Partida Rol por web

Horus - II

Madagascar

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23/09/2013, 17:38
Udjat

Estel y Omar habían llegado apenas unas horas antes. Tenían la reserva que les había mandado Sean por mail, y fue fácil encontrar el lugar.... aunque no tanto llegar a él.

Sabían que Madagascar era un lugar de contrastes, y que les aguardaba un paraíso. Ya sólo por el mismo nombre del hotel elegido, esperaban eso. Pero lo cierto es que el nombre le quedaba corto al lugar.

Tras un zigzagueante camino que duró una eternidad, y que se adentraba en la exuberante vegetación autóctona, pasando por entre los verdaderos gigantes de leyenda que eran los baobabs, la playa apareció como un zafiro encastado en oro blanco. Y, frente a ella, el Eden Lodge. Su destino, y el de Sean y Lottie... aunque ella aún desconocía que iban a encontrarse allí. Era la sorpresa que le habían preparado entre los tres.

Sólo ocho cabañas de madera y palma constituían aquella joya, y dos de ellas eran para los cuatro amigos.

Con discreción habían pedido en recepción que las dos fueran contiguas, y que, sobre todo, no dijeran ni una palabra de su llegada a Charlotte Dunne, bien conocida por aquellas amables gentes.

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23/09/2013, 17:59
Sean Dunne

"Creo que te gustará" dijo, y ¡mierda! como le costó reprimir no ya una sonrisa sino tremenda, estruendosa y rutilante carcajada en technicolour. Incluso en 3D. No, mejor no, eso último es un chiste pésimo.

Claro que le iba a gustar el Eden Lodge. No dejó de impresionarle el buen gusto de su hermana desde que vio las fotos del lugar en internet.

Sean no pensaba dejar que su hermanita lo sorprendiera en nada, no señor. Por ello puso un empeño tremendo en averiguar en donde demonios lo pensaba depositar. Fueron arduos (bueno, no tanto pero le gustaba darle cierta épica al recuerdo) días buscando por internet todo posible reducto hotelero en Madagascar... y digamos que son mucho mas que dos. Son cientos... o al menos se sintieron como cientos mientras buscaba.

Igual lo peor no fue buscar los resorts. 

Fue llamarlo uno por uno hasta dar con aquel en el cual Lotte hizo la reserva.

Eso le llevo mas tiempo del pensado (y que decir del costo telefónico) pero al final, si, Eden Fucking Lodge.

¡Y era una belleza en si mismo! Lotte ciertamente sabía como escoger un lugar, por Dios. Una belleza sin parangón, al menos si las fotos no mentían. El lugar le iba a encantar, de eso estaba seguro.

Ahora, había un pequeño problema ¿como lograr que su hermana no se diera cuenta que el ya sabía? Su hermana podía leerlo como un libro, de eso estaba seguro, y (había que admitirlo) el no era e sujeto mas complejo del mundo. Seguramente algo lo iba a delatar. Probablemente no pudiera fingir bien la sorpresa, ya en su voz o en su rostro o algo. Sea como sea era seguro que Lotte se iba a dar cuenta que algo raro pasaba. Lo mejor sería darle en se momento uno de esos abrazos bestiales suyos, si, al menos así no le vería la cara y estaría tan preocupada por respirar que mucha atención a su voz lo iba a prestar. Gran plan.

...

...

...

La verdad es que cuando pudo ver con sus propios ojos el lugar no pudo ni acordarse de todo eso. Quedó maravillado. Las fotos no le hacían ni podían hacerle justicia al lugar. Era algo mas que paradisíaco. Era tan real que no parecía real, si es que esto se entiende. Su abrazo fue real, no una excusa para que no se diera cuenta que el ya sabía. Lo mismo que las idioteces que gritaba. Esta casi fuera de si, rebalzando como la espuma de una buena pinta.

Estaba feliz, esa era la palabra. Feliz de estar ahí, de estar con ella, de ver esas playas, incluso de estar rodeado de todos eso monos raros. La pobre Lotte casi paga por su felicidad con casi una rotura de columna y asfixia pero en defensa de Sean el no se dio cuenta que la estaba matando (casi). Estaba feliz y así se lo hacía saber.

Tanto que por un momento se le olvidó por completo que ya sabía como era el lugar.

Aunque saber en este caso no era realmente saber.

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29/09/2013, 14:48
Omar Echenique

Omar se bajó del shuttle que los había trasladado hasta aquel pequeño resort y se encaminó con rapidez hasta la parte trasera para recoger su equipaje y el de Estel. Sabía que ella refunfuñaría diciendo que ya se encontraba perfectamente y que no eran necesarias tantas atenciones, pero las finas y pequeñas marcas de su hombro derecho trazaban un complejo mapa que le recordaba de forma constante a aquel día de hacía seis meses. Un día perdido en la bruma del tiempo y que, sin embargo, sabía omnipresente para lo que le quedaba en este mundo.

La metralla había supuesto un antes y un después. Fue el fin para ella de su aventura en la guerra. Para él, el comienzo de una agonía sin fin hasta que pudo concluir una serie de asuntos y poderse reunir con ella en el hospital americano de Tel Aviv, unos pocos días después. Y los meses subsiguientes habían sido especialmente duros, debiendo restañar heridas. Algunas físicas, las más de otro orden. Y Estel, tras un par de operaciones, había seguido un disciplinado y duro proceso de rehabilitación para recuperar la fuerza y la movilidad de su brazo derecho. Un proceso que apenas había concluido una semana antes.

-Ni se te ocurra quejarte -dijo al intuirla detrás de él y mientras recogía la maleta de ella-. Piensa que tienes mayordomo o algo así. Especialmente guapo, sin duda. E irresistiblemente atractivo. En resumen, un chollo de acompañante -añadió con una risita-. Ya está. Maletas en ristre. Así que abre camino hasta donde sea que tenemos que ir. Yo la sigo, bwana. Lo cierto es que todo esto es muy bonito. Muy... bucólico. Lleno de mosquitos y cosas que se arrastran y reptan por todas partes -dijo sarcástico-. Pero claro, quién va a elegir Nueva York teniendo esto a mano. Menos mal que me he traído repelente para gasear medio país.

