Partida Rol por web

Resumen de la primera parte:

Tras acabar con el pequeño grupo de bandidos que habían estado acosando a Oleg y su familia, iniciasteis vuestra verdadera misión la cual era explorar toda la zona, y limpiarlo de bestias y de criaturas peligrosas. Tras varios combates y habiendo realizado alguna misión para los habitantes del fuerte de Oleg, tuvisteis un pequeño encuentro con varios kobold pertenecientes a una pequeña tribu conocida como los Escamahollín... Tras conversar con las pequeñas criaturas, decidisteis ayudarlas a acabar con el maléfico brujo que había tomado el control de la tribu, y como primer paso, el grupo había de asaltar la madriguera de unos canijos para tomar la estatua sagrada de los kobold.

El kobold miro a la enorme bestia que era el caballo para las pequeñas criaturas... -Ummmm... no... nunca había montado en una de esas cosas... aunque seguro que así llegamos mas rápido...

Tomasteis a los tres kobold en vuestros caballos y estos os fueron guiando hacia el sur saliendo del bosque y dirigiendoos hacia un enorme sicomoro de casi 30 metros de altura, el cual se divisaba desde varias millas a la redonda y el cual parecía tener cientos de años, ya que el arbol parecía estar en sus últimos años de vida...

Resignado después de tanta charla, montó para que pudieran continuar el camino. Shallana ofreció a los kobolds ir con ellos en los caballos, cosa que ellos aceptaron entusiasmados y él recibió con un bufido, uno que se acrecentó cuando una de las pequeñas lagartijas decidió ir con él, sin duda confiado en que como debía de tener sangre de dragón como ellos, estarían seguros. <<Maldita sea, tenía que haberles sacado de su error antes, me pasa por listillo>>, se dijo, por tercera vez, durante el camino, mientras permanecía totalmente callado en un intento por evitar cualquier tipo de conversación con aquél reptil. No fue amenazador sin embargo – algo que en otra ocasión si habría sido sólo por echarse unas risas –, no, fue, simplemente, taciturno, metido en su mundo pero sin dar ningún tipo de motivo para que el pequeño bichejo le temiera a él o a cualquier otra cosa. Lo cierto es que seguía dándole vueltas a si de verdad había parecido ser un frío asesino o sólo había entendido mal a Shallana; quería pensar lo segundo, no por los demás, contra los que no tendría nada de cualquier modo, sino por si mismo.

Enfrascado en ese interesante debate interior estaba, cuando llegaron a escasa distancia de un enorme y anciano árbol que, aún sin haber estado atento, tendría que haber visto desde varios kilómetros atrás. Como todo ser en algún momento, parecía estar llegando al final de su vida, y durante un instante miró el tronco de aquél gigante arbóreo con lástima y a la vez con envidia; aquello había estado durante siglos allí, muchas más vidas de las que incluso un elfo viviría, y habría visto pasar tantas cosas que apenas podía imaginarlas. Era una pena que algo así muriera, pero era el destino de incluso los más sabios. Cuando le llegara a él el momento, sería feliz si llegara a albergar una ínfima parte del conocimiento que un druida podría sacar de aquellas ramas retorcidas. 

Pero aún era joven, y lo que les había llevado allí era menos trascendental y más sangriento. Debían recuperar la estatua maldita de ¿canijos había dicho el tal Nakpik? Que una criatura de su tamaño se atreviera a llamar a otra de esa manera, eran como si un enano llamara a un gnomo tapón, pero prefirió no decir nada y ver si entre sus conocimientos – no muy extensos en cuanto a nada en concreto, pero si los suficientes para defenderse en cualquier tema –, había algo que pudiera asemejarse a una criatura de pequeño tamaño, relacionada con kobolds, que pudiera habitar aquellos parajes. 

Estas criaturas feericas  miden apenas unos 90 cm,  y a pesar de su desagradable aspecto, son provenientes del primer mundo... hogar de las hadas...

