Partida Rol por web

Los 200 años de la fundación de los Guardianes de Sirius, que peor momento para celebrar tan importante ocasión. Pero nada se podía hacer, más que quizá beber y disfrutar. Esta era una noche sin igual que no debía olvidarse y que no debía evitarse, no se cumplían doscientos años todos los días e incluso no se asistía a una celebración tan importante sin ser invitado especialmente. Hoy no eran invitados, la fiesta era para ellos y de ellos.

El capitán de la Sirius Beta se había encargado de que la celebración fuera en grande. Ocupando el gran salón de la nave, habían preparado una elegante cena a la cual continuaría una movida fiesta de gala que probablemente con el paso de las copas se tornaría en el algo muy diferente.

Todos los miembros de la compañía a Sirius presentes en la fuerza expedicionaria de la Flota en el sistema Korrus se encontraban ahora allí para la celebración. A la par de aquellos seis pelotones de infantería pesada, a la fiesta habían asistido fuerzas de la infantería ligera que pronto combatirían a su lado hombro a hombro. Y finalmente muchos miembros de la flota estaban también allí aunque un tanto apartados.

Todos sabían que al día siguiente por la mañana serian informados de la inminente invasión a Galdonia VI; aquella maldita piedra helada jamás los dejaba en paz, ni siquiera ahora en el espacio en tan importante celebración. El capitán Tsumina y el resto de oficiales estaban también presentes degustando se la cena, saludando y bromeando con los infantes que no podían estarse quietos y se movían de mesa en mesa.

Algunos ya habían bebido suficiente como para poder mantenerse en pie con facilidad mientras otros esperaban que iniciase el baile y con suerte alguna de las apretadas de la flota aligerara mas las piernas.

Iban todos uniformados con su traje de gala, el cual no habían usado desde que la campaña iniciase mucho tiempo atras. La cena era por el momento tranquila, con la música llevando el paso de las acciones de los infantes y sus acompañantes.
Había también cámaras de la federación en el lugar y algunos cuantos civiles importantes regados en torno al salón. Al parecer la federación consideraba que hacer un reportaje de la celebración elevaría la moral con respecto a lo que estaba por acontecer. Emocionados ante esto, muchos infantes se codeaban y empujaban por salir en las tomas de las cámaras, sobre todo los aun inexpertos miembros de la infantería ligera quienes en su mayoría, eran solo niños.

Era pues un momento sumamente especial en el cual los infantes esperaban poder divertirse y descargar todo el estrés y nerviosismo contenidos a lo largo de los últimos días. Probablemente en pocas horas su sonrisa se les borraría de la cara, pero eso no era importante. Hoy no había nada mas en que pensar que en divertirse junto a sus hermanos de batalla. Los Guardianes de Sirius cumplían hoy doscientos años los infantes miembros de la compañía iban a disfrutar de cada minuto de la celebración hasta que esta se les extinguiera de las venas al amanecer

Lo veía venir. Acababa de llegar y había una maldita fiesta por todo lo alto. Casi ni le dió tiempo a dejar el macuto en la taquilla, había que ir inmediatamente y paso ligero a la sala de fiestas. Se calzó a toda pastilla el uniforme de gala y salió por pies hacia la jarana.

Por lo menos me presentaré al oficial estando sobrio.

Normalmente conseguía mantenerse en el dique seco, pero una fiesta... sabía que iba a sucumbir, y, por simpatía, sus manos temblaban ligeramente, y su boca estaba seca, como un estropajo.

Preguntó a varias personas por el Sargento Patrick Evans hasta que dio con él. Consiguió limitarse a tomar solo dos Wiskys en el trayecto.

Señor, se presenta el soldado James O'Flagguerty. Dió un satisfactorio taconazo en el suelo, al ponerse firmes y hacer el saludo. Las manos ya no le temblaban, la mirada estaba firme, quizá demasiado fija en el mueble-bar, pero su aspecto era excelente.

Para una chica como ella, el uniforme de gala le ponía de los nervios. No, en serio, no bromeo. Sonia era una luchadora, una soldado, no una muchachita delicada. Para ella, el traje que mejor le quedaba era la armadura pesada. Sus mejores pasos de baile, en mitad del combate.

Al menos, algo bueno de todo aquello, es que iba a ser una fiesta, algo desenfadado. Esa era, al menos, la idea, pues todos sabían la verdad de lo que pasaría al día siguiente. Sólo faltaba que se lo confirmaran oficialmente, pero eso no cambiaba el hecho de que lo supieran: mañana les confirmarían que invadirían Galdonia VI. Una misión que prometía ser mucho más suicida que la del Fuerte Helado. Puta roca helada del carajo... No iba a dejarles en paz...

