Partida Rol por web

Horus - II

Madagascar

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19/10/2013, 17:36
Estel Highwater

La sonrisa había disminuido, desaparecido, vuelto una línea suave como el mar que rompía sólo de tanto en tanto la perfección del horizonte oculto. Los signos en el rostro y el cuerpo de Lottie eran un idioma que comprendía como si fuera el suyo, símbolos que descifraba sin esfuerzo. El giro de sus ojos a la cabaña que la buscaba, el silencio de negra que sacaba palabras de donde no las había para hacerse fuerte, aquel apretón de manos que daba lo que era obvio que ella no tenía. Pero lo revelador eran sus ojos, siempre... y nunca. La mirada de Charlotte jamás hablaba en código, como lo hacía la de Omar, o incluso como lo hacía la suya. Su mirada era puro símbolo, puro lenguaje, pura imagen... Y quedó encuadrada en la memoria digital del mismo modo que lo hacía en su memoria. Amor, dolor, contradicción, silencio. Fluir, estar.

Charlotte habló de hablar, de compartir, de integrar. Y la sonrisa de Estel volvió y creció, creció exponencialmente, hasta alcanzar el límite físico, a partir del cual siguió el derrotero de sus ojos y estalló, como en otra persona lo hubiese hecho en lágrimas.

Había cosas en las cuales el lenguaje no alcanzaba, se agotaba, se partía. Omar podía hacer tan flexible ese límite que parecía que todo hecho podía describirse con palabras, o con ausencia de ellas. Pero lo que había pasado, lo que había sentido... De eso sólo podía hablar bien a impulsos, a sensaciones, a imágenes, símbolos. El dolor, el horror y la muerte, el frío, el inagotable frío en las venas y el alma. Y a la par que se reía sola y por dentro de aquello de la terapia en grupo, ¡joder, Omar!, su sangre comenzó a relentizarse hasta la anulación. Sintió el vértigo de volver a estar al borde del abismo, el calor del roce de la muerte, la falta, el negro lejano. Todo volvió en el lapso de un instante. Sus dedos se aferraron a la cámara, intentando usarla de ancla al presente, pero sólo consiguieron volverla atrás. Ese día. Ese momento. Ese...

Hijo de su santa madre, volvió repentinamente a su sitio cuando Omar empezó a mentir con todo. Y volvió a sonreír. Llevaban toda la vida actuando, bromeando y mintiendo de esa manera, pero jamás dejaba de fascinarle lo bien que lo hacía él.

La danza continuaba. Una mano que soltaba un brazo, una figura apartada, un dedo que tocaba un metal. Estel se movió, para encuadrar aquello que sabía que estaba por venir, que vendría cuando Omar se callara, cuando diera el golpe final. El instante en el cual el espejo de aquellas orbes de agua se cayera a pedazos, impactada por un tifón de sensaciones que no podía ni absorber ni dejar salir. Click. El rostro de Charlotte se convirtió en una Madonna etérea, real, tangible, una cara casi religiosa y humana de la contradicción, altruismo y silencio, egoísmo y palabra. El perfil de Omar se transformó en la tercera máscara del teatro, inmortalizada en un cuadro borroso, digna de ser incluida como parte de un símbolo ya vetusto, ya oxidado, puesto de rodillas ante la aparición de lo extraordinario.

Estel apagó la cámara. Ya era suficiente... Ya era demasiado. La travesura se mezclaba en su rostro con el amor que se mezclaba en sus venas, y había llegado aquel punto donde el hielo era demasiado suave para permitirse una nueva embestida. Una que no permitiría que dieran a Charlotte, ni ellos, ni ella, ni nadie, como no lo habían permitido jamás a lo largo de aquella corta vida, ni ella, ni Omar. Aseguró la cámara a su espalda, tal como había aprendido a hacerlo para colgarse, descolgarse y correr, y se movió sigilosamente a lo largo de la rama para pasar de un sitio a otro. Había calculado con la vista, como le había enseñado a hacer su madre cuando era pequeña, ¿por qué alguien le enseñaría funciones de física práctica a un niño, cielos?, y sabía de dónde tenía que descolgarse para caer a espaldas de Charlotte. Esa rama, ese segmento... Sí, allí. Aquí. Y así...

Se aferró de la rama despacio, giró, se aferró mejor, apoyó la rodilla, se balanceó, y se descolgó de una vez, porque un sonido previo le avisaría a Charlotte. Sus movimientos silenciosos dieron lugar a un roce en el suelo que podría haberlo hecho un animal cayendo a tierra luego de una caída controlada. Pero antes que ella se diera cuenta de lo que había a sus espaldas, y antes de que Sean pudiera reaccionar al verla, Estel guiñó un ojo a Omar como un beso lanzado al aire, y abrazó a Lottie por detrás. Cruzando el brazo derecho por encima de su pecho, para que aquello fuera lo primero que la francesa viera al bajar la vista. Apretándola con fuerza, con firmeza, para que terminara de darse cuenta que todo estaba bien. Que estaba allí, que estaba bien.

Surprise, ma chèrie - susurró, con una sonrisa en la voz y en el alma.

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19/10/2013, 17:37
Udjat

El mar apenas susurraba, y su tonada era triste, a pesar del abrazo del sol. Un abrazo cálido y amable, que de todos modos no conseguía romper el escalofrío que la brisa había dejado en el cuerpo de Lottie. O quizá no era la brisa, quizá el escalofrío partía de dentro...

El escarabajo voló como una esmeralda alada encastada en oro de arena, y con él, distraídamente, un suspiro de labios de Sean.

Y entonces, suave y súbito a la vez, un sonido de roce en el suelo, justo detrás de Charlotte, frente a Omar, ambos bajo la sombra del sicomoro. Un animal pequeño y ágil, en una controlada caída al suelo, un roce apenas definido, y la sensación, una presa, algo se cruzó sobre el pecho de la pelirroja y apretó con fuerza...

Lottie bajó la vista sorprendida, quizá asustada.

Cruzando por encima de su pecho distinguió un brazo derecho de mujer, sin lugar a dudas. Y lo supo. Era ella. Apretándola con fuerza, con firmeza, para que terminara de darse cuenta que todo estaba bien. Que estaba allí, que estaba bien.

- Surprise, ma chèrie - susurró la voz de Estel, con una sonrisa en esa voz y en el alma.

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22/10/2013, 00:10
Charlotte Dunne

Charlotte vio como el escabarajo levantaba el vuelo. Lo siguió con la mirada hasta que desapareció en la distancia. ¿Cómo enfrentarse a lo que acababa de contarle Omar? Sentía ganas de echar a correr y coger el primer vuelo a donde quisiera que estuviese Estel, cargando con su hermano y con Omar. Pero este le había dicho que no era grave, que todo estaba controlado, ¿como irse de allí destrozando las vacaciones de su hermano y el cambio de aires para Omar?. ¿Que decisión tomar para no defraudar a nadie…?