Son criaturas muy sensibles a la luz del sol, por lo que siempre viven en cuevas y solo salen en la oscuridad de la noche, también su origen feerico les ha dotado de una resistencia a las armas normales, siendo su única debilidad un arma de hierro frío. 

Si bien han perdido la mayoria de sus capacidades sortilegas, aun son capaces de usar prestidigitación y fatalidad. 

Recordó entonces un libro sobre los fatas que había leído hacía tiempo, buscando entre sus páginas conocimientos sobre las hadas que le pudieran ayudar a combinar la magia y la espada en un sólo arte. No había obtenido gran cosa sobre lo que buscaba, pero si que recordaba que había unas criaturas que llamaron su atención, más que nada porque le hacían gracia.

Se dio cuenta entonces de que "canijos" no era un apodo con el que los kobolds se referían a ellos – o bueno, podía ser que también, a veces eran tan raros que tenían hasta suerte –, sino que era el nombre que se le daba a esos seres. Eran seres pequeños y débiles que se escondían en la oscuridad, cobardes que apenas salían de sus madrigueras, pero a las que les encantaban los objetos mágicos, aunque apenas podían usarlos, y las pocas veces que lo lograban solía ser mal y acababan haciéndose daño ellos solos. Recordaba que tenían algún tipo de resistencia natural, eso si, a las armas normales – por lo que como todos los de su clase sólo el hierro frío les afectaba –, y que eran capaces de hacer trucos menores –prestidigitación –para engañar a sus enemigos, así como también poseían alguna habilidad mágica heredada – fatalidad –algo más peligrosa si uno no se andaba con ojo. Por sus propios conocimientos arcanos podía dar nombre a tales argucias, pero lo importante es lo que hacían, no como nombrarlas. 

Eso es lo que explicó a los demás, saliendo de su soporífera actitud, mientras descendía de la montura, la cual no le serviría de nada en las cuevas que seguramente habría bajo aquél árbol, y desenvainaba su espada. Cuando acabó de contarles – no sabía muy bien si alguno ya sabría sobre aquellos bichos o no, o si alguno tenía más información que ofrecer –, miró a los kobolds y sonrió.

– Supongo que nos diréis por dónde entrar, como es la estatua, y os quedaréis fuera, ¿verdad?  

Rennor viajaba solo pues los kobolds habían preferido a las mujeres y al hijo de dragón, lo cuál no le importó mucho. Escuchaba las explicaciones de Malak sobre los Canijos y asentía al confirmar que coincidían con sus propios conocimientos. Se había enfrentado una noche a una pareja de esos ladronzuelos cuando durmió al raso en un claro del bosque; Brisa le despertó con sus relinchos cuando los seres estaban desvalijando sus alforjas.

- Nakpik, ¿seguro que ellos os robaron la estatua y no nos están utilizando para que nosotros se la robemos en tu nombre? Le extrañaba este enfrentamiento, que en teoría debía de venir de lejos si era cierto.

Khastal se dirigió al kobold que iba montado con ella en su propio idioma para tranquilizarlo.

-Мои спутники не были намного ФИАН из вас, как это, что вы украли статую?-le preguntó para saber como era posible que les hubieran robado aquella estatua si era tan importante.

La pregunta de Rennor sembró una duda en él mismo, consciente de repente de que a lo mejor no eran tan tontos como parecían y simplemente estaban utilizándoles para robar a los canijos algo de gran poder; era algo razonable, algo que no creía que se le pudiera haber ocurrido a un kobold, pero razonable al final. 

Y sin embargo..., daba igual. Si les estaban usando como arma para terminar una larga guerra entre aquellas dos razas, tampoco es que le importara. Saber que había una madriguera de aquellos fatas era ya suficiente para hacerles bajar a la oscuridad a limpiarla, si con ello además lograban una audiencia con los cabecillas de los reptiles, ¿cuál era el problema? Si decían la verdad, habrían logrado la paz, si mentían y les habían manipulado, habrían llegado hasta los jefes de la tribu, y entonces lograrían la paz también. De cualquier modo conseguirían su objetivo, y aunque no estaba de más ir sobre aviso, era mejor no alertarles demasiado.

