Partida Rol por web

Higetora evaluó rápidamente sus opciones. De poco servía que acudiese a curar inmediatamente la herida de Sestuko, si con eso lo único que conseguía era exponer su espalda al ronin. Pero eso no quería decir que no pudiese ayudarla. Mientras se movía por la sala, sin perder de vista al espadachín, sacó de su bolsa de pergaminos una plegaria. La desenrolló con soltura nacida de la práctica, y rogó a los Kami que drenaran la fuerza de los miembros del agresor.
 

Es una dura desicion sobre quien lanzarse, si el Daidoji o el shugenja recien aparecido, pero Kuni decide por Saemon. Es mas peligroso a fin de cuentas, cosa que se nota al sentir como sus musculos se envaran, sometidos a los Kami de Tierra del Cangrejo..

-KIAAAGHHH!!!!

Como un poseso, se lanza sobre el y a despecho de todo descarga un tremendo tajo. Sus brazos le pesan, su cuerpo esta mas lento y duro, pero el arduo entrenamiento del bushi se hace notar y alcanza al adusto hombre con su hoja ensangrentada, lastimando seriamente su carne...

El Daidoji volvió a colocar una nueva flecha en su arco, y disparó de nuevo contra el ronin ensangrentado. Esta vez procuró apuntar mejor, pues la vida del Kuni estaba en juego. Incluso herido, Saemon era un adversario formidable.

Gasto 1 pto de vacío para reducir el daño en 10.

Cada jugada tiene su riesgo, eso lo sabe cualquier apostador. Saemon solía ser uno antes, y desde el momento en que Yugoki lo cuestiono, podía escuchar los dados caer al reves, sellando su destino. Incluso si no fuera culpable, solo era un ronin. No podía esperar clemencia ni piedad. Así que se aseguró de dejar una marca… más bien, varias, entre todos los que alcanzó. Era de lamentarse no llevarse efectivamente a ninguno consigo, pero… lo demás vendría por su cuenta, a su tiempo. El los esperaría al otro lado.

Eso pensó con una sonrisa triste, mientras se desplomaba de lado, con la flecha de Daidoji atravesándole limpiamente su torso y corazon. Ni tan siquiera sintió el tatami al caer. Su alma se iba y seguía su camino. Había hecho su tarea. Estaba en paz.

- Perro... -murmuró el Daidoji cuando la flecha atravesó limpiamente a Saemon.

Si bien los actos de Saemon hablaban por si solos, ahora no tenían modo de saber si él era realmente el que había asesinado a los dos Unicornio. Bien podría ser; Saemon tenía la fuerza y maestría suficiente con la katana como para haber provocado el terrible corte que mató al Ide, pero ya no podría responder a ninguna pregunta.

- Si me disculpan un momento, tengo algunas vendas y ungüentos en mi equipaje. Puedo ayudar a tratar a los heridos. Iré a buscarlos.

El Daidoji abandonó la escena, camino de su habitación, pero antes pasó por las habitaciones del servicio a buscar a Suzue

El corte era profundo y doloroso, pero no letal. Sin embargo, no era su propia supervivencia la que preocupaba a Higetora. Mientras el Daidoji se alejaba a por sus bártulos de curandero, Higetora buscó un nuevo pergamino en su bolsa, manchándola sin darse cuenta con su propia sangre. Limpiar sus plegarias sería un engorro, pero de momento había asuntos más acuciantes. Encontró el pergamino que buscaba, y se dirigió a la forma inerte de Setsuko.- Si me permite, Suzume-sama.- dijo mientras se arrodillaba al lado de la Escorpión, acumulando sus reservas de energía. La oración brilló en su mente, y pudo sentir cómo los Kami trabajaban por restaurar el equilibrio roto por el dolor en el cuerpo de la Shosuro.

Daidoji se toma sus minutos, pero finalmente Suzue puede verle regresar por el pasillo. La muchacha no sabia donde quedaban las dependencias de los sirvientes, asi que habia aguardado frente a las habitaciones, esperando que regresara a salvo... que la desgracia no persiguiera a quienes se interesaban en ella. Asi que el Grulla la encontro casi en el mismo lugar que la habia dejado, cabizbaja y espectante. 

El adusto hombre no presenta la menor herida, un gran alivio para ella, pero por otro lado viene solo.

Se había quedado de pie, apoyada en la pared, con sus manos cerca de su pecho y con una expresión de miedo y expectación,  temía que las cosas se hubieran descontrolado, que su amo muriera, que cualquiera muriera, ya mucha sangre se había  derramado, por eso al verlo, salió a su encuentro, estudiándolo en busca de alguna herida, pero no encontró nada, él estaba bien.

- Daidoji-sama... ¿qué ha pasado? - preguntó asustada y con la voz delgada.

Junichiro estaba internamente satisfecho con lo sucedido, pero aún no podía quitarse del todo la preocupación. Temía que Saemon no fuese el verdadero asesino, aunque sus actos resultaban más acusadores que ninguna otra prueba.

- No lo se exactamente, pero el ronin está muerto. Por fortuna he podido detenerle antes de que matase a nadie, aunque hay heridos. Esperemos que fuese él el asesino y ya no hayan más muertes.

Acto seguido, entró en su habitación y cogió un paquete con ungüentos y vendas.

