Partida Rol por web

La linterna de Rogers apuntó a un rincón vacío, donde antes se encontraba la silla en el suelo ahora no había más que polvo y cenizas. Ni siquiera quedaban algunas partículas en el aire que indicaran que ahí había estado alguien. Tampoco vieron huellas en el suelo, que con tanta suciedad una persona hubiera dejado un rastro.

Alexander bajaba justo por detrás de Andrew, extrañado por la oscuridad en el piso inferior. A la luz de la linterna de su compañero observaba como SImmons iba de un lado a otro quejándose de que le habían tirado una silla.

Entonces se escuchó de nuevo la voz de la niña, lo cual sobresaltó a Alexander al pillarlo desprevenido.

Putos efectos especiales... estoy harto del jueguecito éste... "Monstruo reptante..." ¡¡Por favor!!

Julio parecía que empezaba a ponerse nervioso mientras que Simmons seguía a la suya, mucho moverse para no llegar a ningún lado. Como en el trabajo.

- Olvidaros de la niña esa... centrémonos en la gymkama. Hemos inspeccionado el piso de arriba mientras vosotros jugabais aquí abajo y hemos encontrado un par de pistas, una llave y una identificación. Por lo demás, no merece la pena volver a subir, no hay ventanas y hace mucho frío, no hay dónde guarecerse y pasar la noche. Tampoco hay rastro de la bandera.

Observó la silla rota.

- Nos servirá para hacer fuego, pero antes deberíamos bajar al sótano a ver si encontramos la bandera de una vez, terminamos el juego y descansamos... siempre que no queráis seguir haciendo el tonto...

Enfocó con su linterna al mismo sitio que Andrew desde el que sus compañeros decían que habían tirado la silla.

Deben pensar que soy idiota... seguramente están conchavados con la empresa para probar mis nervios, pero demostráré que soy digno de ocupar un puesto entre la dirección de la misma.

- Centrémonos en abrir la trampilla y vamos a ver qué hay abajo.

La trampilla se encontraba ya abierta, parece que Simmons había conseguido tirar de la argolla con éxito para acceder a lo que sea que hubiera abajo. Al asomar Dupont con su linterna vio el fondo del sótano. El suelo de piedra y unas escaleras de peldaños de madera que daban hasta él.

Las linternas de Simmons y Julio no funcionaban por lo que tuvieron que usar las otras dos que quedaban para guiarse hasta el piso inferior. Bajaron de uno en uno y sin complicaciones.

Enseguida notaron que, a diferencia del resto de la casa, el sótano no había sido afectado por el incendio. A la sala a la que bajaron encontraron varias cajas apiladas que contenían enormes cajas de madera vacías. Las paredes de la estancia son de piedra y solo hay una puerta doble metálica en aquel lugar, con una cerradura con un grabado peculiar.

Miró las ventanas con aprensión. No se... No acababa de estar convencido. Ese tiene mucha fuerza, el de la puerta. Su imaginación comenzaba a dibujar cosas feas.

Y, otra cosa: ¿El perendengue ese le había llamado tonto? Oiga, usté, iba diciendo ya al bajar al sótano, mientras en sus palabras se filtraba el acento de su infancia, aquí naide estamos haciendo el tonto, con todo el respeto, ¿mentiende? La voz tenía un temblorcillo, el sudor del esfuerzo de intentar abrir la puerta se le estaba enfriando, a lo que se unía el fresquito del sótano, y le hizo estremecerse un par de veces. Aquí pasa algo raro, pero raro. Estaba empezando a asustarse, y ya no había filtro de sentido común ni intento alguno de dar explicaciones banales al tema de la silla voladora. ¿Ha visto usté esa silla despiazada? Yo digo que estaba más entera de lo que parecía, con toa la carbonilla, y no se rompe así como así, ni echa a volar. Y no había naaadie más que Simmons y yo y... Que están pasando cosas... ¿Y esa puerta? Miró la puerta. Miró la llave que sujetaba Dupont (el perendengue). Seguía aferrando el madero que había usado para hacer palanca en la puerta.

Habrá que usar la llave... Mientras lo pensaba, se volvió hacia las escaleras para mirar. El tío de la puerta no le daba buena espina.

