Partida Rol por web

Aun no había probado nada, Iuchi Shiko solo se había servido algo de sake y jugueteaba con él. Viendo como el licor se removía bañando los laterales del vaso. – Se podría decir que hago honor a las habilidades por las que es conocida mi familia.- Aquel  cangrejo parecía no querer descubrir su nombre. Muy serio como para haberse olvidado de los modales.  -Si me permite samurái-sama, ¿Por qué es conocida su familia?-  Mientras acababa esta frase el unicornio recogió sus palillos para después llevarse un bocado a la boca. Le había hecho una pregunta muy fácil de esquivar, pero se había negado a preguntarle su nombre directamente. No esperaba que lo rebelara, de hecho, eso le habría decepcionado. Pero de seguir evitando el tema, confirmaría la teoría de Iuchi Shiko. Mi familia se dedica a la centenaria labor de proteger el imperio. Se imaginaba la respuesta. Desde luego ese hombre no hablaba como un bushi, demasiadas cicatrices para un cortesano…

El Yoritomo observaba la escena entre el simpático Unicornio y el seco Cangrejo que le miraba como si lo aceptara con forzosa etiqueta, eso le sorprendió de un Cangrejo... Que tuvieran etiqueta claro. Sacó las copas de soshu y las sirvió con toque pensativo, como pensando en las palabras de su mentor antes del viaje... Eso sobre el mar y las rocas que se hacen arena. La verdad es que la charla estaba marchando con buen tono a pesar de la diversidad de clanes en el ambiente. Finalmente decidió aprovechar la pausa dialéctica del Kuni para contestar al Iuchi:

- Pues encantado Iuchi-San, la tela es una seda que nos trajeron nuestros comerciantes este año de las rutas de la seda. Es de una calidad excelente más que por su vistosidad, por que es sumamente resistente y cómoda, con ella se podría incluso tejer el kimono de un explorador sin que por ello perdiera utilidad o belleza. Si seguimos viajando juntos, a mi regreso a tierras de la Mantis conseguiré un kimono con los colores del Unicornio para usted. - Después de eso guardó silencio a la espera de la respuesta del escueto Cangrejo, al cual aun no habia analizado lo suficiente como para hacer un juicio de caracter.

Junichiro esbozó una sonrisa ante las respuestas de sus compañeros.

- Entonces estamos en las mismas todos; yo tampoco sé muy bien cuando termina este viaje. Pero si todos hemos venido escoltando a un superior nuestro, intuyo que no es casualidad que nos hayamos encontrado en esta posada.

Cogió otro trozo de sushi y lo saboreó con deleite.

- Yo he venido escoltando a mi superior, Doji Chomei. Sin embargo, no tengo la menor idea de que motivos traen a mi superior a tierras Avispa.

Higetora pareció desencorvarse un poco.– Donde estarán mis modales. Me los habré dejado en la Muralla, supongo. Mi nombre es Kuni Higetora, hijo de Kuni Shihaken, hijo de Kuni Sokohiko. Como mi padre antes que yo y su padre antes que él, soy sacerdote de los kami. Estoy aquí en calidad de escolta y consejero espiritual de mi señor. - Dio un sorbo a su té.- No esperaba encontrarme otro siervo de los kami aquí. Creo que tendremos ideas interesantes que compartir sobre las maneras apropiadas de rendir culto. - El comentario del Mantis sobre la tela le recordó a un comerciante Yasuki lanzado en una venta, y tapó la sonrisa que amenazaba con asomar con otro sorbo a su té.

  Termino de saborear el exquisito bocado que se había llevado a la boca. – Sin duda es extraño que dos servidores de los kami, de tan diferente índole se reúnan en estas tierras. Al parecer es la reunión entre nuestros acompañantes lo que ha permitido que se junte este particular grupo, pues yo también vengo escoltando a la honorable Fujiki Otaku.-  El unicornio cogió otra pieza de sushi y tras saborearla se dirigió hacia el mantis. – Ciertamente he oído hablar maravillas de vuestro comercio y si mi viaje me llevan hasta las islas mantis, me acercare en cuanto se me este permitido a contemplar las mercancías que llegan a los puertos de vuestras ciudades.- Iuchi Shiko poso los palillos, el sushi estaba delicioso, de hecho el segundo trozo lo había tomado solamente por gula, pero no tenía nada de hambre. Así que continúo jugando con el sake, del que todavía no había probado ni gota.

