Partida Rol por web

Horus - II

Madagascar

Cargando editor
09/11/2013, 00:09
Charlotte Dunne

Charlotte leyó con ansias la pantalla del comunicador de Sean, pero no encontró lo que buscaba, de hecho, cuando enfocó su vista en la pantalla tuvo que comenzar a leer dos veces el mensaje para situarse, por que el icono de facebook la desconcentró. Era lo que menos se esperaba ver y tardó en darse cuenta de que nada había pasado, de que aquel mensaje no era nada de lo que había pasado por su mente y sí una cosa totalmente diferente e inofensiva.

-Diría que unos veinte y pocos años o así... o un par de ellos más-le contestó a Estel, pensativa, intentando recordar sin mucho éxito cual era la última vez que recordaba una reunión de aquellas-Recuerdo a los mellizos, y al resto de niños, pero sería incapaz de reconocer a ninguno de ellos si me los cruzo por la calle. Éramos muy pequeños cuando se hacían aquellas reuniones y, aunque casi siempre me tocaba hacer de niñera de los más pequeños...-sonrió mientras le hincaba el dedo índice a su hermano entre las costillas y miraba socarronamente a Estel y Omar-tengo el recuerdo de que nos lo pasábamos bien. Pero hace tanto tiempo que leer esto ahora es...turbador-retazos, instantáneas, risas y sentimientos le venían a la mente en cascada una vez abierto el baúl de los recuerdos de aquellos momentos. Era lo bueno de ser de los mayores, por no decir la mayor de todos, se acordaba bastante de aquello, aunque los rostros eran manchas borrosas, irreconocibles en los detalles más allá de matas de pelo moreno, rubio o pelirrojo- Y no creo que ahora sea cuando sienten curiosidad por eso. Yo hace muchos años que pasé por esa fase aunque... -sus ojos brillaron de emoción, vibraron al recordar una cosa de la que no les había hablado aún-...hace poco recibí un regalo muy especial relacionado con lo de Egipto-miró a Sean, sonriendo-Mamá me envió su diario, el que escribió antes de ir a Egipto y que completó después a la vuelta con todo lo demás. Ha sido emocionante leerlo, hay cosas que no sabía, cosas que sí pero que te ponen los pelos de punta solo con leerlas-y omitió que también había partes en las que se lloraba a mantas- Tal vez les ha pasado algo así, que lo sabían, pero algo ha disparado de nuevo el querer reencontrarse con nosotros...algún comentario nuevo, algo de eso que hay por internet, ¡vete tú a saber! Supongo que la única forma de averiguarlo sería hablar con ellos.

Desvió su mirada al comunicador de nuevo, atenta a lo que su hermano iba descubriendo en la página a la que los habían enlazado.

-¡Ey! ¿Ese es Mike? –preguntó para sí cuando su hermano navegó por los mensajes colgados en el muro porque ¿era así como se llamaba esa parte de Facebook? Le sonaba de algo pero no pondría la mano en el fuego. Charlotte no estaba segura pero creyó recordar en aquel muchacho a uno de los mocosos que correteaba jugando en una de las últimas reuniones-¿Y esa es su hermana? ¡Es muy guapa!como su hermano... pensó, mientras hablaba para sí misma al ir descubriendo las fotografías que habían colgado de ellos mismos, leyendo rápidamente los mensajes de ambos. Cuando terminó de leer el de Melyssa adelantó su dedo y ella misma pasó la página en el comunicador de su hermano para seguir viendo que más habían colgado.

-¿Responder? –preguntó mirando sorprendida a su hermano-Pues yo tengo un problema. No tengo Facebook ¿Tenéis los demás? –preguntó curiosa a sus dos amigos mientras pensaba en la cantidad de veces que había pensado en darse de alta y la misma cantidad de veces que había rechazado la idea. Nunca le había llamado la atención aquello, nunca le había hecho falta realmente.

Cargando editor
11/11/2013, 10:33
Sean Dunne

-Jo, hermanita, a veces pienso que sí que es verdad que tanto mono, tanto mono, te ha dejado el cerebro al margen de la gente "evolucionada".- Se reía, y le dio un pescozón a Lotti, que inmediatamente arregló con un abrazo y un beso que le aplastó la mejilla. -¡Pues claro que tienes facebook!. Que no te asomes allí ni por equivocación no quiere decir que no tengas una bonita foto de quinceañera en tu perfil, que a saber cuándo la pondrías. Pero no es eso a lo que iba. No, no, con responder quería decir al mail. Res-pon-der-al-mail. -Lo silabeó golpeteando a cada sílaba la nariz de su hermana, suavemente, con su índice, mientras seguía abrazándola.- Eso sí que sabes hacerlo, ¿no...? ¡Jajajaja!

Cargando editor
11/11/2013, 23:18
Omar Echenique

-No lo recuerdo, Estel. Aunque es posible que con un par de gintonics me acuerde. O que le ponga yo uno -dijo riendo ante la pregunta del mote de Ben Yaddow-. De todos modos me sorprende que sepan más del gran enigma -comentó entrecomillando con los dedos la expresión- por lo que han leído en internet que por lo que pudiera haberle dicho su padre. Vamos, que no saben nada, porque lo que haya colgado por ahí no deja de ser meramente anecdótico- Hasta donde sé, ninguno de los implicados soltó nunca prenda de lo que allí ocurrió ante los medios ni publicó un blog o similar contando sus peripecias. Siempre he intuido que establecieron un pacto tácito de silencio al respecto y que solo los más allegados saben algo y cuando hablo de allegados hablo de sus hijos. Mis padres nunca fueron muy dados a hablar de ello cuando yo era pequeño y fue en las reuniones de mi padre con Sofía, donde se ponían a contar sus batallitas, donde me enteré con pelos y señales de todo. Labor de espionaje, por supuesto. Thelma y Louise -una carcajada espontánea brotó de su garganta mirando a Estel y a Lottie, sus compañeras en aquellas misiones de escucha-. Más mayor sí, me lo contaron todo. Ya lo sabéis. Difícil de creer incluso cuando sabes que quienes te lo cuentan son tus padres y no te están mintiendo.

Se acarició el mentón, reflexivo.

-No sé qué es lo que quieren. Mantener contacto dicen o retomarlo en el mejor de los casos. La verdad, me da bastante pereza pero por responderles tampoco pasa nada. ¿Qué opináis?

Cargando editor
12/11/2013, 04:18
Estel Highwater

Los ojos de Estel vagaban entre unos, otros y la pantalla. Siguió fingiendo amnesia ante el mote del padre Yaddow, mientras reía entre dientes, y no dijo nada ante la observación de Sean. Miraba a Lottie y a Omar, esperando que alguno de ellos opinase, mientras buceaba en el ocaso del ciberespacio entre las fotos de los autores del correo, sus comentarios, sus descubrimientos. Su sonrisa se atenuó ligeramente cuando llegó a ese recorte que hablaba de su madre, de su carrera y su vida, dejando que el semblante de su rostro navegase en un mar de serenidad, contemplación y pensamientos. Sólo salió de él para mirar con ternura infinita, cercana y tangible, a Lottie cuando habló de aquel diario que le habían entregado. Y había llegado a conjurar un gesto de picardía y sarcasmo que ofreció cómplice a Omar, frente a aquel comentario de la francesa sobre la belleza de la Yaddow a las claras sin atreverse a esbozar en voz alta lo que opinaba del mellizo, cuando un último toque en la pantalla la llevó sin aviso al último recorte, a lo que no esperaba encontrar.