Claro, que también se podía acusar a Inteligencia, por estar tan empecinados en recuperar un planeta que tantas vidas se había llevado y que podría considerarse por perdido. Es decir... ¿qué valor estratégico tenía? En fin... no era quién para cuestionar las decisiones del mando, sólo cumplía órdenes. Sin embargo, en los últimos días las cosas habían cambiado: ahora era responsable de la vida de los soldados por debajo de ella y no le hacía mucha gracia lanzarlos de cabeza a la muerte. Y, sinceramente, si pretendían recuperar Galdonia VI sólo por una cuestión de mostrar los cojones tan gordos que tenían, le daban ganas de patearles el culo.

Antes de ir hacia el salón, había pasado por dónde estaba Sonny y saludarle, sin decir demasiado, por si acaso les veían. Desde el principio lo habían dicho, no querían airear su relación, no querían anunciarlo a los cuatro vientos. Si los compañeros se enteraban de casualidad, no había problema, pero ellos, desde luego, no lo iban a poner en el tablón. Además, después de la fiesta, con todos ya yendo a su aire (algunos con varias copas de más), sería mejor momento para estar a solas.

A solas y en verdadera intimidad.

Fue puntual, como correspondía a su nuevo cargo de oficial, en la llegada al lugar de la fuesta, dirigiéndose a la mesa de su escuadrón para sentarse, saludando al sargento Evans como correspondía al mando.

- Señor.- se cuadró con una suave sonrisa antes de sentarse. Tras eso, fue cenando tranquila, dedicando saludos a sus compañeros y amigos sin ningún problema, sonriendo. No se animaba, desde luego, a bailar (no se levantaría ella a pedir un baile ni loca), ni estaba bebiendo en exceso. Observaba a los demás sentada en su lugar, relajada. Incluso llegó a desabrocharse el botón superior de la chaqueta del uniforme.

Lo inesperado fue el soldado que apareció de pronto, nuevo para el escuadrón, presentándose a Patrick con tanta profesionalidad. Le echaba miradas al bar pero, en una situación así, no era ningún problema.

Miró hacia atras, observando el cartel de prohibido fumar. Torció el gesto, y rebusco en uno de los bolsillos de la chaqueta la pitillera, de donde saca un cigarro, y se lo enciende. Era para toda su unidad, la Gatling, su problema con el tabaco bien conocida. Deja escapar el humo por la nariz, mirando hacia el espacio desde la balconada.

Mijail frunció el ceño ligeramente. Había escuchado los rumores. Bichos, Piedra y Frio siempre era una mala combinación. Todo aquello le daba mala espina, mal asunto las historias que se contaban de aquella roca. Pero, a pesar de todo, el deber era el deber, y él no era quien iba a cuestionar las ordenes de un superior. Aunque quízas si haría alguna pregunta indiscreta si la ocasión se la brindaba.

Cogió el vaso de la barandilla, vodka, y es el unico momento que saco el cigarro de la boca, para darle un trago al vaso y dejarlo nuevamente.

Era momento de olvidar el día de mañana, de conseguir nuevos cigarrillos para los próximos días y rellenar de vodka aquella copa. Y lo más fácil en ese momento, era rellenar la copa.

Vaya, no me gustan especiamente estas celebraciones, y menos en vísperas de una batalla.

Por otro lado, mañana bien podríamos estar muertos, así que me acerco al buffé para llenar mi plato.

Veo a algunos compañeros de la Fox con los cuales combatí codo con codo, el resto son casi completos extraños para mí. Tal vez porque no he puesto suficiente interés en conocerlos.

- "Señor Mkoll, me alegro de verle de nuevo con nosotros. Parece usted muy... entero." -

Después de comer algo de pié junto al buffet, Dante se dirigió al minibar. En su caminó se topó con algunos de sus nuevos compañeros de la Eco, a los que saludó sin mostrarse demasiado enfático. El nuevo, asi se veía, y se le notaba. No le gustaba el hecho del traslado de unidad.

-Pero nuestra vida pertenece a la Federación, ¿no?- Se dijo a sí mismo en voz baja, tras agradecer al camarero la jarra de cerveza. El minibar estaba atestado, se dirigió hacia algún lugar mas tranquilo, el balcón que daba hacia el espacio parecía un buen lugar. Se apoyó en el cristal de espaldas a las vistas y examinó la sala. La gente reía, charlaban animadamente, se hacían bromas... Fijó su atención en el Capitán Tsumina -Espero que sea tan bueno como dicen- esa impertinencia no se atrevió a decirla en voz alta.

