Elendire clavó sus ojos sobre Tarma, furibunda como nunca antes se había mostrado- Da gracias a que esa Bruma no sea nuestra Bruma.- masculló, con tono frío y cortante, cerrando los puños- De ser así, te arrastraría con gusto hasta ella, para no tener que volver a oir jamás tu voz prepotente y sibilina. - añadió, horadándola con la mirada- Pero quien sabe, quizá te escupe de vuelta, por ser tan repugnante y rastrera, hasta el punto de resultar indigna incluso para Ella.- respiró hondo entonces, tras aquel exabrupto, tratando de serenarse- Te mereces estar muerta. Tú sí que eres una zorra desleal. -concluyó- Perra abandona niños.

Pestañeé varias veces, señalándome con el dedo.

—Pero, ¿tú de qué lado estás para desear tanto odio y muerte a alguien cuya inocencia quedó patente?— pregunté, mirando a Elendire—. En cuanto a lo de abandona-niños, no lo voy a negar— confesé—. Yo dejé a Serindë en la Linde cuando me la encontré en el río— expliqué—. No sabía qué hacer, y dejé que tuviera la misma fortuna que yo. Sola, criada a través de su suerte, sin poder confiar más que en sí misma— asentí con la cabeza—. Es un destino cruel, pero no todos podemos nacer donde nos gustaría.  

- Di lo que quieras. Cuéntame lo que te apetezca. A mí todo eso no me importa- dijo, virándole el rostro- Sólo reza, si sueles hacerlo, para que a mi hermano Elendë no le ocurra nada. Porque entonces seré yo la que, de tener la oportunidad, procurará que te pudras aquí hasta extinguirte, amargada y sola. 

Ante las palabras de Elendire, me limité a asentir y a alzar un pulgar en señal de irónica confirmación, murmurando un:

—Vale.

Una vez más aquel estanque parecía decidido a mostraros retazos de lo sucedido en el otro lado. Y cuando en esta ocasión empezó a aclararse la figura de Elendire comenzó a desaparecer, deshaciéndose ante vosotros.

-Supongo que la segunda.-Contesto de manera escueta aquel fata a la pregunta de aquella de color rosa, pero cunado se giro para mirarla ya no estaba, se había marchado, por lo que seguramente sus palabras no llegarían nunca a ella o si.

-Aina, presupongo que tu eres la Zaira humana, si te place me gustaría que le dijeras a Ivanna que la respuesta a su pregunta era su segunda opción.-Pidió antes de crujir su cuello y una letra en sangre aparecería en su mejilla, cerca del lagrimal: "L" Y devolvió la mirada a la tormenta, esperando paciente que alguien respondiera a su pregunta.

Tanto saldo evadiendo su holocausto, y el de aquellos que creía cercanos, tanto tanto tanto…, y echado a perder en un paso en falso.

Su llegada a causa de Essä, tan solo puede encharcar a Eirien de rabia y dolor. Desorientada, no acierta a buscar a nada ni nadie en aquella burda ilusión, conjunción de ilusiones. Cuando Elendire se acerca, frunce el ceño retraída, pero sin poder obviar el pésame y suave tacto de aquella Fata. Y aun asi, cuando esta se aleja hacia Lelithian, Eirien responde recogiendo las suyas propias en su regazo. Claro gesto de “no me toquéis…”

Prosigue Aina… más de lo mismo. Aquellas miradas de aparente compasión le daban a deducir el peor de los mensajes - Me estáis confundiendo… - confiesa negativa, apretando sus parpados con dedos indice y pulgar.
Solo cuando aquel, y solo aquel… le dirige la palabra, siente que debe hablar, Atanamir.
Sus emociones se reducen a un desgarrador frío en el pecho. Decepción… consigo misma, para La Linde y la Bruma… pero lo había intentado – Lo lamento, Atanamir – responde - Me protegía del miedo. Y a fin de largas cuentas, terminé jugando para ti. Sigo haciéndolo. Que mi cuerpo y mente terminen de consumirse si miento… – le dice, mas cuando le pregunta, franco y directo, si Lassa debe morir… le tiemblan los labios – No lo sé… – sincera, no lo sabe… - No lo creo - sincera, no lo cree...