-¿Por qué…. Por qué no me lo digisteis…? -preguntó con voz temblorosa-Dime que todo irá bien…dime que no nos necesita allí con ella…-suplicó mirando de nuevo los profundos ojos de su amigo. Sabía que él no estaría allí si realmente ella lo necesitara a su lado. Conocía el vínculo más que especial que los unía a ambos y sabía que si la vida de Estel corría peligro él nunca se hubiera separado de su lado, pero necesitaba escucharlo de nuevo de labios de Omar. Quería tener clara aquella certeza para poder organizar sus ideas y sentimientos alrededor de aquel pilar.

¿Y si algo sale mal y estamos todos aquí…?

De repente, todo ocurrió muy rápido. En las pupilas de Omar algo se movió fugazmente, una sombra apenas que ocultó por un instante el brillo del mar a sus espaldas, al mismo tiempo que sintió el inconfundible ruido de algo que caía en la arena tras ella. Antes de poder procesar todo aquello, lo que fuera que había caído a sus espaldas se apretó contra ella rodeando su pecho con fuerza, haciendo que perdiera su estabilidad y diera un paso atrás.

Charlotte se asustó. ¿Qué era aquello? Un pequeño grito mezcla de miedo y sorpresa brotó de su boca mientras sus ojos, abiertos como platos, miraban rápidamente hacia su pecho intentando averiguar que era aquello que la aprisionaba.

Hubiera esperado ver cualquier cosa, desde algún ejemplar de serpiente hasta algún tipo de mono, pasando por mil y una cosas, o tipos de animales mejor dicho, que conocía que vivían en la isla, pero fuera cual fuese…sería un depredador. Otro animal nunca haría eso, nunca se acercaría tanto a un humano a no ser que lo conociese. Y los lémures con los que trabajaba estaban lo suficientemente retirados de aquel completo como para descartarlos casi sin duda ninguna. Pero nunca hubiera imaginado ver lo que vio rodeando su pecho.

Un antebrazo. Fino y bien cuidado, fuerte en su abrazo, firme en la fuerza que ejercía sobre ella. Por un segundo sintió pánico al darse cuenta de que era un humano el que la estaba agarrando, el que estaba apoyando todo su cuerpo contra su espalda…pero después vió la mano, aquella mano inconfundible. Y aquel abrazo de depredador se convirtió en algo bien diferente. Se convirtió en el abrazo de dos criaturas hermanas….

Surprise, ma chèrie…

Aquellas dos simples palabras le confirmaron lo que sus ojos acababan de decirle. Solo había una persona que la llamaba así.

Con los ojos abiertos como platos, no ya por el miedo sino por la sorpresa, se revolvió en aquel abrazo, buscando el rostro de la persona que hacía a miles de kilómetros de distancia postrada en la cama de un hospital esperando entrar a quirófano.

-¡Oh! ¡Mon Dieu! ¡Mon Dieu!-exclamó cuando vio su pelo, cuando descubrió su perfil-¡Tu es ici!

Se revolvió hasta que consiguio soltarse de aquel abrazo y pudo mirarla a los ojos. Solo entonces lo creyó. Estel estaba realmente allí. Y si estaba allí es que estaba bien. Se tiró a su cuello, como si en aquello le fuera la vida, gritando de alegría, sintiéndose de pronto ligera como una pluma al desaparecer todas sus preocupaciones, todo su agobio, todo…todo…todo lo que se le habia venido encima al escuchar la historia de Omar. La abrazó fuertemente, apretándola todo lo fuerte que pudo contra su cuerpo, sumergiendo su rostro en el pelo de su amiga mientras no dejaba de repetir la misma frase sin darse cuenta de que estaba hablando en frances-¡Tu es ici! ¡Tu es ici! ¡Tu es ici! ¡Tu es ici!

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22/10/2013, 12:22
Omar Echenique

La vio caer como una hoja de otoño y abrazar a Charlotte como si de la misma brisa marina se tratara. Y vio reaccionar a esta como solo ella podía hacerlo. Con la fuerza telúrica de su volcán emocional, capaz de arrasar continentes. 

-Lo que sospechaba. Siempre os fue el rollo bollo -dijo con una voz cargada de risa-. Dos lesbianas armarizadas. No podía haber un destino más lamentable para vosotras. Aunque me beneficia. Menos competencia. Charlotte, creo que no hace falta decir de quién ha sido idea todo esto. De esa bruja que estás abrazando. Mmm, pelirroja, en esta isla tú pasas mucha hambre, ¿verdad? Porque vaya forma de sobar a la catalana. Primero a mí, ahora a ella. Creo que pasas demasiado tiempo rodeada de bichos pequeños y peludos y no de bichos grandes, bien dotados y con pelo donde hay que tenerlo. Ya sabes, humanos. Preferentemente del género masculino. Bien dotados -un gesto obsceno acerca del tamaño adecuado acompañó sus palabras-. Sean, visto lo visto, solo nos queda actuar de forma amariconada. ¡Abrazo en grupo! -soltó una gran carcajada antes de abrazar a aquella pareja de locas sin remedio y a las que tanto quería. 

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23/10/2013, 20:30
Estel Highwater

Un brazo sobre el pecho, uno contra el diafragma, y un abrazo estrecho, cercano, intenso sobre la tensión de la sorpresa y lo desconocido. Era un depredador, sí, sin duda, un depredador que susurraba afecto a oídos descreídos y que trataba de atrapar con las manos sentimientos cuyo punto álgido quedaba demasiado más allá de las posibilidades físicas. Uno que no podía verle el rostro pero que podría haber dibujado su expresión como si lo hiciera, por verla reflejada en los ojos de Omar, por descifrarla del código que hablaba el lenguaje de su cuerpo. Un depredador que sonreía y que esperaba una reacción, oh, vaya que sí, y estaba preparada para contenerla.

La risa de Estel estalló diáfana y traviesa cuando Charlotte comenzó a revolverse, como si sus intentos desesperados por zafarse y voltear le hicieran cosquillas amadas. Y lo hacían… profundamente, muy adentro, en el espíritu, aquel que la llevó a apretar más fuerte y a reír más alto sin concederle el deseo a la francesa. El brazo aguantó como lo había hecho toda la vida, mientras Charlotte cimbreaba  frenética en su presa, aunque aguantó más gracias a su voluntad que a su fuerza. Lo hizo hasta que la pelirroja empezó a gritar.

- Oui! Je suis ici! gritó, por encima de la voz de Charlotte O eso creo – agregó, entre risas.

