Partida Rol por web

Durgol, el avatar de la destrucción, se enseñorea del campo de batalla. No erais rival para él, que había derrotado a Herinoneous y Hextor juntos utilizando únicamente sus pulgares. Avanza con una sonrisa fría confiada, frío como el hielo, infinitamente más molón que vosotros y con una mano a la espalda (porque no necesita las dos para derrotaros, pobres mortales). Blande su estoque, en cuyo filo reluce la gloria simbolizada por la luz de la mañana que lo envuelve como una aureola celestial cuando...

Falla el golpe.

Jinrozo convoca a un ciempiés infernal para que ayude al paladín flanqueando a Durgol. Ruego dediquéis unos momentos para contemplar la paradoja.

La gente a bordo estaba demasiado ocupada tratando de que no la mataran como para detener a ningún criminal. Estornino sonrió de medio lado.

-Puedes recordar este día como el día que casi atrapas a...

¡ZUD!

-¿Cómo? -suelta el narrador en un tono de auténtica consternación cuando ve que Clausius dispara, sin más-. ¡Estornino estaba en mitad de su discurso y tú lo has disparado! ¿Es que no tienes ningún tipo de respeto por mi trabajo?

El narrador observa a Estornino apretar los dientes y esconderse detrás de las barcas de remos para ganar cobertura. Si Clausius quería atraparle, tendría que ir a buscarle... lo que implicaría perder la ventaja del combate a distancia. 

-¡Estás estropeando MI historia por tu insistencia de tomar tus propias decisiones! -se sigue quejando el narrador en tono plañidero-. Quiero que el Estornino escape y se convierta en un enemigo recurrente para una posible continuación de la partida. ¡Eso es lo que se supone que debe pasar! ¡Pero lo estás echando todo a perder! ¿Es que no sabes el esfuerzo que requiere dirigir una partida?

El narrador suelta un hondo suspiro y revisa sus notas.

-Está bien, está bien. Aún podemos arreglar esto, Clausius -dice, y carraspea para aclararse la garganta y volver a poner su voz de narración-. "Clausius decide ir escaleras abajo para contarle a sus compañeros que El Estornino está allí arriba".

Sí. Eso es lo que iba a hacer Clausius.

Escuchó al Estornino intentando burlarse de él, lo que no se esperaba es que disparará contra él sin contemplaciones, cortandole la cháchara al momento. De repente, una voz venida de a saber donde coño, resonó en la mente de Clausius.

"Los ojos se le pusieron en blanco mientras prestaba atención a aquellas palabras. - Y mi qé coño mecontas. Calvorota lo quié pa él, tú me poné la miel en las labios pá luego quitarla. Tol oro que me quero llevar. Ya lo dije,
pan comió y ademá ta solo. comenzó a relatarle al narrador. - ya tanventarás otro maloso. El abedul. El perro rabioso. O ehsta mejó, la araña con botá. Pero no me joas ahora que ta pa trinchar elstornino. No se diga más, el Clausius va por elstornino. Su maná dapende dél. HUM Terminó de decirle al narrador para volverse a poner a la acción."

Volvió a centrarse en el Estornino agazapado tras el último de los botes aún amarrados. Por suerte aún no podría escapar. Si bien para disparar tendría que echarse sobre casi sobre él, no le quedaba más opción que intentarlo, sino se escaparía mientras sus compañeros se ocupaban del semiorco conchabado con el rufian. Debía darles tiempo para que salieran a ayudarle en la captura. El calvorota había dicho que vivo o muerto por lo que trataría de que fuera por lo menos de una forma en la que no le clavara una espada como si nada. Cargó otra flecha y corrió hacia el otro lado del bote. Si el estornino sobrevivía Clausius estaría en graves problemas, pero así era la vida, había que tomar riesgos. - ¡NO TASCAPAS TORNINO! gritó mientras soltaba la tensa cuerda, dejando que la flecha siguiera rumbo hacia su objetivo.

Jinrozo notó cómo su cuerpo se revitalizaba mágicamente gracias a Aghelas.

-Gracias-le susurró.

Entonces, al mago le brillaron los ojos con fuego de venganza. La aparición del ciempiés sería efímera, pero confiaba en que al menos pudiera asestar un buen golpe a Durgol. El kenku ordenó a la bestia atacar al semiorco, al tiempo que volvía a retirarse un paso más hacia atrás.

Seguía preguntándose dónde demonios estaba Clausius, y si el plan que decía tener en mente estaba resultando o no.

En respuesta a las órdenes de Jinrozo, el ciempiés arremetió con un mordisco a las posaderas de Durgol. Pero falló, y el bicho se escurrió por debajo de las piernas del semiorco, dándose un trompazo contra el suelo.

Sin duda, era una digna creación de su amo.