Termino de comer las cinco porciones de Sushi y beber una taza mas de Sake, acomodo todo en la mesa respetando los lugares... su cabello una vez mas ocultaba su ojo ciego. - Quizas digan que haremos luego que terminen con la reunion, si me permiten ira a estirar las piernas afuara - Asintio a modo de reverencia antes sus acompañantes excusandose - Si alguien lo desea puede acompañarme -

- No tiene importancia; me gustaría acompañarle, pero aún tengo que terminar de comer.

Junichiró cogió otro trozo de sushi y lo acompañó con una de las bolitas de arroz, mientras observaba como el Escorpión se marchaba. Lo cierto es que le incomodaban los cortesanos Escorpión; sabía por experiencia que siempre conocen mucho más de lo que dan a entender. Se solía decir que, si tienes un secreto, el Escorpión lo conoce, y a la hora de negociar con secretos, nadie los igualaba. No cuestionaba para nada la labor del Escorpión; eran los mejores haciendo frente a los enemigos internos del Imperio Esmeralda, y leales hasta la muerte; eran sus métodos lo que le intranquilizaba. Secretos, verdades a medias... Tenías que medir mucho tus palabras y acciones delante de un Escorpión, no sea que fueses a revelar más información de la necesaria. Es más, ahora se daba cuenta de que no debería haber mencionado a Doji Chomei; quizás fuese demasiada información. O quizás ya lo supiera... Intentó aclarar su mente de pensamientos con un trago de sake.

- Pues lo estare esperando fuera del establecimiento Daidoji-Sama - Sonrio mirandolo sobre su hombro, coloco su wakisashi ajustandolo al Obi para luego comenzar a caminar lento hacia la entrada, el mar eso queria ver una vez mas..... sentir su brisa y sentir el sol.

Cada paso le alejaba mas pero a su vez le acercaba a su destino.... Llego a la puerta y luego desaparecio de la vista con una brisa fugaz que movio las telas que cubrian la entrada..

La calle afuera es transitada por grupos modestos, en su gran mayoria heimins que por el olor y sus atuendos, deben dedicarse a la pesca. Solo se ven uno o dos comerciantes en carritos, ofreciendo pescado asado ensartado en varitas, cerveza y bolitas de arroz. Ciertamente, ningun samurai.

Junto al portico de la posada hay un par de monjes muy asceticos contemplando el mar. Son tu unica compania de momento. Sin embargo no parecen haberse percatado de su presencia, abstraidos en la meditacion...

Bayushi observoa los caminantes y no puedo evitar cubrirse el rostro con la mano par evitar oler a los heimins, el lugar fue contemplando como podia dado a su condicion, mira los moenjes y luego se relajo tras un suspiro.

Por lo que puedes apreciar, la calle sirve de malecon o paseo... La gente que no esta trabajando parece darse muy poca prisa, observando el mar y hablando en tonos tranquilos... Atraes miradas, evidentemente, ya que tu porte no parece ser el usual aqui. Sin embargo captas que las mismas no van ni a tu ojo lastimado o a las armas, sino a las ropas que vistes...

Un chiquillo pasa corriendo hacia el oeste, seguido por otro par. Es la unica actividad acelerada que notas. El resto de la vida aqui parece discurrir placida como las aguas del mar...

Hiroto camino por aquel paseo moviendose entre la gente atento a los comentarios y murmullos, veia a los Niños jugar y las miradas poco discretas de la gente sobre sus ropas, lentamente sus pasos le condujeron hasta las orillas del Mar... Ampli e inmenso una maravilla que entraba por los ojos y se guardaba en el corazon.

Se giro para ver si el Grulla habia decidido acompañarle pero parecia no haber señal del Bushi.

El samurai Fénix se excusa ante el ofrecimiento del Escorpión alegando que ha pasado mucho tiempo durante el viaje en exteriores y que ahora prefiere disfrutar de un poco de interior y civilización.

Después del viaje lo que le apetece al joven es disfrutar de algo acogedor y tranquilo, y de una comida relajada. Con un encogimiento de hombros ve al Escorpión marchar e intenta entablar algo de desinteresada conversación con su acompañante Grulla.

-¿Cree usted que será una buena primavera, Daidoji-sama? He oído que en tierras Grulla los cerezos afloran de una manera hermosa, sin igual en el resto del Imperio.

