Partida Rol por web

El Palacio de las Sombras parecía un nombre un poco suntuoso de más para aquella ruina (semi) abandonada, pero al menos quedaba claro a qué se debía esa referencia a la oscuridad, ya que la entrada tras el breve recibidor parecía absorber la luz del exterior, desmenuzándola y vomitándola en algún lugar donde no podía ser percibida por el ojo.

Existía la leyenda entre los creyentes de Ashur de que, en tiempos remotos, esta divinidad había tenido que purgar estas tierras por culpa de la maldad arcana de sus gentes. Este edificio debía de ser uno de esos espacios donde se escupía en el nombre y los símbolos del dios único en favor de los mil espíritus y demonios a os que adoraban los hombres primigenios.

Alek analizo las huellas con detenimiento, supervisado por el embarrado colmillo mientras sus tres compañeros se mentalizaban para arrojarse una vez más en un atolladero en el que les esperaba un destino incierto. Puede que Ashur empujase a Taddeus de vuelta a Niom, pero estaba claro que allí había algo de provecho para su misión, otra cosa es que, como los versos de la divinidad única en algunas ocasiones, lograsen entender ese algo.

Stella se acicaló lo mejor que pudo, dada la ausencia de agua limpia, peor la menos logró secarse un poco y volver a hacerse la raya del pelo mientras Sam comprobaba que su compañera había logrado milagros con su pierna, haciendo que su molestia desapareciese por completo.

Tocó echar mano de una antorcha y cruzar aquel umbral mientras el olor a moho se asentaba en sus fosas nasales. El piso de adobe parecía hundirse bajo sus pies, peor era más que nada efecto de la roña acumulada y empapada sobre el mismo. Las paredes parecían estar húmedas, con rastros de verdín descendiendo desde el techo hasta su media altura. No había más sonido que el crepitar de la lumbre en la antorcha y la respiración de los aventureros.

El pasillo tras la capa de oscuridad parecía llevar a una cámara más profunda, pero en las paredes que guiaban aquel camino hacia sus entrañas se abrían cuatro puertas, dos en cada muro, que parecieron atraer la tención de los aventureros a medida que avanzaban.

Antes de seguir avanzando, Taddeus sacó una antorcha de su mochila y la encendió, debía combatir la oscuridad de aquel lugar como pudiera, por más que fuera con algo tan simple como un pequeño fuego.

Avanzaron entonces con paso cauteloso, hasta que se encontraron con aquellas puertas. Al paladín le llamó la atención la última de la derecha *. Parecía una puerta pesada, de algún material liso y suave como el ónix, pero parecía mucho más robusto y pesado. Era completamente negra, y tenía un marco rectangular. Estaba adornada por una aldaba con forma de calavera que obsevaba a quien se pusiera enfrente con ojos fríos y amenazadores, y la cerradura parecía inexpugnable. Taddeus pensó que algo muy valioso había allí adentro para tener aquella protección. Seguramente quienes la construyeron querían asegurarse de que nadie entrara.

O que lo que había dentro no saliera.

Como si emulara a su dios, Taddeus compartió la luz de su antorcha liderando la marcha. Alek lo seguía de cerca con Colmillo a su lado.

De pronto el paladín se detuvo. Colmillo empezó a gruñir y Alek le ordenó que hiciera silencio, pero sin éxito. El lobo miraba una puerta, y su pelo erizado daba cuenta de su nerviosismo.

Alek se acercó. Era una puerta de madera, algo húmeda y con herrajes sencillos. El explorador contuvo el aliento cuando la reconoció. Esa puerta de madera era la copia exacta de otra puerta que recordaba, ahora, con claridad.

El niño salvaje estaba molesto, y pateaba la tierra con frustración. La aldea estaba en plena agitación por las tareas diarias y nadie le prestaba atención, nadie salvo una niña que lo escuchaba con atención a su lado.

