Partida Rol por web

Con profunda tristeza, el anciano asintió a las palabras de Sorek y suspiró, infinitamente cansado. Con un cansancio tan viejo como el mundo. Sus viejos huesos parecían más frágiles que antes y su rostro era un pozo donde la pena hizo nido.

—Sabía que responderías así. Pero creí que había alguna posibilidad de que regresaras a Él. No te escuchas ni me escuchas. Te has cerrado tanto que ya no sientes más que tu propio dolor y solo sabes lamerte las heridas. Como si no hubiera otra cosa en el mundo que tu dolor... ¡Ni tus oraciones llegan a Él! —dijo, negando repetidamente con la cabeza. —No ofendas a estos viejos oídos nombrando a los inocentes, por favor. Hazlo por ella, al menos. ¡Ya que ni a Él escuchas ya! El dolor te ha cegado y te ha encerrado al punto que solo tú y tu dolor importa. Ni Él, ni ella, ni aquel sueño que fue un niño, ni ninguno de los inocentes. No puedes salvarlos si no te salvas, y lo sabes. Nada corrupto puede ayudarlos, porque los mancha. No escuchas… No.

Entonces alzó la voz, y un leve matiz de impotencia tiñó sus palabras:

—¿Crees que no sé que están cociendo allá? Los escucho, los veo ahora mismo. Allí —exclamó señalando hacia el norte, donde se encontraba la fortaleza. — Allí, solo pretenden salvar sus intereses y con hueras palabras celebran pactos y sirven en bandeja de plata la traición. Allí se olvidaron de ellos, de los únicos que valen. De los inocentes. Pero ya no recuerdas que es eso, no puedes verla cuando está ante tus ojos. Y eres peor que ellos, porque te crees tus patrañas. “No permitiré que los inocentes mueran sin hacer nada, no veré el sufrimiento en los inocentes mientras me queden fuerzas” dices. ¡Tú ya los has abandonado! Y ahora luchas contra el dragón, que no es otra cosa que tu soberbia, con tus aguijones de odio... Te conozco más que tú mismo, llevo toda una vida amando, sufriendo y viviendo cada instante de tu vida. Aún recuerdo cuando soñabas, cuando reías. Y cuando tu mano se posaba en un vientre pletórico de vida. No, no fueron ellos. Fuiste tú quien la mató. Fue tu soberbia, tu ira… —Hizo una larga pausa y sus ojos se volvieron hacia el claro. —¿Recuerdas los ojos del que le disparaste hace un rato? Te eran familiares porque eran tus ojos. Aquel era una alegoría de la soberbia, la misma que te hizo olvidar a los tuyos… También era una premonición, porque será tu propia soberbia la que te mate. ¡Y ahora reclamas por una mísera muerte que te envíe con los tuyos! —Niega, incrédulo. —Estás muy lejos de ellos, muy lejos. No hay soberbios entre los inocentes, no en Su Reino. Ella está en paz, y tú no tienes paz. Fuiste tú quien separó sus camin…

Un violento acceso de tos lo interrumpió; tras una breve pausa, continuó:

—Creí que podías retomar el camino, que podías deshacer lo que la Inquisición había sembrado en ti, y que tú luego abonaste… con ira, con soberbia, con egoísmo. Quise ofrecerte una oportunidad. Quise ayudarte a luchar por ellos. Para ellos, y no para tus patéticos lamentos. Quise hacerte recordar eso que fuiste y que amaste, pero es inútil. Eres como ellos. Quizá peor que ellos…

Su respiración se hizo entrecortada, y su voz se transformó en un susurro.

—Pero no te engañes: Él no te guía, eres tú quien guía tus pasos hacia la destrucción. Él es vida, Él es amor. El es luz. El odio nada tiene que ver con Él. Tus miserias tampoco. Él está con ellos, con los simples, los inocentes, los sin tacha. Tú los has abandonado, Él no.

Entonces una palidez espectral envolvió sus facciones.

—Tampoco estaré yo. Ya no. Estás solo. Porque no te tienes ni a ti. Porque eres una cáscara vacía. Has olvidado hasta tu alma. Serás tú quién regrese al redil. Con su rebaño. Ya no escucharé tus oraciones ni intercederé por ti. Hueras palabras.