El rostro de Estel se quedó estático. No cambió de expresión, no se le movió ni una sola pestaña, pero tampoco cambió de postura ni volvió a ser movida por la brisa. Se quedó suspendida, la mirada clavada en la pantalla pequeña de su muñeca, hipnotizada por algo mucho más allá de lo que sea que podía haber visto. Sintió un escalofrío, hundida en el asfixiante calor de la isla africana. A su alrededor las voces continuaban, sí, pero se habían vuelto a transformar en meros tonos, corrientes de sensación y sentimiento que ponían sonido a recuerdos en imágenes. Sonido a percepciones en la piel, en las venas, en lo profundo de la pupila. Se sintió arrastrada, lejana, trasladada a su propia vida y a una ajena. Porque la mujer de aquella fotografía que veía era su madre y aquella escena encuadrada había sido su lucha, esa lucha. Pero ahora Estel también era ella, y era también la sangre, y era también el herido, y compartía el horror, el amor y la rabia que había visto en la mirada de Sofía cuando le dijo que marchaba a la guerra con Omar.

Omar. Su voz se superpuso con un recuerdo, pero la llamaba, y su llamada arrastró a Estel de vuelta a aquel pequeño aquelarre. La sonrisa se había esfumado de su rostro y permaneció ausente durante largos segundos, como ella misma, hasta que volvió. Y no tardó en transformarse en una carcajada que se unió a la de Omar.

- ¡Sam y Dean! Joder, esas reuniones... Vaya par de trastornados, ¿eh? Luego se preguntaban cómo se te había ocurrido empezar a hacer reconocimiento ocular, pero para variar a seres vivos - sonrió, con descaro. Con un movimiento, y sin volver a mirar la pantalla, apagó el comunicador - No, es cierto. Nadie habló de lo que sucedió exactamente... Ni siquiera mi padre, al que acosaron mucho a lo largo de los años para que opinase sobre la desaparición inentendible de aquella mastaba, su descubrimiento. Y mi madre ironizó siempre sobre el tema... Ya la habrán leído en uno de esos artículos que los mellizos encontraron. Su forma de superarlo, supongo, aunque creo que nunca terminó de hacerlo - Estel hizo una pausa - Sus familias no saben ni un poco lo que ocurrió, pero a mí nunca me ocultaron nada, ninguno, y lo que me iba enterando os lo iba compartiendoAunque los detalles, sí, los profundizaron cuando crecí. Ya sabéis cómo son mis padres... y supongo que por cómo son, ya sabéis no me resulta tan difícil creerlo - se echó a reír, levantando las manos para ofrecer las palmas y frenar la ola de escepticismo - Aunque, sí, me parezca increíble, delirante, y realmente digno del mejor viaje en ácido de sus vidas - miró a Omar, sonriendo - Lástima que jamás compartieron lo que tomaron en ese viaje.

Se llevó una mano al cabello y se lo barrió hacia atrás, lentamente. Los mechones se fueron desprendiendo de entre sus dedos como hojas de un árbol, o el pelaje de un felino. Pensaba, y acariciar cabello siempre le ayudaba a relajarse.

A mí, sinceramente... Me da igual. Curiosidad me da, eso seguro, porque veo que no saben nada. Al que sí veo muy apurado es a Sean. Supongo que azuzado por la belleza femenina en juego - pinchó sin pudor, seria, antes de sonreír con picardía - cosa que no condeno en absoluto. Pero... Propongo, en todo caso, que les respondamos luego, bien relajados y distendidos, con nuestros tragos en mano y disfrutando de este presente... lleno de mosquitos, bichos y repelente cortesía de Omar - Estel señaló a su alrededor, antes de sonreír con diversión - ¿Qué os parece? Además, al lado de veinte años de espera, ¿qué son unas horas más?

Se acercó a Lottie, y le cerró la mano derecha como un grillete alrededor de la muñeca.

- Aprovechemos además que tú no pudiste salir corriendo. ¿Qué pensabas, querida, que te ibas a escapar de nosotros tan fácil? Oh, no. Ni hablar - Estel chasqueó la lengua, idéntico a lo que lo haría Omar - Lo que vas a hacer es decirnos dónde está el bar para que vayamos a asaltar la barra con Sean por delante. Omar aquí tiene abstinencia de gintonic, y ya sabes cómo se pone. Y no tengo ganas de aguantarle esta vez - se quejó, fingidamente, antes de susurrar muy bajo en un francés cálido - Y si quieres, Lottie, luego me cuentas sobre ese diario.

Cargando editor
12/11/2013, 13:17
Charlotte Dunne

Lottie se revolvió para intentar soltarse del abrazo de su hermano o, por lo menos, poner cierto espacio entre su nariz y el dedo incordiante de este -¡Sueltaaaa!- le dijo mientras le hincaba de nuevo el dedo entre sus costillas para intentar que la soltara a base de cosquillas, como siempre. Pero no tenía nada que hacer con la fuerza de los brazos de Sean, por lo que se limitó a cogerle la mano, parar los golpes en su nariz y mirarlo con cara de sorpresa-¿Tengo? ¿Aún? ¿Pero esas cosas no caducan cuando te tiras años sin entrar ni actualizar nada?...-preguntó mientras intentaba recordar que foto era la que tenía colgada en aquel lugar virtual, miedo le daba pensar en el aspecto que debía de tener en una foto de su adolescencia vista ahora-¿Y tú como lo sabes? So cotilla...-Terminó abrazándose más a él, como intentando recuperar todo el tiempo que había pasado separada de su hermana en unos pocos minutos.

Miró a sus dos amigos. Aunque había estado hablando con su hermano, no se había perdido detalle de la conversación que mantenían estos. Los miró, primero a uno y luego a la otra.

-Thelma y Louise...si... ¡Dios mio! ¡Como se heredan las cosas de padres a hijos!-rió divertida al imaginar la escena que años atrás protagonizaron los padres de ambos en mitad del desierto y al recordar algún de par de buenas escenas que ella había visto de primera mano siendo ambos amigos los protagonistas. Y, aparte de eso, es que era verdad, eran la Thelma y Louise de aquel grupo. Rió, siempre lo hacía cuando estaba con ellos, porque era imposible estar de mal humor en su compañía. Siempre les rodeaba un aura que hacía todo más fácil, más normal, más alegre y que lo bañaba todo con aquella fuerza que, ahora, la hacía sentir más feliz porque había visto que, después de todo lo que Estel y Omar habían pasado, seguía ahí, intacta, tal vez un poco más oculta en Estel, pero deseando salir con toda la fuerza que Lotti sabía que tenía.

Solo necesita dejar todo eso atrás, ver que esta aquí de nuevo y que todo pasó.

-¿Dificil de creer? –se volvió entonces a mirar a Omar-No, no tanto, ¿por qué iba serlo? Nuestros padres no nos iban a mentir en algo así. Bueno...de pequeños podíamos haberlo confundido con un cuento para ir a la cama o algo así, pero de mayores no. Yo siempre me lo tomé en serio, bueno, desde que tengo uso de razón. Aunque es cierto que al principio solo nos fueron soltando detalles, mezclados tal vez con algo de fantasía y azúcar, supongo que para que lo fuéramos viendo como algo normal a la hora de contarnos el resto cuando ellos consideraron que teníamos la cabeza sobre los hombros. O algo así –sonrió mirando de reojo a su hermano- porque si fuera por mí, uno estaría aún en la más completa inopia sobre ese tema... El diario es lo que me faltaba para saber la parte que aún no sabía, las emociones de mi madre contadas por ella misma al poco de todo aquello. No es lo mismo que te cuenten algo que leer algo escrito hace treinta años por lo menos. ¡Y no tomaron nada!-exclamó lanzándole a Estel una mirada cariñosamente reprobadora- Qué manía con que estaban hasta arriba de algo y ¡la queja de siempre de que no te han dicho lo que tomaban!