Acabó por soltarse, o por soltarla, o ambas, daba en realidad igual quien había ganado aquella pequeña lucha. Estel dio un paso atrás, Charlotte giró como si en ello se le fuera la vida y sus ojos se encontraron, silenciosos, diferentes, Támesis contra Sena. Y en ese momento, en el segundo que duró la contemplación muda, algo dentro de Estel se quebró como se quebraría una estrella bajo el peso del infinito. Se sintió repentinamente tímida, pequeña, indigna, sorprendida de la desesperación inmerecida en la que Charlotte traducía allí su afecto. Pero la sonrisa que extendió hacia ella, porque sabía que lo que necesitaba Lottie era verla sonreír, verla allí entera y de pie, no mostraba ninguno de aquellos sentimientos ni evidenciaba ni un ápice de todos los recuerdos teñidos de sombras.

Lástima que aquello, por supuesto, tenía efectos colaterales.

- ¡… Lottie! Joder, Lottie, ¡la cámara! – llegó a decir Estel, intentando moverse, mientras usaba como podía su fuerza para evitar irse al suelo bajo el ataque de la pelirroja – ¡Lottie! Oh, cielos…

Una expresión ininteligible en catalán se mezcló con el mantra inagotable en francés que la envolvía, tan fuertemente como los brazos de Charlotte a su alrededor. Estel levantó los suyos y la rodeó con fuerza, con toda la fuerza que tenía, dejando que se relajara en el interior de su abrazo y relajándose a su vez. Apoyó la cabeza en la suya y miró a Omar, por encima de la maraña de cabello pelirrojo que se interponía en su vista. Había felicidad en sus ojos. Había amor, satisfacción, tranquilidad. Estel cerró los ojos y se dejó llevar.

- Shhhh. Shhhh. Je suis ici, Lottie, oui susurró, besando su cabeza, sin dejar de hablar francés Y estoy bien, ¿ves? O no ves, vale, pero seguramente sientes, teniendo en cuenta que me tienes tan sujeta que me estás asfixiando. Yo también te quiero, chiquilla.

Abrió los ojos y miró a Omar, un poco más allá, que había empezado a hablar. Sus palabras fueron respondidas con una carcajada, un asentimiento, un gesto muy claro de ¡Me está violando, auxilio!, y una toma de las riendas de la situación con un inicio de manoseo a Charlotte.

- ¡Abrazo de grupo y una hostia! ¡O manoseo, o nada! – soltó Estel junto a una carcajada, y dejó ir a Lottie mientras Omar se les acercaba – Anda, venga, no te vayas a poner celoso. No me ha manoseado tanto como a ti, lo juro. A Lottie no le van las brujas. Bueno, tampoco los mentirosos.

Se rió aún más. Pasó los brazos dejando a Charlotte en medio, y sujetó a Omar con firmeza, aferrándose a su calor, para ayudar a fundirlos en un abrazo largo. Esta vez sus ojos no se cerraron, sino que quedaron apoyados en los de Omar, en un diálogo mudo que no contenía ninguna palabra. Sólo un suspiro inagotable, visceral, emergió de sus labios como preludio a algo que rompería todo el momento y que guardó en lo más profundo de sí misma.

- ¡Sean, joder! ¿Y? ¿Qué te quedas allí parado? – dijo, y la risa volvió a colarse en su voz – Es ahora o nunca, querido. Y te advierto, mejor que te aproveches de mí ahora, que no soy capaz de voltear para dar ninguna hostia. Por Omar, bueno, ya no hablo - añadió, guiñándole un ojo al aludido en un gesto de burla privado.

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24/10/2013, 19:10
Sean Dunne

Se había quedado en un segundo plano, asistiendo al advenimiento de la depredadora de sentimientos con una mezcla de alivio y diversión. Por un momento, sólo un ínfimo segundo, había llegado a dudar, hasta él... él que lo sabía, que lo había preparado todo, que estaba seguro de que ella estaba allí. Y, sin embargo, había escudriñado a Omar, y la cabaña que tenían cerca, y el mar... pero no había ni siquiera imaginado que Estel se hubiera encaramado al árbol para saltar sobre su presa después de que la ausencia les hubiera aplastado, aplastando entonces ella misma con su obviedad.

Se rió, sólo eso, soltó su mejor y más grande carcajada feroz, potente, verlos a los tres de nuevo, juntos, abrazándose. Las palabras eran lo de menos, eran las miradas las que decían, y los roces, las pieles.

Hasta que le llamaron, Omar primero, y luego, ella le llamó.

Se acercó casi corriendo, toda su envergadura arrollando, los brazos abiertos. Pero cuando se iba a sumar al grupal abrazo allí donde podía, detrás de Omar, su mano sacudió el pescuezo moreno, y negó con contundencia, sin dejar de reírse.

-Ni lo sueñes, mariconadas las justas!

Y siguió un paso más para abrazar a su vez a Estel, y con ella, a los demás, sus enormes brazos rodeando al grupo entero, feliz, con más fuerza de la que debiera quizá, porque desmintiendo lo dicho Estel se medio giró. Y entonces, incapaz de contenerse, le plantó un beso fogoso y voraz en la boca, sin vergüenza ni contención.

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24/10/2013, 22:19
Charlotte Dunne

Estaba allí. Estaba con ellos. Y estaba bien. Y eso era lo único que importaba.

Escuchó sus protestas, sus gritos, sus ganas de soltarse del tremendo abrazo que le estaba dando, pero le importaba lo mismo que cualquier piedra en el fondo del océano. Ahora se iba a hartar de abrazo parisino aquella tontuna morena que acababa de gastarle aquella broma. ¡Y a la mierda la cámara! Seguro que si no se había roto en todos los meses que la había tenido en vete a saber tu que rifirrafes guerreros no se iba a romper por un simple abrazo en mitad de una playa de arena.

Estaba feliz, demasiado, y no lo ocultaba. Solo cuando ambas se abrazaron y Estel le habló en francés intentando tranquilizarla se paró a pensar que posiblemente la cámara no sufriera daño pero no sabía nada del brazo de su amiga y tenía claro que ella no se iba a quejar. Aflojó entonces la presión que ejercía sobre Estel, pero sin dejar de sentirla, de sentir su fuerza, su alegría, sus ganas de vivir. Como siempre. Estel estaba intacta a pesar de todo. Lo podía sentir.

Sonrió en silencio, más tranquila ya, sabiendo que Estel no podía verla, mientras observaba las olas romper tras ella, en aquel momento mágico el que se habían sumido los cuatro. Lo habían planeado todo a sus espaldas solo para darle una enorme sorpresa inesperada, solo para poder pasar unos días juntos, como hacía tanto tiempo que no hacían y como hacía tanto tiempo que deseaban hacer. Los cuatro solos, los cuatro juntos a miles de kilómetros de distancia de sus correspondientes hogares, en un paisaje de ensueño y…todos a salvo y lejos de guerras.¡Como las odiaba, como odiaba que aquellas dos cabezas locas se metieran en aquellos jaleos! ¡Si pudiera meterse en sus cabezas y sacarles aquellas ideas irresponsables! (según ella, claro) lo haría sin rechistar. Pero sabía que no había nada que hacer y lo único que le quedaba era esperar que no les ocurriese nada...de nuevo. Pero allí estaban ahora, todos juntos, y eso era lo que importaba.

