Partida Rol por web

Habitación situada en lo alto de una de las torres del castillo, adyacente a las habitaciones del Gran Maestre y su aprendiz y criado. Está llena de libros de todos los tamaños, colores y edad, así como estantes con hierbas e ingredientes varios, y muchos frascos que contienen ungüentos, líquidos, pociones y demás. También hay un equipo completo de alquimia para destilar productos y demás tareas que solo el Maestre verdaderamente comprende.

Director, supongo que esta preciada estancia la tengo protegida con siete llaves, ¿o es accesible a cualquier alma en pena que vague por el castillo?

Puedes cerrarla si tú o tú aprendiz no estáis en ella, sí. Aunque eso no significa que sea imposible entrar, tenlo en cuenta. Pero cualquiera que no vaya preparado o te haya robado la llave se dará de narices con la puerta.

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La Torre está separada del resto del Castillo, y conectada con él a través de un pequeño puente de piedra en el primer nivel.

Planta -1: Almacén de material común, ropas, comida, papel...

Planta 0: Acceso y cámara de Jarre, mi aprendiz, también tiene un pequeño escritorio.

Planta +1: El laboratorio propiamente dicho. Aquí es donde trabajo y estudio la mayor parte del tiempo.

Planta +2: Mis dependencias. Aquí trabajo en privado y guardo mis secretos.

Sólo yo tengo las llaves de las 4 puertas. A y B suelen estar abiertas, y tanto Jarre como los criados pueden entrar. C y D las cierro siempre, y sólo yo y Jarre podemos entrar, Jarre siempre conmigo.

Todo perfecto, aunque le daré a Jarre la llave de su propia habitación, que menos para el pobre xD. Una pasada los mapas, los has hecho tú?

Estoy en mi despacho, con la ventana y la puerta cerradas a cal y canto, estudiando bajo la luz de una vela, y por enésima vez, el Manuscrito de Bosek. Me obsesiona y absorbe todo mi tiempo, con este manuscrito podría tener acceso a un poder superior. No le he dicho nada a nadie sobre el pliego, ni siquiera a mi joven aprendiz, y ni siquiera al Summum Maestrum de Roma. Quiero descubrir sus secretos en solitario, sin interferencias. Pero para ello necesito la Gema que se encuentra en la corona del Rey.

En esto, suenan las trompetas que nos invitan al banquete real. -Debo hacer acto de presencia al menos-pienso. Cierro el pliego y lo introduzco en un baúl sellado con un pequeño hechizo que lo hace indetectable. Salgo de mi despacho, dando dos vueltas de llave a la cerradura, bajo la escalera y atravieso el laboratorio, sigo bajando y vuelvo a cerrar con dos vueltas de llave. Salgo de la torre y me dirijo al Salón Principal.

Llegas sin problemas a la entrada a la torre donde habitan el Maestre y su aprendiz. Cruzas el pequeño puente de piedra y te adentras en la primera estancia, un pequeño recibidor sin nada interesante. Unas escaleras descienden hacia la parte inferior de la torre donde se encuentra el almacén de suministros del Maestre. Frente a tí encuentras dos puertas. Una es la del dormitorio de Jarre, el aprendiz del Maestre Francisco, y está cerrada ya que él se encuentra en el Salón Principal. La segunda puerta, situada en un lateral opuesto a las escaleras que bajan, llevan a las escaleras que suben hasta los aposentos del Maestre y su laboratorio. Pero esta también se encuentra cerrada a cal y canto. El Maestre es muy celoso con sus cosas y solo permite el accceso a la parte superior de la torre si él mismo esta presente.

Pateo el suelo, furiosa, cuando me doy cuenta de que tiene echada la cerradura. No puede ser. Me llevo las manos a la cabeza, y luego me inclino para mirar a través de ella. Es vieja, grande y robusta. Suspiro. ¿Y ahora, qué? ¿Merecería la pena bajar al almacén por si pudiera estar guardando... qué sé yo, veneno?

No, tengo que entrar. Es lo que me han pedido. 

Me agacho, dejando el violín sobre el suelo delicadamente, y de rodillas empleo una de mis agujas del cabello para tratar de abrir la cerradura.

Forcejeas un rato con la cerradura, se te resiste al principio ya que es bien robusta, pero tras varios intentos oyes un click que significa que la puerta ha sido abierta. Chirría un poco al abrirse, pero no debería haber nadie cerca de esa zona del castillo. Subiendo a los pisos superiores, llegas al laboratorio del Maestre, donde trabaja y estudia la mayor parte del tiempo. Esta lleno de libros variados, tanto que no hay dos que parezcan iguales. Tambíen hay un equipo de alquimia completo y estantes llenos de pociones, frascos y demás recipientes, unos llenos y otros vacíos, así como hierbas e ingredientes varios.

Las escaleras siguen subiendo hasta los aposentos personales del Maestre, pero antes de llegar a estos encuentras otra puerta cerrada con llave.

Observo todo con atención, buscando cualquier cosa que parezca mínimamente sospechosa: venenos, escritos o cartas. Algo que parezca que está tramando algo.
Aunque me han dado unas directrices tan vagas que no sé por dónde empezar a buscar. Con un suspiro, miro a mi espalda para asegurarme de que no viene nadie, y trato de forzar la cerradura de su alcoba privada.

En el laboratorio nada parece fuera de lugar o sospechoso, pero tampoco entiendes ni la mitad de los cachivaches y demás objetos y sustancias que allí tiene guardados el Maestre.

Esta vez la suerte no te sonríe tanto y te resulta imposible abrir la puerta que da al nivel superior de la torre. Pero al menos no se te ha roto la horquilla por lo que de momento no dejas rastro de tu presencia en aquella zona.

La aguja del cabello se dobla peligrosamente mientras trato de manipularla como he hecho antes. Esa es la señal que me da Dios de que me detenga antes de que me pillen. La clavo en cualquier parte de mi vestido, y recojo todo antes de marcharme. Ya ha pasado demasiado tiempo, pronto me echarán en falta o vendrá el propio maestre. Tengo que pensar otra forma de entrar, no debería ser difícil; quizás quiera una limpieza a fondo para esta noche, en el caso de recibir alguna visita real...

Debería intentarlo por ahí. Pero antes, hablaré con el príncipe. 

Regreso escaleras abajo, cerrando cuidadosamente la puerta del despacho antes de marcharme, y asegurándome de que tanto el abanico, como el violín con su arco están cuidadosamente envueltos dentro de mi delantal.

Tras la escena que había montado el bufón con el pobre y valeroso caballero, Eleanor esperó unos instantes antes de salir del salón. No quería que nadie siguiera sus pasos. Aquel hombre, el comerciante, parecía haberla confundido con una mensajera o algo así. ¿Qué se habría creído aquel hombre?

La muchacha guió sus pasos hacia el despacho del maestre. Su plan aún estaba sin empezar, y el cambio de la reina no hacía sino complicar las cosas. La princesa Elizabeth era una muchacha siempre afable, pero no sabía que esperar de la monarca. Cuando terminara, se pasaría por sus aposentos.

Se paró al llegar a la puerta. No sabía dónde se podrían encontrar el maestre o su aprendiz, o algún alma errante como ella misma. Se inclinó ligeramente , tratando de escuchar por si había alguien dentro.