La cerveza estaba fría. Se dió la vuelta y contempló el espacio, fijo su atención en esa gran mancha blanca, ese planeta helado. Dió un largo trago a su cerveza sin apartar la mirada, lo imaginó a través de la mira de su fusil. Se le pasó por la cabeza ir a presentar sus respetos a sus superiores pero tras pensarlo un segundo cambió de idea. -Es en esa roca congelada donde verdaderamente he de demostrar lo que valgo-. Recordó que su abuelo le enseñó a comer pequeños insectos en situaciones de supervivencia cuando no tenía ni 10 años y viéndose en su situación actual no pudo evitar una carcajada.

Ya debía quedar poco para que llegásemos a nuestro destino, la Sirius Beta, pero cada hora que pasaba sin que llegásemos me ponía más nervioso... aunque no sabía si a causa de la impaciencia por llegar de una vez, o por el temor causado por lo que según los rumores nos esperaba allí.

Bueno, aprovechare para escribir una carta- pensé mientras cogía papel y boli, esperando que ocupado con eso, la espera se me hiciese más corta.

Hola:
Me falta poco para llegar a mi nuevo destino, donde seré asignado a los Guardianes de Sirius. Aunque no nos han dicho nada de forma oficial, según los rumores

Justo en ese momento nos avisaban de que ya habíamos llegado y atracaríamos en breve -Típico, no me ha dado tiempo ni a escribir un par de líneas- pensé mientras guardaba la carta y me preparaba para el embarque. Una vez en la Sirius Beta, no hubo tiempo para relajarse, puesto que apenas hubo llegado, le informaron de que había una fiesta conmemorativa. Una fiesta a la que había que asistir, y que debía de hacerlo en uniforme de gala. Y ni tan siquiera sabía aun donde estaban los dormitorios.

Espero que al menos la comida y la bebida valgan la pena- me dije, mientras me afanaba en encontrar los dormitorios, donde dejar mi escaso equipaje y poder cambiarme, cosa nada fácil, dada la cantidad de gente que había, y eso que aún seguían llegando más -Son demasiados para poder pensar que la operación sea algo sencillo. Parece que los rumores tenían algo de cierto- pensé.

Por suerte, a pesar de que casi no lo consigo, logré encontrar los dormitorios, cambiarme y llegar a tiempo a la fiesta, donde me apresuré en dirigirme a la mesa asignada a mi pelotón, el Heat y buscar a mi sargento.

Señor, soldado Jake Cooper a sus órdenes, Señor- le dije a este una vez la cena propiamente dicha acabó y pudimos levantarnos, en posición de firmes y con el correspondiente saludo, y si te fijabas un poco, también algo nervioso por no conocer a nadie de allí.

Mijail no puede evitar alzar la ceja cuando escucha la carcajada del soldado que tiene junto a el. Centra su atencion en el, torciendo el gesto de la boca, mirandolo. No era de su unidad, ni lo habia visto allí nunca. No al menos que el recordara.

¿Fumas? Preguntó a Dante, ofreciendole un cigarro de la pitillera, acto seguido, estiro el brazo para estrecharle la mano y aprovechando para presentarse

Stukov, Mijail Stukov, Zapador de la Gatling... ¿Nuevo por la zona? Le pregunta, incorporandose y separandose de la baranda, recogiendo su vaso, para darle un ultimo trago. 

Como de costumbre, a la flota le gustaba la pomposidad y majestuosidad en cada uno de los detalles. La prueba de ello era la gran fiesta que llevaban anunciando una semana y que no iban a reparar en gastos. Un gran buffet, vino, todo tipo de alcohol...una auténtica cena de engorde para que nos sintamos bien y no pensemos que dentro de poco bajaremos a una muerte casi segura. La última vez estuvo cerca, muy cerca, demasiado para el gusto del recién nombrado sargento.

