Partida Rol por web

La empresa no va como debiera y los directivos han decidido contratar un servicio de coaching para mejorar las relaciones grupales. Así que es sábado y lleváis media mañana en el monte haciendo todo tipo de juegos en vuestro día libre para fomentar el trabajo en equipo. Ahora uno de los equipos se ha separado del grupo al perderse en medio de los árboles y se encuentran con una situación un tanto extraña... ¿es parte del juego? Empieza a anochecer y nadie les ha informado hasta que hora dura todo esto...

Las ventas de activos han bajado y la empresa está sufriendo un bache de tesorería que será resuelto en breves, no hay nada de lo que preocuparse.

Esa fue la única explicación que les dieron tras el retraso del pago de la nómina, una demora que no se había producido nunca en los 40 años que el señor Hayes, el antiguo presidente de la sociedad financiera BuenaVista Capital y retirado tras su tercer infarto, había estado al frente del timón.

La nueva dirección, o dicho de otra manera Nicky Hayes y la exuberante ex-secretaria de su padre, contrataron a un elegante y carísimo consultor de procesos, dinamizador del espíritu empresarial y coach de la productividad para intentar remontar una compañía que más que hacer aguas, se desplomaba en barrena. Los rumores corrieron por la empresa respecto a la verdadera función de aquel consultor, desde que era el mesías que les devolvería a los lomos del caballo ganador, pasando por que su objetivo era racionalizar la plantilla y despedir a los trabajadores superfluos y finalizando por que era el encargado de valorar los activos antes de comprar la empresa y despedirlos a todos. Desafortunadamente el elegante consultor resultó ser lo que decía ser y, sin previo aviso, un correo electrónico llegó a todos los empleados de la empresa donde les citaba en la oficina el siguiente sábado a las 9 de la mañana para realizar unas dinámicas de grupo para fomentar el espíritu de equipo.

El autobús llegó puntual y llevó a los ojerosos y malhumorados trabajadores a un bosque lejano donde la pantomima empezó. Carreras por equipos atados los unos a los otros por las piernas, dejarse caer para ser cogido por un compañero y para acabar una yincana por equipos consistente en recuperar una bandera en el corazón del tupido bosque con el único equipamiento de una linterna, una brújula, un mapa y una cantimplora. El heterogéneo grupo se adentró en el bosque con la esperanza de acabar con la actividad lo antes posible y poder volver a sus casas a disfrutar del fin de semana cuando, de pronto, el sonido de la voz angustiosa y llorosa de una niño atrajo su atención

—El monstruo reptante se ha escapado y viene a por mí.

Tras mirarse preguntándose si aquello formaba parte de sus pruebas siguieron la voz, adentrándose cada vez más en el bosque, siguiendo aquella voz acuciante que los empujaba a tratar de ayudar a la pequeña en apuros aunque tuvieran que cruzar campo a través el bosque.

Empezaba a oscurecer y unos fríos zarcillos de niebla se cernían sobre ellos cuando el bosque se abrió dejando ver un claro. Su centro estaba ocupado por una casa, una casa donde se apreciaba el rastro de un incendio pasado pero que parecía lo suficientemente segura para pasar la noche.

Andrew sacó una de las cámaras y apuntó a la casa en mitad del claro. Si ya de por sí era humillante tener que ser el encargado de hacer las fotos y por lo tanto ni siquiera salir en ninguna, el hecho de tener que usar aquellas cámaras desechables con esa funda de cartoncillo era el colmo. 

El flash iluminó pobremente el lugar, todavía no estaba demasiado oscuro y la niebla seguramente reflejaría la luz. Por si acaso realizó otra fotografía, esta vez sin flash. Aquella casa le daba un escalofrío extraño, y en su interior algo le decía que ese montaje era demasiado para cualquier actividad de ninguna empresa.

- Bueno - Dijo carraspeando ligeramente la voz. Se sentía seca de no usarla en un buen rato. 

- Que... ¿Que os parece si os adelantáis y así os hago una foto entrando en la casa? - Lo cierto es que no tenía ninguna gana de entrar, y desde luego no sería el primero en poner un pie en el interior.

