Partida Rol por web

Los motivos que os llevan a cada uno a Toledo son vuestros y sólo vuestros. El reciente aumento del bandidaje en los caminos de la zona ha convertido en costumbre no poco recomendable viajar siempre acompañado, pues los asaltos con violencia se contaban por cientos en los últimos tiempos.

Y así es como un variopinto grupo de personas os véis viajando juntas una nublada mañana de febrero del año 1390 de nuestro Señor por el camino de Guadalupe que viene desde el oeste. A media mañana y tras algunos días viajando juntos sin más problemas que alguna ampolla reventada o algún tropezón con un peñusco, divisáis al fin la vieja e imponente capital visigoda encaramada sobre el Tajo, con el alcázar y la catedral dominando el horizonte.

El camino os lleva directamente al cortado por el que transcurre el río, donde un viejo puente, el puente de San Martín, debería permitiros el acceso a la ciudad. Y digo debería porque el estado en el que se encuentra en la actualidad, en pleno proceso de reconstrucción y cubierto de andamiajes, hace imposible el tránsito por él.

Un rápido vistazo os basta para descubrir que tendréis que rodear buena parte del río para encontrar otro puente que os permita entrar a Toledo. Conforme continuáis por el camino, os acercáis cada vez vez más, y veis que la obra parece llevar ya algún tiempo en marcha. Al acercaros algo más, observáis que se han construido, a la sombra de una torre albarrana fortificada que da acceso al puente, unas chozas de adobe y carrizo en las que conversan y dan cuenta de unas buenas viandas unos cuantos trabajadores que, presumiblemente, se están tomando un descanso.

- ¡Calamidad! - Exclamé mirando a mis compañeros de camino. - Quizás debieramos fablar con aquestos jornaleros, pudieren darnos paso por sus traviesas. - No me hacía ninguna gracia tener que rodear la ciudad en busca de otro puente. - Mas si non dierannos paso, faremos breve parada para recobrar aliento antes de seguir camino. - Los pies me mataban y la barriga me crujía de hambre. - ¿Qué decis amigos? -. Cansado y hambriento andaba ya, no veía la hora de llegar a buena taberna y beber mejor vino. Me habían recomendado la mejor posada de la ciudad, regentada por un tal "tuerto", pero no recordaba su nombre. - ¿El casco verde se llamaba..? - Intentaba recordar...

- Como gustéis- dijo Adso mientras se rascaba el trasero-. Pero, he de confesaros que robaronme la bolsa de dinero. Así que, aunque famélico me hayo, y mis tripas rugen cual leones africanos, no tengo la fortuna de poder comprar nada que echarme a la boca- contestó.

El joven, que saltea las rocas más puntiagudas del camino, se acerca al granadino y con una sonrisa le comenta:

- Vos cantáis por una buena jarra, ¿No es así? Jajaja, - Ríe mientras, confiadamente, coloca la palma de la mano sobre el hombro del hombre del sur - Nos hayamos sin exceso de fondos, cierto, pero deste que quizás podamos realizar algún trueque, ¿No?.

El sol estaba en lo más álgido cuando divisamos la magnífica capital. Siempre produce una sonrisa descubrir en el horizonte el destino deseado, y a su vez parece que la prisa y las ganas por llegar acrecentan bajo la visión de tal promesa.

Aunque nuestros pasos nos conducían hacia él, no sería posible cruzar el puente de San Martín por hallarse intransitable. Habría que dar un rodeo considerable para entrar a la ciudad. Al acercarnos más, vimos a los trabajadores que estaban reconstruyendo el puente, parecía que descansaban. Mi estómago rugió cual león al percibir el aroma de las buenas viandas de las que disponían, por ello asentí firmemente ante la sabia propuesta de Lázaro.

-Tal vez estas gentes sean hospitalarias y nos den algo que llevarnos a la boca sin necesidad alguna de dinero -dije expresando más un deseo que un pensamiento, ya que cuando el hambre asomaba hablaba éste por mi.