- Mi hermano es más grande, más fuerte, más rápido que yo - dijo el salvaje - nunca seré mejor que él -

La niña lo miró y asintió con seriedad, pero luego sonrió y le tomó la mano. Lo llevó hasta la puerta de su casa y le pidió prestado su cuchillo. El chico aceptó y ella lo empujó con suavidad contra el marco de la puerta. Con cuidado talló una línea indicando su altura y luego le mostró su trabajo.

- Cuando vuelvas te mediremos de nuevo - dijo la niña - y así sabrás cuánto has crecido - 

El lobo siguió gruñendo pero Alek no lo escuchaba. Miraba la puerta con fascinación, tratando de entender cómo era posible que las marcas estuvieran allí, en el mismo lugar donde su amiga, cuando eran apenas unos niños, las había puesto. 

—¿Qué demonios con estas puertas?
Al pasar, noto que todas son completamente diferentes, cosa rarísima en lo que supongo que sería una obra de arquitectura. Una de ellas, lo único que tiene cubriendo el umbral es un par de tablas podridas clavadas a lo ancho. Al otro lado puedo ver cómo el pasillo continúa, pero no más de unos metros, debido a la falta de iluminación.

Rompo la madera de una patada y me asomo a mirar, pero no tardo en quedarme con los ojos muy abiertos observando los fragmentos de las tablas flotando en el aire. Habían salido volando al pegarles, pero nunca cayeron al suelo, sino que continuaron su trayectoria, ralentizándose cada vez más hasta quedar suspendidos, después siento un sonido distorsionado, como si me estuvieran soplando entrecortadamente en los oídos, a la vez que todo, partiendo desde un foco central al fondo del pasillo y propagándose muy velozmente hacia fuera, se vuelve blanco y negro. Se me apodera el susto cuando veo el fuego de las antorchas completamente quieto.
Parpadeo varias veces, confundida, giro la cabeza para ver a los demás, que continúan en sus cosas y parece que no han visto nada de esto. Cuando vuelvo a mirar, está todo como si no hubiera ocurrido nada, las tablas sin un rasguño, clavadas como estaban bloqueando el paso.

—Eeh, chicos —murmuro, alejándome disimuladamente de ahí—. ¿Seguimos investigando? ¿Qué habrá más adelante? Ehehe...

Taddeus portaba la antorcha, yendo a la cabeza de sus compañeros e iluminándolos a medida que cada uno se iba deteniendo ante una puerta distinta. La del paladín era amenazadora tanto por la oscuridad que parecía absorber, como por su robustez y aquella inquietante calavera que parecía seguir con sus ojos a aquel que osase haberse fijado en ella. Creía recordar las formas y rotura que mostraban aquel cráneo, peor no lo había visto unido a una puerta, como si de un simple adorno se tratase. Le recordaba al cuerpo visto en una batalla, años antes de su conversión. Sus compañeros se habían preguntado qué podía haber dejado tan limpios aquellos huesos, una incógnita capaz de fijar la imagen en su memoria.

Colmillo no dejaba de ladrar y aullar, como si pensase que con ello podría libar a su compañero de aquel ensimismamiento que le poseyó al reconocer aquella puerta, arrancada de sus recuerdos de infancia. El explorador llegó a tocar su superficie casi sin darse cuenta, para cerciorarse de la fisicidad de aquellas tablas y de la marca baja que en ellas había trazado aquella otra compañera de juegos, con la esperanza de algún día poderle enseñar cuánto había crecido con respecto a su idealizado hermano. Pena que Alek si que hubiese continuado creciendo más allá de la estatura de Eric, pero que este último hubiese desaparecido, impidiendo que pudiesen comprobar cuál de los dos era a día de hoy más alto.

