Partida Rol por web

Os encontráis junto a la gruesa muralla norte de la ciudad, pasado un rato.  Las puertas siempre abiertas, pues no hay bestia peligrosa o salvaje con lanza que las haya atravesado desde que Khytya existe.

De algún modo, quizás sea sugestión vuestra, notáis más ojos clavarse en vosotros de lo habitual.  Quizá el propósito sagrado que habéis aceptado hace que mercaderes y servidores de la ley dejen lo que están haciendo para lanzar nerviosas miradas.  Probablemente todo sea debido al fulgurante poder de los rumores, del boca a boca, lo que provoca esa impresión.

La cabaña de Mvusi se encuentra a unos pocos minutos de las murallas, en una dulce ensenada selvática junto a lo que una vez fue un manglar.  Uren la conoce de oídas, es una de las pocas herboristas que compra cualquier hierba o flor, si ésta es rara o infrecuente.  Joshua sabe de una magnífica arquera de hace años, una vez la compararon con él, que respondía al mismo nombre. Quizás sea ella.

La anciana, lúcida pese a su avanzada edad, os vigila con ojos amarillentos y preñados de astucia.-¡Kyora! - la anciana se levanta con dificultad tras dejar a un lado unos pequeños saquitos de hierbas aromáticas que estaba componiendo. -Veo que en el Nexo se han dado prisa..- refunfuñó amargamente - debe de tratarse de un asunto muy urgente.  O que ha asustado a alguno de los grandes sabios. ¡Esos asustadizos intérpretes! Cualquier cosa se sale de lo normal y se mean encima de miedo.  

Dio un abrazo a la pequeña Kyora y se despidió de vosotros, no sin antes obsequiaros con algo de fruta desecada y uno de los saquitos, que contenía una mezcla de hierbas la cual, si arrojabas una pizca en un fuego, desprendía un humo que ahuyentaba a los insectos cercanos, como mosquitos y polillas.

En el camino hacia el Norte teníais varias opciones.  Seguir la línea de playa hasta encontraros con el primer tótem costero y seguir la línea de los mismos hacia el interior, encaminaros directamente hacia el territorio Norte, confiando en encontrar algún guardabosques que os informe o seguir la línea de la antigua senda que atravesaba Khytua, donde aún se podían encontrar pequeñas aldeas y luego atravesar una zona de selva agreste y poco conocida, dirección norte  

El primer camino es el más largo de los tres, probablemente el más duro, pero no requiere de ayuda ni asistencia externa.  El segundo es el que más información puede daros, pero esto depende de que encontréis un guardabosques y no solo eso, si no que éste tenga ganas de hablar.  El tercero os permite evitar tener que cazar o forrajear, al tratarse de una zona habitada, aunque sea escasamente y es rápido de andar.  El único pero, ese tramo de selva hacia el norte que pocos han pisado, por la espesa vegetació y los cuentos que hablan de bestias salvajes.

Finalmente se había encontrado allí mientras que las puertas abiertas les indicó ese camino a seguir y las miradas que ahora posadas en todos, Kyora las sintió como un peso más por llevar a sus espaldas. Creí que esperaban demasiado de ellos, cuando el destino por momentos se desdibuja como si fuera escrito en la misma tierra. No obstante la mujer de ojos azules caminó junto a sus compañeros en total silencio y cuando surgió el encuentro con aquella anciana, correspondió al abrazo con una cálida sonrisa. 

—Muchas gracias, ya veremos que nos ha dejado preparado el Nexo. Hasta pronto. 

Y no dijo nada más, era momento de elegir un camino y desvío la mirada hacia Uren ya que parecía un experto en ello. Por elegir, prefería el camino de la playa porque el mar siempre podía ser una guía a la hora de orientarse, aún así ella no era la más indicada para sugerir, por más que el bosque le susurre desde la lejanía que camina y se pierda en él. 

—Bien. ¿Caminos?

La pregunta dejó caer, a ver que opinan ellos. 

Uren recibió con incomodidad la atención que habían despertado cuando abandonaban la ciudad. Luego ya se fue encontrando más en su elemento. Una vez en la parada de Mvusi, agradeció con educación a la anciana sus consejos y las provisiones. Lo tranquilizó un poco su opinión acerca de que los intérpretes tal vez estaban agrandando algo que podía no ser tan grave. Sonrió ante el comentario.

Una vez abandonado su hogar, se planteaba la duda de que camino seguir. Uren conocía las alternativas.

