Partida Rol por web

+++ TRANSMISIÓN INQUISITORIAL AB#F3354-GAMMA +++
  +++ REF: MARR, INQ-SUP -- OP: BLCK_RBBN +++
  +++ ISLA ARDIENTE - SOLOMON MC -- 818.M41 +++

Solomon. Un planeta industrial, devastado por el hambre del Imperio durante cientos de años. Un planeta donde la flora y la fauna son solo definiciones en algún viejo escrito del Adeptus Administrorium. Una bola de roca fría, árida; y agua ponzoñoza.

Sobre los antiguos restos de las ciudades, hoy cubiertas del venenoso mar, una pequeña embarcación se acerca a un pico gris. El pico es en realidad lo único que sobresale de un enorme volcán, envuelto en nieblas vaporosas de un color verdoso. Alejada de lo que aún se considera civilización en Solomon, recibe el nombre de Isla Ardiente, y desde kilómetros a la redonda puede verse el grueso penacho de humo que la corona.

La embarcación tiene en su costado pintada un Aquila y el nombre, Cygnan Martyr. Desde la cubierta se afanan en hacerla descender sobre el amarradero, donde una docena de hombres envueltos en grandes capas protectoras con el símbolo del Munitorium esperan al equipaje y se apresuran a llevarlo dentro, bajo la aburrida mirada de un par de oficiales del PDF. Adentro del gran complejo de severa piedra gris, la Casa del Polvo y la Ceniza, que rodea el pico del volcán.

Los pasajeros comienzan a descender la escalera. Nieva, o así lo parece. Los dedos enguantados de Daga tocan la fina capa que se deposita en su brazo y tuerce el gesto: es ceniza, fina y grasienta ceniza del volcán.

El Abad desciende rápidamente, apartando al resto y afanándose por entrar. Comienza a recorrer, con su comitiva detrás, los varios cientos de metros que llevan a la enorme puerta de piedra que da acceso a la Casa. 

Vymer y Quill observan el lugar, y rápidamente ubican un lugar diferente: Deadtown. Siguiendo la ladera del pico, por un pequeño camino, se pueden ver precarias construcciones rodeando un grupo de lo que parecen cavernas en la montaña/isla. Se señalan el lugar, y dudan entre presentarse en la Casa de inmediato, o no...

- Debemos de solucionar un asunto de suma importancia. - digo. Supongo que nos veremos en breve.

Dicho esto palmeo a Quill en el hombro y nos alejamos en dirección a Deadtown.

Miro a mi alrededor para familiarizarme con el lugar, observo a la gente que hay a mi alrededor y analizo la situación para buscar anomalías.

Qué raros son estos dos tipos...espero que luego no vengan y nos apuñalen por la espalda, habrá que tener ojo con ellos, pienso mientras Quill y Vymer se alejan.

Muy bonito, sí señor. Un lugar encantador. Comenté al bajar a tierra con mi bolsa. Todo tenía una pinta realmente tétrica, de película ciertamente. El volcán, la ceniza... No se me pasó por alto la mirada de nuestra compañera, que siguió con la vista a los dos que se separaron. Nunca me han gustado... Reflexioné para mi mismo viéndolos alejarse. Era normal, estábamos en territorio enemigo y aquellos tipos no eran gente conocida, no eran los camaradas profesionales con los que formábamos equipo de trabajo. Tendremos que vigilarlos muy bien... Colgándome al hombro mi bolsa me encogí de hombros con un gesto de desgana. ¿Para donde vamos? ¿Qué os parece? Cerré un segundo los ojos intentando notar alguna clase de perturbación psíquica, pero el lugar me desconcertaba.

     Daga caminaba en dirección al edificio principal. - Vamos a presentarnos directamente y que nos asignen alojamientos. Quiero un techo sobre mi cabeza... dijo soplando algunas motas de ceniza de su brazo. - .. y quiero reconocer el lugar cuanto antes.

Saliendo de la embarcación detrás de sus compañeros, Malek se para a observar sus alrededores un momento con desconfianza a pesar del tranquilizante peso de sus pistolas y el familiar sentimiento de sus guantes de poder. Después de unos segundos vuelve a avanzar junto a sus compañeros.

-Bueno, vosotros diréis que hacemos ahora -comenta el pistolero prefiriendo delegar la responsabilidad a sus compañeros por el momento-.

Comienzan a ascender el camino hacia las puertas de la Casa. A pocos metros, de una pequeña puerta lateral sale un hombre delgado, envuelto en una túnica negra con el símbolo del Adeptus Munitorium en el pecho. A su lado un guardia de la PDF lo escolta.

