Partida Rol por web

Horus - II

Omar y Estel

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07/06/2013, 05:05
Estel Highwater

Le faltaba aún el paso para traspasar la puerta. Un paso y, por supuesto, el giro de los goznes que intentaría hacer de modo tan suave como pudiera para no delatar su presencia. No importaba que un ruido tan nimio fuera tapado por otros tantos, como el de la ligera melodía que se colaba por el resquicio de la madera. No lo hacía, del mismo modo que tampoco importaba su propio aroma a sudor y a exigencia mal pagada, a orgullo mal cogido. Estaban esos días donde las horas se hacían pesadas como condenas, donde el infierno no eran los otros sino uno mismo. Y los segundos que tardó en decidirse, con la mano levantada sin posarla sobre la terminal para identificarse, se escurrieron lentos, agotadores, vencidos, prisioneros de una guerra a la cual eran ajenos. Agonizaron, murieron, cedieron. Y la puerta, finalmente, se abrió.

La melodía era tan baja que sólo llegaba a sus oídos un suave murmullo con trazas de inglés, pero era lo habitual. Dejar las cosas a un costado, tiradas al lado de la puerta, también. Todo estaba igual que cuando se había ido, como si las horas no hubieran transcurrido, casi como si el tiempo desde que habían puesto aquel piso medianamente en orden y a gusto no hubiese pasado. Tampoco es que hubiera pasado mucho, en realidad. Las cosas habían ido muy rápido desde aquella tarde que había dado el portazo en su casa. Desde aquel llamado desde Barcelona. Ni siquiera se acordaba del todo cómo habían terminado así. Pero por supuesto, sí se acordaba de quién había tenido la responsabilidad de que así fuera.

Al girar, ya desprovisto de toda su carga, algo atrajo su mirada. O su nariz, o todo junto. Había un destello a limpio que no nunca había estado allí, un espacio vacío, un olor a nuevo y a... pintura. Una esquina demasiado desnuda en un piso que todavía estaba colmado de cosas tiradas y recuerdos ajenos. Dio unos pasos buscando, hacia el salón, en silencio pero sin pausa, como quien descorre lentamente un telón demasiado pesado para sus hombros. Y allí se quedó de pie, estático, frente a la pared del fondo donde a la mañana habían dos posters, una grieta ramificada como un rayo y, si mal no recordaba, un armario bajo y lo que algún día quiso ser un sillón.

 

 

Desde ese sitio, por fin, llegó a identificar las palabras que aquella voz de una grabación añeja cantaba desde algún lugar.

We've got to hold on to what we've got
'Cause it doesn't make a difference
If we make it or not
We've got each other and that's a lot
For love - we'll give it a shot

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07/06/2013, 22:59
Omar Echenique

Dos puntos aparentemente opuestos, marcados por las agujas de una rosa de los vientos. Dos puntos que, sin embargo, eran dos direcciones hacia las que encaminarse en un mundo esférico que siempre los llevaría a encontrarse en un lugar común que no era este ni oeste, que no era ni Omar ni Estel o que, quizás, lo fuera todo. Eso que todos llaman hogar y que ni siquiera necesitaría de cemento, paredes y techo para ser definido como tal.

De su mano izquierda pendía la bolsa con la cena. Comida vietnamita sacada subrepticiamente del infame restaurante en el que ahora trabajaba. Rollitos, pez elefante y algo de arroz que llenaban el rellano de la escalera con ese pesado olor del aceite que ha conocido demasiadas frituras. Un poco como él, rancio y revenido apenas superada la mayoría de edad, con el resquemor de la falsa ofensa dibujada en una cara demasiado hermosa para pertenecer a un hombre. Sí, la vida apestaba. Él apestaba. Todo apestaba.

Durante unos instantes la mano libre permaneció congelada en el aire frente a la terminal domótica. Ni siquiera estaba pensando. Ni siquiera prestaba atención a la música que se filtraba. Ni siquiera... nada. Estaba en el frágil borde de un oscuro abismo demasiado tentador como para renunciar a él. Su insistente atractivo era cada vez mayor. Suspiró y la mano terminó posándose, más por cansancio que por conveniencia.

Cruzó el umbral y abrió la boca para anunciar su llegada, pero no llegó a decir nada. Su mirada se quedó prendida del blanco muro, del punto central que exigía su atención como el cálido aliento de un amante al oído. Se acercó, sin la consciencia de estar caminando siquiera. Como si levitara en un trance místico que sin embargo no experimentaba. Frente a él, un vacío insoportable en su blanca luminosidad solo rota por una imagen gris y una letra que fue permeando el alto muro que había erigido para protegerse, para huir, para escapar.

Una foto del ayer. De ella y él. A un lado, lo que ya no hacía falta, lo que sobraba, lo que debía ser arrojado a un lado por inútil e innecesario y alrededor el mensaje unívoco de una letra que solo era cantada para él. Sonrió. Hacía mucho que no lo hacía de aquel modo.

-Estel, he llegado -gritó.

 

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08/06/2013, 19:23
Estel Highwater

Un ojo se asomaba subrepticio, en su escondite, único testigo de la pequeña maravilla que había constituido aquel descubrimiento por parte del recién llegado. Un cíclope eterno que parpadeó una, dos, cuatro y ocho veces, como si cada instante de aquella sonrisa que nacía de la seriedad fuese un destello de luz cegadora. Permaneció luego inmóvil, a la espera, totalmente ofuscado entre todas las cosas que le hacían de escudo. Sólo se cerró cuando escuchó aquel grito y se apagó, por completo, sumiéndose en el confortable letargo de la misión cumplida.

En su habitación, lejos de allí, Estel apagó la pequeña pantalla que constituía el mando a distancia de su cámara. Apenas había echado un vistazo, sólo para asegurarse que encuadraba, porque esta vez prefería ver con sus propios ojos lo que sucedía. Documentarlo, de acuerdo, documentar aquella sonrisa que parecía perdida y que pasaría a acompañar la que había ahora en la pared vacía. Ahora había, solitario, un símbolo de lo antiguo; mañana, con esa foto, habría uno de lo nuevo.  Uno inaugural,  uno que abriría un nuevo camino al otro lado del muro que Omar había levantado.

- ¡Omar! – gritó, a su vez. Ella también sonreía – Ya, enseguida voy. Un momento.

La canción terminaba, y la música seguiría por otros derroteros, pero no importaba. Hasta aquí le llegaba el olor al aceite,  que a veces parecía cubrirlo todo. Bueno, se le pegaría a la piel como si no hubiera conocido otro aroma, pero no pasaba nada. Se ató el cabello, que aún tenía húmedo tras haberse duchado hacía sólo un rato para quitarse el polvo y los restos de pintura, y decidió prescindir de calzarse. Con el pie desnudo le era más fácil apartar los libros que había en el suelo, que jamás encontrarían su sitio. Cosas de su madre. Ojalá hubiera educado mejor a su hija.

Apareció en el salón, con la cara de costumbre. Ni siquiera traía cara de No he roto ni siquiera un plato, sólo le sonreía como siempre. Y, como siempre, le saludó… o algo parecido.

