Partida Rol por web

Con la llegada del correo lo que parecía un día tranquilo se transforma en un verdadero revoltijo. Los alumnos se mueven de una mesa a otra, comentando los hechos con miedo, emoción o incluso ambos. Los profesores vigilan para evitar que haya un descontrol, aunque no obligan a la gente a volver a sus mesas. Parecen preocupados, en especial Farewell, Parrel y Kettleburn. Se han reunido en un rincón mientras señalan el periódico, haciendo aspavientos. 

Charlotte toma la iniciativa y consigue el primer periódico que ve. Atravesando como podéis la multitud, os sentáis en vuestro asiento habitual. Enseguida entendéis todo el revuelo. La traición no es un crimen que aparezca frecuentemente en el periódico, pero la segunda noticia es la que consigue que la cara de Charlotte cambie radicalmente. 

-Este era... -susurra, aunque con el ruido es difícil que pudieran oírla.- el hombre que nos encontramos en el bosque.

Con la llegada del correo lo que parecía un día tranquilo se transforma en un verdadero revoltijo. Los alumnos se mueven de una mesa a otra, comentando los hechos con miedo, emoción o incluso ambos. Los profesores vigilan para evitar que haya un descontrol, aunque no obligan a la gente a volver a sus mesas. Parecen preocupados, en especial Farewell, Parrel y Kettleburn. Se han reunido en un rincón mientras señalan el periódico, haciendo aspavientos. 

La lechuza de tu familia desciende desde el techo, seguramente estaba esperando a que llegaras. Se posa en tu hombro a la espera de una posible respuesta. Un vistazo por encima te permite entender el revuelo. La traición no es un crimen que aparezca frecuentemente en el periódico, pero el segundo titular es más impactante. Los Magos Golpeadores actúan en contadas ocasiones; de hecho, no recuerdas cuando fue la última vez que oíste de ellos.

Junto con el periódico viene una carta de tu madre. Al parecer estos crímenes han revolucionado el ministerio, lo cual va a significar más horas extra para todos. El resto de la carta son los habituales comentarios para que cuides de tu hermano y que ambos os comportéis y estudiéis mucho.

Con la llegada del correo lo que parecía un día tranquilo se transforma en un verdadero revoltijo. Los alumnos se mueven de una mesa a otra, comentando los hechos con miedo, emoción o incluso ambos. Los profesores vigilan para evitar que haya un descontrol, aunque no obligan a la gente a volver a sus mesas. Parecen preocupados, en especial Farewell, Parrel y Kettleburn. Se han reunido en un rincón mientras señalan el periódico, haciendo aspavientos. 

Una lechuza de El Profeta desciende desde el techo, seguramente estaba esperando a que llegaras. Tu padre siempre ha señalado la importancia de estar bien informado, así que dispone de una suscripción de por vida extensible al resto de la familia. Un vistazo por encima te permite entender el revuelo. La traición no es un crimen que aparezca frecuentemente en el periódico. El Ministerio va a estar muy ocupado los próximos días, no cabe duda. El segundo titular es también impactante. Los Magos Golpeadores actúan en contadas ocasiones; de hecho, no recuerdas cuando fue la última vez que oíste de ellos.

Con la llegada del correo lo que parecía un día tranquilo se transforma en un verdadero revoltijo. Los alumnos se mueven de una mesa a otra, comentando los hechos con miedo, emoción o incluso ambos. Los profesores vigilan para evitar que haya un descontrol, aunque no obligan a la gente a volver a sus mesas. Parecen preocupados, en especial Farewell, Parrel y Kettleburn. Se han reunido en un rincón mientras señalan el periódico, haciendo aspavientos. 

Algunos periódicos han caído al suelo, por lo que no tienes problema en hacerte con uno. Un vistazo por encima te permite entender el revuelo; la traición no es un crimen que aparezca frecuentemente en el periódico. El Ministerio va a estar muy ocupado los próximos días, no cabe duda. Pasas las páginas y entonces encuentras una foto que te resulta horriblemente familiar. Un escalofrío aparece como recordatorio de lo sucedido en el bosque. Cuesta creer que este hombre esté muerto, pero El Profeta raras veces se equivoca.

