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LA COMPAÑÍA NEGRA: LA TIENDA DE LOS HERIDOS:

- Allá donde la Compañía establece un campamento principal o una base semi-permanente siempre hay un hospital de campaña a la que todos llaman simplemente "La Tienda de los Heridos", independientemente de si es realmente una tienda, un pabellón o un edificio de madera.

AÑO: 201.

Estación: Primavera.

Mes: Sexto (Tercero de la Primavera). Mes del Castor.

Día: 17.

POR LA MAÑANA.

Loor aun no tenía demasiado claro como se las había apañado para participar en la partida de Puñales. Pero el resultado de la misma, la aparición por cuatro ocasiones de la Dama, aun relucía en su mente febril. ¿No era evidente que tal circunstancia sólo podía ser un presagio? ¿cuántas posibilidades había que una tirada tan extraña se diera en tantas ocasiones en una partida? Sí, no había duda, la Diosa le miraba, y bendecía lo que hasta ahora había hecho. 

Loor suspiró, mientras se removía, inquieta y dolorida. Había vencido a muchos enemigos, y había ayudado en el uso del ariete que había derribado las puertas del fuerte Chuda, pero eso no significaba que no hubiera sido herida y de gravedad.

- Loor a la Diosa, que nos ha dado la victoria, y que ha permitido que su sierva siga en estas tierras para extender su palabra y su fé- tras la plegaria, entrecerró los ojos, girando la cabeza para mirar al resto de heridos y a quien quiera que estuviera presente en la tienda. 

AÑO: 201.

Estación: Primavera.

Mes: Sexto (Tercero de la Primavera). Mes del Castor.

Día: 17.

POR LA MAÑANA.

Pipo escuchó unas palabras. Vagaba entre las brumas de su sueño de los Dioses. Había perdido la visión de la ciudad vista desde arriba. Durante algunos latidos de corazón (¿Cuánto duraba cada uno de ellos? ¿Momentos? ¿Suspiros? ¿Días? ¿Años?) había flotado como un vilano por los alrededores mientras contemplaba las formas de los Dioses en el cielo, evanescentes pero enormes, sin comprender qué estaba mirando. Luego vino la bruma, y estuvo perdido durante mucho tiempo en ella.

Las palabras no eran inteligibles, pero sonaban bien. Cuando abrió los ojos apenas una rendija, le dolió el asalto de luz, y eso que la tienda permanecía en penumbra. Probó otro poco. Cuerpos a su alrededor. Olfateó: un hedor a carne hendida mezclado con hierbas medicinales. Olfateó más. Por algún lugar había una cántara de agua. Lo percibió y la reacción de su cuerpo, suplicando agua, estuvo a punto de hacerle perder de nuevo el conocimiento.

Ordenó sus ideas. Probó a hablar, pero solamente salió un graznido de su boca. Tosió. Lo intentó de nuevo.

Pipo... era difícil. Pipo quiere agua.

Tras el esfuerzo, reposó agotado. Era difícil. Cuando tomaba aire algo hacía patente su tirantez en la barriga. Daba tirones. Algo que merecía la pena investigar. Pero todavía no. Estaba cansado por el esfuerzo.

AÑO: 201.

Estación: Primavera.

Mes: Sexto (Tercero de la Primavera). Mes del Castor.

Día: 17.

POR LA MAÑANA.

Plumilla pese a sus heridas había ayudado a cuidar de los enfermos y heridos de la batalla. Aquella mañana se dedicaba a caminar entre sus compañeros que se encontraban tendidos en improvisadas camas en el suelo. Intentaba estar pendiente de todos ellos o al menos de la gran mayoría. Se acerco a Loor tras escuchar su plegaría, sus heridas eran graves y Plumilla temía que podría empeorar, si aun podía hacerlo más. Escucho a Pipo pedir agua y camino hacía el para ofrecerle un poco. Se agacho a su lado, teniendo cuidado con sus propias heridas que aun no habían sanado del todo.

-Aquí tienes agua. Ten cuidado, no deberías moverte mucho con tus heridas. 

La joven le ofreció la cántara de agua con cuidado, ayudandole a incorporarse levemente para poder beber. 

AÑO: 201.

Estación: Primavera.