- No sé si darte un beso o meterte de cabeza en la ducha – soltó, mientras caminaba en su dirección. Frente a él, mirándolo a los ojos, movió la cabeza – Ducha, sin duda. Así, cuan largo eres. Aunque primero me das la bolsa, sólo falta que ahoguemos la cena.

Alargó la mano pidiéndola, tal como solía alargar el brazo para rodearlo con él. Sonreía, pero no por lo que decía. Sonreía por verlo sonreír, por fin.

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09/06/2013, 02:56
Omar Echenique

La oyó, a lo lejos, parapetada por paredes y pasillo, la voz amortiguada por la distancia y una sonrisa. Él seguía mirando la fotografía, sacada frente al British Museum. No había en ella nada salvo el tratamiento hecho. Blanco y negro, ying y yang, y ellos dos en medio de aquel Tao, integrándose, formando un círculo que en las matemáticas era la forma perfecta. Juntos eran equilibrio. Por separado, él era caos. Ella... a su modo, también.

-Preferiría un beso, pero acepto la ducha -dijo tendiendo la bolsa a la mano que la pedía-. Te ha quedado fantástica -no necesitaba señalarla ni puntualizar más-. Es lo tuyo. Tienes una sensibilidad especial para captar lo que en el directo no llegamos a ver los demás, Estel. Lo sabes, aunque no termines de creértelo -de creer en ti estuvo a punto de añadir-. La verdad, no sé muy bien por qué -parpadeó un par de veces. Un segundo de silencio como pausa-, pero algo dentro de mí te da las gracias por esto -una nueva sonrisa apareció. Esta distinta. Contenía cierta sorna-. Y hablando de no ahogarse la bolsa -rebuscó en el bolsillo de su sudadera y sacó una bolsita de plástico transparente cuyo contenido vegetal era más que evidente-, he conseguido esto de un amigo -dijo arrojándola al aire para que ella la recogiera-. Y no es para la salsa de tomate -añadió con una risa ligera alejándose hacia su cuarto.

Se desnudó rápidamente en su dormitorio y recorrió igualmente desnudo la distancia hasta el baño. Se dio una ducha rápida, se medio secó y mojado como un bebé recién nacido se asomó a la cocina en la que Estel trajinaba con los platos. Llegó hasta su espalda y la abrazó desde detrás, húmedo y cálido a un tiempo, besando su mejilla en un espectro de intimidad que quizás ningún amante lograría.

-Me pongo presentable en un segundo, pero quería decirte que he decidido regresar a la uni.

Tal y como había aparecido, desapareció. Él mismo estaba sorprendido de lo que acababa de decir. Sí, rondaba su cabeza desde que viera aquel reportaje pero no lo había meditado seriamente. Pero tan pronto lo había dicho sabía que lo haría. Algo en blanco y negro le había dado la fuerza para hacerlo. Sin saber por qué.

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09/06/2013, 14:23
Estel Highwater

La bolsa cambió de manos y la expresión de Estel cambió de tornas, pasando a una que parecía decir con sorna Quien algo quiere, algo le cuesta. Pero era una ironía como una mordida sin dientes, o unos colmillos afilados que en el fondo no daban sino placer en su mordida. Así eran las dentelladas que se lanzaban entre sí todo el tiempo, a fin de cuentas. Y no tardó en cambiar de nuevo, formando una sonrisa que se desperezó con lentitud en sus labios hasta extenderse del todo. No, no necesitaba puntualizar más. Ella tampoco necesitaba poner en palabras el escaso escepticismo que apareció en sus ojos, porque su único orgullo en realidad aquella sonrisa. Lo fantástico no era la pared, ni la foto, ni siquiera el símbolo que le había llevado tiempo encontrar, construir y tramar: era el efecto, el brillo en la mirada tanto tiempo diluida y opaca de Omar. Oh, sí, de acuerdo, no esperaba que funcionase del todo, qué va. Pero no pasaba nada.

Otro cambio. Omar no paraba de hablar, desenrollando un nudo demasiado estrecho en su alma, y el rostro de Estel respondió en silencio, con dulzura. No tienes nada que agradecer.

Y uno más. Una sonrisa refleja, con los mismos matices de sorna, que cogió al vuelo lo que le era lanzado y arqueó las cejas con escándalo, fingiendo una inocencia perdida hacía mucho tiempo atrás a la ribera del Mediterráneo. Incluso se persignó al efecto, antes de descomponer al farsa en una risa ligera y fingir un Amén inclinado hacia el objeto digno de alabanza.

¡Y tampoco será para ti si no te friegas bien, joven díscolo! - dijo, con la voz seria de un sermón, mientras Omar desaparecía de la vista - Que también tengo una sensibilidad especial para oler lo que no llegan a captar los demás.

Lo cual era una mentira a medias, o no. Seguramente a Omar le llegaba ahora el tañido de su risa y el crujido de la bolsa que acompañaba sus pasos, como a ella le llegaban amortiguados los roces de ropa cayendo. Estel no tardó demasiado en meterse a la cocina para dejarle espacio, y se dejó de oír su presencia más allá de aquel umbral. Pero no comenzó a sacar las cosas, muy a pesar que dejó las dos bolsas allí, a un costado de la mesada. No, se sentó sobre ella tal como no debía hacerlo y permaneció un minuto en silencio, a ojos cerrados, la cabeza apoyada en uno de los armarios, el cansancio como un largo yugo. Había sido tan difícil...

Sacó los platos del armario, dos grandes, dos pequeños, dos vasos, tampoco tenían demasiado más. Y, lo peor, eran todos diferentes, hurtados a diferentes personas e inspiraciones. Estaba ensimismada en sus pensamientos cuando percibió que ya no estaba sola, pero era demasiado tarde para darse vuelta. Los brazos la agarraron antes que pudiera siquiera soltar el plato y dedicaron unos segundos eternos a poner en un ejemplo práctico lo que era la ósmosis. Estel se hubiera reído, y hubiera hecho un comentario en sorna de que la estaba haciendo mojarse, pero no, la intimidad requería silencio. Dejó la vajilla en la mesada y acarició las manos que la acariciaban. Hasta que dejó de hacerlo. Sí, la intimidad requería silencio... pero, aquella bomba, ¿cómo iba a tenerlo?

¿Que has hecho qué?

Pero Omar había huido, maldito fuera, y Estel se quedó sola en la cocina con las cejas desencajadas, el olor a aceite, la espalda húmeda y el latir del corazón desbocado.

- ¡Ven aquí, cobarde! - llamó, todavía sin ser capaz de asimilar lo que había escuchado.

Y como la montaña claramente había huido de Mahoma, Mahoma se plantó en la puerta de la habitación de la montaña.

- Limpio ya estás suficientemente presentable para mí - dijo Estel, mortalmente seria, parada en el umbral. Y su rostro se diluyó en una amplia sonrisa - Anda, cuéntame cómo es eso.

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11/06/2013, 15:29
Omar Echenique

La irrupción de Estel coincidió con su elección de calzoncillos, aspecto que no dejó de lado pese a las palabras de su amiga. Alargando el silencio con murmullos de "este no", "tampoco" y "este sí" y de espaldas a ella, acabó poniéndose la muda.

