Partida Rol por web

Comenzó a sonar una campana.

No eran las campanas típicas del puerto de Kingsport, graciosas, agudas, muy escandalosas, dado que las montaban en las boyas, y se hacían notar cuando venía mal tiempo.

La nieve había cuajado con rapidez, y Don había ido dejando un rastro de pisadas. Sus pies se habían mojado (otra vez) y los dedos, ya castigados por las quemaduras de la noche anterior comenzaron a doler de firme.

La campana de la iglesia sonaba grave y lenta. Tocaba a muerto.

¡Boooom! ¡Booom! Sonaban los puñetazos de Don a la gastada y mohosa madera de las puertas. Despertaban inmundos ecos en el interior que, no obstante, sonaban lejanos, distantes, como si la puerta llevara a otros universos completamente desconocidos.

Alguien, entonces, irrumpió en la plaza. Cuatro figuras que venían siguiendo el rastro de Don, claramente marcado en el suelo, a pesar de que ya la noche había caído y casi nada se podía ver: si en la blancura cenicienta los oscuros pozos marcados por los pies que se habían atrevido a hollar tal pureza.

¡Abran por favor! ¡Me he perdido y la tormenta ya ha llegado! ¡Abran, quienes quieran que sean!

Una figura casi imposible de distinguir aporreaba las puertas de la iglesia.

Comenzó a sonar una campana.

No eran las campanas típicas del puerto de Kingsport, graciosas, agudas, muy escandalosas, dado que las montaban en las boyas, y se hacían notar cuando venía mal tiempo.

La campana de la iglesia sonaba grave y lenta. Tocaba a muerto.

La campana de la iglesia sonaba grave y lenta. El viento aullaba. La nieve caía.

Pero dentro de aquella cuadra, una vez acostumbrado al olor, se estaba caliente. Los animales parecían haberse acostumbrado a Everett y ya solo se movían de cuando en cuando, agitados, quizá, por extraños sueños. Everett notó que, poco a poco, se estaba quedando dormido.

Everett se deja deslizar hacia el sueño, contento por haber conseguido evitar la difícil situación de tener que enfrentarse a semejante tormenta a pelo.

- Zzzzzzzzzzzz.

Mañana, a la luz del nuevo día, seguro que descubre por qué no fue capaz de llegar hasta su cabaña como pretendía.

El cuarteto llegó a la entrada de la iglesia, donde se encontraron con un hombre aporreando la puerta. Parecía que algo había pasado, ya que las campanas sonaban a muerto. Además el hombre, hablaba de una tormenta, decía estar perdido.

Mike carraspeó para hacerse notar y no asustarle. Luego se acercó unos pasos hacía él.

-Buenas noches caballero. Quizá podamos ayudarle. Está en Kingsport si se ha perdido, aunque... -Mike miró alrededor- no tengo muy claro donde...

La sombra que aporreaba la puerta de la iglesia se volvió. La palidez del rostro destacó en la oscuridad como si fuera una mancha más de nieve con dos puntos oscuros donde debería tener los ojos. Se acercó, febril y respirando rápido. Tenía una venda en torno a las orejas, como se ponen los que tienen un flemón, atada bajo la barbilla y tapando parte de la coronilla y otra que le cubría la nariz, así como las manos cuidadosamente vendadas en forma de incómodas manoplas.

Sin embargo, fue fácil reconocerle, ya la voz alterada había hecho entrar en sospechas a los cuatro compañeros que avanzaban hacia él por la plaza. ¡Era Don Poppins!

Jimmy se acercó con el resto a la iglesia, y vieron aquella figura llamando e implorando entrar. Algo en su interior le hizo fruncir el ceño, en gesto pensativo, pues aquella voz le resultaba familiar. Cuando se dio la vuelta, sus sospechas se aclararon al ver a Don Poppins ante ellos.

-¿¡Don!? ¿Qué te ha pasado? ¿Qué haces aquí?

- Pues verás, Mike, la iglesia... - Había empezado a decir mientras seguíamos aquellas huellas.

Dejo de hablar cuando vemos a aquella figura aporrear la puerta.

"¿La tormenta?"

Y enmudezco del todo cuando veo de quién se trata.

- ¿Don? Pero eso significa... que hemos retrocedido todos... ¿Dónde están los demás? ¿Dónde está Aeryn? - De repente se me ve sinceramente preocupada, sobre todo por mi amiga. - ¡Debemos buscarles!

¡Abrid, insensatos! Grité antes de percatarme de ya no estaba solo.

Al girarme, distinguí al resto del grupo mirándome con gesto sorprendido. Iba a contestar a Jimmy cuando mi querida Amanda confirmó mis sospechas. Lo sabía, murmuré, sabía que no estaba loco... Y por si fuese poco, también nombró a la dulce Aeryn. ¿Buscáis a Aeryn? Yo también, es cuestión de vida o muerte... O eso creía, porque si se confirmaba mi teoría los dos estábamos en peligro, o incluso todos nosotros.

