Partida Rol por web

Turno 1

Aunque el Camino de la Mantícora es bastante seguro, viajar en grupo siempre ofrece algo más de seguridad. Lleváis varios días transitando por los adoquines de su empedrado, acompañados por dos tres docenas de buhoneros, sirvientes, guardias, estibadores y cocheros, que en alguna ocasión os han permitido acompañarles en los pescantes de sus carromatos de madera. Hasta ahora el tiempo ha sido amable, con noches frescas y días moderados de cielos azules, surcados por amplias nubes blancas como el algodón, que os cubren del sol.

No llaman a esta nación el Reino Bosque por nada. A vuestro alrededor habéis visto pasar árboles prácticamente todo el camino, a veces separados por hermosos prados de distintos verdes, y a veces apelmazados formando tupidas e intransitables fragas. Ha llovido en algunas ocasiones, agua pura que alimenta toda esta fresca vegetación, pero la intensidad de las precipitaciones es también benigna y bajo vuestras capas o bajo las tiendas de las carretas os habéis mantenido secos y a gusto.

Entre el gentío que camina y cabalga sobre el amplio sendero empedrado destacan algunos aventureros; Adric, un hombre alto y fuerte de ojos acerados y aspecto marcial que se lleva bien con los tres guardias que protegen la caravana. Chernoye, que contrasta con él: pequeño, delgado y furtivo. Luki, un enano criado en la superficie que ha estado charlando con un mercader alfarero sobre la consistencia de sus productos parte del camino. Malrick, un joven de aspecto guerrero que no le quita ojo al bamboleo de las caderas de una de las hijas del maestro de caravana. Y Zaius, un hombre con aspecto de estudioso, y al que los miembros de la comitiva observan suspicaces cuando estudia, cada mañana, su voluminoso libro de magia.

Todos se dirigen, con el resto de la caravana, hacia la ciudad de Robleda. El Maestro de Caravanas, un curtido viajero que ha hecho este trayecto un millón de veces, ha avisado a los integrantes del grupo de que dentro de unas horas llegarán a un área de descanso habitual en la que les esperan víveres, provisiones y agua para los caballos. Una vez repostada la caravana, sólo quedarán algunos días más para alcanzar Robleda, el destino.

¿Por qué os dirigís a Robleda?. ¿Os habéis conocido durante el viaje?. ¿Quizás ya os conocíais de antes?. ¿Cómo os habéis relacionado con los demás integrantes de la caravana a lo largo de estos días?.

La tarde oscurece, tiñendo de rojo las nubes que flotan sobre vosotros. Y algo os dice que la aventura comenzará pronto.

Llegaba la noche y aún no habíamos llegado al sitio donde el Maestro de Caravanas decía que íbamos a parar para repostar. Estaba bastante cansado después de haber andado durante casi todo el día. Casi siempre iba montado en algún carromato, pero hoy había decidido hacer el camino a pie, para hacer algo de ejercicio. ¡Mala idea! Mis pies me lo recordaban cada dos por tres.

El viaje había sido todo lo normal que puede ser rodeado de tanta gente. Muchos no se me acercaban por miedo a que les convirtiera en cabra o alguna patraña de esas que circulan entre la gente inculta. La verdad es que me gustaba que me tuvieran respeto, e incluso un poco de miedo. No solía hablar mucho y menos con gente sin cultura, que me desesperaba con sus charlatanerías sobre mujeres, peleas, juergas, trabajos de agricultura, etc. Aunque he de decir que alguna vez, sólo alguna vez, me hubiera gustado tener una conversación con alguien.

Estaba anocheciendo y debido al cansancio parece que mis defensas morales disminuyeron y un asomo de humanidad afloró a mi persona. Me acerqué a un tal Adric que estaba en la vanguardia de la caravana charlando con algunos guardias y con el Maestro de Caravanas. Parecía una persona agradable y con la que se podía departir un rato.

-"Buenas tardes caballeros. Espero que no les importune que me una a ustedes."

Acoplé mi ritmo al suyo para no quedarme rezagado; con el consiguiente lamento de mis pies.

