Nu-Taur-Dunath

Muchos Fata comprenden la belleza del dolor. Pero muy pocos se reconocen más que a sí mismos que esta exista. Nu-Taur-Dunath es, sin duda, el que más la conoce, y se siente orgulloso de ello. Él sabe que placer y sufrimiento están tan ligados como la noche y el día. Los ha experimentado y dominado. Los ha condensado para repartirlos en forma de caricias. Y ahora que ha experimentado tanto con ellos, sólo le quedan ganas de jugar.

Uno podría pensar que Nu-Taur-Dunath es un sádico, y probablemente no se equivocaría. Sin embargo él es mucho más que eso: es un arquitecto de las emociones, capaz de lograr que alguien le implore que continúe provocándole la más dulce de las agonías y que no llegue a terminar nunca.

Sería difícil decir qué mueve a Nu-Taur-Dunath más que el placer inmediato. Él se sabe por encima de los demás, y no tiene ningún problema en demostrarlo. Eso si, en la intimidad, como una y otra vez le deja claro a la princesa Celebia en cada una de sus reuniones, desde que se cierra la puerta dejándolos a solas hasta que la obliga a suplicar porque continúe. No se trata de la satisfacción de saberse su amo durante ese tiempo, no, sino de mucho más que eso. Es la certeza de saber que en todos los demás momentos, mientras ella recibe y atiende a otros Fata, mientras muestra su cara más pública, su mente no dejará de viajar a lo que ocurre cuando él la amordaza. Ese es el verdadero poder: conseguir atrapar la mente y el alma de alguien incluso habiéndolo dejado ir.

Pero esa no es toda la diversión de Nu-Taur-Dunath, claro. De ser así se habría aburrido de ella hace mucho. Él tiene ciertos pasatiempos aún menos ortodoxos. Si hay algo - por más perverso que sea - que pase por la mente de un soñador, pasará también por la del Fata. Y así es como acabó secuestrando a Elendire solo por diversión. Aquella chica era mona, sí, pero ese no era su mayor atractivo: lo que él sentía ganas de hacer era mancillar su inocencia, dejarla primero rota y después muerta. Ella tenía un hermano, Elendë, que probablemente querría buscarla primero y reclamar venganza después. Eso lo hacía aún mas interesante. Y fue por eso que un día, sin previo aviso, encandilo a la chica para abandonar el Palacio. Luego usaría la fuerza, claro que sí, pero fue ella por su propio pie quien dio el primer paso. Y entonces ocurrió lo único que podía romper la magia del momento. Fue interrumpido por uno de esos salvajes del Bosque. Alguien con el aspecto de un guerrero y la mirada de un cazador. Fue por eso que Nu-Taur-Dunath se vio obligado a huir.

Enfadado, frustrado y hastiado, no tardó en pagarlo con el primer Fata con el que se cruzó. Y fue en ese momento, mientras hacía gala de tosa su crueldad, cuando alguien le vio. Se trataba de otro Fata del Bosque, pero que en su sadismo, en su forma de hacer, sólo vio un aliado en potencia. Un compañero. La oferta de Gelion fue directa: necesitaban mas como él. Y Nu-Taur-Dunath ni siquiera quiso saber para qué. La diversión estaba servida, y eso era lo importante.

Ese fue el principio de años de un doble juego. En palacio Nu-Taur-Dunath era un cordero con sonrisa de lobo. Pero en cuanto salía de allí liberaba sus instintos, dando rienda suelta a todas sus perversiones. Así fue como participó en el ataque a Randir. No sabía qué había hecho aquel Fata: ni siquiera le importaba. Sabía que tenía que ser eliminado y que le dejaban divertirse con él el tiempo que quisiera.

Randir fue torturado, quemado, descuartizado. Y aún así siguió con vida. Aquello era para Nu-Taur-Dunath algo fantástico, pues no importaba lo que le hiciera: el Fata siempre volvía a despertar. Fue una pena que él y su grupo fueran interrumpidos por alguien tratando de salvarle. Tenía tanto por hacer...

Últimamente Nu-Taur-Dunath se ha centrado. La Guerra parece cada vez más inminente, y levantar sospechas no es una buena idea. Sus reuniones con Celebia se han vuelto más viscerales, más salvajes, pero eso no es algo de lo que ella se queje. Además, si lo hiciera sin que él le diera permiso el castigo sería aún mayor. Poco a poco ha ido pasando más tiempo en Palacio, afilando su sonrisa lupina al sentir la cercanía de lo que está por venir. De lo que él va a traerles.