Evans degustaba su vino blanco observando el pescado que le habían servido. Tenía una pinta inmejorable. Un saludo con su nombre seguido de un taconazo le hizo desviar la mirada. -Un nuevo soldado que entra en la Fox.-Pensó -Nunca me acostumbraré a esto.-Evans se levantó y saludó formalmente a la nueva adquisición.-Bienvenido a la Fox James. Pronto verás que somos una gran familia.-En ese momento la cabo saludó y se sentó sin pararse a ver si la devolvía el saludo.-Ves lo que te digo. De momento diviértete chico. Esta es tu cabo Sonia Ramírez, ya tendrás tiempo de conocer al resto de la Fox.-  

-Mijail...- Le dijo al zapador mientras le apretaba la mano y apuntaba con la barbilla a su copa -Déjame adivinar, ¿vodka?- Aceptó el cigarrillo y antes de llevárselo a la boca -Dante Mynard, explorador. Acaban de incorporarme a la Eco y no conozco a nadie.- Encendió el pitillo y exhaló el humo por la nariz. -Esto me ayuda a quedarme despierto en el puesto, pero estoy convencido de que esos bichos puden olerlo.- Dijo mientras le agradecía a Mijail su gesto con un leve movimiento de cabeza. -¿Y qué te trae a la infantería móvil Stukov? ¿Te dejó la novia? ¡Con lo guapas que son las rusas!- Le dió una palmada en el brazo -Vamos a rellenarte ese zumo de patata y me lo cuentas-. Encaminó la marcha mientras apuraba la cerveza y dejaba por un momento la visión del desierto helado, al menos por un momento.

A Mkoll todo aquello de la fiesta le había pillado de sorpresa. Acababa de volver hacía tan sólo unas horas de sus vacaciones forzosas, ya que según los matasanos, no estaba en condiciones de combatir ni contra un niño pequeño.

"Y que les jodan, pero lo cierto es que tenían razón... Maldito fuerte helado..."

Y nada más llegar, resulta que tenían una fiesta antes de una misión. Aquello le sonaba mucho, y parecía que había vuelto justo para volver a bailar con su escuadrón. Como no podía hacer otra cosa, acudió a la fiesta con el uniforme de gala, un traje estúpido que no acababa de gustarle. Eran las normas, pero desde luego su gesto no parecía reflejar alegría ni satisfacción con aquello. Claro que también era cierto que el explorador no era conocido por ser el alma de la fiesta, precisamente. Era un tipo reservado y callado, quizá incluso algo borde a veces.

Y allí se encontraba, con la vista perdida en el fondo de su vaso repleto de whiskey, pensando Dios sabe qué, cuando una voz familiar pronunció su nombre. Alzó la vista para responder.

-Yo me alegro de volver, consejero Gawain. ¿Por qué no debería estar entero?

Ramírez sonrió por el comentario que hizo el sargento sobre el escuadrón. Sí... siempre habían sido como una gran familia. Pero también era cierta una cosa: su verdadero "padre" ya no estaba con ellos. Al menos no de la misma manera. Con el ascenso de Focker, habían dejado de tener a su lado al hombre que les había liderado e inspirado de muchas maneras. Joder, incluso ella misma había hablado con él de tú a tú, cara a cara, justo tras el entierro de buen día, para tratar de aclarar unas dudas que tenía. No se podía sino echarle de menos cuando bajaran sin él. Pues eso creía la cabo, que al ser oficial ya no compartirían (no tanto, como mínimo) tantas misiones como antes, por mucho que el escuadrón y el mismo sargento mayor quisieran.

Estos pensamientos no se reflejaron en su rostro mientras sonreía tras la presentación de Evans, levantando su jarra de cerveza y asintiendo:

- Bienvenido a la familia, James. Pero desde ahora te aviso - añadió para bromear -: como me llames "mamá", te pateo el culo hasta que olvides para qué se usa.

Después vió que llegaba Mkoll y se ponía a hablar con Gawain. Se alegró de ver al tirador, en el Fuerte había quedado muy tocado.

- Hola de nuevo, Mkoll. ¿Se pusieron muy pesados contigo los médicos hasta que te dejaron volver?

La mirada fija en el oscuro infinito que se veía tras el cristal del balcón, en la copa ya sólo quedaban dos trozos de hielo agonizando en el fondo. El salón empezaba a tener movimiento, aunque todavía faltaba mucho para que estuvieran todo, echó una mirada a las mesas del salón, muchas caras nuevas por todo el salón aunque todavía no había visto a nadie ni veterano ni novato de su escuadrón.  Se suponía que esta celebración era una fiesta, una fiesta para el regimiento para los guardianes de Sirius, pero no sería la primera vez que algo así terminara con alguna sorpresa 'divertida' que sólo los de inteligencia podían tramar. 