Andrew estaba entre desconcertado, asustado y ¿motivado?. Por un lado tenía a Simmons y Cruz. Parecían sinceros al decir que aquella silla había volado sola. Si no estuvieran en mitad de una gymkana incluso pensaría que aquello era una de esas historias salidas de uno de los libros que leía en sus ratos libres. Dupont sin embargo, parecía totalmente seguro que aquello formaba parte del juego, era el que debía conocer mejor al nuevo jefe, o al menos eso esperaba de alguien como él, y si quería prosperar en la compañía tendría que dar lo mejor de si mismo.

El muchacho miró al sótano con recelo, dubitativo. En el fondo pensaba que allí abajo no había nada y que todo eso no tenía ninguna buena pinta. Dejó pasar a sus tres compañeros y se quedó el último. Bajó un par de escalones apuntando con la linterna a la sala. Dudó entre quedarse allí o bajar.

- Esto... chicos. ¿Que os parece si uno se queda aquí? - Dijo con voz temblorosa. - No me gustaría que se cerrara, esto, accidentalmente la trampilla, y nos quedáramos encerrados. 

Se llevó la mano al bolsillo donde se había guardado la identificación de la maleta después de enseñarla a todos, y movido por un extraño instinto preguntó a nadie en particular con un casi inaudible hilo de voz.

- ¿Whitewater? - Carraspeó un poco elevando el tono - ¿Señorita, Whitewater? - No sabía si esperar contestación o no, pero la pregunta quedó formulada en el cada vez más tenso y agobiante ambiente.

- Es una forma de hablar, Julio, no quería ofender. Me dejé llevar al ver que habéis perdido vuestras linternas, disculpa.

Alexander era consciente que no le caía bien a la gente, quizás por su forma brusca de hablar y porque siempre ponía su interés personal por encima del de los demás. No estaba acostumbrado a disculparse, pero Julio era buena persona y ciertamente no quería ofenderlo.

Observó el sótano de forma bastante apreciativa.

- El fuego no llegó aquí y está bastante resguardado, no habrá problemas en pasar la noche aquí abajo. Andrew, cruza algunas maderas para evitar que se cierre la trampilla y no habrá necesidad de que nadie quede arriba, hace mucho frío y aquí se está mejor.

Escuchaba como Andrew mencionaba el nombre de la mujer que aparecía en la etiqueta que había encontrado.

- No me suena de nada ese nombre... ¿a alguno de vosotros? - Alexander intentaba hacer memoria.

Por último se encaminó a la puerta que Julio ya estaba examinando, con una sonrisa. No quiso o no hizo caso a lo que Julio indicaba de la silla pensando que seguramente eran excusas por haberla roto... como si le importara una silla vieja.

- Apuesto que la bandera está ahí detrás. - Entregó la llave a Julio para que la examinase - ¿Crees que encaja? Me jugaría la camisa a que sí - No podía contener su alegría, demostraría que su idea de subir primero y bajar después era buena y que había llevado sin problemas al grupo a la victoria.

- ¡ Abramos ! Una vez finalizada la gymkama podremos descansar.

John resopló al ver a aquel idiota hablar siempre con deseos de dar la nota y pisar a los demás en el camino. Ni merecía la pena y mejor ir a su rollo evitando a aquel salvapatrias.

Con aquello en mente saltó al vacío como un acto de fe. Obviando la pregunta sobre la mujer. En los escape Room siempre las pruebas eran incoherentes al principio.

—¿Avanzamos? Que quiero salir cuanto antes —. Propuso secamente.

Dupont abrió la doble puerta y lo que encontraron al otro lado fue un tanto inesperado.

Un templo.

El templo había perdido su antigua gloria y en ese momento solo albergaba telarañas, las propietarias de las mismas y un sinfín de insectos que pululaban por doquier. Al fondo del templo había una exuberante talla de un metro de alto.

Los detalles de la talla eran asombrosos, casi daba la impresión de que se fuera a mover en cualquier momento, lo cual no era tampoco algo tranquilizador. 

Todos vieron primero la estatua, pero lo que llamó la atención de Dupont antes que nada fue un libro en un atril algo apartado.

El becario juraría que una de las paredes de piedra del almacén antes de entrar al templo tenía algún tipo de mecanismo. Aquello podría resultar escondido para un ojo poco experto, pero los ojos de Rogers era algo evidente.

Cuando el otro le pidió disculpas, Julio hizo su teatrillo, mezcla de lenguaje corporal y refunfuños, mientras aprovechaba el terne para recuperar la compostura hasta que, al final del proceso, dio su brazo a torcer y murmuró algo así como "nada, no es nada", agitando una mano como para espantar moscas.