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29/09/2013, 15:10
Estel Highwater

Estel bajó del shuttle y refunfuñó, por supuesto, aunque su refunfuño tuvo más de gruñido que de suspiro, y mucho más de risa que de molestia. Hacía tiempo que había dejado de intentar que Omar comprendiese no pasaba nada, que todo estaba bien, que no necesitaba... Pero las cosas habían sido duras, realmente duras para ambos, especialmente para él. Aquellos días en la guerra, y lo que había sucedido después, habían redefinido de una vez y para siempre lo que era la soledad, la incertidumbre, la impotencia, el dolor. Las verdaderas cicatrices no eran ni por asomo las pequeñas e imperceptibles que se adivinaban en su hombro. Así que ahora se quejaba únicamente para mantener una continuidad, para decirle con cariño y por lo bajo que todo estaba bien, que el humor había vuelto… Que la vida seguía adelante.

Adelante… Sus ojos se abrieron hacia el horizonte que la rodeaba, maravillados por el pequeño oasis de vida que enfrentaba su mirada, y se dejó penetrar por las luces, los colores, las formas de una naturaleza que se imponía salvaje sobre los intentos de civilizarla. La azuzaron recuerdos vagos, déjà vu que se superpusieron frente a sus ojos y en sus venas. Paisajes de la mano de su padre, la presencia de su madre mirando al cielo… La costa, la sangre, el polvo, el estruendo, Omar. Omar, que también se quejaba, aunque lo hacía a su aire, como siempre.

Estel soltó una risa.

- Oh, ¿de qué me sirve un súbdito irremediablemente guapo y atractivo si es sólo mirar y no tocar? – dijo, mientras echaba mano a la cámara con un movimiento extraño, un resabio de meses de horror y desgracia - Y que va a cometer genocidio animal, avisando y todo. Lo único que harás con eso será que Charlotte se atornille más tiempo aquí, intentando recuperar las especies en extinción. Ah, pero ya entiendo – giró para verlo, mientras quitaba el protector de la lente, con las cejas arqueadas – Te quejas, pero lo que quieres en realidad es volver a venir, ¿eh?

Click, click, click. Omar cargado como los antiguos egipcios que cargaron sobre sus hombros las pirámides. Los árboles, el tímido horizonte de un mar exhaustivo, un sol que demolería al mundo.

- Anda. Voy a hacer de cuenta que no he traído equipaje, y todos contentos – Estel se rió por lo bajo, burlona, aunque su mirada era afectuosa - Mueve esas caderas privilegiadas y no pierdas paso, o me perderé por allí y ya verás.

Como se había perdido cuando la habían sacado de aquel sitio, cuando la habían llevado a… Brumas, recuerdos, olvido. Abrió la marcha, a buen paso, sin molestarse en seguir el camino marcado. Todo lo interesante estaba fuera de él y Estel se dejó conducir por el impulso, zigzageando para apreciarlo todo en una única mirada.

- Creo que esa es la nuestra, ¿verdad? – señaló, casi aleatoriamente, una cabaña de las más alejadas, y miró la hora – Uhm… Los Dunne deben estar al caer, así que creo que sólo tendrás tiempo de embadurnarte de repelente. Aunque ten cuidado con eso, que quizás encuentras algo que quieras que te repte por todas partes y lo espantas – añadió, con descaro y travesura. Y luego, le guiñó un ojo – Quien debería embadurnarme soy yo, antes que el sol me queme como si no hubiera un mañana.

Se acercó a la cabaña, y probó la cerradura. Se abrió. Bien, aquella era. Le hizo un gesto sonriente.

- Después de usted – indicó, con reverencia – Y vaya preparando esas manos irresistibles. Tanto para la crema como para auparme. No, ni una queja – interrumpió, al intuirlo, y soltó una carcajada – Me voy a subir a aquel árbol con tu ayuda o sin ella... con tu autorización, o sin ella. La vista desde allí debe ser impresionante y... Quiero verle la cara a Charlotte - Estel extendió una sonrisa peligrosa, cómplice - cuando le deje caer algo encima.

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29/09/2013, 15:55
Omar Echenique

En esta ocasión fue Omar el que bufó. Una huracanada explosión de aire, mezcla de divertimento, exasperación y batalla perdida de antemano.

-Querida, puedes tocarme. Yo me dejo. Nunca digo que no a un buen masaje, aunque si lo que esperas es que el pequeño Omar despierte... Te sobran algunas cosas y te faltan otras -dijo al tiempo que entraba en la cabaña y dejaba las maletas a un lado. Miró alrededor. Había sitio suficiente para ambos y había algo de encantador en aquel refugio. Pero también de precario para su gusto. Que se tratara de un resort ecológico implicaba carencias. Electricidad hasta cierta hora, lo cual negaba la posibilidad de aire acondicionado o un miserable ventilador de techo, agua generalmente fría, horarios castrenses... Suspiró para sí. Sí, aquello era un lujo si lo comparaban con lo vivido en el conflicto siroiraquí, pero también era cierto que Omar había necesitado una sobredosis de mundaneidad para reubicarse en su regreso a eso que seguí allamándose primer mundo-. Como a esto -comentó haciendo un amplio gesto al lugar-. Pero, ¿qué es eso? -dijo señalando un pequeño camaleón que había aposentado sus relaes en el quicio de una ventana sin hojas, perpetuamente abierta a la naturaleza-. Joder, tiene la misma mirada que George Grafton, el de recursos humanos -afirmó antes de echarse a reir-. Nada como sentirse en casa.

Tras aquellas palabras, tomó su maleta y la abrió sobre la cama que se apoderó sin preguntar siquiera. La más cercana a la puerta. Su contenido era verdaderamente magro. Algunas camisetas, un par de bañadores, pareos, dos sarongs y algún pantalón por si tocaba algo un poco más especial. Lo colocó todo en unas baldas cercanas y sin mayores escrúpulos se desnudó, se puso un bañador y sobre él, un sarong comprado hacía tiempo en un viaje a Sri Lanka. Su cuerpo, moreno por instrucciones genéticas y cincelado por obra del gimnasio, pareció despertar e integrarse perfectamente en aquel paisaje.

-Crema, manos -dijo después y mostrando tales útiles-. Lo del árbol, se discutirá. Sí, ganarás y treparás como un mono a él, porque eso es lo que eres, una mona. Pero se discutirá. A gritos si hace falta. Bueno, ¿se puede saber a qué estás esperando para cambiarte? Porque no pretenderás que te despelote yo. Que soy mayordomo pero no un esclavo -dijo con una gran sonrisa.

