueleto pero faltaba el corazón. Sin movimiento, sin señales, y sin metro. ¿Una estación de metro sin metro? Qué extraño.

Observó con atención el abandonado carril de punta a punta hasta que el vació de la oscuridad impedía ver más allá. A sus oídos llegaron comentarios, y alguna que otra broma que no le hicieron ni inmutarse. – No hay duda. Este lugar está abandonado. – Comentó con serenidad mientras no perdía detalle de todo lo que pasaba a su alrededor.

Lo que no entiendo es que si lo está, ¿por qué no está cerrada la entrada? O por lo menos un cartel de prohibido el paso o así. – Terminó añadiendo con un ligero desconcierto en su voz sin perder la calma. Su mente necesitó un pequeño respiro para analizar la situación. O comprenderla si es que estaba a su alcance las respuestas. - ¿Y ahora hay que esperar? ¿Esperar a qué? – Lanzó la pregunta al aire a los presentes, que también estaban confusos, o al menos alguno que otra, sí lo aparentaba.

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25/01/2015, 17:40
Shawn D. Williams

Cuando por fin consiguió llegar a la ciudad, Shawn había perdido la cuenta, tomó al menos dos docenas de autobuses cruzando el país desde Pasadena. Estaba realmente exhausto, apenas había pegado ojo en todos aquellos días de trayecto y cuando lo hacía horribles pesadillas lo despertaban súbitamente. Tanto era así que durante su viaje más de una vez se obligó a dormir a base de fármacos y otras drogas para no desfallecer.

Pero por fin llegó a su nuevo destino y eso era lo que importaba. Al bajar del autobús lo hizo con precaución de no llamar la atención, alguien podría reparar más de la cuenta en el brillo antinatural de sus ojos o en la textura áspera de su brazo.

No quería que lo encontraran y no era para menos. Dejó demasiadas preguntas sin resolver cuando desapareció.  

Cogió su mochila del compartimiento y sin mediar palabra con ninguno de los otros viajeros se adentró en los callejones de la ciudad. Antes de bajar del vehículo creyó que esta no sería más que otra ciudad de las que había visitado, otro lugar vacío que no lograría satisfacer aquel sentimiento de búsqueda. No fue así. Algo cerca lo llamaba para que se acercarse. 

¿Entonces es aquí? Susurró Shawn desde la sombra de un callejón. Desde allí observó como los demás transeúntes paseaban ajenos a su presencia. Esperaba no equivocarse, si no daba con la fuente de todo aquello pronto lo desquiciaría. Nueva York era demasiado grande.

Se internó en la sombra y desapareció callejón adentro. 

Durante más de dos horas caminó sin rumbo, persiguiendo los susurros que una vez lo empujaron a salir de California. En uno de esos momentos se distrajo y sin saber exactamente cómo acabó frente a una boca de metro. Chambers Street... No sabía en qué momento había perdido la noción pero cuando miró a su alrededor y se vio solitario... Supo que tenía bajar. 

No era más que una estación común en apariencia, pero conforme se adentró en ella y vio a otros reunidos no supo que pensar. No esperaban a ningún tren, parecían reunidos y algunos igual de desubicados que él mismo. Se preguntó si los condujo hasta ahí la misma razón. Se acercó a los tornos y los sobrepasó haciendo palanca contra las puertas de este. Antes de avanzar más echó un vistazo en todas las direcciones, después se acercó a los que ya habían llegado antes que él. 

¿Esperar a qué? -Si, eso mismo me pregunto yo. -dije respondiendo a la mujer asiática.

-Hola. -dijo clavando la mirada en los presentes-. Mi nombre es Shawn. Perdonadme que vaya al grano pero, ¿es aquí verdad? Dejó la pregunta al aire esperando que alguien lograra responderla. Si eran iguales a él entonces alguno se sentiría identificado. -No me he equivocado de lugar.

