La muerte no ha hecho mella en Atanamir. No del modo que lo podría haber hecho en otros. Esta donde está ahora, frente a una de sus ejecutoras. Su rostro sigue siendo la máscara imperturbable de esa extraño material. Pese a estar sin ojos mira a Lassa con dureza. 

- Tú. - Dice sombrío, con la voz completamente grave y modulada de manera antinatural. - Espero que ahora entiendas el error que habéis cometido. Que has cometido. - La mira con sus cuencas vacías. - ¿Tienes algo que decir?

Maldita con la tortura de ver penar la esencia de los fatas condenados y ejecutados, siempre me encontraba dispuesta a expiar su ira por la violencia de su muerte. Esta vez, a pesar de cómo había sido el desenlace de Seth y la liberación de Atanamir, no iba a ser distinto y acudí a la escucha de sus últimas palabras dispuesta a ser aquella caricia que necesitaba para no caer en el olvido.

- El error no ha sido mío. - protesté como si llevase mosqueada por ello mucho tiempo - No me agrada verte aquí, menos dejar de verte allí.- confesé sin encoger la mirada.

-¿Qué puedo hacer por ti?- le devolví la pregunta con una sonrisa forzada y algo extrañada pues era la primera vez que alguien preguntaba por mis últimas palabras - A Eirien le has supuesto un golpe duro.- informé con cierto pesar, sin saber muy bien si quería esa información, si le haría bien o mal - Te aprecia.

- Entiendo. - Responde escuetamente a lo formulado anterior a Eirien. Al mencionar a esta permanece en silencio unos minutos. Minutos valiosos, pero que mal aprovechados serían peor que desperdiciados. - Dile que mi cruzada contra Lúva, contra Kammy, no es un despropósito. Hay certeza en ello. En un lugar, más allá de ese campo de batalla, una entidad superior a nosotros nos lo confirmó. En el mejor caso, está aliada con los traidores. En el peor, es una de ellos. 

Atanamir mira al infinito con sus cuencas y cruza las manos por debajo de la cintura, y luego las sube hasta la altura del pecho, las separa y vuelve a bajar. - Tengo la sospecha de que voy a tardar en volver. Si hacéis presión, y conseguís que se pueda leer mi interior, podréis confirmar a todos mi inocencia. Con mi inocencia como estandarte, quizás pueda estar ahí de nuevo.

Escuché las acusaciones a Lúva como si fuesen música celestial para mis oídos, ensanchando mi sonrisa cada vez más, regodeándome en la razón de mis sospechas, al fin confirmadas.

- Se lo diré. – prometí con mucha menos emoción manifiesta que la que bombeaba mi sangre – Tu interior ya ha sido confirmado. – aproveché para informarle clavando mi mirada en el lugar donde deberían encontrarse sus ojos y reprimí mi impulso de estirar, curiosa, mi manado hacia esas cuencas vacías. - Nu-Taur-Dunath ha dicho que no mentiste, puede que él no sea más que un charlatán pero si el resto toma su palabra por buena, el efecto sobre tu inocencia  será el mismo.

- Loth ha regresado. – constaté un hecho que ya debía saber con pesar empatíco por esa noticia – Su vuelta no se debe a Lúva, y creo que tampoco a ninguno de los presentes, sino que ha sido por ti, el equilibrio metiendo baza. – apreté los labios al escuchar mis pensamientos creyendo que hubiese sido mejor tragármelos y le sonreí tímidamente a modo de disculpa por el ensañamiento. – Procuraré por tu vuelta. Por la macha de Loyh y el olvido de Lúva.

Donde de cualquier hubiese brotado una sonrisa en sus labios al escuchar que su inocencia está confirmada, el rostro de Atanamir permanece idéntico. Firme, como tallado en cuero curtido clavado en una tabla. Asiente, sin embargo, orgulloso por dentro. - Es lo justo. Los honestos deben saberse honestos ahí arriba. - Sentencia sin dar más vueltas a su revelación.

El tema de Loth, por otro lado, hace que se entrevea una duda poco típica en Atanamir. Un combate sin igual se libra en su cabeza. - Loth está vinculado con Elendire. Están... Enamorados. - Escupe las palabras, dolido, si es que puede estarlo. - Temo que perjudicar a ese Fata pueda dañar a Elendire. Deseo su bien tanto como el mío. Si consigo volver, lucharé por ignorar su presencia hasta que entienda qué hacer. - Con sus cuencas se encara a Lassa. - Agradezco encontrarte aquí, y me disculpo por acusarte de errar. - Finalmente cruza las manos. - ¿Se habla de devolverme a la vida?