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29/09/2013, 18:35
Estel Highwater

Los dos ojos de Estel, humano y tecnológico, exploraron el lugar con curiosidad mientras sus labios exhalaban una risa. Sí… muchas cosas faltaban allí, aunque nada sobraba en absoluto. Todo parecía dispuesto según una sobria y consciente idea de supervivencia, una en la cual los lujos y las comodidades parecían una broma desprovista de gracia. Pero todo lo necesario estaba allí, lo veía, mientras Omar se desplazaba a un lado para dejar las cosas y dejarse a sí mismo. Lo necesario, lo querido, lo anhelado... la compañía, la vista, y el resto. Estaba todo. Incluso los tomacorrientes. En la frontera apenas había habido, apenas como todo, y el cargar la cámara había sido una odisea. Eso, ese pequeña detalle... y todo lo demás.

Con su padre había visitado sitios sin luz, sin agua, otros con la austeridad como religión y moral... Pero ninguna experiencia la había preparado para esa.

Déjame fotografiar al agraciado – dijo Estel, acercándose a la ventana, y extendió una sonrisa traviesa - Así podré hacerle saber que hemos encontrado a su gemelo perdido. A Grafton le encantará saberlo… - agregó, mientras apuntaba y se reía - … o no. Sonríe, Georgie.

Click. Miró de reojo a Omar abriendo su maleta, magra como hace años quizás nadie lo hubiera creído posible. O quizás es que era una declaración de intenciones.

Apúntate un vale para un masaje esta noche - se rió, y su gesto de dejar la cámara a un lado, mientras Omar se desnudaba, hablaba de un pudor del que sus ojos abiertos no lo hacían - Ya sabes, como recompensa y pago en especie. Que esos hombros y espalda deben estar hechos una piedra luego de tal carga colosal.

Se paseó por el interior del pequeño refugio, explorando, hasta que se detuvo en la otra ventana y se perdió en ella. Le gustaba, la paz, la fluidez, el silencio lleno de sonidos ausentes… Paz que necesitaba, en el fondo de su espíritu, para recuperar un poco más de lo que se había herido junto con su hombro.

¿Ahora me vienes con remilgos? He perdido la cuenta de cuántas veces me has despelotado - giró hacia él, seria y ofendida, y comenzó a reír. Exageraba, por supuesto, sólo para molestar y Omar lo sabía. Con lo del hombro, si había tenido que ayudarla a desnudarse. Pero luego al volver había estado su madre, sí, vaya, y la de Omar - Voy a tener que cambiarte por otro. Uno que además no me discuta a los gritos. Porque si yo soy una mona, querido, tú eres una zorra.

Se desvistió, sin premura, ni más gesto. A los pantalones le siguió la camisa, y a ésta la camiseta sin mangas. Ambas cosas quitadas develaron que Estel ya traía el bañador de dos piezas puesto. Al ver el gesto de Omar, se echó a reír de nuevo.

¿Sorpresa? Es la mar de cómodo, sobre todo para viajes tan largos - siguió riéndose, y se acercó, sin ofrecerle aún la espalda… Retrasando el momento de que volviera a ver las cicatrices - Venga, estoy entregada. Barniza a esta escultura - agregó, levantando los brazos para ofrecerse, y girando lentamente - Y tengamos esa discusión antes que nuestros gritos nos descubran. Porque, conociéndote, no pienso ser discreta.

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29/09/2013, 20:34
Udjat

De pronto, llegó al Eden Lodge un todoterreno, y se escuchó claramente la voz cantarina y alegre de Lottie:

-¡Vamos Romeo! ¡Esa es tu cabaña!

Lo dijo a Sean, a su lado, dándole un puñetazo cariñoso en su brazo y señalándole una de las cabañas más apartadas...

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29/09/2013, 20:39
Sean Dunne

"Creo que te gustará" dijo, y ¡mierda! como le costó reprimir no ya una sonrisa sino tremenda, estruendosa y rutilante carcajada en technicolour. Incluso en 3D. No, mejor no, eso último es un chiste pésimo.

Claro que le iba a gustar el Eden Lodge. No dejó de impresionarle el buen gusto de su hermana...

¡Y era una belleza en si mismo! Lotte ciertamente sabía como escoger un lugar, por Dios. Una belleza sin parangón. El lugar le iba a encantar, de eso estaba seguro.

Ahora, había un pequeño problema ¿como lograr que su hermana no...? Su hermana podía leerlo como un libro, de eso estaba seguro, y (había que admitirlo) el no era e sujeto mas complejo del mundo. Seguramente algo lo iba a delatar... 

Lo mejor sería darle en se momento uno de esos abrazos bestiales suyos, si, al menos así no le vería la cara y estaría tan preocupada por respirar que mucha atención a su voz lo iba a prestar. Gran plan.

...

...

...

La verdad es que cuando pudo ver con sus propios ojos el lugar no pudo ni acordarse de todo eso. Quedó maravillado. Era algo mas que paradisíaco. Era tan real que no parecía real, si es que esto se entiende. Su abrazo fue real, no una excusa para que no se diera cuenta... Lo mismo que las idioteces que gritaba. Esta casi fuera de si, rebalzando como la espuma de una buena pinta.

Estaba feliz, esa era la palabra. Feliz de estar ahí, de estar con ella, de ver esas playas, incluso de estar rodeado de todos eso monos raros. La pobre Lotte casi paga por su felicidad con casi una rotura de columna y asfixia pero en defensa de Sean el no se dio cuenta que la estaba matando (casi). Estaba feliz y así se lo hacía saber...

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30/09/2013, 04:17
Estel Highwater

Estel se preparaba, mental y espiritualmente, para una pelea de aquellas tantas que tenían con Omar desde que tenía memoria, pero la diversión que esperaba respuesta se cortó de cuajo en un instante. El ruido del todoterreno derrapando tierra y velocidad gatilló, instantáneo, una descarga de adrenalina y una sucesión de recuerdos. La espalda que ofrecía a Omar se tensó, como un reflejo condicionado, se irguió para cubrirlo, y sus ojos discurrieron en el lapso de milésimas entre la puerta y la cámara que estaba un poco más allá. 

Le tomó un segundo o dos devolver la consciencia al presente.

- ¡Hostia, joder!exhaló, en castellano, antes de echar a reír - Primera y única vez en la historia que Lottie llega puntual a un sitio. ¿Te lo crees, Omar? Me lleva el diablo... - y otras cosas peores, pero esta vez en catalán. Giró hacia él, seria y solemne - Llora copiosamente mi alma por perder tus manos, querido, pero mejor abortemos el operativo crema. Prefiero echarle un susto antes de preservar esta piel de tan nívea y exquisita blancura - soltó una risita descarada y traviesa, antes de echarle un vistazo de arriba abajo y sonreír - Además, cuando me tuesto paso más desapercibida a tu lado, moreno mío.