En el ínterin se había abierto aquella puerta abracadabrante, con su correspondiente coro de crujidos y chasquidos y la luz que dirigían Dupont y Rogers basculó de allá para acá, descubriendo hileras de bancos y columnas y, por último, una estatua insólita.

¡Ay, mi madre!

Sería el movimiento de los innumerables insectos que pululaban por doquier, o las siluetas que el polvo dibujaba sobre las cosas, dando un aspecto de nevada obscena al paisaje circundante, o las circunstancias antes vividas que ya le habían hecho mella, y era que enmarcaban la aparición de una estatua que, a pesar de llegar a un ridículo de serie B en otro contexto, rodeada de galas semejantes, produjo en el bedel y en su espíritu sencillo de partidos por la tarde con cerveza y con patatas un estremecimiento que cuajó hasta sus mismas criadillas.

Tanto fue así que, paralizado, incapaz de moverse, permaneció en el umbral mientras los demás investigaban, mirando la estatua, o el lugar donde se encontraba si las luces se aventuraban por otro lado. Aturdido y con el labio inferior colgando cual ropa tendida en el tendal.

Andrew hizo caso a Dupont y colocó uno de los maderos cruzando la salida, para que si por lo que fuera se intentaba cerrar la trampilla al sótano esta quedara bloqueada por la madera. En cualquier caso si había alguien fuera no le costaría retirarlo y dejarlos encerrados.

Temeroso descendió las escaleras de piedra y se adentró en la estancia. Recorrió con la mirada las paredes, la puerta y reparó en el mecanismo. Se acercó y palpó con la mano, con cuidado de no activarlo. - Chicos, aquí hay algo. - Dijo antes de que Dupont abriera la puerta. - Es algún tipo de mecanismo, quizá abra la... - 

Entonces la puerta fue abierta, y una especie de iglesia apareció ante ellos. Andrew dejó su brazo caer del mecanismo y dio un paso hacia delante sorprendido por aquello. Sin duda no era lo que se esperaba. Sin llegar a entrar levantó su linterna y alumbró la estancia. Aquello merecía una fotografía, pero cuando la luz llegó a la estatua Rogers no pudo evitar soltar un grito ahogado. Bajó rápidamente la luz al suelo, pero aquella talla estaba grabada en su cerebro. ¿El movimiento? de la parte inferior de la misma reptaba por su cabeza, mezclándose con las extrañas ideas que comenzaban a surgir en alguna parte de su cerebro. 

Dio un paso hacia atrás, y comenzó a negar con la cabeza. - No... no. Esto está mal. Esa, estatua. Se, se estaba moviendo, estaba mirándome. Directa-mente. - Su mano temblaba y eso hacía que el foco de la linterna no dejara de moverse. Otro pequeño paso para retroceder un poco más. - Tenemos, tenemos que salir de aquí - No sabía porqué, pero estaba temblando. No solo sus piernas o sus brazos, también su alma y su mente se tambaleaban en sintonía.

En ese momento se arrepintió de haber dicho lo del mecanismo; ¿y si activaba algún tipo de trampa?, o puede que despertara algún tipo de bestia, o quizás la casa se volviera a incendiar, o... la mente de Andrew estaba al 100%, pero había entrado en un estado de miedo irracional provocado por la visión de la extraña talla.

¿Una iglesia bajo aquella chabola? Desde luego que aquello era cuanto menos extraño y estaba absolutamente seguro de que aquello poco o nada tenía que ver con lo de la empresa.

—Ehmm... —empezó murmurando buscando llamar la atención, sin embargo los demás parecían estar a su bola—. Definitivamente aquí no tenemos nada que hacer, ahora sí es seguro y oficial que nada tiene que ver esto con la empresa.

—Con lo cutres que son para todo, y según lo que hemos visto hasta ahora... Nada tiene que ver con esto—. Valoró mientras pasaba el dedo por uno de los bancos de la iglesia dejando un rastro limpio. El polvo se acumuló en los dedos y con el pulgar intentó retirar aquel exceso de suciedad.

Aquella escultura era realmente horripilante y nada cristiana. 

—Parece incluso una representación del infierno —valoro mirando las lenguas que parecían serpentear homenajeando a las llamas—. ¿Una iglesia del anticristo?—opinó mentalmente.