- Podemos ir a través de la costa, siguiendo los totems costeros. Ese camino es el más largo y probablemente más duro de recorrer. En contra tenemos el tiempo que nos apremia, si es que he entendido bien, pero en ese caso no necesitaremos de ayuda, con lo nuestras capacidades no creo que tengamos demasiados inconvenientes. Tal vez sea el más seguro.

Luego trató de recordar lo que podían encontrar en la siguiente alternativa.

- Otra opción es encaminarnos directamente al Norte. En este caso dependeremos de encontrar algún guardabosques, y si lo hacemos, de poder convencerlo de que nos ayude. No todos son serviciales, y muchos han olvidado lo que es estar con más gente. Pero también es el camino que puede darnos más información antes de llegar a nuestro destino. Por lo que puedan contarnos y por lo que podemos ir percibiendo nosotros mismos.

Y finalmente contó lo que sabía de la tercera opción.

- Ir por la senda que atravesaba Khytya nos proporcionará la ventaja de no tener que preocuparnos por la comida, ya que encontraremos algunos asentamientos donde poder descansar y aprovisionarnos. Además, al no tener que encontrar el terreno, sería más rápido. Lo malo de este camino es que hay un tramo de selva que pocos han pisado, hay vegetación espesa y he oído historias de bestias salvajes que rondan por ahí. ¿Qué opinan?

Joshua no se demoró más de la cuenta. Encontrar las cosas que buscaba no era excesivamente complicado para él —Requería de poco más que dar la órden a la persona adecuada—, y en cuanto a las despedidas, había dejado ese capítulo bien atado el día anterior. Muy bien atado. Sumado a sus ganas de ver lo que el mundo tenía que ofrecer, por una vez ni se demoró esos minutos que normalmente siempre se permitía.

Había procurado no ir demasiado cargado, pero eso no significaba necesariamente que lo hubiera conseguido. Contaba con que era posible que se arrepintiera a medio camino y tuviera que dejar algunas cosas atrás. Nada que fuera a quitarle el sueño, en cualquier caso. Así saludó a sus compañeros, y compartió camino con ellos.

—¿Conocías mucho a esa mujer, Kyora? —preguntó mirándola de reojo—. ¿No sabrás por casualidad si se le daba bien el arco, quizá en sus años mozos?

Había sentido la tentación de preguntárselo directamente, pero por alguna razón no lo había hecho. Quizá porque sabía que, si le hubiera dicho que sí, no habría podido evitar retarla a una competición amistosa. Después de eso, miró a Uren. Él, aunque había intentado hacerse con un mapa, estaba perdido: No tenía ni idea de cúal sería el camino correcto y cúal el incorrecto. El exterior de Khytya era un misterio para él.

—Yo me decantaría por tomar el norte puro —agarró su brújula y le dio un par de golpecitos, cabeceando el la dirección que apuntaba la flecha con una animada sonrisa—. Llegar al destino no vale de nada si no tenemos ni idea de qué hacer una vez estemos ahí, y por lo que cuentas, esa parece la opción más adecuada para descubrirlo. Ahí queda mi voto.

La joven morena meditó en silencio ambas propuestas, Uren tenía explicaciones para todas con sus pro y contras, incluso coincidió con él que ir por el camino no era nada malo, al contrario. Una buena guía solía ser el seguir la línea de los totem, aunque esto llevaría más tiempo del esperado y muchas veces, el destino te sentencia por ello. Así que sopesó con esa tranquilidad tan propia de la intérprete mientras surgió una pregunta por parte de Joshua. 

—No sabía de ello, la conozco desde otro lugar. Aunque imagino que tiene bastante experiencia... No sabía que eras tan cotilla. 

No pudo evitar hacer el comentario, incluso le resultó gracioso pero no quería bromear en demasía cuando tenían pendiente decidir el destino. Así que por ello, dió su opinión. 

—A los bosques puedo interpretarlos, pero no a las personas. Iría por ese camino, definitivamente como ha dicho él—señaló a Joshua—. No será en absoluto fácil, el asunto es que el tiempo apremia y más allá de los peligros, es caminar por sendero que de alguna manera nos podemos habituar con facilidad. Así que también lo elijo, salvo que te opongas Uren por una razón de peso. 

Uren escuchó a ambos con cierta solemnidad. Hayt correteaba en algún lugar, fuera de la vista. Se escuchaban unas pisadas fugaces moviendo las hojas, aquí y allá. Podría haber sido mucho más silencioso, y estar al lado de ellos sin que se enteraran, pero quería que supiera que estaba por allí.