-"Mi nombre es Zaius: historiador, bibliotecario y... mago. Siento no haber participado mucho de la vida en comunidad, pero no soy una persona muy habladora. Además, hay muchos rumores en torno a mi persona que echan para atrás cualquier acercamiento por parte de algunas personas... ya me entienden. Me estaba preguntando cuándo llegaremos al punto de abastecimiento, estoy deseando descansar y tomarme un pequeño refrigerio."

Me costaba hablar y, más que hablar, parecía que escupía las palabras. Pero poco a poco me fui soltando en la conversación.

-"Bueno Adric, ¿ese es tu nombre verdad? He oído que eres un paladín, noble profesión y estilo de vida. ¿Qué te ha hecho hacer este viaje? ¿Alguna noble misión o encargo? Si me permite preguntarle."

El hecho de que la caravana llevase bastante gente de armas, asegurando así las guardias nocturnas , me habría permitido pasar las noches durmiendo a pierna suelta . Sin embargo, siempre que cerraba los ojos ...ahí estaba la imagen que me perseguía hasta en mis sueños. Quizás algún día podre cerrar los ojos y dormir tranquilamente pero por ahora tenía que conformarme con dormitar a ratos sueltos.
Aunque procuro evitar al resto de los viajeros tras tantos días de viaje es inevitable acabar relacionándote con algunos de los miembros de la caravana. De hecho estoy acompañando al paladín, ver para creer pero al menos él no será uno de ellos, cuando se nos acerca el tipo que ha pasado casi todo el viaje con la nariz metida en sus libros y se presenta como Zaius el mago.
Le miro de arriba a abajo ..sí, el aspecto cuadra y su actitud durante el trayecto también.Chernoye pal'to. Digo a modo de saludo parece inofensivo pero mejor no fiarse de nadie

Los terrenos boscosos no eran sus lugares predilectos. Para un joven que se había criado con los ojos puestos en el clima y las estaciones, el ancho de sus campos y la salud de sus animales, los árboles significaban menos tierra de cultivo. Y desde que había emprendido el camino del acero y la fe, significaban obstáculos para su espada que podrían llevarlo al frío abrazo de la muerte.

Hacía tiempo que no viajaba a Arboleda. Al haberse criado en uno de los pequeños asentamientos que florecían como setas alrededor de la ciudad, no le era extraña su silueta en el horizonte ni la forma de vida de sus habitantes. Sin embargo, llevaba ausente algunas semanas tras realizar un corto peregrinaje que había resultado bastante satisfactorio. Espiritualmente hablando. Servir de escolta a una caravana de mercaderes fue la excusa perfecta para tener compañía durante el viaje de vuelta.

– … cocida con leche. Ese era el secreto de mi madre y nunca he comido carne más exquisita. El problema de la cabra es que resulta muy dura y se pega demasiado al hueso, y si simplemente la haces al fuego corres el peligro de quemarla. Hacedme caso: leche – la conversación con los guardas había ido desviándose paulatinamente de estilos de combate, arquitectura local y finalmente hacia gastronomía en las últimas horas. Aunque los conocimientos generales de Adric fueran tan limitados como los de cualquier aldeano, los viajes que había realizado desde que encontrara la Iluminación le permitían tener buen tema de conversación con cualquiera

–Nuestro misterioso compañero de viaje por fin se presenta. Te debo una cerveza, Chernoye –le dedicó un amistoso guiño al ladrón y extendió la mano para estrechársela a Zaius –Es un placer, maese mago. Saber que alguien con tus dones viaja con nosotros me hace sentir más seguro, aunque creo que el resto no comparte mis sentimientos. Yo no le daría mayor importancia, de verdad. Hay misterios en el mundo incomprensibles para la mayoría, pero si eres un hombre de buen corazón, me basta con eso.

Acompañó sus palabras con un leve gesto hacia el pecho de Zaius y una cálida sonrisa que contrastaba con lo duro de sus facciones. Cuando hablaba, Adric tenía un leve acento que destacaba y lo hacía exótico. Eso, unido a sus ojos azules y su piel morena, lo hacía parecer un extranjero venido de lejanas tierras.