Se escabulló hacia su maleta, y le hizo un gesto a Omar.

- Oh, no, nada. Mira. Todo con el brazo izquierdo, ¿sí? - le dijo, una advertencia afectuosa, antes de abrirla con la mano izquierda y revolver en su interior. Estel ya era ambidiestra antes de la guerra - Me visto, me subes al árbol, y luego cuando te encuentren puedes decirles lo que quieras para explicar mi ausencia. Te lo permito todo... Sé que te divertirás con ello, habrá que verles las caras, pobres - se rió, mientras se metía dentro de unas bermudas y una camiseta sin mangas. Echó mano a la cámara, colgándosela al cuello - Anda, vamos. Salgamos por esta puerta de atrás y ayúdame a subir. El árbol que está justo aquí al lado es un punto ciego para ellos, desde donde están ahora.

Le miró a los ojos, ojos de un brillo más tenue del que habían tenido toda la vida. Y le extendió, sonriente, la mano para que la acompañara.

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30/09/2013, 10:47
Omar Echenique

El frenazo y posterior derrape interrumpió su pequeño diálogo, prólogo de una discusión que Estel se encargó de zanjar dando por hecho que él la ayudaría a trepar. Por supuesto que lo haría. Mejor aquello que dejarla a su aire para intentar alcanzar la copa de un árbol y partirse la cabeza.

-No sé a qué hora debíamos esperarla -reconoció Omar-, pero si es puntual, o no es ella o está poseída. Así que pretendes que le mienta. Que haga un paripé, ocultándole tu presencia. Eres una sirvengüenza. Una mala mujer. Lo peor de lo peor -dijo Omar con una voz que chorreaba cinismo-. Me encanta -concluyó riendo por lo bajo-. Vamos. Te ayudaré y el resto déjalo en mis manos. 

Salieron por la puerta trasera, subrepticiamente, empujándose el uno la otro entre risas ahogadas, como dos chiquillos a punto de cometer una travesura. Un enorme sicomoro, de ramas bajas, parecía haber sido plantado a aquel fin justo frente a su cabaña, en la linde de un sendero por el que se accedía a otras cabañas. 

-Sube ya -dijo poniendo las manos entrecruzadas para que ella apoyara un pie y así subir a la primera rama-. Estel, vigila ese culo tuyo que me parece está creciendo hasta adquirir consciencia de sí mismo -susurró con una falsa queja. Lo cierto era que Estel había perdido peso durante aquellos meses convaleciente y Omar se había propuesto cebarla adecuadamente durante aquellas minivacaciones-. Por fin. Si por lo que sea no pasamos por aquí, no te quedes ahí más de un par de horas -Omar rió al tiempo qué dirigía un guiño travieso a su amiga.

Empezaba el espectáculo. Retrocedió y volvió a entrar en la cabaña para salir por la puerta principal de la misma. Su saludo a los dos hermanos llegó claro a Estel. 

-Pero qué desfachatez. Acaso no se retira uno a este lugar, huyendo del mundanal ruido, para que ahora vengan unos hippies fumados a meter bulla -hubo un momento de silencio-. No. No puede ser. La maldición Dunne, ¡aquí! Pero, pero, ¿qué he hecho yo para merecerme esto? 

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30/09/2013, 10:59
Omar Echenique

Ante los molestos ruidos, abrió la puerta de la cabaña como si de una hidra se tratara. Vestido tan solo con el sarong, el torso desnudo y calzado con unas chancletas, Omar parecía haber nacido para vivir allí.

-Pero qué desfachatez. Acaso no se retira uno a este lugar, huyendo del mundanal ruido, para que ahora vengan unos hippies fumados a meter bulla -hubo un momento de silencio, en el que su mirada se cruzó con la imagen de los destinatarios de su riña. Frunció el ceño ante el cabello rojo de ambos, pareció escandalizarse ante sus pecas infinitas y acabó alzando los brazos al aire de forma melodramática-. No. No puede ser. La maldición Dunne, ¡aquí! Pero, pero, ¿qué he hecho yo para merecerme esto? 

Su sonrisa, amplia, desbordante, mostró unos dientes blancos que contrastaban con su piel morena. Una sonrisa que desdecía todo el teatro anterior y los brazos abiertos al cielo, se convirtieron al bajar en unos brazos abiertos para recoger entre ellos a una Charlotte que hacia demasiado no veía. 

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03/10/2013, 01:31
Charlotte Dunne

Se bajó del coche sin perder de vista la cara de su hermano, su expresión, sus reacciones. Cada gesto la hacía sentir totalmente feliz y los miedos que había tenido al pensar en el enorme viaje en el que lo metía para llegar hasta allí se habían quedado olvidados en la terminal de llegadas del aeropuerto.

Tanto miedo por lo que pudiera pasar parecía ahora una exageración y pensar en eso la hacia sentirse un poco tonta. ¿Qué podía haber pasado?

Rodeó el coche lentamente, dejando que su hermano asimilara todo aquello. Las enormes tiendas rodeadas de vegetación, el suave olor del mar mezclado con decenas de fragancias provenientes de flores que él no había visto nunca... por ahora, claro. ¡Tenía tanto que enseñarle! Cuando llegó a su lado, otro abrazo imprevisto la pilló de nuevo totalmente desprevenida, aunque tenía que estar ya sobre aviso después de tantos años, pero la cara de total asombro de su hermano no le había prevenido contra aquella reacción.

Rodeó con sus brazos la cintura de su hermano y escondió su cara en su pecho apretándolo contra si, hasta que se dio cuenta de que si este seguía apretando de aquella forma pasarían el resto de aquellos días en el hospital.

-¡Valeee! Antes en el coche no lo conseguiste, pero como te empeñes me asfixias aquí mismo ¡Bestiiiiia! ¡Sueeeeeelta! –gritó mientras se revolvía contra él intentando hacerle cosquillas para que la liberara de su abrazo-¡Sueeeeltaaaa!-Sus carcajadas resonaban por toda la placetita en la que estaban, asustando a un pequeño grupo de pajarillos azules que levantaron el vuelo de uno de los árboles cercanos.