- Bienvenidos. Mi nombre es Hiram Bland, y soy el Proboste Senior de este lugar, sirviente del Adeptus Terra. Tengo el honor de administrar la subasta del Estado Haarlock. Me alegro de ver que han llegado a salvo y a tiempo para la recepción que será ofrecida esta noche. Puedo verificar sus credenciales y sus identidades, por favor? dice mientras extiende la mano.

Descienden el tortuoso camino bajo la continua nevada de ceniza. Los guardias los observan con una sonrisa torva, pero los dejan marcharse.

Al culminar aproximadamente un kilómetro de marcha llegan a Deadtown. Es un lugar de apiñadas construcciones achaparradas, hechas de restos de metal, paredes derruidas y reconstruidas, etc. Detrás de ellas se ven numerosas bocas de cavernas en la pared rocosa.

Por supuesto, notaron que los observaban mientras descendían. Al llegar a la entrada propiamente, un hombre los está esperando. Rápidamente, otro más desciende de entre las rocas para cortarles la retirada.

Ambos poseen vestiduras mitad harapos, mitad pedazos de armadura remendados. Sus caras notan el castigo del viento y la vida misma. Aunque se muestran alertas y dispuestos a tomar las armas que cuelgan de sus cinturas, no son abiertamente hostiles.

- Bienvenidos a este agujero olvidado del Emperador, dice aquel frente a ustedes. Llegaron con el navío que acaba de amarrar, verdad? Puedo preguntar que quiere gente fina como ustedes aquí? Solemos preferir que aquellos relacionados con el Gremio del Lamento se mantengan en la Casa, y alejados de nosotros.

La bajada hasta Deadtown no es tan pesada como imaginé. Llegamos antes de lo esperado. Eso sí, durante todo el tiempo que estuvimos bajando estuvieron observándonos. O eso parecía.

Al llegar a ese nido de carroña un tipo se nos planta delante y otro nos corta la retirada.

- ¿Has oido? - le digo divertido a Vymer cándole un codazo. Nos ha llamado Gente Fina...

Evito dar nuestros nombres para evitar posibles futuros problemas.

Nada más descender nos dirigimos a Deadtown. Los guardas nos miran de forma extraña pero no dicen nada.

- Bien, mejor para ellos. - pienso. Lo último que necesitamos ahora mismo es un altercado con ellos.

Mientras bajamos puedo notar que nos observan.

- Atento Quill, hay ojos por todos lados. - le susurro. Aunque sé de sobra que ha podido percatarse de que estamos siendo vigilados por ambos bandos.

Según llegamos a Deadtown un tipo vestido con harapos y remiendos de varias armaduras nos corta el paso y otro más se sitúa en nuestra retaguardia.

- Realmente no tienen nada que hacer contra nosotros. - pienso.

Escucho la chanza de Quill y asiento divertivo. Luego mi rostro se torna serio.

- ¿Acaso tenemos pinta de Gente Fina? - pregunto al tipo visiblemente molesto.

- Puedes preguntar lo que quieras. - le digo. Otra cosa es que obtengas respuesta a las preguntas que formules.

- Ahora apártate si no quieres que tus sesos se desparramen por la pared que tienes a tu espalda.

     - Por supuesto. Dice sin mas la asesina mientras le tiende los documentos suministrados por Marr. - Me llamo Delana Castillo.

Marcus seguía la zaga de su compañero psíquico con bastante tranquilidad, eran una pareja cuanto menos dispar, el enjuto y fibrado psíquico siniestro envuelto en sus murciélagas prendas acompañado del enorme gigante moreno parcheado con diferentes armaduras que resonaban al entrechocar con las numerosas armas que llevaba a la vista...y las que no.-Precioso para las vacaciones...-Escupió un esputo cargado de ceniza y le paso un cigarro a su amigo psíquico.-Mejor morir con humo dentro que con cenizas¿no?.-Preguntó mientras le pasaba fuego y miraba largamente a los mercenarios que se iban en solitario.-Señorita Castillo, espere.-Dice Marcus haciendo su papel de guardaespaldas de Daga ante los ojos indiscretos.-Es mi deber permanecer cerca de vos.-Le recordó tanto a la mujer que interpretaba de que le siguiera la corriente, como a su compañera de trabajo que aunque competente era mejor mantenerse unidos para evitar futuros deslices.