Empezó a andar en dirección a la mesa de su escuadrón saludando a los infantes que encontraba a su paso, todavía vacía pero sin duda en breves momentos sus compañeros empezarían a aparecer. Al fondo la mesa de oficiales, presidiendo la celebración, sentado en una de las sillas, no pudo evitar mirar sus galones, y con ello recordar lo efímera que puede ser la vida siendo de la infantería, pero esto era lo que era, lo que eran todos los guardianes de Sirius, así que intentó despejar los fantasmas que aún rondaban por su cabeza, tomando otra copa a la espera del sargento y del resto del escuadrón, a la espera de conocer a las nuevas incorporaciones.

Miller entró en la sala de fiestas y arrugó el ceño. La excesiva iluminación le provocaba dolor de cabeza y tuvo que entrecerrar los ojos hasta que sus pupilas se contrajeron lo suficiente. La flota les daba el tiempo justo para reponerse de sus heridas, por lo que normalmente se solapaban las celebraciones por haber sobrevivido con las ceremonias antes de partir. En resumen, al Cabo zapador se le juntaban las resacas con las borracheras.

Dios, si no me matan los bichos cascaré de una cirrosis...

Se alisó la pechera del traje de gala. La corbata estaba metida por dentro de la camisa entre el 4 y 5º botón como mandaban las normativas y unos los nuevos galones de cabo habían sido cosidos hacía una hora con bastante poca maña.

Miró alrededor. La mayoría eran caras conocidas, voces familiares en el canal de comunicaciones que entre maldiciones pedían apoyo, informaban de nuevas oleadas, bajas en combate y las menos veces celebraban victorias. Se desplazó entre las mesas con un objetivo claro y mientras caminaba saludaba a algunos compañeros con movimientos rápidos de cabeza hasta que por fín alcanzó el bar.

Voy a beber como si mañana me tuviera que ir a la guerra.

Dijo al camarero con ironía. No esperaba que se riera, solo era el negro sentido del humor de Miller, que pocos entendían y a muchos menos les hacía gracia. Cargó tantas jarras de cerveza como pudo, usando ambas manos, y se dirigió hacia la mesa de la Eco. Parecía impensable como alguien que se dedica a colocar explosivos tenía tan mal pulso hasta el punto que las jarras mermaron ligeramente su contenido y un rastro de pequeñas gotas delataba su trayectoria por la moqueta.

Por fín se sentó a la mesa de sus hermanos y hermanas de batalla, colocando las jarras con esfuerzo sobre el mantel.

Buenas noches. Para que digáis que no os cuido.

Dijo ofreciuendo el espumoso líquido a los miembros de la Eco. Había alguna cara nueva y alguna silla vacía. Al Cabo no pareció importarle.

Me preparo un escocés con hielo y le ofrezco otro a Mkoll.

- "Por el estrés de combate, Mkoll. Yo mismo estuve a punto de sucumbir al pánico varias veces allí abajo. Hubo momentos en que no sabía ni lo que estaba haciendo. El resto del tiempo era disparar y rezar." -

El siseo de las compuertas de entrada al abrirse fue el preludio para que un soldado completamente desconocido entrara en la sala. Salvo algunos miembros de Personal y Recursos Humanos, que habían realizado los exámenes psicológicos previos, sabían que era una nueva incorporación a la flota. Un refuerzo, decían, traído de otro destacamento por petición propia. Otros decían que antes de entrar a la academia era modelo, o incluso actor, pero que una trágica historia le había hecho empuñar las armas y vestir los colores del ejército. Había muchas leyendas en la red respecto a ese hombre, quizás ninguna de ellas fuera cierta.

Vestía el uniforme de gala como si fuera una segunda piel, moviéndose con elegancia entre los oficiales y miembros de la Flota como si fuera un General condecorado. La piel ligeramente tostada por el sol, en contraste con unos ojos azules intentos, uno de ellos con una ligera heterocromía, le daban un aspecto atractivo. La mano izquierda en el bolsillo del pantalón centraba toda la atención en la derecha, cuyos dedos se movían armoniosamente, como si acariciara en torso de una mujer desnuda.

No fue directamente a la mesa que tenía pensada, sino que tomó una copa de champán que uno de los camareros le ofreció y observó los alrededores con una ligera y sofisticada sonrisa en los labios. Su cabello completamente rasurado y una línea de vello en la barbilla le daban un aspecto salvaje en comparación con la elegancia de sus movimientos.

