Partida Rol por web

Tras leer la nota que habían dejado explicando los sucesos del día anterior, Junichiro consideró oportuno presentarse a la prueba. A fin de cuentas, era él quien había sugerido continuar con el evento, y sería poco honorable no presentarse ahora, incluso sabiendo que en una prueba así no tenía muchas posibilidades, como en la mayoría de pruebas que restaban. Sin embargo, no por eso iba a dejar de intentarlo.

Vestido con un kimono azul claro y portando nada más que su wakizashi, el Grulla se dirigió tranquilamente hacia el templo, después de pedir a Suzue que le acompañara. Aunque no lo reconocería, tenía cierto afecto por la joven, especialmente desde que había demostrado sus dotes para la observación.

No hubo necesidad de conciliar el sueño, Suzue era una niña a fin de cuentas, así que cuando puso su cabeza en la pequeña almohada, y se quedó profundamente, aunque no durmió tanto, porque antes del amanecer, Suzue ya estaba despierta y había arreglado las ropas que su amo usaría al día siguiente. Cuando ambos estuvieron listos, la chica aún para nada convencida de lo que harían, se fueron al evento.

Suzue se quedó cerca de su amo, mirando el evento.

- espero que gane, Daidoji-sama - le dio su aliento al samuraí, y le sonrió.

Hiroto despertó o quizás solo había dormitado con tanto en su cabeza, aun recostado sobre la esterilla mirando el techo de la habitación seguía pensando en todo lo que había acontecido hasta el momento. Su mirada, la de su ojo sano, daba vueltas una y otra vez hasta tomar una decisión. Camino tras cambiar sus ropas en los colores del Clan por los pasillos de la casa que le alojaba mientras se preparaba para la prueba del día de hoy, su mente quizás debía calmarse antes de poner pie en el santuario, observo los jardines y presto atención a todo lo que ocurría con la preparación del evento. Finalmente su persona se presentó para la competencia esperando buenos resultados.

Kuni se había levantado temprano para poder atender a Setsuko, y esta demoro algo más para poder arreglarse luego del alivio que este trajo con su magia.* Así que fueron de los últimos en llegar al santuario.

Como los que les precedieron, pudieron comprobar que todos los invitados que quedaban habían decidido confiar en las palabras de los Suzume y darles una oportunidad. Sus motivos tendrían, cada uno por separado, pero en cierta medida también hablaba de los anfitriones la consideración que habían ganado entre los jóvenes durante estos días.

Los jueces de esta prueba eran el adusto Lanei-sama, y el anciano Mukashino, que se encontraban parados al frente y al fondo. Las figuras tanto de los 8 Kami y como de las 7 Grandes Fortunas flanqueaban sus presencias de una forma muy emblemática.

Suzue, que no conocía el lugar podía disfrutar ahora de las delicadas pinturas con que se representaba a las sagradas entidades. Además, la parte inferior del lugar había muchos pequeños nichos, dedicados tanto a Fortunas menores como a Ancestros importantes, aunque muchos le resultaban desconocidos (tanto a ella como a los demás). Seguramente serian de los Suzume.

Los bancos usuales habían sido removidos, reemplazados por un círculo de sencillos cojines. El ambiente a su vez estaba cargado por el olor de las hierbas aromáticas. Pero lo más llamativo resultaba el dúo en el centro del lugar.

Suzume Kashira y Suzume Yugoki, padre e hijo, vestían ahora del luctuoso blanco. La pureza prístina de las prendas contrastaba con sus morenas pieles. Esperaron hasta que el último entrara, antes de hablar.

-Ohayou gozaimazu, tengan todos. Antes de empezar este último día de competición, quiero decir unas palabras.

El silencio se hizo, remarcado por la grave serenidad del tono que empleara. La mayoría no había oído nunca de esa forma al respetable Kashira. Seguidamente, continua:

-Ya todos están informados de la triste serie de desgracias que han estado aconteciendo en torno a esta humilde competencia. Como señor de esta casa, como daimio de los Suzume, como anfitrión, he fallado. No tengo otro modo de verlo. Asumo la vergüenza,.. Más aún, la responsabilidad en todo esto plenamente, y al margen de cualquier consideración que las circunstancias pudieran otorgar. Es, lo que ha sido.

