Partida Rol por web

Es el cuarto día de la última luna de la primavera, quedan solo diecisiete días para la llegada del verano.

(*1)Primera hora de la mañana.

La ciudad se levanta como de costumbre, el frío matinal aún mantiene el manto de niebla sobre las calles de tierra barrida. Solo se ven a los pocos trabajadores que tienen que ir a los pastos para arar y preparar la siembra de coles y algunos que van a ocupar las diligencias de primera hora.

Llegan a la ciudad nuevos sujetos que vienen atraídos por la perspectiva de negocio que genera la gran acumulación de población.

(*2)Media mañana.

Ciertos rumores se empiezan a propagar en las calles, al parecer ha ocurrido algo grotesco cerca del distrito del júbilo. Algunos rumores dicen que un demonio entró en una tasca y asesinó a una docena de personas antes de desaparecer sin más, otros dicen que lo que ocurrió es que un loco se lanzo contra un viejo enemigo y le atravesó el pecho, otros aseguran que fue un borracho y que no era un viejo enemigo sino el amante de su mujer.

Despierto antes del amanecer, como todos los días, saludando al manto de nieblas con mi mentón erguido sobre una taza de té especiado. Mi madre todavía duerme en la habitación contigua con lo que realizo unos sencillos estiramientos antes de salir a dar tres vueltas en torno a nuestra manzana.

Cuando vuelvo a casa, tras ayudar a un comerciante con unos voluminoso de fardos de papiro, bromeando sobre la dudosa legalidad de cualquier labor hecha antes de que la panadería de la esquina haya abierto, encuentro a mi madre desayunando y aprovecho para hacer una nueva serie de ejercicios antes de ducharme y proceder a deslizarme en una muda inmaculadamente limpia que había preparado la noche anterior. Tomo el sable, puesto a buen recaudo bajo la cama, y salgo a ver qué me depara esta brumosa mañana.

Me despierto pronto por la mañana y, tras asearme y vestirme, bajo a la sala principal de la posada. Pido desayunar y me siento a esperar. Disfruto de una deliciosa variedad de frutas cortadas y adrezadas con algo de azúcar.

Tras acabar el desayuno, salgo a la ciudad con las armas al cinto, y me encamino a la zona comercial dando un plácido paseo.

Ligeramente aburrido, me distraigo mirando los tenderetes, pruebo algún arma, me intereso por armaduras cuyo coste no se si podré llegar a pagar algún día...

Tras haber hecho la digestión, pregunto a un lugareño por un lugar donde pueda ir a entrenar, y allí comienzo a ejercitarme, pues mi hermoso cuerpo es fruto del trabajo duro.

Un par de horas después, salgo del lugar de entrenamiento y vuelvo a la posada con la intención de quitarme el sudor que me incomoda, haciéndome sentir pegajoso. De camino a la posada, escucho ciertos rumores que me inquietan. 

Con un suspiro de resignación, encamino mis pasos hacia el distrito del júbilo, que es la única parte en la que todos los rumores coinciden.

Es primera hora de la mañana y el sol entra ya por la ventana de la humilde habitación en la que Nozomi Oda, protector de la ciudad de Felu Keresui, descansa como cada noche, si es que a su escasa rutina de sueño se le puede llamar descansar, pues cada vez le cuesta más conciliar el sueño y menos levantarse de la cama para mantener la mente ocupada.

(1*)
Los primeros rayos de luz despiertan al hombre, que no tarda en desperezarse y levantarse. Como cada mañana, prepara un desayuno frugal, realiza sus ejercicios matinales y se asea para ponerse el austero uniforme de protector.
Una vez listo, sale a la calle para dar comienzo a su día. Nozomi vive en uno de los barrios exteriores y como se levanta lo suficientemente temprano, antes de ir al cuartelillo y empezar con sus labores le gusta dar un paseo o, como prefiere llamarlo él, "hacer la ronda". Para Nozomi es muy importante hacerse ver, que la gente tenga constancia de su existencia. En primer lugar, se dirige hacia las puertas exteriores, donde conversa con los guardias de las puertas*. Después continúa su ruta por las callejuelas de los diferentes barrios exteriores hasta llegar al anillo interior.
Nozomi saluda a otros protectores en su caminata, pero continúa solo. No le gusta ir acompañado ni conversar en exceso, solo en aquellos casos en el que la conversación pueda serle de utilidad.
En todo momento mantiene su compostura: seria e inamovible. Es como una bestia en el cuerpo de un hombre, alto y fuerte, musculado, espalda completamente recta y un mandoble cargado a la espalda, con una mirada fría y recia. Para Nozomi es de vital importancia que le teman, pues sabe que el miedo es la única forma de conseguir respeto. La delincuencia no se castiga, se previene, y para ello es necesario que aquellos que puedan pensar en delinquir tengan suficiente miedo como para no hacerlo. No puede permitirse que los que lo rodean perciban sus vulnerabilidades interiores.