- Ven. Quizás puedas ayudar a tratar a los heridos.

Cuando Daidoji ento en su cuarto, ella fue detrás de él, siguiéndolo lo más rápido que sus pies pequeños le permitían, y se apresuró a tomar las cosas que su señor recogía, y en un movimiento sus dedos delgados por poco rozan las manos de Daidoji, ella las retiro y miró con algo de miedo a su amo, pensando que le diría algo, pero eran ideas suyas, básicamente no lo había tocado.

-pero Daidoji-sama - se apresuró a hablar- ¿el confeso? Digo..- medito de la mejor manera los reparos que tenía, había muerto así , sin más?- hay alguna prueba que sea más fuerte que la mera presunción?- sus labios se fruncieron y no se apresuró a salir de cuarto, era importante hablar con el antes- y sobre todo, se sabe porqué lo hizo? No sé mi señor, algo me dice que esto no ha terminado, se debe indagar en sus motivos, quizás era venganza personal o le pagaron, y si es así, el verdadero enemigo se oculta aún- se mordió su labio inferior y miro hacia la puerta- hay cosas que no me cierran, como lo dela puerta, hable con los sirvientes y las puertas no habían sido cambiadas , de hecho me recomdaron hablar con el carpintero por la mañana... Daidoji-sama, no deje que esto simplemente se cierre con la muert de ese hombre, sin pruebas, en realidad no podemos seguras  que la amenaza haya acabado- lo mira a los ojos, su gesto es suplicante.

Como ya había demostrado antes, Suzue resultó ser bastante perspicaz en todo aquello

- No se exáctamente que ocurrió, y tuve que matarlo antes de oir cualquier confesión, pero sus acciones hablan por si mismas. Atacar de ese modo al hijo del daimyo Suzume... De todos modos, tienes razón en que no conviene relajarse. Era un ronin; si le acusaban, aunque fuese en falso, no tendría posibilidad alguna de defenderse y tal vez atacase porque ya no tenía nada que perder. Es posible que no fuese el asesino, aunque la gravedad de la herida del Ide me dice que solo alguien con la destreza de Saemon podría haberle matado.

Una vez recogidos los útiles de curación, Junichiro regresó a donde había abatido a Saemon.

Antes de partir, la chica debe obedecer un impulso importante, la joven avanzó hacia la túnica de Daidoji y la sostuvo, deteniendo su marcha, y recargado su frente en la espalda de aquel hombre curtido en la batalla. Lo sostuvo mientras echaba mano de nuevo a su valor para poder hablar luego de haberse atrevido a aquel acto.

- temí tanto que algo os pasara, Daidoji- sama... mi corazón ahora se relaja de saber que está bien... - murmura, aún sosteniéndolo.

Setsuko entre abrió los ojos y encontró dos figuras inclinadas a su lado una de ellas destilaba una luz que tan solo permaneció unos instantes en su cuerpo arrebatándola de la oscuridad que se había cernido en su consciencia.

Yugoki.. alcanzó a susurrar cuando cayó en cuenta que la otra figura era el Kuni, entendió rápidamente su situación y vio su torso semidesnudo por lo que como pudo se acomodo y roja del pudor habló, mientras buscaba su máscara.

Suzume-sama, Kuni-san, gracias- la herida vendada y la presencia del shugenja eran indicios suficientes de la atención que recibió. ¿se encuentran ustedes bien? ¿que sucedió?  la conmoción no había abandonado del todo a la joven escorpión por lo que su voz se escuchaba dolorida y temblorosa, pese a las preguntas dirigidas a ambos samurais ella no apartaba su vista del gorrión que también se encontraba herido y del que no quería apartarse-

Junichiro se giró sin saber muy bien que decir. ¿Por que habría hecho eso Suzue? Seguramente solo estaría asustada; la joven ya había perdido a mucha gente.

- Eh... Gracias por tu preocupación -respondió quedamente, antes de regresar al dojo

Los dos regresan al dojo, envueltos en un aire algo extraño por la reacción de Suzue y la falta de ella de Daidoji.

Al llegar, pueden ver que Kuni-san ya está atendiendo a Setsuko, que continua tirada donde cayera. Suzue puede notar que tanto la Escorpión, como el joven hijo del Daimyo y el shugenja Cangrejo tienen marcas sanguinolentas en sus cuerpos, aunque no parecen hacer mucho caso de ella.

Otro cantar es Saemon, el cual además de varias heridas, se halla caído poco más allá con una flecha atravesando su pecho de parte a parte.  Todo el espectáculo es grotesco, y desgraciadamente, evoca memorias muy cercanas en ella.

Suzume-sama sonríe levemente, aliviado de que vuelva hablar, y desliza una caricia por el rostro de Setsuko, invitándola a guardar silencio mientras el Kuni hace su tarea. En eso Daidoji regresa junto con Suzue, trayendo su equipo de vendas.

-Muy agradecido. +responde con una sinceridad tan intensa que casi vuelve innecesario ser más explícito+ Vuestra llegada no pudo ser más oportuna. Estoy en deuda, con todos vosotros.

Junichiro se arrodilló junto a la Escorpión y le aplicó unos vendajes, minetras conversaba con el Suzume

- Ha sido un honor, Yugoki-sama, pero decidme, ¿que ha ocurrido exactamente?