 - A decir verdad, y a diferencia del resto de las familias de mi clan, los Daidoji no solemos detenernos para observar la belleza que nos rodea; para nosotros los árboles son puntos estratégicos o lugares donde ocultarse. Normalmente tenemos que enfrentarnos a enemigos que nos superan ampliamente en número, y una distracción en esa situación puede ser fatal.

Junichiro dió otro trago a su sake. Miró al joven Shiba un momento; había hablado como un viejo guerrero gruñón, un estereotipo que no le gustaba nada. Probablemente, su acompañante esperaba una respuesta más jovial. Sonrió y volvió a hablar.

- Pero bueno, si que es cierto que la primavera en tierras Grulla es especialmente hermosa. No hagáis mucho caso de lo que os han contado; ni el mejor poeta Doji o el omodaisu más inspirado del Clan León encontrarían las palabras adecuadas para describirlo. Si queréis saber como es, os aconsejo que lo veáis con vuestros propios ojos.

El mantis sonrió con aire cortés y una pequeña inclinación ladeada de cabeza:

- Ciertamente no es que esté demasiado puesto en el comercio mantis, de hecho este kimono fue un regalo de un viejo amigo en el aniversario de mi nacimiento. Mi trabajo como dije al principio, es el de representar a la mantis en las cortes, el de investigar por orden de mi Señor y sobre todo el de perseguir a los criminales buscados por Rokugan, estén donde estén. Aunque en esta ocasión vengo más como cortesano de Yoritomo Ninsei, noble cortesano y ejemplo de la diplomacia de nuestro pequeño clan. Un hombre sabio y entregado a su trabajo que pese a su rango nunca ha despreciado a nadie, fuese del rango que fuese o portase el mon que portase dentro del Imperio. En definitiva, le recomiendo una visita a las islas de la mantis y sobre todo, que pruebe las especialidades de la cocina de allí.

La verdad es que el Kuni no le inspiraba mucha amistad, y más teniendo en cuenta los antecedentes de ambos clanes... Pero al fin y al cabo no se podía juzgar el libro por la tapa. Ese era el principal error en Rokugan, algo que debían cambiar rápidamente, antes que les arrastrara a la destrucción.

Mientras estas en la playa, disfrutando y esperando al grulla, ves uno de los niños que regresa corriendo. Va hacia un pescador, un hombre joven, quien esta desenmarañando una red... Oyes claramente como dice:

- Otosan! Tanimoto-sama esta peleando con unos maleantes!!Ven a verlo!

El hombre se detiene en su trabajo, alzando la cabeza.

- ... Sonna!... Pero... musuko, por que no fuiste a buscar al magistrado??

- No esta en su casa, otosan... ademas, para cuando llegue esos hombres estaran muertos. Ven, ven!!

El niño insta a su padre a seguirlo, y el hombre, algo reacio, no tiene mas remedio que seguirle....

Hiroto aun viendo el mar que parecia lena run vacio que se habia creado en el corazon, sonrio ante el comentario del Niño el cual trataba de mostrarle algo increible al Pescardor; cuando ellos comenzaran a caminar lo haria tambien, seria interesante ver aquel combate.

Volvio a llenar sus pulmones apartando el olor de los heimin y comenzo a caminar tras ellos.

 Uno de los samuráis allí reunidos había salido por la puerta. El unicornio lo interpreto como la señal de que ya había pasado el tiempo suficiente como para poder salir a dar un paseo sin que se considerara un acto descortés. Espero a que el mantis acabara de hablar, prestando a atención a cada una de sus palabras, era un hombre agradable. – Si me lo permiten voy salir a hacer algunos recados, además después de tantas horas a caballo, la verdad es que me apetece estirar las piernas.- Iuchi Shiko se levanto lentamente e hizo una pequeña inclinación. – En caso de que nuestros caminos se separen, he de decir que ha sido un placer compartir mesa con ustedes.-  Inicio su camino hacia la salida para por fin poder recorrer la ciudad.

- No se preocupe, Iuchi-san. Si Otaku Fujiki-sama le necesita, mandaremos a alguien a buscarle.- En la expresión de Higetora, si bien no en su tono, había cierto reproche implícito; el Iuchi estaba dejando a su cargo solo. Se volvió a encorvar ligeramente sobre la mesa y se echó un par de bocados más a la boca. Quizá no fuese plato de su gusto, pero un Cangrejo vivía sabiendo que cualquier comida podía ser la última y siempre había que aprovecharla.