Y fue convirtiéndose en una criatura terrosa, en un viejo árbol seco. En mera sombra.

—Ahora vete. Debo salvarlo, he sometido su cuerpo a demasiadas emociones. Quizá hubiera sido mejor si me presentaba ante ti tal cual me creo Él —sonrió con una mueca agridulce—: te hubieras quemado. Solo los puros pueden enfrentarse a la luz. Los impíos son como aquellos que pretendes cazar, los mata la luz.

Dicho esto, fue como si Sorek ya no estuviera allí. Cerró los ojos y oró en silencio. Un halo luminoso envolvió al anciano hasta extenderse más allá, encegueciendo al ex inquisidor y aturdiendo sus sentidos. Cuando abrió los ojos, el anciano lo contemplaba con una luminosa sonrisa.

—He tenido un sueño hermoso: soñé con el Pastor y que uno de sus ángeles vino a visitarme. Dicen que es de buen augurio. A todo esto —sus cristalinos ojos buscaron en derredor—, ¿dónde se metió mi pequeña?

—¡Abuelo! ¿Lo viste? Se fue hacia la luz y brillaba como el sol…

El viejo asintió con una sonrisa tierna a la pequeña que regresaba dando saltos y tirando de las riendas de una vieja mula y del caballo.

—Tienes suerte: tú puedes verlos, todos los niños pueden verlos. Los ancianos debemos conformarnos con soñarlos. ¿Y ese caballo?

La niña rió con voz cantarina y en sus enormes ojos brilló el mundo y toda su inocencia.

—¿Ya no lo recuerdas? ¡Todo lo olvidas! —regañó dulcemente— Es de tu amigo —dijo, al mismo tiempo que señalaba a Sorek y le entregaba las riendas del animal. —¡Estoy hambrienta!  —exclamó y acercó al cuenco que descansaba junto a las brasas.

—No olvides tus oraciones.

—Gracias, Señor, por… —recitó la niña.

Y mientras esto ocurría, sobre ellos se alzaba una fría y luminosa mañana bajo un sol resplandeciente que calentaba los huesos de los humildes.

De los simples.

Los inocentes.

Cuando se va sólo quedan en mi emociones, demasiadas emociones, tristeza, rabia, soledad, amargura...

¿Qué es lo que esperabas? me la arrebataste, sin ella no soy nada, Tú que todo lo puedes no fuiste capaz de salvar a la única persona que he amado, me dejaste sólo en un mundo cruel y despiadado, como un niño que se queda sin madre, sin que ni siquiera le haya enseñado a andar y ya está solo...

!¿Y a quién proteges?! Los inocentes mueren y el mal prospera, buscabas un héroe en un muerto, mientras el resto está abandonado  su trágico destino.

Intento serenarme. Miro al anciano.

-Debes tomarte la tizana.- Digo con voz quebrada.

Miro a la niña, y pro primera vez sonrío de verdad. Me acerco a ella y me arrodillo, me quito mi crucifijo y se lo pongo.

-Ten, a mi me ha protegido durante estos años, ahora te protegerá a ti... Necesito estar solo un tiempo, cuidad del caballo en mi ausencia por favor.-

Me dirijo al bosque, y me siento en medio de la nieve, me concentro e intento meditar, tengo muchas cosas en las que pensar en estos momentos, solo... con mi arma como único compañero silencioso.

Te alejas hacia el bosque, notas una extraña paz en el aire, hacia frío, demasiado frío, tal vez era hora de partir hacia un destino extraño, no uno terrenal, uno que iba más allá del tiempo y del espacio conocido, estaba ahí tu arma, dispuesta a seguir tus ordenes, solo necesitabas jalar el gatillo, colocando el cañón hacia tu cráneo.

¿Quién te recordaría? ¿Quién lloraría tu muerte? Tal vez tus ropajes y tu arma servirían a algún viajero o a algún bandido, eso ya no sería tu incumbencia, tu estarías luchando tu propia batalla en el infierno, donde tal vez te aceptarían aún más que en ese lugar, donde a los que juraste lealtad te echaron no una, sino dos veces, ya estabas cansado de seguir luchando contra algo que sencillamente ignoraba tu existencia.

Has rezado una y otra vez, cada día, cada paso, cada acción tuya iba con una plegaria y no has recibido respuesta, todo porque la ira te había cegado, pero como explicar que solo te quedaba ira para seguir luchando y viviendo.

