Partida Rol por web

-Estos son los dormitorios. Además de descansar y asearos, tenéis esta zona común de la que disponer libremente... Siempre que no incumpláis las normas de la academia, claro. Aprovechad para dejar vuestro equipaje en vuestras habitaciones. Eira, la tuya es la numero cuatro, en el ala femenina. Trece... He visto apropiado darte la número trece del ala masculina. Y no te preocupes, lleva vacía muchos años. Por último añadir que la limpieza y mantenimiento de vuestro cuarto recaerá sobre vosotros mismos-

La entrada daba a una sala común, amueblada con varios sofás, sillones y, a uno de los lados, una chimenea. En la planta baja se podían de ver un par de puertas. Cada una daba a uno de los baños; el de chicos y el de chicas. En el fondo, al centro, había unas escaleras que iban al piso superior, en el cual estaban las habitaciones individuales de cada uno. 

Al entrar en la habitación, Trece pudo ver, que, efectivamente, llevaba tiempo en desuso. Los muebles se veían algo antiguos, aunque estaban en buenas condiciones. Un armario empotrado, escritorio y sillas de madera, un perchero junto a la puerta y una cama amplia, en la que poder hacer la croqueta con total libertad. Al lado, una mesilla de la misma madera y junto a esta, un porta-armas. Todo recubierto de una uniforme y grisácea capa de polvo. Además, a la cama le faltaba la almohada y las sabanas. Tal vez estuvieran en el armario...

En cuanto a la planta de la estancia, era rectangular. La puerta de entrada daba a un corto pasillo, que en seguida se abría en un rectángulo. En la pared al otro lado había una ventana con cortinas. La cama estaba en la esquina del fondo a la izquierda. El escritorio en la pared de la derecha, a media ha media habitación. El armario en la pared izquierda. Y según girabas a la izquierda después del pasillo, un pequeño aseo. 

La palabra que mejor se ajustaba a como se debía de sentir la paladín al ver su nueva habitación debía de ser decepción. Dejó atrás aquel cuarto, cuyo ropero ya era más grande que ese zulo en el que tendría que dormir. Y en cuanto al amueblado... Un perchero junto a la puerta, un escritorio de madera que si bien el material era de calidad, el diseño era de lo más austero. Al fondo a la derecha, donde debería haber un aseo estaba la cama. Que si bien era amplia, en comparación a a suya era poco más que estrecha. Una mesilla y un armario empotrado... Al menos la habitación estaba limpia, arreglada y con la ventana abierta para airearse.

En cuanto a la planta; la puerta daba a un corto pasillo, hasta abrirse en un rectángulo. En la esquina al fondo de la derecha estaba la cama, y junto a ella, una mesita. En el centro de la pared del fondo, una ventana con cortinas de lino. Y bajo esta, un soporte para armas. 

En la otra pared se encontraba el escritorio

El Rector nos guía por las dependencias de la academia, empezando por las aulas donde se supone atenderemos lecciones teóricas. Nunca se me ha dado especialmente bien lo teórico, si bien siempre hago lo posible por aprender lo que me enseñaba mi maestro. Aunque jamás entendí sus lecciones acerca del amor y las chicas...

Luego vamos a las salas de prácticas, lugar que me llama muchísimo la atención. Tiene todo tipo de aparatos y útiles para entrenar. Está claro que gran parte de mi tiempo libre lo voy a pasar aquí, y se nota claramente en mi cara. Puede que le pida a Ubbe que practique conmigo la primera vez...

Después vamos a la biblioteca, la cual me parece enorme. A mí ya me parecía imponente la modesta biblioteca de mi maestro, que era solo una estantería llena de libros. Esto es como... ¿al menos 50 veces? más que aquello. Cuando eso le echaré un vistazo por si hubiera libros que me interesen leer.

Y finalmente llegamos a los dormitorios. El rector me asigna el número 13 (otra vez me persigue el número). Al asomarme veo que la habitación no está nada mal, aunque tiene una notable capa de polvo.

- Disculpe, Rector. ¿Podría decirme dónde puedo encontrar un cepillo, un trapo y una cubeta de agua?

Sí, planeo empezar a limpiar mi dormitorio de inmediato.

El Rector estaba en el umbral de la puerta, a punto de cerrarla, cuando Trece le lanzo la pregunta.

-Todos los enseres de limpieza están en los baños. Si falta algo podéis comunicarmelo o comprarlos vosotros mismos- 

Así, el Rector volvió a su despacho con sus quehaceres.

- Muchas gracias - agradezco al rector.

Dejo mis pertenencias en una esquina de mi habitación y voy raudo al baño para ir a por los utensilios de limpieza. Me tomo mi tiempo para barrer, quitar el polvo y fregar suelos y mobiliario, hasta dejarlo todo decentemente limpio. Ya solo quedaría ordenarlo todo y colocar mis pertenencias, pero ya haré eso en otro momento.

Ahora tocaría buscar a Ubbe y cumplir con mi promesa.