-Cualquier excusa es buena para verme en pelotas. Córtate un poco, Estel -dijo en el clima de sempiterna pulla en el que vivían y que no era sino una muestra más de su fraternidad no sanguínea, de su cariño en estado puro-. Dame un segundo -una camiseta y un pantalón corto cubrieron su desnudez con rapidez. Tras eso, buscó en su bolso un rotulador negro y tomando a Estel de la mano la llevó hasta el salón. Se situó frente a la fotografía y sobre aquel lienzo en blanco, justo a la derecha de la imagen, escribió con rápidos y elegantes gestos algo en japonés. Los ideogramas brotaron con su simple belleza, incomprensibles.

死神の見る夢は、黒より暗い暗闇か?

-Es la respuesta a tu pregunta. Shinigami no miru yume ha, kuro yori kurai kurayami ka? -leyó para ella-. ¿El sombrío sueño del Shinigami es una sombra más oscura que el negro? -su voz había bajado hasta el nivel casi de un susurro. Sonrió en un gesto que no implicaba sonrisa ni alegría alguna-. Los shinigami son dioses japoneses que nos invitan a caminar hacia la muerte o que nos inducen sentimientos de querer morir. Llevo un tiempo viviendo con esa sombra -se encogió de hombros, como disculpándose-, pero se ha disipado. Sí, de golpe y porrazo. Me he dado cuenta en la ducha con algo verdaderamente idiota. Estaba cantando y el pequeño Omar... bueno, ya no era tan pequeño -rió por lo bajo, con algo parecido a una vergüenza que no sentía-. A veces el cuerpo sabe más que la mente. Hacía tiempo que no cantaba y mucho en el que el cuerpo me pidiera guerra. Pero ha ocurrido. Y tan rápido como me he dado cuenta, he tomado la decisión. Supongo que era la lógica a seguir. La verdad es que no lo sé y tampoco me importa. Lo que sí sé es que esto ha tenido algo que ver -dijo golpeando suavemente la fotografía con el capuchón del rotulador-. No me pidas que lo racionalice. Simplemente lo sé. Supongo que de algún modo es otra forma de decir que tú eres la razón o causa del cambio. O el detonante -dijo tomando del brazo a Estel y mirando aquel foco hacia el que convergía toda la pared-. Tengo hambre. Mucha. ¿Cenamos ya?

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11/06/2013, 20:30
Estel Highwater

- Tú eres el que necesita excusas, Omar. Para quedarte vestido – respondió Estel, sin retroceder un ápice de su sonrisa – Anda ya. Ahora finges que tienes prisa, y todo – agregó, al ver cómo Omar se apresuraba a cubrirse.

Pero, por supuesto, esperó. Esperó ese minuto como hubiese esperado un siglo, o dos. A diferencia de la sangre que le había dado la vida, Estel realmente sabía esperar, y la paciencia constituía en ella una extraña veta arraigada en venas que habían heredado sangre muy caliente. La curiosidad asomó en sus ojos cuando Omar sacó el rotulador del bolso, y la mantuvo allí mientras se dejaba llevar, y se volvió más grande aún cuando la pared comenzó a llenarse de pictogramas. Aquellos símbolos, representaciones, códigos ocultos de una extensa filosofía alejada, se reflejaron como gritos en sus ojos silenciosos.

Podía leerlo un poco, o bastante a esta altura de su vida. Omar le había enseñado, o intentado, como ella le había enseñado catalán, o intentado. Era el karma de ser vástagos únicos de padres exóticos, nudos y epicentros de sus ansiedades, conocimientos y deseos de trasmitirles todo. Pero el significado era diferente, estaba más allá de las letras, incluso de las palabras, no, estaba oculto en la mera acción de Omar. Eso ameritaba el no intentar penetrar esa frase, no invadir su penumbra, hasta que le fuera develada por él. Omar empezó a hablar, Estel giró la mirada desde la pared hacia él, y escuchó.

Su sonrisa como mero gesto obtuvo su espejo en ella. Su disculpa en los hombros, una negación suave y efímera. Una mirada divertida frente a su admisión de la infancia perdida. No hubo amago de responder, ni de moverse, sólo permaneció mirándolo a los ojos todo lo que duró. Sintió el cansancio, el cariño, la desesperación, la sombra, alegría. Alegría, sí, alegría que se guardó dentro del silencio para dejarlo terminar, alegría que hacía brillar sus ojos como el sol sobre las aguas del Mediterráneo, alegría porque había caído, por fin, no importaba el motivo por el que lo hubiera hecho. Alegría.

Alegría que levantó el puño y le golpeó un par de veces la cabeza, como quien golpea un tonel vacío buscando el eco.

- Esta cabeza tuya, Omar… si no te quisiera tanto, te la cortaría.

E inmediatamente, el puño se transformó en una mano, y la mano, en un estrecho abrazo. Y el abrazo en un beso sentido, y el beso, al fin, en una ristra de recuerdos que pasó de su mejilla a su sien y de su sien, a la altura de su frente. En puntas de pie descalzos, como no podía ser de otra manera.

- Me basta con que lo sepas, sea como sea, y con que puedas ser feliz – dijo, en voz  baja, casi al nivel de un susurro – No hay más.

Fue todo lo que dijo en palabras. Sabía que Omar no esperaba réplica, que lo suyo había sido una confesión, su corazón puesto en una imagen, una instantánea exhibida sólo par ella, y que no quería más que eso. No ahora, no más, no así. Estel sí quería más, pero no para ella. Quería suspirar, quería llorar, quería… Nada, sólo quería estar allí. Hacer esto. Sonreírle, asentir, señalar.

- ¿Cenar? Ahora mismo. Como de costumbre me olvidé de almorzar, y me comería cualquier cosa, madera incluida – ya le había soltado y le hizo un gesto - Pero luego me cuentas a qué vas a dedicar tu talento - y le empujó – Vamos, flojo. Trabaja un poco alguna vez y ve a despejar la mesa, mientras yo traigo la comida y los platos. Que cuanto más rápido comamos, más rápido volveremos a tener hambre.

Iba a tener que reservar un poco para el después, que luego les daba el hambre voraz y no había nada al alcance. Estel se metió de nuevo a la cocina, sintiendo que le temblaba el corazón, y en soledad y silencio, suspiró profundamente.

- ¿Qué vas a beber? Ya sabes lo que tenemos – gritó desde la cocina, mientras cogía toda la vajilla haciendo equilibrio – Ah, también tenemos un vino. No, no he sido yo. Me lo han regalado hoy en la mañana, uno de los encargados de la galería, cuando fui a ver cómo había quedado la copia de la foto que me pidieron para exponer - salió de allí llevándolo todo en dos manos, en un equilibrio casi ingenieril - No sé si fue culpa porque no acepté que me pagaran o si quería ligar conmigo, pero allí está.

Apoyó la comida en la mesa, y sonrió.

Y aquí está.

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12/06/2013, 17:42
Omar Echenique

-Ay, Estel -murmuró con la voz ahogada por el hombro de su amiga, fundidos ambos en aquel simbiótico abrazo-. No sabes lo que te quiero, pequeña bruja.