Stella podría haber dudad por unos momentos sobre la realidad de aquel lugar, ya que parecía obedecer a unas reglas más propias de un sueño que de la realidad que les solía ser común, pero tanto sus padres como su abuelo le habían contado decenas de historias para no dormir sobre cubiles de brujos o de no muertos venidos de otros mundos que tampoco se regían por los caprichos de este otro mundo. La imagen de la llama de la antorcha, detenida en el tiempo, pareció marcar el punto en el que los secretos de aquella puerta decidieron recomponer su estado anterior, sumiendo a la barda en una confusión más profundo que parecía querer olvidar, invitando a sus amigos a continuar con su exploración.

Taddeus y Alek volvieron en sí, pero Sam todavía parecía atenazado por la singular puerta que cerraba aquel vano frente a sus narices.

Desde la cámara del fondo del pasillo parecía llegar el sonido de un rasgueo o siseo, cuto origen era por ahora un misterio. También parecía haber algo de luz en aquella dirección, peor era más mortecina y rojiza que la de la antorcha del paladín.

La posibilidad del peligro hizo que Alek espabilara. Aquellas puertas eran cosa de brujería y sin duda ocultaban secretos fascinantes, pero los ruidos eran más reales e inmediatos y tenían que ocuparse de eso antes.

Le hizo una seña a Taddeus para que espere un momento, mientras se adelantaba para ver si podía identificar aquél ruido. Las articulaciones de la armadura del paladín podían delatar la presencia del grupo.

Colmillo lo siguió de cerca, aguantando el instinto de saltar sobre lo que sea que haya más adelante. Alek desenvainó su espada despacio y trató de discernir qué se ocultaba tras esas sombras rojizas.

Colmillo quedó un par de pasos por detrás de Alek, sabiendo que tal vez su compañero podría ver algo que su testarudo instinto animal le hiciese pasar por alto, algo en lo que ambos tenían que haber trabajado concienzudamente. Cuando el explorador pudo asomarse a la estancia contigua, lo primero que atrajo su atención fue el movimiento de dos criaturas pequeñas, ligeramente más bajas que Sam, que daban la espalda a la entrada mientras manipulaban uno de los adoquines que había en el centro de la sala. Una tercera figura se asomó furtivamente desde un agujero en la pared que a simple vista podría haber pasado por algo hecho por un animal, instando a sus compañeros a huir, posiblemente por haber oído los movimientos de los exploradores al entrar en el edificio. Y así procedieron, tras terminar de manipular lo que quiera que estuviesen preparando.

Alek esperó, agazapado, e hizo señas con su brazo para que el grupo se acercase. No quería dejar de prestar atención a la cámara, pero enfundó su espada dando a entender que no había peligro inminente.

- Cuidado - advirtió cuando sintió llegar al primero* - unas criaturas estaban manipulando unos bloques del piso, es posible que haya trampas -

Taddeus dejó de observar la puerta que tanto le había llamado la atención para ocuparse de asuntos más urgentes, ya que habían escuchado un sonido que procedía de adelante, de la zona inexplorada.

Hizo caso a Alek cuando le indicó quedarse atrás. Era lógico, por un lado tenía la antorcha, y por otro su armadura tintineaba a cada paso. Lo que si hizo fue desenvainar su espada, para estar preparado.

Momentos después vio como el explorador les indicaba acercarse, y así lo hizo, lo más lentamente que pudo. Así que corroboraban lo que ya les había anticipado el mismo Alek, que aquel lugar estaba habitado. Le hubiese gustado saber con que tipo de criaturas se toparían, pero por ahora aquel misterio no había sido revelado. Debían decidir, seguir adelante, o volver.

- ¿Creen que vale la pena seguir? ¿Podremos encontrar algo relacionado a la niebla aquí? 

Por otro lado, debían lidiar con la criatura que casi los mata para volver a Niom. Esperaba que hicieran a tiempo, no estaba seguro de que encontrarían algo valioso allí.

—No tenemos manera de saber eso hasta que lo encontremos —respondo a Taddeus.

No me hace gracia que mencione trampas. Es la primera vez que estoy sola recorriendo una ruina rara y no sé qué tan capaces sean mis compañeros actuales de lidiar con esa clase de problemas.