Vio entonces venir hacia ella a Estel, se preparó para recibir alguna puya o algo parecido, pero sintió la fuerza de su mano aprisionando su muñeca y los colores subiendo a su rostro cuando escuchó sus palabras.

-¿Qué yo qué? ¡No! ¡No! ¿Cómo iba yo a...? ¡Solo quería...! ¡Oh! ¡Vale, venga! ¡Al bar todos! ¡Me perderé esa primera copa con vosotros por el bien de vuestro sentido del olfato y por no provocar la ira de Omar al estar lejos de su primer gintonic en la isla!-exclamó, mientras le guiñaba el ojo a Omar, claudicando en su intento de que la esperaran sabiendo que era mejor que la esperaran en el bar que no en la arena, estarían cansados del viaje- Por cierto, yo respondería, ¿por qué no? Puede ser buena idea volver a saber de todos, hace tanto tiempo...pero no sé qué decir y no sé si tengo ganas de hablar con ellos del tema de Egipto, creo que eso es cosa de cada uno de los padres ¿no? ¿Y si sus padres no quieren que ellos lo sepan por alguna razón? No todos los padres son como los nuestros... -Se volvió hacia Sean, señalándolo amenazante con su dedo índice-No contestes aún, espera a ver como lo hacemos en nombre de los cuatro y a que yo vuelva de la ducha, me parece bien la idea de esta loca –dijo en clara referencia a Estel- de contestarles tranquilamente en el bar delante de un refresco.

Miró a Estel indicándole la dirección en la que estaba el bar con un movimiento de su cabeza-Por supuesto, sabes que sí-le contestó lenta y claramente en francés a su proposición con una sonrisa de complicidad.

De repente se acordó de algo que realmente no sabía, o no podía recordar en aquel instante. Se volvió hacia Omar-¿Seguro que no te acuerdas del mote de Ben? Yo es que tampoco... ¿tenía?

Cargando editor
20/11/2013, 18:48
Sean Dunne

El pelirrojo se encogió de hombros, y soltó una carcajada suave.

-Vamos, vamos, tú habrás leído todo lo que mamá te ha mandado, pero de eso a que yo me lo crea... Me parece mucho más creíble eso que dice Estel, que estuvieran hasta las cejas de algo. Y sé que en Egipto hay una hierba que te cagas. Aunque lo que me huele no es a hierba, me huele a algo más potente. ¿Cuándo aparecieron las drogas de diseño? ¿Las había ya en tiempos de los viejos?

Sabía que el comentario era en todas sus facetas una puya para Lottie. Por eso no esperó respuesta. En vez de eso le guiñó de nuevo un ojo, se acercó a ella, le dio un abrazo inmovilizador, e, inmediatamente, arrugó la nariz de modo muy exagerado.

-Ufff!!! Sí, sí, mejor pásate por la ducha... ¡Jajaja!

Ahora la carcajada fue franca, y le siguieron más. Salió corriendo en dirección al bar, mirando de vez en cuando atrás para ver si su hermana le perseguía. De golpe, dio un salto en el aire dando una voltereta perfecta, cayendo de pie sobre la arena, y lanzándose de nuevo a la carrera para alcanzar el chamizo de palmas que ella había señalado, y desaparecer en su interior.

Aún siguieron escuchado su risa durante un buen rato, entrecortada por lo que seguramente eran comentarios que ya no pudieron entender.

Cargando editor
21/11/2013, 23:31
Omar Echenique

-¿Gin tonic? ¿Alguien ha dicho gin tonic? Por favor, que poco conocimiento de la etiqueta. A estas horas lo que procede es un Bloody Mary -dijo Omar con socarronería. De dónde sacó entonces las gafas de sol que se colocó era un misterio que los presentes deberían resolver-. Y tú ve y aséate y quítate esa caca de lémur que llevas encima. Te aseguro que "L´eau de lémur nº 5" nunca estará en las mejores perfumerías ni lo patentará la casa Channel -Omar se echó a reír, mientras guiñaba un ojo a la pelirroja-. De llevar yo ese perfume te aseguro que ningún hombre se me acercaría con intención de chup... -en aquel punto abrió los ojos y su boca compuso una O perfecta. Se echó a reír a carcajadas, doblándose sobre sí mismo-. Levinsky, así es como llamaban a Yadow. Levinsky -acabó diciendo cuando se recompuso un tanto-. Ya sabéis. Aquella que en el pleistoceno, cuando los dinosaurios reinaban y nuestros padres eran jóvenes, le hizo un solo de flauta al presidente en la sala oval. Y guardó el vestido con la delatora mancha de leche para sobrevivir a tiempos de hambruna. Estel, y tú te acordabas -afirmó señalándola con un dedo acusador-. Eres una bruja.

De pronto echó a correr.

-Caca de lémur el último. Y paga la ronda además -gritó mientras se alejaba en dirección al bar del hotel.

Cargando editor
23/11/2013, 03:33
Estel Highwater

Estel había devuelto la mirada a Charlotte, enfrentando su reprobación con un cariñoso descaro. Sean podía decir todo lo que quisiera, y ella incluso podía compartir con Omar un escepticismo romántico hacia la vida, expresado en puyas sobre ácidos y locura, pero había algo más. Una vinculación estrecha de empatía, sensación y aceptación siempre había enlazado a Estel con aquel pasado, que formaba parte de su carácter como si fuera un elemento natural de la historia. Quizás tenía algo que ver con aquellos versos que a veces había dicho, que a veces había susurrado, escrito y mirado, a través de su lente, a través de sus ojos, y de la experimentación.

If the doors of perception were cleansed every thing would appear to man as it is, infinite.
For man has closed himself up, till he sees all things thro' narow chinks of his cavern.

Su mano siguió alrededor de la muñeca que apresaba incluso cuando Sean reclamó su presa. Estel le dedicó una sonrisa ambigua, aquellas que Omar calificaba como incalificables -o conesasonrisadeMonaLisanotefollanadieniporprisa-, y se rió entre dientes cuando el pelirrojo acometió en un salto digno de la cruza de un atleta olímpico con un antiguo animal de circo. Joder, eso tendría que haber sido retratado. Miró a Omar, a través de sus cristales, con la misma socarronería, que acabó transformándose en un gesto de inocencia infinita cuando vio su rostro de repentina epifanía. Ah, había valido la pena fingir amnesia, tan solo para ver esa cara. Se echó a reír moviendo la cabeza y, cuando fue acusada, sonrió de modo descarado sin eximirse y le guiñó un ojo divertido.

- ¡Cierra esa boca, Omar, o chuparás algo sin quererlo! - el grito de Estel chasqueó en la tarde, persiguiendo a un Omar que se alejaba - ¡Y yo no te rescato si te esclavizan para que lo sigas haciendo, que ya te veo! - agregó, con toda la seriedad del universo, y frunció los labios - Oh, hombres.

La risa fue inmediata. Estel giró para mirar a Charlotte, a quien tenía todavía cogida de la muñeca.