Mes: Sexto (Tercero de la Primavera). Mes del Castor.

Día: 17.

POR LA MAÑANA.

Loor se incorporó ligeramente, lo bastante como para poder observar como Plumilla daba de beber a Pipo. Durante unos segundos la guerrera de las Lágrimas de la Diosa no dijo nada, dejando que la joven diera de beber al explorador, pero luego suspiró profundamente.

- Plumilla, estás herida. Me alegra que nos cuides, pero no debes empeorar. Creo que deberías pedir que alguno de los sanos viniera para hacer todo el trabajo que no precise de tus conocimientos. Si empeoras o enfermas será malo para ti, y también para todos. Gracias por tu labor, en todo caso, hermana.- tras las palabras miró a Pipo -  Que las bendiciones de la Diosa sean con ambos.

Las oraciones de Loor se le antojaban a Sabandija como el zumbido de los moscardones. Un sonido constante y monótono que embotaba la mente y adormecía los sentidos, pero a la vez molesto pues le mantenían pegado a la asquerosa realidad. El joven K’Hlata volvía a estar tendido en la tienda de los heridos, agonizando por el dolor, sucio y demacrado. La historia se repetía, muy a su pesar, por mucho que se había esforzado para que no fuera así. 

Cuando Plumilla pasó a su lado, alargó el brazo bueno y la agarró por la muñeca con una fuerza impropia de alguien convaleciente.

- Mi brazo.-Musitó. Tras el combate en el fuerte Chuda había recuperado la consciencia e incluso había caminado entre los vivos. Le decían que había reclamado su parte del botín y pagado su deudas, pero él no recordaba nada de eso. Presa de las fiebres se pasaba el día entre el mundo de los vivos y el de los muertos, sin saber qué prefería. Cuando estaba consciente le atormentaba el dolor de la herida. Un ardor tan extremo que a veces deseaba que se lo arrancaran de cuajo si no fuera porque ser un tullido en la Compañía era aún peor que estar muerto. Pero si había algo que no soportaba era el olor que desprendía la herida. El dulce olor de la muerte. Ni siquiera se atrevía a mirar lo que había debajo del emplasto que le colocaban para sanarse. Y mejor que no mirase pues la esencia vital que se le escapaba por la herida condesaba en un líquido purulento, espeso, de un tono verdoso tan oscuro que parecía la pecina que se forma en las aguas estancadas. El perfume de las hierbas no lograba ocultar el hedor que con el calor se elevaba en el cargado ambiente de la tienda de los heridos y llegaba a sus fosas nasales sin poder evitarlo, quedándosele como grabado a fuego, provocándole un permanente estado de náuseas. - Me entra por el brazo.- Un fino velo, como una fina pero impenetrable neblina, le separaba de los delirios y la inconsciencia, donde tampoco reposaba tranquilo. El espíritu de su hermano se ocupaba de ello. Se deleitaba con la herida abierta en su brazo, escarbando en ella con unas uñas largas y sucias, intentando introducirse por ella para controlarlo, para poseerlo, para matarlo. Se alimentaba de su sangre roja y a cambio le dejaba sus apestosos excrementos. Notaba su lento pero incansable avance que le provocaba esos ardores. Se aproximaba ya hacia el hombro, en busca de una vía libre hasta su pecho, donde se alojaba el débil corazón de Sabandija.

Córtamelo. Cercénamelo. No dejes que me alcance.- Pero era tan cobarde que las palabras no salían de su boca de labios secos y agrietados.

AÑO: 201.

Estación: Primavera.

Mes: Sexto (Tercero de la Primavera). Mes del Castor.

Día: 17.

POR LA MAÑANA.

Muchos eran los dolores que recorrían el cuerpo postrado en cama de Piojillo. La herida que tenía en el torso seguía supurando, aunque ya no manchaba tanto las vendas con sangre, lo cual podría indicar que estaba empezando a cicatrizar de buenas maneras. - Seguro que esto me deja marca... - Pensaba interiormente el guerrero K´hlata en un tono de sorna que, de haberlo dicho en voz alta, habría sonado a chiste.