Llegó la trinidad de besos, pero antes de que Estel se separara, tomó su cara entre las manos y la miró a los ojos. Una mirada cargada con el exotismo de oriente se clavó en otra que representaba el culmen de la perfección caucásica. Demasiado perfectas ambas y, sin embargo, ventanas a oscuros pasajes que cada uno había recorrido a solas pero que ahora transitaban juntos. Alzó su barbilla y posó un suave beso en la comisura de los labios de Estel.

-Es hora de que empieces a preocuparte por ti también. Crees que te escondes bien, pero veo las fisuras. Va siendo hora de que te exijas menos o acabarás reventando. Y no pienso consentirlo. ¿Lo entiendes? Estoy aquí. Contigo. Que no se te olvide, hermanita.

Ella no respondió. No a ello al menos. Se soltó, le empujó y empezó a chacharear sobre la cena.

-He traído comida para un regimiento -dijo Omar al tiempo que empezaba a recoger la mesa. Ya llegaría el momento en que ella hablara. Su impulso había sido decirle que contara con él. Nada más. Estel siempre había necesitado sus tiempos. Era como una buena cena. Exigía mimo, paciencia y tiempo-. ¿Vino? No, no puede ser -dijo teatralmente cuando ella apareció con la botella. Cayó de rodillas al suelo e hizo un gesto con ambas manos como si se abriera las carnes del pecho-. Eres una diosa. ¡Qué digo! ¡Eres la diosa! -se echó a reír, poniéndose en pie-. Anda, ve abriéndola. Yo traigo la comida y mientras zampamos, te comento qué tengo en mente hacer. No sé, creo que te va a gustar -dijo parado y apoyado en el quicio de la puerta de la cocina antes de desaparecer en ella-. ¿Qué es eso de que no has querido cobrarles? ¿Vivo con una santa y no me había enterado? -se le oyó decir en medio de un trajín de platos.

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15/06/2013, 13:53
Estel Highwater

No, Estel no dijo nada sobre eso. No con palabras, al menos, porque sí respondió con una sonrisa tímida, tranquila y sincera, completa. No le escondía las fisuras, no a Omar, aunque el resto del mundo fuera otra cosa. Omar tenía su manto de sueño más oscuro que el negro, y ella tenía su sombra más profunda que el lado oscuro de la luna. Recordó por un momento aquella noche, en vacaciones de invierno antes de terminar la escuela, en la cual Omar la encontró vomitando en la madrugada cerca de un millón de papeles con fórmulas y números. Los nervios habían tocado la cúspide. No, por supuesto que no se olvidaba que Omar estaba con ella. Jamás. Sólo que no era el momento.

Así que habló de otra cosa, dejó que el momento se escapara, se fue a otro sitio y volvió, sí, con la botella. Y cuando Omar cayó arrodillado en tierra, además de pensar un chiste de pésimo sobre la costumbre de sus rodillas, Estel se embistió de solemnidad religiosa y alzó la botella sobre su cabeza como si estuviera exhibiendo al Mesías encarnado.

Contemplad, oh, mortal bendecido.

Uno, dos, tres segundos. Luego su gesto se descompuso en un centenar de risas, y sus labios dejaron escapar una carcajada. Cogió el abridor del bolsillo y lo apoyó en el pico de la botella, para que hiciera su trabajo.

De santa tengo poco, Omar, pero, ¿cómo voy a cobrarles por poner una de mis fotos para que la pueda ver tanta gente? - dijo, su voz acompañada del armónico zumbido del abridor, y el ruido de la vajilla que iba acomodando en la mesa - Ya es demasiado que hayan seleccionado una mía para eso. Y le han dado un lugar privilegiado en una pared muy a la vista. Casi me ha dado vergüenza, la verdad, apenas te imaginas lo que son las fotografías que hay en esa exposición - apoyó los dos vasos. Por supuesto, no tenían copas - Para mí, eso ya es suficiente pago.

No era la primera vez que lo decía. Tampoco era la primera vez que exhibían una de sus fotos en un sitio de cierta importancia. Estel cogió la botella y se escuchó el ruido característico del líquido acariciando las paredes del vidrio.

Tendrás que ir un día... Te llevaré. Es interesante, es una recopilación de imágenes cotidianas. Creo que les gustó el exotismo de que la mía fuera de Barcelona. ¿Recuerdas la del los tíos de madrugada empujando el piano de pared por las Ramblas? - cómo no iba a recordarlo. Omar estaba allí, mirando con ella. Luego se habían emborrachado en su honor - O, no, quizás no te acuerdas... Con la que nos pegamos esa noche. Deberíamos haberlos seguido, seguramente terminábamos mejor parados.

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16/06/2013, 13:05
Omar Echenique

-¿Que cómo? Estel, de verdad, ¿crees que si tus fotos no fueran buenas las expondrían? -dijo tomando el vaso de vino-. Vale, puedo aceptar que creas que te hacen un favor, pero ellos también salen beneficiados. Si no, de qué iban a darte una buena pared. Ven tu potencial, saben que tienes pasta de fotógrafa y que vales. No te minusvalores tú y si te quieren pagar, acéptalo con una sonrisa. Si no cobras, acabarán pensando que no te aprecias lo suficiente, que no crees en ti, que crees que una buena fotografía es una casualidad que no depende de ti. Y estás cometiendo un error. Es como si yo dijera que los tíos me miran porque me pongo frente a ellos y no porque estoy bueno que te cagas -comentó con la sinceridad que era habitual entre ellos. No había crítica, ni llamada de atención. Siempre habían sido así cuando estaban juntos. Desde pequeños-. Pero me callo. Ya eres mayorcita y muy cabezona así que harás lo que quieras. Sin escucharme. Como siempre -dijo con voz afectada-. ¿Ha sonado lo sufientemente dramaqueen? -preguntó con una carcajada al tiempo que alzaba el vaso para un brindis-. Brindemos. Por tu foto. Y mañana mismo me llevas a ver esa galería.

Bebió un trago y de pronto empezó a reír y toser a un tiempo, el vino saliendo disparado en todas direcciones.

-Joder, Estel. No me hagas estas cosas -dijo secándose y limpiando algo del estropicio-. ¿Cómo no voy a acordarme del puto piano? Ni poco que nos reímos después con aquello. Menuda curda nos pillamos. Y o la memoria me falla, o acabé también como lo haría ese piano. Contra la pared -apostilló con una nueva carcajada-. Y con un rubio alemán queriendo practicar el ninjutsu de mil años de dolor -una nueva carcajada siguió a la anterior, que en esta ocasión acabó con Omar llorando y cogiéndose el costado-. ¿Te acuerdas de la puta oveja en el lago Ness?