Con la llegada del correo lo que parecía un día tranquilo se transforma en un verdadero revoltijo. Los alumnos se mueven de una mesa a otra, comentando los hechos con miedo, emoción o incluso ambos. Los profesores vigilan para evitar que haya un descontrol, aunque no obligan a la gente a volver a sus mesas. Parecen preocupados, en especial Farewell, Parrel y Kettleburn. Se han reunido en un rincón mientras señalan el periódico, haciendo aspavientos. 

La lechuza de tu familia -recientemente adquirida- desciende desde el techo, seguramente estaba esperando a que llegaras. Se posa en tu hombro, dejando caer el periódico y una carta. Un vistazo por encima te permite entender el revuelo; resulta sorprendente que la guerra contra los nazis esté golpeando el mundo mágico. ¿Se verán obligados a intervenir? Recuerdas lo contentos que estaban tus padres por saber que el conflicto jamás alcanzaría Hogwarts. Deben estar muy preocupados.

Al abrir la carta confirmas tus sospechas. Al menos ellos están bien, los bombarderos hace dos días que no se pasan por Londres. Te piden que les cuentes todo lo que vayas sabiendo. Aparte de eso la carta es normal, los habituales comentarios para que te cuides y estudies duro para llegar a ser alguien de provecho.

Habían sido días complicados desde lo sucedido en el partido. El descubrimiento que había hecho sobre mi propia sangre no me había dejado tranquilo, pero al final las horas pasaban y no volvía a sentir esa sed. Hablar con Alan, además, me había ayudado, pero aún así no podía sentirme calmado al respecto.

Las pesquisas con respecto a Riddle continuaban, y no más difícil era hacerlo todo disimuladamente. En más de una ocasión me había cruzado con Laura¹, y aunque al principio era inevitable alguna mirada como si compartiéramos un secreto grave y oscuro había acabado por intentar normalizar la situación, cruzando con ella algunas palabras sobre asignaturas de primero, quidditch y otras cosas cuando coincidíamos.

Con respecto a la visita al Bosque Prohibido con Hagrid², bueno... Al final la habíamos pospuesto, y en el fondo lo agradecía. No me sentía muy seguro teniendo que cuidar de dos niños como eran en el fondo el grandullón y Alan, y más rodeados de trols.

Al ver la llegada del correo busqué expectante a Bets con la mirada. No era una gran lechuza, pero hacía bien el camino entre Hogwarts y la casa de mis padres y no podíamos permitirnos una mejor. Dejé que se posara en mi hombro y tomé la carta y el periódico. Leí la primera con atención antes, y luego eché un vistazo al segundo. Me propuse a mí mismo responderles ese mismo día y luego eché un vistazo a mis compañeros de mesa, por si alguno hubiera recibido malas noticias. Tras ese primer vistazo mi comprobación se extendió a Alan, a Kalinka y a las Battletower, sólo por si acaso.

Llego al gran comedor intentando pasar desapercibido, como siempre, aunque últimamente me cuesta más que en los otros cursos. El revuelo que se aprecia entre el alumnado hace que mire hacia la mesa de los profesores, si pasa algo ellos siempre dan pistas, y al ver al jefe de scouts murmurando me temo algún tipo de ataque. Por un momento fantaseo con la posibilidad de que algo haya pasado en los negocios de padre justo cuando él estaba, pero sé que no voy a tener tanta suerte -Mala hierba nunca muere- pienso recordando el dicho muggle, al instante aparece una sonrisa irónica en mi rostro -Si padre supiese lo que pienso la mitad de las veces...- Eso me recuerda que no hemos avanzado nada en el tema de protegernos de la legeremancia, no son buenas noticias para mí.