Ahora no tenías rumbo alguno, destino, objetivo ni marcha, ¿Dónde ir? ¿A quién acudir? ¿Por quién luchar?

Los dragones se avecinaban si…pero que podía hacer un simple pistolero contra ellos, no tenías posibilidad alguna…el frío comienza a entumecer tus huesos, era algo de ahora o nunca.

Jala el gatillo de una buena vez o busca un refugio donde acumular tus penas, llorar como un perdedor y esperar una señal para obtener algo por lo que quedarse aún más en este pútrido mundo.

Por un momento, las ganas de apretar el gatillo se vuelven irresistibles. Podría estar soltando toda la rabia acumulada, por toda la eternidad, la muerte y el dolor se volverían tan dulces... 

Sin embargo, no volver a ver mi amada esposa hacen que refrene mi mano, que ya tenía agarrado el fusil.

Me siento cansado, impotente, sin saber que hacer.

De repente una cara aparece en mi mente, la niña que acabo de conocer, esa inocencia, perdida en este mundo salvo por los más jóvenes.

Mi mente se despeja por un momento. Unos días para reflexionar, dijo ese estúpido "ángel" bueno, quizás puedan servir para algo.

Con mucho esfuerzo, como si hubiese envejecido 20 años de golpe, y no me quedasen fuerzas me levanto. La muerte podría esperar unos días.

Decides hacer esperar a Azrael, te sientes de cierta manera orgulloso de ello, el frío te obliga a volver donde el fuego calentaba el cuerpo de uno, pero ya no ves a nadie en la cabaña, era de esperarse, de cierta manera al menos.

Por vez primera, en años, duermes en paz, sin molestias, sin despertarse con dolores en el cuerpo ni con esos aguijones molestosos que surgen de vez en cuando en el corazón.

Cuando recoges tus cosas, escuchas a alguien hablando con otro más, alguien que pareciera molesto con el otro, puede que sean simples caminantes, pero la voz de quien hablaba te sonaba molestosamente familiar, se encontraban no muy lejos, cruzando un corto trayecto de bosque hacia el norte, tal vez a unos 5 metros o menos, pero no sabías quienes eran y que podían hacerte al verte, pero al final, era tu decisión acercarte a ellos o alejarte.

Escucho voces, una me es familiar. Al final la curiosidad me vence y me acerco, miro al suelo, no hay nada con lo que tropezar, observo que hay un árbol a un par de pasos, me acerco en absoluto sigilo. Me pongo de espaldas, porque no voy a asomar la cabeza y que me vean, saco mi bayoneta y la asomo, muy ligeramente, para que me haga de espejo, así le podré ver y las posibilidades de que me detecte son mínimas

Observo, quienes son, uno es el hombre-gato que vi en el consejo... el otro es el consejero que intentó matarme.

Mi mente trabaja rápido, es un mago demasiado poderoso, pero ya todo me da igual, intento matarme y es lo único que me importa.

Parece no haberme visto, aunque es posible que solo finja, pero me da igual, me agacho en absoluto silencio y pongo nieve sobre mi rifle, para que no lo distinga, y le apunto al ojo derecho. Aguanto la respiración, hace que mi pulso sea mas firme e impedirá que ambos vean el vapor que sale de la respiración.

Por una milésima de segundo dudo, viendo la cara de la niña, pero ya tiene mi crucifijo, nada más puede tener de mí, sin embargo hay otra persona que quizás pueda volver a verla pronto...

El syrolutha te libera de tus ataduras hechas por raíces, pero te envenena para que no puedas hacerle nada mientras tomaba tu arma y tus municiones, dejándote ahí sin forma alguna de defenderte más que tus manos e ingenio.

No tenías un destino certero, y el día aún se presentaba con sol potente, al parecer era mediodía recién.

Tenías hambre y rabia, el veneno dejo ciertas secuencias en tu forma de moverte, como pequeñas zonas sin sensibilidad y un parpado sin abrirse por completo.

Aun tenías raciones para consumir y  tras comer un poco, en el aire surge la gran pregunta: ¿Qué hacer ahora?

Me levanto con un serio mareo. parece que ese veneno no me sienta muy bien.

