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CASTILLO DE AGUASCLARAS: PATIO DE ARMAS:

- El patio de armas, o simplemente patio, de Aguasclaras es el espacio abierto entre los muros y entre los edificios que componen la fortaleza. Es el lugar de paso constante de personas y animales.

En los Años de Verano se cubre de maleza y se vuelve lodoso en las épocas de lluvia. Suele estar cubierto de excrementos y porquería procedentes de los establos, la porqueriza, los gallineros, la herrería y la curtiduría y talleres.

En los Años de Invierno es normal que quede cubierto por una capa de hielo y nieve. Es entonces cuando más limpio está y cuando el olor del cieno no resulta tan desagradable.

- Los peones son los encargados de recoger toda la porquería y el estiércol, pero siempre hay más y a veces no dan a basto, por no hablar de que gandulean siempre que pueden.

- En los calurosos Veranos, es normal que los hombres de armas entrenen contra estafernos o en luchas de entrenamiento entre ellos en el patio, a la intemperie. El Forestal y los cazadores, en cambio, prefieren entrenar fuera de los muros del Castillo. En los fríos Inviernos, los combatientes entrenan como pueden en el interior de los edificios.

AÑO 140, PRIMER PADRE DE LA PRIMERA LUNA. MEDIODIA.

- El jinete libre Caster "Caracortada" llega desde la explanada ante el Lago Aguasclaras que hay al Sur del Castillo. Atraviesa las puertas abiertas de la fortaleza y atiende a su caballo en las cuadras del castillo. Después aguarda en el Patio de Armas, junto al rastrillo interior.

- Ser Baltrigar, Clarissa, Beldyr, Brandon, Brocelyn, Carlysle; Ser Trycian y Plumby, regresan al Castillo procedentes de la explanada al Sur del mismo, junto al lago Aguasclaras.

PRIMER PADRE DE LA PRIMERA LUNA, AÑO 140 D.A.

AVANZADA LA TARDE.

Baltrigar encabezaba la marcha de su familia. Saludó con un cabeceo a Cáster. El hombre había estado toda la ceremonia vigilando, y luego había regresado a su puesto en el patio para proteger el castillo como era debido. Era un buen soldado, y Baltrigar agradecía que Ser Hadder pudiera contar con hombres como él.

- Vamos. - Indicó a toda su familia. Miró a Clarissa un momento. - Debemos acostar a Brandon, ya mañana tendré unas palabras con él. - Los ojos del progenitor pasaron a su segundo hijo, que seguía en sus brazos en silencio, probablemente mareado por el efecto del alcohol.

Su esposa llevaba todavía al pequeño Carlysle en brazos, y Beldyr caminaba junto a Brocelyn sin despegarse de su hermano. Baltrigar sospechó que a lo mejor le caería a él parte de la bronca por haber perdido de vista a su hermano menor. Por el momento no hizo nada para quitarle esa idea de la cabeza.

Encaminó sus pasos hacia la casa de los abanderados donde toda la familia tenía sus aposentos. Se hacía tarde y al día siguiente tenía muchas cosas que hacer.

Llamo la atención de mi hermano tirando de su camisola. Cuando este me presta atención le digo en voz baja.

- Beldyr, ¿por qué papá está tan enfadado?

Miro a mi hermano pequeño y le respondo intentando que mis padres no me oigan.

- Porque Brandon y yo no hemos actuado como Padre nos ordenó. - le susurro. Ahora calla no vayamos a empeorar la situación.

Dicho esto vuelvo a guardar silencio mientras nos dirigimos a nuestros aposentos.

Clarissa asintió a las palabras de su marido y dedicó una mirada preocupada y reprobatoria a Brandon. ¿Cómo se le había ocurrido emborracharse? Si ni siquiera tenía diez años.

Pensó que quizá aquella era una forma de llamar la atención. Después de todo, Beldyr era el hermano mayor, el primogénito, quien recibiría el trato que debían recibir los nobles. Brandon no había sido designado para ser tratado como un igual junto a Beldyr, y la gente tendía a prestarle más atención al heredero. Tampoco era tan pequeño como para necesitar su atención constante. Brocelyn y Carlysle ya ocupaban lo suficiente su tiempo. 