Por fin llego a mi sitio, o más bien al sitio que siempre suelo ocupar, me quedo de pie echando un vistazo para ver dónde están Riddle y compañia y por supuesto busco a Astrid, debo retomar las buenas relaciones con padre y espero que si lo ayudo en sus 'negocios' las vacaciones de Navidad sean llevaderas. Es en ese momento cuando la lechuza hace un vuelo rasante sobre mi cabeza y deja caer el periódico en mis manos -Bien, a ver qué pasa- me digo mientras ojeo el rotativo y me voy deteniendo en las noticias más jugosas.

Que haya gente que se esté aliando con los muggles para que ataquen a la comunidad mágica me enfada, aunque no puedo dejar de pensar que ese pensamiento del tal Hitler de una raza superior se parece mucho a lo que estoy acostumbrado a escuchar en casa, quizás no sea tan rara esa alianza. La foto de un rostro hace que mis ojos vayan hasta otro de los artículos y mi cara pierda un poco del poco color que de por sí tiene, se parece sospechosamente al individuo que Elizabeth dijo ver en el bosque, leo rápidamente el texto y la frase "un hechizo fuera de control cuyo responsable está por esclarecerse" hace que sospeche que hay más de lo que se cuenta.

Me temo que después de esto se propondrá una reunión, pero hasta ese momento debo interpretar mi papel, pliego el noticiero y lo guardo bajo mi brazo mientras me dispongo a tomar asiento para desayunar.

El Gran Comedor es siempre un auténtico huracán de gritos y movimientos, susurros y miradas, del que siempre he sabido aislarme haciendo del interior de mi mente el centro en calma del torbellino. Sin embargo, este día me resulta imposible, quizá porque, comparado con lo que hay en el interior de mi cabeza, toda la agitación exterior parece la propia de una agradable mañana de verano.

Tomo asiento, frunciendo mis labios en una fina línea que refleja algo más que simple seriedad, como si mi pantalla de hielo se estuviera lentamente fracturando. Alex y Riddle se suceden en mis pesadillas, del mismo modo que Dumbledore y mi familia parecen pelearse en mis oídos por hacerse con el control de mi conciencia, tirando cada uno en opuestas direcciones. Lanzo una mirada a mi hermana Rose, sentada en la misma mesa en la que yo me encuentro, y siento odio. Lanzo una mirada a la zona de Gryffindor, detectando la piel negra de Ingo, y siento odio. Si fuera capaz de hacerlo, lanzaría una maldición que hundiera a todas las personas de la estancia, sin importar su casa, apellido o condición, en un sueño tan silencioso como eterno.

La cabeza me duele tanto que parece que me va a estallar, y me veo obligada a apoyar la frente sobre una mano tratando de calmar ese molesto latido en mis sienes. Cierro los ojos y espiro, tratando de reencontrarme con esa Elizabeth que fue capaz de adentrarse en el bosque y salir destrozada pero viva. Y lo consigo. Lo consigo, pero no de la manera que esperaba.

Cuando mis párpados se levantan, lo primero que ven es uno de los ejemplares del Profeta tirados sobre la mesa, abiertos por una página desde la cual una horrible máscara de calavera me atraviesa con sus ojos maliciosos. Un horror sin nombre barre cualquier otra emoción que pudiera haber en mi ánimo, y tomo el periódico con un leve temblor, leyendo la noticia sin atreverme a creer ni una palabra.

¿Muerto? No, no puede estar muerto. El hechizo debía de haber sido nada más que una tapadera que le permitiera escapar. Busco brevemente a Alphard con la mirada, y algo en su rostro, quizás una palidez demasiado exagerada, me hace comprender que también él está al tanto de lo ocurrido. Sin embargo, disimula, y comprendo que yo debo hacer lo mismo hasta que podamos comunicarnos con seguridad.

Realizo una inspiración profunda, mientras saco mi baraja del Tarot sin molestarme en llevarme nada al estómago. Tener a los arcanos en mis manos me da seguridad, como si pudieran protegerme del futuro a pesar de que su función únicamente es advertirme. Pero es algo familiar, conocido, en un mar de incertidumbre. Y, además, me recuerdan al amigo que perdí.

