Partida Rol por web

El comerciante O´Connell se acercó y comenzó a dar algunos detalles confusos sobre temas de trabajo, y en ese momento el mozo cayó en la cuenta de que había olvidado su promesa de hacía un rato de qu aquella sería la última copa de vino. Dejó la que sostenía sobre la mesa y palmeó la espalda del comerciante amistosamente.

- De acuerdo, de acuerdo... como vos digáis. Si os parece podéis darme los detalles mañana en las caballerizas, porque allí es donde volveré a estar - señaló hacia algún punto incierto, lejos, fuera del hermoso salón. - Pero esto es una fiesta, caballero. Relajaos! Disfrutad! Veis al bufón? Este número lo clava, según dice.

Y así fue.

Edmund se levantó de la silla y sintió un leve mareo, pero logró acercarse al herido, aunque más atraído por la cercanía de las damas interesadas maternalmente en el herido que preocupado por la suerte de este.

- Puedo ayudar en algo? - preguntó.

Observo que Ibb y Edmund se han acercado también para ayudar al malherido Sir John Moore. Me llama la atención que una joven noble también se haya levantado e incluso haya rasgado los refajos de su falda para ofrecer a Ibb algo de tela con la que taponar la hemorragia.

Los reyes aún no se han pronunciado acerca de qué hacer con el herido, y el Gran Maestre todavía no se ha acercado a ayudar. Me aparto a un lado para que Ibb pueda taponar correctamente la herida con los vendajes improvisados que lleva a mano.

-Creo que deberíamos trasladarlo a las dependencias del Gran Maestre, donde este pueda atenderlo, pero si no lo movemos con cuidado podría desangrarse -expliqué a los dos sirvientes, entre leves susurros.

Asiento con la cabeza, abriendo mucho los ojos frente a las palabras del guardia. 

-Deberíamos ir Kurr y yo -reflexiono, mientras aprieto la herida para evitar que se desangre mientras hablamos. Ya estoy empapada de sangre hasta los codos. Estoy estropeando mi mejor vestido por culpa de las tonterías del bufón. Cierro los ojos, disgustada. Espero que al menos este hombre sobreviva- Edmund, ve a pedirle la llave al maestre. Nosotros nos adelantaremos. ¿Os parece bien, Kurr? ¿Podréis cargar con él hasta la torre?

Si no fuera por que solo estorbaría, me acercaría al joven Sir Moore para ayudar.  Descartada la idea por poco practica decido en su lugar dirigirme, a paso ligero, directo hacia en bufón.

-Fue una espectacular demostración de habilidad, hasta te pediría que me enseñases como hacerlo... si poseyera la pericia y el tiempo suficientes para lograr aprenderla- pongo mi mano sobre su hombro- Es una pena que la actuación vaya a concluir con una nobiliaria brocheta de alta cuna y con Ibb persiguiéndote con la escoba por darle mas trabajo...

-Creo que podría cargar con él, joven Ibb -comento, tomando a Sir Moore desde su espalda y levantándolo solo unos veinte centímetros del suelo. Procedo a intentar tranquilizar al noble-. Aguantad, Conde. El maestre os sanará. Dentro de poco, esto sólo será una anécdota para vos.

La sangre siempre es aparatosa y Edmundo no estaba muy seguro de la gravedad de la herida de sir John pero no pensaba ponerlo en duda. Si había suerte, el caballero tendría una bonita anécdota que contar a las damas, y una hermosa cicatriz que enseñarles. De lo contrario...

Se levantó, la neblina del vino despejada de su cabeza y miró a su alrededor en el salón, sin conseguir localizar al Maestre.

- Maestre! Maestre!! - gritó mientras sec habría paso entre los curiosos aquel les rodeaban. Luego masculló para si, enfadado. - ¿Dónde se mete ese viejo cuandonsenle necesita? - Y volvió a gritar. - Maestre!!

Mientras todo el mundo atendía al herido Sir John Moore, el bufón se había dedicado a recoger sus puñales, limpiando cuidadosamente el número nueve sin atreverse a mirar al Rey y la Reina. Le iba a caer una buena por mancharlo todo con sangre de un invitado… Y mientras sacaba brillo a su puñal, el otro Sir John se le acercó para charlar un poco, conversación en la que Enzo participó gustosamente en un tono discreto.

 -Vuestras palabras son muy amables, Sir Dilheen. ¿Puedo llamaros Sir Dilheen? Oh, y os aseguro que no es nada sencillo aprender a lanzar cuchillos con maestría, yo llevo años practicando y ya veis cómo ha acabado todo para el pobre Sir Moore.

Dejó de limpiar un momento para mirar al noble invitado.

 -Os veo extrañamente tranquilo. ¿Debo suponer que Sir Moore no os caía bien? Oh, no me lo digáis, ¿os robó la prometida tal vez? ¿O a vuestro caballo? -se quedó falsamente pensativo unos instantes- ¿Al caballo de vuestra prometida?

Veo que Edmund, solícito, se levanta rápidamente para buscar al maestre. Me vuelvo hacia Kurr, frunciendo el ceño.

-Vámonos ya. -Ordeno, mientras me pongo en marcha. 

Antes de salir, me detengo junto a Lady Katherine.

-Muchas gracias por vuestra ayuda. Le pediré a la modista que repare vuestra saya u os confeccione una nueva.

Ensayo una breve reverencia, y doy un par de pasos rápidos hacia el guardia, hasta alcanzarle.

-Si gustáis podéis llamarme John... -tras la curiosa ronda de preguntas de Enzo niego con la cabeza- Y no, no me cae mal Sir Moore, es un buen chico... pero perdiendo la calma no voy a solucionar nada y además, él ya está en buenas manos.