Miré sin ver al hombre que pedía los documentos, sin mostrar preocupación alguna saqué del bolsillo interior los documentos y se los entregué sin mostrar emoción alguna. Aquí tiene. Imaginé que todo estaría dispuesto, pues la inquisición es muy buena con el tema de documentos, así que no me preocupó el contenido de los mismos. Todo estaría bien afianzado para que no hubiera brechas. Decidí que no me gustaba aquel lugar, con su ceniza y su constante color gris.

El hombre revisa los papeles de Castillo y su troupe, así como los que el sirviente de Lanus también posee. Verifica que son genuinos, y asiente a los guardias, señalando la puerta.

Rápidamente, escapando de la nevada de ceniza, atraviesan la pequeña puerta lateral para entrar en la Casa del Polvo y la Ceniza... o al menos, su recepción.

De espaldas a la enorme puerta de entrada, capaz de admitir un supertanque por ella, observan el lugar. Es una sala enorme, que redefine el significado de enorme, en realidad. Su suelo es de piedra, así como casi todo en ella. En la altura la cierra un enorme domo, a unos 50 metros de altura por lo menos.

Su periferia está plagada de puertas, barandas, balcones y escaleras; tanto que suben como que bajan. Se siente como el corazón de una enorme y gris colmena de piedra.

Un chirrido detrás de ustedes les recuerda que no están solos allí. Dos viejos pero aún imponentes Servidores de Combate* flanquean la puerta, junto con dos PDFs más. Una vez pasada la primera impresión, es evidente que la sala está llena de vida... es solo que el par de docenas de figuras que se mueven pasan desapercibidos en el tamaño del lugar.

Algunas figuras son evidentes extranjeros atraidos por la subasta. También hay multitud de servidores yendo de un lado a otro. El último grupo son figuras con capa que barre el suelo y capucha que oculta las facciones, reunidos en pequeños grupos o yendo de un lado a otro.

Hiram señala una abertura a su izquierda**. Aunque los cuidadores de este lugar son los acólitos del Gremio del Lamento, el Administratum posee habitaciones y oficinas allí. No solo supervisamos la subasta, sino que también estamos transcribiendo la amplia biblioteca de la Casa para el engrandecimiento de Terra.

Luego señala a la derecha. Un oficial guarda una escalera de piedra. Esa escalera lleva a cuatro pisos preparados para recibir a las visitas. El oficial los escoltará a sus habitaciones designadas cuando lo deseen. Más allá de ello, pueden recorrer el lugar a placer, a no ser que encuentren una puerta cerrada. Solo se les pide discreción; el Gremio es celoso en su trabajo y tras milenios, el lugar es simplemente un verdadero laberinto.

Les extiende una placa. Contiene los planos que pudimos extraer. Lamento que no sean exactos ni claros, ni siquiera de las salas comunes, pero es lo mejor que podemos ofrecerles. Mientras se queden en las zonas comunes guardadas por mis hombres, no tendrán problemas.

- Tienen alguna pregunta?

Los tipos sonrien con una boca falta de la mayoría de los dientes. Oh, un gallito. El primer consejo es gratis, chico: acá todos somos malos. Y algunos son rápidos para el cuchillo, sí? Así que mientras estés en nuestra casa, mantente tranquilo o vas a terminar con un agujero en la sien.

- Ahora que ya sabemos que somos todos malotes de armas tomar, y que no quieren decirme para qué vinieron... pasen si quieren. Hay dos lugares que atienen al público: el bar y el putero. El hombre señala dos construcciones, una baja y ancha, el bar; y otro como un abigarrado edificio de tres pisos y diminutas habitaciones, por el aspecto. Dos chicas de mal ver se pavonean en la entrada. Desviarse de esos caminos sin saber a dónde se va, o a quién quieres ver, es perjudicial para la salud. Nos entendimos?

Sonrío ante la estúpida amenaza del tipo.

- ¿Donde podemos localizar a Chenshan? - le pregunto directa y secamente al tipo que tenemos delante.

- Haber empezado por ahí, entonces tienen UN conocido aquí adentro? El hombre se ríe y el que está detrás de ustedes le festeja la gracia con ruidosas risotas. Ahí adentro, señala con el índice al bar. Chensan es el dueño.

- Imbécil ... - susurro cuando ya hemos pasado a su lado y nos estamos dirigiendo hacia el bar.

Pero una mano de Vymer en el hombro me incita a callar el resto de la frase.

- Tienes razón. - le digo. No es el momento ni el lugar.