-¿Qué ha sucedido? ¿Está verdaderamente muerto?- les pregunto a las cartas mudas, mientras espero a que los minutos se deslicen.

Lo cierto era que las últimas noches no había estado durmiendo demasiado entre unas cosas y otras.

Mucho que estudiar para mantener mi nivel, vigilar por los pasillos, controlar que Jem estuviese a salvo, asegurarme de que la poción multijugos seguía cociéndose correctamente, las investigaciones sobre la Legeremancia y algo para poder avisar del peligro con velocidad...

Y el señor Riddle.

Sólo con pensar en él tenía que contener las ganas de suspirar y sentía que mis mejillas se encendían. Tenía la cabeza más llena de pájaros de lo que había estado nunca y a pesar de que la falta de sueño se traslucía volviendo mi tez más pálida incluso de lo habitual, no era raro verme con una sonrisa en los labios. 

Deseaba hablarle a mi hermana de él, contarle cómo era en realidad. Incluso había ensayado esa conversación cientos de veces en mi cabeza. Pero nunca llegaba a mantenerla en la realidad. Sabía que ella no iba a verlo como yo, por mucho que tratase de explicárselo. Y mientras buscaba la manera de contárselo, lo cierto era que no lo hacía.

Así que aquella mañana seguí a Charlotte distraída hacia el Gran Comedor. Tenía la cabeza en demasiadas cosas al mismo tiempo como para darme cuenta de inmediato del revuelo que allí había, pero en cuanto pestañeé un par de veces miré a Charlotte para susurrarle con cierta preocupación.

—¿Qué estará pasando? ¿Tendrá que ver con...? —dejé la frase en el aire de forma significativa. 

Por suerte mi gemela estuvo rápida y consiguió un periódico al que eché un vistazo por encima de su hombro.

—¿En serio? —pregunté mirándola entreabriendo la boca—. ¿Era este tipo? ¿Y ahora está... muerto? 

Cogí el ejemplar para leerlo con más atención y fui frunciendo el ceño poco a poco. 

—Es un poco raro todo, ¿no? —pregunté finalmente, levantando la mirada del papel para cruzarla con la de Charlotte.

Aunque no tardaron mis ojos en desviarse buscando a nuestros compañeros en esta misión que el profesor Dumbledore nos había encomendado. Ahí estaba Alan —que era el único que sabía algo de lo que me pasaba con Tom—, Ingo y en la mesa de Slytherin, Alphard y Elizabeth. Íbamos a tener que reunirnos para hablar de aquello, empecé a verlo claro. Y mientras pensaba en ello, mi mirada terminó por buscar al señor Riddle, conteniendo la sonrisa que quería escaparse al verlo incluso en aquellas circunstancias.

Bingo. Las gemelas Battletower señalan una de las noticias con más interés de lo que cabría esperar, en especial Alice, que se ha quedado con la boca ligeramente entreabierta unos segundos. Entretanto Alan aparece por un lado, te saluda y toma el periodico.

-¡Ostras! -señala las palabras Magos Golpeadores.- Hacía mucho que no aparecían en una noticia, ese tipo debía ser un bicho muy peligroso. El Ministerio va a estar abarrotado de periodistas... seguro que mi madre tendrá que hacer horas extra.

Entonces se fija hacia donde miras.

-¿Crees que ellas saben algo más?

Astrid te saluda con una sonrisa cuando te ve aparecer. Oportunamente hay un asiento libre justo a su lado, donde te invita a sentarte. Un par de sitios más se encuentra Elizabeth, que tras mirarte saca su baraja del tarot y empieza a consultar las cartas. Pero la cara que verdaderamente te llama la atención es la de Riddle. Acaba de coger un periódico y su rostro acaba de adquirir un tono paliducho, que junto al blanco natural de su piel lo hace parecer un cadáver. El papel se arruga bajo sus dedos y sus manos pierden color mientras lee la noticia otra vez.