–Nah –respondió, restándole importancia –Sólo soy un hombre dichoso tocado por la Fe. He tenido la suerte de que la estrella más luminosa del firmamento me enseñó cuál era mi camino. ¿Cuál es tu excusa? ¿Qué lleva a un hombre a convertirse en un señor de lo… cuál es la palabra? ¿Arcano?

Se acerca el momento del descanso y con ello la posibilidad de poder sentarme, no se cual puede ser el motivo por el cual no quieran dejarme sentarme con ellos. No hice nada malo, bebí cuando todos bebieron, fui educado alagando a las mujeres siempre que fueron cerca de mi edad y hasta cierta edad mayores que yo. Después del segundo día dejé de rascarme la entrepierna porque no me miraban con buenos ojos. Incluso al enano lo ven con mejores ojos que a mi persona.

No veo la hora de poder llegar a Robleda y poder dar con una oportunidad de aventura porque estoy totalmente sin dinero y con la garganta demasiado seca. El agua no sacia la sed y ni por asomo me dan algo para tomar y el lío que hacen si les pido algo por las noches antes de mi turno de guardia. Mojigatos todos y cada uno, seguro que siempre son todos correctos en su andar y en lo que dicen. Quizás sólo aparentan porque hay un hombre educado al frente de todo y otro con libro del que no le saca los ojos de encima.

Me dejo estar al final de la caravana para que no me molesten y ver que tengo que hacer para caerles mejor y que no requiera gran esfuerzo por mi parte. Y si no, que se las partan por donde el sol no les da.

Uno de los presentes se presenta, después de un intenso escrutinio... del cuál ya estoy acostumbrado.

-"Encantado de conocerte Chernoye Pal'to, es todo un placer."

Vuelvo mi atención al paladín, el cuál me está hablando ahora. Le estrecho la mano con energía, se que un apretón de manos dice mucho de una persona. Si aprietas débilmente piensan que eres un débil sin personalidad, si aprietas normal no dices mucho de ti y si aprietas fuerte demuestras fortaleza y gran personalidad.

-"Hombre de buen corazón dices... sí supongo que lo soy. A un hombre se le juzga por sus actos en esta vida y mis actos nunca han transgredido la delgada línea del bien y del mal. Pero también te digo que para unos, hacer el bien es una cosa y para otros, otra. ¡Oh! Perdona mi ambigua respuesta, suelo cometer el fallo de hablar casi siempre de forma enigmática... es lo que me suelen decir, jejeje. Yo, por ejemplo, no soy un hombre de Fe, como tú lo ves. Mi Fe es mi magia, mis estudios, mi voluntad. Aunque en cierto modo somos muy parecidos; dedicamos nuestra vida a darlo todo por esa Fe. Mi historia no es para nada asombrosa, provengo de una familia bastante dotada para la magia y, como no podía ser de otra manera, sigo el oficio familiar. Voy a Robleda por negocios."

Turno 2

El viaje ha transcurrido tranquilo hasta ahora, y cada noche, tras disponer en círculo la caravana y establecer vigilancia, los guardias se reúnen alrededor del fuego junto a Adric, y charlan acerca de todo tipo de cosas. Respetan al paladín como hombre de armas, y además el joven tiene una gran facilidad para crear buen ambiente a su alrededor.

Quizás por ello otros miembros de la caravana se han ido uniendo alrededor de la hoguera a medida que el camino transcurría; el silencioso Chernoye Pal´to, algo hosco y envuelto en sus anchos ropajes encapuchados, ha ido acercándose hasta disfrutar de las cálidas llamas en un segundo plano, siempre silencioso. Y Zaius, el mago que les acompaña, ha ido ganándose poco a poco la confianza de los hombres que al principio del viaje lo consideraban sobrenatural y peligroso, y ahora comparte amenas charlas ante el crepitar de las llamas.

Malrick también se hace notar, pero de otra forma. Él permanece a parte, todavía más alejado que el mismo Pal´to, siempre cerrando la marcha de la caravana y sin acercarse a sus fuegos cuando se forman en la noche.

