Celebia

Princesa Celebia. La Fata destinada a poseer más poder que ninguna otra en todo Fäe. Capaz de decidir sobre el destino de soñadores y Fata. Capaz de arrebatar vidas o de alargarlas con un simple gesto de su mano o una mirada. Capaz de cambiarlo todo y llevarlo a la mas bella luz o sumirlo en las tinieblas.

Celebia creció sabiendo que algún día sería Reina. Que daba igual lo que hiciera o lo que pasara: esa posición le correspondía por derecho, y la reclamaría llegado el momento. Y esa es probablemente una de las peores cosas que una futura Reina puede creer.

El Rey era totalmente contrario a esa opinión. Él sabía ver a las personas, sabía conocerlas con un simple vistazo o un par de palabras, y jamás habría consentido que Celebia creciese dando su supremacía por hecho. Pero el Rey había desaparecido, y la Reina tenía una opinión muy distinta al respecto.

Celebia nunca necesitó pedir nada. Siempre había alguien que se adelantaba a sus deseos, disponiéndolo todo para que ella ni siquiera tuviese que llegar a hablar. Tenía todo lo que podía querer, y no quería ni la mitad de lo que realmente tenía. Hacía mucho tiempo que se había empalagado de tanto lujo y ahora cada vez le resultaba más tedioso y aburrido. Y aún así no se negaba a recibirlo, pues de otra forma ¿qué iba a hacer? ¿Parecer una salvaje?

Sin embargo había algo que sí aceleraba el pulso de su corazón, que apartaba de su mente todas y cada una de sus ocupaciones y la hacía volar. Algo, o alguien: Nu-Taur-Dunath. No se trataba de su atractivo, no, ni tampoco de las cosas que él pudiera decir, sino más bien de su actitud. Como si no necesitase que alguien le diese permiso para coger cualquier cosa que se propusiera. Y cuando llegó el momento en que se propuso tomarla a ella, fue Celebia quien tuvo que pedir permiso. Y no sólo para encerrarse juntos en una alcoba, no. Absolutamente para todo.

Así fue cómo la Princesa aprendió lo que era olvidarlo todo y obedecer a alguien. El placer que él le daba era totalmente incomparable a cualquier otra cosa que hubiera sentido, y en apenas unas semanas ya se encontraba rogando por más. Suplicando. Pidiéndole que hiciera con ella cualquier cosa que considerase oportuna. Que la amordazase, atase o insultase pero que, por favor, no la dejase de esa manera.

Aquello, que comenzó como un juego, se convirtió en más que eso. Ella empezó a sentirle realmente de una manera especial. Sabia que en el fondo no tenía ningún poder sobre ella, que sólo ella misma tomaba sus decisiones y escogía su destino. Pero aún así la vida en Palacio era tan tediosa, tan aburrida, que sólo podía suspirar esperando que él la llevase de nuevo a su alcoba.

Pero no todo iba a ser tan simple. Cuando una es Princesa ha de tener cuidado no sólo con los enemigos de la Corte, sino también con sus amigos. Y una Fata que siempre estaba al acecho, Eirien, terminaría por enterarse de todo. Probablemente esperaría chantajearla a ella o lograr poder a cambio de la información. Pero Celebia no era alguien que consintiese esas cosas. Puede que algunos la tildasen de déspota por tomar una decisión así cuando Eirien todavía no había hecho nada, pero la desterró de manera directa. Si quería comerciar con secretos de otros, lo haría fuera de sus dominios.

El tiempo fue pasando, y nadie se atrevió a repetir el error de Eirien. Además, ahora Celebia contaba con un guardaespaldas personal, Míriel, diestro con las armas y resolutivo en el ataque. Los encuentros con Nu-taur-Dunath fueron espaciándose en el tiempo, y a pesar de que el aburrimiento le hacía echarle de menos ella tenía más que claro que no era amor lo que sentía. Poco a poco ella iba haciéndose consciente de que el tiempo pasaba, y que pronto llegaría el momento de tomar una decisión. De eliminar el azar, y escoger su propio destino.

Volviendo la vista atrás, al momento en la estación de metro, se te hace complicado pensar que te has equivocado. Es difícil calcular cuánto tiempo ha pasado exactamente desde ese momento, pero aún así cada vez sientes a esos que te rodean más cerca, como si compartierais algo más. Como si fueran parte de algo que no puedes recordar. Hay algo más: una sensación latiendo en tu interior. Algo que te dice que para ser tú de manera completa tendrás que escoger a uno de ellos como foco. Puede que aún no sepas cómo o para qué, pero hay una cosa certera: esa elección es importante.

