Partida Rol por web

Clausius vio al capitán peleando contra un miembro de la tripulación, en el castillo de popa, junto al timón. El camino a la escotilla por la que había escapado Estornino estaba plagado de gente peleando, por supuesto, y tendría que hacerse paso a empellones, esquivando espadazos y cuchilladas.

- ¡PAHETO! Paheto tu putah mae, joputa. dijo escupiendo sobre el estornino que no paraba de hablar. Incapaz de morir callado el cabrón de él. Se quedó sorprendido al oír que el barco caería con él. - No si pueo echarlo a flote. dijo viendo que el Estornino había pasado a mejor vida. Por el lado en el que estaba los combates de marineros llenaban la cubierta. Pero no veía al capitán entre ellos.

Miró hacia la zona del timón y allí le vio luchando, no había tiempo que perder, si el barco se hundía no habría recompensa, ni vida, ni nada. Necesitaba al capitán vivo. Avanzó raudo hacia delante, recordando el lugar donde había dejado al Estornino para reclamar su cabeza como recompensa y cargó nuevamente para hundirla en el cuerpo del truhan que se atrevía a tacar al capitán.

Avanzó sin temor soltó la cuerda y un vahído del barco hizo que se desequilibrara y se le escapara la flecha dando directamente contra la puerta del camarote del capitán.

Atáis a Durgol como buenamente podéis y os dirigís a cubierto cubierta. Como si fuera una carcasa sin vida, sin mostrar emoción, hablar o hacer un sólo gesto, Aghelas os sigue. Sin la inspiración del clérigo enano, mamá fluph y sus hijitos se quedan en la bodega, a salvo. 

Emergéis en la cubierta para contemplar un auténtico pandemonio. La mitad de la tripulación está peleando contra la otra mitad. Clausius está enviando flechas en todas direcciones menos en las que tiene que enviarlas. Las velas están rajadas y el barco navega a la deriva. Os vais a reunir con vuestro amigo el garrulo cuando, de pronto, se escucha el estruendo de la madera al partirse. El barco zozobra, trastabilláis y caéis¹. 

Alarmados, todo el mundo se detiene y mira alrededor. Con toda aquella confusión, nadie se había dado cuenta de que os habíais acercado demasiado a La Roca de la Luz Muerta, la isla yerma y desolada que estaba situada en la desembocadura misma del puerto. 

Pero vuestros problemas no acababan ahí. ¡Había criaturas acercándose a nado hacia el barco, desde la Roca de la Luz Muerta!

Jinrozo salió de los camarotes y tuvo que entornar los ojos al deslumbrarse repentinamente con el Sol de la mañana. Cuando su vista se acostumbró segundos después, contempló un dantesco espectáculo de muerte, con los marineros atacándose unos a otros.

De repente, el barco chocó y crujió como si se acabara el mundo. Jinrozo demostró tener menos equilibrio que un saco de patatas, y cayó de bruces sobre la cubierta mordiéndose la lengua con el pico durante el proceso.

El kenku, desde el suelo, intentó comunicarse con Clausius a gritos.

-¡Claudiud, Claudiud! ¿Had vidto a Edtodnino? ¿Dode edtá?

Entonces el mago vio algo por el rabillo del ojo. Unas criaturas avanzaban por el mar hacia el barco. Parecían demonios salidos del mismísimo infierno.

-¡Mieda! ¡Tedemod que dalid de aquí! ¡Dápido!

Jinrozo intentó levantarse y buscar alguna barca con que la que poder huir de este caos.

- Ya´ra putah hora vinerais. Coño. El´stornino lompalao peo ma dejao veriado dijo enseñandoles la herida -
Ayudah quil capitán pue poner esto bien. dijo cuando de un estruendo el barco partió por la mitad. - Putoh elstonino no mentia el cabró. Cagontó, cogé el cuerpo pa la compensa yo agujereo tos bellacos les dijo a sus compañeros señalando donde había dejado el cuerpo sin vida del Estornino, si es que aún seguía allí y se disponía a buscar un punto elevado para poder disparar a aquellas criaturas que se acercaban.

¡Agheeeeeelaaaaaaaassssss! ¡Dilesssss a lossss flumphsssss que sssssubaaaaan!-pidió el kóbold, mientras su pequeño cuerpecito rodaba por toda la cubierta.