Pero, de repente, una voz proveniente de una de las cabañas que se levantaban delante de ellos resonó en el silencio solo roto por las risas de los dos hermanos. Sonaba enfadada, indignada, seria y total y absolutamente adulta, preparada para poner una reclamación en el hotel después del rapapolvos sin pestañear siquiera. Lotti dio un brinco en los brazos de su hermano al sentirse, no ya observada en pleno arranque de felicidad e intimidad entre hermanos, sino la razón de la ira de un turista que había venido a disfrutar de la tranquilidad que, ella sabía, promocionaba el hotel a bombo y platillo en la red y que era uno de los objetivos de quien alquilaba una habitación allí.

Agachó un instante la cabeza, quedando totalmente escondida de aquel sujeto tras la espaldas de Sean, pero comprendió rápidamente que aquello era infantil y solo una excusa la sacaría de aquello con cierta dignidad. No acababan de llegar y ya les habían llamado la atención, genial, dos días más y volarían una cabaña, miedo le daba pensarlo.

Levantó tímidamente la vista mientras sentía como su rostro ardía y se asomó lentamente por encima del hombro de su hermano dispuesta a pedir disculpas... hasta que se fijó en... lo único que pudo ver.

¡Menudo cuerpo!...¿De donde ha salido este...? –pensó mientras su vista pasaba de aquel torso moreno y desnudo al pañuelo largo con el que se tapaba de cintura para abajo y volvía a subir al torso para terminar en...

-¡¿Omar?!

El nombre de su amigo del alma fue solo un susurro nacido de la sorpresa de verlo allí. Era una aparición en persona, él no debería de estar allí aquel día. El...

¡Ha venido hasta aquí!

¡HA VENIDO!

¡HA VENIDDDOOOOOO!

Gritó su mente mientras su boca permanecía abierta en un congelado gesto mudo de sorpresa y sus ojos se abrían como platos al reconocerlo. Allí delante de ella, en carne y hueso.

Omar.

De repente aquel cuerpo escultural y el precioso pañuelo que llevaba puesto se volvieron borrosos, se mezclaron los colores y las formas y todo se volvió una mancha irreconocible de color. Lotti parpadeó inconscientemente y sintió la calidez de dos enormes lágrimas recorriéndole las mejillas antes de que la imagen, clara de nuevo por un instante, se desdoblara de nuevo en dos. Volvió a pestañear y sintió como las gotas mojaban su camiseta.

Sonrió. Sonrió como solo podía sonreír alguien al que han sorprendido inesperadamente y esa sorpresa era la mejor que recibía en semanas....semanas no, meses.

Que viniera su hermano...vale, pero que un amigo recorriera medio mundo por verla...

Aquello era demasiado. Era feliz, demasiado feliz. Omar había venido a Madagascar.

-¡OMAAAAAAAAAAAAAAAR!-gritó deshaciéndose del abrazo de su hermano con dulzura y corriendo hacia aquellos brazos que la esperaban abiertos. Recorrió el espacio que los separaba a la carrera, subió el escalón que lo separaba de él en el último medio metro y se lanzó directamente a sus brazos, sin miramientos. Sintió como su cuerpo embestía al del amigo, sintió como este intentaba soportar su peso y su emoción y trastabillaba hacia atrás un par de pasos. Pero ella solo quería abrazarlo y sentir que era real, que estaba allí y que no era un sueño.

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03/10/2013, 11:56
Omar Echenique

Trastabilló un par de pasos con el empuje de Charlotte, pero sonrió mientras ella se sumergía entre sus brazos, y su cabello rojo cosquilleaba en su nariz. Cerró los ojos, dejándose arrastrar por el momento, por el tesoro que encerraba aquel pequeño instante, por el amor y el cariño que podía destilar un gesto tan simple y tan complejo a un tiempo, como era un abrazo.

Cerró los ojos, estrechándola con fuerza. No había imagen ni mensajería a distancia que pudiera suplir el calor de un cuerpo, el tacto de una piel, el roce de un cabello, la fragancia de una persona. Sí, había pasado demasiado tiempo. Los meses vividos en la frontera siroiraquí habían determinado una separación forzosa, con comunicaciones esporádicas y de escasa calidad, donde las palabras, los gestos debían decir en poco tiempo cuanto requerían. Le asaltaron recuerdos de Estel y él, en la tienda de campaña de turno, en el hotel que procediera, en el puesto correspondiente, empujándose entre risas, que eran cada vez más escasas conforme pasaba el tiempo, por aparecer en el pequeño visor que llevaría, fruto de la magia tecnológica, sus rostros y voces a miles de kilómetros. A Charlotte.

Los meses posteriores al ataque y explosión que postraron a Estel en la cama de un hospital primero y en su apartamento después, constituyeron una dura prueba, una prueba donde las distancias, pese a los deseos privados, seguían siendo imposibles de eliminar. Charlotte estuvo con él al principio y después con ambos, una vez Estel salió de peligro. Día y noche, desde Madagascar y gracias a internet, pero la isla se antojaba algo así como las antípodas.

Pero ahora estaba la cercanía del ser, del cuerpo, de la persona y Omar estaba dispuesto a llenar aquel vacío de meses en unos pocos segundos.

-Ma petite Charlotte -murmuró cariñoso, pese a que ella le aventajaba en algunos años-. Tenía tantas ganas de verte una vez más. Y veo que tú también, porque a lo tonto me estás metiendo mano como una posesa -afirmó separándose un tanto, apenas unos centímetros, su blanca dentadura al aire en una sonrisa sin fin-. ¿Es que acaso no hay hombres en esta isla? Porque de ser así, te aseguro que tomo el primer vuelo de vuelta -su carcajada resonó entre las plantas y árboles con un eco argentino-. Déjame mirarte -la tomó por los hombros, separándola un tanto y mirándola crítico-. Sí, tienes... mmm... por lo menos, unas veinte pecas más en la nariz, pero estás preciosa -con una mano alzó la barbilla de su amiga-. En verdad que estás preciosa -depositó un beso fugaz en sus labios-. Esto te sienta bien, es evidente -guiñó un ojo a Sean, cuya complicidad había hecho posible mantener en secreto su visita-. Cuéntame, ¿cómo te va en este infierno rodeada de bichos y mosquitos y sin un buen centro comercial a mano? Bueno, antes que nada, recuerdos de Estel. Hubiera querido venir, pero... -su rostro alegre se volvió súbitamente serio y una media sonrisa de circunstancias afloró. Fue como si una nube ocultara el sol que había resplandecido en la cara de Omar.