Volviendo la vista atrás, al momento en la estación de metro, se te hace complicado pensar que te has equivocado. Es difícil calcular cuánto tiempo ha pasado exactamente desde ese momento, pero aún así cada vez sientes a esos que te rodean más cerca, como si compartierais algo más. Como si fueran parte de algo que no puedes recordar. Hay algo más: una sensación latiendo en tu interior. Algo que te dice que para ser tú de manera completa tendrás que escoger a uno de ellos como foco. Puede que aún no sepas cómo o para qué, pero hay una cosa certera: esa elección es importante.

Por un momento estuve a punto de centrar mi mirada en la pequeña Jane, pero entonces sus palabras y maneras de actuar me desconcertaron. O era una funda de fantasía e ilusión lo cuál vendría genial para mi mente madura y alejada de aquella forma infantil que echaba de menos e intentaba recuperar.

O era un disfraz de inocencia que tapaba un rostro de muerte y formas siniestras que me harían mucho daño, como aquella siniestra niña en el árbol.

No la niña... no...

Entonces me fijé en aquella mano, que fue la única que escucho la razón de mis palabras y ayudó a Jane al comienzo de aquel tunel... Allegra Blue.

Una chica que tenía fama y posición pero que a pesar de ella, había decidido en su ida hacía la llamada dar lo mejor de sí, ordenando sus sentimientos y no dejándose llevar por las instintos como yo.

Un modelo a seguir...

Ahora que tu alma volvía a ser consciente de quien eras realmente, ahora que empezabas a intuir de lo que eras capaz... Las cosas volvían a estar más o menos claras para ti.

Sin embargo aun faltaba algo. Sabías que no estabas completo. Tu poder, tu capacidad para lograr tus objetivos... Aún podía crecer un poco más. Sólo tenías que terminar de encontrarte a ti mismo. Pero ¿cómo? La respuesta no estaba sólo en ti. Estaba en tu pasado. Estaba en tu presente. Escuchabas a los que te acompañaban, consciente de que allí, entre ellos, se encontraban algunos de los Fata que conociste en otro tiempo. ¿Podría estar en ellos ese catalizador que te diese lo que te faltaba? ¿O quizá sólo necesitabas saldar alguna cuenta pendiente?

Con un poco de suerte Elendire se encontraría también allí. Ella había logrado escapar de ti, ya día de hoy era como una espina clavada. Puede que fuese tu oportunidad de zanjar ese asunto. Y si también estuviera Celebia... Bueno, ella podría darte otro tipo de diversión. Y luego estaba esa chica, Allegra Blue. ¿Quién era en realidad? ¿Tendría ella las respuestas que buscabas?

El día iba pasando, y delante de ti unos y otros iban tomando posiciones ante lo sucedido. Las acusaciones empezaban a volar, y resultaba divertido ver cómo la mayoría de ellas ni siquiera tenían fundamento.

Aún así, estaba cada vez más claro que la gente pronto acabaría por buscar sangre. Por defenderse. Acabar muerto era una posibilidad, después de todo, pero evitarlo parecía la mejor idea posible. Y no habías sobrevivido todos esos años en Palacio con tus costumbres sin ser más avispado que la mayoría. Allí, entre tantos lujos, siempre te había sido fácil saber quién desconfiaba de ti. Ahora no debería ser muy diferente.

La noche cayó, y sabías que tú mismo habías sentido tu sentencia. Conforme la oscuridad crecía era imposible no esperar con una sonrisa, consciente de que por una vez serías tú el que sentiría el placer que el dolor guardaba. Y más teniendo la certeza de que al día siguiente regresarías con la confianza de los demás ganada.

Aún así el ataque te pilló por sorpresa. Fue sencillo y rápido, eso sin duda, y no llegaste a luchar ni siquiera un poco. En lugar de eso te dejaste ahogar con aquel trozo de cuerda con el que alguien había rodeado tu cuello. Eso era casi poético, después de que sólo un día atrás tú intentases estrangular a aquella chica que resultó ser Amazarac.

Tu vida se fue lentamente. Y con cada bocanada que intentabas dar sin éxito, un germen de expectación y excitación crecía en ti, sin saber del todo si tu plan resultaría como pensabas.