Como habían evaluado, todas las opciones tenían sus matices, y si hubiese ido él solo habría recorrido los totems de la costa, pero no lo mencionó. Se habían decantado ambos por ir directo, y tampoco era una mala opción.

- No tengo objeciones, iremos por esa ruta entonces.

El conocimiento de la zona que posee el cazador de Khytya se traduce en una serie de hechos, pros y contras, cuyo peso evalúa el trío de elegidos.

Probablemente Uren hubiese ido por la costa de ir en solitario con Hyat.  Incluso Kyora había sopesado tomar ese camino, más largo y probablemente más exigente, pero que los llevaría inevitablemente hasta los tótems que buscaban.  Sin embargo, ya fuera por cierto sentimiento subyacente de urgencia, la afilada intuición de Kyora, el razonamiento de Joshua o su innegable carisma, que se eligió el camino más corto hacia el norte.  Puede que el más rápido también, si uno sabía moverse por la espesa jungla de Khytya.  

Ascendéis las colinas que rodean la bahía natural donde yace la ciudad y pronto la dejáis atrás. Caminais hasta pasado el mediodía, tomáis un bocado y viajáis unas cuantas horas más, hasta que, poco a poco, los prados donde pace el ganado, los campos de frutales y de mijo van haciéndose cada vez más escasos y la jungla se hace presente. 

Una jungla que dista mucho de ser enteramente salvaje, desprovista de bestias peligrosas y en la que los habitantes de Khytya se internan frecuentemente para conseguir frutos, hojas, pequeñas piezas de caza y miel.  Dormís tranquilamente al abrigo de los árboles, arrullados por el melódico quejido de las polillas lunares y el suave andar de pequeños roedores por el suelo del bosque.

Caminais todo el día siguiente, y el siguiente a ese.  La jungla se va cerrando, haciéndose más difícil de transitar, mientras que cazar y conseguir frutos que los monos o las aves no hayan devorado empieza a ser algo complicado*. Sin embargo, Uren se aparta del camino establecido y sigue las sendas de los gruesos cerdos selváticos, sorprendentemente limpias de follaje y obstáculos, ahorrando un día o dos de duro camino.   

Es el quinto dia de marcha, a una jornada de la línea totémica  cuando un golpe de viento os trae unos gritos lejanos, un tam tam, olor a humo.

Uren reconoce el sonido.  Una alarma.  Una partida de caza, tres o cuatro guardabosques, probablemente algunos más, en busca de alguna criatura que ha entrado en el territorio de Khytya.  Algo infrecuente pero no del todo imposible, si ésta lo ha hecho o bien nadando por el fondo del río o trepando por encima de las copas de los árboles.  

Entonces la veis.  Corriendo pendiente abajo, entre el follaje, en la ladera contraria del valle que transitáis y en cuyo fondo corre un agitado río.  Una criatura grande, puede que tan grande como una barcaza o una canoa.  Creéis ver un cuerpo verde y una gruesa cola antes de que su imagen desaparezca en la espesura

El bosque había sido el elegido pese a que en su mente seguir la línea de los tótems estaba allí, aunque claro siempre aquel lugar es el ámbito en el que mejor se manejó Kyora desde que tiene uso de razón, así que claramente vagar en medio de tanto follaje, tanta naturaleza en sí le daría unas herramientas más que valiosas para esta expedición y podría fiarse de sus interpretaciones para ir trazando el destino. Siempre y cuando sean capaces de ofrecerle mensajes. 

Pero como todo el inicio de este camino realmente fue muy positivo, los árboles expresaron su tranquilidad y la vibración de la tierra misma libre de rastros de los cuales preocuparse, aliviaron el corazón de la joven. Ella en todo momento examinó cada tramo, incluso cerró sus ojos, dejándose llevar por las diversas sensaciones que le ofrecía el bosque y en la mayor parte del tiempo, se mostraba silenciosa, ausente. 

Los días fueron pasando, Kyora más se compenetraba con el entorno. Lo sentía vibrar, la llenaba de vida e instantes que le permitían encontrar el norte como si fuera la misma naturaleza teniendo una conversación íntima con ella. Sólo que en ese último día, los sonidos cambiaron, ya no estaba esa clara señal de que todo estaba bien y un galopar se hizo escuchar. 

Ella con sus manos apoyadas sobre la tierra, miró a sus compañeros. Había que actuar, atacar antes de ser atacado por un simple motivo, podía sentir el deseo devastador de la criatura y vibrar bajo su propio influjo, hacerse con él, con su anhelo. 