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04/10/2013, 01:02
Estel Highwater

La risa había seguido al apoyar pie sobre manos, e incluso lo había hecho al menear burlonamente ese culo suyo que había conocido mejores épocas. Continuaba aún cuando a la mano izquierda le siguió la derecha, y llegó la comprobación silenciosa y no admitida de la resistencia de su hombro herido. Continuó un poco más, cuando ya con su propia fuerza se encontró encaramada en la rama más baja, subió a la siguiente, y desde allí le tiró un beso mezcla de despedida de amante y burla de niña.

Dejó de reír en el momento en que Omar le dio la espalda. Mientras él se internaba en la cabaña para comenzar el espectáculo, en el más profundo silencio Estel navegó entre ramas y hojas, rodeando el tronco del sicomoro, buscando la posición que la convirtiese en observadora privilegiada. Quería ver… Quería percibir, quería tocar, quería probar, arriesgar, vibrar. Sí, había mucho de travesura, de perversidad, en aquel acto de ocultarse y servir a Charlotte en bandeja hacia un momento de preocupación profunda. Pero también necesitaba saber, sentirse viva, volver a sentir que podía, que hacía… que vivía, tal como lo había hecho siempre, tal como lo había hecho hasta aquel instante. El brazo había aguantado, y aguantaría, ahora tenía la certeza. El resto de las cosas lo harían otra vez, sí, aquello también era cierto.

Estel se agazapó en un punto ciego para los descastados transeúntes de aquel césped de Madagascar, pero desde el cual podía verlo todo. Escuchó la voz de Omar y sonrió, una sonrisa de igual entidad a la de él, de igual afecto, aunque se estaba oculta a los ojos del universo. Pero no lo miraba a él, sino a los que llegaban, a la alta torre pelirroja que no pocas veces había apodado La Cosa y al otro fósforo que a su lado parecía un antiguo enano de jardín. Miraban sus ojos y miraba su cámara, porque ambos eran uno solo, y su mano gatilló las fotos como su mente gatilló la impresión de aquel instante en su memoria.

Click, click, click. Los dos pelirrojos, lado a lado, mellizos de diferente identidad. La expresión de shock de ella, la mala actuación de la cara de él. El escondite repentino detrás del parapeto que le ofrecía aquel inmenso cuerpo masculino. La posterior reaparición, donde no había modo de diferenciar mejillas de cabello. Los ojos levantándose lentamente, con miedo, con vergüenza… con lujuria lejana. Aquel instante de los ojos de Charlotte al ver a Omar donde el tiempo se suspendió para siempre. El cambio del perdón a la emoción en uno, dos, tres instantes. Charlotte corriendo. Charlotte saltando. Charlotte cayendo. Y un abrazo histórico, símbolo silencioso de una intensidad ininteligible, con el marco de hojas, sol, mar, madera y vida.

Estel sintió cómo se le erizaba la piel, por haberse dejado llevar por aquella emoción que fundía a Omar y a Charlotte en uno solo inseparable. Sintió calor, frío, alegría, necesidad, vibración, afecto, desasosiego, pero permaneció allí observando, sin hacer ni un gesto ni un sonido, ni una respiración que delatase su presencia.  Alzó de nuevo la cámara que había bajado y retrató aquel continuo de conversación dado por los gestos, las miradas, la caricia y el beso fugaz. Bien, tenía una nueva foto para extorsionar a Lottie en un futuro, cuando volviera a echar un novio. El sólo pensar en usar esa foto respecto de Omar le hizo comenzar a reír por dentro.

Ah, allí, Omar empezaba la función. Lo supo instintivamente, incluso antes que él la mencionara. Algo en su gesto, en su semblante, algo… Quizás que lo conocía demasiado bien, y simplemente, sabía. Daba igual, allí estaba. Una sonrisa llena de picardía y travesura, de descaro infinito,  invadió su rostro y Estel ajustó el foco de la cámara, dispuesta a no perder ni un ápice del rostro de Charlotte. Omar le destrozaría el alma... pobre Lottie. Pero gracias a la vida que quedaba una de ellos que la mantuviera así de intacta.

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06/10/2013, 12:41
Sean Dunne

Le devolvió el guiño a Omar, que estaba radiante, espléndido. Al egipcio, que lo era en mayor medida que no asiático, le sentaba Madagascar como un guante. Nada que ver con su propia piel blanca y pecosa, con su percepción del calor, y su poco amor a los monos esos que su hermanita mayor idolatraba.

-Bueeeeno, aquí estamos, ya veo que mi plan ha funcionado a la perfección. Y da gracias de que no te mandé a la otra punta de la isla con mis indicaciones, señor Echenique, casi que estuve tentado... y más viendo la reacción de Lottie, que ya ni se acuerda de mi ahora mismo...

Se puso cómicamente enfurruñado, meneando la cabeza reprobador, riñendo a Charlotte y amenazándola sacudiendo su índice. Pero sus ojos azules soltaban luces de alegría, y los mechones rojos de su flequillo bailaban saltarines con su meneo, desmintiendo la seriedad que intentaba aparentar.

Sólo a la mención de Estel bajó la cabeza, y desvió la mirada hacia el mar. Súbitamente serio.

Notas de juego

pnj.

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09/10/2013, 00:05
Charlotte Dunne

Lottí arrugó el ceño cuando escuchó las palabras de Omar, un gesto que intentaba parecer serio, maduro y realmente ofendido, pero que no pasaba de ser una mala interpretación que no engañaba a nadie.

-¿Meterte mano yo? ¡Faltaría más! ¡Soy una chica lo suficientemente decente para no hacer eso a plena luz del día y delante de mi hermano! ¿Por quién me has tomado?-le regañó con un fingido tono de sorpresa mientras que sus manos, entrelazadas por detrás del cuello de Omar, no liberaban su presa-¿Hombres? ¿Aquí? ¡Hay unos morenos que quitan el hipo, el sueño y todo lo que quieras!-rió con él sabiendo que Omar tendría claro que por mucho hombre que hubiera suelo en aquella isla, ella había venido a trabajar y… y sí, mucho hombre suelto para ver pero seguramente todos muy lejos del ámbito de acción de Lotti-¡No tienes excusa para irte!-advirtió, riendo ya abiertamente, dejando a un lado su intento de parecer seria y estar regañándole, dejándose mirar o evaluar, mejor dicho, por aquellos ojos oscuros que tanto había echado de menos.