Eres totalmente libre de examinarlo, si él se deja. Eso sí, no vas a extraer ninguna conclusión que tu personaje no posea ya. A partir de ahí eres libre de achacarlo a incapacidad, a falta de instrumental, a fingimiento... Como tú decidas. :)

Aún sintiéndolo mucho he de pedirte que corrijas tu post. Hay demasiadas acciones sobre otros personajes que ellos tendrían que consentir, y Allegra ha declarado no dejar que nadie se acerque a Adam. Además es posible que Adam no quiera que nadie le toque si no son ellas... Esas cosas, ya sabes. ;)

Okiss... sin problema, voy a ver como lo hago y me dices... ^^

Recibido y gracias. :)

Y ahora???

Muchísimo mejor, sin duda. :D

Gracias.... ^^

La noche llegó, y con ella tu primera oportunidad de dar rienda suelta a tu creatividad a la hora de quitar una vida. Habías compartido cosas con Zaira, pero quizá era el momento de que pasase a mejor vida. Casi podías imaginar lo bien que quedaría su cadáver reproduciendo la escena del primer amanecer, con la cabeza abierta sobre el pavimento. Repetir la obra de Falmari quizá alejase sospechas de ti, y dado que ella ahora estaba muerta sería casi como una justicia poética.

No tardaste en dar con el lugar en el que dormía la chica. Que la ciudad estuviera en tan mal estado tenía ciertas ventajas, como la facilidad de hacerte con una barra de hierro de la pata de una cama destrozada.

Permaneciste algunos minutos quieto, en silencio, simplemente observando. Llevarla a cuestas mientras gritaba podría alertar a otros. Habría que acabar con ella antes.

Un instante después la barra ya estaba haciendo su letal descenso hasta impactar en su cráneo. Una vez. Otra. Otra. Y sin embargo de alguna manera parecía resistirse. Por más que la golpeabas una y otra vez un sonido sordo era el único resultado. Ni sangre, ni sus huesos hundidos. Nada.

Fue su cuerpo quien pagó su frustración, siendo golpeado más y más, pero no tardaste en darte cuenta de que aquello no serviría de nada. Alguien se había encargado de que llegase viva al amanecer, como dos días antes había pasado con Anastasia.

Puede que por eso tú, más que nadie, te sorprendieras al verla cuando el día llegó, muerta con la cabeza fuera de su lugar. ¿Quién había hecho tu trabajo? ¿Quién, desde las sombras, os había echado una mano de una forma tan determinante?

Cuando la oscuridad terminó de cubrir la ciudad te encontrabas expectante. Era la primera noche que ibas a ser tú quien prestara vigilancia, y en cierta forma aquello era emocionante. Además, siendo Leithian el asesino ya todos os habríais manchado las manos de sangre, y aquello parecía como sellar un pacto oscuro y definitivo.

Al abrigo de la noche caminaste por las calles de la ciudad, atento, seguro de que si algo rondase por ahí lo notarías. Ese hormigueo en la nuca que te avisaba en ocasiones cuando alguien estaba observándote era todo lo que necesitabas.

Y sin embargo nada sucedió. O bien nadie estaba buscándoos, o bien sabían esconderse como pocos serían capaces de hacerlo.

El Padre

Había pasado mucho tiempo desde que habías abandonado Fäe. Siglos desde tu intento de secuestro a Elendire, o desde tus juegos con Celebia. Y sin embargo tu naturaleza no había cambiado.

Ahora estabais cada vez más cerca. Cada vez más cerca y, sin embargo, cada vez más lejos.

Puede que los demás no entendiesen tus motivos, pero tampoco era necesario explicarlos. Puede que ni siquiera imaginasen lo que eras capaz de hacer... No comprendían nada. No entendían el placer por el placer, ni el placer por el dolor. No sabían nada.

Pero aquello no era todo. En el fondo, en lo más profundo de ti, había un sentimiento sincero. Un único y verdadero sentimiento al margen de la búsqueda de sensaciones: alguien se había ganado de manera innegable. Había alguien que, aunque no lo dijeses en voz alta, quería a tu lado de una forma posesiva y casi enfermiza. Alguien a quien protegerías de cualquier cosa. De ti mismo, incluso. Alguien capaz de provocar en ti cosas que te harían volver de la tumba para vengarle en caso de que le pasase algo. Como un padre con su hijo.