Venga. Ve a asearte, Lottie, como querías. Para mí estás perfecta, faltaba más, pero tenemos a la nariz más rápida de Londres presente, y ya emitió veredicto - sonrió, y le guiñó un ojo - Iría contigo, pero algo me dice que harás más rápido si no te distraigo y que mejor no dejar a esos dos solos hoy. Oh, bueno. Sobre lo primero, tarde llegarás igual, conmigo o sin mí - la verdad de la aseveración hacía todas las veces de burla y de risa. Los ojos de Estel lo reflejaban - Anda. Andando, pelirroja. Dejemos a este sicomoro atrás, y pasemos a lo bueno.

Jaló despacio de su muñeca, lo suficiente para que echaran a andar. Una vez allí, la soltó y de pronto le palmeó ruidosamente el trasero.

- ¿Y? No te veo correr hacia tu destino, querida - señaló, antes de reírse - Y cuanto más tarde, en peor estado nos encontrarás cuando vuelvas. Aunque no peor que en que vas a quedar tú esta noche - Estel le guiñó un ojo - Palabra de Roget.

Cargando editor
23/11/2013, 12:45
Charlotte Dunne

-¡Te voy a....! -exclamó cuando por fin Sean la soltó y echó a correr hacia el hotel. Lotti sabía que no podía ir tras él a no ser que arrastrara tras de si a Estel, como igualmente tendría que saberlo Sean, pero eso no impidió que su mirada buscara a sus pies en busca de algo para tirarle. Pero un puñado de arena no llegaría muy lejos...

Lotti suspiró mientras lo veía correr ¿por qué siempre ganaba? Era su sino, no tenía más explicación.

Levantó una ceja y se volvió a mirar a Omar al escucharlo hablar.

-¡Ah! La famosa becaria... chica lista -estuvo apunto de responder la puya de Omar en aquel momento, pero entonces él empezó a correr en la misma dirección que había seguido su hermano, solo cuando estuvo a unos buenos diez metros, reaccionó- ¡Pues si algún dia patento este olor y gano dinero... no dejaré que compres acciones de mi negocio! ¡Me veras forrada de dinero y te revolcaras en tu envidia! -le gritó con todos sus pulmones para terminar riendo incontroladamente y oliéndose de nuevo.

Esto no funcionaria ni para el mejor amante de los animales...

-Hombres sí....¡pero que haríamos sin ellos! -aseguró echando a andar tras Estel. El tortazo en el culo le pilló por sorpresa- ¡Eyyyy! ¡Pero bueno! -dijo dando un saltito hacia adelante y poniéndose lejos del alcance de la traviesa mano de Estel- ¿Qué pasa aqui? ¿Tanto me echábais de menos que se ha abierto la veda de meterse con la pelirroja?- se volvió hacia Estel y comenzó a caminar de espaldas mientras la miraba, sonriendo- Así que llegaré tarde sí o sí. Menudo concepto tenéis de mí, pero no me puedo quejar... -no, no podía hacerlo, porque sabía que era totalmente cierto. Hiciera lo que hiciera y como se lo propusiera, siempre llegaba tarde, a todos sitios- ¡Pero si de todas formas llegaré tarde...no tengo prisa! Si el fin es dejarme arrastrar por vuestras incontenibles ganas de emborracharme con esas bebidas que soleis pedir te diré que me apetece, cualquier cosa que propongáis me apetece en realidad.

Se detuvo y la esperó, no la iba a dejar sola en el trayecto hacia el hotel, no cuando hacia tanto tiempo que no la tenía cerca. La vio caminar hacia ella y sonrió. La detuvo cuando llegó a su altura y sin mediar palabra le quitó la cámara que llevaba colgada y de la que algunos dias llegaba a pensar que no se separaba ni para dormir.

-No te muevas... o sí, ¡que más da! Sabes que no la haré bien de todas formas.... pero quiero una foto tuya en esta playa.

Echó a correr cámara en mano para separarse de Estel unos metros y sacar una foto decente, pero cuando miró a la cámara arrugó levemente el ceño. ¿Por qué no podía tener una cámara como la suya? De esas digitales que solo tenían un botoncillo para encender y apagar y otro para acercar y alejar la imagen.

Donde corcho se encendía este aparato....

Cargando editor
24/11/2013, 04:52
Estel Highwater

- Hemos tenido demasiado tiempo para acumular, Lottie, pilas y pilas de ganas irrefrenables de meternos contigo - respondió Estel, con seriedad absoluta - ... Y de manosearte, por supuesto - agregó, levantando la mano derecha de la que Lottie escapaba, y dibujando en sus labios una sonrisa sibilina.

Había empezado a hablar en francés de nuevo, el idioma que tenía asociado con Charlotte, por aquella virtud y defecto de los bilingües de cambiar la lengua a impulsos que no responden a razones. Sus pasos se fueron hundiendo en el césped, sin prisa alguna, siguiendo a una Lottie que caminaba de espaldas. Buscó con la mirada, por encima de aquel hombro lleno de rojo, a un Omar que ya había huido de su rango visual. No, ella no tenía prisa esta vez. Habían corrido tanto, la vida había tenido que ser tan rápida, aunque por tantos meses se había detenido y suspendido casi por completo. No deseaba correr... No ahora. Quizás, mañana. O más tarde, o en un pequeño rato. Sí, quizás.

Oh, pero bueno. Quejas y más quejas. ¡Excusas de manual, e intentos de hacerme sentir culpable! Recuerdas lo que siempre decía mi madre, ¿verdad? - sonrió divertida a Lottie, que se quejaba de su adjetivo. Le guiñó un ojo y cambió al castellano - Nunca es triste la verdad. Lo que no tiene es remedio.

Aunque su madre se se equivocaba demasiado, o demasiado estaba en lo cierto sobre un mundo en exceso hijo de puta. Pero Estel no quería pensar en eso ahora, no quería recordar nada mientras se reía por lo bajo de la imagen de Lottie empinando el codo y soltando lottieadas a razón de cien por segundo, como había sucedido todas y cada una de las veces que la habían conducido por mal camino. Le apetecía, por supuesto que lo hacía. También a ella. La celebración de la vida tenía que ser, justamente, empujando los límites de ésta con el infinito como único techo.

¿Así que también te apetecería un trío? Qué moderna te has puesto, Lottie - sonrió, con picardía y burla, al llegar a su lado - El fin es que seas feliz, querida - continuó, tras una pausa, desprovista de toda burla - Y si para ello hay que... ¡Hey!

Había levantado el brazo para acariciarle el cabello, y Charlotte había aprovechado para arrebatarle la cámara. El reflejo de Estel fue instintivo, animal, casi violento. Su espalda se envaró, sus ojos se afilaron y estuvo a punto de saltar encima de ella, pero aquello duró menos de un segundo, lo que tardó su mente en decirle quién era, dónde estaba y que no, que estaba allí, que no era otro sitio, que no había nada más allá. Y su mirada se llenó de afecto mientras veía a la francesa alejarse corriendo a los gritos, cargando con ella no sólo aquello que dejaba tocar a pocas personas, sino un símbolo de su propio espíritu.

Decidió entonces suspirar y levantó las manos al cielo, con un dramatismo que nada le envidiaba al de Omar, como su implorase paciencia divina ante el pecado original de Lottie. Pero no movió ni una pestaña más, expectante. Un segundo, dos, tres... y la foto no llegó jamás.

Estel vio el ceño fruncido de Charlotte, y se echó a reír. Joder, la vida.

- Hola, Lumix - dijo, sonriendo.