De repente se puso sería y abrió los ojos por la sorpresa-¿Veinte pecas? ¿En serio?

¿Las había contado? ¿Tan llamativas eran? ¡Dichoso sol! ¡Pero si ella ni siquiera había caído en que tenía tantas nuevas!

-¡Eh! ¡Si siempre te han…-exclamó al darse cuenta de que se había creído aquel comentario. ¡Siempre picaba!. Pero no llegó a terminar la frase, el fugaz beso de Omar la calló e hizo que sus mejillas se coloreasen ligeramente, como cada vez que él la pillaba desprevenida con aquel gesto, y cualquier intento de arremeter contra la tomadura de pelo se esfumó antes incluso de gestarse en la mente de la parisina.

Pero no se le pasó algo por alto. Aquel guiño a Sean... Aquello no era fruto de la casualidad, ¡no podía ser!

¡SE LO HA TENIDO CALLADO HASTA AHORA! ¡LO HAN ORGANIZADO A MIS ESPALDAS! Y lo peor es que no me he dado cuenta ¡HASTA AHORA!

-¡SEAN! ¡TU!-exclamó al darse cuenta de lo que había sucedido, volviéndose hacia su hermano sin soltar a Omar-¡VOSOTROS! ¡Lo habéis planeado todo a mis espaldas! ¿VERDAD? ¡SEREIS BANDIDOS!-rió divertida mientras apretaba contra ella a Omar, haciéndolo más real si cabía, casi esperando que en algún momento su figura se desvaneciera de entre sus brazos y con ella se esfumara toda la alegría que sentía. Después de todas aquellas semanas pendientes del estado de Estel, hablando con él intentando hacer lo que podía para tranquilizarlo a distancia, echándolos tanto de menos a los dos y odiando tener que estar tan lejos de ellos y sin la oportunidad de correr hacia donde estaban y sacarlos de allí lo más rápidamente posible, tener allí a Omar en aquel momento parecía fruto de un gran truco de magia que le daba la oportunidad de estrecharlo un instante para después devolverlo a miles de kilómetros de distancia. Como había odiado entonces aquella preciosa isla, aquel maravilloso trabajo, el momento en el que lo aceptó. Tenía que haber estado con ellos… Su estómago se contrajo al recordar aquellos momentos de crisis y su mirada se fue sin querer al interior de la tienda que tenía delante esperando que una Estel totalmente recuperada saliera del interior para darle la segunda gran sorpresa del día. Pero sabía que era imposible… así que olvidó a su estómago, dejándolo a un lado y sin dejar ver lo todo lo que había pasado por su mente en un solo instante.

-Sois unos bandidos…¡pero os quiero! Sí, créetelo Sean, a ti también te quiero-le dijo condescendiente al escuchar la queja de su hermano-aunque algunos días solo sea a ratos...

Pero el nudo que sentía en aquel momento en su estómago se agudizó al escuchar las siguientes palabras de Omar, y ya no pudo ignorarlo. Ahora le tocaba hacerse la fuerte, sí o sí, o aquello se iba a convertir en... mejor no pensarlo.

-Pero no ha podido, no puede perderse la rehabilitación, lo sé-le dijo lentamente, olvidadas las risas-Pero estoy segura de que está feliz porque tú si has podido venir. Y esta noche hablaremos con ella. ¡Esta noche no! -dijo animando su tono de voz cuando se le ocurrió que no hacía falta esperar tanto tiempo- conforme este flojo que esta hay parado se acomode en su cabaña y se dé una ducha, ¡que estemos presentables los tres para Estel o pensará que estamos en un país salvaje!-se volvió hacia su hermano, al que descubrió mirando seriamente hacia el mar y al que le lanzó una mirada llena de cariño haciéndole un gesto para que la ayudara a animar un poco la situación.

Menuda sorpresa me ha preparado, ¡qué haría sin él!

Entrelazó su mano con la de Omar y la apretó fuerte-Y te diría que no te vistieras, creo que le gustará más verte así que formalmente vestido…-bromeó con Omar intentando quitar un poco de hierro a la situación-¿Me cuentas que tal está mientras que Sean toma posesión de su cabaña? Creo que ambos habéis tenido tiempo de hablar estos días...-terminó diciendo con picardía.

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14/10/2013, 22:59
Omar Echenique

Charlotte, la incombustible Charlotte. A la que nunca faltaba una palabra en la boca, aunque quizá sí alguna respuesta, la que siempre oía, pero no siempre escuchaba, la que siempre tenía un abrazo guardado y no temía usarlo.

-Sí, bueno, fue idea suya. Una buena iniciativa que tanto Estel como yo secundamos. Nos parecía estupendo venir aquí y Estel necesitaba algo de paz y tranquilidad en un lugar donde la máxima preocupación fuera el factor de protección a usar y si echar la siesta o acostarse temprano -dijo con una media sonrisa-. Charlotte, Estel acabó con la rehabilitación hace un par de semanas. No es esa la razón por la que no ha venido. Es más... grave que todo eso. Sinceramente, yo no iba a venir. Fue ella quien me convenció para hacerlo diciendo que tú necesitabas también tener este contacto, para que pudiéramos hablar en directo de la guerra y lo que allí ocurrió. Ya sabes cómo le van esos rollos de la terapia en grupo. A veces parece argentina con sus chaladuras sobre la psicología -dijo medio bromeando en medio de la seriedad-. Tampoco quiero que te asustes. Dije grave, aunque quizá la mejor palabra hubiera sido "delicado". De haber sido grave no estaría aquí por más que se hubiera empecinado -señaló entrecomillando la palabra delicado. Alzó un brazo para rascarse la coronilla y veinte fibrosos músculos parecieron trabajar al unísono reclamando una mirada-. Ven, demos un paseo. Te cuento lo que está pasando.

La tomó por el brazo y comenzó a caminar con Charlotte a su lado. No le cabía duda de que debía estar preocupada. Caminar les vendría bien.