Me dirijo hacia la casa, allí tengo el resto de cosas, podría fabricarme otro rifle aunque necesitaría conseguir piezas y fabricar otras... por suerte en mi kit de herramientas tengo la mayoría de cosas necesarias... al final lo único de valor que se ha llevado es la mira y no por los aumentos, que sólo son lentes, sino por el visor nocturno.

Mientras camino recojo algo de nieve y me la pongo en la herida, para que haga que los vasos sanguíneos se contraigan y deje de sangrar rápidamente.

Llegas a la casa abandonada, imaginando alguna manera de conseguir materiales para armar otro rifle, cuando oyes que alguien se acerca rápidamente, no pudiste reaccionar a tiempo para darte cuenta que era un syrolutha, uno de vestimentas extrañas, bastante típicas a la gente de Bant´omun´quenat, lo que era raro en esos lugares tan alejados.

El syrolutha con un acento extraño solo dice:

- ¡Oh! Cuanto lo siento buen señor, pensé que estaba deshabitada la casa, el frío afuera es insoportable y mi vehículo se quedó ya casi sin cristales, ¿le importaría que me quede a hacerle compañía? Tengo fuego y comida… - los ojos de la criatura eran amplificadas por unas gafas, notas que llevaba un arco común y corriente, se quedó ahí mirándote, esperando tu aprobación -

Levanto una ceja, extrañado por las vestiduras, no esperaba verlas por aquí.

-Y está abandonada, me la encontré anoche... Pero sí pasa, también tengo algo de comida que podemos compartir...  pero... ¿Un vehículo? Hace bastante que no veo uno ¿Cuál es?-

Paso dentro y le indico que pase.

-Como puedes ver está abandonada, anoche llegué muy tarde y no he tocado nada, ni siquiera he encendido un fuego, pero creo que ahora si será necesario.

- Es usted muy amable señor… - esperando que le digas tu nombre, hace una leve pausa - …mi nombre es Hengryd Ralak, ingeniero de Bant´omun´quenat, bueno, al menos lo era hace unos años, ahora solo me dedico a viajar y a vender alguno que otro artilugio tecnológico que encuentro o creo por ahí…¿mi vehículo? Claro, fíjese - te lleva afuera y te muestra una maquina tosca pero aparentemente potente - es una motocicleta, muy  vieja la pobre, pero útil, viajar en ella durante estos climas es un martirio, al igual que ir por esta zona repleta de bandidos quienes más de una vez me la han tratado de arrebatar, pero por suerte, solo responde a mi tacto, un viejo truco que me enseño un viejo sacerdote enano, seguidor de Omnissiah… -

Comienza a despojarse de sus gafas y casco mientras ingresa de nuevo al edificio.

- Permítame facilitarle el trabajo… - coloca una mano de manera vertical y con unos raros movimientos, logra sacar fuego de su muñeca, no era magia, era un artilugio de los que él hablaba, logrando así encender una fogata en cuestión de segundos - …la ingeniería es un camino que te permite inclusive sobrepasar a la magia si eres los suficientemente abierto de mente y paciente para aprender - suelta una sonrisa alegre, mostrando sus colmillos felinos -

Se quita el arco y se acomoda en una esquina, recostando su espalda por una fría pared, saca de su talega algunos trozos de cecina de puerco, te pasa un par a modo de compartir contigo.

- Y dígame señor, no tiene pinta de bandido ni de comerciante… ¿Qué hace un humano como usted por estos lares? -

Sonrío. -¿Un encendedor? No soy un inculto, se algo de mecánica, aunque reconozco que mis estudios son muy limitados, se basaban sobre todo en mantenimiento de mi rifle, un francotirador M110 que modifiqué a mi estilo.- Hago una mueca. -Y que me acaban de robar. De echo me dirigía aquí, y no al pueblo cercano, porque es donde tengo mis cosas, entre ellas mi antiguo kit de herramientas.- Lo cojo y lo abro. -Es algo viejo y no es tan extenso como me hubiese gustado, pero es de excelente calidad y lo tengo en buen estado. Espero que ahora pueda hacer un nuevo rifle, aunque me temo que necesitaré como mínimo un herrero para que me haga el armazón extermo y las piezas internas, el resto lo puedo sustituir por caucho, que hay mucho.- Señalo el bosque.