La cámara reaccionó en las manos de Lottie, y le ofreció una maravillosa pantalla a color desprovista de todo número y símbolo. No había allí ni siquiera un indicador de cuántas fotos quedaban, ni líneas que ayudaran al encuadre, ni indicadores de las variables de velocidad y de luz. Sólo estaba el cuadro, que ahora apuntaba hacia una toma extraordinaria del césped, y que esperaba a que le dieran la orden de capturar aquel impresionante momento de la hebra más fina y quebrada de todas las plantas de Madagascar, triste, solitaria y final.

Disparas con el botón que sobresale en la derecha - señaló Estel, a la distancia - El que parece un ojo de lémur. Y no te preocupes por nada de eso, Lottie. ¿No te has dado cuenta, tras tantos años? - la sonrisa había vuelto ahora a sus labios - La cámara es quien hace las buenas fotos.

Dejó que su figura inmóvil se recortase contra la luz que el mar arrojaba a la vista, haciendo olas de reflejos contra la sombra de los cuerpos. La brisa mecía sus cabellos y pestañas mientras en aquel lugar remoto del mundo sólo parecían encontrarse ellas dos, separadas sólo por unos pasos, con la eternidad como única inquietud. Los ojos de cielo limpio de Estel se mantenían abiertos y su cuerpo blanco como la leche, blanco como quien no ha visto el sol en muchísimo tiempo, parecía fundirse con el entorno casi como si perteneciera a ese sitio, como si hubiese estado allí toda la vida, y como si nunca fuera a marchar.

Cargando editor
24/11/2013, 23:26
Charlotte Dunne

Lotti levantó la mirada por encima de la cámara, sin levantar la cabeza, para mirar a Estel. Un segundo después estalló en carcajadas. No paró hasta ponerse totalmente colorada y faltarle la respiración y, solo entonces, levantó una mano conciliadora hacia Estel, intentando evitar su enfado cuando hablara.

-¿Hola, Lumix? ¿Saludas a tu cámara para que se encienda? -rió de nuevo de forma incontrolada hasta que consiguió pararse...o casi, tapándose la boca con su mano- Hablas con tu cámara, perfecto, no voy a decir nada al respecto. ¡Y pensar que yo era rara por hablar con los lémures! Vale, vale...seriedad, seriedad...que es tu cámara y cada uno hace con lo suyo lo que quiere... -miró traviesa a Estel sin dejar de reir- ¡No me cuentes que haces con ella en tu intimidad si no quieres escandalizarme! -dio un par de pasos atrás mientras le hacia una señal a su amiga para que no se moviera.

Levantó la cámara y la pantalla pasó del verde del césped al blanco de la arena mezclado con el azul del cielo. Tuvo que cogerla con ambas manos para conseguir parar la imagen donde ella quería y al final lo consiguió. El rostro de Estel apareció en la cámara mirando fíjamente en su dirección. Y ver el rostro de su amiga volvió a hacerle recordar el momento de instantes antes... Volvió a romper a reir al tiempo que disparaba la cámara y un instante después aparecia la foto tomada en la pantalla.

-Vale, vale. Ya dejo de reir amiga de las cámaras... -dijo mordiéndose la lengua para controlarse y volviendo la cámara hacia Estel para que viera la foto tomada. Una maravillosa vista de la playa al fondo, del tronco del árbol que habían dejado atrás y del pecho y de la cintura de su amiga, todo en un ángulo de unos treinta grados a la derecha-Creo que tu Lumix no está preparada para mi... -rió mientras volvía a enfocar la cámara hacia Estel y volvía a aparecer la imagen actual de esta en pantalla.

Mostraba esa sonrisa tan propia de ella...

Disparó cuando tuvo lo que quería, miles de veces más lenta que lo que Estel hubiera tardado en disparar aquella misma foto, y caminó rápidamente junto a ella.

La foto mostraba el rostro de Estel en un lado de la imagen. Tras ella se veían algunas ramas del enorme árbol sobre el que había estado encaramada minutos antes y, de fondo, el profundo azul del agua casi en calma. La sonrisa seguía allí, para la eternidad, mientras que el pelo bailaba libre a su alrededor, agitado por la brisa.

Le entregó la cámara, sabiendo lo que le había costado separarse de ella, sabiendo que era como una extensión de su propio cuerpo. Pero no había podido evitarlo. Había visualizado aquella foto al verla caminar por la playa y quería tenerla para siempre. Sabía que dentro de esa cámara guardaba todo lo que tenía un significado para ella, cualquier detalle, cualquier momento, cualquier sentimiento que pudiera captar, estaría captado allí. Estel tenía el don de estar en el momento adecuado con la cámara preparada. Siempre que se veían le insistía para que le enseñara las últimas fotos que había disparado y Estel el contaba que era cada una de ellas, que mostraban, donde habían sido tomadas. Pero aquella vez, Lotti tendió la cámara preguntándose que fotografias estarían allí dentro en aquella ocasión, pero sin atreverse a pedir verlas. Quería saber, como siempre, pero algo le decía que aquella vez iba a ser diferente. De momento lo era, ya que no se atrevió a pedir verlas por temor a revivir los recuerdos que traerían...aquella vez no eran agradables.

-Quiero una copia, esta misma tarde -dijo sonriendo mientras veía como su amiga devolvía a su sitio la cámara y volviéndose a poner colorada de nuevo, sin razón aparente aquella vez, mientras le lanzaba una mirada llena de curiosidad durante un instante. Pareció que iba a preguntar algo, pero se arrepintió en el mismo momento que la pregunta empezó a nacer en su mente y, en su lugar, retomó el camino al hotel tirando de Estel a quien había vuelto a agarrar del brazo- Venga, o se me hará terriblemente tarde y tendréis razones más que justificadas para meteros conmigo ¡toda la noche!

No, no dijo nada. Solamente ignoró la puya que Estel le había lanzado, porque si hablaba intuía que podia ser peor. Pero aquella puya solo consiguió producirle curiosidad, una tremenda curiosidad. Pero temía la respuesta, asi que prefirió quedarse por deseo propio en la inopia y no intentar averiguar nada de ese tema. Ojos que no ven, corazón que no siente se decia, ¿no? Y así se evitaba el contestar. Estel y Omar siempre habían sido mucho más liberales que ella en ciertos sentidos.... y así le iba, pero ya era tarde para cambiar.

Estaba feliz, totalmente feliz. Pero no pudo remediar sentir un pinchazo de envidia, por Estel y por Omar, por el tiempo que podían pasar juntos debido a su trabajo. Cada día sentía más la distancia que los separaba.

Cargando editor
25/11/2013, 13:33
Estel Highwater

Las carcajadas repentinas de Lottie sorprendieron a Estel, y su rostro fue en un crescendo de sorpresa que acompañó la escalada en intensidad de aquellas risas que llevaron a la casi asfixia. Su sangre comenzó a saltar, en empatía con aquella alegría, y buscó con la mirada el origen de aquel estallido, ¿algo de la pantalla? ¿Algo en el césped? ¿A sus espaldas? ¿En su propio rostro? Pero Madagascar permanecía incólume, exactamente igual a lo que había sido un momento atrás. Y la mente de la criptóloga, una vez identificado el misterio y sus parámetros, saltó hacia lo abstracto y recorrió decenas de escenarios posibles en un segundo, hasta que descifró el código que le permitió comprender qué era.

... LOL.