Tras la empática, pero supone... equivoca insistencia de Aina, atiende a sus palabras – Mi relación con Lassa, no ha pasado de un continuo tanteo de confianza… – contesta – No hubo hechizo alguno, ni he respondido ante nadie ... ¿Que debo saber? – pregunta, cruzando sus brazos y ladeando sus labios. Algo le decía que había estado jugando con fuego. Continua enlazando - Decís entonces, que Serindë... ¿es la verdadera heredera de Fäe? - resopla, pues conecta - Lassa no tiene nada que ver con la familia. No obstante... no descarto una conexión mas que evidente, hasta en 2 ocasiones sin razón aparente y una tercera algo mas... particular - sonríe, sin muchas ganas. Chica lista.

Mira a Aina... - Al salir el sol. Te revelare aquello que sé... –… sin miedo alguno, cabeza alta. Eirien, más fría que nunca, ahora… la “muerta” dama de los secretos…

La marcha de Elendire es algo completamente inesperado. A la velocidad del rayo gira su rostro hacia donde estaba el de la Fata. Ya no estaba, se había marchado. Pensar que ahora estaba en otro lugar, lejos de él, donde moraban asesinos y traidores endurece su expresión. Nunca hubo momento para lamentarse ni dudar, y este tampoco lo iba a ser. Mira a Eirien y niega apenas unos grados con la cabeza.

- La dama de los secretos ha de tener secretos. No te excuses. - La exime de cualquier duda que pudiese pensar que Atanamir alberga sobre ella. - Cuando me sentencié, Lassa se comunicó conmigo. Confiado, le confié información. Solo eso buscaba. No creo en su compromiso. No creo en ella. - Dirige sus cuencas vacías sin vacilar a Eirien. - En ti creí y creo, en cualquiera de las dos esferas. Lo hice. - Ahora vuelve su rostro hacia la Fata de Palacio, Aina. - Tú. Elendire dice que no se puede exigir. Cuídala. Haced fuerza con Ohtar. Atraed a Elënde. Poned contra la pared a ese trío. - Propone a Aina, encarecidamente, pero sin cruzar la línea de la que nunca tiene constancia.

Mira al infinito, quizás buscando entre miles de matices en la sustancia la presencia de Elendire. Imposible. Los separa la vida y la muerte. - Debemos encontrar el camino de vuelta a casa. Habrá sangre. Acabaremos bañados en sangre de antiguos hermanos. Habremos salvado Fäe.

- Y nuevamente se va... - dijo, mirando al vacío - ¿Cuánto tardarán los anarquistas en arrancarle el corazón nuevamente?

El guardaespaldas de la princesa que se había mantenido ausente unos minutos, demasiado decaido para decir nada más, decidió volver a hablar tras las últimas intervenciones.

- ¿Y que pasa con Nu-Taur? ¿No os parece curioso que cuando Gelion dijo que iba a ajusticiarlo este perdió su poder, sabiendo que Falmari mantiene conversaciones con alguien? y... ¿Que cuando yo declaré que lo iba a mirar haya muerto ipso facto? ¿Todavía vais a justificarlo, todavía confiáis en él?

El abrazo de Lúva lo desarmó unos instantes. A aquel gesto no pudo hacer otra cosa que responder de igual forma. Sus fauces no marcaron gesto alguno, simplemente asintió con la cabeza, como aceptando su gesto.

Después de eso observó a los nuevos llegar, a los nuevos comentar. No tenía nada que decir ante sus palabras o teorías.

La llegada de tantas personas la tomó por sorpresa pero solo se giró hacia Eirien, a quien dedicó una mirada nostálgica. Ella podía ser como Atanamir y admirarlo como muchos otros fanáticos pero respetaba su posición.