Shawn vestía con unos pantalones tejanos oscuros y una cazadora de cuero marrón oscuro muy desgastada. Llevaba el pelo revuelto y a juzgar por su aspecto hacía varias semanas que no se afeitaba. 

 

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25/01/2015, 19:04
Mathias Prats

Mathias se levantó de mala gana, arrastrandose por el piso, poco a poco recobrando fuerzas suficientes como para alzarse, ¿estaba amaneciendo, oscureciendo? mmm... siguio arrastrandose hasta llegar al baño donde se apoyó para mirarse al especo -Joooder.-tenía la cara hinchada y palida, los ojos rojos, pelos de loco y ojeras. se metió en la ducha y se quedó allí adormecido por el agua caliente hasta que el deposito se acabó.

Ya con mas energia empezó a arreglarse y a prepararse para el trabajo, se hizo unas tostadas con mermelada, un zumo de naranja, vió un poco de porno para activarse y se vistió con unos pantalones negros y una camisa blanca y encima 2 kg de ropa.

Cuando salió a la calle iba con una sonrisa en los labios observando de aquí para alla, vivir en NY era maravilloso, una alegría para la vista continuamente mujeres rubias, altas, morenas, latinas, negras, asiáticas,era como ir a los grandes almacenes ¡tenías de todo!, aprovechaba cada cruce para soltarle alguna gracia a alguna mujer, mas de algún estufido se llevó y en alguna ocasión hasta tuvo que retroceder algún paso para esquivar algún bolso volador, pero las pocas que se reian y le daban pie a continuar, eran las que hacían que valiese la pena aquel "sufrimiento".

Finalmente llegó a cambers street, iba mascando chicle y escuchando el nuevo disco de un cantante latino que hacia furor entre las guarrillas "Romeo Santos", ya se sabía la traducción de todas sus canciones, y todas contaban la misma historia "un hombre se mete en medio de una relación y la rompe porque le gusta la chica".

De pronto Captó una esencia....olia a mujer joven..."a tia buena" miro a su alrededor y vio a una asiática y mas al fondo dos pelirrojas que se metieron al metro, Mathias miro el reloj y soltó una maldición "ahggg, no tengo tiempo..." y echo a andar a su destino, no llevaba mas de una docena de pasos cuando cambió de opinión y salto a la carrera en pos de las pelirrojas- Ya ¡voy mary jeans!-exclamo con la boca abierta cual lobo que acaba de oler una presa.

bajo al metro pero ya las había perdido, sin embargo sintió una sensación...una intuición mathias lo asoció a su espíritu de cazador de tias buenas esa sensación le iba a llevar hasta ellas lo percibía, bajo hasta un sotando donde paso a un viejo que el muy guarro ni siquiera se habia molestado en afeitarse.

-¡quita coño!-¿donde coño se habían metido?  no tenia todo el día para ir persiguiendo mujeres, bajo las escaleras a pijo sacao y se encontró con las tres tias...ademas de varias mas

woah....¿esta es una fiesta de super TBS?, se fue hacercando al resto como si fuera a coger el tren disimulando mientras pensaba en alque que decir ¿y a quien? por que todas estaban muy ricas.

finalmente una abrió y se decidió por la peliroja se acerco a su lado y dijo

-Sexo...sexo...sexo ¡y luego si quieres hablamos!-le dijo al oido y luego se apartó exhibiendo la mejor de sus sonrisas-mi madre me llama Mathias, mis amigos Math, cuando estornudo Jesus, pero tu puedes llamarme cariño. 

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25/01/2015, 20:01
Anastasia Bubois

Anastasia hizo girar lentamente la manecilla de la cocina improvisada con un camping gas para hacer hervir, por tercera vez, el agua que reposaba en una tetera cuyos resquebrajos habían sido reparados con cinta americana.