Había muchas cosas que Rayo Blanco no entendía de este mundo. Una de ellas era la aparición del ciempiés monstruoso... Pero había aparecido detrás de Durgol, el Invencible, así que lo más probable es que hubiese salido del culo del semiorco. ¿Era esto lo que tanto ansiaba a cagar Moreno? Si era así, todas las prisas anteriores eran comprensibles, y al kóbold casi se le hacían pocas. Se sintió un poco mal por dentro, por querer la letrina para sí, cuando evidentemente era Durgol el que tenía más prisa. Típico remordimiento de paladín. La siguiente estocada fue lanzada a desgana, con desinterés.

Como Durgol era un ser omnisciente que leía las mentes, en cuanto Rayo Blanco dejó de llevar el filo en una dirección premeditada, el dios marinero fue incapaz de prever el ataque. Por primera vez, Rayo Blanco daba a la espada de Roman el uso que merecía un arma tan buena... pero que tiraría al retrete en cuanto cobrara la recompensa por la cabeza del Estornino y se pudiese comprar una espada de gran calidad.

Aghelas avanzó para poder ayudar a Rayo Blanco en su duro enfrentamiento. Durgol estaba más preocupado por el paladín, como era lógico, que por el viejo Clerigo. Algo sus el enano aprovechó para golpear con su maza. No le gustaba tener que causar daño, él era un fiel seguidor de Pelor y disfrutaba sanando heridas en lugar de causándolas, pero ahora su vida y la de sus amigos además de la de los Flumps estaba en juego. Debían de darse prisa o el barco zarparía y eso podría ser peor que La muerte

Mientras el ciempiés monstruoso gigante infernal de la muerte convocado por Jinrozo hacía cosas raras, el kobold albino y el enano le dan una buena somanta de palos a Durgol. El semiorco retrocede, chorreando sangre como un gorrino en la matanza.

-¡Me rindo! ¡La victoria esss vuessstra! -dice, y deja caer su estoque al suelo. 

No se lo podían creer. ¡Habían vencido en combate a un DIOS!

Ignoras flagrantemente al narrador y decides ir tú solo a por El Estornino.

En cuanto apareces, el infame contrabantista pega un salto y te ataca con su daga¹. Pero resbala y está a punto de caer. Te encoges (mentalmente) de hombros y disparas tu flecha de todas formas, tal y como tenías planeado. A esa distancia no puedes fallar, no obstante, el hecho de tensar la cuerda del arco requiere un tiempo que Estornino aprovecha para enviarte una segunda estocada con la daga. Esta vez sí acierta, y los dos termináis sangrando profusamente. 

Se detiene apenas un fragmento de segundo antes de tirarte una tercera puñalada, con tanta precipitación que está a punto de perder el arma.

- Cagón la puta que susto. dijo Clausius sorprendido al ver como el Estornino se le echaba encima tirando por tierra todos sus planes y haciendo que tuviera que reequilibrar su posición, aún así no dudo y cargó su arco para disparar al maldito Stornino. Mientras lo hacía el cabrón de él le soltó un machetazo con su daga incandose en las costillas. - Higoputa. Soltó con dolor Clausius a la vez que soltaba la tensa cuerda e impactaba de nuevo sobre el estornino.

- Cagón la puta tu no te mue o ké. Ta pinchao ya ta dó veceh. Estaba ya muy nervioso, le había herido de gravedad y el también estaba herido de gravedad y si se disponía a atacar se iba a llevar un golpazo de nuevo. Una nueva embestida llego por parte del truhan pero parecía que las heridas le habían dejado dolido. Estaba metido en el fregado y tenía que salir de él como fuera. El bullicio en el barco era intenso, menudo caos tenían montado, nadie le ayudaría, sus amigos estaban lejos pero el cazaría la presa como fuera, tensaría la cuerda y que fuese lo que tuviera que ser, sabía que se llevaría otro golpe pero con una flecha más quizas acabara con la amenaza que suponía aquel tipo que era capaz de meter en cajas a unos seres vivos.

- Méquino. le dijo mientras comenzaba a tensar la cuerda.

La daga del Estornino vuelve a silbar peligrosamente cerca de la cabeza de Clausius mientras éste extrae una nueva flecha del carcaj y la encaja en el arco. El infame criminal lanza un gruñido de frustración un segundo antes de que Clausius le meta, con muy poco respeto por el trabajo y los deseos del narrador, un palmo de madera en todo el estómago.

Jonas Westman abre mucho los ojos y retrocede unos pasos, vacilante. Su daga tintinea en el suelo cuando utiliza ambas manos para agarrar el ástil de la flecha. Escupe una bocanada de sangre y cae de rodillas en el suelo.

-No ahora, cuando estaba tan cerca... -jadea-. No por un... jodido paleto de los cojones.

Tose más sangre y se apresura a añadir, antes de que le interrumpas de un flechazo:

-¡El consuelo que me llevo es que este barco será tu tumba!