Observo su moto y asiento. -Si uno de mis jefes tenía una, y hacía tiempo que no escuchaba del dios máquina, llegue ha aprender cosas de sus seguidores, los ingenieros enanos... !O perdón!, creo que no me he presentado, soy Sorek Hunjan, ex-inquisidor. Estaba aquí porque me llamó el Consejo, pero... digamos que el asunto fue de mal en peor. Así que de momento me iba a quedar aquí, haciendo un nuevo rifle y pensando en que hacer...-

El syrolutha oye tu historia y se mantiene callado por un buen rato, hasta que al parecer aclara ideas y te dice:

- Fíjese señor Sorek, soy un viajero diestro en la ingeniería, mas no en el combate, hasta ahora he logrado huir de la muerte mediante mi ingenio y mi suerte, he oído de los inquisidores, sé que es buena gente, al menos con los syroluthas, por lo que le propongo lo siguiente: - se para y va afuera - ¿Observa estos cañones de la moto? - indica una serie de cuatro tubos repartidos de a dos en cada lado de la rueda frontal - hace años dejaron de funcionar como debían, es decir, disparadas desde el tablero de la máquina, puedo desmontar una de ellas y armarle un rifle, uno grande ya que el calibre de estos cañones era el suficiente como para derribar un pilar de ladrillos…por su traje denoto que prefiere la sutileza, por lo que puedo modificarlo para disminuir el calibre, aumentar la precisión y hacerlo más silencioso…no le niego, mi trabajo es exquisito y la maquina será de excelente calidad, usted decide que estilo prefiere, una de gran poder o una más sigilosa…pero a cambio le pido que me acompañe en mis viajes, ahora mismo me estoy encaminando a un pueblo no muy lejano de aquí, hacia el este…donde tengo entendido que hay un ingeniero retirado como yo, podemos ir a ver si tiene algún boceto o algún prototipo que quiera vendernos o intercambiarnos por algo…no sé, son solo ideas mías…¿Qué dice mi buen humano? - levanta la mirada para analizar tu expresión ante la propuesta -

Me quedo pensativo unos momentos. Al final asiento.

-Vale la idea me parece interesante. ¿Cuánto tardarás en sacar el cañón? Te puedo ayudar, ya ves que tengo herramientas, y así no se me oxida mi mecánica... Antes de decidir si transformarlo o no, quizá pueda probarlo un par de veces a ver si me convence como está... o no, es cierto que suelo preferir un calibre mediano.- Saco una de las balas que me quedan.- Pero aprendí a manejar el barrett M82, era el rifle más gordo que teníamos, e incluso armas más grandes, aunque en esas ya no soy tan diestro claro. En cuanto a la precisión, eso es más cosa de puntería y mira telescópica, si que igual se puede abrir y lijar por dentro si está mal compensado o hace tiempo que no se limpia además así podemos calibrarlo a mi medida.

Además me gustaría pasar por el pueblo vecino, tengo un par de personas de las que despedirme, además que tienen mi caballo, porque andando te retrasaría mucho.-

El syrolutha te mira y dice con una sonrisa:

- Es casi medianoche mi buen señor Sorek, puedo desmontarla por la mañana y terminar en un par de horas, con su ayuda, ese par de horas incluiría las modificaciones correspondientes también…si usted sabe algo de mecánica, ¿Quién sabe? Hasta logramos hacer algo mucho mejor - suelta una leve risa - ahora mismo estoy muy exhausto, me gustaría dormir un poco para poder continuar con mi travesía…sobre su parada, me parece perfecto, es a ese lugar donde quiero ir para ver que tiene el viejo ingeniero para mi…sobre el caballo, me parece muy bien, ya que mi motocicleta es vieja y lenta, capaz vayamos a la misma velocidad - se encamina hacia la cabaña y se recuesta de tal manera que duerme a los pocos segundos -

Vuelvo a asentir con la cabeza.

-Muy bien, yo voy fuera, ese fuego es posible que llame la atención, pondré un par de trampas, por si acaso.

Salgo y voy fuera, cojo unas ramas, con las que haré lazos y las dejaré a baja altura, haciendo un perímetro, debajo de las piedras pondré otras piedras, por lo que si alguien pasa, rompiendo las cuerdas, la piedra chocará encima de la otra piedra y me despertaré.