Respiró hondo, dándose cuenta una cosa. Le habían gastado una broma, todos, absolutamente todos, pero Omar se llevaba la palma. La había conseguido engañar tan bien que se lo había tragado todo ¡todo! Y su hermano no se quedaba atrás, no había soltado prenda en ningún momento ¡pero ni siquiera le había notado aquella risilla nerviosa que le surgía sin querer cada vez que intentaba tomarle el pelo! ¡Dios! ¿Tanto tiempo llevaba lejos de ellos?

Escuchó a sus espaldas la voz de Omar y se volvió iracunda-¿Rollo bollo?-preguntó con los ojos abiertos como platos dispuesta a soltarle alguna reprimenda, pero el torrente de palabras de Omar no la dejó meter baza hasta que aquel hizo aquel gesto obsceno con sus manos-Parece mentira que no me conozcas, ¡he venido aquí a trabajar! ¡No a tirarme a cualquier cosa que se denomine ‘hombre’ con...eso de ese tamaño ahí...-terminó diciendo mientras reía divertida solo de pensarlo y se volvía rauda hacia una Estel que la estaba sobando como si de su pareja se tratase-¡EY! ¡OYE! ¡Deja de...! ¡Quita esa mano! ¡¡¿¿Cómo que manoseo???!!! ¿Pero qué os han enseñado en el sitio en el que habéis estado? –preguntaba una divertida Lotti mientras intentaba parar las manos de Estel con fingido estusiasmo mientras que ella misma repetía los gestos de su amiga.

Mientras estaban en aquella pequeña guerra, se les unió Omar abrazándolas a ambas con fuerza. Lotti se volvió hacia él en mitad del abrazo-Ya te vale…¡esta me la pagas! Pequeño egipcio malvado…¡a Lotti no se le toma el pelo de esta forma!-regañó sin mucho éxito, pues su voz estaba cargada de cariño y risas, mientras lo miraba por encima de su hombro. Vio pasar por el rabillo del ojo a su hermano, darle un manotazo amigable a Omar en el cuello y seguir su camino-¡Y tu tampoco te libras! ¡TEN HERMANOS PEQUEÑOS PARA QUE TE TOMEN EL PELO!-le soltó en broma, mientras que lo seguía con la mirada, pero dejando entrever que él sí que se las pagaría, que para eso eran hermanos.

Pero cualquier intento de venganza se esfumó en cuestión de segundos. Lo que tardó Sean en llegar a espaldas de Estel y abrazarse al grupo. El escaso segundo que tardó ella en volverse y él en besarla de aquella forma a escasos centímetros de su pecosa cara. Los ojos de Lotti se abrieron como platos, como su boca, en un gesto de clara y grata sorpresa teñido de no poca confusión, las palabras y las regañinas murieron en su boca y aflojó el abrazo, dejando ir levemente a Estel por si esta quería....por si quería volverse o... o... ¡cualquier cosa! Se sorprendió a si misma mirando atentamente aquel beso. Toda morbosa por lo imprevisto de aquel acto.

¡Pero si es mi hermano! ¡Y Estel!

Los colores le subieron a la cara. Aquello era demasiado íntimo e imprevisto como para estar sucediendo delante de sus narices. ¡Su hermano se estaba besando con su mejor amiga a escasos centímetros! ¡Y de qué manera! ¡Jooooder!

¡JODER! ¿Dónde ha aprendido Sean a besar así?

Soltó a Estel. Lo más claro es que ella quisiera…seguir con aquello en alguna situación más privada que estando abrazada por la hermana de quien la estaba besando.

¡Tampoco me habían contado nada de esto! Esta me la va a pagar Sean, ¡no se va a librar!

Al soltar a Estel, sintió el peso de Omar contra sus espaldas. Dio un pequeño paso adelante para no perder el equilibrio y llevó sus manos hacia atrás, agarrando la cintura del egipcio en un intento de no caerse los dos sobre Estel y Sean y empujándolo ligeramente hacia atrás para dejar espacio vital entre ellas dos. Volvió su rostro hacia él y levantó las dos cejas en un gesto de sorpresa que le sirvió para retirar la vista de aquel beso apasionado.

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29/10/2013, 21:40
Estel Highwater

El guiño había acabado, pero la mirada aún duró otro largo par de segundos, una eternidad de significados compartidos entre sus pupilas. Luego Estel cerró la vista, abandonó la contemplación y se entregó por completo al sentido. El sonido de su propia risa, mezclándose con gritos, palabras y amenazas, declaraciones de amor y odio. El calor de las manos sobre sus hombros y  del cuerpo que se pegaba contra el suyo, que acariciaba su piel y aplastaba su ansiedad como si no hubiera frío ni vacío posible. El gusto del sudor que le entraba a través de las yemas que acariciaban otros brazos, esos brazos, como sus labios atrapaban de tanto en tanto un mechón de pelo rojizo.

Satisfacción… aquello era tranquilidad, era recuerdo, era presente, era futuro. Tan lejano, tan cerca, intenso. Tan necesario. Tan deseado. Y por ello se dejó aferrar, mover, gritar, ignorar, manosear, acunar por aquel pequeño caos al cual pertenecía, mientras que las palabras se volvían meros tonos ininteligibles, y todo se reducía a una sola cosa. A ahora. A eso. Así.

Ni se movió cuando sintió que Charlotte giraba dándole la espalda, para continuar su retahíla. Tampoco lo hizo cuando se rió, presa de unas ganas incontenibles de reír hasta las lágrimas, cuando escuchó aquel comentario de Sean. Sólo abrió un ojo para burlarse en silencio de Omar, segura de que él entendería su gesto, que compartiría su burla. Recién se movió cuando Sean se plantó a su espalda y la encerró con su inmenso cuerpo que los abrazaba a todos sin problemas.  Se irguió un poco para girar, para mirarlo a los ojos con el ceño fruncido y soltarle algo. Algo sobre qué a pecho se había tomado su invitación, o que si no quería manosearla un poco más de lo que ya lo hacía, o cuánto agradecía cómo la apoyaba tan profundamente. Algo, en fin, ya vería qué…

O no.

Oh, mierda.

Sus labios se quedaron quietos, así como su cuerpo, su reacción, su razón, su consciencia. Su sangre reaccionó furiosa frente a la pasión, como reacciona visceralmente el alma frente al fuego o al hambre, pero en la base de su pecho hubo frío, inmovilidad, silencio. Su único pensamiento fue, joder, Dios, en qué iba a hacer con ello. ¿Qué era exactamente? ¿Era puro símbolo, era mero impulso? ¿Era pasado, era sólo presente? Amor o desesperación, oportunidad o festejo de la vida. O las dos, o ninguna. Y no lo culpaba en absoluto, joder, ni por una cosa ni por la otra, ni por las ganas, ni por la confianza, ni por la felicidad avasallante que había estallado de esa forma. Para llegar a ese instante, al fin de cuentas, había mediado la muerte… No podía pedir menos. No podía exigir más. Gratitud, emoción, la duda. Sólo le preocupaba no herir, Dios, no, a ninguno de los dos.

