Partida Rol por web

Higetora se dio cuenta de repente de lo indefenso que estaba. Una sensación horrible para un Cangrejo.- Ve delante! Necesito mi bolsa de plegarias. Ahora mismo te alcanzo. - Dijo, a la vez que esprintaba hacia su habitación.

Hiroto había logrado la presa mientras sus fuerzas por el momento fueron lo suficiente como para no dejar al Ronin atacar, el cuerpo del cortesano se tensó y la adrenalina comenzó apoderarse de todo el sistema dándole el valor de seguir, sus manos se ferraron con más fuerza mientras el cuerpo le sirvió para ir llevándole más lejos en lo posible de Setsuko. Donde estaba la ayuda?...

Saemon continua debatiendose y cambia de tactica, intentando sorprender al cortesano en vez de medir fuerzas, tironeando hacia atras... No obstante el agarre es bueno y Hiroto se ve arrastrado un paso con el, sin soltarle.

La pugna entre las dos voluntades es firme, pero asi solo queda un punto muerto. Lo unico que puede rompero parece ser una intervencion externa...

-No... no digas nada. Resiste. Tienes que resistir! +ordena y suplica a la vez Yugoki, mientras presiona la herida, usando el obi como venda. Pero su improvisacion no surte el efecto deseado, ya que lo hace debilmente, inseguro de los limites y de lastimar mas a Setsuko si le atiende con demasiada firmeza. Una de las pocas cosas que el joven nunca aprendio fue medicina, y ahora lo lamenta. ¿Que hacer? No se atreve a moverla, pero no puede dejarla tampoco...

Una lagrima de desesperacion aparece en su mejilla, y cae en el rostro de la joven Bayushi. 

Hiroto aun aferrado respiro con pesar mientras no tenía ninguna intención de soltar al Ronin, escuchaba también a Yoguki recitar aquellas palabras de tristeza, - Basta Saemon!... Despierta! – Trataba de hacerle entrar en razón con alguna palabra escueta entre el forcejeo y las ganas de no recibir un ataque del Ronin.

Las palabras de Hiroto parecen caer en oidos sordos... El ronin, empecinado, insiste en sus maniobras, pero es futil. 

Yugoki hizo bien su tarea. Bajo el kimono, las heridas de Saemon son mucho mas serias de lo que su bravuconeria admitiria. Si tan solo pudiera irse dignamente... Uno mas. Uno mas. 

*Akodo-sama, por favor, dame fuerzas!!

El aire escapa entre resoplidos por sus dientes apretados, sin resignarse, pero tambien cada vez mas desesperado.

Mientras el Kuni iba a por sus pergaminos, Junichiro se entretuvo un momento en su habitación para coger su arco y carcaj. Puede que Saemon hubiese demostrado ser mejor con él con la katana, pero la prueba de tiro con arco la había ganado él y pensaba demostrar el por que.

Mientras Kuni y Daidoji recogen apresuradamente sus equipos, la cabizbaja Suzue queda a un lado... Sin fuerzas por si misma, solo puede esperar que ellos tengan exito en detener lo que vaya a suceder.

El Grulla sale primero, y de inmediato corre hacia el dojo, arco en mano. Kuni le sigue algo mas atras, con su bolsa de pergaminos, aprestandose. 

Las luces del pasillo pasan raudas, y son prontamente seguidas por las sombras del patio posterior. Pero solo cuenta un lugar... El escenario de las pruebas marciales. ¿Estaran a tiempo?

Dentro del Dojo, la escena dista mucho de la paz y disciplina que debería respirarse en el mismo. 

Cuando Daidoji llega, se encuentra a Hiroto y Saemon están entrelazados en una presa, zarandeándose con fuerza, uno para retener, el otro para liberarse. El ronin sostiene una katana ensangrentada, y sus mismas ropas están manchadas. De alguna forma, el cortesano se las arregla para sostener sus brazos e impedir que siga atacando… aunque ya ha hecho bastante daño.

Esto se visualiza un par de metros a la derecha, donde Setsuko yace tendida en el suelo, mientras Yugoki-sama intenta aliviar sus heridas. La ha desnudado un tanto en su torso, para usar el obi de la muchacha como venda improvisada. En un primer momento no se percata de la llegada de la esperada ayuda, demasiado concentrado en su deseo de salvar a la muchacha.

Por el rabillo del ojo observo al Daidoji ingresar en el Lugar santo, quizás la seguridad fue un error que le costaría muy caro; las manos se deslizaron del agarre perdiendo aquella posición ventajosa en cierto modo. Un escalofrió recorrió el cuerpo del Cortesano esperando que lo que imaginaba no viniera una vez más. Trato de apartarse lo suficiente hacia un costado atento por si esquivar fuera una posibilidad.

Fue un momento desastroso de distracción, ya que Saemon finalmente pudo zafarse, y rápidamente esgrimió la espada a la defensiva, ante la aparición de Daidoji. 

Trazo un círculo invertido para definir su territorio de guardia, tan alegre de recuperar su libertad de acción como molesto al ver que había traído un arco. Era una lástima... había esperado poder acabar con el maldito Escorpión al menos, antes de que lo detuvieran. Ahora tendría que luchar con el Grulla. Y en su estado actual…

-Ah… nos vemos una última vez, Daidoji-san. +comento secamente.

El Daidoji no respondió; ya llevaba el arco y una flecha preparados en cuanto llegó al dojo, y lo primero que hizo nada más ver a Saemon fue disparar.

La flecha de Daidoji, aunque poderosa, es desviada en el ultimo momento por la espada de Saemon. Herido y todo, su defensa sigue siendo soberbia. Un seco crujido cuando es partida, solo eso resulta del disparo, pero el ronin esboza una mueca de desagrado. Sin duda sabe que a distancia tiene desventaja.

Al oir el ruido del choque del acero contra la madera Yugoki alza la vista, mirando a la puerta. 

-Daidoji-san! Deprisa! Setsuko... los necesita! +insta el joven, innecesariamente, pero con un énfasis que deja claro su preocupación y nerviosismo. En esos momentos arriba detras de Daidoji el Kuni, cosa que le hace entreabrir los ojos de esperanza, ante la posible ayuda del shugenja...