(2*)
Ya a media mañana, ya casi ha terminado su ronda. Se encuentra en el distrito del comercio hablando con un comerciante recién llegado de otra ciudad que le informa sobre las noticias que conoce o ha oído.*
Nozomi sabe como tratar con esta gente. Conoce perfectamente sus intenciones, así que mientras charlan observa sus mercancías y se pasa la mano por la bolsa de las monedas, haciendo ver como que tiene interés en comprar algo para que el hombre siga hablando, aunque sabe que es probable que aquel hombre no tenga nada para él.

Por la mañana, me dedico a comprar fruta y pescado seco, tengo previsto y a beber mas tarde y quiero ir bien alimentado.
Si a media mañana escucho esos rumores, sin pensarlo intento averiguar en que establecimiento fueron los supuesto hechos y me dispongo a hacer las preguntas necesarias para esclarecer los hechos.

Cuando alcanzas al comerciante este te saluda con mucha cortesía, pues conoce tu función.

-En esta época se viaja mejor de madrugada, luego el calor dificulta las cosas... solo un poco de hierbas y maderas aromáticas señor, he oído que aquí está uno de los mejores perfumistas y vengo a ofrecer materia prima. Te dice mientras desenvuelve uno de los paquetes de papel para mostrar su contenido, unas hojas secas.

Al llegar a casa tienes el baño preparado, el joven que asiste la casa lo prepara cada mañana. Cuando vuelves a salir a la calle escuchas los rumores extraños, al principio no parecen relevantes, pero luego te inquieta cuanta parte puede ser verdad.

Al llegar al distrito del júbilo ya es una hora de actividad, y hay personas que atraviesan la plaza para dirigirse a una u otra parte de la ciudad, pocos se quedan, pues aún es temprano para esta parte de la ciudad.

Al preguntar  por los rumores te llevan hasta un local, y en efecto un grupo de gente está agrupada de la forma que el morbo agrupa a las masas. Al exigir el paso ves un cuerpo y a dos protectores de la ciudad allí.

-Bienvenido, supongo que te han traído aquí los mismos rumores que a nosotros.

En el primer paseo todo parce en calma, es temprano, y aún hace frío, los ciudadanos que no tienen que atender negocios como un horno duermen o terminan de prepararse para el día emergente.

En tu camino la gente te evita, tu postura y gestos irradian cierto pavor, sumado al hecho de que se te permite llevar un arma sin cubrir, y que dicha arma es inusualmente intimidante.

-Buenos días Nozomi, ¿alguna novedad en el círculo exterior? pregunta un colega a modo de saludo. Le contesta con una negativa que indica que la conversación ha acabado y continuas.

Cuando llegas a la zona del comercio en busca de información el rumor de que ha sido cometido un asesinato se vuelve tan repetitivo que en tu experiencia ya no puede considerar un rumor. Aún así dedicas un tiempo a hablar con un comerciante, del cual averiguas que esta tarde llegará la comitiva del Oso.

Te paseas largo rato por la mañana, pues los puestos de venta aún tardarán en abrir, en uno de esos paseos ves a un hombre armado con dos espadas que se dirige a las afueras, la tranquilidad con la que camina portando armas desnudas te indica que es un protector.

Cuando consigues comprar fruta, te diriges a un puesto que traen productos del clan de la Nutria, donde compras también pescado salado y ahumado.

...

Al llegar al distrito del júbilo ves a varios curiosos cerca de un hombre tumbado en el suelo,  por un momento piensas que se trata de otro indecente que no sabe beber, pero al acercarte observas que tiene signos de violencia y que está muerto.