- Seguro que el señor Hayes la apreciará - Puntualizó, tratando de animar a sus compañeros.

En cualquier caso no se quedaría fuera, cuando se levantó esa mañana no lo hizo pensado en pasar la noche fuera, y la fina camisa que por ahora llevaba remangada no sería suficiente para hacerlo a la intemperie. Si tan solo hubiera cogido una cazadora por si acaso.

Le empresa iba mal, y nadie sabía qué iba a ser de ellos. Corrían rumores... despidos, ERE, cierre... pero Alexander sólo veía una cosa: oportunidad. Nueva dirección significaba un nuevo rumbo empresarial, lo que llevaba a una limpieza de empleados obsoletos. Era el momento de dar el todo por el todo y hacerse con un lugar en la dirección, llevaba mucho tiempo esperando.

Con la contratación del nuevo consultor Alexander pensaba que había llegado el momento, analizaría sus logros y su buen hacer y por fin recibiría la recompensa que tanto se había ganado. Recibió el correo que lo convocaba a ¿unas pruebas de equipos? con cierta incomodidad ¿de verdad era necesario? Él mismo podría hacer una lista de empleados que sobraban en cinco minutos.

Cuando se hicieron los equipos observó el grupo que le había tocado. Podría ser peor... mejor dicho, habría que esforzarse mucho para que fuera peor... Julio, que sacándolo de sus trabajos rutinarios no llegaba a más, Andrew, inteligente pero absolutamente verde, un recurso aprovechable que requiriría un esfuerzo considerable para guiarlo y John... ese era un caso aparte.. lo que no había hecho en treinta años no iba a hacerlo ahora.

¿Y con ésto quieren que demuestre mi verdadero potencial como líder de grupo? Alexander ni se planteaba que las pruebas tuvieran otro sentido que seleccionar líderes, activos válidos y personal desechable. Él tenía muy claro en que grupo iba a estar.

Las pruebas se desarrollaron sin incidentes a lo largo del día. Para su desesperación eran un grupo más del montón, necesitaba destacar, hacer algo especial.

La última prueba tenía que ser la que les permitiera ponerse por delante del resto de grupos. Una gymkama. Sería fácil si se adelantaban al resto. No podría jurar que fuera su ímpetu llevando al grupo lo que les hizo desorientarse, pero nunca reconocería que hubiera cometido algún error.

¡Panda de inútiles! Vamos a perder por su culpa ¡¡¿Pero cómo quieren que demuestre mi potencial con este grupo?!!

Su humor se iba poniendo cada vez peor. Sabía que no era popular entre sus compañeros, no le importaba lo más mínimo. Cuando fuera jefe aprenderían a respetarlo. No necesitaba más, pero ¿y si le estaban observando? Reprimió sus pensamientos de decirles lo que realmente pensaba y mordiéndose la lengua aguantó.

Entonces se escucho la voz de un niño...

Siguieron esa voz que solicitaba ayuda. ¿Parte de las pruebas? Alexander estaba convencido de ello, era muy improbable que hubiera un niño en mitad de un bosque y... ¿monstruo reptante? ¡Por favor! ¡Qué excusa más patética!

Llegaron a un claro del bosque en la que se encontraba una casa. Un flash le sacó de sus pensamientos.

Pero... ¿para qué quiere sacar un foto de la casa? Se supone que debe documentar nuestras acciones no el paisaje.

Entonces el becario sugirió hacer una foto de ellos entrando a la casa.

Parece ser que la neurona que le queda ha hecho un sobreesfuerzo y ha llegado a algo... tranquilo, no te sobrecalientes...

- Buena idea, Andrew. - respondió con una sonrisa - Estoy de acuerdo pero piensa que la provisión de fotos no es ilimitada en ese tipo de cámara. Has de seleccionar bien las fotos antes de hacerlas.

El inútil ya ha gastado dos fotos....

Hizo un seña para que los otros dos compañeros le siguieran.