Sudaba en abundancia, parecía que todo era debido a alguna pequeña infección por las heridas recibidas, aunque ya empezaba a encontrarse mejor, el calor no ayudaba. En ese momento, oyó a varios conocidos y pudo ver como Plumilla se acercó a varios de ellos para ofrecerles agua. Cuando pasó cerca de donde reposaba Piojillo, éste aprovechó para llamar su atención.

- Hey...Plumilla, ¿Podrías darme un poco de agua a mi también?

Al momento, se percató de que la improvisada enfermera, estaba también herida y a duras penas se mantenía en pie para ayudar al resto de heridos.

- Plumilla deberías descansar tu también. Si enfermas ¿Quién nos cuidará si no eres tú?

Piojillo siguió buscando con la mirada y girando la cabeza de un lado al otro de la tienda de heridos, intentando buscar a algún otro conocido, o quizás a su "maestro".

AÑO: 201.

Estación: Primavera.

Mes: Sexto (Tercero de la Primavera). Mes del Castor.

Día: 17.

POR LA MAÑANA.

El agua que había en los barriles, en las cántaras y en los pellejos sabía a... pues a eso: a madera, a tierra o a cuero. Y a las hierbas que le ponían para que no se corrompiera. Bebió como pudo, porque la tirantez que tenía en la barriga (por no hablar de golpes y pequeños cortes por todo el cuerpo) no le dejaba incorporarse bien. ¿Dolor? Quien había estado al servicio del Profanador de Mentes sabía lo que era el dolor. De todas formas, a Pipo nunca le daba mucho el magín como para verbalizar esas cosas, lo que en casos como este le daba ventaja sobre los demás.

Pipo da las gracias a Plumilla, dijo tras beber. El agua le había resbalado por el mentón, salpicando sus vendajes. Miró los vendajes.

A Pipo se le cayeron cosas de la barriga. Espero que estén todas, pipo necesita toda su barriga. Pipo ha soñado con una flauta. Pipo quiere una flauta nueva, añadió como si tal cosa, mientras se recostaba envuelto sobre su abdomen con mucho cuidado. Una flauta nueva, bonita, que trine como un pájaro.

AÑO: 201.

Estación: Primavera.

Mes: Sexto (Tercero de la Primavera). Mes del Castor.

Día: 17.

POR LA MAÑANA.

Como siempre, Astado no estaba lejos de la tienda de los heridos. Muchas veces por que él mismo estava herido, pero esta vez solo fué algo leve, un par de arañazos y poco más. Pero la cantida de heridos en las tiendas era alarmante, demasiados, y a la vez demasiado pocos.

Tengo que ir a buscar a comerciante para que done algo, al caldero le iría bien algo de carne.

Del banquete no sobró nada, así que de momento sopa de huesos.

Venga soldados, aguantad, dentro de unos días os serviré un guiso especial, pero tendreis que aguantar hasta entonces.

AÑO: 201.

Estación: Primavera.

Mes: Sexto (Tercero de la Primavera). Mes del Castor.

Día: 17.

POR LA MAÑANA.

Mientras giraba la cabeza de un lado a otro viendo a los conocidos que se encontraban en la tienda de heridos, se olvidó de mirar a quién tenía justo al lado contrario. Al volver la cabeza, Piojillo se percató de que a su lado se encontraba Ponzoña, por quién tenía un gran respeto y admiración, al haberse convertido en su maestro en combate. Vio que estaba herido de gravedad y le habló desde su posición.

- Ponzoña, ¿Cómo te encuentras? Espero que algo mejor que yo.

Piojillo seguía con vendajes alrededor de su torso por diferentes heridas, donde se distinguía una más grave por encima de la cadera, en el costado. Aún manchaba un poco de sangre en el vendaje, por lo que procuraba no moverse demasiado. Bajó la cabeza antes de proseguir hablando con Ponzoña.

- Antes de la batalla...Se que estabas decepcionado conmigo por todo lo que pasó con respecto al asunto del prisionero. Al fin, comprendí tanto tus palabras como mis errores. Solo espero no haberte decepcionado en la batalla del Fuerte Chuda. Acabé con todos los que pude e hice de jinete cuando se me requirió. Todas las lanzadas que dí al enemigo fueron gracias a tus enseñanzas, Ponzoña. Espero que cuando salgamos de aquí podamos tomar juntos un trago de grog por los caídos...