¿Y ahora, qué hago?

Apagar la mente. Sintió que perdía el apoyo de Charlotte, y entonces giró un poco más hacia Sean. Subió una mano a su cabello y la otra la apoyó extendida entre su pecho y su hombro. Devolvió el beso, sí, pero no con fuego o con voracidad. Lo hizo con calidez, con cariño, afecto, agradecimiento, reconocimiento, el mismo tacto de sus dedos que tantas veces habían acariciado su rostro y abrazado su cuerpo a lo largo de todos los años. No había más, nada más, ni había menos. Si había algo que hablar, acaso, se hablaría luego, sin brusquedad, sin culpas. Un único segundo, quizás dos, y Estel se separó de él con suavidad. Lo miró a los ojos largamente, sonrió ampliamente con algo parecido a la risa, a la gratitud, a la inocencia… y le arreó una hostia.

Mano derecha, sí. Contenida. Traviesa. Burlona.

- ¡Aprovechado! ¡Sinvergüenza! – acusó, con escándalo fingido, y dio un paso atrás – ¿Pero, joder, Sean, qué te has creído? ¡Ni que hubiera estado al borde de la muerte y te alegrases tanto, pero tanto de verme! – que era la verdad, quitado el hierro. Miró a los otros dos, para terminar en Omar – ¡Joder, haberse visto! – puso las manos en las caderas, frunciendo los labios – ¡Cielos!

Era lo mejor, así, el humor. Sí. Hacía la verdad más soportable. Era el modo de respetar, acariciar, pasar, diluir. Marcar y preservar. Amar y vivir.

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01/11/2013, 13:56
Omar Echenique

Si bien Sean no lo percibió, Omar endureció levemente el gesto ante su jocoso comentario. Con o sin intención, percibía claramente cuando un comentario cruzaba la raya marcada por la confianza y la amistad y se adentraba en el penumbroso límite de la ofensa. Quizá es que tras la guerra y todo cuanto vio en ella estaba más sensible o que quizá ni siquiera era el momento para la gratuidad. Pero siguió abrazado a sus dos mujeres hasta que se desencadenó el terremoto. 

Cuando vio lo que el pelirrojo hermano de Charlotte hacía, sintió a Lotti separándose de ellos y abrazándose a su cintura para no caer. Roja como si todo el sol de Madagascar hubiera ejercido su influjo sobre su rostro, cruzó su mirada con la interrogativa de ella. Ante aquello, simplemente se encogió de hombros con una sonrisa vaga que parecía preconizar lo que iba a pasar. 

-Apartémonos, antes de que la guerra estalle -dijo en un susurro al oído de Charlotte, a la que tomó de la mano y apartó de la pareja. Retrocedieron unos pasos, hasta que Omar consideró que la distancia era prudencial para tener una buena visión del espectáculo. Cuando llegó la hostia, el hijo de Xabier Echenique sonrió, conteniendo una carcajada, y cuando la mirada de Estel se encontró con la suya, le lanzó un guiño sumado a un gesto de interrogación sin resolver ante lo inesperado de todo aquello-. Vamos, Lotti, hagamos más fácil todo esto. Sean ha tenido la suerte de ser Sean. De ser otro... -susurró a su amiga una vez más-. Tanto amor me desborda. Y me da hambre. Mucha. Lotti, ¿que te dediques a los bichos no te habrá quitado el gusto por la buena carne, verdad? -se acercó hacia Sean y Estel. Puso una mano sobre el hombro del primero y apretó levemente-. No hay victoria sin riesgo, chavalote. No ha estado mal. Pero que nada mal. Buena técnica. Y me refiero al beso. Tu hostia, Estel, en cambio, muy nenaza. A mí siempre me pegas con más ganas -se echó a reír a carcajadas-. Uy, uy, uy, pero mírala Lotti. Se le está hinchando la vena. Protégeme -dijo corriendo hasta ponerse tras la francesa-, o me hará daño -su risa flotaba en sus ojos negros de espesas pestañas. Abrazó desde detrás a Lotti, con fuerza, y depositó un beso en la mejilla de su gran amiga-. ¿Una barbacoa, una parrillada, unos cócteles? Oh, sí, me muero por un buen cóctel. Un buen Manhattan, un San Francisco o mejor, viendo a Estel, nada mejor que un Bloody Mary. ¡Qué me decís! -dos zancadas y se situó junto a Estel, a la que tomó por la cintura, estrechándola contra él. La miró a la cara. El rostro alegre tomó entonces una expresión de extraña felicidad. Nubes permanentes instaladas en su entrecejo parecieron aliviarse en aquel contexto de sol, amigos y tranquilidad, lejos del ruido de la artillería, de los gritos, de los cadáveres, de las máscaras antigás que habían sido el pan nuestro de hacía tan solo unos meses-. Disfrutemos. Nos lo hemos ganado. 

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05/11/2013, 12:58
Sean Dunne

Durante esos primeros segundos estuvo ausente. Ausente por completo de lo que no fuera su propia necesidad de volcar en aquel beso, en aquel impulso loco e irreflexivo, toda el ansia que había sentido, toda la excitación de tenerla allí, delante, viva. Radiante. De sentirla así, precisamente: viva.

Había actuado de sopetón, tal como él mismo era, y tal como solía hacer, para lo bueno y para lo malo. Por eso no había sido consciente de nada más, a su alrededor. Ni de la reacción dolida y un punto agria de Omar, a su comentario, ni de la de su hermana, sorprendida hasta la médula. Ni siquiera la había notado apartarse de ellos para darles espacio, ni escuchado el comentario de su amigo del alma, ni tampoco había visto la tormenta asomar en los ojos de Estel, y amainar, un latido después, para sentirse, entonces sí, besado con una suavidad que le cortó aún más, quizá muchísimo más, que el cachete que siguió unos segundos después, tras una profunda mirada.

Se había separado de ella rojo como un tomate, rojo como alguna de las flores rojo sangre que asomaban por entre las hojas de los parterres, rojo como su fuego interior, como la impronta genética de su cabello. Y esa mirada aclaró, tanto como la pincelada de humor que rompió la tensión, la hostia que no era más que la gracia, la excusa, no el castigo.

Aún así, rojo pimentón, supo descargar su propia vergüenza en una carcajada sincera, y se puso a imitar a Estel, las manos en las caderas, frunciendo los labios, y girándose hacia a Omar y Lottie, para silabear "Cie-los!".

Omar avanzó, y su apretón en el hombro era otra descarga, y ya no había en sus ojos restos de la ofensa, que la había sentido, pero la había dejado atrás. De modo que Sean no supo de ella.