Todavía tuvo tiempo de entretenerse a comprobar si esa cinta plateada reflejaría su dedo al acercar la uña a ella, y en jugar a deformar esa imagen por los pliegues del parche antes de sentir el calor en las, hasta el momento, heladas puntas de sus dedos. En cuanto su piel dejó de tolerar el calor del agua agitada por la ebullición, buscó la hortera cortina de hilos brillantes detrás de la cual le habían dicho que se encontraba el baño de esa morada; y no tardó mucho en dar con ella ni con el espejo mugriento que había ido a buscar.

Se adecentó el pelo peinándoselo con los dedos, única y exclusivamente para deshacer los enredos que la delataban como recién levantada, sonrió satisfecha al comprobar que sus ondas seguían intactas, perfectas como siempre le habían parecido. ¿Quién necesita un peine? Se autoelogió recogiéndose el pelo en una coleta con las manos mientras se observaba, coqueta y juguetona, entre la roña del espejo. Escuchó a un cuerpo desperezándose detrás de sí y sus manos se apartaron de sus cabellos en un acto reflejo, nervioso y asustado; y por el mismo estímulo se apresuró a buscar sus botas de gruesa suela de goma, inicialmente negras, aunque ahora empezaban a estar descoloridas por la sal que esos americanos tenían la manía de echar en la nieve, sepa Dios por qué. Arrampló también un abrigo plumón, dos tallas mayor que ella pero claramente preferible a salir a la calle con únicamente con su camiseta de Guns N' Roses.

Miró de reojo la tetera que pronto empezaría a dejar que el aire a presión chillara al escapar de ella, y como esa agua inquieta buscó su válvula de escape y se escorió por lo que alguna vez fue una salida de incendios. Se abrochó la chaqueta mientras bajaba a toda velocidad por la escalera, casi resbalando sobre el metal congelado que le humedecía los calcetines y en cuanto sus pies tocaron la nieve aguada del callejón al que había descendido se tomó un minuto para calzarse las botas, agradeciendo de sobremanera el día en que había decidido darse el capricho.

Se abrazó para cerrar el calor del abrigo sobre ella y buscó confundirse entre la gente de Nueva York, primero a un paso apresurado, huyendo sin saber de qué, ni por qué; pero se había acostumbrado a ello: a huir, a abandonarlo todo, a no asentarse en ningún lugar el tiempo suficiente para querer mirar atrás, y aún así siempre sentía que dejaba una parte de ella atrás, atrapada para siempre en ese lugar en el que no volvería a poner sus pies jamás.

Avanzó por las calles, sin preocuparse por el rumbo, sin creer siquiera llevar alguna programado un destino concreto, simplemente avanzaba como un autómata mientras su pare consciente protestaba por el clima y se empeñaba en dejar surgir en su mente algún recuerdo de una mejor vida, de tiempos más felices: azúcar para su sangre diabética.

Cuando llegó a la parada de metro de Chambers Street sus pies se detuvieron, con suavidad, y sus pensamientos hicieron lo propio, procurando que sus cinco sentidos estuvieran puestos en reconocer ese lugar. A Anastasia le hubiese sido imposible dar un tiempo, siquiera aproximado, del tiempo que estuvo de pie frente a la estación, saboreando un sentimiento de paz absoluta, de saberse en el lugar correcto, de haber recorrido finalmente el camino que tanto llevaba buscando. Los copos de nieves empezaban a filtrarse entre sus cabellos morados y los castaños haciendo que se pegaran entre ellos y que, por consiguiente, sus dedos sintieran el impulso de peinarse. Fue entonces cuando decidió seguir escuchando, arriesgarse a dejarse llevar por el giro del mundo en lugar de intentar detenerlo como llevaba haciendo toda su vida y se adentró en el subsuelo.