Guardé silencio a sus palabras, un silencio que buscaba la delicadeza en la negación, y que quizás demasiado largo, convirtiéndose él mismo en respuesta.

- Othar ha revelado haber sido - callé una vez más, buscando una palabra correcta y finalmente me decidí por la empleada por el afectado- poseído. Elendire ha confirmado sus palabras y han captado toda la atención del discurso.

- No hay más comentario acerca de ti que la equivocación del reloj. Por ahora.

 Sonreí a su mirada vacía con esperanza.

- ¿Cual fe tu historia? Puedo llevar tus palabras a Elendire, si así lo quieres.

-¿Qué viste exactamente en Kammy? - me atreví a preguntar con la esperanza de encontrar el filo con el que rajar su garganta.

El silencio que anunciaba un no es algo que Atanamir siente. No lo comenta. Es mejor dar tiempo y dejar que los hechos se desarrollen. - Lo de Ohtar lo supe. Por eso mismo me dirigí a él, preguntando si le sucedía algo. A lo mejor pasó desapercibido. - Calla y busca sus siguientes palabras. - Contarte como lo supe y como sé de la culpabilidad de Lúva supondría traicionar un silencio no escrito que incumbe a otros. Otros con los que por desgracia no puedo comunicarme. 

La pregunta sobre Elendire le lleva a repasar esos recuerdos vagos que guarda de Fäe y de la Linde, con ella y la Bruma. - Dile que volveremos a vernos. Haz sepa que no la odio por su amor hacia Loth. - Mira al infinito, y con la seguridad de quien afirma algo evidente vuelve a posar su atención en la Fata. - El resto se lo transmitiré yo mismo. - Afirma como quien está absolutamente seguro de que su sepultura es efímera.

- No dudes en blandir tu furia hacia ella. Harás lo correcto. No diría eso de alguien que puede devolver a la vida estando muerto sin estar seguro. - Advierte a Lassa de modo sentencioso. 

Mis labios dibujaron una ligera sonrisa que se asentó en mi con la confianza de quien cree conocer más secretos de otro de los que conoce de uno mismo - Lúva a cantado. Ha señalado el porqué de tu obsesión con ella a petición de Aina.

- Ha contado la existencia del lugar gemelo a Faë, del árbol oráculo, de los fatas atrapados en ese lugar y de la acusación que ha caído sobre ella en dos tiempos. Señalando un traidor entre cuatro, y la inocencia de tres.

Hice una pequeña pausa rebuscando en mis ideas - También ha explicado que se ganó la confianza de los demás fatas a pesar de ello, salvo la tuya y que fue por ti que se expuso. - esta vez arqueé una ceja mostrando una ligera idea de mi opinión en todo ese asunto - Parece que esa traición al silencio no escrito no guarda el mismo valor para todos. Ahora lo sabes.

Los nervios de Atanamir se crispan, pero no son mostrados. - Esa puta. - Dice en un tono grave y modulado de forma antinatural. - Se está callando algo. La afirmación del ente fue, primero, un traidor entre cuatro. A continuación, se descubrió que tres eran inocentes. Lúva no. Se realizó una última pregunta en la que se pedía saber si ella era una traidora o estaba aliada con estos. La respuesta fue un claro sí. - Atanamir deja caer las palabras con el peso de la verdad.

- Si los otros Fata depositan su confianza en ella pese a tener esa realidad afirmada es que son unos necios y han perdido el tiempo. - Cruza sus manos con fuerza y se queda completamente estático, harto aunque no lo muestre. - No vamos a dar tregua a los traidores. A los asesinos de Fäe. Así harán las cosas en Palacio o en el Bosque. En la Linde no hacemos así las cosas. - Asiente a Lassa.

Asentí imitando su gesto cuando él lo hizo - Lúva jamás hizo las cosas como debían ser en la Linde.

- Aina ha procurado transmitir un mensaje de Gelion, desacreditando al consejo, no sé las palabras de él, pero ella a dado a entender que las palabras del árbol no merecen ningún crédito. Algo que Lúva también señala.

Reí por debajo de la nariz - Alguien se ha tomado muchas molestias para hacerla parecer culpable. Y si el río suena, ojos lleva.    

- ¿Pretende que creáis eso? - Pregunta para sí mismo conociendo de sobra la respuesta. - Solo puedo desconfiar de Aina. Lúva la ha resucitado, y entonces, esta le brinda su apoyo. No. - Escupe esa palabra a través de su firmeza. - Gelion está protestando. Lloriquea. Dice que no puede actuar en el otro lado. - Modula la voz imitando el tono de ese fatilla del Bosque. Sabe que el tiempo se acaba, pero eso no le obliga a hablar rápidamente.