Algo le decía al paladín que iban a necesitar con urgencia pedetes de flumphs en breve, o no vivirían para contarlo. ¿Para contar el qué? Para contar a Clausius cómo la acción combinada de un enano, un cuervo y un lagarto fue insuficiente para derrotar al invencible Moreno, y que si habían podido venir era solo porque al correoso marinero le dió por rendirse.

Un sexto sentido del enano le había paralizado desde hacía rato, pues preveía que algo estaba a punto de salir mal. Algo que temía horriblemente: el hundimiento del barco. Y vaya si acertó.

No obstante, este presentimiento hizo que se anticipara a la colisión y consiguiera agarrarse a un cabo suelto para mantenerse en pié. Fue entonces cuando recorrió con su mirada el caos reinante. Veía a sus compañeros caídos, desesperados, gritando... y la voz aguda y siseante de Rayo Blanco retumbó en sus oídos. Eso consiguió traerle de vuelta a la realidad.

Haciendo de tripas corazón, Aghelas sacó toda su valentía y se puso en marcha.

-Está bien, voy a avisar a los flumphs. ¡No muráis!

El enano volvió hasta el camarote donde estaban los flumphs para pedir ayuda a la madre. Lo haría lo más rápido que pudiese, y subiría de nuevo a la cubierta superior.

La tripulación del Angelina grita con más terror que virilidad cuando aquellas criaturas humanoides trepan por el casco del barco para abordar la nave. Aquellos seres se catapultan por encima de la barandilla de la embarcación con una agilidad pasmosa. Tienen largos y afilados dientes y la pálida piel estirada y tensa sobre su cuerpo demacrado. Se abren paso hacia vosotros con un hambre sobrenatural, lanzando dentelladas y zarpazos a todos aquellos marineros que se interponen en su camino. Uno de ellos agarra por el cuello a un miembro de la tripulación, y se queda rígido como una estatua, incapaz siquiera de patalear. 

Rayo Blanco se puso en pie. Aquel caos sobre la cubierta... Era difícil saber leer el combate. Saber dónde ayudar. Saber a quién podía salvar y quienes morirían antes de que el kóbold pudiese siquiera acercarse. Y aquellas criaturas que acababan de subir al barco... El paladín deseó haber prestado más atención a las lecciones de Georghe Roman.

Agarró la espada con fuerza. Puede que no supiera que pasos dar, pero por lo menos podía hacer que otros diesen esos pasos...

¡IeeeeEEEAAIIIiiiieeeeaaaaAAAAAh...!-gritó, mientras sacudía las plumas de su tocado para llamar la atención de los lacedones lo máximo posible, y que vinieran a él.

- ¡Ahhhhhh! Ca cosa má fea, por dioh. El putohstornino nosa mataó, el mujoputah. chillo como un loco Clausius al verse rodeado por dos de aquellas feas cosas acuaticas. No se lo pensó dos veces y salió por patas en dirección a donde se había encontrado el capitan peleando. Mientras subía las escaleras gritó al capitan:

- Capt´an, Capt´an. Elstornino ha mataol barco y yo le pescaó. Pó orde al motín. le dijo mientras la flecha se colocaba en posición para ser disaparada.

Jinrozo intentó parapetarse detrás de cualquier cosa que encontrara, mientras miraba a un lado y a otro buscando alguna pequeña embarcación que pudiesen utilizar.

Entonces, sus ojos se posaron en una de las criaturas. Recordó haber leído algo sobre ellas en un polvoriento libro en el pasado... Sí, ahora caía. Eran lacedones, unos terribles necrófagos marinos cuya mordedura podía provocar algo peor que la misma muerte.

-¡Tened cuiddado, no dejeid que od mueddan! 

Clausius envía una flecha allá donde Merlín perdió su sombrero. Para disimular, hace como que su plan era ir a avisar al capitán, pero no engaña a nadie. 

Con su danza de apareamiento kóbold, Rayo Blanco consigue atraer a una pareja de cópula. Timorato, el lacedon le intenta dar un beso, pero a Rayo le parece que es ir demasiado deprisa. El kóbold le hace la cobra y le pega un guarrazo con su abrecartas gigante, para que aprenda.