Sucede lo mismo al atardecer, cuando la caravana estaciona en el área de descanso prometida por el Maestro de Caravanas. Es un claro amplio, sin árboles, que el bosque no consigue reclamar del todo debido a lo habitual que resulta que los viajeros descansen aquí. En el lugar, surcado por un arroyuelo en el que las bestias pueden abrevar, una pequeña comitiva esperaba la caravana con pasto y víveres. Después de cargarlos, (y consumir una parte de ellos), la gente vuelve a arrimarse a las hogueras como todas las noches.

Ésta, sin embargo, es diferente. Cuando empieza a anochecer un grupo de hombres con aspecto de campesinos desciende por un sendero que conduce hasta el claro, y se forma un cierto revuelo. Apartándose de las hogueras, los integrantes de la caravana, (incluyéndoos a vosotros si no decís lo contrario), se acercan para ver qué es lo que sucede. Uno de los campesinos, el que parece más resuelto, se ha subido al pescante de una de las carretas y se dirige a los presentes.

"¡Buenas gentes, nuestro poblo, Caudal, atraviesa problemas graves, ya lo creo!", anuncia despertando susurros en el casi medio centenar de personas que le escuchan. "El río que pasa ajunto las casas, sabéis, seco amaneció hace dos días. Arriba del río que mandamos al alguacil ajunto tres hombres fuertes, y vuelto no han", alza la voz. "Así que el Corregidor nos mandó acá abajo, al camino, a buscar gentes valientes y bonas que suban el río seco detrás del alguacil, y no desaparezan, seno que adescubran qué aconteció. Vintecinco monedas de oro reunimos para pagarles, e si además arreglaran el río el doble serían", termina el hombre.

Los susurros se acrecientan entre la gente, la mayoría viajeros mal armados y peor dispuestos a arriesgar el pellejo. Ni siquiera los guardias parecen muy convencidos al respecto; uno de ellos le da un codazo a Adric y a Pal´To; "Más sueldo que en diez caravanas, pero a ver quién se atreve a seguir un camino que antes siguió otro, y no volvió. Mal presagio, ¿eh?", afirma escupiendo al suelo para alejar los malos espíritus.

Desde el pescante, el pobre campesino empieza a ponerse nervioso; "¿Ah, que no hay ventureros valientes entre toda esta gente?", se teme en voz alta.

La paga corresponde a la que puede ofrecer una pequeña aldea, y sin duda no es muy cuantiosa, pero quizás se encuentre algo que saquear río arriba, o se descubra algo de valor. Y si alguien soluciona este problema, sin duda será una buena carta de presentación al llegar a Robleda. ¿Alguno de vosotros se prestará al trabajo y ascenderá el sendero hacia la aldea de Caudal?.

Era de noche y estábamos hablando junto al fuego, descansando. Habíamos cenado poca cosa y lo único que quería era irme a dormir, cuando un revuelo a nuestras espaldas concentró todas las miradas. Un grupo de campesinos se acercaba al campamento. Uno de ellos expuso el por qué de su acercamiento, tenían problemas en su aldea y necesitaban un grupo de aventureros que les ayudaran.

-"Bueno Adric, parece un trabajo hecho a tu medida. Ayudar a unos aldeanos en lo que probablemente sea el ataque de unos bandidos. Si te apuntas, puedo acompañarte y darte cobertura con mi magia. Me vendría bien desentumecer los músculos y practicar mi arte. Además, si capturamos a los malhechores, ganaremos bastantes cosas: oro, agradecimientos por parte de la aldea, podemos llevar a los culpables ante la ley y recibir otra gratificación, etc. Si aceptas, deberías buscar a alguno más para hacer un pequeño grupo."

Al caer la noche, Adric aprovechaba para desabrocharse la cota de escamas y desentumecer los músculos, coger una buena piedra de afilar y asegurarse que la hoja de su espada estaba tan presta como pudiera. Le gustaba saber que, viniera de donde viniese el peligro, estaría listo para derrotarlo. Sin embargo, dejó lo que estaba haciendo cuando vinieron los aldeanos.

Pobres gentes. El agua era sustento básico para sobrevivir: para el ganado, para los campos, para cocinar… ¿qué tendrían que hacer si su fuente de agua les era arrebatada? Tendrían que recorrer varias millas en busca de algún lago o poza natural. Sin embargo, su expresión de tristeza fue sustituida lentamente por una de sospecha al escuchar la historia del alguacil y convecinos desaparecidos. Esto ya no es un accidente.