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17/06/2013, 04:36
Estel Highwater

Mientras Omar hablaba, Estel fue acomodando la comida que había traído, los platos, las cosas que había en la mesa. Poniéndolos en orden simétrico, como siempre, en una composición armónica de imagen que se reproducía inconscientemente en sus manos. E iba negando al escuchar, despacio, aunque parecía ser una negación para sí misma. Sí, Omar tenía razón, y no era que no lo viese, o que no se diera cuenta. Simplemente, pensaba de otra manera. Ya con el vaso en la mano y el aroma de la comida comenzando a inundarlo todo, Estel lo miró y asintió, con una sonrisa suave, reconociéndole el punto como lo que era, un consejo entre ellos, una sinceridad brutal que sólo podía estar respaldada de cariño. Como tantas otras que ella misma había tenido con él. E iba a contestar con la misma seriedad pero, oh, por supuesto. No podía terminar de otra manera.

Soltó una carcajada y asintió con vehemencia. Vaya, sí, luego les decían que no podían mantenerse serios ni un instante.

- Te ha faltado ser un poco más bitch, querida, pero yo te corono - levantó su vaso - Miss Dramaqueen.

Pero aún no lo chocó. Su gesto se dulcificó, aún manteniendo la risa en los ojos y los labios.

- Brindemos. Por tu carrera - lo dijo así, tan solo así. No como quien dice ya era hora de que lo hicieras, sino como quien ama el brillo de unos ojos que vuelven a creer en el futuro - Y porque estás bueno que te cagas, qué va.

Sí, luego decían que no podían mantenerse serios, y aquello era fruto de constantes y añejas pullas cruzadas entre Sofía y Xabier por quién tenía la culpa, y burlas de parte de Harold y Halima que se desentendían del tema. Pero el humor era la valla que siempre les había separado de la locura, del horror y del abismo, y era algo que compartían como si tuvieran la misma sangre. Y cuando Omar se atragantó y la bañó con parte del vino, Estel empezó a reírse y se acercó a golpearle la espalda, mientras el pobre tosía por su vida y sus carcajadas.

Ya, ¿estás bien? - preguntó, palmeando - Vamos, ¿ya pasa? - ya eran casi caricias, aunque su voz era pura burla -  Pero, Omar, con todo lo que tragas, ya deberías estar acostumbrado a atragantarte.

Curda, y otras cosas. Estel se rió más fuerte. Ah, el alemán, sí.

Te acuerdas bien. Estábamos hasta las cejas de absenta, y lo del alemán... - negó y extendió una sonrisa cómplice - Mira, eso sólo me lo acuerdo porque el tío estaba fascinado contigo, y no paraba de decir que quería conocer urgente Egipto o algo así. Y que le hablaras en árabe - se rió un poco, y bebió un sorbo del vino - Me acuerdo mejor del catalán con el que pasé el tiempo luego que me abandonaste. No, miento... me acuerdo más que nada de su lengua.

Bebió un poco más, pero soltó una carcajada antes de poder tragar.

- ¡La ove... ja...! Joder, O... mar, ¿cómo no...? ¡¡Jajajajaja!!

Dejó el vaso en la mesa y empezó a intentar calmar su respiración agitada, pero la risa era inagotable.

Dios, éra... mos dos... críos, aque... llas vacacio... nes maldi... tas - Estel negó, y otra vez, sin parar de reír - ¡La cara de... tu madre...! Joder, Dios - retuvo la respiración, mientras por sus mejillas rodaban lágrimas reflejas a las de Omar - Estaba tan tranquila... la oveja, allí, en la orilla... ¿Cómo iba a esperarse que fuéramos a hacerle eso? Ni siquiera se movió cuando nos acercamos - una nueva risa, juntando aire desesperada - Claro, no esperaba que quisieras jugar al ocultista. ¡La cara de la oveja! ¡¡Y tu cara de concentración!!

Soltó el aire con una carcajada y tuvo que dejar de hablar, mientras negaba sin poder para de reír.

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20/06/2013, 16:32
Omar Echenique

Las risas de ambos se entremezclaron, creando su propio armónico en el recuerdo de aquellas vacaciones en Escocia.

-¿Conservas la foto? Porque tú también... -dijo entre risas con un tono de reconvención-. Yo allí, todo emocionado, contándoos a ti y a Lottie que había visto una de esas series anime friki que mi padre conservaba de su juventud, queriendo emular a mi ídolo del momento, Naruto, tratando de explicaros el gran ninjutsu de aquel ninja adolescente, poniéndome en posición detrás de aquella pobre e inocente oveja, las manos unidas, los dedos índice y anular perfectos en línea con el culo de la oveja... -se interrumpió una vez más riendo. Negó con la cabeza, mientras bebía un sorbo del vino-. Joder, por aquel entonces ya estaba como una puta cabra. Me recuerdo corriendo hacia mi víctima gritando, MIL AÑOS DE DOLOOOOOOOOOOOOOR y metiéndole los dedos por el culo a la oveja. Hasta el fondo -un nuevo acceso de risa hizo que Omar se doblara, agarrándose el dolorido costado-. Y tú vas y sacas una foto de eso. Y después otra de mí corriendo como loco con la analmente violada oveja detrás, tratando de embestirme, mientras Lottie se tiraba por el suelo doblada de la risa. Y puedo jurar y juro que aquella oveja era ovejo, que lo que llegué a tocar por primera vez en mi vida no fue otra cosa que su próstata. Le debió saber a poco por cómo corría la cabrona detrás de mí -las lágrimas corrían por las mejillas de Omar. Sí, el pasado había tenido sus momentos-. Uff, no puedo más. Como siga riendo me muero.

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20/06/2013, 21:22
Estel Highwater

La carcajada de Estel se volvió más fuerte aún. Tuvo el tino de dejar el vaso en la mesa antes de que le empezaran a temblar las muñecas, más aún, de la risa y el ahogo que llevaba. Y que se incrementaron conforme Omar iba desgranando pinceladas cual antiguo puntillista, haciendo una composición de imagen tan tangible como si hubieran vuelto a ser niños, y volvieran a estar allí a orillas del pozo escocés de los misterios. Las lágrimas de risa se volvieron un Támesis y un Besós, y confluyeron con toda libertad hacia el mar que les aguardaba en el abismo de su mentón.

- Pues te morirás con el cargo de consciencia de haberme matado. ¡Haberse visto! - logró decir Estel, entre risas, mientras Omar se descomponía - Joder, Dios. ¿Cómo no voy a guardar esa foto? ¡Y cómo no iba a sacar una foto de eso!

Una carcajada descompuso el momento de calma y Estel se entregó a ella por completo, encogiéndose en su silla.

Ninguna de nosotras creímos que ibas a ser capaz... ¡Lottie encima te gritaba que le harías daño! - movió la cabeza en una negación, sin dejar de reír - Lo único que podía decir entre risas era que te lo merecías. Tú también, hacerle tacto rectal a una oveja... Y luego corriendo por tu vida, o para preservar tu culo... Porque si llega a ser un carnero, seguro que quería devolverte el favor. ¡Y los gritos de tu madre, que estaba lejos! - la carcajada volvió, y las lágrimas, y la negación vehemente - Y la mía corriendo como una furia tras la oveja con su morral como lazo para enlazarle el cuello y salvarte el culo. Joder, Omar, ¿llegaste a ver la patada que le dio el padre de Lottie a la oveja para que se cayera cuando la tuvo a su alcance? - una última negación, y un hipo de risa - Lottie nunca se lo perdonó, y la patada que le devolvió la oveja en la cara Shawn no se la olvidó nunca.