Saca un tanto de su kimono, desenfundándolo con un chasquido seco.

-Por ello, no encuentro satisfacción en entregarles solamente las explicaciones y disculpas. Aunque estén pletóricas de sinceridad, no dejan de ser palabras al fin y al cabo. Solo los hechos definen las situaciones o los pensamientos que realmente poseemos. En este caso, ese sería el profundo pesar que me embarga. Es por ello, que además de mis palabras, también ofrendo mi honor a ustedes.

Por un instante pareciera que va a hacer lo que todas las mentes imaginan. Pero en vez de volver la hoja contra sí, la lleva a su nuca. Diestramente y de un solo tajo, corta el moño de sus cabellos, que toma con la otra mano. Luego, se arrodilla, y lo presenta ante ustedes, con la cabeza ahora tal cual la de un simple heimin… 

Yugoki, de pie al lado, mantiene el silencio hasta que su padre se arrodilla. Ni siquiera parpadea al ver entrar a Setsuko, ni a ninguno con la mirada clavada en el vacío. Contempla mucho más allá de la gente y del templo, su propio futuro quizás, o algún designio secreto.

Finalmente, no obstante, le llega su momento de hablar.

-Tal como mi padre lo dijo, no son las palabras, sino los hechos lo que nos definen. Mi responsabilidad en todo lo sucedido no es menor que la suya, sino todo lo contrario. Ni como samurái, ni como su hijo, ni tan siquiera como hombre, puedo dejar que solo él cargue con una prenda que desde el principio fue mía, aunque luego se decantara de una forma tan amarga que nunca pude haberla previsto. No. La llevaremos juntos.

Al igual que Kashira, el tanto aparece en su diestra, y lo lleva a su larga trenza. Son algo más duros sus cabellos y toma un par de tajos, pero los corta completamente. Al mismo tiempo que los enseña, y se arrodilla, añade quedamente.

-Además, aprovecho para anunciar mi retirada de la competencia.

Su tono no delata ni por un instante, el pesar que le produce la situación. Es su deber.

Todo el templo los observa, silenciosos. Nadie, parece saber como reaccionar. ¿Tan profunda y autentica es la humilde sinceridad de los Suzume?

El Grulla sonrió ligeramente y inclinó la cabeza como agradecimiento a los ánimos de Suzue. En realidad no tenía muchas esperanzas de que aquella prueba le saliera bien, pero deseaba participar, para mantener los ánimos en la competición después de los acontecimientos del día anterior.

Arrodillado ante los anfitriones Suzume, no puede hacer más que contemplar en silencio y con total solemnidad el acto que Kashira y Yugoki llevan a cabo. El daimyo de un clan, y su hijo y heredero, renunciando a su posición y privilegios para enmendar al clan de toda culpa y vergüenza. Tanta humildad, tanta honestidad... Era abrumador. Si todos los samurai de Rokugan fuesen tan solo la mitad de honorables que aquellos dos hombres, el Imperio sería un lugar mucho mejor. No podía pronunciar palabra, ni hacer gesto alguno. En el fondo, se sentía avergonzado; Yugoki había confiado en él, le había pedido que buscara al que intentaba sabotear el evento, y le había fallado. Si, le había dado muerte, pero ojalá pudiera haberlo hecho antes de que hubiese sido demasiado tarde y evitar aquel triste desenlace. Tendría que disculparse con él más tarde.

Higetora había llegado por los pelos a la sala, pero no por ello le asombró menos las acciones de los Suzume. Lo primero que pasó por su mente es en quién recaerían las responsabilidades del clan ahora, con el Daymio y su heredero renunciando al puesto para retirarse a un monasterio. Cuando había sugerido restituciones, Higetora se las imaginaba de otro tipo, pues el honor no era moneda de cambio barata. Miró de reojo a Lanei, esperando a ver si el adusto monje reaccionaba de alguna manera: Después de todo, iba a recibir a dos nuevos inquilinos. Dejó la responsabilidad de romper el silencio en otro. Poco sabía Higetora del protocolo que seguía a esta clase de anuncios, y hace tiempo había aprendido que la mejor opción cuando uno no sabe que hacer es quedarse callado y esperar a ver cómo evoluciona la situación. Así también tendría tiempo de meditar sus propias opciones.