–Me alegra ver que no me equivoqué contigo, maese mago –respondió a Zaius con un brillo de emoción en sus ojos. Con el torso cubierto únicamente por una camisola, subió de un salto al pescante junto al aldeano y se dirigió a los presentes– ¿Vais a dejar a estas buenas gentes desamparadas? ¿A hombres,  mujeres, niños y ancianos sin agua con que regar sus campos y llenar sus barrigas? ¡Yo no! Contad con mi acero, buenos señores. ¡Y con las poderosas artes del mago Zaius, maestro de la hechicería! ¿Alguien más quiere unírsenos? Si no lo hacéis por el oro, ¡hacedlo por la gloria! ¡O sólo por hacer lo correcto! 

Disfruto del calor de la hoguera y de un plato de comida cuando llegan los campesinos a buscar a alguien que les saque las castañas de fuego .La oferta no es la mejor que he visto y posiblemente hace unos meses ni me hubiera molestado en agacharme a recoger 5 monedas de oro pero ahora mi bolsa empieza a estar bajo mínimos y necesito oro para seguir mi viaje .Ademas si como sospecho habrá lucha espero obtener algo de botín .
Sin levantar la vista del plato comento en voz alta .Nunca he visto un río secarse de un día para otro me llevo otro bocado a la boca. Así que si necesitáis más gente contad conmigo pero si no han vuelto los que enviaron antes esto huele a juego sucio .

Me tuve que mantener apartado una gran parte del viaje hasta que finalmente llegamos al lugar para acampar, quise acercarme cerca de alguna fogata pero dio la suerte que fuera la del maestro de la caravana que me miró fijamente y busqué mirar otra cosa. Pero terminé mirando nuevamente a su hija que estaba al lado, si no fuera por la tos de este hubiera seguido cautivado ante su belleza pero tanta tos me desconcentró y me aparté.

Volví a quedarme un tanto alejado esperando que estuviera la comida y en el durante me puse a repasar como estaba mi equipo, muy poco porque me llevé lo que pude y ni para poner la comida me traje. Pero algo sucedía cerca de la fogata del líder, primero murmullos y alguna voz elevada. Tomé mis cosas rápidamente y me acerqué sin terminar de saber si era una amenaza o no lo que venía por ese lado.

Tras un breve trote, noto que no hay altercado sino diálogo entre un grupo de gente y la caravana. Uno de los visitantes sube a una carreta y exclama a viva vos pidiendo ayuda y ofreciendo dinero a cambio. No hace falta agregar algo más, con eso me convenció de todo lo que necesito en estos momentos. Aventuras y dinero para poder comer.

Ya hay varios voluntarios y noto que está el tipo encantador que todas las mujeres miran, el sujeto extraño y el otro extraño. Que más da, me pagan por ayudar y no por fijarme quien tenga a mi lado. levanto mi mano levemente después de la pregunta de quien se anota para afirmar mi presencia junto a los demás.

El joven Luki se había mantenido apartado de los miembros de la caravana, era la primera vez que dejaba Marvalar, la primera que pasaba tiempo lejos de sus padres, la primera en que el viejo escudo y hacha de papa tendrían una función que no fuesen decorativas.

Estando en el arroyuelo, contemplando a las bestias beber, noto la leve conmoción que se formaba alrededor de un campesino y lo que parecía ser un paladín, con timidez y cautela se acercó, al escuchar la situación del rey y el clamoroso llamado del paladín, pensó “Es una buena oportunidad, la suma no es muy grande pero seria de ayuda” se acercó al campesino, su mirada se dirigía al suelo, estar alrededor de tantos lo ponía mortalmente nervioso.

-“Yo, yo tam….yo también deseo ayudar”-al decir esto presentó su hacha, gesto con el que daba a entender su rol como combatiente de primera línea.

Estuve observando la arenga de Adric y vi que su mensaje calaba entre alguno de los individuos de la caravana. Conté tres manos levantadas: Chernoye, un tipo solitario pero de aspecto fiero y el enano que había visto hablar con los mercaderes. Parece que ya teníamos un pequeño grupo para ir a investigar lo sucedido.