Y siguieron los comentarios en el mismo tono, y las parodias, y las risas. Y Sean, ese Sean rojo pimentón, sorprendido de sí mismo y aún azorado, siguió riendo, siguió abrazando con el alma, ya que no con los brazos. Y no quiso profundizar en la suya, en su alma. Por si acaso...

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05/11/2013, 23:15
Charlotte Dunne

La mirada de Omar y sus palabras susurradas le indicaron a Lotti que quizás no estaba viendo lo que creía estar viendo. Dio un paso atrás y después otro, dejándose llevar por su amigo y alejándose de aquella mano que barrió el aire hasta tropezar con la mejilla de su hermano, deteniéndose sobre ella con un sonido sordo y firme.

Se quedó mirando fijamente a su hermano primero, viendo como su cara cambiaba de color por cada milésima de segundo que iba pasando, curiosa a Estel después y, sintiendo la risa contenida de Omar a sus espaldas, pasó de nuevo a mirar a su hermano, la sorpresa prendida en su mirada aún. Estaba desconcertada, totalmente. Escuchó que Omar volvía a hablarle, pero no lo escuchó. Eran demasiadas impresiones a la vez y había pensado por un instante que... que aquello que siempre había pensado que su hermano sentía por Estel era una realidad y que Estel...

Pero la reacción de su hermano en si misma le descubrió la verdad de aquel gesto, de aquella pantomima que estaba montando para quitar hierro al asunto. Se había dejado llevar, simple y llanamente. Los sentimientos habían mandado en él, impulso animal francés solía llamarlo ella jocosa cuando veía aquellos arrebatos en su hermano. Pero ella sabía que solo se dejaba llevar con tanta confianza cuando... sí, para dejarse llevar así necesitaba de algo en su interior que lo movía. Su hermano no era de ir por ahí besando a la primera que se cruzara en su camino... aunque si se cruzaba por segunda vez corría un serio peligro. Pero en el caso de Estel era diferente, nunca habían hablado de aquel tema ambos hermanos, pero algo le decía que era así.

Y aquel sutil gesto de Omar apartándola de la escena del crimen. Había sido totalmente claro. No necesitaba ninguna explicación para saber lo que su amiga sentía y lo que Omar sabía.

Lotti suspiró. Realmente le hubiera gustado aquello, pero no dependía de ella. Ni de nadie.

De repente, un nuevo abrazo de Omar y un beso suyo en su mejilla la sacó de sus pensamientos brutalmente volviendo a aquella playa, a aquel momento del que se había distanciado un buen trecho para mirarlo en perspectiva e intentar entender todo lo que había pasado delante de sus narices.

-¿Que... que quieres qué? –preguntó confusa mientras que un Omar con la vena hiperactiva en on la soltaba de su abrazo, le dedicaba un gesto a su hermano y se dirigía hacia una Estel que le recibió en un nuevo abrazo lleno de entendimiento. Le encantaba verlos así, aquellas miradas entre ellos dos decían tantas cosas...

Se acercó a su hermano y lo abrazó desde atrás, rodeándole la cintura con sus brazos mientras, de puntillas, miraba por encima de su hombro a su pareja de amigos-No te preocupes, ha estado genial... yo quiero a alguien que me bese así algún día... –le susurró divertida, en un tono tan bajo que solo Sean podía escucharla, intentando suavizar aún más el incidente y viendo como aún estaba rojo como un tomate, aunque aquel comentario no estaba exento de sus propios sentimientos y deseos. Ella sabía lo que sentía en momentos como aquel-Pero recuerda que eres mi hermano pequeño y ciertas cosas no deben hacerse delante de las hermanas mayores ¡para mí siempre serás demasiado pequeño para hacer ciertas cosas! ¿De acuerdo? –rió revolviéndole el pelo cariñosa y devolviendo la atención a sus amigos-¿Comer? ¿Quién ha hablado de comer? ¡Quién va a ser! ¡El pozo sin fondo de Omar! ¡Algún día me dirás como lo haces para comer tanto y conservar esa figura! Había preparado una cena especial para los Dunne, pero dejadme un momento que hable en el restaurante y avisar de que seremos cuatro en lugar de dos y...¡dejadme que me arregle! ¡que me duche y esas cosas! Me gusta esta isla y mi trabajo, pero no quiero comer con esta pinta...y olor... -dijo oliéndose por primera vez en todo el día, allí, lejos de su trabajo acababa de darse cuenta de que su aroma no era precisamente el de un Chanel numero 5- Ni creo que a vosotros os guste, sinceramente... Ummm a ver, voy al restaurante a organizar y os mando unas bebidas a la cabaña, ¿vale? Y así mientras os las bebéis me dais tiempo a que me duche y todo eso ¿vale? Sí, eso...

De repente se dio cuenta de que era la que tenía que encargarse de todo, de que estuvieran perfectamente, no uno, sino tres. Y se puso nerviosa, nunca se le había dado bien hacer de presidente de ceremonias de forma inesperada ¿o no se decía asi? No le sonaba bien, pero no caía ahora mismo en el nombre correcto.

-¡No tardo! ¡Iré a vuestra cabaña conforme esté lista!

Y echó a correr hacia el edificio principal del hotel.

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07/11/2013, 11:12
Udjat

En ese preciso instante, Justo cuando Lottie iba a salir corriendo, justo en el momento en el que acababan de reafirmar los lazos que la distancia y los sucesos les habían puesto a prueba, les vibró a todos al unísono el comunicador, con el zumbido característico de mail entrante.

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07/11/2013, 15:33
Omar Echenique

Cuando Omar iba a frenar a la alocada Lotti en su carrera hacia no sabía qué extrañas gestiones, su comunicador de pulsera vibró. No le hubiera dado especial importancia si no fuera porque ocurrió lo mismo con lso restantes comunicadores de los presentes. Extrañado, lanzó una mirada a los demás, y su ceño se frunció en algo parecido a la preocupación. Que algo así ocurriera era, o una gran casualidad, o que se trataba de algo que afectaba a todos. Y eso solo podía querer decir una sola cosa, familia, aunque el que se tratara de un correo y no de una llamada directa resultaba igualmente extraño.

Dispuesto a resolver las dudas, manipuló su comunicador para abrir el correo que acababa de llegar.

 

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07/11/2013, 16:40
Comunicador

El mail en cuestión lo remitía un tal Mike Yaddow. Y decía así:

"Hola a todos! Somos Melyssa y Mike Yaddow, los hijos de Ben Yaddow amigo desde hace años de vuestros padres desde que compartieron aquel viaje a Egipto. Hace mucho que no nos veíamos ni sabíamos nada de vosotros ni de vuestros padres así que hemos decidido crear esta página junto a nuestra amiga Samantha para mantener el contacto entre nosotros. Nuestro padre nos contó vagamente su experiencia en Egipto hace años, pero nada comparado con lo que hemos podido encontrar por la red, queremos compartir con vosotros nuestros descubrimientos y entre todos compartir las historias de nuestros padres. Esperamos que os guste nuestra iniciativa.
Un abrazo enorme. Mel, Sam y Mike."