Siguiendo su propio consejo, Jinrozo no deja que el lacedon le 'muedda'. Aunque tiene claro que es mejor ponerse a cubierto (porque en cubierta ya está).

Aghelas decide ir escaleras abajo para pedirle a mamá flumph que eche una mano. Madre coraje, la aludida acepta y se dispone a ir cubierta arriba con ese enano tan simpático que habla su idioma.

-¿Qué diablos dices? -dice el capitán, sin entender una sola palabra de lo que acababa de decir Clausius-. ¡Tú... ataca a esas cosas! ¡Que nos hundimos!

- Cahon la putah, no tunteras. Tuh marino sa matantrellos. Joeh, no hundimo, pó orden. se maldijo 20 veces por no entender el porque la gente que no le conocia no entendia lo que decía, siendo el como era un parlador sin igual. Avanzó hasta la esquina de puente del timon para colocarse a la derecha del capitán, durante su movimiento se concentró, ya había despildarrado demasiadas flechas, visualizo al ser azul que parecía tener ganas de probar un buen manjar emplumado y disparo de nuevo su flecha, esta vez dando en el blanco de lleno.

- Yalenflechao, ¿Ontento? le dijo al capitán nervioso y a gritos al seguir viendo como el barco se hundía, los bichos seguían hostigando.

Jinrozo sintió el fétido aliento de la criatura demasiado cerca. Tanto que no podía pensar en otra cosa que no fuera evitar la posibilidad de que esos afilados dientes penetraran su dulce carne. Por ello, se concentró en esquivar al lacedón todo lo posible.

El lacedón debía de ser una criatura eminentemente maligna, viendo cómo trataba de propasarse para robar un beso en la primera cita. Literalmente trataba de comerle los morros a Rayo Blanco.

¡No ssssin mi per-mi-sssso!

Esa frase no era tan estilosa como un "en nombre de Pelor te castigo, abominación" o un "pagarás por el mal que has causado, ser infernal" o un "contigo no, bicho". Pero Pelor le escuchó igualmente, y le dió el poder y la bendición de descargar un golpe más contundente.

Rayo Blanco rechaza las atenciones del lacedon despechado y le mete otro guarrazo con su abrecartas bendito. La criatura se tambalea, y parece a punto de desmoronarse.

Jinrozo, en cambio, tiene dificultades para quitarse de encima al muerto viviente. Aunque está concentrado en esquivar sus golpes, el lacedon consigue dibujarle un feo arañazo en el pecho. El kenku siente una oleada sobrenatural recorriendo su cuerpo, volviendo rígidos sus músculos, pero consigue sobreponerse a su efecto.

Clausius sale en su ayuda, y aunque el capitán sigue sin entenderle ni media palabra, dispara un flechazo que, ahora sí, acierta en el lacedon de lleno. Éste también parece muy tocado, y a punto de caer.

Aghelas aparece en cubierta con mamá flumph, preguntándose qué se ha perdido.

- Ca´hon la putah, no ma mire co ese geto, que nohtrellamos. Carrula el bahco. dijo desesperado y ya completamente nervioso. Se mantuvo en su posición, mosqueado por la falta de movilidad al estar en el barco y del que el maldito capitan no le entendiera. Soltó la cuerda y dejo que su flecha volara por los aires intentando evitar que aquel bicho siguiera acariciando a Jironzo, parecía que el ave lo estaba pasando un rato mal.

Al soltar la flecha vio como Aghelas subía de nuevo a cubierta. Miró al capitán y le sonrió - Nano, die al putoh Cap´tan que nostrellamos si no hace náh. Al enano seguro que le entendia

Unas cuantas plumas se soltaron del pecho de Jinrozo cuando el lacedón le propinó el garrazo. El kenku dio un chillido agudo, aunque no tanto por la herida, que también, sino más por lo que se temía que ocurriera a continuación. Aguantó la respiración mientras notaba que sus músculos comenzaban a entumecerse... pero ocurrió el milagro. Afortunadamente, su cuerpo rechazó el veneno.

Jinrozo siguió concentrándose en tratar de evitar los ataques del monstruo, consciente de que si este volvía a acertar en sus golpes, probablemente no tendría tanta suerte.