A medida que sus pies la obligaban a bajar las escaleras de la estación, sus corazón se aceleraba, bombeando sus sangre con fuerza, agitándola, golpeando en su pecho, oídos y manos; por un momento casi deseo resbalarse y partirse el cuello para no llegar a saber jamás si había vuelto a equivocarse, si esa estación no satisfaría esa constante llamada que le invadía la mente, como no había hecho su viaje a Bruselas, ni a Ámsterdam, ni, hasta el momento, Nueva York. Y aun así no podía detener su urgencia por llegar al andén.

Y finalmente el grosor de la calle dejó de entorpecer su visión, sus pies se asentaron en el suelo de ese sótano abandonado, y ese intenso sentimiento de plenitud volvió a ella.

Observó a las demás personas que se habían reunido allí pero no dijo nada, extasiada por la realización se sentía incapaz de articular palabra, por lo que únicamente se relajó y dejó que sus labios dibujasen una sonrisa infantil, la misma sonrisa que habían vestido con el primer abrazo de su madre.

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25/01/2015, 20:16
Roger Templar

Roger tenía el sabor del bourbon que se había tomado desde la comodidad de su hogar, no sabía por qué pero había decidido hacer caso a la llamada, aquella extraña llamada que había estado acudiendo a él dese hacía tiempo pero que estuvo ignorándola todo lo que pudo... le gustaba su vida, le gustaba la comodidad y tranquilidad de su hogar, ¿en que demonios había estado pensando para aventurarse hacia lo desconocido? Ni siquiera le había dicho nada a su esposa ni a sus hijos... no quiso pensar en la reacción de su esposa cuando volviera y no lo encontrara. Había salido con lo puesto, uno de sus mejores trajes y la cartera, pero no con el dinero suficiente para mucho tiempo...

El señor Templar parpadeó varias veces y se restregó los ojos para cerciorarse del lugar en el que se encontraba, aquello apestaba a suciedad, abandono... el inglés mientras bajaba las escaleras y avanzaba por al estación, no hacía más que controlar el suelo que pisaba tratando de mancharse su inmaculado y caro traje. Definitivamente alguien le tenía que haber echado algo en la bebida, una persona como él no pintaba nada allí y más aún cuando sus ojos se posaron en parte de los allí congregados, los había de muy distinta clase y al parecer por el tipo de pregunta que se estaban haciendo unos a otros, todos habían ido allí por motivos parecido al suyo... aquello tenía muy mala pinta pues sólo se le ocurrían varias opciones, uno que todo fuera un experimento publicitario... bastante enreversado para su gusto desde luego, pero algo plausible y de fácil arreglo. Y dos, que se tratara de un secuestro, opción mucho más preocupante e inquietante que la anterior... Fuere como fuere sólo podría averiguarlo si comenzaba a socializar un poco con aquellas personas...

- Buenas tardes caballeros y señoritas- saludó Roger con un marcado acento inglés y excelentes manera- Parece ser que hemos sido conducidos a este... sitio por alguna razón. ¿Tenéis alguna idea al respecto? tengo la horrible sensación de estar perdido.

 

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25/01/2015, 20:26
Chris Loriod

Llevaba todo el día dando vueltas por Nueva York. Desde que había dejado Portland hacía años, había recorrido toda la costa oeste, pero jamás había cruzado el país hasta la costa este. Nada nunca le había llevado a alejarse tanto de su hermana Tanya... Un suspiro triste y melancólico hizo que el vaho empañase el escaparate que estaba mirando. Una simple tienda, nada especial y mucho menos en una gran ciudad como Nueva York, pero había bolas de nieve con la ciudad, y pensaba comprar al menos una para su hermanita, para que pudiera ver algo de lo que estaba viviendo.

Aún queda suficiente tiempo, tranquilo Chris... - se decía a si mismo, sabiendo que una ciudad más grande que Las Vegas, le iba a traer más problemas que dinero. Pero allí estaba, buscando el lugar que le quitaría esa sensación. Sabía que estaba cerca, pero hasta el momento se le había escapado ese lugar. Chris se miró el labio inferior, estaba curado de la última golpiza. Y con el frío que hacía, podía achacar cualquier rastro a las bajas temperaturas. Se puso bien algunos rizos rebeldes, de un verde reptil, y siguió caminando.