-"Bueno, mi querido paladín, parece que tus palabras han surtido efecto entre unos pocos. Somos suficientes para ir a ayudar a estas buenas gentes en su desgracia. ¿Qué tal si nos reunimos junto a una hoguera y nos presentamos todos? Podemos planificar el viaje y recabar algo más de información de los aldeanos. Preparémonos y descansemos esta noche; mañana al despuntar el alba, sería bueno que nos encamináramos junto a estas gentes a su aldea, Caudal."

Turno 3

El grupo de compañeros deja el campamento tras una rápida despedida. Muchos de los viajeros niegan con la cabeza murmurando acerca de la locura que supone abandonar la comitiva, mientras algunos guardias y el Maestro de Caravanas estrechan vuestras manos valorando el arrojo que mostráis.

No se os escapa la mirada de advertencia del líder de la caravana a Malrick, que ha estado acechando a su hija desde que salisteis de Márvalar. Os da la impresión de que no le importaría mucho que se lo comiera una kelpia. La mayoría ve con orgullo a Adric, y al mago Zaius que últimamente ha compartido fuego con él. Sin embargo, también podéis percibir algo de alivio por la marcha del silencioso Pal´to, que callado y furtivo no hizo muchos amigos, y de Malrick, cuyo aspecto pendenciero y comportamiento indecoroso preocupaba a algunos miembros de la caravana. Luki, aparentemente tímido, permaneció casi todo el camino hablando de alfarería con un artesano del sector, y éste lo despide con una sonrisa amable. Parece algo confuso porque alguien con un oficio se embarque en empresa tan arriesgada.

Una vez pertrechados con vuestras armaduras y vuestro equipo partís junto a los toscos e iletrados aldeanos, y camináis aprovechando los últimos rayos del sol, que apenas iluminan el sendero de tierra que asciende hacia Caudal. Cuando llegáis ya es de noche, y a la luz de la mortecina luna podéis observar una aldea formada por una treintena de cabañas unifamiliares construidas con troncos, a la orilla de un río. Éste normalmente fluye entre helecho y cañaverales, pero ahora está vacío y muestra su lecho embarrado. Casi todas las viviendas tienen un huerto anexo, y hay media docena de barcas de pesca y de redes apuntaladas en las orillas del río.

Hay unas treinta personas fuera de las casas, la mayoría observando el río con una gran tristeza. Algunas de ellas se encuentran en su fondo, intentando encontrar algo de oro con tamices que os hacen pensar que este depósito aluvial es rico en metales preciosos. Un grupo de niños corren cerca de vosotros, descalzos y sucios, y se paran al veros llegar. Como todos los presentes siguen con la mirada vuestra llegada al pueblo.

Un hombre más gordo que los demás, con un pelo rebelde y ensortijado que desciende por sus patillas hasta unirse sobre los labios, os da una cansada bienvenida. "Saludos, héroes. Soy Plubio, el Corregidor de esta aldea, que ya podéis ver que pasó tiempos mejores, ¿eh?", dice poco animado. Os guía por el pequeño pueblo, enseñándoos un poco las cabañas de madera. No impresionan demasiado.

Algunos hombres de aspecto cansado asoman por las puertas al veros pasar, junto a mujeres que llevan en brazos bebés. A pesar de la preocupación que evidencian se ve algo de esperanza en sus ojos. En este desolado paisaje de pescadores, mineros fluviales y pequeños agricultores, os llaman la atención dos hombres.

Uno de ellos apenas lo es; debe tener unos quince o dieciséis años, y es bajo y atlético. Bajo su melena lacia y castaña os observa con una mirada llena de determinación y orgullo, que se contradice con sus rasgos casi infantiles. Está ataviado con cuero tachonado y escudo, y lleva un lucero del alba al cinturón.

También llama la atención un tipejo de unos treinta años, flaco, atractivo y de aspecto canalla, que bebe vino en uno de los portales sentado sobre un barril. Os sonríe al pasar y os hace un silencioso brindis muy poco adecuado; también se protege con cuero, y parece que la espada larga en su cinturón disuade a los aldeanos de afearle el comportamiento.