Un silencio, y luego, una nueva carcajada.

Y si creyó que lo había hecho, entre tu padre y el mío se aseguraron que no se la olvidara nunca. Joder, Dios, cuando quedaste a salvo de la violación zoofílica, cómo se rió tu padre a costa de mi madre... ¿Te acuerdas? - la sonrisa de Estel volvía piedras preciosas a las lágrimas que adornaban el filo de sus ojos - Decía que ella había sido una mala influencia para ti, y la llamó Thelma todo lo que siguieron esas vacaciones.

Más risas. Estel se levantó y se dirigió a su bolso, del cual sacó su cartera.

Luego mi padre y tu madre nos contaron a los dos a qué venía... - revolvió buscando algo en ella - Aquel el asunto de la momia... El dedo de mi madre, como los tuyos...

Sacó un papel doblado, y se acercó a Omar. Limpió sus mejillas con dulzura, con el dorso de sus dedos, y le dio el papel. Allí, la copia de una foto de casi veinte años. Lottie enfadada, la oveja azorada y, en el centro, el pequeño arqueólogo rectal en pleno descubrimiento.

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22/06/2013, 03:37
Omar Echenique

Omar cogió la foto, una imagen antigua en su espectro temporal y, sin embargo, reciente en el recuerdo, con una raya de doblez que parecía partir en dos la secuencia de él siendo un niño y de la oveja pastando, ignorante de lo que habría de ocurrirle. De algún modo, la fotografía y la mención de Sofía hizo que las risas desaparecieran, que cierta sobriedad se impusiera sobre todo.

-Thelma, sí. ¿Sabes? Siempre he pensado que mi padre estaba enamorado en cierta medida de tu madre. Ellos siempre han tenido un lenguaje particular, una química que tan solo tu padre y mi madre han sabido comprender y aceptar. Es... raro. Y es raro comentarlo contigo. En cierta medida somos herederos de ello. Siempre me he sentido conectado contigo. Como si fuéramos hermanos. Con una idéntica química y, sin embargo, distinta. No sé si me explico. No sé si me entiendes. Aunque creo que sí -Omar bebió largamente de su vaso de vino, como si quisiera hallar en él la clarividencia necesaria para explicarse o para decir cosas que antes no había dicho-. No es la primera vez que lo pienso y aunque no tiene nada que ver con lo que he dicho antes, tú podrías ser hija de mis padres y yo de los tuyos. Hasta cierto punto pienso que hubiera sido una ecuación más correcta. Tú hubieras cumplido a la perfección con las expectativas de mis padres. Y yo... no sé, tal vez no esté bien decirlo... tal vez no debería de decirlo... pero siempre me he sentido más hijo de Sofía que de mi propia madre. Adoro a tu madre y ella siempre me ha ¿aceptado? No sé cómo decirlo. Es como tú, pero distinta, aunque en el fondo... No me juzgáis, me aceptáis, me echáis la bronca, pero me perdonáis y me dais el empujón. Sois fuertes y a un tiempo frágiles. Un bambú que se dobla pero nunca se rompe ante el más fuerte de los vientos. Mierda, me estoy poniendo muy ñoño -Omar se calló pero no por ello dejó de actuar. Besó a Estel. Un beso caliente con los firmes labios de un hombre-. Te quiero, Estel. Mucho. No cambies. Que nadie haga que cambies. Hazme ese favor.

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23/06/2013, 07:49
Estel Highwater

Estel inclino un poco la cabeza, apenas, bebiendo con los ojos de aquel cambio de semblante en Omar. Su propia risa se agotó, también, aunque lo hizo de un modo suave y no tajante, simplemente como una canción que al terminar va desvaneciendo su sonido. La sobriedad se adhirió a su piel como si fuera tangible, así como la profundidad a la que había abierto camino, y Estel no se alejó para sentarse de nuevo. Permaneció allí, ahora agachada frente a Omar para que sus ojos estuviesen a la misma altura, y todo cuanto hizo fue limpiarse el resto de lágrimas con el puño de la camisa. Y asentir, en entendimiento. Y negar, también en entendimiento. Y sonreír con afecto invitando a decir lo que no debía decirse, aquello que no debía confesarse, aquellos sentimientos política o moralmente incorrectos que la mayoría de la gente guarda toda su vida para sí y enraízan espinas por dentro. Entre ellos, aquello no era necesario.

Si la comparación con su madre movió algo dentro de Estel, ella no lo manifestó. Sí había empezado a esbozar una sonrisa tímida frente a sus palabras, y estaba abriendo la boca para quejarse, seguramente para hacer una broma con la cual se quitara hierro a la situación, pero no tuvo tiempo para hacerlo. Omar la besó antes que pudiera exhalar ni una palabra, y Estel le respondió antes de poder pensar siquiera una respuesta. Esa era toda la respuesta, en realidad, visceral y sin barreras. Un beso igualmente caliente, con los firmes labios de una mujer.

Luego se incorporó, apoyándose sobre las manos que tenía en los muslos de Omar para sostenerse estando agachada, y se sentó sobre su regazo. Pasó un brazo alrededor de sus hombros, y le acarició el cabello.

- Yo también te quiero, Omar. Y a estas alturas, no voy a cambiar. Esto es lo que hay y lo que habrá, mal que te pese – dijo, esbozando una sonrisa de broma. Pero era pura profundidad, cuando buscó sus ojos – Sea lo que sea, esto siempre estará para ti.

Había hundido los dedos entre los mechones oscuros de Omar, y sus yemas le rozaban la nuca. Un suave masaje en un cuello que había estado demasiado tiempo tenso.

- Quiero que sepas que no sólo te has explicado, y no sólo te he entendido, sino que también siento lo mismo… Siempre lo he sentido, la conexión contigo, o como pueda llamársele. Desde que tengo memoria, e incluso creo que desde antes… Y jamás ha disminuido, ni un poco – Estel hablaba suavemente, sin vergüenza ni extrañeza – No sé si entre tu padre y mi madre… si enamoramiento es la palabra. Sí siempre hubo algo, un lazo, algo muy profundo, más allá. Sí, que sólo tu madre y mi padre han entendido. Pero dudo que sea algo que pueda describirse… o entenderse del todo. Como esto, entre nosotros. ¿Será lo mismo? Nunca lo he pensado...

Sus cejas se habían fruncido ligeramente, como si buscara esa palabra esquiva. Pero se distendieron cuando se inclinó para besarle la sien.

- Si yo fuera hija de tus padres, sería tú con tetas, Omar. Aunque estaría menos buena – matizó, con una broma afectuosa tan suave que apenas llegó a esbozarse Somos lo que somos por los padres que nos han tocado, y esta así como está es la ecuación natural que se sigue de ello, de sus expectativas, sus formas... Y yo… Joder, dudo mucho que pudiera cumplir las expectativas de los tuyos. Ni siquiera las de los míos, a pesar de todo y de lo que parezca – Estel suspiró, y recargó la cabeza contra la de Omar – Mi madre te adora por lo que eres. Siempre lo ha hecho, como yo. Quizás porque te entiende, ¿sabes?… En algunas cosas, pareces tú más hijo de ella que yo, siempre lo he pensado – lo dijo sin reproche, por el contrario, con afecto  – Pero no está mal decirlo, Omar, si es lo que sientes. Las afinidades… son lo que son, suceden, se dan. No tienen remedio. La sangre no las trae consigo. Míranos a nosotros.