Eira llegó a la zona de las habitaciones con una alta expectativa. La Academia era inmensa, aun más de lo que habría esperado. Imaginaba, pues, que los cuartos irían acordes a sus impresiones del lugar.

Pero nada más lejos de la realidad.

Eira se quedó en el umbral de la puerta, sin llegar a cruzar al otro lado. -Debe ser una broma- no podía creérselo. Se negaba a pensar que haría vida en ese lugar. -¿Pretende que hagamos vida aquí? ¿En un cuchitril?- se giró hacia el Rector, esperando que anunciara que se había equivocado o que todo eso, efectivamente, se trataba de una broma. -¡Ni siquiera tengo espacio para dejar mi ropa!- exclamó, irritada.

Sería ella quien buscase solución a su problema. Se apresuró a la puerta contigua a la de su "cuarto", golpeando la puerta con los nudillos, insistentemente. -Pienso comprar su cuarto y unificar ambos- explicó, con completa confianza y seguridad de que era la mejor de las soluciones posibles.

Trece no tardó en ponerse manos a la obra, dejando su nueva habitación como los chorros del oro en poco tiempo. Reservándose el apañar la cama para más adelante.

Eira, por su lado, no tuvo más que críticas al ver su nuevo cuarto, que no llegaba ni siquiera al tamaño del ropero de la casa familiar. No tuvo reparos en mostrar su enojo de una forma bastante enérgica, aporreando la puerta y amenazando con comprar la habitación contigua para aunarlas en una sola. Sin embargo, no obtuvo respuesta. Al principio. Tras insistir, una mujer de más o menos su estatura salió, ataviada nada más que con un sencillo camisón blanco que transparentaba ligeramente lo que tapaba: Un cuerpo esbelto y delgado, sin apenas curvas y musculatura poco desarrollada. Unos ojos verdes la miraban con enojo, asomando por debajo de un flequillo pelirrojo.

Estaba tirada en su cama, descansando tras la dura sesión de entrenamiento con Himmund Y Grace. ¡Era maga, por todos los dioses! ¿Por que el Rector seguía obligándole a sufrir esos duros en inmisericordes castigos físicos llamados entrenamiento?

Sus pensamientos fueron interrumpidos por los golpes en la puerta y los posteriores gritos. Su cabreo o hizo más que aumentar. Encendida, se dirigió a la puerta sin caer en la cuenta de que aun no había acabado de vestirse...

Abrió de golpe, topándose con una muchacha rubia que no había visto en su vida. 

-¡Si no tienes donde guardar tu ropa puedes empezar por metértela por el culo!- Exclamó, sin pelos en la lengua. -Y como se te ocurra tirar aunque sea un solo ladrillo, juro por mi laúd que te hago bailar sobre cristales rotos hasta que te desangres-

Los labios de la paladín se tensaron. Cualquiera habría jurado que explotaría en cualquier momento. Sin embargo, se centró en ceñirse a las normas de cortesía y a la buena y rigurosa educación que había recibido, inclinándose frente a la pelirroja. -Soy Eira, nueva estudiante en la Academia. Mis disculpas si te has sentido ofendida. No pretendía obligarte a despojarte de tu- "zulo" -habitación. Simplemente pretendía hacer un trato justo, comprarte el cuarto para poder tener algo más de amplitud- "tampoco la suficiente, ¡esto parecen las celdas de prisión!".

Pese a querer seguir mandándola a tomar viento de forma airada, Eira mantuvo la compostura. -Espero que no sigas pensando en hacerme bailar sobre esos trozos de cristal- volvió a hacer una leve inclinación antes de marcharse hacia el cuarto que le correspondía y así poder dejar sus cosas. Ya pensaría cómo apañarse...

Me asomo por la entrada de mi habitación con un pañuelo anudado en la cabeza y un plumero en la mano tras escuchar el griterío (por cierto, conocido).

- Pues a mí las habitaciones me parecen grandes, quizás la mía tiene mucho polvo pero eso lo estoy arreglando ahora - me percato de esa voz conocida, la de la barda - ¡Anda, hola Sammy! Me alegro de volver a verte.

Por mi tono se me nota bastante animado. Mi habitación me parece muy grande, comparada con la que tenía en casa de mi maestro que era un tercio de ésta.

Mantuvo el ceño fruncido ante la respuesta de la recién llegada, colocando los puños sobre sus caderas en jarra, escuchándola.

-Aun así... Las habitaciones son como son. Tendrás que apañarte con lo que hay- Aun seguía molesta. Actitud que cambió al escuchar una voz que ya conocía.