—En ese caso, Alek, lo importante es observar todo con detenimiento antes de dar cada paso, por pequeño que sea. Ranuras en las paredes, lozas flojas, absolutamente cualquier clase de estatua, no hay que confiar en nada, mantener la idea firme en la cabeza de que cualquier objeto, inanimado o no, puede tratarse de algo peligroso. Como dice el viejo Joseph: la falta de respeto lleva a la falta de cuidado.

—Y si algo sale mal, usamos a Taddy de escudo.

Los aventureros se asomaron a una estancia cuadrada de paredes arcillosas que parecían húmedas. Su olor era almizcleño. En la el otro extremo de la sala, una vela hacía danzar su llama tras una tela encarnada cubierta de agujeros, la que acentuaba las sombras y destellos rojizos sobre sus muros. Bajo la oquedad de la vela se abrían cinco pequeños agujeros rectangulares en la misma pared, en la que también se abría el agujero por el que habían escapado aquellas figuras entrevistas por el explorador.

Alek podía reconocer a simple vista el adoquín que habían manipulado aquellas sombras bajas, hasta podía notar que este parecía elevarse por encima de la altura del resto de baldosas, pero no podía saber si había otras trampas similares (Si es que de eso se trataba) o si aquella ligera elevación era un simple efecto de su percepción por haber fijado en aquel punto su atención.

Aparentemente no había más puertas ni pasillos en aquella sala.

- Muy bien, no entremos todos. Déjenme ver qué hay aquí -

Alek dio unos pasos hacia el interior de la recámara, afilando al máximo todos sus sentidos. El suave crepitar de la antorcha de Taddeus, y el eventual gruñido de Colmillo, era lo único que podía oírse en ese recóndito lugar. 

Sabía cuál era la loza que no debía pisar, pero podían haber otras, así que trató de evitar elevaciones y piezas sueltas. No era sencillo, la casi total ausencia de luz hacía difícil identificar irregularidades.

De cualquier manera Alek tenía cierta destreza para moverse con cautela. Su objetivo era llegar hasta la tela que ocultaba la vela al otro extremo de la habitación. Era lo único destacable y esperaba encontrar que valiera la pena el riesgo.

Alek tenía muy presente dónde podía y donde no podía pisar... Siempre y cuando aquella que habían manipulado aquellos extraños fuese la única trampa de la sala. Todo el mundo había oído hablar de trampas similares o incluso campos exteriores en los que se habían imbuido con decenas de hechizos explosivos para proteger algún rincón oculto, normalmente de naturaleza mágica, así que convenía cruzar los dedos para que no hubiese muchas más de esas cosas en la sala.

Pero mientras el explorador ponía toda su atención en la rojiza orografía de la sala algo comenzó a hacer ruido a su espalda, parecía provenir del pasillo, donde había dejado a sus compañeros, quienes se giraron para comprobar que provenía de la puerta que tenía embelesado a Sam. Había comenzado siendo como un rasgueo en la superficie de una puerta de madera, pero se había ido tornando en un golpeteo que crecía y creía en volumen, como si algo tratase de forzar la puerta desde el otro lado.

Taddeus se había quedado preparado al borde de la estancia que inspeccionaba Alek, intentaba estar atento pero la incomodidad del barro y sus ropas mojadas, sus heridas, el yelmo, y la poca luz que había, estaba bastante desorientado. Cuando escuchó el ruido detrás de ellos dudó. Si volvía a ver le quitaría a Alek la poca luz que había, aunque si no, algo podría sorprenderlos desde el lugar que acababan de dejar. Decidió prestar atención a lo más urgente.

Iluminó con la antorcha hacia donde estaba Sam, con la espada preparada por si algo los atacaba.