- Donde los muertos estamos congregados no se ha mencionado en ningún momento al Consejo. Tampoco se ha hablado del ente que nos dio las respuestas de Lúva. Desconfío del juicio y de las acciones de Aina. Confío en el árbol que nos reveló la naturaleza de Lúva. - Gira la cabeza, buscando ver algo que no existe en esa dimensión. - Tiene que hacerse justicia. Justicia ciega, pues la justicia no necesita sentidos. Es suficiente por sí misma.

- Gracias.- le dije con completa sinceridad - Se hará justicia, y será gracias a ti y cuando vuelvas, por favor, búscame.

Clavé mi mirada en él, deseando creer que no iba a ser la última vez que nos encontrábamos y por primera vez desde Leithian extendí mis brazos pidiendo un abrazo, ofreciendo mi confianza y tolerando una despedida. Sabía que el tiempo había llegado a su final.

Atanamir nunca había comprendido el cariño ni las muestras de afecto. Asiente a sus palabras y camina hacia ella, respondiendo a su oferta con los brazos levemente extendidos, listos para corresponderla. Su rostro sigue siendo esa máscara similar al cuero curtido, indescifrable. Está rodeándola cuando se dirige a ella en bajo. - Cuando quieras que te encuentre, has de buscarme. Confío en ti, en Eirien y en Elendire. Aubin y Andy también son de mi confianza. Es poco lo que puedo afirmar, pero otros afirmarán mentiras. - Permanece callado unos instantes. - Volveremos a vernos.

Y con la llegada de la noche esa conexión entre vuestras esencias comenzó a disiparse hasta terminar por desaparecer del todo.

Habían pasado quince años desde la última vez que nuestros fatas se encontraban, quince o cientos de ellos si me acogía al tiempo humano.

Y desde que había sentido su presencia, mi corazón me había obligado a buscarle, mi mente temió el reencuentro, y los recuerdos desmigajados del abrazo no habían dejado de fluir en mi sangre, manteniendo mi cordura y temple en todo aquello.

Pero al verle frente a mí, al saberle encontrado tras tan alto precio, mis rodillas flaquearon y necesité de toda mi fuerza tanto física como espiritual para mantenerme en pie y serena.

Le contemplé a distancia interiorizando su verdadera imagen, paralizada y sorda por los incesantes latidos tuertos de mi corazón marchito. Mis ojos resiguieron su cuerpo, escépticos; y mi mente no dejaba de escribir su nombre "Leithian, Leithian, Leithian"

- Al fin te he encontrado.- murmuré a pesar de las circunstancias casi en un sollozo de felicidad, y por primera vez desde hacía siglos, una lágrima discreta dibujó un reguero sobre mi mejilla derecha devolviéndome el control de mi cuerpo.

Control que tomó la ansia y no la razón. Me acerqué a él, con agilidad, con anhelo mal disimulado; empecé a extender los brazos por el camino y en cuanto los cerré a su alrededor, apareció la razón, alterándome el corazón y llevándome a abrir los ojos con expectación.

Y a pesar de todo, mis brazos siguieron petrificados a su alrededor, apretándole con suavidad, rogándole que no huyera de mí; mi cabeza se había encajado en la curva de su cuello, con naturalidad, como tanto tiempo había pasado frente a la bruma, creando esa mella que ahora hacía mío ese punto del cuello de Leithian.

- Perdóname.- lancé mis palabras sobre su espalda de fuego - Perdóname. - repetí tras unos segundos olvidando el protocolo de ese lugar - Te he echado de menos, he encontrado a Aidëmie.

Expusé los dos hechos que no podía retener más, rápida y directa, antes de que mi carácter receloso me obligara a tragarme esas palabras. Y guardé silencio, recreándome en la calma de aquel momento que temí efímera.

-¿Qué puedo hacer por ti?.- dije esta vez con un tono automático y entonación neutra, como si esa pregunta saliese de otro punto de mí, más técnico y práctico. Acostumbrado y carente de sentimiento. Y, sin embargo, el roce de mis labios sobre su piel sombría y gris, empezó un cosquilleo que me invadió el cerebro con un sentimiento familiar que llevaba demasiado olvidado bajo capas de soledad y resentimiento.

El fata cornudo esperaba ansioso, como sereno era su carácter, el reencuentro con Lassa, conociendo su destino de antemano, pues esperaba hoy la muerte, entre su piel ya estaba escrito su final antes incluso de conocerlo el mismo y por alguna razón no quiso verlo.