En un momento habéis recorrido la aldea de Caudal, y el Corregidor os señala una de las casas. "La familia Ferro os dará cobijo si queréis descansar esta noche. A la mañana podéis partir, para mejor aprovechar la luz", os dice.

¿Qué haréis?. ¿Os presentaréis entre vosotros?. ¿Saldréis ahora río arriba a pesar de la oscuridad?. ¿Descansaréis y partiréis al alba?. ¿Hablaréis con alguien de este pequeño pueblo?. 

Estaba hecho, éramos cinco los que iríamos a averiguar lo que pasaba en esa aldea. Nos reunimos junto a los campesinos y me presento a los nuevos compañeros.

-"Gracias por uniros a nosotros para solventar los problemas de esta buena gente. Adric, creo que tú deberías de llevar la voz cantante del grupo, dada tu posición y estatus. A los nuevos, mi nombre es Zaius, y el vuestro?"

No perdimos ni un instante y recogimos nuestros enseres para acompañar a los aldeanos a Caudal. No estaba muy lejos de donde paramos con la caravana. Me resultó curioso que el Maestro de Caravanas nos previniera de uno de los integrantes de nuestro grupo, tendría que vigilarle en nuestro periplo, no quería sorpresas. No sabía nada de él, sólo su nombre. Aunque su aspecto me desagradaba, no tendría una idea formada de él hasta que no lo conociera en persona.

Al llegar a Caudal vimos a la gente de la aldea observando nuestra llegada, con caras tristes. Al parecer el río era su medio de vida y se habían quedado sin él. El Corregidor de Caudal, Plubio, se nos presentó y nos indicó que le siguiéramos al hogar de los Ferro, donde podríamos pasar la noche. Por el camino vimos a dos tipos que destacaban sobre el resto de aldeanos, sería bueno hablar con ellos. También habría que hablar con Plubio para recabar más información de lo sucedido.

-"Bueno compañeros, supongo que lo suyo es que descansemos esta noche y partamos mañana por la mañana. Hay que hacer preparativos y recabar toda la información que podamos. Siempre viene bien saber a lo que nos podemos enfrentar de antemano, para hacer un plan. Creo que podemos sacarle algo de información a esos dos tipos que hemos visto antes y a algún aldeano. Yo hablaré con Plubio, parece ser que es el que puede saber más del asunto."

Cinco. No era mal número. Cinco eran los dedos que necesitabas para empuñar una espada con firmeza, y cinco las estrellas que conformaban la constelación del Rey Marino. Marino, agua, río. Un poco cogido por los pelos, pero nunca antes me has fallado, mi señora. Adric no necesitaba mucho más. Así que, tras pertrecharse, se despidió de sus compañeros de viaje encomendándose a una jarra de cerveza aguada cuando se vieran en Robleda para contar sus aventuras, y siguieron al grupo de aldeanos –Me honras con tu petición, buen Zaius. Me encargaré de hablar con las gentes y guiaros en batalla, pero no olvidéis que si quiere Ishtar que caiga, ¡no debéis seguirme!

La broma ayudó a aliviar un poco la tensión del momento, y Adric aprovechó el trayecto para pedir más información a sus improvisados guías, si bien no le pudieron decir más que lo dicho. Están abatidos, y con razón. ¡Pero solucionaremos su problema!

–Encantado, maese Plubio –el Paladín dudaba que hubiera un nombre más apropiado para un residente de un pueblo llamado Caudal –Pero por favor, no somos héroes. Sólo gentes de buen corazón que no han podido resistirse a solucionar vuestro entuerto. ¡Haremos todo lo que esté en nuestra mano para que el río vuelva a fluir y traiga la sonrisa de nuevo a vuestros corazones! 

Una vez se hubieron quedado a solas, Adric se cruzó de brazos, mirando a una tímida polilla que revoloteaba cerca de una lámpara. Estaba de acuerdo con Zaius, el problema es que la mitad de su grupo no parecía el más apropiado para recabar información de formas no violentas– Ey, ¿Luki? Necesito que hables con ese muchacho, el de la maza. Chernoye, ve con él. Malrick, tú y yo hablaremos con el otro. Parece un tipo duro y quizás necesite a alguien de aspecto fiero como tú. Nos encontraremos aquí, en casa de los Ferro, cuando terminemos.