Levanté las manos vendadas y me acerqué hacia Amanda. Quería ir a verte, pero la tormenta llegaba. Así que acudí al Hospital, pero la señora Kazeschy dijo que si no podía pagarle me derivaría a la beneficencia, así que intenté llegar, pero entonces la niebla me engulló y el hospital había desaparecido, en su lugar la vieja Iglesia había vuelto. Las palabras salían atropelladas como era costumbre en mí cuando estaba nervioso. Intenté hablar más lento, pero sentía que el tiempo corría en mi contra. ¿Y Everett? ¿Estaría bien? ¿Lo habría conseguido?

¿Habéis visto a Everett? Dejé que se marchase... Estaba saturado después de lo ocurrido. No podía seguir presionando, no ahora que empieza a dudar. ¡Me salvó la vida! Él está convencido de que nuestras mentes se nublaron a causa del licor de alcachofas. Pero no fue así. Abrí mi atillo y saqué la cadenita, sosteniéndolas ante ellos, esperando que se mostrase. Yo debía volver cuando la tormenta terminase, entonces le diría que había hablado con Aeryn y había confirmado mis sospechas. Algo me dice que está dentro de la iglesia, como el impulso que sentí cuando yo era la Serpiente de Plata y Aeryn era, bueno... Don de Aeryn. Os lo contaré todo cuando entremos. Me volví a girar y seguí aporreando la puerta. ¡Aeryn! ¡Ya vamos! ¡Que alguien fuerce la puerta!

Mike no entendía nada. Don parecía descolocado, hablaba atropelladamente si sentido. ¿Aeryn? ¿Pero no estaba en el manicomio? El detective se puso a su lado y apoyo su mano en el hombro de Poppins-

-Amigo tranquilo. A ver, explícanos con calma. ¿De donde vienes? ¿Qué ha pasado? Aeryn... amigo, recuerda que está ingresada en el manicomio...

Jimmy miró a Don bastante confuso, sin entender la mitad de las cosas que estaba diciendo.

-No sé que es eso de la Serpiente de Plata, pero si sé que no es buena idea estar aquí y ahora. Sobre esta época hubo disturbios centrados en la Iglesia Congregacionista, quizás no es el año concreto, pero no sé si es buena idea que nos arriesguemos a averiguarlo. 

- Eeeeso es lo que quería decir cuando dije que no deberíamos estar aquí. - Digo asintiendo con un gesto exagerado a las palabras de Jimmy. - Veo que tú también has reconocido la época. Podría ser peligroso.

Después me acerco a Don y le cojo de las manos suavemente. Su actitud me demostraba que al menos seguía siendo el mismo y por eso estaba dispuesta a escucharle contestar a las preguntas de los demás. Al siempre amable y zalamero Don.

El único que estaba de espaldas a la puerta de la iglesia y, por tanto, mirando hacia Kingsport, que era un dédalo de formas oscuras y grotescas era Don, ya que se había dado la vuelta para encarar a sus amigos. En su cara se vio que algo extraño estaba pasando.

Se podían distinguir luces temblorosas aquí y allá. Levísimos resplandores que, en la oscuridad, no hacían sino poner de manifiesto los millones y millones de copos de nieve que iban cayendo sin cesar, sin descanso, arremolinándose en las azoteas, en los ventanucos.

La respuesta llegó pronto a las confundidas mentes de los observadores: gente con antorchas se movía hacia la plaza. Nadie había, de momento, desembocado en la plaza, pero no podía haber otra explicación. O era eso, o había fuegos fatuos por todo Kingsport.

DONNNNNNG

DONNNNNNG

DONNNNNNG

Las campanas seguían tocando a muerto.

La cara de Don no indicaba nada bueno, y cuando Jimmy se giró fue plenamente consciente de ello. Como no, no habían tenido suerte. Aquel día era el día. No podía ser de otro modo, si habían ido a aquel lugar probablemente era por algo. 

-Tenemos que irnos de aquí... Pero si Aeryn está ahí dentro de verdad, no podemos dejarla-dijo Jimmy nervioso, para finalmente acercarse a las puertas y golpearlas, intentando abrirlas después de cualquier modo.

¡Su cuerpo, Mike! ¡Su cuerpo está encerrado! Me costó contener las ganas de seguir aporreando la puerta, pero Mike estaba pidiendo explicaciones y aquello era justo lo contrario a la actitud de Everett. Entonces Jimmy y Amanda advirtieron del peligro y tuve que concentrar todos mis esfuerzos en hablar lo más rápido que pudiese. Sostuve las manos de Amanda, y convencido de que escucharían mi historia con la mente abierta abrí las compuertas de mi berborrea a una velocidad endiablada.