—No es una criatura normal, podría decir que es un animal grande y muy peligroso—comenzó a decir entre susurros—.Lo veo, si, lo veo... Tiene un hambre voraz, es un cazador innato que necesita saciarse y nos ha percibido, creo que si. Nos huele, nos ve, somos lo único que necesita. 

La morena inhaló profundo ese aire, sus ojos se abrieron de repente alarmada. 

—La hirieron, siento el escozor que provoca. ¡Ah! La sangre como emana de su costado, los guardabosques fueron pero ella es fuerte y está enojada... Nos dará caza si no nos apuramos, es inevitable. El bosque está enojado con el hombre, le ha faltado el respeto. 

Y se incorporó, suspirando. 

—Cobrará venganza. La sangre debe ser derramada porque el destino así lo propuso, pero podemos desafiarlo... Es más, los insto a que lo hagamos. 

La criatura desparece de vuestro vista un instante, engullida por la espesa vegetación.  Johsua la ve, detenida un instante junto a la corriente de agua, camuflada entre los helechos.  Hayt trota nervioso de un lado a otro. Se detiene.  Sus orejas se giran en otra dirección, hacia el norte. ¿Qué habrá escuchado?* No sería raro que hubiese más guardabosques acercándose...

El viaje revelaba el primer peligro. Pero eso era relativamente esperable. Lo que maravilló verdaderamente a Uren fueron las habilidades de Kyora. ¿Cómo sabía lo que sentía la bestia estando tan lejos? ¿Cómo sabía que estaba herida? Los guardabosques, su hambre. ¿Cómo podía saber todo aquello?

Pero no había tiempo para preguntarle, en un momento llegó a verla y con ella el peligro cercano. Se le ocurrió algo. Arriesgado, pero con el tamaño y velocidad de aquella criatura sería difícil dejarla atrás. También buscar con el tiempo necesario una guarida para esconderse de ella, aunque no era imposible. Pero habían dejado atrás hacía un instante un precipicio con la altura suficiente, y un río abajo.

Rápidamente ató su soga a un árbol cercano, y el otro extremo a su propia cintura. Llamaría la atención de la bestia, confiando en su experiencia y agilidad, desde el borde del abismo, e intentaría esquivarla cuando fuera por él. Era arriesgado, pero también la vía más rápida para resolver el apuro.

De alguna manera Kyora podía sentir cada movimiento de la criatura como si fuera ella misma y eso le inquietaba en demasía, así que no duda en observar el entorno para interpretarlo y encontrar un plan adecuado para este animal que no dará demasiada tregua. 

Al ver que Uren comenzó a actuar de forma rápida, Kyora no dudó en ayudarlo ya sea atando la soga junto a él y quedándose allí escondida para asegurar que cuando caiga, esta no se suelte y termine cayendo. Al menos no era mal plan y desde ese punto estratégico, ella escondida, podía arrojar su lanza. Era un buen intento, solo que la astucia del animal nunca se debería subestimar y esperaba que el plan funcione. 

Uren era el experto. 

Uren tiró sus posesiones a un costado, silvó a Hayt para que lo ayude, la hiena estaba acostumbrada a cazar con él, podía anticipar sus movimientos mejor que él mismo. Sólo se quedó con su cuchillo que desenvainó y llamó a la bestia con un grito, tratando de llamar su atención, con los brazos abiertos. Era cuestión de esperar y actuar en el momento preciso.

Cuando el gran reptil vino hacia él, esperó a último momento para dar una vuelta hacia atrás, saltando voluntariamente al vacío y esquivando el ataque, confiado de que Kyora aseguraría la soga. Si todo salía bien, sin embargo, esperaba que la bestia no muriese, sino que cayese en algún lugar donde no hiciese más daño, no era su culpa.

Quizá eventualmente Joshua, que había sido quien había sido el primero en postularse a favor del camino del norte, terminaría por arrepentirse de su decisión. Pero si eso ocurría, estaba claro que no estaría demasiado dispuesto a dejar que se notara: Aunque era un ambiente bastante diferente al que estaba acostumbrado, se las fue apañando para avanzar a  través de la espesura. Al final, hasta disfrutó del particular cobijo que ofrecían los árboles, y de la multitud de sonidos que podían escucharse entre ellos, especialmente al llegar la noche.