- Vamos. - sonreía a sus compañeros y a la cámara mientra Andrew tomaba la foto como un boy scout en plena excursión - Se está haciendo de noche y no tendremos más remedio que quedarnos aquí. Habrá que entrar y acomodarnos mientras quede un poco de luz.

Espero que el señor Hayes aprecie el esfuerzo que estoy haciendo.

–Esto es de coña –pensaba una y otra vez un ojeroso John Simmons–. Estar echando horas toda la semana para de repente tener todos tiempo para una gimcana. Joder, la podían haber puesto entre semana, pero claro ahí palma pasta la empresa y mejor joder el tiempo libre de los demás.

La verdad es que la actitud de Simmons no era la mejor, y no sin razón pues llevaba tres semanas saliendo de la oficina a las 21h porque tenía que entregar un proyecto en fecha. Repentinamente decidió la empresa retrasar la entrega y en su lugar colocar aquella actividad con el fin de fomentar la cohesión grupal y ensalzar los valores humanos.

Nunca fue especialmente amigo de las empresas de coaching, grupos de jóvenes barbilampiños que sin apenas haber vivido la vida daban lecciones a todos de cuál era la felicidad y cómo tener el mejor rendimiento posible. Afortunadamente en aquel paseo por el bosque nadie le había mencionado la ya consabida fórmula del valor de la persona (V=(C+E)xActitud) porque su actitud era más bien nula.

El sol parecía estar empezando a tocar al ocaso cuando encontraron la vivienda.

–Supongo que aquí acabará todo y podremos irnos a casa –se atrevió a conjeturar en voz alta mientras se detenía para valorar aquella horrenda construcción.

Al escuchar la idea de la fotografía, lo vio como un mal necesario. ¿Qué era una foto sobre el conjunto de la situación, en la que les habían arrastrado hasta allí?

–Venga hagamos la foto y vamos para allá. Tiene pinta de que todo terminará con esta última prueba –dijo buscando más darse ánimos a sí mismo, que al resto del grupo–. No sé qué representará el niño, ¿nuestro niño interior?

Julio suspiró. Arrebujado en su cazadora con forro de borreguillo y bajadas las orejeras de su gorra de fieltro, caminó cansino por entre los árboles hasta ese claro.

Se apartó de las fotos, mientras seguía rumiando la situación, tal y como llevaba haciendo varios meses.

Todo iba mal. Son cosas que un conserje percibe, palpa, olfatea. Con el Viejo esto no habría pasado. El Viejo, ese si que sabía hacer las cosas.

Mantenía, erre que erre, la compostura que había sido su estilo durante los más de treinta años que llevaba en la empresa. Contemplaba con secreta superioridad a los pánfilos estos con los que, según las ideas modernas, tendría que estar retozando entre los árboles. ¡Ja! Venían con su ropa recién estrenada. ¡Incluso en camisa! Su cazadora, del año de Mari Castaña, era una inversión segura. Sus dos pares de calcetines finos y sus calzoncillos largos de felpa le mantenían a tono con el ambiente. Sin embargo, no se apresuraba. Maldita la gana que tenía de llegar a la bandera esa.

Cuando propuso que se hicieran una foto, miró a Rogers con el aire del que todo lo sabe y todo lo ve, empañado por la más pura esencia de lo anodino. Solamente cuando todos estaban ya preparados con su pose más tirante, con la casa aquella y la voz y todo, pareció reparar en que esperaban a que se pusiera con los demás.

Sin apresurarse, las manos en los bolsillos jugando con su llavero (hacía un ruidito irritante, clis, clis), se puso en un extremo de la fila y miró hacia un lado, algo distraído.

El bosque no era extremadamente espeso, pero volver sobre sus pasos seguramente podría causar que se perdieran. Que le explicaran al consultor que su equipo había decidido huir, sería un despido seguro para todos. Las temperaturas en el exterior bajaban poco a poco, así como el sol se retiraba y dejaba paso a una niebla que comenzaba a espesarse ante la ausencia de rayos de sol. Dentro de poco no podrían ver mucho más allá de un metro delante de ellos, aunque tampoco es que hubiera otra cosa que árboles.