Estel ya estaba sonriendo cuando Charlotte levantó la mano, con la que esperaba contener un enfado que no iba a llegar nunca. Por el contrario, lo que llegó fue una carcajada ante la pregunta. ¿Qué si saludaba a la cámara para que se encendiera? Oh, cielos. Sólo Lottie podía reírse de algo que la tecnología llevaba haciendo casi treinta años. Aún riéndose por lo bajo, mientras continuaba siendo burlada, Estel le ofreció una cara de suma inocencia y sumo descaro, pura mecha para continuar alentando aquel fuego. No quería contestar, ni quería interrumpir. Quería que riera. Quería que esa risa continuara hasta que se agotase todo el aire del mundo, hasta que se viera satisfecho ese espíritu. Que en un reducto del tiempo sólo fuese eso, y nada de todo lo demás.

No se movió, por supuesto. Pero habló, sí, mientras Charlotte se afanaba por apuntar.

- No te contaré nada. Sólo te diré… ¿Recuerdas  el teleobjetivo aquel que te expliqué que era para fotografiar aves? – dijo, mientras miraba fijamente al lente. Y sonrió, traviesa – Bueno… Como te expliqué, el tamaño importa.

Y lo dejó allí, goteando, con absoluta impunidad. Aquella sonrisa fue la que quedó enlazada con la madera, la luz y el agua que la rodeaban y que componían la imagen que Charlotte ahora intentaba mostrarle. Claro, mostrársela a varios metros de distancia, como si Estel tuviera una vista sobrehumana. Oh, Lottie.  Pero Estel no tenía ni apuro ni deseo en verse retratada, como jamás lo había tenido. Nunca le había gustado verse en las fotos, y solía huir descaradamente a todo intento de quedar delante del lente.  Ahora sólo estaba allí delante por Lottie, sí, a quien ofreció un pulgar arriba aprobando su gestión.

No dijo nada más. Bajó el brazo y su ánimo se enlazó con el de Lottie, con el del agua, el aire, el sol que lo cubría todo. Su expresión comenzó a cambiar con lentitud hasta adoptar un semblante de calma, de reflexión y sentimiento, como si estuviera flotando en el agua de espaldas contemplando sin consciencia el infinito. Los mechones de su cabello se agitaban despacio, acunados por el soplo de un dios isleño, tal como el fluir de la vida rompía a oleadas en el interior de sus ojos. Y en la superficie quedó impresa la marca en rojo de la imagen que ella misma observaba, más allá, en la cual tenía concentrada ahora toda la atención, toda la empatía y todo el afecto.

Estel se dio cuenta que Charlotte no preguntaba pero, esta vez, no necesitó pensar para saber por qué no lo hacía. Cuando recogió la cámara, le acarició la mano con la que se la tendía en gratitud y respeto y dejó que, por un breve instante, su mirada reflejase aquellas fotografías que no habían sido vistas. Fue como un flash, un sueño, una ilusión que llenó sus pupilas y que desapareció como si jamás hubiese existido. Las cicatrices estaban allí, como no dejarían jamás de estarlo. Pero a Estel parecía interesarle más la curiosidad y el rojo de su rostro, los cuales volvieron a sorprenderla, y a remover a la criptóloga que era aunque casi nadie lo supiera.

- Pero, Lottie, joder, ¡me vas a arrancar el brazo! ¿A qué viene tanta prisa? No me digas que te has cansado de estar sola conmigo – soltó, fingiendo ofensa y resistirse a ser arrastrada – O que has pensado en algo que no quieres preguntar, ¿eh?  – agregó, con la misma ofensa. Oh, si la conocía. Empezó a reírse – Pregunta, Lottie, anda. Te doy tiempo para hacerlo hasta… luego de… esto.

Porque no había guardado la cámara. Por el contrario, la había cogido en una mano, al revés, y ahora la levantaba en el aire. Pasó el otro brazo alrededor de la cintura de Lottie y la aferró en una larga caricia, pegándola a su cuerpo, para luego recargar la cabeza en la suya. Castaño, rubio y rojizo se enlazaron en una cascada insalvable, cayendo en completo desorden hacia el abismo de sus pechos.

- Sonríe, queridasusurró, divertida, antes de disparar.

La foto que le mostró a Lottie en la pantalla de la cámara las encuadraba a las dos, dos universos diferentes con dos océanos distintos anclados en los ojos. Estel levantó la cabeza y la besó en el cabello, deteniéndose aquel abrazo unos segundos en silencio. No quería insistir, ni forzar. Aquel no parecía el momento para hablar. Percibía algo, algo en Charlotte, y no estaba segura aún qué. Omar decía que la empatía algún día le mataría, pero no era algo que pudiera ni quisiera evitar.

- De esta también va una copia. Si es que aquí tienen algo para imprimirlas, cielos, ¿tienen tecnología suficiente para eso? ¿En serio? – pinchó, como lo haría Omar, antes de echarse a reír – Ahora, sí, podemos largarnos de aquí sin culpas. Preguntaré en el bar si tienen cómo hacerlo, ¿vale? – ahora, sí, guardó la cámara, echándole una mirada divertida de advertencia de qué le pasaría si se le ocurría robársela de nuevo – Queda pendiente tu pregunta, claramente tu baño, que me cuentes aquello del diario de tu madre, y… Oh, vale. Por supuesto. El deporte – había empezado a sonreír – Y la infancia.

Aquel fue el preludio, antes de levantar la mano y revolverle salvajemente el cabello.

- ¡Tú la traes! – se carcajeó, antes de salir corriendo en dirección al bar. 

Cargando editor
27/11/2013, 11:45
Sean Dunne

El bar del Eden Lodge resultó ser un lugar abierto, bajo un techado de madera y palmas. En el mostrador de la barra una muchacha languidecía mirando el mar mientras esperaba a sus clientes, con la actitud relajada y distendida que solían tener la mayoría de los habitantes de la isla.

Sofás de madera, cojines, juegos de avalone y cuencos desperdigados por las escasas y vacías mesas.

Sean se acercó a la chica, y le pidió algo, mientras le susurraba alguna cosa, echándose ambos a reír. Vistos de lejos hacían una buena pareja, ambos de veintipocos, piel de ébano y piel de nieve, pelo de fuego y de ala de cuervo, rizos y mechones tiesos.

Ambos se reían aún cuando se acercó Omar, y los dos se giraron a la vez hacia él. Ella se puso a preparar una limonada con mucho hielo mientras él hacía las presentaciones.

-Ah, ahí estás. Ella es Miora. -le guiñó un ojo a su amigo, travieso, con un mudo mensaje en el guiño.- Miora, él es Omar. Ya, ya sé que no tengo nada que hacer a su lado, no hay color. Pero te lo aseguro, ¡Yo soy más gracioso! ¡Jajaja!

Algo más lejos llegaba Estel, corriendo, mientras que Lottie entraba en su cabaña, seguramente a cumplir el ritual de la ducha que les había prometido.

Cargando editor
28/11/2013, 16:41
Omar Echenique

Omar entró en el bar aún corriendo, deteniéndose al comprobar que Estel llegaría más tarde. Sonreía como un niño, haciendo destacar su blanca dentadura contra su bronceada piel. Se quitó las gafas de sol y miró apreciativamente el lugar. Un local hecho a su justa medida. Abierto, buenas vistas, una barra bien surtida y un espacio hecho para el relax y la conversación.

Guiñó un ojo a Sean, que estaba en alegre comandita con la camarera, una joven belleza local y avanzó hacia ellos.