Tal vez por eso la actitud de Khastal le agradó, pues hablarles en su propia lengua era algo parecido a darles una muestra de confianza y casi, casi, complicidad, como si quedara entre los pequeñajos y ella nada más. Sonrió. Y por supuesto, él. 

El viaje había sido agradable, disfrutando de las emociones del pequeño Kobold que llevaba en la grupa de mi montura. No tuve inconveniente en contestar a todas las preguntas que se le iban ocurriendo, envidiando en parte ese pequeño mundo en el que vivía y que le rodeaba. Estaba convencida que, para este pequeño, el llegar al campo de los nabos lunares ya había sido una experiencia única.

Todavía recordaba cómo miraron el saco de dormir con el que intercambiaron las cestas, arrancándome una pequeña sonrisa al volver a tener la imagen de los kobolds cuando miraron el mapa. 

Mucho antes de estar cerca, el pequeño me señaló el gigantesco árbol al que nos dirigíamos y que, según parecía, era el hogar de sus pequeños enemigos, unos descendientes de las fatas que, si bien no debían de ser peligrosos, sí que tenían trucos que podrían darnos problemas. Es más, si ese brujo y jefe de los Kobolds no se habían atrevido a entrar en su hogar, sería por algo. Habría que tener cuidado.

Según iba pensando en lo que nos podríamos encontrar, escuché las palabras de Rennor, palabras que me sorprendieron, no por llegar a formularlas, si no porque, si fuera así, me sorprendería muchísimo. Pondría la mano en el fuego con que, tanto Khastal, Mara y ella había entablado una especie de, no amistad, pero sí respeto y colaboración durante el anterior encuentro. Si lo que había planteado era acertado, estaba convencida de que estos representantes no tendrían ni idea.

Aún así, escuché cómo Khastal volvía a hablar en ese extraño idioma, por lo que esperé a ver qué pasaba, repasando las posibles estrategias para entrar en un árbol seguramente custodiado.

Todos descendisteis de los caballos, y mientras que uno de los kobold buscaba la entrada a la madrigera, Nakpik y su compañero se quedaron junto a vosotros explicando el robo de la estatua y su guerra con los canijos.

Al principio el kobold había empezado a contar la historia hablando en draconico, ya que había sido Khastal la que le había preguntado, pero lo único en claro que sacaste, es que no sabían como habian robado la estatua... La estatua se encuentra casi en el centro de nuestra cueva y que según creen, se colaron en la cueva matando al que estaba de guardia, y que únicamente robaron la estatua, tras eso, una partida de nuestros guerreros intercepto a varios canijos que habían estado robando a los humanos y tras matarlos nos quedamos con sus tesoros... El kobold gruñe un poco... Aunque al final Tartuk los reclamo para el... Nakpik mira a su compañero y repite la misma historia en común para que supierais tambien. 

Cuando Rennor planteo su duda, Nakpik le miro confuso. -¿Y porque iba a querer el jefe hacer eso? Ellos nos robaron, y luego nosotros les robamos a ellos... Y ahora nosotros conseguir aliados poderosos y poder poner fin a la guerra... Nosotros recuperar estatua y jefe liderarnos para acabar con Tartuk

En eso el kobold que estaba buscando la entrada se acerco a vosotros sonriendo. -Я уже нашел!* Nakpik sonrió y asintió mirando a los humanos... -Quiero ayudaros... Mis compañeros vigilaran para evitar que los canijos nos puedan rodear si algunos vuelven, pero yo quiero ayudaros... Soy un guerrero Escamahollín y no voy a dejar que penseís que somos unos cobardes... 

Con gesto decidido el kobold sigue a su compañero hacia una zona entre las raíces del enorme árbol, en la cual se abre una abertura lo suficientemente grande como para que pudierais pasar de uno en uno y un poco apretados... Nakpik se agacho y miro entrecerrando los ojos hacia el oscuro interior intentado escuchar cualquier ruido. Este os miro y señalo hacia el interior mientras hablaba en voz baja... -Oigo a dos canijos abajo... Con cuidado, el kobold se introdujo en el hueco evitando hacer ruidos.