Sabía por lo que estaba allí, como había sido su vida. Así que cuando vio el estado de la estación de Chambers Street, le pareció algo totalmente normal. No iba a ser un lujoso ático en un hotel de 5 estrellas. Y mejor, si hay algo más peligroso que alguien sin dinero, es alguien con demasiado. Empezó a bajar las escaleras, aunque se detuvo. Sacudió la cabeza, hizo crujir su cuello, y siguió avanzando. A estas alturas de su vida, ser precavido era de idiotas, y ya solían describirle como imbécil. Aún así, su mano jugueteó con el bolsillo del pantalón, donde llevaba varios dados.

En realidad llevaba dados en prácticamente cualquier bolsillo que no llevase otra cosa. Y tampoco es que llevase mucho en su pantalón tejano oscuro o su camisa azul. Llevaba unas zapatillas arregladas, para no desentonar, pero sobretodo cómodas y ligeras. Nunca sabía uno cuando debería echar a correr. No iba a ser el caso de momento, aunque quizás si la parte de caminar, puesto que no había metro ni parecía que lo fuera a haber. Chris sonrió y miró al resto de gente que había llegado y estaba llegando. ¿Iba su suerte a cambiar definitivamente?

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25/01/2015, 21:01
Paul Adams

Después de varios segundos aquel mundo efímero en mis sueños se deshacía a la vez que aquella sensación de estar en casa se revolvía con aquella extraña sensación.

Había pasado el tiempo... la tarde caía, y con ella la nieve rodeaba mis ropas en aquel banco, donde poco a poco el frío llenaba mis huesos. El café de mis manos había caído en aquel sueño y dibujaba una escarcha chocolate en el suelo, mientras que mi parca negra se dibujaba con varios copos en aquel desconocido lugar.

Tantos días había recorrido las calles abarrotadas de gente de Nueva York en dirección al hospital y nunca había llegado a aquel paraje, sólo hoy.

Aún seguía sumido en aquella sensación de vacío que me taladraba a la vez que me hacía sentirme confuso. Como un borracho que pierde el equilibrio con una mirada turbia en un lugar incapaz de reconocer. Un peso en el pecho me hacía sentir cada latido en mi cabeza, con ritmo candente y alegre que me hacían preocuparme por aquella sensación.

Miles de voces susurrantes hablaban en mi mente, como si quisieran agolpar un mensaje en aquella extraña sensación. Como si algo me llamara desde algún lugar.

Debo llegar a la clínica... Esto no es normal.

Mis pasos torpes empiezan a alejarse de aquel banco mientras mi mirada delirante busca un camino en unas calles que aunque conocidas no sé por un segundo a donde me pueden llevar. Mi aliento se mezcla con el frío del ambiente y el nerviosismo de aquella sensación.

Mis manos nerviosas se apoyan en la gente y en las paredes que se apartan a mi paso, dejando mi problema para alguien con más sentido de la razón. 

Me siento ahogado como si estuviera apunto de perder el aliento en un silo de agua donde no hay oxigeno suficiente para llegar hasta la superficie. Entonces mi cabeza guiada por aquellos pasos inconexos termina sobre la barandilla de una parada de metro, que parece esa bocanada de aire que un ser de otro mundo me destila acercándome un poco a la vida nada más.

Mis dedos se trastabillan en mi pelo nervioso, a la vez que desciendo sin saber porqué siento aquel vacío en mi pecho. Las voces siguen en aumento, mientras poco a poco se van unificando...como un eco en dosel.

Poco a poco llego hasta la planta inferior donde varias personas se encuentran en aquella parada, como un día más.