-Bien hallados seáis buenas gentes, en este soleado día! -exclamé dirigiéndome con una cordial sonrisa hacia los trabajadores. Exageraba sutilmente el paso al caminar, haciéndolo algo más lento y pesado para que pudieran ver claramente el cansancio reflejado en mi cuerpo. Si era gente de buen corazón podría compadecerse un poco del grupo de aventureros y ofrecernos un refrigerio para que pudiéramos proseguir el viaje.

-Buenos días, buenos días , forasteros -comenta uno de los trabajadores del puente, mientras termina de tragar un bocado que acababa de mascar. Está sentado sobre un enorme bloque de piedra que, suponéis, aún ha de ser colocado en los arreglos del gran puente- Dios me valga, ¿es vino eso que portáis, mis buenos señores? -su mirada se dirige a las botas de vino del goliardo y al soldado catalán- De buena gana podríamos mis compañeros y yo compartir algo de cecina y aqueste pan rancio a cambio de un poco de ese vinacho, viajeros...

El resto de obreros siguen manteniendo conversaciones entre sí y compartiendo la comida, mientras que este os tiende un mendrugo de pan, el cual parece duro y bastante pasado. El hombre sonríe mostrando sus dientes podridos, y podeis ver que sus intenciones son nobles: es simplemente un obrero sediento.

- ¡Valgame el cielo! ¡trato fecho!- comenta Adso mientras se acerca y descuelga la bota de vino para entregársela al trabajador.

Luego se fija en el trabajo y le pregunta.- ¿Y cómo facéis esta obra? ¿tanto dinero presta esta gran ciudad?- dice cogiendo un poco de cecina que ha intercambiado.

Me senté a la sombra junto a aquellos humildes hombres. Después de beber la mitad de mi odre de agua de un trago, partí un trozo de bizcocho que bien guardado traía en mi zurrón. Miré a Adso asintiendo. - Aquesta es obra de importancia, non cabe duda. - Me limité a observar aquel trabajo mientras hacía descanso. Allá en granada siempre me fascinó el mundo de la arquitectura y la construcción, y aunque el estilo castellano era bien diferente, gozaba también viendo trabajar a aquellos hombres.

-¡El puente que contemplan vuesas mercedes es el magno puente de San Martín! -dice el trabajador, abriendo los brazos intentando abarcar el otrora enorme puente con un gesto.

-¿Acaso non han escuchado los rumores? ¿Es que non pararon en ninguna posada de camino hacia aquí? El arzobispo de Toledo, don Pedro Tenorio -acto seguido, tras mirar en todas direcciones y asegurarse que nadie más les presta atención, baja la voz antes de seguir hablando, de manera que sólo vosotros pudiéreis escucharle, aunque sus ojos reflejan algo de recelo cuando se cruzan con Ignacio, por el hecho de pertenecer al clero- dueño et señor de la plaza, et  verdadero gobernante de la ciudad por encima del corregidor, los nobles et los gremios, con el enorme poder que ha ido amasando -su voz vuelve a alzarse a un tono normal-, está dedicando todo su esfuerzo a la reconstrucción del claustro de la catedral et aqueste viejo et derruido puente.

El obrero extiende la mano hacia el mozárabe, como esperando que compartiese algo de ese bizcocho que acababa de sacar del zurrón.

-¿Se dedican vuesas mercedes al comercio? -un rápido vistazo le basta para darse cuenta de que, desde luego, sería cuanto menos un curioso grupo de comerciantes.

Demasiadas molestias y dineros por allí se movían. El arzobispo debía tener algún especial interés en terminar ese puente, ya que Toledo debía disponer de al menos otras tres entradas. Aquel paso desde luego no era indispensable para la ciudad.

Tendí mi mano compartiendo mi mendrugo con aquel jornalero. - ¿Algo más que contarnos sobre aquesta obra buen hombre? - Pregunté esperando que el trozo de bizcocho que le había dado ayudara a soltarse. Quizás le estaba dando demasiada importancia al puente. Ahora mismo solo pensaba en buena posada y camastro donde descansar mis doloridos pies.