Para bajar visteis que había una caída de unos 10 pies (3m), pero que podiais bajar facilmente trepando por las raices del arbol...

Para él estaba bien, así que se encogió de hombros y sonrió. 

– Bien entonces, ¡todos adentro! – la verdad es que la historia le había convencido, pero el buen humor provenía de medirse contra criaturas del mundo fata. Tras rumiarlo un rato, había decidido que no serían poderosos y hábiles guerreros como con los que soñaba batirse en duelo, pero aún así eran un peligroso adversario si llegaban a tener que enfrentarse a varios de ellos. Sería una prueba de supervivencia al más puro estilo saqueador, y estaba más que dispuesto a medirse con el reto. Que el kobold quisiera unirse a ellos un rato después de haber aparecido corriendo delante de un jabalí como si le persiguiera un demonio era, sin embargo, un poco patético y quitaba bastante emoción al asunto, pero si no se pensaba en ello lo demás era divertido. 

Pensando en eso se acercó al hueco, miró al interior, y empezó a descender trepando por las enredaderas. Fue para él una sorpresa darse cuenta de que Nakpik también había bajado con una facilidad bastante asombrosa para la poca fuerza que tenía que tener, y que ahora se movía con tal sigilo que, si no hubiera sido porque podía ver en las sombras de la gruta, no habría sabido que estaba ahí. 

La idea le hizo enarcar una ceja, y sin poder evitarlo, se rió.

– ¡Ups! – exlamó, llevándose las manos a la boca, y dándose cuenta de que era tarde –. Oh...

Un tanto incrédulo miro como Nakpik no solo se ofrece voluntario para venir con nosotros, sino que es el primero en bajar, impidiendo que lo agarrara antes de hacer semejante locura.

A pesar de lo que pudiera pensar, bajo con una gran facilidad y en completo silencio, si bien, no entendía dicha estrategia, pues con mi cota de escamas poco podría haber para evitar que nos escucharan. Casi dudaba de poder bajar sin caerme, por lo que saque una cuerda y, atándola al árbol, comencé a bajar de forma segura. El ruido ya era otra historia.

Una vez abajo, desenfundo la espada, pues habrá que acabar con esos dos guardias.

He modificado el mapa, y he añadido cual es cada zona, dejaré algo de tiempo a que postee el resto, pero el túnel por el cual habéis accedido es bastante angosto y aunque podéis caminar de pie aunque algo encorvados, es demasiado estrecho como para que pasen varias personas a la vez, por lo que solo podéis avanzar de 1 en 1, luego en cada una de las salas, ya si que podréis posicionaros como queráis... 

De momento el kobold se ha metido de cabeza y avanza hacia R2, ya que es de donde ha escuchado los ruidos.

Y por cierto, debido a que vais encorvados y no estaís acostumbrados a pelear así, vais a un -1 a vuestras tiradas de ataque. (solo las criaturas medianas)

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Rennor se convence de que Nakpik no les miente pero no de la historia en general, hay algo raro pero no hay tiempo para seguir preguntando. Avanzan hacia el árbol y asiente cuando el kobold se ofrece a ir con ellos, al fin y al cabo es su estatua y su pueblo. Espera a que el pequeño se cuele y se gira para explicar la tácita para entrar en sigilo aprovechando que no les esperan pero Mal'ak no le escucha y comienza a descender haciendo bastante ruido. Rennor mira incrédulo a las mujeres pero Sahllana'ha en lugar de planificar el asalto comienza a descender también.

- No sé cómo habéis sobrevivido hasta ahora, le dice a Mara y Khastal y comienza a descender también pero al contrario de los que le han precedido, sabe donde colocar manos y pies para descender rápido y en absoluto silencio.