Sin saber que más añadir, por desconocer los pensamientos de su mentor, Piojillo se limitó a levantar la cabeza y mirar a los ojos a Ponzoña, a la par que le mostraba una gran sonrisa.

AÑO: 201.

Estación: Primavera.

Mes: Sexto (Tercero de la Primavera). Mes del Castor.

Día: 17.

POR LA MAÑANA.

Niño Guerrero lo había prometido y para él las promesas eran obligaciones. Después de la batalla del Fuerte Chuda y tras volver al campamento y ayudar a ubicar a los heridos había tenido algo de tiempo libre para reflexionar en lo vivido.

Por eso tras la puerta de la tienda, apareció la pequeña y enjuta figura del explorador, silencioso y ágil como de costumbre el joven se deslizó por la tienda sin llamar demasiado la atención hasta localizar a su compañero herido.

- ¿Cómo te encuentras Pipo? - fue la corta pregunta con la que inició la conversación el explorador.

AÑO: 201.

Estación: Primavera.

Mes: Sexto (Tercero de la Primavera). Mes del Castor.

Día: 17.

POR LA MAÑANA.

¡Hermanos! ¿Hermanos? Decía despertando a ratos entre sudores que me envolvían por todo el cuerpo, la cabeza me ardía, duele duele mezclándose el dolor de los venablos que habían perforado mi piel. Los vendajes estaban empapados en sangre, el olor se extendía por la tienda... Diosa ¡Diosa! después murmuré no me dejes, necesito... necesito encontrarme, todavía no... Quería alzar la vista pero no podía, no podía mover mi cuerpo, los dolores me lo impedían quería reincorporarme pero me era imposible. Sentía el aliento de la muerte sobre mí y no sabía cómo reconfortar a la diosa para que me sanara. Había muchos heridos, ¿por qué iba a ser la primera? Ah sí, porque me estaba muriendo, y qué ¿acaso eso cambiaba la situación? Hermanos me muero - Decía mientras notaba que el aliento vital de mi existencia se iba apagando desembocando en estertores, cuya única solución era escupir o tragarlo, pero no podía escupirlo.

Me sentía privada de sueño a causa del terrible dolor que me asaltaba, con un empeoramiento de mis habilidades mentales y cognitivas provocadas por el cansancio. Mi apariencia si pudiera verme sería enfermiza. Pero el dolor, el terrible dolor no me dejaba dormir. AHHHH - Gritaba a veces cuando ya no podía soportarlo, se apoderaba de mí y era tan fuerte que tenía que exteriorizarlo para que no invadiese todo mi ser.

Me ahogo decía cuando sentía el bloqueo que invadía mis pulmones, al tener que tragar toda la sangre que no salía.  Ayuda ayuda pedía mientras miraba el techo de la tienda, si pudiera llegar hacia ella y tuviese mi lanza la laceraría, solo para que así pudiese respirar mejor. 

AÑO: 201.

Estación: Primavera.

Mes: Sexto (Tercero de la Primavera). Mes del Castor.

Día: 17.

POR LA MAÑANA

El nauseabundo olor de algunas heridas embargaba el ambiente de la tienda, en donde estaban distribuidos los heridos de la Batalla del Fuerte Chuda. Belleza estaba ilesa, y por ello se dispuso a acercarse a Plumilla, que estaba repartiendo agua entre los convalecientes, para que ella pudiera descansar de sus heridas y que los enfermos no se quedaran sin beber. Después de todo, no se podía permitir que Plumilla empeorase, pues era la que mejor cuidaba a los heridos. Sin embargo, los lamentos de Perdida llamaron su atención por encima de todo.

Se acercó a ella, y la intentó incorporar levemente para que pudiese respirar. 

- Tranquila... respira... - con mucho cuidado se colocó junto a ella, mientras la observaba delirante. Con un paño humedecido frotó su febril frente, mientras el olor de la sangre volvía a resurgir al haberla movido de su posición inicial. - la Diosa está contigo, no tienes nada que temer - le dijo para intentar sosegar su desconcierto

Observó a su alrededor para percatarse del estado de los demás, y para hacerse una idea de lo que tendría que traer para cambiar los vendajes que estuviesen más sucios.

AÑO: 201.

Estación: Primavera.