—Está bien, amigos, os lo contaré todo. Ayer fui a casa de Everert, mi viejo amigo, ahora guardabosques, ya sabéis. Le había dibujado un cuadro para estrenar la cabaña. Cenamos, bebimos licor de alcachofas, y hablamos. Le reté a subir a la Cabecera un día de estos, quería demostrarle que lo que nos había ocurrido allí era cierto. No debí desear tal cosa.

Se hizo tarde y me dio cobijo. Y entonces tuve un sueño. Uno muy especial... Yo... No era yo... Era la Serpiente de Plata, así me llamaba y éste era mi cuerpo.—Levanté la cadena que aún sostenía entre mis dedos.—Al principio pensaba que tenía unos de esos sueños en los que te das cuenta de que estás soñando y puedes aprovechar unos minutos de control. Así me sentía. Pero entonces adquirí una conciencia extra... Llamadlo como queráis, pero yo era ella. Yo era la Serpiente de Plata. Podía retorcer mi cuerpo y arrastrarme de un lado a otro.

Callé un par de segundos para estudiar sus rostros. Me sentía como un locutor de radio, repitiendo el mismo boletín informativo sin apenas variar el discurso, pero la urgencia de encontrar a Aeryn me quemaba por dentro y no tenía tiempo de pensar y teorizar, sólo de soltar lo ocurrido y seguir buscándola.

Mi única ambición era llegar a la Cabecera, a la puerta, al Abismo... Pude ver, desde mi cuerpo de plata, a mi cuerpo real durmiendo en la tranquilidad de la noche. Entonces se despertó, y reconocí su mirada aunque no era la mía. Intentaba atraparme, y yo solo deseaba llegar al Abismo.

Intenté escapar de Don de... De mi cuerpo. Me escondí y entonces Everett acudió al salón en calzoncillos de franela y zapatillas. Quería pedirle ayuda, comunicarme. Pero la parte de mí que no lo era me llenó de miedos, de ansiedad, y de premura. No sabía qué hacer, la parte que aún quedaba de mí en la Serpiente de Plata sabía que si yo me iba, mi cuerpo me seguiría, y probablemente Everett iría detrás... Sin embargo, la sensación de ser un instrumento, de ser senda y a la vez guía, de la urgencia y la necesidad de restregarle por la cara a mi padre que yo tenía razón sobre que había más en Kingsport de lo que parecía, eran más fuertes que la lógica.

El caso es que tenía que tomar una decisión, y los rayos de Luna me hacían cosquillas en el cuerpo de plata que poseía, distrayéndome constantemente , y a la vez fijando en mi interior la idea de que llegaba tarde al Abismo. Así que escapé y serpenteé hasta la puerta...

Cuando salí al Bosque Negro ya poco quedaba de mí en ese cuerpo plateado. De repente, los árboles eran Dioses de Madera, la Luna el Ojo del Cielo, ellos simples humanos. Me escabullí en el hueco de un árbol y subí a la copa para observarles. Everett intentaba llevar mi cuerpo real de vuelta a la cabaña, pero mi cuerpo me buscaba con la misma desesperación que yo buscaba el Abismo. Desde arriba pude ver cómo Everett abandonaba mi cuerpo a su suerte. Me dolió... Y gracias a ello recuperé la razón. Recordé quién era yo realmente, comprendí que moriría allí si no volvía a sus manos, y le prometí al Abismo que iría, pero no con el cuerpo de la Serpiente de Plata, y no en ese momento.
Salté a sus pies. Y me subí a su mano justo cuando Everett volvía con esa carretilla. Nos salvó.—Digo levantando la cadenita de nuevo.

Cogí aire a pulmones llenos y seguí hablando sintiéndome el trovador que repite palabra por palabra la misma historia en cada pueblo que visita..

Mientras Everett trataba que mi cuerpo real entrara en calor, mis sospechas sobre quién controlaba mi cuerpo me hicieron buscar en la mirada de Don de Carne, esa mirada que reconocía. Me quedé anonadado. Aeryn, pensé con tristeza al recordar su cuerpo sin vida y su posterior ataque al despertar.

Agité mi extremo libre de un lado a otro para llamar su atención. Quería comunicarme. Empezaba a pensar que estaba atrapado en mi nuevo cuerpo, pues cuando subí a sus manos esperaba despertar, como cuando tenía una pesadilla con mi padre y la única manera de escapar del recuerdo era lanzarme desde el campanario de una iglesia o la cima de un risco. Así solía despertarme. Pero no ocurrió.