Seguía una invitación a un grupo de facebook:

Entonces recordaste a los Yaddow, de cuando érais pequeños, y de algunas reuniones de amigos a las que vuestros padres os habían llevado. De eso hacía ya muchos años.

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07/11/2013, 17:50
Estel Highwater

Había servido. Joder, sí lo había hecho. Aún con las manos en las caderas, Estel observó la cadena de acontecimientos que se desataban luego de su exagerada pantomima, que de pronto los había envuelto a todos. Rojo... y sarcasmo, y risas, y gritos. Su mano levantada ofreciendo a Omar la hostia que le reclamaba. Sus ojos ofreciendo amor al suspiro de Lottie por no darle a ella lo que quería. Su sonrisa, repentina, declarando afecto y alivio a Sean. Todo lo demás ocurrió tal como ocurre la vida, un caos superpuesto de signos, símbolos y misterios, del cual Estel participó como una espectadora silenciosa. No quería interrumpir, no quería participar, no quería... arruinar. Sólo quería ver. Ver, sentir, enlazar. Suspender por un segundo el tiempo... y vivir. Sin menos, sin más.

La cámara estaba en su mano antes de ser consciente de ello. Capturó y encerró el alma de todos aquellos que aparecían ante sus ojos, sin pudor y sin permiso, sin promesas de devolverla algún día. Cuando captó por el rabillo del ojo que Omar se dirigía hacia ella, Estel bajó la cámara para dejarla colgando de nuevo. El sol se dibujó en sus ojos grises llenos de nubes, mientras una sonrisa comenzaba a amanecer en la niebla de sus labios, y tendió los brazos junto con toda ella hacia él.

Era difícil decir aquello para lo que las palabras no alcanzaban. Sólo había imágenes capaces de saltar más allá de los límites del lenguaje. Sus pupilas volvieron a tender un puente entre los dos, mirándose fijamente, y el fondo de los ojos de Estel volvió a reflejar aquello que también veía en los ojos de Omar. Aquellos recuerdos eran cicatrices grabadas a fuego, sensaciones que habían pasado a formar parte de la densidad de la sangre. Pero la normalidad hacía caricias, cosquillas, reclamos, la alegría que los rodeaba llamaba a la puerta y era tan perseverante que ganaba. El nudo se fue aflojando, y se soltó casi hasta desaparecer. 

Sí - respondió, suspiró, susurró Estel. Su mano acariciaba el cabello de Omar, algo que la relajaba. Y sonrió - Nos hemos ganado poder apreciar tu belleza sin máscaras, hormiga.

Todo lo demás pasó como la vida misma, que corre una carrera inexorable montada sobre el tiempo y hacia el infinito. Sean se reía y Lottie había soltado palabras como si su boca fuese una ametralladora. Sumida en su propio instante lejano, que le demandaba tranquilidad y ninguna prisa, Estel tardó en reaccionar. Para cuando quiso hacerlo, porque sintió a las manos de Omar aflojarse a su alrededor, Lottie había dejado de gritar presa de lo que Estel identificó repentinamente como un sesgo de nervios. Sólo alcanzó a sonreír, con un afecto que bordeaba la risa, y a extender una mano para detenerla. Omar estaba haciendo lo propio. Y ninguno de todos llegó a nada.

¿Vosotros también? - preguntó Estel, lentamente, poniendo palabras a la inquisitoria en la mirada de Omar.

¿A los cuatro? ¿Qué había pasado? Tenía que ser algo que los involucrara a todos, y lo que los unía era la familia. ¿Habría pasado algo con alguno de sus padres? ¿Por qué mandarían un correo de ser así? No, no podía ser. Pero, ¿qué otro denominador común podía haber? Las cejas de Estel se fruncieron, las sombras de la preocupación nublaron el antaño brillo de sus ojos, y se pegó a Omar mientras accionaba su propio comunicador. Sus ojos se dividieron entre las dos pantallas para cerciorarse de que fuera lo mismo.

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07/11/2013, 18:42
Comunicador

Efectivamente, era lo mismo.

El mail en cuestión lo remitía un tal Mike Yaddow. Y decía así:

"Hola a todos! Somos Melyssa y Mike Yaddow, los hijos de Ben Yaddow amigo desde hace años de vuestros padres desde que compartieron aquel viaje a Egipto. Hace mucho que no nos veíamos ni sabíamos nada de vosotros ni de vuestros padres así que hemos decidido crear esta página junto a nuestra amiga Samantha para mantener el contacto entre nosotros. Nuestro padre nos contó vagamente su experiencia en Egipto hace años, pero nada comparado con lo que hemos podido encontrar por la red, queremos compartir con vosotros nuestros descubrimientos y entre todos compartir las historias de nuestros padres. Esperamos que os guste nuestra iniciativa.
Un abrazo enorme. Mel, Sam y Mike."

Seguía una invitación a un grupo de facebook:

Entonces recordaste a los Yaddow, de cuando érais pequeños, y de algunas reuniones de amigos a las que vuestros padres os habían llevado. De eso hacía ya muchos años.

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07/11/2013, 22:55
Charlotte Dunne

¡No tardo! ¡Iré a vuestra cabaña conforme esté lista! Había exclamado antes de echar a correr.

No vió las manos que querían detenerla en aquel impulso natural por tener las cosas controladas y en orden a su alrededor, no vio ni fue consciente de nada de lo que la rodeaba cuando se dio media vuelta dispuesta a recorrer a la carrera la distancia entre la playa y el restaurante. Pero llegó a dar solo un paso, aquel que imprimía impulso, velocidad. Y en aquel momento, lo escuchó.

¡El comunicador! Pensó automáticamente, deteniéndose en seco dos pasos más allá, tan pronto escuchó aquel sonido tan peculiar y característico. ¡¿Es que no puedo alejarme ni un minuto de....?! ¡Ufff! Exclamó para sí misma cuando el pensamiento de que la estaban llamando desde el trabajo fue lo primero que le vino a la mente.

Pero mientras intentaba soltar el cierre del bolsillo de su pantalón para coger el comunicador se dio cuenta de un detalle. No lo había sentido vibrar. Y recordó algo. Su comunicador estaba en la guantera del todoterreno. Y entonces fue consciente de que no había escuchado un comunicador...sino tres.

¿Tres?
Pensó mientras se daba la vuelta lentamente a mirar a su hermano y sus dos amigos. Su hermano le quedaba de espaldas, no podía ver su cara pero por su postura supo que estaba mirando su comunicador, lo mismo que estaban haciendo Omar y Estel, uno junto al otro, tal y como los había dejado instantes antes pero mirando al aparato que ambos llevaban en sus muñecas en lugar de seguir manteniendo aquella profunda mirada con la que se habían dicho tantas cosas, cosas que ella tal vez nunca llegaría a compartir, porque había cosas que había que vivirlas para sentirlas como ellos habían sentido y las palabras nunca eran suficientes para describir los sentimientos, y ella nunca preguntaría pues era un tesoro del que solo ellos dos eran propietarios.