La joven que se sintió perdida desde el principio, rodeada de extraños, cada uno con su historia, y sin embargo con un objetivo en común aparentemente. Hombres y mujeres, incluso una niña. Todos ellos buscaban respuestas, o simplemente continuar si destino.

En silencio Xia observó a cada uno de un rápido vistazo, buscando algo, quizás una señal, una sensación, o un gesto que le hiciera decantarse por alguien en particular sin conseguirlo, o al menos no percibió una muestra que le indicara que esa persona fuese especial para ella de alguna forma.

Se tomó su tiempo, pensando en cada rostro, fue consciente de que aquella decisión tenía su importancia. En realidad, todas las elecciones tenían sus correspondientes consecuencias, pero no podía perder demasiado tiempo en meditar.

Después de dos pasados consiguió descartar a la mayoría. Al fin y al cabo solamente podía uno podía ser el elegido, o la elegida según el caso. Una decisión arriesgada que internamente le hizo sonreír. 

Una rubia, una joven que consiguió captar la atención de la asiática. De tez clara y labios pintados con un rojo mezclado con rosado. Ignoraba su nombre, y quizás debería preguntárselo si la ocasión diese para ello. La decisión fue tomada, para bien o para mal, pronto lo sabría.

Ahora que tu alma volvía a ser consciente de quien eras realmente, ahora que empezabas a intuir de lo que eras capaz... Las cosas volvían a estar más o menos claras para ti.

Sin embargo aun faltaba algo. Sabías que no estabas completa. Tu poder, tu capacidad para lograr tus objetivos... Aún podía crecer un poco más. Sólo tenías que terminar de encontrarte a ti misma. Pero ¿cómo? La respuesta no estaba sólo en ti. Estaba en tu pasado. Estaba en tu presente. Escuchabas a los que te acompañaban, consciente de que allí, entre ellos, se encontraban algunos de los Fata que conociste en otro tiempo. ¿Podría estar en ellos ese catalizador que te diese lo que te faltaba?

Con un poco de suerte Nu-Taur-Dunath se encontraría también allí. Juntos sabíais divertiros lo suficiente como para que todo lo demás importase un poco menos. Y luego estaba Eirien. El temor de que quisiera aprovechar esta oportunidad para vengarse era una realidad. Sin embargo si algo te había enseñado la Reina era que para mantener la vida había que ser más rápido. Más fuerte. Golpear primero. Por último también estaba esa chica, Anya Bennet. ¿Quién era en realidad? ¿Tendría ella las respuestas que buscabas?

El día iba pasando, y delante de ti unos y otros iban tomando posiciones ante lo sucedido. Las acusaciones empezaban a volar, y era difícil saber cuáles de ellas tenían verdadero fundamento. Si es que alguna lo tenía. 

Pero una cosa estaba clara: estabais en peligro. Sin embargo, la posibilidad de que entre los presentes se encontrase Nu-Taur-Dunath era algo plausible, y con sólo pensar en ello un denso calor creía en tu pecho. Sólo cabía esperar que no le pasase algo como lo que le habían hecho a esa chica.

Debías dar con él pronto. Asegurarte de si estaba con vosotros, y de contactar con él. Quién sabe, puede que cualquiera de los dos acabase muerto... Pero si antes podíais divertiros juntos como siempre habíais hecho, mejor que mejor.

Llegó la noche, y con ella tu momento. Con el tiempo habías aprendido que la oscuridad es una buena aliada. Quizá algunos no aprobasen tu manera de observar, de escrutar, de escuchar a los muertos. De aprender de ellos. Sin embargo sabías que estabas eligiendo tu destino, con él el de Fäe. Eso no era fácil. Ellos no comprendían el peso que la Princesa Celebia tenía sobre sus hombros. Un error podía ser fatal. 

Recibido.

Recuerda que para usar tu rol secundario tienes hasta el Domingo a las 23:59. :)

La paciencia era una gran virtud, con ella se obtenían respuestas que de otra forma se encontraban fuera del alcance. Xia se tomó su tiempo para meditar en si usar su capacidad o no, el único objetivo era Matthías, y si las palabras del enfermero son correctas, al igual que las de la chica de pelo morado sin duda no le interesaban para nada a aquella que guarda la princesa en su interior.