La casa no tenía la mejor pinta, pero al menos conservaba algo de techo bajo el que cobijarse si de eso se trataba la actividad.

Se notaba que un incendio la había quemado hacía tiempo, pues los dinteles de las ventanas dejaban un rastro ennegrecido de lo que en otro tiempo debieron ser llamas pugnando por salir. Algunas incluso habían explotado debido a la necesidad de oxígeno de ese fuego.

La puerta extrañamente no estaba cerrada, lo que podría ser otro indicio de que su actividad de grupo debía desarrollarse ahí. Como fuera quedarse en el exterior no iba a ser la mejor opción, no todos iban vestidos como para dormir a la intemperie.

Al cruzar el umbral encontraron un viejo vestíbulo totalmente abandonado. Los únicos puebles del mismo era una silla vieja tirada a un lado. El lugar olía a humedad y ligeramente a madera quemada, algo casi imperceptible. Una puerta parecía llevar a otra habitación, que desde donde estaban se veía que era una gran sala. Esa gran sala sí que parecía tener algún mueble más.

Andrew fue el último en entrar en la casa, y al hacerlo pudo sentir un escalofrío bajar desde su nunca y recorrer toda la espalda. Dio un vistazo a las paredes, al techo y por encima a la silla. A pesar del respeto que le daba aquel lugar el exterior no parecía ser mucho mejor. Su mente no dejaba de pensar que les estaban vigilando, controlando cada uno de sus movimientos y analizando cada una de sus palabras. ¿Habría cámaras en aquella casa?¿Micrófonos?

¿Quizá deberían investigar la casa? Desde luego era lo que le decía su mente analítica. Estaban en un juego, y estaba convencido de que debían terminarlo antes de tener que pasar la noche allí. Si no... les habrían avisado ¿no? Quizá descubrieran en alguna habitación unos sacos. Entre sus pensamientos aparecía un hilo que se escurría desde su mente directo hacia su boca. Investigar la casa era lo que había que hacer, explorarla lo antes posible para saber que es lo que tenían ante ellos. Un fuerte retortijón contuvo aquella idea que se quedó en una simple exhalación.

No quería parecer un listillo, o alguien que quisiera destacar, y ganarse la enemistad de Dupont. Miró al bedel, no recordaba su nombre, maldito momento. Y lanzo una mirada furtiva a Simmons. No tenía formada todavía una idea sobre aquel tipo, quizá fuera buen momento para ver como era.

Finalmente decidió esperar a que alguien tomara la iniciativa. Entraría después de quien lo hiciera primero en las siguientes habitaciones. Buscaría alguna pista sobre el juego, no solo algo que le dijera que estaban dentro del mismo; también pistas acerca de la muchacha perdida, del monstruo reptante. Aquella idea, la del monstruo, acababa de regresar a su mente y un nuevo escalofrío le hizo volver la mirada al exterior. El frío penetraba por las ventanas que no tenían cristales, quizá acompañado de algún silbido provocado por el viento luchando por entrar en la casa, y en aquel perturbador ambiente,  afloraban los recuerdos de algunos extraños textos que había leído en Internet.

A falta de una mejor opción, John se encaminó hacia el interior de la construcción, fue llegar al umbral de la puerta cuando de repente todo se antojó una idea no demasiado buena, y un fracaso:

—Ehhhh... Tíos —dijo un Simmons no demasiado convencido ante aquel panorama—. Creo que no deberíamos haber llegado hasta aquí, esta chabola parece llevar tiempo por aquí y está abandonada.

Sin saber muy bien qué hacer, se dirigió al exterior por donde había venido, buscando por los alrededores una pista que dejase entrever una opción mucho mejor que la que tenían en aquel momento...

—Joder, esto es una puta mierda. Así que además de joderme el sábado, hay que pringar aquí el puto domingo pasando la noche. Empresa de mierda, si es que menuda panda de piratas... —dio entonces una patada a una piedra para volcar en aquel objeto inanimado sus frustraciones.