Sus caras, sus expresiones...

¡Oh, no! ¡Por favor! ¡Que no haya pasado nada! Que no se estropeen nuestros dias de vacaciones...
Deseó con toda la fuerza de la que era capaz mientras se acercaba a ellos, de una forma egoísta, sí, pero ¡había deseado tanto aquel reencuentro!

Habían llegado tres mensajes a la vez, a las tres personas que estaban con ella. ¿Quien podía enviar un mensaje así para todos? Solo alguien que los conocía, solo por algo urgente sabiendo que estaban tan lejos de sus hogares, de sus paises. Sintió la tensión en el ambiente, los vio a todos leer atentamente... y supo que algo había pasado.

No le dijo nada a su hermano cuando se detuvo junto a él, cuando le sujetó la mano e hizo que la muñeca que portaba el comunicador girase hacia ella con suavidad dejando que leyera el mensaje que había sumido la playa en el más absoluto silencio.

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07/11/2013, 23:46
Sean Dunne

Sean estaba viendo a Lotti empezar a correr cuando el zumbido cosquilleó en su muñeca. Y lo mismo les estaba sucediendo a Estel y Omar. Con el ceño fruncido por la curiosidad más que la preocupación, se giró y activó el comunicador. Lotti se acercó a él, y le giró suavemente el brazo, y él fue entonces consciente de que su hermana había dejado su comunicador en el jeep.

Se ladeó algo, y ambos pudieron contemplar el mensaje.

El mail en cuestión lo remitía un tal Mike Yaddow. Y decía así:

"Hola a todos! Somos Melyssa y Mike Yaddow, los hijos de Ben Yaddow amigo desde hace años de vuestros padres desde que compartieron aquel viaje a Egipto. Hace mucho que no nos veíamos ni sabíamos nada de vosotros ni de vuestros padres así que hemos decidido crear esta página junto a nuestra amiga Samantha para mantener el contacto entre nosotros. Nuestro padre nos contó vagamente su experiencia en Egipto hace años, pero nada comparado con lo que hemos podido encontrar por la red, queremos compartir con vosotros nuestros descubrimientos y entre todos compartir las historias de nuestros padres. Esperamos que os guste nuestra iniciativa.
Un abrazo enorme. Mel, Sam y Mike."

Seguía una invitación a un grupo de facebook:

Entonces recordasteis a los Yaddow, de cuando erais pequeños, y de algunas reuniones de amigos a las que vuestros padres os habían llevado. De eso hacía ya muchos años.

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08/11/2013, 02:52
Estel Highwater

Estel miró, volvió a mirar en la pantalla de Omar, parpadeó. Sus cejas se arquearon en sorpresa, volvieron a bajar en incertidumbre, y se plagaron de una curiosidad infinita que mantuvo por un par de segundos. Luego se deshizo el gesto de su rostro y adoptó una solemnidad traviesa.

Ah, no es nada. Sólo una invitación especial no personalizada a un selectísimo conjunto humano. El conjunto finito de la clase "hijos de la Mastaba de Horhotep" - comunicó, seria como una tumba, antes de extender una sonrisa descarada. Un segundo más tarde, empezó a reírse - Joder, ¡los hijos de Ben Yaddow! Los mellizos, si no se me ha oxidado del todo la cabeza. ¿Cómo era que le apodaban nuestros padres al suyo? Al menos la mía y el tuyo, Omar - preguntó, aún riendo entre dientes. Algo les dijo a los demás que, a pesar de su pregunta, ella lo recordaba perfectamente - Vaya... Cuánto tiempo hace de esas reuniones que organizaban entre todos los que habían estado allí, ¿verdad? - Estel hizo una pausa, mirando un instante hacia el mar. Casi una vida atrás. Casi otra vida.

Subió la mano para acariciarse el cuello. No, estaba rozando el colgante que solía llevar desde que era niña, el dije con el ankh y la estrella. Luego los miró a los tres, descansando la mirada en Lottie y en Omar, y movió la cabeza.

- Mmm... Más que preguntarme de dónde han sacado nuestros correos, me carcome la curiosidad de qué habrá sucedido para que quieran contactarnos ahora. ¿Qué opináis vosotros, de este deseo repentino y su propuesta? Dicen que su padre les ha contado hace sólo unos años, y muy vagamente... - no era en absoluto el caso de ella. Estel sonreía, divertida, pero su mirada había adquirido un matiz de seriedad. Entendía a los Yaddow  - Entiendo que en la red pueden haber crónicas... duras sobre lo que pasó allí en Egipto. Sobre el conflicto que se desató, más que nada. ¿Verdad, Omar? - él, mejor que ningún otro, podía saber eso - Y encontrárselo de casualidad pudo haber sido duro. Uhm. A ver qué ha sido...

Sin perder ni un instante de sus reacciones, con un ojo puesto en ellos, Estel manipuló su comunicador para ver el hipervínculo al cual le dirigían y explorar.

Notas de juego

No estoy segura de cuánto les habrían contado Xabier-Halima y Isabelle-Shawn a Omar, Lottie y Sean, aunque entiendo que todo. Estel sabría, yo no quiero meter la pata. Sí, sé a qué contenido se accede en el grupo del Facebook. Sólo lo dejo aquí para no hacer un monólogo, dado que ya me he excedido un poco.

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08/11/2013, 10:11
Sean Dunne

El link la llevó, indefectiblemente, al contenido del recién formado grupo que habían pergeñado los gemelos, y una amiga a la que no conocían. Sean se rió con ganas, esta vez de otros, más que de sí mismo, mientras hacía exactamente lo mismo que Estel.

-¡Joder! ¡Pues sí que se lo han tomado a pecho! Y a buenas horas...

Sean apenas recordaba nada de esas reuniones, y menos a los padres de los chiquillos que acudían a ellas. De los chiquillos tenía una vaga imagen... muy imprecisa. Él era el más pequeño de todos ellos, si no estaba equivocado.

Con rapidez iba explorando la página y los comentarios, sin perder una sonrisa socarrona.

-¿Cómo llamaban al padre Yaddow, preciosa? Anda, dímelo, que yo sí que no tengo ni idea... ¡Y quiero saberlo!

Mientras, levantando una ceja, sacudía su cabeza pelirroja y buceaba por los artículos publicados.

-Bueno, les habrá dado por ahí. No parece que haya sido por nada concreto, por lo que dicen, no sé. Habrá que responder al mail, ¿no...?

Notas de juego

Lo que vuestros padres os contaron es decisión vuestra, es decir, de los padres, vosotros. :P

Decidid qué les dijeron los cuatro protas de Horus I a sus vástagos, tanto o tan poco como queráis. Y, desde luego, lo que los hijos piensen de ello, también.