Nada más llegar otro protector se acerca a a ti y enseguida empieza a apartar a las personas, no pasa ni un quinto de hora cuando llega un tercero, "Bienvenido, supongo que te han traído aquí los mismos rumores que a nosotros" le dice el segundo en legar al recién llegado, uno que viste con escasa ropa, pero que por sus colores debe ser de la Golondrina. 

Me acerco a los protectores que me saludan y les digo:

-En efecto, me alarmaron las habladurías y vine a tan rápido como pude.¿ Habéis esclarecido algo?

No me hacen especial gracia los rumores sobre demonios desencadenados en la ciudad. Mi familia ha sufrido más allá de lo que nadie debería sufrir en su vida por el hallazgo de mi hermano descuartizado hace años. Puede que fuesen garras ultra terrenas las que lo despedazaron, pero siempre he sabido que fue un monstruo de la especie humana el que empujó a Pan a ellas. Desde entonces nunca he permitido que a alguien se le llene la boca con la palabra demonio en mi jurisdicción o sus cercanías. La culpa ha de recaer en aquel que se ha tintado las manos, no en invenciones de viejas o en excusas para el que no quiere ver. Esas criaturas amorales existen, pero no han de ser un coco que se invoque a diario, o su nombre perderá su significado. Agarro la empuñadura de mi sable con determinación, elevando un poco la horizontal del arma, como si su posición fuese un vector o señal que indica a los transeúntes que no he de ser interrumpido, pues no sólo estoy de servicio, si no que mi herramienta de trabajo tiene un objetivo.

Dos horas lleva el sol iluminando la tierra cuando entran en la casa de justicia un hombre joven y una mujer que será un poco mayor que él. Se dirigen directamente a ti, que eres el magistrado que se encuentra en ese momento atendiendo a los habitantes de la ciudad.

-Buenos días honorable señor -dice la mujer con una voz temerosa -Mi marido y yo venimos a denunciar que han asesinado a un cliente en nuestro local.

-No fue exactamente en nuestro local -apunta el hombre -Estaba bajando las escaleras y se le acercó un hombre que le saludó, y cuando se le acercó más forcejearon... -el hombre titubea -no se muy bien que ocurrió, pero el señor Figore no parecía un hombre problemático.

La ciudad de Felu Keresui bulle de actividad desde primeras horas de la mañana, al menos en el distrito sureste, donde los comerciantes se levantan temprano a organizar sus establecimientos y tenderetes y los trabajadores de los campos salen a las afueras a cultivar y cuidar los sembrados y las granjas. Este es el distrito oficioso y es, quizás, un distrito extraño para que un magistrado establezca su hogar. Incluso si se trata de un magistrado errante como yo. ¿Como dicen? Vaya, disculpen. Creo que no me he presentado. Mi nombre es Dagio Nara y soy un magistrado errante del clan del loto que se ha establecido temporalmente en Felu Keresui. Ya. Ya sé lo que están pensando. Si eres errante cómo es que estás establecido. Bueno, debo confesar que no es una mala observación, a pesar de lo evidente que resulta. Y mentiría si dijera que conozco con seguridad la respuesta. Y un magistrado nunca miente. Aunque si puedo decir que trabajar todos los días en un lugar fijo, un palacio de la justicia como el de este asentamiento, es agradable. De vez en cuando. Como cada mañana, me levanté, aseé, vestí y dispuse para el desempeño de mi función. Un magistrado no es un privilegiado. No está por encima de la población. Es un sirviente público. Está al servicio de las gentes, pero sobre todo de la Verdad y la Justicia. Y eso implicaba que el aspecto debía mantenerse impoluto. Perfectamente afeitado y aseado. La Justicia y la Verdad son limpias, transparentes y claras. Sus representantes también. Salí de mi hogar y me dirigí hacia las plazas en torno al palacio. A mi izquierda se presentaba el distrito del júbilo. Un distrito tergiversado. Dónde el día era la noche y la noche el día y donde el más sabio era también el más ebrio. Un distrito para el deshonor. Me dirijo en dirección contraria atravesando la entrada al distrito de las artes hasta alcanzar el distrito de la justicia. Está orientado hacia el norte formando la cabeza de la estrella que forman los distritos de la ciudad. Es una buena organización. La cabeza, donde está el cerebro, al norte, el barrio de la justicia. Los brazos, las artes y la gastronomía: sustento para el cuerpo y para el alma. Las piernas, comercio y júbilo: los motores económicos de las urbes en su versión luminosa y obscura. Me esperaba un día de trabajo al servicio de la gente, como el cerebro está al servició del cuerpo.