Preferió esperar a la siguiente oportunidad, quizás así pudiese encontrar algo interesante. Por ahora tenía la ventaja de no pertenecer a un bando claro, pudiendo decantarase por uno, y obviamente le interesaba el ganador. Aquí el que se alza con la victoria significa que sobrevive, y aquellos que pierden...son engullidos por la eterna oscuridad de la muerte.

No obstante, había algo que le llamó la atención, más allá de quien era o no aquel grupo que se dedicaba a entorpecer el regreso a casa, a su casa. Las palabras del enfermero, su capacidad le parecía interesante, atractiva incluso, siempre y cuando decía la verdad, pero especialmente su procedencia cuando fue una Fata. 

¿Palacio? ¿Podría ser que él fuese...? Se preguntó la chica con una sonrisa de satisfacción. Tampoco tenía mucho más por donde empezar, y suponiendo que fuesen los hombres, alguno debería ser Nur, aquel que le produco tanta dependencia, y placer al mismo tiempo.

Sí, empezaría por ese chico. Además, tenía que reconocer que su actual rostro le pareció atractiva aún teniendo en cuenta que la preferencia de Xia no eran los hombres precisamente. Aunque nunca se sabe.

Cuando la noche cayó, tus pensamientos iban dirigidos hacia alguien concreto. Alguien que podía estar entre los presentes: Nu-Taur-Dunath.

Habías estado observando a ese tal Paul, el enfermero. Le habías visto cuando aún no habíais recordado, y también después. Era imposible no verlo: se trataba de él. Le habías encontrado.

Sí, sin duda fue él, Xia lo encontró, no fue tarea complicada, el enfermero, o Nu-Taur-Dunath le dejó demasiadas pistas. No obstante, a los asesinos también, el encuentro fue breve, después de tanto tiempo, después de toda una vida, solamente pudieron compartir una intensa mirada. Nada más. A la joven Xia, o mejor dicho, a la princesa le supo a poco, demasiado poco. Quería más pese a que jamás lo admitiría.

Sonrío internamente al saber que él también estaba atrapado en aquella situación rodeada de carmesí y oscuridad, tenía la esparanza de compartir los juegos que se quedaron relegados por el paso del tiempo y el desinterés.

Que ella hiciese todo lo posible para provocar un segundo encuentro entre ambos cuyos mundos fueron tan dispares más duradero era cuestión de tener tiempo y la oportunidad adecuada. Antes la diferencia entre ambos fue la clase social, y los estigmas sociales, ahora sin embargo, la línea entre la muerte y la vida había creado un muro difícil de atravesar.

La Fuente

Habías pasado años como Princesa. Tiempos aburridos, aderezados únicamente por los ratos con Nu-Taur-Dunath y otros esporádicos momentos. Largas audencias, fiestas insufribles y eternas recepciones. Si aquello era lo que debías hacer el resto de tu vida como Fata casi daban ganas de acabar con ella.

Como Rey, tu padre te había educado antes de desaparecer para ser capaz de escuchar al pueblo, de tratarles con justicia y conseguir lo que necesiten. Como Reina, tu madre en cambio te había enseñado que nadie tenía por qué hacerte sombra, y que ese estatus te daba la libertad de hacer sólo aquello que quisieras. Al menos, cuando fueras Reina. Mientras tanto seguías sus normas.

A veces venían Fatas de otros lugares a intentar entretenerte. Aburridos, obtusos y densos Fatas que esperaban algún tipo de gratificación y no lograban ni una sonrisa.

Sin embargo hubo uno en concreto que sí llamó tu atención. Un Fata que le contó la historia de la Fuente de la Vida, y de lo que lograría aquel que la encontrase. Al parecer muchos soñadores la habían buscado sin éxito, pero la clave estaba no en buscarla, sino en soñar de una forma generosa y altruista. Pura basura, claro, pero quitando todos los adornos de la historia había cosas que tenían sentido. Y quizá tú, como Princesa, pudieras encontrarla.

La noche había vuelto una vez más, trayendo muerte a esta ciudad sin color. Sin embargo, no siempre la muerte era mala. A veces era vida. A veces era aprendizaje. ¿Qué harías en esta ocasión? ¿Tomarías a alguno de los caídos, o dejarías correr esa oportunidad?