-Caprichoso es el destino, pues sabia que solo con la muerte te encontraría, a pesar de haberte buscando desde el comienzo.-Sonrió tímidamente.-La bruma reclama lo que es suyo y me alegra que hayas sido por tu mano y no la de otro, quien me ha traído al final de camino.-Dejo que el cuerpo de aquella fata envolviera el suyo con un cálido abrazo y el a pesar de ser lento de reacción, no tardo mucho mas en rodearla con sus brazos, brazos llenos de grabados que le recordaran quien era y quien era ella.

Escucho con atención las escuetas palabras de ella y el también fue parco en palabras.-No tengo nada que perdonar.-Dijo simplemente antes de añadir dos mas.-Es maravilloso.-Y fue entonces cuando su frente bajo para tocar la cabeza de ella, queriendo sentirla mas cerca.

Ante las ultimas palabras de ella, él apretó con mas fuerza su cuerpo contra el suyo y finalmente le dio una respuesta.
-Encuentra a tu hija.-Contesto simplemente volviendo a callar.

Leithian, exacto como le recordaba, una vez más había conseguido apaciguar mi dolor, tomando el peso de aquel abrazo y reduciéndolo a paz.

Apreté con suavidad mis dedos contra su espalda, correspondiendo a su fuerza que me apretaba más contra su cuerpo, agradeciéndole sus recuerdos, sus palabras, su serenidad, y, sobretodo, no ser rechazada. Era curioso como el único consuelo ante su pérdida podía obtenerlo de su encuentro. Él lo había llamado el final del camino, pero algo en mí creía que la muerte no era más que una liberación, el inicio de un regreso a nuestra esencia más pura, alejados de la influencia de nuestras carcasas humanas. De aquellos falsos corazones, entrañas y cerebros que nos habían mantenido apartados tanto tiempo, incluso negado todo cruce de miradas entre nosotros.

- Allí dónde vas encontrarás algo peor que la Bruma. - le advertí aun envuelta en sus brazos, empezando a temer el momento en que su imagen desapareciera ante mí - Ahora que te he encontrado no puedo volver a perderte, Leitian.

Le hablé con su contagiosa calma, sintiendo como mis latidos irregulares poco a poco recordaban el ritmo de su corazón, copiándolo, tomándolo como suyo, sincronizándose como si se tratarse de uno solo. Y por un segundo soñé que si la Bruma nos había obviado una vez, quizás la muerte tampoco lograría encontrarnos esta vez. Pero en ese limbo la muerte actuaba rápido y selectivamente, sabía dónde encontrarnos, sabía de nosotros.

Eimedia, quería que la encontrase, sonreí a sus palabras a modo de asentimiento, tan encajada contra su cabeza que ni el más mínimo movimiento tenía cabida - No dejaré de buscarla, como no dejé de buscarte. La encontraré.

Guardé silencio entonces, y a pesar de la arena de nuestro tiempo seguía descendiendo por el embudo del reloj amenazante de un fin, ni siquiera me preocupé del tiempo que transcurría antes de volver a hablar, no necesitaba palabras para hacerle saber mis perturbaciones, mi añoranza, mi cariño, mis promesas de reencuentro, mi gratitud, felicidad y tristeza.

- ¿Qué fue de ti? - quise saber su historia tras mi marcha.

Leithian estaba en silencio, inamovible, dejando que el tiempo pasara en silencio pues el mayor de los sentidos, el tacto hablaba por el y por todo su ser, ahora estaba calmado no solo en apariencia y su única preocupación seria el soltarse de aquella persona que le había cautivado hacia ya tanto tiempo a la que escuchaba y era la única que le hacia esbozar una ligera sonrisa.

-No me perderás si nunca llegas a olvidarme.-Comento en un susurro a su primera afirmación, mientras en su espalda, allá donde las suaves manos de ella tocaban, letras hundidas en la piel del fata surgían, letras que escribían lento pero constante la palabra "Recuerdo"

Quiso mirarla, pero ello suponía hacer movimiento y eso no era una opción, no con el reloj en movimiento, por lo que simplemente volvió a hablar.

-Recuerda lo que una vez te dije, la bruma no es peligrosa, ella no es ni buena ni mala, simplemente reclama. Y allí donde voy y estoy ya tienen una bruma, tan parecida a la que se encuentra en el linde que en parte siento volver a casa-Callo para respirar el aroma de ella y sentir su corazón al igual que el suyo. Ella hablo de nuevo y el contesto por ultima vez.

-Quien importa lo que fue, mi cuerpo y el tuyo es el presente y mi piel el libro que lo escribe. Hablar de lo que fue seria recordar algo que ahora ya no me importa, mi piel ya no lo guarda.