-¡Bienvenido!- Exclamó desde donde estaba, algo más contenta. Acto seguido, se apresuró a paso alegre hasta donde estaba el muchacho. -¿Que te parece la academia? ¿Enorme verdad? No te preocupes si al principio te pierdes. Nos ha pasado a todos. ¿Te hace falta algo?-

- ¡Sí, cabe un pueblo entero! - comento con tanto entusiasmo como ingenuidad, extendiendo los brazos para hacer énfasis de lo grande que es la academia - Y hay de todo, mucho más de lo que tenía en casa. Por ahora solo necesito limpiar mi habitación, pero eso es algo que puedo hacer yo mismo. Luego iré al claustro a probar la fuerza de Ubbe (y con suerte ganarme su amistad). ¿Y tú cómo estás?

En ese momento, un muchacho salió de la habitación con el numero tres, quedando entre medias de Eira y Trece y Sammy. Un chico que debía de ser más o menos de la altura de Trece, pero de tez pálida y cabellos rubios. Con una intimidante quemadura que abarcaba gran parte de su cara.

-¿A que viene este jaleo?- Preguntó, con una voz grave e inexpresiva. 

Miró a un lado y a otro. 

-Vaya. Si la canija de los Tsartsaris por fin ha abandonado el nido- Una media sonrisa se dibujó en su cara. A paso firme y pausado, se acercó a Eira. -Todos creían que iba a ser Mike el que acabara por aquí. Ojalá pudiera ver como se tragan sus palabras-

Sammy escuchaba a Trece con alegría. Le divertía la ingenuidad con la que el muchacho no dudaba en expresarse, ajeno a lo que otros pudieran pensar de él. 

Soltó un largo suspiro. 

-Estoy machacada... Al Rector no se le ha ocurrido otra que hacerme entrenar con Himmund. Y es de los que se lo toman demasiado en serio- 

En ese momento, apareció el susodicho, saliendo de su habitación. 

-Ese es Himmund- Señaló con la cabeza. -Si vas a pelear contra Ubbe, deberías probar también contra él. Esos dos junto con Cass son los más fuertes de la academia-

-Habrá otro remedio- respondió Eira con convicción. No estaba por la labor de darse por vencida tan fácilmente.

Sammy parecía conocer a Trece, pues no tardó en cambiar su actitud arisca por una mucho más sociable y animada. "Rarita", pensó para sí. Ni siquiera había tenido la decencia de presentarse pese a los buenos modales que había presentado la paladín. Había acertado su nombre después de que fuese el "ceniciento" quien la nombrase.

Pensaba meterse ese zulo, que ahora era suyo, para tratar de poner orden y ver cómo organizarse, cuando una cara conocida salió por la puerta número 3. -Himmund- saludó, estrechando la mirada. -Estaba claro- razonó ella, por su parte. -Mike es bueno en lo suyo, pero no tanto como para que lo acepten en Krypteia. Es mejor que se asuma, pues ya es un hecho- a pesar de estar hablando de su propio hermano, Eira había demostrado ser una digna guerrera gracias a él, y parecía orgullosa de sentirse por encima en esos momentos.

- ¿Ah, sí? Entonces haré caso a tu consejo, gracias - me dirijo hacia Himmund con interés - Soy Trece, mucho gusto. Espero que podamos entrenar juntos un día de éstos.

Me quedo pensando en la posibilidad de entrenar con los más fuertes de la academia, repasando mentalmente sus nombres. Ubbe, Himmund y Cassandra. Está claro que con ellos podré hacerme más fuerte y seré un mejor guerrero.

No me meto en la conversación que mantienen Eira y Himmund. Por mi parte no cabe duda de que Eira merece estar aquí.

Himmund sonrió con las palabra de Eira, algo raro en él. 

-Hará un par de días que recibí una carta de su parte. Acababa de enterarse de tu logro. No cabía en sí de orgullo por su querida hermanita- Le dio un suave golpe en la frente con el dedo índice. -Pero no te vayas a dormir en los laureles. Llegar ha sido la parte fácil. Seguir es la complicada. Y acabar... Ni hablamos- 

Miró de soslayo al muchacho que llegaba por su espalda. Lo miró, de arriba a abajo. -Samantha (Sammy) Nos habló de ti. De como venciste a ese falso albino y a varios de los suyos- Su actitud con el muchacho distaba mucho de la que había mostrado con Eira. Era mucho más hostil. -Incluso mencionó que bien podrías estar a mi altura. Un chiste malo, sin duda. Tu inexperiencia es tal que hasta se puede oler-

- Sammy es muy amable al hablar así de mí, pero no soy tan fuerte. Si salimos tan bien de aquella misión fue precisamente gracias a ella. Tal y como dices tengo muy poca experiencia - respondo con modestia y amabilidad, sin dejarme intimidar por su actitud hostil - Sammy afirma que eres de los más fuertes de la academia, espero poder aprender mucho de ti.

Sus labios se tensaron ligeramente mientras emitía un "mmm" ante las palabras de Himmund. Su hermano le había escrito, ella ni siquiera sabía si había respondido a su carta... De ser así, seguramente estaría en su casa.

Encajó el golpecito en la frente, primero con sorpresa, luego mirándole con fastidio. -Lo conseguiré. Puedes estar seguro- le respondió con vehemencia.