Partida Rol por web

El fogonazo de la brea en mitad de la noche ciega casi por completo, por unos instantes, a Lázaro. El pilar pronto empieza a arder y expulsar un negro y denso humillo, que más tarde se convertirá en una enorme nube. El cercano Isidro siente también la flama en su nuca a través de la lluvia cuando se detiene sorprendido ante su inesperada visión: Saliendo de la puerta de las murallas, por la que los propios Lázaro e Isidro han accedido el puente hace apenas unos minutos, hay un grupo numeroso de hombres. Se cuentan ocho en total mas un niño pequeño.

Cuál es la sorpresa de nuestros saboteadores de puentes cuando distinguen las figuras de Ibrahim como el niño y de Gabriel e Ignacio como dos de los hombres. Cinco de los otros hombres van vestidos con ropas humildes mientras que el último hombre del grupo viste diferente, con ropa típica de la clase burguesa. Poco tardan en darse cuenta los particulares héroes de que tanto Gabriel como Ignacio están maniatados y que el hombre que viste diferente, y a quien aún no conocen, es quien lleva la voz cantante. Según parece, han podido presenciar el acto del incendio.

La lluvia sigue apretando mientras nuestros dos héroes particulares siguen discutiendo qué hacer en mitad de la noche. ¿Deben seguir a aquellos hombres para ver adónde llevan a su compañero monje? ¿Deben llamar a la guardia? ¿Deben simplemente marcharse de allí y olvidarse de todo este asunto del puente? ¿Será posible avisar a Isidro y a Lázaro del peligro que les acecha? La respuesta sólo está en su afilado ingenio y en sus manos....

Una sonrisa contenida asoma en mi rostros ante los rostros de mis captores. La pequeña hilera de humo poco a poco empezaba a hacerse más palpable pese a la oscuridad. Mientras desde la distancia se escuchaba el crepitar de la madera quemandose. Un fuerte olor a alquitrán inundaba el aire, pero a mi se me antojaba una victoria. Si no nos hubieramos entretenido tanto con la verborrea, quizás me lo hubiese pensado y hubiera tratado de convencerlos. No, la verdad es que no. Pero ahora quedaba lo mejor. Ver qué hacía el Alarife con nosotros y cómo nos iba a denunciar.

Asiento con la cabeza a las palabras de Adso.

-No perdamos tiempo, pues. Pongámonos en marcha con la mayor cautela.

Adso asintió y fue tras Arnau, en lo que le pareció una carrera tremenda.

Por el camino el goliardo pensó en cómo abordar el tema. ¿Gritamos sin más que se acercan? ¿Hacemos de héroes e intentamos liberar a Ignacio? ¿Intentamos una treta o distracción que les haga subir y alejarse de sus compañeros? Pensamientos que se resumieron en la siguiente frase:

- Et cuando lleguemos a la puerta ¿qué faceremos?.

Sea como fuere e hiciesen lo que hiciesen, al día siguiente serían proscritos y perseguidos en esta inmensa urbe. Su destino estaba marcado. Lo importante era además de lo que ya había era cuanto querían arriesgar; y si era decisión de Adso, poco, muuuyyy poco.

- ¡La madre que me malparió! - Exclamé. - Isidro, credo que debiéramos poner pies en polvorosa et marchar lejos de aquesta ciudad. - Ni en el mejor de los casos se inclinaría la balanza a nuestro favor. El alarife e Ignacio capturados. Incluso si Adso y Arnau aparecían por allí, la inferioridad numérica era aplastante. Incluso de ocurrir un milagro y vencer aquella pendencia que parecía avecinarse, ¿qué haríamos luego? ¿enfrentarnos al Arzobispo? Sólo se me ocurría huir. Huir fuera de la ciudad. Escapar como las ratas que abandonan un barco que se hunde.

- ¿Que facemos amigo? - Pregunté por no dejar...

Os acercáis en silencio al cobijo de la lluvia que ofrece el interior de la muralla. Tras poneros a salvo tras una barrica, podéis observar a través de la puerta que da al puente (que está abierta de par en par) al grupo que acaba de entrar y, algo más lejos, en el pilar central del puente, montados sobre el andamiaje, a Isidro y a Lázaro baja una luz anaranjada y una nube de humo negro, pues al parecer ya han prendido la brea.
 

- Vamos, yo creí que debajo de esas ropas había un hombre de acción,no sé que sensación es esta que siento, pero fíjese... Son ocho, Ignacio, Gabriel, el Arzobispo y cinco hombres (muy probablemente armados). Si Arnau et Adso acudieran estaríamos tan sólo con una pequeña desventaja numérica (4 a 5). Credo yo que deberíamos actuar sigilosamente. Propongo que usted se dirija con su arco al otro extremo del puente y apunte a los hombres, si impacta su flecha en algún hombre, puedo actuar en medio de la conmoción y cortar las cuerdas que maniatan a Ignacio et Gabriel. Y si hubiera problemas...Haga ese extraño ruido que sabe facer et confiemos en que nuestros compañeros acudan al rescate. Hay que darse prisa o este puente se vendrá abajo con Gabriel en él y eso amigo...nos dejaría sin propina.