Cuando se cruzaron con aquella criatura en una de sus jornadas, el arquero frunció los labios, pero no se dejó amedrentar. Incluso cuando desaparició de su campo de visión se las apañó para volver a encontrarla, aunque tenía que admitir que la condenada se camuflaba destacablemente bien con el ambiente que la rodeaba.

Alcanzó el arco y tomó una flecha entre su índice y su corazón, sintiendo el agradable roce de las plumas contra si piel. No tenía intención de disparar —No si podía evitarlo o si el objetivo no era muy obvio, por lo menos— pero tener esos elementos en la mano conseguía que se sintiera más seguro. Siguió el plan de sus compañeros, y por lo tanto, él no participaría si no era necesario: Únicamente haría uso de su arco si por alguna razón el plan fallaba y ponía en peligro a alguno e ellos.

Y aunque estaba silencioso, no podía evitar admirar tanto a Kyora como Uren. Tenía que admitir que tenían sus medios, más de los que se había imaginado.

Uren grita y gesticula en dirección a la bestia, los breves aullidos de Hyat le hacen de coro.  Aunque estáis lejos, el gigantesco reptil fija su mirada en vosotros y cruza de un ágil salto el impetuoso torrente para acercarse a vuestra posición.   Duda un segundo, por un momento, brillan precavidas sus pupilas verticales.  Pero los aullidos de Hyat parecen decidirla a avanzar cuesta arriba, bordeando el barranco que poco a poco asciende hasta una especie de mirador natural, una roca plana y dura que cuelga por encima del tumultuoso río

Uren había ideado un plan, uno que involucraba el terreno cincundante con gran astucia.  Pero también era uno arriesgado, en el que ponía en juego su propia vida.  

Kyora le ayudaba, lanza en ristre. Dispuesta a ayudar a ascender al astuto cazador si el plan salía bien y a demostrar lo dura que podía ser una alumna de Johari si todo salía mal.   

Joshua, por su parte, se mantenía al margen,  pero solo en apariencia.  Porque era uno de los mejores arqueros de toda Khytya y desde su posición, con una flecha entre sus dedos y el arco tensado podía cambiar el signo de cualquier combate con un simple disparo.

El monstruoso lagarto cargó a través de la jungla hacia Uren, que esperó al último momento para dejarse caer mientras una garras capaces de partir un árbol cortaban el aire donde había estado un momento antes.

La criatura vaciló en el borde del barranco, a punto de caer, clavando sus garras traseras en la roca y agitando su cola.  Rugió salvajemente y...

...Se salvó.

Ahora Uren se hallaba colgando unos metros por debajo del farallón rocoso, sin que Kyora, oculta a unos pocos metros, pudiese acercarse a ayudarle a subir, pues el reptil se hallaba en su camino.  La bestia se enfocó en Hayt, que se quedó paralizado del terror, mientras que Joshua permanecía en el borde más lejano de la explanada, parecía que iba a tener que luchar después de todo...

¿Qué haceis?

Joshua suspiró a hurtadillas. Había entendido que el plan había incluído no herir más de la cuenta a la criatura, y las flechas nunca habían sido demasiado buenas controlando ese tipo de daños. Aun así, si tenía que elegir entre un lagarto horroroso o sus compañeros, la elección estaba más que clara.

Separó ligeramente las piernas, y con una mano hábil colocó la flecha en la cuerda y tiró hacia atrás haciendo fuerza con los musculos de su espalda, hasta que los dedos quedaron aproximadamente a la altura de la barbilla y la cuerda rozaba suavemente la punta de su nariz. Era un arco curvo, de 60 libras, más que capaz de alcanzar objetivos a largas distancias si el que lo usaba tenía la habilidad para ello.

Cerró el párpado izquierdo e inclinó ligeramente la cabeza, hasta que la punta tripartita de la flecha se alineó perfectamente con el ojo de la criatura. Aguantó la postura un momento, no más un solo segundo que por alguna razón pareció eterno. Y finalmente soltó, sin alterar la posición de su cuerpo, únicamente bajando el arco cuando la flecha ya partía el aire, emitiendo un ligero silbido, con sus largas y estrechas plumas de distintos colores agitándose. Un cosquilleo recorrió todo su brazo hasta alcanzar el hombro. Disparar un arco era siempre una experiencia de lo más agradable para él.

La flecha no había llegado a su objetivo cuando Joshua ya cerraba los dedos en la siguiente. Todavía estaba por ver si haría falta, pero a un arquero nunca le ha hecho daño un poco de precaución.