Hizo un momento de silencio. Levantó la cabeza, le cogió despacio por la barbilla y volvió a mirarlo a los ojos. Dejó que Omar se viera reflejado en sus pupilas, tal como ella lo veía.

- Yo tampoco quiero que cambies. Ni un poco, ni un atisbo, pase lo que pase. ¿Me oyes? – unos segundos, y apoyó la frente contra la suya – Eres quien eres, cargas lo que cargas. Si guardas en ti estas sombras más oscuras que el negro, es sólo porque las luces que posees son así de potentes para proyectarlas. No olvides eso, nunca, ni dejes que nadie te convenza de lo contrario. Ni tus padres, pero por sobre todo, ni tú mismo. Eres un infinito claroscuro, Omar – le besó, ahora ella, con firmeza, con calor – Y te adoro por ello.

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24/06/2013, 19:32
Omar Echenique

-Y decía que YO me estaba poniendo ñoño -dijo mirando con ojos falsamente desorbitados a Estel-. ¿Qué te ha pasado? ¿No me digas que has vuelto a engancharte a esas pleistocénicas novelas de Barbara Cartland? -añdió entre risas-. Anda, levanta y vamos a cenar. Esto tiene que estar ya helado -señaló al tiempo que palmeaba el culo de Estel-. Y gracias. Antes me preguntabas que qué iba a hacer. Como estudios digo. Tendré que perfilarlo mejor, ya sabes, ir a la universidad, preguntar y demás. Por la nota no creo que tenga problema. Eso sí. Decisión uno. Educación pública. Decisión dos. Alternar estudios con trabajo. No quiero una libra de mis padres salvo extrema urgencia.

Con manos hábiles empezó a preparar con los palillos los bricks de pez elefante, mezclando las verduras con el pescado, añadiendo la salsa y envolviéndolo todo en las finas tortitas de arroz.

-Casualidad o no, hace unos días vi un reportaje. Uno de esos de corte documental, ya sabes. Era una serie de entrevistas a reporteros de guerra de diferentes países. Sus experiencias, cómo era la vida en ese contexto, las dificultades del trabajo, la presión, los shocks y el estrés vivido, muertes de compañeros... En fin, lo bueno, lo malo y lo peor. No sé, de algún modo me revolvió algo. Estos días, desde que lo vi, he estado dándole vueltas al asunto. Y en la ducha me he decidido. Me gustaría estudiar algo relacionado con al comunicación. Ser el ojo detrás de la cámara, la voz sin rostro detrás del micrófono, la letra del teletipo, ese alguien que es testigo y es capaz de hacer que el mundo conozca y se involucre en los problemas reales que existen y de los que pasamos como de comer mierda. Oye, esto está buenísimo -dijo mordiendo uno de los bricks.

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28/06/2013, 03:09
Estel Highwater

Una mirada larga acompañó un silencio igualmente largo, mientras Omar se reía y soltaba su diatriba. Una eternidad resumida en un solo instante mientras, aún sentada sobre su regazo, Estel le miraba a los ojos y dudaba qué hacer. Pegarle, pero pegarle de verdad, o besarlo. Omar a veces era así, exactamente así, como estar a punto del orgasmo y ser arrancado de cuajo del cielo sin motivo… Y aquello se había sentido como una patada al mismo centro del alma, un alma desnuda, y una que dolía. Aunque era algo que conocía bien, no sólo por él, sino también por su propia madre.

Finalmente, Estel esbozó una sonrisa. Le pegó, por supuesto. Mas luego le besó en la frente largamente y se levantó sin decir nada. Volvió a su asiento, cogió su vaso, y fue tomando el contenido de a pequeños sorbos mientras escuchaba, y asentía, pensativa y atenta, hasta que el vino fue reemplazado por uno de los bricks que Omar había preparado.  Lo entendía, y lo entendía bien, a pesar que las cosas para ellos habían sido distintas. Cuando finalmente él dejó de hablar para llenarse la boca con otra cosa además de palabras, algo que había merecido durante años una larga cantidad de bromas, Estel dio una mordida al suyo.

- Oye, pues sí. Está buenísimo. Cómo se nota que no lo cocinaste tú – comentó, ofreciéndole una sonrisa que de tan inocente era la cúspide del descaro  – Joder, me alegra seriamente que no vayas a dedicarte a esto, Omar. De verdad, no es para nada lo tuyo  – añadió, con burla.

Por supuesto, era lo que pensaba, pero por motivos muy diferentes. Estel sabía que Omar estaba para otra cosa, para otra vida, y que algo así jamás le llenaría. Pero algo como lo que acababa de decirle... Sí. Definitivamente, sí. Aquello era él. Lo contempló un largo momento a los ojos, con ojos que captaban imágenes a través de las fachadas, y luego acabó por asentir.

- Te veo... Sí, en verdad, te veo en ello  –  dijo, con una sonrisa, y sin atisbo alguno de broma – Siempre has intentado observar a través del velo de la realidad, y has mirado a los ojos al abismo que hay allí, sin retroceder. Poniéndole palabras a lo que no lo tiene. Y hay demasiadas cosas a las que les damos vuelta la cara, aunque no hay que ir a la guerra para ello  – cogió el vaso y le dio un sorbo  – ¿Recuerdas aquella manifestación de hace unos años? La que nos cogió de vacaciones, que te jodí para que vinieras conmigo, y prendieron fuego  aquel automóvil al lado nuestro. ¿Recuerdas la anciana con la ropa vieja y sucia, acurrucada en el portal de esa casa mientras temblaba de frío frente al fuego? – Estel hizo silencio. Sus ojos claros parecieron reflejar, por un momento, aquella instantánea  como lo había hecho su cámara – También pasaron de ello como mierda. Todos. Pasamos de tantas cosas, joder.

Y por eso se había encargado de difundir, de modo anónimo, aquella fotografía por todas partes. Movió la cabeza y, antes de llegar a enojarse o seguir hablando, se forzó a tragar un pedazo de pez elefante.

- Mmm… Estoy convencida que mi universidad tiene una buena reputación en las carreras de comunicación. Podrías echar un ojo allí, cumple con tus exclusivas exigencias – sonrió, guiñándole un ojo – Y te puedo echar una mano averiguando – Estel se echó un poco atrás con su silla – Pero, dime. Además de querer mostrarle al mundo  lo bueno que estás delante de una cámara, que a mí no me engañas. ¿Tu idea es la guerra? – había habido broma, pero ahora sólo había seriedad. Interés. ¿Preocupación? Y una reflexión incipiente, personal – ¿Quieres ser corresponsal de guerra?