Tras pensar aquello empezó a entretenerse por los alrededores esperando encontrar algo útil. Entonces se fijó en Julio:

—Sí Julio, es horrible —dijo al advertir su estado, definitivamente aquel pobre hombre mayor debía ser bastante religioso y ver aquella blasfemia ha debido ser demasiado para sus ojos.

Los ojos de Alexander no pudieron disimular la decepción que tuvo al abrir la puerta aquella y no encontrar la deseada bandera.

Era una iglesia, un escenario de algún tipo de culto, posiblemente de alguna secta olvidada. Observó como Simmons pasaba el dedo por uno de los bancos.

- Simmons, tienes toda la razón, ésto no puede haberlo puesto la empresa. Este recinto es viejo, montar un atrezzo como éste constaría una pequeña fortuna que la empresa ahora mismo no tiene.

Dupont estaba totalmente confundido... algo no iba bien... si todo esto no formaba parte de la prueba... si se habían extraviado... entonces... las voces...

Estaba sacando demasiadas conclusiones que no tenían sentido, ademas se percató que Andrew y Julio lo estaban pasando mal. La estatua del fondo era inquietante y, posiblemente, era la gota que colmaba el vaso del estado de nervios de sus compañeros. Todo el maldito día dando vueltas por ahí para acabar en un sitio como éste era un precio demasiado alto, no podía reprocharles nada.

Tenía que tranquilizarlos, y organizarse para pasar la noche.

- Por lo visto en algún momento nos hemos extraviado, o simplemente la empresa ha montado la prueba desconociendo este lugar. Independientemente de todo esto, hemos fracasado. - La había cagado ante la empresa. Intentaría hacer como siempre, cargar el peso de la culpa en los demás, pero ahora no era el momento.

- Hey, tranquilos, esto no se ha usado en años... muchos años. - Se acercó con cautela a la estatua, retirando las telarañas a su paso. - Esto no es más que una estatua olvidada. - La confección y la talla eran exquisitas con un detalle realmente asombroso. Seguramente sería muy valiosa, pero Alexander no quería vérselas con algún devoto perdido de la secta y no tocó la figura. Ya avisaría en todo caso a la empresa del hallazgo, quizás sirviera como compensación por su fracaso.

- Bueno... en cuanto a la prueba, está claro que la hemos cagado. Salgamos de aquí, está todo lleno de bichos, y cerremos de nuevo la puerta.

Sacó unas barritas energéticas del bolsillo y las mostró a sus compañeros, tenía que animarles de alguna manera.

- ¡Venga! ¡Animaros un poco! Regresemos a la habitación anterior, cerramos esta e intentamos pasar el resto de noche lo mejor posible. No es mucho pero en cuanto acabemos podemos repartirnos ésto, aunque no sea mucho, y cenar algo.

Quizás percibieran cierto tipo de desprecio en su voz, pero era la ley del más fuerte y en cuanto regresasen a la empresa, él salvaría su culo a pesar de ellos. Pero por ahora lo mejor era estar unidos y esperar juntos el nuevo día.

Después, cada palo que aguante su vela.

Lo siguiente que llamó la atención de Simmons en aquella habitación, tras ver la estatua, fue un libro posado en un atril apartado. Una vez que se había visto aquel objeto, era difícil apartar la vista de él.

Al comenzar a salir del templo, Dupont pudo ver el mecanismo del que había hablado el becario. Parecía que no eran estupideces mezcladas con el miedo que sentía al ver la estatua, en la sala anterior y entre las paredes de piedra había un mecanismo escondido.

Dupont salió del templo y creyó ver algo en la pared, se acercó a verlo más de cerca y cuando de sus labios estaba a punto de gritar a Julio que lo tocara, se activó como por arte de magia. Quizás tenía un sensor de movimiento, pero en ese caso no se había activado antes. El lugar parecía bastante antiguo como para tener sensores de nada.

El mecanismo al activarse hizo que un sistema de poleas y piezas mecánicas comenzara a moverse. El ruido no les permitió escucharse unos a otros durante unos minutos. Al mismo tiempo una de las paredes de piedra comenzó a deslizarse hacia un lado, desvelando el cuarto escondido que tenía detrás.

Los haces de las linternas al enfocar al interior no captaron los objetos con mucha claridad al principio, el movimiento de la puerta al abrirse había levantado partículas de polvo que impedían mirar en el interior con claridad. Allí dentro había innumerables botes, probetas, recipientes y todo tipo de instrumental arcaico de lo que sería un laboratorio.

En esa habitación había otras escaleras, que descendían aún más en las entrañas de la tierra.