Alek consiguió moverse por toda la estancia con increíble gracia para un hombre como él, ya que detectaba con facilidad los posibles interruptores de otras posibles trampas, aparte de la que ya tenía más que localizada, y se giraba, avanzaba o reculaba sin detenerse hasta alcanzar el otro extremo de la sala, donde alcanzó su objetivo, alargando sus dedos para retirar la tela que generaba la fantasmagoría que bañaba aquella estancia, y al hacerlo todos pudieron comprobar cómo las sombras que danzaban en las paredes parecieron retroceder con un grito silencioso, como si realmente tras ellas se escondiesen seres inteligentes tratando de alejarse de la luz, ahora expuesta en toda su plenitud.

Tras la tela había una peculiar vela de tono verde que parecía no gotear a pesar de la poderosa llama que la coronaba.
En el hueco en el que estaba parecía estar cubierto con pequeños fragmentos de espejo y otros materiales brillantes, que trazaron peculiares dibujos por toda la sala. Esta pareció cambiar a su alrededor, recobrando la apariencia que debería de haber tenido en tiempos mejores, con telas de seda tornasoladas, de verde a rosa salmón, cubriendo sus paredes, incensarios prendidos en cada esquina y bandejas con frutas y alimentos que nadie había visto al llegar a aquel rincón del palacio.

Alek volvió a fijarse en las cinco oquedades rectangulares que estaban abiertas en el mismo muro, comprobando que dos de ellas parecían ocupadas por algún tipo de objeto pequeño. Lejos parecían escucharse llantos y algarabía, provenientes de algún otro lugar del edificio que no habían visto, o puede que de su pasado.

Las baldosas que el explorador había reconocido como interruptores aparecían vacías en esta visión, haciendo más sencillo el recorrer la sala viendo a simple vista donde estaban, pero lo que había desaparecido era el agujero abierto en la pared por el que habían huido aquellas figuras cuando Alek llegó a la sala.

A la espalda del explorador se escuchó un gran estruendo cuando el portón ante Sam cayó al suelo sobre este, liberando a una criatura amorfa que caminaba a cuatro patas, que parecía bufar mientras su rostro parecía tratar de localizar a aquellos que habían perturbado su descanso. Las patas delanteras de la criatura se posaron sobre la lámina de madera, sofocando al mediano, haciendo que perdiese el sentido, mientras comenzaba a avanzar lentamente, avanzando hacia la fuente de la luz de la antorcha: Taddeus.

El estruendo de la puerta sorprendió al explorador, que atinó a recuperar un pequeño objeto de los huecos y luego se giró para apoyar a sus compañeros, arco en mano. No podía volver al pasillo corriendo sin prestar debida atención a las baldosas, así que buscó un ángulo desde donde poder disparar.

Colmillo, por otro lado, gruñó alistándose para atacar las patas de la criatura.

- ¡Espérenlo! - dijo - ¡que venga a nosotros! -

Alek había extraído un objeto poco pesado de uno de los huecos ocupados, pudo echarle una ojeada antes de que el tumulto en el pasillo llamase su atención. Se trataba de una especie de pequeño sarcófago descubierto dentro del que había una figurilla humanoide, no muy alejada del tipo de tallas que los hombres del boque solían hacer para que sus hijos se entretuviesen mientras ellos se dedicaban a las labores de colecta, cría o negociaciones en los mercados. Aun así había un componente tétrico en la figura, no solo porque pudiese remitir a una persona muerta sino porque la mugre del lugar acentuaba sus facciones, haciendo resaltar sus ojeras, manchando la rasgada tela que llevaba por atuendo.

Desde su posición, el explorador podía apuntar con un poco de dificultad, ayudado por la antorcha de Taddeus para calcular el posible emplazamiento de su blanco, pero sin saber dónde le daría concretamente, o arriesgándose a darle a su compañero en caso de que fallase su tiro. Aun así la bestia pareció prestar atención a los gruñidos y palabras de Alek, pero el motivo parecía su reconocimiento de que allí había más personas, no tanto que tuviese intención de ir corriendo hacia estas.