-Hola, Miora -dijo entrando con total desparpajo en la barra y besando a la muchacha en la mejilla como si la conociera de siempre, interrumpiendo sus preparativos-. ¿Limonada? ¿Hay alguien enfermo? -su sonrisa, dirigida a ella en exclusiva, fue deslumbrante-. Pero Sean se equivoca. A mi lado tendría muchas cosas que hacer, pero eligió las mujeres. Ya sabes, Miora, nadie es perfecto. Oh, por ahí viene Estel. Veamos. Sí, es la hora -afirmó tras mirar su muñeca-. Querida, dos Bloody Mary. Y si me dejas hacerlos, te querré por siempre jamás. Hasta te prepararé uno para ti. Sin alcohol por supuesto, que estás en horas de trabajo. Es más, te invitaré a cenar esta noche con nosotros -una pícara y subrepticia mirada alcanzó a Sean. No es que él no fuera capaz de encandilar a aquella muchacha, pero toda ayuda siempre sería bien recibida. Y como por arte de magia una coctelera brilló en su mano-. Imagino, gracioso pelirrojo que la limonada es para ti. Qué triste. Tan joven y ya echado a perder -rió suavemente, divertido-. Estel, ESTEL -saludó a su amiga agitando la mano-. Voy a preparar unos reconstituyentes, a base de eso que los franceses, como este de aquí, llaman eufemísticamente espirituosos. Anda, mientras los preparo, por qué no sacas unas fotos a esta parejita. Moira es preciosa -el nombre dicho de forma muy poco casual sería la clave que Estel atraparía al vuelo-. Tiene unos huesos perfectos y una mirada... Alguno de mis amigos estaría dispuesto a pasar por una fase lesbiana si la conociera.

Sus carcajadas resonaron en el bar, y un guiño alegre fue dedicado a la camarera.

Cargando editor
29/11/2013, 05:43
Estel Highwater

Estel corría, sí, riendo con la travesura tatuada a fuego en el rostro, y hubiese corrido como el viento sobre el desierto si acaso Lottie hubiese decidido perseguirla. Pero, al darse cuenta que no había sido el caso, aminoró la marcha y se deslizó sin apuro alguno hacia el bar. Aún a la distancia podía distinguir las figuras de Sean y Omar, recortadas contra la madera y la hoja, fundidas en el ánimo de relajación y silencio que cundía por todo aquel sitio. También, aún a la distancia, pudo apreciar aquel inesperado yin-yang que se enlazaba dulce y suave, haciendo de aquella imagen un paradigma de armonía y opuestos. ¿Cómo podía no aferrar, más allá de con el alma, aquel universo tan vasto reducido a un solo símbolo?

Click. Click. Click.

La cámara se deslizó de nuevo en su cuerpo, sigilosa ladrona de instantes, como si nada hubiese sucedido. Mejor no le comentaba a Omar que aquello le había hecho acordar a su padre y al suyo. Estel siguió caminando, lentamente a consciencia, porque veía a Omar besando a la muchacha, le veía traspasar la barra y gesticular, y no quería interrumpir aquello que su lenguaje corporal le decía a los gritos. Omar estaba alegre, satisfecho... quizás, feliz, sí. Estaba. Y lo había necesitado tanto, luego de todo lo que había sucedido, que sólo quería observar, dejarlo ser, dejarlo estar. Abrazar aquel instante sin quebrarlo, sin invadirlo. Sólo, estar.

Cuando Omar la llamó en un grito, Estel dejó la contemplación y se rió. Agitó la mano en respuesta, y continuó camino hacia el bar.

Prepara, Omar, aprovecha y prepara. Y cárgalos lo suficiente como para levantar a un muerto... o matar a alguno - devolvió Estel, traviesa, mientras subía el escalón para llegar al piso del bar - Por mi parte, seré la víctima más altruista que puedas encontrar, y tomaré todo el veneno que prepares, hasta la última gota. Esta escena del crimen es un paraíso terrenal... - agregó, señalando a su alrededor, antes de mirar a la chica - Preciosa, como ha dicho Omar - la escena o ella, la sutil ambigüedad era un gran halago. Estel sonrió, profundamente - Encantada, Miora. De conocerte y de estar aquí. Por si no han sido suficientes los gritos de este, ¿que has visto cómo y cuánto habla...?, soy Estel.

Se acercó a ella y le dio dos besos en las mejillas, sin ninguna vergüenza ni duda, pero con el tacto que la caracterizaba de percibir la comodidad o no de quien tenía enfrente. La sonrisa seguía allí cuando dio el paso atrás. Por supuesto, había captado lo que Omar había intentado decirle. Nombre propio conocido, persona relevante. Moira, destino, parte del todo... Oh, había que ayudar a Sean a ligársela, bien. Le parecía de perfecto a más aún. Alguien tenía que ligar en aquella isla, y no parecía que fuera a ser Lottie... Y eso, ah, ya estaba por verse. Estel se rió por lo bajo, moviendo la cabeza, y levantó las manos.

Oh, vamos, Omar, me haces quedar como si fuera una cazadora de modelos. Y no lo soy, cielos. ¿O no, Sean? – dijo, mirando al pelirrojo. Su mirada contenía un guiño, imperceptible para quien no la conociera – Sólo me gusta compartir lo que veo… Sobre todo, lo bueno de la vida – Estel devolvió los ojos hacia la muchacha, y sonrió con ganas – Como esto, la visión que regalan ustedes lado a lado. Me encantaría… Me sentiría honrada de intentar retratarla. ¿Podría ser, Miora?

La sonrisa de Estel, dirigiendo la mano con lentitud hacia la cámara, compraba almas. Por supuesto, ya la había retratado, pero nadie se había dado cuenta y no iba a decirlo. Aquella era una oportunidad más para que Sean siguiera haciendo su movimiento.

- Prometo que nadie saldrá herido, y que no te distraeré demasiado de tu trabajo. Bueno… Sólo lo suficiente para que, justamente, no tengas que hacerlo – agregó, guiñándole un ojo, al mismo tiempo que se lo guiñaba a Omar. Podía seguir con su usurpación de la barra en paz. Y más le valía que lo hiciera.

Cargando editor
29/11/2013, 18:48
Miora

Se había separado lo justo para empezar a exprimir los limones con los que estaba empezando a preparar la limonada que Sean le había pedido, cuando se vio abordada, literalmente, por el seductor Omar.

Se rió, tan blanca su sonrisa como la del hombre que la estaba besando con naturalidad, y que a renglón seguido se puso a trastear tras la barra hasta que sacó la coctelera mientras seguía vertiendo un buen chorro de frases que ella hilvanaba una detrás de otra hasta darse cuenta de que estaba haciendo su trabajo.

-Eh! ¿Quieres quitarme el sitio? Así que Bloody Mary, no tienes mal gusto... -Había llegado Estel, y Omar los presentó, aunque mal. -No, no, es Miora, no Moira. Es un nombre bastante corriente en Madagascar, pero imagino que suena poco fuera de aquí. -Se vio besada de nuevo, y de nuevo con toda naturalidad, que también ella reflejó.- Por cierto: Hola, Estel!!

No se sonrojó, ni se inmutó cuando uno y otra la inundaron de lindezas. Y siguió sonriendo cuando, cámara en mano, Estel le propuso dejarse hacer unas fotos.

-Pues claro, no me importa. Siempre que me hagas copias. Y quiero alguna contigo, y con el guapísimo Omar de los ojos brujos, y con el también guapísimo Sean-todo-fuego.- Los miró a uno, y al otro, con aún más fuego del que decía. Y luego desvió de nuevo la mirada hacia Estel. Y no apagó ese fuego. -Claro que para belleza serena, la tuya...