Repartiendo a quienes parecían más agresivos con los más locuaces, así conseguirían mejores resultados. Zaius, el más inteligente y versado de los cinco, era quien debía hablar con el Corregidor.

Nos despidieron de la caravana de una manera simple y caminamos tras los pasos de los guías que tratan de llegar con prontitud con los suyos. Durante el andar al asentamiento no miré a otro punto más que adelante, todos se dedicaban a hablar demasiado y hasta que vi que era como obligatorio tener que decir mi nombre fue que mantuve silencio. - Malrick. -

El lugar donde fuimos me recordó a mi lugar pero con unas condiciones de vida mucho peores, lo que hay diferente son un par de sujetos que vienen con aires de ser dueños del lugar. Pasamos a un lugar donde nos dan cobijo para la noche y ahí se desata la charlatanería. Ya disponen que debemos hacer como si alguien los hubiera designado líderes del grupo, por ahora lo que me importa es saborear el peligro que depara saber que les sucedió a estas personas y probarme en la aventura, así que me espero ver en que termina todo esto para que después podamos irnos a dormir y mañana salir de cara al peligro.

Turno 4

Los Ferro, una pareja mayor cuyos hijos emigraron juntos a Robleda, ofrecen al grupo dos habitaciones vacías con dos camastros en cada una, y preparan una quinta en un rincón con algo de paja y unas mantas. Os dejan un par de tablas con quesos frescos, acompañadas por dos grandes jarras de barro, una con agua fresca y otra con vino tinto. Después se retiran dándoos las gracias por vuestra asistencia, podéis ver la esperanza en sus viejos y brillantes ojos.

Una vez en vuestras habitaciones comenzáis una charla sobre cómo proceder, y decidís explorar un poco el diminuto pueblo antes de embarcaros en la aventura al día siguiente. Zaius se presta voluntario para hablar con Plubio, el Corregidor de la aldea, mientras que Adric y Malric se acercarán al hombre que bebía vino junto a una de las casas. El paladín también organiza a Chernoye Pal´to y a Luki para que encuentren al muchacho de la maza, y hablen con él.

Cuando salís al exterior la gente ya está recogiéndose en sus casas, y podéis escuchar el ruido de los quehaceres domésticos y las conversaciones a través de las contras de las ventanas. En el exterior apenas queda gente, que os mira curiosa mientras ultiman sus quehaceres, (cubrir plantas en sus huertas, asegurar redes para que no las desbarate el viento o barrer las entradas de sus casas, cubiertas de barro).

A Zaius no le cuesta encontrar al Corregidor, que todavía está por allí dando ánimos a los aldeanos. Capta un fragmento de su conversación cuando se acerca a él; "Tranquilos, veréis que todo se solucionará, estos hombres parecen pofesionales, y de fiar". El mago lo intercepta cuando deja a la pareja con la que estaba hablando, y el que parece el alcalde le saluda con un gesto cansado; "Buenas noches, buen señor, ¿está todo bien?", pregunta preocupado.

Pal´to y Luki, por su parte, no ponen mucho empeño en la búsqueda del muchacho. Dan algunas vueltas por la aldea sin interés mientras las gentes se recogen, y no encuentran ni rastro del joven.

Adric y Malric, por su parte, tienen mucha más suerte. El tipo al que vieron subido al barril sigue subido al barril, sorprendentemente despierto para lo ebrio que se encuentra. Al verles llegar les sonríe amigable;

(Sigue...)

"¡Qué visita tan inesperada!", dice con un último brindis. Después se termina el cuenco de vino que está bebiendo de un solo trago, y lo arroja por el aire tras su espalda. El barro se quiebra ruidosamente contra la pared de madera de una de las cabañas. "¿En qué puede ayudaros el valiente Reggo, aventureros?".

Zaius por un lado, y Adric y Malrick por otro, están hablando con algunos habitantes de la aldea. ¿Qué preguntas haréis?.