El rey se levanta de su asiento, lo hace por primera vez en toda la celebración. Decir que tiene el rostro disgustado, sería decir que lo tiene como siempre, así que vamos a subirle un par de niveles. Está contrariado. No ha hablado durante todo el banquete y nadie ha osado hablar con él, excepto la reina, o sea que estaba siendo una velada perfecta, aun rodeados por idiotas.

Sin embargo, el bufón tras unas cuantas acertadas actuaciones ya me ha complicado la vida, un montón de explicaciones tendré que dar y a muchos nobles denotar tranquilidad, que no puedan ser apuñalados impunemente en el salón del rey debería ser dado por seguro. Pero el maldito bufón tenía que usar cuchillos de verdad.

-Tomo por cierta la afirmación de capitán que el asustadizo chiquillo se ha movido, cuando juegas a ser mayor, esto es lo que suele pasar-hace un gesto con la mano- sacar a ese chaval de aquí, que está manchando mi suelo- se deja cubrir por unos de los sirvientes con la capa y cuando le quitan la silla para que se pueda mover, da un paso a un lado- en los antiguos banquetes se decía que se continuaba toda la noche haciendo toda clase de brutalidades y juegos con fuego, cuando corría la sangre significaba que la velada había tocado a su fin- Dedica una última mirada de disgusto a Enzo antes de girarse para encaminar la salida, tendría una charla con él más tarde.

Se dio la vuelta y espero por la reina para retirarse de la comida de recepción. A estas alturas ya no se preocupa de sus hijos que estarán haciendo cosas, casi seguro, irresponsables y pendencieras.

Esperad Ibb. Me gustaría acompañaros. Creo que necesito tomar el aire. 

Cargando con el malherido Sir John Moore, Kurr se dispone a abandonar la sala junto con Ibb. Las palabras de Lady Katherine le hacen detenerse un instante para dirigirse a la joven noble:

-Sois valiente, Lady Katherine, pero no creo que una dama como vos deba presenciar tanta sangre, pese a que estoy seguro de que vuestra compañía agradaría a Sir John cuando se halle recuperado.

El espectáculo es desagradable pero veo como parecen ocuparse del pobre malherido Ibb y el guardia, en cuanto a Katherine parece que va a irse con ellos asi que también es hora de que me vaya yo. Decido abandonar la estancia ahora que mi padre se ha pronunciado y parece que también va a hacerlo, así no se preocupará por mi y no saldré mal parada. 

Abandono el Salón Principal.

El bufón asintió entendiendo.

 -Sí, la verdad es que razón no os falta, John…

Entonces el rey se levantó y dio su discurso de cierre del banquete, lo cual hizo suspirar al pobre Enzo. Miró a John Dilheen y le hizo una reverencia.

 -Creo que debería ir a implorar al Rey que no me azote por haber ensuciado su sala de banquetes. Ha sido un placer charlar con vos, John. Buscadme si queréis charlar un poco más.

Y tras decir aquello, el bufón cogió sus cuchillos y fue a guardarlos en su baúl antes de salir de la sala.

Tras hablar un poco con Sir John Dilheen, el bufón se despidió de él con una reverencia y fue corriendo a guardar los puñales empleados en su último truco. Tras cerrar su baúl de cachivaches, salió de la sala de banquetes directo al pasillo.

La velada había transcurrido con total normalidad desde su inicio, el banquete había resultado perfecto y los diversos números realizados, tanto la virtuosa actuación del príncipe como las representaciones del bufón de la corte, habían levantado el ánimo y entretenido con gran maestría a los invitados, que respondieron al final de cada actuación con un estruendoso aplauso.

Así sucedió hasta el último número de Enzo, en el que, desafortunadamente, se produjo la catástrofe. ¿Se habría movido de verdad el conde Sir John Moore? ¿O simplemente había fallado la puntería del juglar? ¿O... quizás era que no había fallado? El dilema fue zanjado por el Rey antes de que el asombro y angustia por lo sucedido dieran lugar a los cuchicheos entre el resto de invitados. No estaba bien derramar la sangre de alguien al que se había tomado bajo techo, pero Sir John no había podido aguantar la tensión y en el último momento había intenado escapar de la prueba, precipitando su final. Así lo había dicho el Rey y así debía ser creido.

La ayuda se lanzo enseguida sobre el herido. El Capitán de la Guardia Kurr y uno de sus hombres alzaron al agujereado conde mientras la criada Ibb se afanaba en limpiar la sangre y taponar la herida como podía, con la sorprendente ayuda de Lady Katherine. El Maestre de inmediato llamó a su aprendiz y lo mandó a su Torre, a recoger y traer los utensilios necesarios para sacar el cuchillo y coser la herida - Llevad al Conde a sus aposentos, una vez termine de curarlo será mejor no moverlo, que se quede ya descansando en su alcoba.

El grupo abandonó la sala por la puerta principal, mientras aquellos que quedaban en el Salón se recomponían y murmullaban sobre lo ocurrido. El banquete había acabado definitivamente, y una vez el Rey se dispuso a abandonar la sala, el resto de invitados lo imitó, quedándose poco a poco vacía, a excepción de los criados que limpiarían los restos de la velada, y aprovecharían para dar buena cuenta de las sobras que hubieran quedado en los platos.

Ahora que todos empezaban a retirarse, Héctor se acercó a su amo por si necesitaba cualquier cosa o que lo guiaran hacia sus aposentos, acercándose a su oído para decirle algo en privado.