Mes: Sexto (Tercero de la Primavera). Mes del Castor.

Día: 17.

POR LA MAÑANA

Pipo escuchó que alguien le hablaba. Se estaba quedando otra vez embebido en su rutina de curación que consistía en moverse muy muy despacio si hacía falta, y en quedarse muy muy quieto, hecho un ovillo, durante el resto del tiempo. Miró para ver quién era, aunque la voz ya le sonaba.

Pipo está bien, anunció. Pipo está pensando en cómo tiene que ser su flauta nueva: ¿Será de hueso? ¿Será de marfil? ¿Será de ébano, de boj o de baobab? A Pipo le gustan las flautas de caña, pero esas son muy fáciles de hacer. ¡Solamente necesita cañas y su cuchillo! ¿Cuántos agujeros tendrá? Es una tarea muy difícil pensar todo esto. Escuchó los gritos cercanos. Era típico, en la tienda de los heridos no faltaba gente delirando o siendo operada con lo que hubiera a mano para calmar su dolor.

Ah, enfocó la vista en el muchacho. Es el joven guerrero. Pipo se acuerda muy bien. Tiraba flechas zzzip, zzzip, zzzip, y luego corría hacia la empalizada, arf, arf, arf, para trepar y trepar y trepar. Pero ya Sino se había ido. ¿Niño Guerrero está bien?

AÑO: 201.

Estación: Primavera.

Mes: Sexto (Tercero de la Primavera). Mes del Castor.

Día: 17.

POR LA MAÑANA

Escudo había tenido suerte. Al ser novato no había participado en la parte más encarnizada de la batalla y el escudo que siempre portaba le había protegido.

Siendo de los pocos que había terminado ileso había ayudado a traer los heridos. Había oído a Pipo pedir agua y había salido a traerle un poco. Observó que Niño-Guerrero también andaba por allí. Le ofreció el agua a Pipo.

- Bebe despacio. - Mientras le ofrecía agua en un cazo observaba al resto de los exploradores. Pipo, Ridvan y Tristeza eran los que peor estaban, si bien la jefa, Falce, también se había llevado lo suyo.

Intentaba ayudar, pero estaba fuera de sitio y realmente no sabía qué hacer.

AÑO: 201.

Estación: Primavera.

Mes: Sexto (Tercero de la Primavera). Mes del Castor.

Día: 17.

POR LA MAÑANA

Pipo estaba bastante acostumbrado a las rarezas de Escudo. ¡Si ya le habían ofrecido agua! Pero había sido su compañero durante mucho mucho tiempo en las oscuras salas del Profanador de Mentes, y le había costado tanto no tomar todo lo que le decía el soldado de manera literal, que ahora estaba muy orgulloso de su tremenda mano izquierda con él. Se sentía muy astuto, y esa fue la expresión que tomó su rostro huesudo.

Pipo da las gracias, Escudo. Bebió, pensando que pronto tendría que pedir ayuda para vaciar la vegiga. Pipo cree que está muy buena, Escudo. Madera: este agua venía de un barril. Una vez más, el agua resbaló por su mentón. ¿Escudo y Niño Guerrero han visto a Rivdan? A Pipo le pareció que tenía algunos agujeros. El orgullo le llenó de nuevo pensando en Rivdán y en cómo le había apadrinado. Acarició su capa negra, de la que procuraba no separarse nunca.

AÑO: 201.

Estación: Primavera.

Mes: Sexto (Tercero de la Primavera). Mes del Castor.

Día: 17.

POR LA MAÑANA

Plumilla seguía caminando entre los heridos cuidando sus heridas y dando agua a los que lo necesitaban. Cuando paso al lado de Sabandija y sintió que este le agarraba de la muñeca se agacho delante de él, poso su mano en la frente de su compañero y decidió poner un trapo mojado en agua en su frente, para así poder bajar un poco la fiebre. 

Tras cuidar un poco de Sabandija, Plumilla fue a donde se encontraba Piojillo para darle agua a él también. 

-Plumilla descansara cuando todos estén curados, hasta entonces Plumilla tiene que cuidar de sus amigos. 

La niña se quedo un rato sentada al lado de Piojillo, la verdad es que necesitaba descansar un poco ya que las heridas empezaban a molestar.