La joven había sido la última en llegar, aunque visiblemente se encontraba mucho mejor que la noche anterior no por eso su andar era ligero, de hecho caminaba lentamente con solemnidad y contrario a los días anteriores donde se distinguía por un espíritu altivo y una rebosante energía con chispas de altanería, en esta mañana se mostraba completamente diferente, mucho mas seria, taciturna, mucho más madura. 

Sus ropas coloridas con el bermellon escorpión cambiaron por un discreto kurotomesode con apenas unos apliques del color de su clan*, su cabello que siempre estaba suelto estaba recogido de la manera mas recatada de las cortes de Rokugan y su blanca piel estaba empolvada y maquillada de tal manera que parecía salida de una pintura del maestro Hashiguchi Goyo**; ella iba a representar en el día varias interpretaciones para las pruebas y se había preparado para dar un espectáculo agradable que permitiera poner en calma los atribulados pensamientos de los participantes, o eso creía al presenciar la actual escena.

Su corazón casi se detuvo al ver el Tanto empuñado por el gorrión, en su mente vio la peor escena y considerar por segundos la muerte del hombre la quebró por completo: se le cortó la respiración y los años de entrenamiento como actriz le valieron nada ante la demostración del par de samurais, no pudo evitar las lágrimas, lo intentó realmente lo intentó pero no consiguió que su cuerpo respondiera y se mantuviera estoico ante la entrega de padre e hijo, se derrumbaría con ellos y se arrodillaría de no ser por la mirada de su maestro, mirada que buscó con desespero, quería que él interviniera y evitara la deshonra pero eso era imposible y hasta peor. La muchacha no sabía que hacer, estaba consternada.

Había tanto que quería decir, tanto que dar, tanto que hacer y ahora solo un nudo en la garganta le impedía hablar, se sentía responsable por esta situación, admiraba la determinación de los gorriones al hacer algo que muy pocos harían pero esa admiración nunca alcanzara para apaciguar la tristeza que sumió su corazón en sombras.  

El asombro, el respeto, la duda, la tristeza, se hacen presentes en muchos rostros. Cada uno tiene sus propias opiniones al respecto, ni duda cabe, pero todos comprenden el gesto de los dos nobles Suzume como un sacrificio extremo, algo que realmente puede tener muchos inconvenientes para el liderazgo del clan. Cierto, aun esta Mukashino-sama, pero…

Como respondiendo al interrogante, él se levanta. Todos los ojos van al pequeño y sonriente anciano. Muchos jóvenes probablemente ni se percatan ante quien están presentes. Es más que un simple daimio retirado de un clan menor, o un gran poeta y artista. Basta decir que pocas figuras en el Imperio tienen una entrada permanente a las Cortes de Invierno del Emperador sin necesitar invitación, o son admitidas en su presencia casi automáticamente.

Él es una de esas.

Da unos pasos entre ambos samurái arrodillados, apoyando sus manos en los hombros, tanto de su hijo como del nieto que ha criado como propio.

-Todos somos testigos del arrepentimiento que ambos demuestran, y nadie… NADIE, puede poner en duda, la honestidad de vuestras palabras y pensamientos. Con tristeza, en una circunstancia que nunca hubiera deseado, reasumo entonces mi posición como daimio del clan Gorrión. +proclama con seca dureza.

Togo-sama, es de los que permanecen más calmados durante todo el suceso, finalmente se adelanta. Se arrodilla frente a los 3, y hace una profunda reverencia, pidiendo permiso para hablar con la mirada. Mukashino asiente con un gesto curiosamente serio para su rostro, y el sensei de los Escorpión entonces se gira en su lugar, encarando a los presentes.

-Me permito aclarar una cuestión. Mi autoridad como Magistrado Esmeralda, desde luego no compete a la política ni organización del honorable Clan Gorrión. Solo a la de ciertos crímenes que se cometan bajo su jurisdicción, los cuales fui debidamente encomendado atender. Debido a esto, y a los testimonios reunidos, he determinado que no hay culpa alguna por lo sucedido en estos días, que deba recaer sobre los Suzume. Cualquier medida que deseen tomar, nace de ellos mismos. Pero para la justicia del Imperio, ambos están libres de toda mancha. Aquel o aquella, que dude de mi decisión, puede apelar a la sabiduría del Campeón Esmeralda, en Otosan Uchi. Cualquier otra cuestión o pena que deseen acarrear, recae en sus respectivas conciencias y honores, como así en la obediencia que profesen a Mukashino-sama. He dicho.