Cargando editor
30/11/2013, 19:16
Sean Dunne

¿Lo habéis oído? Sean-todo-fuego. Oh, Miora... vas a hacer que me sonroje. Todavía más. Jajaja...

Sean sabía que su encanto estaba compitiendo con el de Omar. No es que le importara que a Miora se le fuesen los ojos... Omar es camarada de armas en la contienda amorosa. No hay rivalidad. Lo que al pelirrojo le pasó totalmente desapercibido es que la atención de la camarera también estuviera puesta en Estel. Y ahí ya hablamos de un tablero de juego completamente distinto. Ajeno a ese detalle, el chico siguió a lo suyo.

Miora, voy a tener que acompañar a mi amigo para que no beba solo. Para no encharcarme con la limonada, llena solo dos dedos. El resto lo completaremos con vodka. Ojos Brujos, ya que estás jugando a camarero, ¿me lo preparas tú? Jajaja... Sin envenenarme, a ser posible. Jajaja... Ven, bonita. Sal de ahí detrás. Mientras mi amigo está entretenido, podemos ir empezando nosotros dos con la sesión de fotos...

¿Con qué piropo puede uno responder a alguien que te llama pelirrojo ardiente? Estaría bien esforzarse e intentar llamarla guapa en malgache, para arrancarle otra bonita sonrisa a un bocado tan tierno. Lamentablemente Sean no se había quedado con las palabras autóctonas con las que su hermana había interpelado a los demás conductores en la carretera. Tocaba tirar de repertorio viejo, así que se agachó para susurrarla al oído en un flojo español:

Ho-la. Gra-ssias. Mo-ji-to. Pre-ssio-ssa.

Oye... si le funcionó hace unos años en México, durante el viaje de fin de curso, ¿porqué no le iba a servir para esta ocasión? Total, Acapulco y Eden Lodge están bañados por el mismo océano. ¿El Atlántico? Bah, que de la geografía se ocupen los viajeros como Omar y Estel, la asignatura que quiere estudiar Sean ahora mismo se llama Miora. En el peor de los casos, la muchacha no habrá entendido ni papa, y pensará lo mismo que el intrépido Dunne: que esas cuatro palabras son algún piropo en un exótico y desconocido idioma.

Cargando editor
01/12/2013, 12:58
Miora

La muchacha se desternilló, literalmente, al susurro del pelirrojo. Sin embargo salió de detrás de la barra, como le habían pedido, y dejó a Omar seguir haciendo.

Se contoneó, bailando algo que podía ser tanto malgache, como caribeño, como tórridamente árabe. Y tarareando alguna melodía de la que se podría decir lo mismo. Levantó los brazos, sin dejar de moverse, y los bajó para enlazar las manos detrás de la nuca de Sean, obligándole a bailar con ella. Y le guiñó un ojo a la cámara de Estel. Tras un segundo volvió a reír alocada, y dejó de canturrear, para espetarle a Sean:

-No hablo mucho español, sólo lo imprescindible para atender el bar. ¡Pero esas cuatro palabras, precisamente, son de las pocas que conozco! ¡Jajajaja!

Se inclinó hacia él, y le respondió en un susurro que todo el mundo oyó:

-Hola guapo. Piña Colada... por yo...?

Cargando editor
02/12/2013, 00:17
Charlotte Dunne

Charlotte no se esperaba aquel abrazo de Estel, pero atinó a sonreir en cuanto vió el objetivo de la cámara apuntando hacia su cara. Apenas había formado la sonrisa, escuchó el click que indicaba que la foto había sido tomada.

-¿Y qué se supone que ha salido ahi? Aparte de pelo...claro -preguntó curiosa mientras se inclinaba hacia la pantalla de la cámara para ver el resultado. Sus ojos se abrieron enormemente cuando vieron el resultado. Un maravilloso desorden castaño y rojo enmarcando dos sonrisas- ¡Eres la hostia en verso, Estel! ¡Es genial!-exclamó cuando vio el resultado. Para ella era increíble que Estel consiguiera sacar aquellas fotos de forma tan casual-No, no creo que en el bar puedan ayudarte, pero yo si tengo lo que necesitas para sacar la copia. Luego podemos verlo, se donde vives... ¡no te escaparás sin darme mis copias!

La miró a los ojos y vio las preguntas en ellos, y supo que quisiera o no acabaría por soltarlo. Y aquel era un momento igual de bueno que cualquier otro.

-Si, me ducho y nos ponemos totalmente al día. En cuanto a lo que iba a.... ¡EYYYYYY! -gritó cuando dejó de ver a Estel y todo se volvió rojo, girando hacia todos lados. Levantó sus manos, intentando agarrar la de su amiga para que parara de revolverle el pelo, pero antes de llegar incluso a medio camino, todo paró y para cuando consiguió quitarse el pelo de los ojos, Estel andaba ya corriendo hacia el bar del hotel. Sonrió y suspiró -....en cuanto a lo que iba a decirte antes... -siguió hablando en voz alta como si Estel aún estuviera delante de ella- es simplemente que no me fio de vosotros, sois capaces de montarme un trio diga que si o diga que no, asi que prefiero no decir nada, correr una cortina sobre ese tema y mantenerme a salvo. Ya lo creo que sois capaces... así que... ¡Ya esta dicho! ¡Ah! ¿Que no lo has oido? ¡Perfecto! ¡Estaré a salvo esta noche! -levantó la voz y la mirada al cielo y rió.

Cuando volvió a mirar hacia abajo, todos habian desaparecido ya de su vista, asi que retomó el camino a su cabaña. Soltó un taco cuando vio en la puerta las dos maletas. Había sido todo tan sorprendente y repentino que ni Sean ni ella habían caido en la cuenta de meterlas adentro, menos mal que allí no solía haber demasiado ladrón suelto o ahora estarían sin ropa y sin los diez mil cachivaches que seguro traía su hermano en su maleta. Cogió ambas y las metió dentro de la cabaña, dejando la de su hermano en la puerta y tirando la suya encima de la cama que escogió para ella misma y echando la mosquitera a su alrededor, siendo previsora para la noche. Y sin más se metió en el cuarto de baño dispuesta a darse la ducha más rápida que recordara, estaba deseando unirse a los demás en el bar.

Cargando editor
02/12/2013, 15:35
Omar Echenique

-Miala tsiny -soltó Omar ante su confusión acerca del nombre de Miora, sonriendo y haciendo gala de las cuatro palabras aprendidas en el vuelo en malgache, gracias a su guía de viaje-. Soy un desastre para los nombres. Quizá es que conozco demasiada gente. O que debería desenredar la lengua. Si Karim hubiera podido acompañarme... no tendría esos problemas -una mirada soñadora veló sus ojos, una mirada que se tropezó con la de Estel retrotrayendo a ambos a algún momento del pasado. Él fue el primero en atender a su amiga, quien consiguió establizarla antes de...-. Un destornillador para el señor del fuego, dos Marías sangrientas, un sin alcohol y para la pelirroja que está por venir... Ya se me ocurrirá algo. Algo que sepa a hombre -se echó a reír suavemente, una suaves carcajadas que se volvieron estentóreas ante las palabras de Moria-. ¿Piñita colada? Oh, por Dios. Sean, no me digas que has intentado ligártela echando mano del español cuando eres francés. Si es que Dios da pan a quien no tiene dientes. Estel, kalimotxo mío -dijo en un perfecto español y chorreando cinismo-, ¿apio o nada de apio?