Tonterías, pensó Julio. Ya conocía al señor Simmons, todo el santo día quejándose por todo. Le dejó merodear por los alrededores de la casa quizá pensando, en el fondo, que no era tan mala idea. El fue a lo suyo. Vaaamos, apártense, apártense... Una vez cumplimentada la ignominia de la foto, había reparado en que estos petimetres se iban a meter en una casa vieja que a saber en qué estado se encontraba. Déjenme ver. Años de arreglar enchufes y otras chapuzas parecidas le habían dado una inercia natural cuando se trataba de despejar el camino a lo que consideraba una patulea de torpes muchachuelos.

Entró -o intentó entrar, que tampoco estaba para carreras- el primero, tanteando la puerta aquella, mirando al techo y al suelo, temiendo que aquello se viniera abajo, observando el polvo y las señales que pudiera haber dejado en el piso la nena que les acababa de gritar. Seguía esperando que aquello fuera una grabación, o algo parecido. Parte del juego ridículo en el que estaba inmerso. Pero, quizá...

¿Hola? Gritó al vacío de la casa quemada. ¿Nena? ¡Nena! ¿Hay alguien?

Julio, como siempre, tan eficiente en lo suyo. Ya estaba comprobando que la casa tuviera un mínimo de seguridad para entrar en ella. La verdad es que a Alexander el tío no le caía mal, pero le disgustaba su falta de ambición. Eso no quitaba que se podía confiar en él para cualquier habilidad mecánica. Una vez que Julio dio el visto bueno entró en la casa.

Julio ya estaba llamando a la niña, bien, cuanto antes acabara con ésto, mejor. Escuchó como John ya se quejaba de nuevo... este si era insufrible de verdad.

- Simmons, tendrás que aguantar pasar la noche aquí, así son las cosas. Puedes largarte si quieres - dijo señalando la puerta - de la casa o de la empresa, a tu gusto. 

Posiblemente a John le daba igual, pero si les estaban observando, y Alexander estaba seguro de ello, no convenía decir nada en contra de la empresa. Simmons era idiota y no iba a dejar pasar un insulto así a la empresa.

- Hace frío, pero esta noche hará mucho más. - asintiendo a Julio le comentó - A ver si encontramos a esa mocosa de una vez y nos organizamos. ¿Crees que esa silla servirá para hacer un fuego?.

- Necesitamos un lugar seguro donde encenderlo - el olor a madera quemada estaba lo suficientemente presente como para llevar cuidado si se pretendía encender un fuego - A ver si en la siguiente sala hay una chimenea o algo que nos permita tener calor.

La oscuridad cada vez era más intensa. La noche caía a pasos agigantados, en breve no podrían ver nada en el interior de la casa.

- Hay que racionar el uso de las linternas... porque todos llevamos una ¿verdad? No las usemos a la vez.

Con decisión - seguro que están mirando - se encaminó a la siguiente sala mientras hacía un gesto a Rogers - Veamos qué encontramos ahí a ver si podemos organizarnos para pasar la noche de la forma más cómoda.

Observó a sus compañeros, si se organizaban podrían pasar la prueba sin historias. El problema principal era John, no podía dejar que su pesimismo contagiase al resto.

- Simmons, ¿y si te das una vuelta por la casa a ver si encuentras a la chiquilla mientras nos organizamos por aquí? La casa no es muy grande y no puede estar muy lejos.

Organización. Si cada uno cumplía su parte todo iría bien. Julio revisando la silla por si se puede usar como leña, John buscando a la chiquilla y Andrew y él inspeccionando el salón para ver si se podía acomodar para pasar cómodamente la noche.

¿Qué podría salir mal?

Espero que el señor Hayes aprecie el esfuerzo que estoy haciendo.

Das una patada a la piedra, la cual rueda hacia la espesa niebla que se está formando, pero algo para su trayecto antes de que se pierda de tu vista. Está comenzando a oscurecer y quizás tu imaginación te juegue malas pasadas, pero la piedra ha ido a pararse al lado de unos zapatos infantiles. Las puntas de los mismos apuntaban hacia la casa, como si su dueña se los hubiera quitado y colocado antes de entrar.