-Como sabes, Estel resultó herida por metralla en la explosión. La sometieron a varias operaciones para extraer las esquirlas de metal, reconstruir el músculo del hombro y también la clavícula que resultó muy dañada -un velo cubrió los ojos de Omar. Sin duda, tenía un recuerdo muy vívido de aquel momento y posiblemente fuera un recuerdo que jamás llegaría a ajarse-.  Las operaciones y labores de reconstrucción fueron un éxito dado el estado en el que se encontraba. Sin embargo, no fue posible extraer todo el metal de su cuerpo. No en aquel momento y sin poner en peligro la recuperación de la movilidad de su brazo. Todos sabíamos de su existencia, de los restos de metralla, pero en la balanza pesaban más unas cosas que otras. Era una condena aplazada. Tendría que someterse en el futuro a nuevas operaciones, solo que no pensábamos que fuera a ser tan pronto. Ni siquiera ella que ya sabes que tiende a ponerse en lo peor. Pero una de las esquirlas se ha desplazado más de lo esperado y está demasiado cerca de la carótida. Estas operaciones siempre son un riesgo, pero los médicos han asegurado que todo irá bien y que es algo meramente rutinario -Omar se detuvo junto a un enorme sicomoro, soltándose del brazo de Charlotte y enfrentándose a ella-. Es la razón por la que ella no ha venido. Está ingresada y por mucho que quieras, esta noche no podremos hablar con ella.

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17/10/2013, 12:04
Sean Dunne

No se fue hacia su cabaña, como Charlotte parecía indicarle, sino que cuando apartó los ojos del horizonte, los clavó en la nuca morena de Omar, y si alguien le hubiera estado mirando, habría visto una chispa de curiosidad en ellas. Pero no dijo nada, sino que echó a andar tras la pareja, tan llena de contrastes, y les siguió en su camino hacia ninguna parte.

Una vez se hubieron detenido junto al sicomoro, Sean se cruzó de brazos, con una media sonrisa instalada en su rostro pecoso. Les miraba a ambos, con una ceja levantada. No quería interrumpir su charla, pero disfrutaba escuchándoles, viéndoles. Era una pareja imposible, y lo sabía, sin embargo era una pareja memorable, y esos contrastes la hacían increiblemente atractiva.

Sus diferencias físicas, en primer lugar. Una torre musculosa y morena, semidesnuda, junto a una figura pequeña y flexible, blanca como la leche allí donde la tela de su atuendo de trabajo no la ocultaba. Negros los ojos y el pelo uno, azul y rojo la otra. Y las diferencias de carácter, de vida. Tan lejos, y tan cerca...

...allí sólo faltaba la pólvora para encender la mecha. Y se notaba. Faltaba Estel.

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19/10/2013, 14:35
Charlotte Dunne

Lotti sonrió al escuchar hablar a Omar de Estel y no pudo evitar mirar por encima del hombro de su amigo al interior de la habitación, esperando ver aparecer a la morena en cualquier momento para completar la sorpresa. Pero no tardó en percibir un detalle, algo que al principio no había detectado pero que enseguida hizo que las sirenas empezaran a sonar en su cabeza. Omar estaba hablando en pasado. Y lo mismo que la ilusión había renovado fuerzas al esperar ver a su amiga, se desvaneció en el aire cuando vio que había echado a volar las campanas sin razón.

Charlotte, Estel acabó con la rehabilitación hace un par de semanas. No es esa la razón por la que no ha venido. Es más... grave que todo eso

El hielo invadió el estómago de Charlotte y sintió que el tiempo se paraba a su alrededor. Miró a los ojos a su amigo, buscando signos de alguna tomadura de pelo de primer orden que le haría pagar caro, tanto que no volvería a gastarle una broma de aquel tamaño en mucho tiempo...pero solo encontró seriedad, sentimiento y miles de cosas más, ninguna buena. Estaba hablando en serio. Sus ojos se lo decían como si ella hubiera preguntado y él hubiera respondido. No necesitaban hablar muchas veces y aquella fue una de tantas.

¿Habían hablado de que ya había dejado la rehabilitación? Sí…ahora recordaba que sí, pero ¿qué otra razón podía haber para no poder haber venido?

Se quedó en silencio, no podía articular palabra, temiendo escuchar las siguientes palabras de Omar cuyos ojos miraba fijamente, sumergiéndose en ellos e intentando averiguar todo lo que quería saber y temía preguntarle. Temía escuchar lo que tenía que contarle. ¿Desde cuando no hablaba con ellos? ¿Cuándo fue la última vez que habló con Estel? Su mente le estaba jugando una mala pasada y en aquellos momentos no podía recordar cuando fue, pero estaba segura que no habían pasado muchos días…aunque no podría jurarlo, había estado muy liada preparando la visita de su hermano y terminando las cosas más importantes de su trabajo para tener todo el tiempo que quisiera para él.

El tacto de la mano de Omar en su brazo la sacó parcialmente del trance en el que estaba inmersa. Asintió casi imperceptiblemente en silencio y siguió los pasos de su amigo hacia la playa, dejándose llevar sin perder de vista la cara de él, sin prestar atención a donde pisaba o hacia a donde iban. Tenía ganas de cogerlo del cuello y obligarle a que le contará ya que es lo que estaba pasando, pero le daba tanto miedo saberlo...

Escuchó a Omar, todo, del tirón, sin interrumpirlo, sin hacer preguntas, sin nada. Simplemente lo escuchaba todo como si le fuera la vida en ello, sin pestañear siquiera. Cuando Omar dejó de hablar, y se detuvo enfrentándose a ella, no dejó de mirar a aquellos ojos negros en los que ahora se veía reflejada junto con el agua del mar a sus espaldas, procesando todo lo que acababa de escuchar.

No sabría decir cuanto tiempo estuvo así, pero en un momento dado pareció recordar que tenía que respirar y bajó la vista hacia sus manos que desde no recordaba cuando estaban jugueteando con un anillo que siempre llevaba puesto regalo de su madre.

-Ya...-dijo simplemente sin saber que más decir.

No podía. No le salía nada. Simplemente su cabeza era un hervidero de preguntas sin respuesta, de sentimientos descontrolados que era incapaz de ordenar y procesar.

Sus ojos se entretuvieron con la arena que estaban pisando. Un pequeño escarabajo verde brillante caminaba distraído por encima de la arena, pero no tardó en echar a volar y desaparecer. La brisa le acariciaba el cabello y el sonido de las pequeñas olas rompiendo en la arena la acunaron en aquel momento de vacio insondable por el que estaba pasando. Se sentía culpable por no estar con Estel, por ser la razón de que ella estuviera pasando sola por esa enésima operación imprevista, de haber hecho venir hasta allí a Omar. Pero se sentía feliz de que él hubiera venido allí a contarle lo que estaba pasando, a estar con ella igualmente. Pero sentimientos tan encontrados la estaban arrasando por dentro.