Y comprendí que el sueño era importante. Mucho más de lo que pensaba. Más que la pulsión que me empujaba a llegar al Abismo sin saber el motivo. Ahora creo saberlo. ¿No dijo William que nos prohibía volver allí por culpa de nuestro accidente e intentar cruzar sin su supervisión? Y de repente yo estaba dentro de la Serpiente de Plata. Serpiente que había aparecido de la nada... ¿Estaba William convidándonos? ¿Nos llamaba? ¿Era él, o quizá un ente maligno había conseguido llegar a nosotros? Y si se trataba de William... ¿Significaba la urgencia que sentía en mi interior que estaba en peligro? ¿Que necesitaba nuestra ayuda?

El cuerpo onírico de Aeryn había desaparecido. Ya no estaba. Entonces, si ella no tenía cuerpo que habitar en los sueños, tenía sentido que habitara otro, en este caso el mío. ¿Por qué el mío? ¿Y por qué acabé siendo la Serpiente de Plata? ¿Cómo? ¿Nos había buscado? ¿La había mandado William? Teníamos que llegar al Abismo y descubrir lo que estaba pasando... Así que me retorcí en la palma de su mano dibujando la Cabecera, pero ella se desquició negándose una y otra vez, incluso me arañó la cara.—Me paso los dedos de la mano libre por las mejillas buscando los surcos, de nuevo.—Don de Aeryn... Aeryn luchó por evitar que la Serpiente de Plata llegase al Abismo. Ella sabe algo, amigos. Everett no me creyó, le conté todo esto y ni siquiera cuando vio a la cadena moverse sola aceptó mi teoría.

Vosotros me creéis. ¿Cierto? ¿Cómo es posible que la cadenita se agite sola? Se menea igual que me sacudía yo para intentar que me viera Everett, como si estuviese viva. Y si Aeryn ya no estaba soñando cuando desperté: ¿Quién habita ahora la cadena?

Por eso tengo que ir a hablar con Aeryn y preguntarle si ha soñado lo mismo que yo, para así convencer a Everett de venir conmigo a buscaros y juntos emprender el camino a la Cabecera...

Everett se fue a prepararse para la tormenta, no sé si consiguió llegar o ha sido arrastrado con nosotros, también tenemos que encontrarle...

Seguía sosteniendo las manos de Amanda, pero la visión de la creciente turba me dejó con la boca abierta y me robó la capacidad de sujetar sus finas manos, las solté, parpadeando asombrado, y grité:

¡No hay tiempo para explicaciones!

Cuando me di cuenta de la ironía de mi comentario me ruboricé, aunque gracias a mi piel sucia de hollín no creía que lo notaran demasiado.

Guardé la Serpiente de Plata en mi hatillo y miré las grandes puertas de madera de la iglesia. Jimmy también se había mostrado nervioso al respecto, así que le grité:

¡Aeryn está aquí dentro! ¡No podemos dejarla! ¡Forcemos la puerta!

Everett, dormido en el cálido seno de la cuadra, al calor que exudaban los animales, como si fuera un Niño-Dios, soñaba que soñaba que soñaba que soñaba...

Soñaba que estaba en Kingsport, buscando por las calles de una ciudad moderna el camino a su casa, y soñaba que se encontraba en aquella cuadra, durmiendo, y soñaba que sobrevolaba las calles de la ciudad que tanto se parecía a la que le vio nacer, aunque solamente estaban aquellas casas o calles más antiguas, y ninguna de las modernas. Y soñaba con un poblado de tiendas de cuero redondas, coronadas con cuernos de alce y piedras y huesos, y en la Cabecera de Kingsport había un poste de madera tallado con figuras de animales. Y una gran casa de madera, a la que se llegaba por un camino que moría en la playa, rematado con más postes totémicos, era escenario de una Fiesta donde se quemaban bienes sin cuento: aceite de castor, de nutria, de ballena, y pieles y mantas, y joyas sin cuento ni medida, y bailaban en torno a la hoguera figuras medio humanas medio bestiales, tocadas con máscaras grotescas. Y en lo más nutrido del festín, mientras la gente vomitaba lo que había comido sin medida, también se arrojaban a las llamas a los primogénitos de las familias.

Y antes todavía el bosque dominaba todo, poblado de susurros y figuras que solamente eran percibidas en el límite de la visión. Y otras visiones mostraban el claro, justo en la playa que daba al Arrecife donde en otras épocas sonaban lánguidas las campanas de las boyas, poblado por bestias deformes y horrorosas que nada tenían que ver con la humanidad, y la selva no era de roble o haya o pino, sino de helechos.

Más y más a lo largo y ancho del tiempo.

El sueño de Everett era inquieto, intranquilo. La campana de la iglesia de Central Hill sonaba con cada cambio de visión.

- Estoy de acuerdo. - Dije en cuanto Don nos puso al día de todo y quedó claro que Aeryn nos necesitaba. - Hay que sacarla de ahí como sea. Busquemos la forma, forzando la puerta, o echándola abajo si es necesario.