Sin fuerzas me apoyo en la pared y me dejó caer hasta el suelo mientras comienza el aire a entrar en mis pulmones con fuerza, como si sólo fuese capaz de respirar con normalidad en aquel sitio. Mi respiración jadeante va relajando el ritmo mientras mis ojos se fijan en aquel sitio, en el que hasta ahora no había centrado mi atención.

El lugar estaba desolado, desahuciado y abandonado hace tiempo... pero, ¿Si era así porque todas aquellas personas estaban allí?, ¿Porque había llegado hasta allí?

No sabía donde estaba, ni que hacía allí, pero extrañamente era el primer momento del día donde me sentía como en casa, al igual que había sentido en aquel sueño, en aquel banco, de aquel parque que nunca había visto jamás.

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25/01/2015, 21:20
Lera Madison

De tanto escapar de gente que quizás ni siquiera la buscaba, y siguiendo la vocecita que tan loca la volvía, llegó a Nueva York. Odiaba esta ciudad. Había policías por todas partes, y la voz no se había dignado a advertirle de ello. ¿Es que acaso su esquizofrenia no comprendía que debía ir a lugares con POCOS policías si no quería acabar tras las rejas? Como si eso fuera poco, había millones de personas en la calle todo el día, así que era imposible escabullirse aunque quisiera. Por otra parte, la gente estaba tan ensimismada o hipnotizada con su tecnología que no miraban su cara, lo que podía favorecerla si es que habían carteles de ella. En realidad, no sabía que medidas habrían tomado cuando se dieron cuenta de que ya no estaba, peor prefería prepararse de más a terminar encerrada.

Había tantos ruidos, tantas cosas sucediendo al mismo tiempo... Y ella, vagabunda, tendría que arreglárselas en medio de esta nieve que amenazaba con inutilizar cualquier refugio callejero y repletar los establecidos. ¿Quizás si iba ahora mismo alcanzaría la última cama disponible? Nah, no lo creía, ya era tarde. Y en clima así la prioridad se la daban a ancianos, embarazadas y mujeres con niños. Una mujer joven y sana no tenía oportunidad de ganar un lugar donde descansar, y si es que lo hacía las probabilidades eran que saliera mucho más enferma de lo que había entrado. La necesidad de encontrar el origen de la voz, aunque ella creyera que era su propia mente, se hizo más fuerte. No tenía derecho a descansar mientras no encontrara el lugar, ni a comer, ni a dormir, ni a nada. Debía encontrarlo YA. Deshacerse de la insistente voz que ya empezaba a hacerla pensar en volarse los sesos. 

Sin saber donde van sus pies, sigue caminando. La gente choca con ella y no se disculpa, pero ella con ellos tampoco. "Donde fueres, haz lo que vieres". Como si de un opiáceo se tratase, el caminar la empieza a calmar, dándole tanta paz mental como emocional. Pero tan pronto aquello empezó, se termina, y su corazón empieza a latir más rápido cuando su cuerpo reconoce la cercanía a aquel desconocido objetivo. Sus manos sudan por los nervios al leer un letrero que dicta "Chambers Street". Quizás por instinto de buscar refugio de la nieve, Lera baja las escaleras hacia una estación de metro extrañamente vacía pero funcional. Se preguntaba como podría haber tenido tanta suerte, de encontrar un lugar así, vacío, con un clima de mierda como aquel. Parecía estar abandonado pero... ¿No habría más vagos aquí en ese caso?

¡Ahá! ¡Ahí están! Un montón de vagos limpios, pero vagos al fin y al cabo - piensa mirándolos de lejos. Pero cuando se acerca, un escalofrío recorre su espalda y le indica que aquella voz no era solo suya. Que era una guía, y que ellos también la habían seguido - Pero... ¿Para qué?

Hey... - se limitó a decir al extraño grupo, a modo de saludo, sin acercarse demasiado. La mirada desconfiada en sus ojos era suficiente para descifrar que no tenía interés en acercarse en un futuro cercano.