Ante la reacción de Gelion, Lúva le dedicó una mirada amable y sonrió antes de ver cómo Elendire se marchaba, dejando a Loth solo.

Se acercó a su viejo amigo y le dijo - No te preocupes, al menos nos tienes a nosotras - señaló a la fata voladora, quien antes había ignorado su relación con Loth.

- No podemos amarte de la manera en que se aman, pero seguro podemos confortarte. Además, si ella tomó el poder de Tarma, es posible que puedas regresar pronto a su lado - no estaba segura si su amigo quería eso, pero sentía que era lo correcto por decir.

Me mantuve alejada de todas las conversaciones, era preferible escuchar y tratar de sacar conclusiones. Había aprendido de mi experiencia anterior que era mejor escuchar que hablar, por muy buenas intenciones que tuvieras, podía tener consecuencias.

Cuando Elendire desapareció sonreí, aunque no estaba segura de que con todo lo que le había hecho fuera bueno, al menos estaba viva. Miré con tristeza a Loth, parecían condenados a no poder estar juntos y era terrible. Asentí a las palabras de Lúva con agradecimiento. –Por supuesto que puede contar con nosotras.

Aún no había terminado de caer la noche cuando aquel lago pareció reaccionar una vez más, mostrándoos imágenes que vuestros ojos no alcanzaban a ver. Al mismo tiempo, a vuestro lado, la figura de Lúva empezaba a desvanecerse.

Durante un rato Aina guardó silencio, contemplando la discusión que estaban manteniendo Tarma y Elendire. Arrugó el ceño cuando la primera aireó con tanta maldad el secreto que guardaba celosamente la otra fata. Pero prefirió no meterse en aquella pelea. 

Cuando vio a Elendire desvanecerse, una suave sonrisa se dibujó en sus labios. Pestañeó y miró hacia Atanamir. Le escuchó y asintió con un breve gesto de cabeza. Pero antes de llegar a pronunciar ninguna palabra, Lúva también regresaba a la vida. 

Deslizó su mirada hasta donde segundos antes había estado la fata y sus pupilas se dilataron, aunque también una suave sonrisa se perfiló en sus labios. - Quizás no está toda la esperanza perdida... - Murmuró y, sacudiendo suavemente la cabeza, se volvió a mirar a Eirien.

- No hemos dicho que Sërinde sea la heredera de Fäe. Es una manipuladora que ha estado jugando con todos nosotros y tenemos que pararle los pies; por Fäe - . Le dijo, arrugando ligeramente el ceño. - Y sí, tiene razón. Lassa no forma parte de esa familia, pero de alguna manera está unida a alguno de ellos. Creo que a Sërinde. Acordaos que la primera vez que la atacaron, Allegra estaba junto a ella y evitó que la mataran. Después fue cuando me engañó a mi. Es astuta y peligrosa - . 

No reacciona al ver como Lúva también abandona al resto de Fatas muertos. Niega con la cabeza cuando Aina murmura algo sobre la esperanza. - No creo. - Dice escueto posando sus cuencas en Aina. Escucha a esta dirigirse a Eirien, la dama de los secretos. Está lo suficientemente de acuerdo con lo que dice como para respetar su turno de palabra. 

- En efecto. Sërinde es sucia y peligrosa. Lassa también. Ha engañado a demasiados. - Se dirige a Aina claramente ahora. - ¿Se pronuncian por el regreso de Elendire y Lúva? 

Salón de los Difuntos

Sucedió lentamente, casi como el tiempo que uno comienza a abandonar el sueño hasta que es consciente de que está despierto. Tus ojos empezaban a abrirse en esta nueva realidad con una sola certeza: habías muerto.

Puede que aquel lugar estuviera hecho para esperar durante toda la eternidad. Quizá, sólo quizá, ese tiempo fuera más breve de lo que parecía al pronunciar esa palabra. O puede que simplemente estuviese disponible durante unos días, el tiempo que todo tardase en resolverse. Como un bar a medio recoger antes de apagar las luces.