Luego vuelve a girarse hacia los 3 Gorriones, se inclina y se levanta, retrocediendo de nuevo entre la gente sin volver la espalda. Se detiene al estar junto a Setsuko, impasible.

Deja que Togo-sama hable sin interrumpirle en lo más mínimo, firme y erecto como una lanza que brota del suelo, grande y pequeño a la vez. Luego de que este se retira inhala profundamente, antes de volver a hablar, con una voz más apergaminada y serena que antes.

-Agradezco las palabras de Bayushi Togo-sama, así como su apoyo. Pero, como bien ha dicho también, esto es un asunto cuya determinación final recae en nosotros. He tomado una decisión final en esta dolorosa circunstancia que atravesamos. Ahora que vuelvo a ser el daimio de los Gorrión, acepto vuestro arrepentimiento y de tal forma… determino que vuestros servicios aún son requeridos, Kashira-san y Yugoki-kun.

Cierra los arrugados dedos como garras, sobre las ropas de ambos contritos samurái. La tensión marca las venas de sus manos firmemente.

-El pueblo al que jurasteis defender y yo mismo os encomendé, lo necesita. Lo mismo aquello de vosotros, eso que juraron en el día de sus respectivos gempukku. Pero esta acción no quedara sin consecuencias. Por lo tanto, ambos emprenderéis el Musha Shugyo, hasta que podáis lucir otra vez el porte de un samurái. Volved con la mente abierta y nuevas experiencias, con las que guiar a nuestra gente. Así es dispuesto, y así será, con los Kami, las Fortunas, y todos vosotros como testigos. +finaliza, soltándolos a la vez que extiende los brazos, en un gesto en el cual señala las figuras en los techos del santuario tanto como a los presentes estupefactos.

Musha Shugyo. El peregrinaje de aprendizaje. Esta opción no es muy frecuente, ya que se requiere de ciertas condiciones para que maestro y daimio se pongan de acuerdo en permitir al alumno vagar por Rokugan como un ronin, sin honras ni señales de su rango o afiliación. Un viaje que sirva a su instrucción de alguna forma, viendo el mundo desde un lugar muy diferente. Normalmente, es difícil conseguir permiso si el samurái tiene deberes que lo atan a un lugar. Ni imaginarse para un daimio en funciones o su hijo. Pero este ya no es el caso, y Mukashino es tanto el maestro como daimio de ambos. Solo debe estar de acuerdo consigo mismo en esta decisión. Incluso así, usarlo como castigo es raro… pero perfectamente válido.

Kashira y Yugoki giran en sus rodillas, agachan la cabeza y tocan el suelo sagrado con la frente en dirección al nuevo daimio, acatando obedientemente. Todo está dicho.

El Daidoji no podía estar más de acuerdo con el Magistrado Escorpión y con el anciano Suzume. Dejar que Kashira y Yugoki abandonaran el clan y se retiraran a una vida monacal sería una gran pérdida para los Suzume, y más aún por culpa de un simple ronin amargado. Inclinó la cabeza en señal de respeto al nuevo daimyo, y esperó a que anunciasen el comienzo de la prueba.

El alma volvió al cuerpo de la escorpión en cuanto escuchó a Togo-sama y a Mukashino-sama, después de todo había oportunidades para el joven gorrión y que su nombre quedara sin mancha alguna, con este pensamiento respiró profundamente y se mentalizó a participar honrosamente en la prueba de meditación, ella también haría un anuncio si su maestro le permitía hacer algo que justamente se le acababa de ocurrir, al final de la competencia  hablaría con él para comentarle y saber si lo aprobaba.

Un par de sonrisas, algunos suspiros, uno o dos murmullos circunspectos.

Nadie discute abiertamente el planteo de Mukashino. Nadie se atreve.

Kashira y Yugoki se ponen de pie lentamente, y luego caminan a la puerta, por lo que deben abrirles paso. Los dos miran al frente, sin desviarse ni a izquierda ni a derecha, manteniendo la dignidad y serenidad hasta salir del templo. Sus pasos se alejan luego hacia los baños, donde deberán purificarse, antes de comenzar los preparativos que correspondan al castigo que les ha sido dado.