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01/07/2013, 16:41
Omar Echenique

-Es normal pasar. Bueno, normal no es la palabra. Es lo habitual. Todos lo hacemos de un modo u otro y es por mera supervivencia. Todos tenemos mierda a nuestras espaldas y se te echas la de otros, puedes acabar montando un festival coprofágico de cojones. Y la mierda no gusta y no, no me hagas chistes con eso que nos conocemos -dijo Omar alzando las manos antes de la más que posiblemente rápida puya de Estel, con una sonrisa que subrayaba aquel mutuo conocimiento de rápidos intelectos dispuestos a una pronta respuesta ante cualquier estímulo-. Que ni siquiera a mí me gusta el churro untado en chocolate, aunque he aprendido a aceptar que hay mierda por todas partes -dijo con una sonora carcajada-. Y no sabría decirte -señaló tras haber asentido al recuerdo despertado de aquella imagen-. No quiero pecar ni de apresurado ni de romántico. Pinta jodido lo de ser corresponsal de guerra. No se trata de coger una cámara y pensar que las balas te esquivarán por tu cara bonita o por estar llevando unalabor informativa a cabo. Todos lo hemos oído. Secuestros, muertes accidentales, no tan accidentales. Es de alto riesgo y el estrés y la presión de vivir durante un tiempo bajo la constante amenaza de morir pasan factura. Trataré de ir poco a poco, tomando las decisiones sobre la marcha. Primero matricularme. Tu universidad puede ser una buena opción. Sé que hay mucho culito intelectual y tragón -bromeó mientras daba un sorbo al vino-. Después ver si me centro en los estudios y cumplo. No me apetece un fracaso como el anterior. Tercero, buscar otro trabajo con el que no huela todo el día a fritanga o una beca que me permita sufragar gastos. O ambos si es posible. Y mientras tanto, ir pensando en mis posibilidades y ver para qué valgo. Confío mucho en tus palabras, Estel, más que en mí mismo, pero veremos si sirvo para esto. Y si todo se cumple, sí, me gustaría ser un periodista o lo que sea dedicado a la denuncia, a poner imagen y voz a todo aquello que preferimos guardar bajo la alfombra. No cambiará gran cosa. El sistema mierdoso en el que vivimos se mantiene gracias a que preferimos mirar a otro lado. Si no, de qué iban a subsistir todas esas tiendas donde consigues lo que quieras a precios absurdamente ridículos gracias a la explotación laboral, a la esclavitud infantil o a guerras cuya verdadera razón no es otra que los intereses económicos de las grandes multinacionales. Y ese es un camino que conduce, entre otras cosas a ser corresponsal de guerra.

De repente, Omar sonrió tímidamente, como si su alocución lo hubiera avergonzado un tanto. Se encogió de hombros, inseguro en cierta medida.

-¿Qué crees que diría Sofía a esta locura? -antes había eludido las referencias de Estel a ella y su relación con él y al resto de palabras que vino después, quizás porque todo se estaba volviéndose demasiado intenso en el plano emocional y aquello siempre le generaba cierta sensación de agobio, en la medida que tenía miedo a exponerse demasiado incluso con quien tan bien le conocía y para quien no tenía secretos.

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05/07/2013, 04:59
Estel Highwater

Las manos alzadas fueron lo único que detuvo a las palabras que Estel ya tenía en la punta de la lengua. Ah, Omar la conocía bien, sí. Le ofreció una sonrisa que hablaba de las mil y un puyas, y cedió a no decir nada, aunque la risa que soltó paralela a la suya hablaba un poco de por qué derroteros habrían ido las cosas. Sólo que esta vez fueron al silencio, al respaldo de la silla, a la escucha, y a uno o dos sorbos de vino aletargados mojando labios secos por el clima de Londres, húmedos por el clima interior. La única reacción que tuvo fue frente a la puya por su universidad y fue una sonrisa de burla, de risa e ironía, compartiendo la apreciación. Pero era una sonrisa que escondía la profunda timidez, la intranquilidad, el desmerecimiento de sí misma de aquella que apenas tenía otra nota que no fuera una máxima en su haber.

Cuando Omar se encogió de hombros, Estel asintió despacio y sonrió con el corazón, suave, cómplice. Lo compartía todo. Siempre lo había compartido. Pero comprendía la timidez y lo que aquel gesto significaba y, tal como antes, lo dejó correr. Aunque diera apariencia de lo contrario, Omar necesitaba su espacio, y mucha tranquilidad luego de exponerse. Incluso, con ella. Por ello, en vez de contestar inmediatamente, dilató el momento para darle un respiro y aprovechó para comer algo.

Come, Omar, joder, que no vives del aire - le soltó, empujando con los palillos al brick de Omar hacia su boca.

Bebió un sorbo de vino, y dejó escapar la risa.

¿Qué opinaría mi madre de todo esto? - sonrió, moviendo la cabeza. Le miró fijamente a los ojos, frunció las cejas y soltó de pronto la voz de Sofía - ¿Lo qué? ¿Que quieres hacer qué? ¿Corresponsal de guerra? Joder, Omar, ¿pero cómo se te ha ocurrido semejante cosa? Habiendo tanta mierda ya por aquí, en donde supuestamente hay paz, porque nos venden que esto es paz pero con dos cojones que lo es, ¡querer irte a meter hasta el cuello en un conflicto armado! ¡Es una jodida locura, Omar! ¿Realmente lo has pensado bien?

Movió la cabeza en una negación vehemente, acompañando el gesto con un movimiento de sus manos que era Sofía en estado puro. A Estel siempre se le había dado bien el imitar a su madre, y el parecido entre ambas cuando lo hacía siempre confundía a mucha gente. Le aguantó la mirada a Omar con una intensidad catalana, como si realmente esperase que contestara, pero tras unos dos segundos soltó una risa y se echó a reír moviendo la cabeza.

Oh, bueno, creo que más o menos diría algo así. Creo. Con mi madre nunca se sabe - recogió su vaso entre risas y tomó un sorbo del vino - Pero lo que sí sé es que, si estás convencido de ello, y sabe Dios cómo se aseguraría de que lo estuvieses, te apoyará. Aunque no le gustaría una mierda pensar en lo que ello implicaría para ti, o para nosotros, sobre todo luego de lo que vivieron en Egipto antes de que naciéramos. Mi madre jamás olvidó lo que vivieron cuando los atacaron, ¿sabes? - Estel movió la cabeza. Todavía tenía pesadillas sobre eso, lo sabía por su padre - Pero estaría de acuerdo con que alguien tiene que estar allí para contar su verdad, para decir lo que hay. Sabes que le enferman todas esas cosas. Y dudo que se le ocurra alguien mejor que tú para hacerlo.

Le sonrió, con sinceridad, con afecto, con confianza. Dejó que sedimentara un instante, antes de echarse a reír.

Y mejor que seas tú y no ella, joder, ¿te la imaginas? Cielos.

Sofía podría, sí, a diferencia de ella misma. Estel fue a coger un pedazo más de algo, ¿pez elefante?, y miró a Omar.

- ¿Se lo dirás? ¿O esperarás a tener todo asentado para soltar prenda? - y no sólo a su madre, sino también a sus padres.