Finalmente, dando un rodeo se acercó a la mesa de la FOX, donde se encontraban charlando amistosamente los miembros de la compañía. Segundos antes de llegar a su objetivo, y como si todo formara parte de una sincronización cósmica, un camarero se acercó a su lado con una bandeja vacía, donde pudo dejar la copa a medio beber.

- Disculpe, ¿el Sargento Evans? - su voz denotaba un suave acento francés, quizás belga por los ligeros matices que dejaba entrever. Adelantó la mano para estrecharla - Soldado Burnette, he venido para incorporarme a la Compañía FOX.

Un placer, Mynard Le estrecha la mano, con fuerza, y es el quien le ofrece fuego para que se encienda el cigarro.  Familia rusa, efectivamente  sonrie, soltando una carcajada mientras niega con la cabeza  Estamos a sabe Dios cuanto de la Tierra, y las tradiciones nunca se pierden...  Le muestra el vaso, asintiendo con la cabeza Siempre Vodka.

Da un cabeceo en direccion al bar, justo cuando pasa Robert por delante, y le devuelve el saludo con la cabeza. Cuando pasa de largo, mira a Mynard ¿Tu lo conoces?  pregunta, aguantando una sonrisa. Comienza a andar junto a Mynard.

No te preocupes... yo nunca vi un bicho con nariz Tambien cabia hacer mencion de que el, de anatomia aracnida sabia mas bien nada. Fumar me relaja. Me matara, pero hay un monton de bichos haciendo cola para que el tabaco no gane. Bromea de forma macabra, apoyandose en la barra del bar, esperando al camarero.

Las rusas estan bien buenas... Asiente con la cabeza, y una sonrisilla, llevando el cigarrillo a los labios y dando una calada. Pero no. Mi padre nos dió la patada a mi y a mis hermanos de la granja. Es un amante de la Federación, y no quiere nadie de la familia sin la ciudadanía. Y una forma de hacer trillaje. Eran muchos hermanos para una granja tan pequeña. Asi que la vida nunca lo trató bien.

¡Camarero! ¡Dos Vodkas por aqui! Alza la mano, llamandolo, y se gira hacia su nuevo compañero ¿y que puedes contarme de ti? ¿La propaganda de la Federación te convenció?

Fiesta. Inconmensurable e irónica palabra, al menos para quienes en breve podían estar muertos.
Negué con fuerza sacudiendo mi cabeza. Celebración. Eso era y a eso había venido.
No conocía a nadie en la fuerza. Recientemente incorporado como refuerzo a la Eco, todavía no había podido presentarme a mis compañeros.
El uniforme de gala me gustaba. Era bonito. Pero era como estar en otra piel. Una piel que no era la mía.
Suspiré con desgano y comencé a caminar hacia el minibar.
Escuché a Maynard decir que pertenecía a mi pelotón. Que se presentaba a un hombre ruso.
Me acerqué a ambos y me presenté.
-Perdonen. ¿Puedo beber con ustedes? Me llamo Rico Kowalsky y soy refuerzo de la Eco.

-¡El mío que sea un ruso blanco!- Cuando Stukov le preguntó sobre su vida personal le cambió un poco el tono -Verás, mi abuelo era veterano...Pasé mucho tiempo con él y...- En ese momento entró Kowalsky en la conversación, y Maynard vió una salida para no tener que contar su vida personal. -Ya tendrémos tiempo de conocernos de verdad ahí abajo- pensaba mientras se presentaba Rico y miraba el planeta blanco por encima de su hombro.

Así que Kowalsky, de la Eco también, yo soy Dante Maynard, encantado- Le estrechó la mano y señaló a Stukov con la mano del vaso de vodka con leche que le había alargado el camarero -Y este de aquí es el zapador Stukov de la Gatling, si le salvamos la vida y salimos vivos para contarlo seguro que nos presenta a sus hermanas- Le dijo con un susurro exagerado: -!Son rusas!-

Bien para miller, asi me gusta, un buen trabajo para el nuevo cabo. dice mientras se rie.

En la eco habia cambiado mucho su composicion desde que se llego a este lugar, solo 4 aun estaban en la eco, aunque eso era lo normal en la infanteria, suponia. No hacia tanto que desembarco como soldado raso junto con Katy, donde se llegaria...mañana era posible que fuera el punto y final.

kowalsky, tome asiento, nos faltaba gente para ocupar sillas.

Chicos si me disculpais, hay cosas mas interesantes que hacer que hablar con vosotros, ya me entendeis. Ah y recordar quien mañana no le duela la cabeza no hace falta ni que se presente. Tomaros como una orden.