Mis pasos errantes me habían llevado a aquella gran ciudad. Ningún asunto en concreto debía resolver allí, pero mi bolsa hallabase vacía. Aquella era buena ciudad para hacer algún dinerillo antes de proseguir camino. - ¿Sabe vos si facieran falta más manos para completar aqueste trabajo? ¿Pudiere hablar con el maestre de obra?. - Quizás consiguiera algún dinero trabajando algunos días en el puente. No quería echar raíces allí, pero un dinerillo "extra" nunca venía mal.

El día estaba ya avanzado cuando llegamos al puente. Desde lo lejos, podíamos otear lo que más tarde corroboraríamos. El puente estaba en obras. Válgame el cielo Pensé desalentado por los acontecimientos. Bueno, Nuestro señor aprieta, pero no ahoga, seguro que hay alguna otra forma de llegar a la otra orilla. Me consolaba a mi mismo, mientras ojeaba la rivera del rio buscando algún tipo de barca o almadía que nos llevara al otro lado.

Poco a poco, mis compañeros fueron entablando conversación con los peones de la obra, y aprovechando las circunstancias, sacaron alunas viandas improvisadas de ellos. Tomé un taco de cecina, y la corté con mi navaja para servirme una buena ración. Tras agradecer las viandas, saqué de mi zurrón un pellejo de vino, y ofreciéndoselo al mismo peón, agregué con una media sonrisa.

- Espero que sea de su agrado hermano, recién llegado de Navarra.

Y tras escuchar su pequeño cotilleo, me senté encima de unas piedras dispuesto a empezar mi frugal comida. El sabor rancio y ahumado de la carne de vaca seca, junto con ese pasado trozo de pan duro, no eran precisamente un banquete, pero tras lo fatigoso del viaje, me limité a masticar mientras escrutaba la obra.

Adso rió de buena gana cuando el jornalero bajó la voz al hablar del obispo y luego, tras meterse otro trozo de cecina en la boca, le contestó.

- Dinero llama a dinero, amigo mio. Si el puente crece, los comerciantes vienen. Y si los comerciantes vienen, dejan más dinero, que, ¡oh casualidad!, cae siempre en la misma bolsa- dijo sonriente. 

-Vive Dios que es de mi agrado, monje -dice, ofrenciendo algo de cecina rancia a cambio tras el poco modesto sorbo de vino.

-¿Algo más sobre aquesta obra? Por supuesto, granadino -el hombre ha reconocido sin lugar a dudas el acento de Lázaro- Hace ya décadas, en la infame guerra civil castellana que enfrentó a Pedro el cruel contra su hermano, Enrique de Trastámara, los defensores de Toledo, para evitar que penetraran los enemigos en la ciudad, colocaron varias minas de pólvora et facieron volar la parte central del puente, impidiendo el acceso por aqueste punto. Muchos años son pasados ya, et el arzobispo don Pedro Tenorio ha decidido reconstruirlo, con el fin de recuperar un viejo bastión defensivo de la ciudad.

De nuevo, el albañil baja la voz hasta convertirla casi en un susurro.

-Si son vuesas mercedes comerciantes, como les acabo de preguntar, están de suerte.... Porque el pontazgo* que piensa cobrar a todo aquel que acceda con mercancías a Toledo por el puente le reportará grandes ganancias a la Iglesia et, de carambola, a él mismo.

Parece que el vino le está soltando la lengua más de lo debido al pobre desgraciado.

Adso escucha atento al jornalero mientras mastica la dura cecina.

Isidro observa como al viejo se le va enrojeciendo la nariz poco a poco al ritmo que consume el vino, para el chico es tan divertido que se frota las manos con una tonta sonrisa en la boca.

Desde luego no eres maestro alarife*, pero tus lecturas algo te han enseñado sobre cada tema con el paso de los años entre algunos polvorientos tomos de libros. Un vistazo algo más detallado a la obra te permite advertir que los andamios que cubren el puente resultan algo confusos y caóticos, como si más que permitir que los trabajadores se muevan por entre las obras, estuvieran reforzando zonas que, en principio, parecen ya concluidas.

Echas un vistazo a la obra del puente, pero nada extraño adviertes entre tanta polea, tablón y andamio.

Echas un vistazo a la obra del puente, pero nada extraño adviertes entre tanta polea, tablón y andamio.