Sin embargo una cosa era evidente: el sitio recordaba mucho más a Fäe que al mundo de los soñadores. Se trataba de un pequeño lugar en lo que parecía el Bosque.

Sobre ti, sobre todos vosotros, podía verse el cielo claro, con un sol radiante que calentaba el rostro de los presentes. El suelo estaba lleno de hierba, tierra y rocas. El arrullo del agua sonaba cerca de vosotros, mientras grandes árboles crecían a su alrededor.

En todo el lugar podía sentirse la clara presencia del olor a pino propio del Bosque. Era un aroma intenso y natural, que penetraba en vuestras fosas nasales sin ninguna dificultad.

Un poco más adelante, frente a vosotros, podía verse un pequeño estanque, alimentado por un riachuelo que traía las aguas limpias y cristalinas.  Aquello podía recordar al Bosque, sí... Aunque cualquiera que lo hubiera habitado no tardaría más que unos minutos en darse cuenta de las muchas diferencias. Quizá se parecía más a la visión que un Fata de Palacio podía tener del lugar. Sin embargo estaba claro que cada brizna de hierba, cada piedra, cada detalle, habían sido colocados con esmero.

Y lo que confirmaba esa idea era el claro que había un poco más allá, donde había bancos y mesas para poder sentarse a disfrutar del hermoso paisaje que se abría ante vuestros ojos.

Pero había algo más. El claro estaba rodeado por un enorme banco de Bruma oscura y cambiante, tal como sucedería con la que se encontraba en la Linde.

Lo único que desentonaba en aquel paisaje era la enorme torre del reloj, similar a la que podía verse en la ciudad a la que todos habíais llegado unos días atrás. En esta los mismos fuegos ardían, constantes y continuos, como dispuestos a desafiar toda lógica y razón.

Sería difícil contar a esas alturas cuántas veces el estanque había reaccionado durante el día de hoy. Y, sin embargo, parecía dispuesto a hacerlo una vez más.

En esta ocasión, cuando el estanque empezó a aclararse para mostraros imágenes del otro lado, vuestra atención no se centró en una figura, sino en tres: Seth, Lera y Zaira.

Al mismo tiempo, aquí, la figura de Atanamir desaparecía gradualemente, la de Aina adquiría solidez y una nueva, la de Namárie, tomaba forma. Namárie, quien en otro tiempo fue una defensora leal de Palacio, pero que poco a poco había ido cambiándolo por las Ruinas.

Aún confundida por la transición, miró alrededor, encontrándose en un paraje desconocido. De tantos días vagando de un lugar a otro de Fäe, podría asegurar que reconocería el Bosque de tratarse de él, pero no recordaba haber visto jamás un paisaje similar a aquel. Todo parecía demasiado ordenado, pulcro, perfecto. Con una destreza y manía solo dignas de un fata de palacio, mucho más obsesivos cuando se trataba de cosas insignificantes e incapaces de comprender que el Bosque era más un producto de la corazón que de la mente. 

Pero si estaba ahí... Miró su tórax, recordando de pronto el agudo dolor en sus pulmones que le había impedido respirar con normalidad. La sensación de asfixia, de impotencia, de desesperación y miedo que había sentido se repitieron como ecos en su cabeza, alargando el sufrimiento de la perdida. No quería morir, y sin embargo, ahí estaba, muerta. Sus últimos pensamientos se reprodujeron como una grabación, formando un nudo en su garganta y obligando a aquella normalmente fuerte figura, demostrar intenso dolor y tristeza dentro de una profunda y cargada mirada. 

Se escribió en su piel cerca de donde fuera a tener un humano los riñones las palabras "Familia Rota" y así supo el que algo que no esperaba sucediera, se giro para dar la espalda a esa curiosa bruma para ver a los recién llegados y centrarse en Namárie.

-Que extraño, pensaba que al igual que se protegen, todos caerían al caer uno. Atanamir a jugado su mejor carta, al parecer.-Pestañeo largamente, mientras continuaba sentado en aquella silla de su propia sangre, observando confuso.