Famosas últimas palabras de Jonas "Estornino" Westman. El contrabandista cae de lado, inerte. Se levanta un instante para volver a reír maníacamente antes de quedarse quieto, esta vez sí, definitivamente.

La rendición era casi normal... A ver, ¿para qué quiere un dios malgastar su tiempo con unos molestos mortales? Mejor dejar transcurrir el tiempo, que envejezcan y se conviertan en polvo, que malgastar un segundo en aplastarlos.

Necessssitamossss... una cuerda, o algo. ¡Aléjate de la puerta!

Rayo Blanco dió una patadita a la empuñadura del estoque para mandarlo a un rincón de la sala del ancla. Se fijo en la trampilla abierta en el techo, por la que había huído el Estornino, y miró qué modos habría de llegar allí arriba.

¿Quién es el Estornino? ¿De cuántossss hombresss másss dissspone?

Cuando Durgol se rindió, Jinrozo suspiró de alivio. Por un momento pensó que no saldría vivo de aquel barco... aunque todavía era pronto para celebrarlo.

-Yo no tengo cuerda. Buscaré una, pero no perdamos demasiado tiempo, pues podrían llegar refuerzos, o quizás nuestro compañero Clausius esté en problemas.

Mientras Rayo Blanco interrogaba al semiorco, el córvido mago se puso a buscar alguna cuerda entre las cajas y trastos que se acumulaban en la bodega de carga. Si daba con una, se la pasaría a otro compañero, más fuerte que él, para que lo atara convenientemente.

Aghelas se quedó quieto y callado, inmóvil como una piedra. No era la primera vez durante la aventura que le pasaba eso al clérigo, pero esta vez su quietud fue extraordinariamente notoria para sus compañeros. Era como si se hubiera quedado petrificado en el sitio. Tal vez fuera algo que le pasara a los enanos, de los que se decía que nacían de las rocas (¿pues quién había visto alguna vez a una enana?).

Observando a Aghelas quedarse tan tan quieto, uno podía pensar que los enanos se convertían realmente en piedras al volverse mayores. Porque su barba era muy blanca y todo eso. Y quizá en algún momento esa piedra engendrara, de algún modo, enanitos más pequeños.

El caso es que Aghelas estaba muy, muy quieto. No hacía nada de nada. 

Tras rebuscar entre los compartimentos de carga, no encontrasteis ni rastro de cuerda. Tal y como os había dicho el capitán Pepper, había sal, pescado en conserva, tentadoramente deliciosos huevos en escabeche (al menos así le parecían a Rayo, ahora que había cagado tenía "sitio" para más comida), y nueces de conferencia. Pero entre las cosas de los marineros, en la sala común, encontró un cabo de soga que podría servir. Era un poquitín gruesa, pero podría servir. Bueno, lo cierto es que era demasiado gruesa, pero tendría que servir porque no tenían otra cosa.

-Ssse te ha passsado poner esssesss en "esss" -le señaló Durgol a Rayo antes de contestarle-. Essstornino no tiene ningún hombre a bordo. Yo tengo hombresss a bordo. ¡Ssse sssupone que Essstornino ssse iba a unir a mi motín contra el capitán Pepper! 

Señaló la trampilla, por donde llegaba el fragor de la batalla, los gritos y el entrechocar de espadas.

-Essstaba essscondido en la habitación del ancla. ¡Debe haber huido por ahí a cubierta!

¡Mentira! ¡No sssse me ha passsado nada!

Rayo Blanco pasó la soga alrededor de Moreno y de una de las vigas del barco. Mientras hacía el nudo, reflexionaba, como solo un kóbold sabe reflexionar.

Quién ess... Quién essssss... sssssss... EssssSSSSssss... Quién essssss...-practicó.

¡Que alguien coja la esssspada de Moreno mientrasss le ato! Ssssubimossss de nuevo al tejado del barco... ¿Cómo sssse llama essse sssitio? Tiene nombre de tenedor... ¡Cubierto! ¡Volvamossss a cubierto!

Así que era eso. La batalla que se estaba produciendo en la cubierta superior era un motín planificado por Durgol y Estornino. Jinrozo confió en que esta revuelta durara lo suficiente para que les permitiera huir entre la confusión, mientras buscaban a Clausius y Estornino.

El kenku cogió el estoque de Durgol y ayudó a Rayo Blanco a atarlo con la gruesa cuerda. Parecía un buen nudo, así que Jinrozo se dio por satisfecho. Era hora de marchar de una vez a cubierta... pero, un momento. ¿Qué le ocurría a Aghelas? Era un tipo de pocas palabras, pero ahora estaba incluso más callado de lo normal. Parecía una estatua.

-Aghelas, ¿Estás bien? Vamos, tenemos que marcharnos.