Tres burdas mesas de trabajo de madera ocupan el centro de esta estancia, sobre las que hay multitud de herramientas diminutas, objetos de metal y madera, y bloques también de madera. En la estancia veis ademas a dos canijos, los cuales parecen enfrascados en una especie de competición de comer abrojos, ya que mientras que uno de ellos permanece en el medio de la estancia con la boca abierta, el otro usa una pequeña catapulta echa de huesos y ramas, para lanzarle abrojos a su boca abierta, haciendo que el otro se los trague. 

No había sido su mejor idea hasta el momento – y eso que ponerse delante de un jabalí furioso era una bastante horrible –, la de bajar de los primeros a aquél lugar, pero había confiado en que su capacidad para ver en la oscuridad y su destreza en combate si surgían problemas salvaran la situación si las cosas se torcían. Por supuesto, no se había imaginado que sería él quien liara todo el asunto riéndose a destiempo ante su torpeza, pero claro, tenía que haberlo imaginado, él era así, un joven alocado y despreocupado más o menos el 90% del tiempo; por mucho que su apariencia fuera demoníaca y su vida hubiera sido difícil, o tal vez por eso mismo, no dejaba de ser alegre en cualquier situación, aunque como en esos momentos, le llevara a que seguramente media gruta hubiera descubierto que estaban siendo invadidos. 

Por suerte no era el único un poco torpe, porque Shallana llegó poco después de que el avanzara unos pasos, y tampoco fue la viva imagen del sigilo. Estuvo a punto de hacerse notar de nuevo, pero esta vez se contuvo y simplemente sonrió divertido mientras se guardaba de que la aasimar no se diera cuenta de que se estaba tomando aquello a broma, avanzando, agachado y con la espada desenvainada, detrás del kobold – o por donde creía que había ido, porque también le había perdido de vista – en pos de los ruidos que había más adelante, hasta la estancia dónde... 

Ya no pudo evitarlo. Era demasiado absurdo ver aquello, y volvió a reírse. 

Se queda unos segundos en silencio, sin saber muy bien que decir ante el comentario de Rennor. No sabía si estaba metiéndose con ellas o con los demás. En realidad, era irrelevante porque la situación estaba en un punto complicado.
Mas aún después de que sus compañeros se hubiesen dejado caer por una madriguera kobold.

Aquel descenso se presentaba angosto y problemático. Y es que a Mara no le gustaban especialmente los espacios cerrados y la falta de luz, se sentía torpe e inepta. Y eso se convirtió en realidad. Sentía sus pies tocar con dificultad suelo seguro aunque por suerte no se cayó ni una sola vez. Lo que no pudo evitar fue hacer algo de ruido, no mucho, pero suficiente para un oído bien entrenado.

Aún así una vez empezaron a avanzar por el pasadizo procuró tener la boca cerrada esperando poder hacer aquello de la mejor manera posible, con un bajo número de combates y saliendo rápido de allí.

La semielfa escupió en el suelo, molesta.

-No le hagas caso Mara, ya sabes como son-dijo moviendo la cabeza.

Esperó a que el resto entrara y bajó tras ellos tras asegurarse de que los caballos no irían a ninguna partesin ellos. Casi no le dio tiempo a llegar abajo y ver lo que ocurría, pues era la última, cuando las cosas empezaron a ponerse en marcha. Rápidamente desenfundó su kukri.

El pequeño kobold se movió sigilosamente hacia adelante aprovechando el desconcierto que había provocado la aparición de Mal´ak entrando en la madriguera de los Canijos, y antes de que pudiera dar siquiera un grito de alarma, Nakpik atravesó la garganta del Canijo con su lanza haciendo que este gimiera escupiendo sangre y cayera al suelo moribundo.

Khastal no perdió ni un segundo. No era momento por cuestionarse si aquellas criaturas merecían morir por robar a unos ladronzuelos. Los ladronzuelos eran ahora sus aliados, quizás, y eso era todo lo que importaba.

Cruzó la sala a grandes pasos y sin dudar ni un instante atacó con su falcata a la pequeña criatura... pero aquel espacio era demasiado angosto y el filo del arma golpeó la pared antes de llegar a la cabeza de la pequeña bestia.