Mukashino-sama regresa junto al firme Lanei, el cual lo mira y asiente a alguna señal con una profunda reverencia de su musculosa mole.

-Estimados invitados… Ahora que esta situación está solventada, es tiempo de reanudar la competencia. A pesar de todo, los Suzume no abandonaran sus compromisos para con vosotros, y todavía resta determinar, quien se alzara con la victoria.

Junta las manos  firmemente.

-Por favor, tomad asiento en los cojines dispuestos. Aprovecharemos la coyuntura para sosegar nuestros espíritus en la prueba de meditación. Puede parecer extraña a muchos de vosotros, pero es sencilla. Se juzgara en vosotros el temple, la capacidad de serenar nuestras almas y concentrarse. Acomódense para empezar.

Hay una docena de cojines en donde hacerlo, los cuales son ocupados por los concursantes, si bien todavía en ninguno de ellos, se apaga lo que acaban de presenciar.

La prueba más pasiva, puede que sea la más difícil.

Todos contuvieron el aire al creer que los gorriones terminarían con su vida ante  la terrible marca de verse superados por la situación en donde su horno había quedado entredicho, lo que cerraba una de las dudas de la joven, móvil , pero aún así, aquella muertes pudieron ser más ominosas, y dejar el honor de los Gorriones sin posibilidad de resarcirse, sino, ahora ellos no serían perdonados de una vida de claustro, sin embargo a Suzue le hace ruido la sanción, sacar a los gorriones por algún tiempo... 

"Por lo tanto,ambos emprenderéis el Musha Shugyo" el tono extraño que usa en "ambos" la hace respingar la nariz,pero fiel a su estatus, se queda mucho más atrás, en la espalda de su amo, con sus manos sobre sus rodillas, y su postura solemne  y atenta.

Setsuko fue la primera en ocupar un lugar, participaría de esta competencia aunque sabía que se encontraba en desventaja total, no solo porque la herida a la que aún le faltaba un poco por curarse estaba desde hace rato doliendo, debido a la subida de adrenalina por las declaraciones de los gorriones sino porque siempre toda la vida ha sido un problema hacer que ella se concentre en la meditación silenciosa, extrañamente su ser se vacía en la música  y no en el silencio de los templos. Ella siempre pensaba con más claridad con el tañer de su instrumento y no con inciensos y estatuas rodeándola.

Eso, sumado a que su revolucionado corazón deseaba estar en otro lugar hablando con otra persona... 

Lo intentó realmente lo intentó y en otras circunstancias lo hubiera logrado con esfuerzo pero en este día las cosas no eran así, para ella no era tan sencillo concentrarse, en un principio fue buscar la posición que le permitiera meditar sin que se lastimase la herida pero solo alcanzó una pequeña tregua poco ortodoxa al apoyarse contra una columna lo que haría que cualquier examinador la mirara con recelo.

duró así un tiempo determinado, no sabía bien, ¿minutos, un cuarto de hora, media hora quizás? al no percibir nada más por la meditación el dolor se hizo más fuerte y más punzante, la incertidumbre del día no ayudó y en cuanto Lanei se acercó a ella, la muchacha puso sus manos sobre la herida y se dobló, no pronunció ni un solo sonido, se notaba que no podría seguir y que lo mejor era revisar los vendajes antes de proceder con la siguiente prueba.

en su posición hizo una reverencia al maestro examinador y a los maestros presentes, ya sentía sobre si la mirada reprobadora de Togo-sama, en completo silencio perdió esta prueba.

Higetora, manteniendo el silencio solemne que había seguido al anuncio del destino de los Gorrión, tomó asiento en el lugar que le habían asignado. Adoptó una posición sencilla, relajada, con las piernas cruzadas en su frente y las palmas reposadas sobre sus rodillas. Poco a poco fue bajando el ritmo de su respiración, dejando que el aire fluyese, y que su mente girase suavemente hacia el Vacío.

Sin embargo, los eventos en los que había visto involucrado en la noche anterior habían alterado su centro, ya que no pudo evitar que las distracciones de Lanei rompieran su ritmo.