Al acercarte a la zona de los rumores queda totalmente claro que ha habido un crimen, observas a varios compañeros de profesión en la zona, por lo general estas situaciones suelen ponerse en conocimiento de todos por un magistrado, pero aún no habrá dado tiempo. Aunque el hecho de ir de un lado a otro puede haber dificultado la entrega del mensaje por otro lado.

Ves a tres protectores dos de ellos conocidos, de la ciudad Gaaru y Sodoi, y aun tercero vestido con los colores típicos de la Golondrina pero con un modelo más propio de un trabajador al sol del verano que de un protector.

Mientras te acercas observas como Sodoi se marcha tras intercambiar un par de palabras y se dirige a ti al verte

-Buenos días Deno, tengo que ir a atender el asunto del tesoro, no puedo demorarme más aquí. Pero parece que hubo una pelea de borrachos. 

-Nada, por la herida de la cabeza yo diría que es un golpe dado con cerámica, puede que una pelea de honor entre borrachos. -dice uno de los protectores Loto (Sodoi para Gaaru)

-Tengo que marcharme o llegaré tarde a una citación con un miembro del Tesoro, dado que ya no estás solo Gaaru, confío en que esto se resuelva rápido.

Dicho esto se marcha

El cadáver sigue ahí, nadie lo ha tocado desde que llegasteis. Pero debido al tiempo y a la presencia de tantos protectores la gente empieza a dar rienda suelta a habladurías cada vez mayores.

Llegan a ti tantos rumores absurdos que decides ir al palacio de justicia a consultar a un magistrado. Al parecer un asesinato está envuelto en rumores de naturaleza perturbadora, pero muchos suelen estarlo en vano. Al llegar a la casa de justicia observas que en ese momento una pareja está hablando con un magistrado y esperas.

Un mensajero se acerca a ti mientras hablas con los comerciantes, va vestido con el emblema que le identifica como servidor público. Al llegar a una distancia prudencial se espera para no ser descortés.

Cuando ve oportuno acercarse dice a un volumen que solo tu puedes oír sin necesidad de esforzarse

-Nozomi Oda, protector del Reino traigo un recado para usted. Un delegado de la corte ha denunciado la desaparición de sus pertenencias, usted y otros dos han sido elegidos para ocuparse del problema, siempre que no esté atendiendo un asunto de mayor relevancia.

- Muy buenos días, Sodoi.- Saludo a mi compañero, serio por las circunstancias pero dejando claro que me alegra volver a cruzarme con él. - ¿Una simple pelea de borrachos? Con todos los rumores que corren por la ciudad estaba esperado encontrarme una avanzadilla de la Bruma cuando menos ¿Son de nuestros borrachos comunes?- Le pregunto, repasando mentalmente a los vagos liantes que tienen por costumbre hacernos las jornadas más difíciles cerca de las zonas de abrevaderos. La presencia de un miembro del clan de la golondrina me hace preguntarme si su presencia es mera coincidencia o ha sido enviado por estar implicado algún extraño al que tuviesen bajo vigilancia. Me parece descortés preguntarle a mi compañero estando Gaaru y él presentes. - ¿El asunto del tesoro?- Le pregunto distraidamente mientras doy una larga mirada al lugar, dejando que sea Sodoi quien considere si esa es una pregunta retórica por lo habitual de sus asuntos o si hoy se da alguna singularidad en sus quehaceres.

A veces los rumores son como una espesa niebla que oculta la verdad. Otras, como un ondulante espejismo que la distorsiona. En ambos casos, el precio por dejar de estar alerta puede ser muy alto, pues cada incógnita puede ocultar un peligro.

Todo lo que ha llegado a sus oídos es confuso y contradictorio. Espera que algún magistrado le de información más fidedigna que le ayude a decidir sus próximos pasos. El que encuentra en la casa de justicia está ocupado: son días de mucha actividad para los siervos de la ley. Karu aguarda su turno en un segundo plano, repartiendo su atención entre la conversación y el entorno.