Lázaro e Isidro cuchichean algo en la distancia que no puedes llegar a distinguir. Parece que ellos también se han percatado de vuestra presencia.

-Maldición... llegamos tarde. ¡Tomás de Silva es mi nombre, saboteadores! He llegado a un acuerdo con el vuestro compañero, el buen monje. Dejad las armas et entregaos. Prométoos la libertad si cooperáis.

El hombre que vestía diferente se revela como Tomás de Silva, nombre que Isidro y Lázaro ya habían escuchado anteriormente. Él y su grupo (Gabriel e Ignacio incluidos) permanecen en la puerta de la muralla.

El hombre que parece llevar la voz cantante en el grupo alza la voz para dirigirse a los aún distantes Lázaro e Isidro.

Observando la luz anaranjada y el humo, parecía que los dos amigos habían conseguido encender la brea. Iba a responder al goliardo cuando el hombre importante alza la voz. Posa su mano sobre el antebrazo de Adso para advertirle que escucharan. De todos modos su compañero ya estaba en la labor, pues permanecía bien atento.

Puedes escuchar las palabras de aquel hombre sin problema alguno esta vez:

-Maldición... llegamos tarde. ¡Tomás de Silva es mi nombre, saboteadores! He llegado a un acuerdo con el vuestro compañero, el buen monje. Dejad las armas et entregaos. Prométoos la libertad si cooperáis.

Surrando, pero sin dejar de mirar a los que se encontraban más allá de las murallas, Adso le dijo a Arnau.

- Han dicho que es Tomás de Silva y que han llegado a un acuerdo con Ignacio. Que Dejen las armas se entreguen. Si así lo hacen les promete la libertad si cooperan.

Adso se giró y miró a Arnau.

- Yo no me fío. Supongo que alguien tiene que pagar el pato. No creo que lo haga el alarife puesto a dedo por el cardenal... pues creo que ese es el trato al que quiere que lleguemos... acusar a Gabriel, el actual alarife, de que nos contrató para destruir el puente que él mal construyó.

- Lo malo es que si no accedemos, nos... bueno, les acusan de saboteadores... aunque luego nuestros compañeros nos acusarían a nosotros... total, nos acusan de saboteadores- razonó Adso-. Y si accedemos nos "ganamos" la enemistad tanto de Gabriel, como del cardenal. No sé que es peor.

El goliardo miró a Arnau y le preguntó con la mirada. Estaba hecho un manojo de nervios. En su vida se había encontrado tan expuesto, entre la espada y la pared. Ni siquiera cuando su padre murió y se quedó sin sitio al que ir.

- Isidro, habedes olvidado en vuestros cálculos los dos guardias que distraían los nuestros, et los otros varios que fabran en el lado contrario del puente por donde vinimos, más posibles patruyas que ante el fuego et el ruido de aquesta pendencia vendrán en auxilio. Credo que fazer ataque frontal no reportará nada bueno. Decidme, ¿cual es la vuestra decisión final?. - Pregunté a mi compañero mientras colocaba una flecha en la cuerda del arco. Calculé la distancia hacia el tal Tomás de Silva y la fuerza del viento reinante. Aquel disparo era casi imposible...

Se queda perplejo con lo que ha escuchado el buen oído del goliardo. El muchacho le preguntaba con la mirada, pero Arnau era un hombre de acción, un soldado, más dado a seguir instrucciones que a tramar planes ingeniosos. Sin embargo, algo debían hacer...

-Podríamos decir que fue Gabriel quien nos envió al puente. Pero no para sabotearlo, sino para protegerlo ante el temor de un incendio provocado por la tormenta eléctrica. Lo malo es que si Ignacio ha llegado a un acuerdo, está reconociendo los hechos reales. Aunque para esto también podríamos inventar alguna excusa.

Arnau iba pensando en voz baja.

-Yo tampoco me fío... Difícil situación en la que nos hallamos... Por el momento nosotros dos mantengámonos ocultos. Son varias cosas las que pienso. Pero primero, puesto que la intención de estos señores es parlamentar con Lázaro e Isidro, veamos qué ocurre. Tal vez éstos se hayan ocultado o alejado para cuando lleguen y no haya modo de demostrar que ha sido la mano humana y no la divina quien acabó con la obra del alarife.

- Bien pensado, Lázaro. Vayamos pues hasta el final del puente juntos para desde allí intimidarles con tu arco, yo reservo el cuerpo a cuerpo para caso extremo; Pero hemos venido aquí por las monedas de Gabriel y si ese tal Tomás lanza al tajo a nuestro Alarife, toda esta gamberrada habrá sido en vano. Hagamos lo que hagamos estamos perdidos sin Arnau et Adso, tendremos que asumir el riesgo de llamarles tarde o temprano.

Tal vez éstos se hayan ocultado o alejado para cuando lleguen y no haya modo de demostrar que ha sido la mano humana y no la divina quien acabó con la obra del alarife.

- Creemé. Habiendo capturado a Ignacio, los hechos ya están más que demostrados- contestó el goliardo.

- Pero estoy contigo. Mejor nos quedamos aquí a la espera de más acción- dijo mientras se santiguaba, rezando por no tener que bajar y ayudar a nadie.