Suspiró hondo, y se dio cuenta de que tras pensar aquello su enfado había mermado, a pesar de no haber desaparecido.

Tras entrar en el patio me dispuse a seguir hasta la casa señorial, en las habitaciones de la servidumbre donde se encontraba mi habitación.

Ser Hadder atraviesa el patio del castillo con Lady Olenna del brazo, deseándo llegar cuanto antes a su mullida cama y dormir a pierna suelta hasta la siguiente mañana. Por el camino, saluda con la cabeza y una sonrisa amistosa a los habitantes del castillo que encuentra a su paso.

Que raro... pienso al ver como el castillo se balancea delante de mis propios ojos... más que balancearse, hasta los propios muros del castillo parecen moverse... ondularse y volverse borrosos... mis ojos se cierran... el castillo parece desvanecerse...

Cuando vuelvo a abrir los ojos, veo que estoy entre los brazos de padre... ¿qué ha pasado?... todo se oscurece de nuevo a mi alrededor...

Veo de nuevo los muros del castillo, pero su cara interior... debemos de estar en el patio... puedo ver como la gente pasa a nuestro lado sin detenerse...

Miro a mi padre... parece que está enfadado... Papá... ¿qué está pasando?... mis ojos vuelven a cerrarse antes de escuchar la respuesta de mi padre...

- Duerme hijo. - Repuso Baltrigar con voz suave a Brandon. - Calla y duerme. Necesitas descansar. Ya hablaremos mañana. - 

Por un instante miró con cara de preocupación a su hijo. Al menos no era nada grave, él había tenido su primera resaca a los 14 años. Brandon era mucho más joven, un niño todavía claro estaba. No estaba preparado para eso, pero los niños nunca hacían esas cosas con mala intención.

Baltrigar suspiró, lanzó una mirada de complicidad a Clarissa y sonrió. Ambos sabían que sería duro ser padres. Tendría sus momentos buenos y sus momentos malos. Pero los buenos superarían a los malos con creces, siempre lo hacían.

Sin haberse dado cuenta, a Ser Baltrigar se le había pasado el enfado. Aunque ello no quitaba que al día siguiente tuviera una charla muy seria con su hijo.

Eulocis acompasó su paso al de Ser Hadder y su familia. Todos se dirigían al mismo edificio, a la Casa Señorial. 

Una vez dentro ya se separarían y cada uno iría a sus aposentos. El Septón se encontraba algo cansado después de toda la jornada. Desde luego que ya no estaba para tanto ajetreo. Sus viejos y cansados huesos no eran lo que habían sido en su dorada juventud.

Con paso lento pero decidido, Eulocis permitió que Ser Hadder y los suyos entraran delante de él en la Casa Señorial. En cierto modo era una muestra de respeto.

El gentío comenzó a reunirse en el patio, todos retirándose. Con mi madre del brazo, comenté que quizá tendríamos que haber esperado algo más antes de retirarnos para evitar de nuevo la concentración de gente. Nuestra conversación es vanal, simplemente comentando lo bien que lo pasamos en el banquete tras el lamentable incidente con el que dio inicio la ceremonia.

Más tarde llegan al castillo procedentes del lago:

Patrycia se dirige del brazo de su hijo a sus aposentos, pero sin evitar mirar hacia atrás un par de veces, buscando con la mirada a su otro hijo o su marido

- Ser Baltrigar se dirige con su esposa e hijos a sus aposentos en la casa de los abanderados.

Abre los ojos lentamente, para mirar donde estaba. Aun no había llegado a su habitación, busco con la mirada a su padre, pero no lo vio, seguramente ya entro en el castillo. Se recostó de nuevo en el hombro de Vesania y cerro los ojos. 

-Tranquila, Madre. Ya sabes cómo es Padre. No consentirá en retirarse hasta ser el último ahí fuera, como hace siempre -sonreí, sin parar de caminar- Y he visto a Horace corretear por ahí. Ahora volveré a por él y le mando a su habitación.