Los Arcanos no mienten. O no suelen hacerlo. Ya se equivocaron una vez cuando predijeron el destino de tu hermana, pero esta vez todo parece claro. Ese hombre está muerto. El resultado es tan inequívoco que resulta inútil tratar de buscar otras explicaciones.

Raro era justo la palabra que estaba buscando. O más bien extrañamente oportuno. Resultaba curioso que ese hombre hubiera alardeado de librarse de un funcionario y pocos días después fuera pescado por un grupo de ellos.

-Sí, y que lo digas. Quizás...

Las palabras se quedaron en el aire. Nuevamente Alice estaba distraída. Suspiré. Ella también estaba rara. Estos últimos días parecía feliz, pero al mismo tiempo agotada. Sabía que estaba ayudando a Ingo a preparar la poción multijugos, enseñándole nuevos hechizos y todo sin dejar de lado las tareas del colegio. Eso explicaba el cansancio, pero no el origen de esa extraña felicidad.

¿Sería posible que...? ¿Ingo y su hermana? Con todo el tiempo que pasaban juntos no sería extraño, pero estaba segura de que se lo habría dicho. No había secretos entre las gemelas Battletower, jamás. Aunque tampoco ninguna de las dos se había enamorado antes, no en serio. Tendría que preguntarle directamente. Chasqueó los dedos delante de ella.

-Tierra llamando a Alice, ¡despierta! ¿Qué hacemos ahora?

Cada uno de ellos tenía una expresión diferente. Ingo y Alan está alerta, también mirándote. Elizabeth ojea sus cartas con frenesí y el joven Black parece perdido en sus pensamientos. Y luego está Tom. Acaba de coger un periódico y su rostro acaba de adquirir un tono paliducho, que junto al blanco natural de su piel lo hace parecer un cadáver. El papel se arruga bajo sus dedos y sus manos pierden color mientras lee la noticia otra vez.

Veo como Astrid me señala el hueco que hay al lado suyo y respondo a su sonrisa con otra mientras me encamino hacia allí, no puedo dejar de notar la mirada que me dirige Elizabeth desde detrás de la morena cabeza de Lestrange, ni su expresión mientras esparce las cartas delante suyo. Por un momento me pregunto qué les estará consultando, pero otro rostro llama mi atención, Riddle acaba de leer el periódico y lo estruja entre sus manos. Supongo que es la noticia de la muerte del hombre-calavera lo que causa esa reacción pues estaban pendientes de otra reunión, una que debía ser muy importante para que el siempre flemático y perfecto Tom Riddle pierda la compostura y deje ver sus sentimientos.

-Buenos días Astrid, espero que haya pasado una buena noche -me siento al lado de la chica y le digo una frase de cortesía para entablar una conversación -parece que los ánimos están revueltos esta mañana.

Mi mirada hace un barrido por la sala indicando las idas y venidas de algunos alumnos, y acabo volviendo a mirar a nuestro insigne compañero de casa.

En cuanto mi amigo se sienta a mi lado le miro con una sonrisa. Escucho lo que dice, y aunque trato de mostrarme de buen humor lo cierto es que estoy bastante preocupado. Y ni siquiera estoy seguro si la muerte de ese tipo es una buena o una mala noticia. Habría sido mucho mejor si alguien pudiera interrogarle antes, de eso no había duda.

—Es verdad, tu madre tiene que estar hasta arriba ahora —comento mientras señala a las Battletower. Las observo durante un instante, y aunque no veo por qué iban a saber más empiezo a ponerme en pie.

—Ni idea, tío —respondo—. Pero nunca está de más preguntar. ¿Vamos? —ofrezco ya casi caminando en dirección a la mesa de la otra Casa.

Parecía que todos los demás también se habían dado cuenta de que aquello era cuanto menos raro. Los miré a todos, pero me quedé un instante de más mirando hacia la mesa de Slytherin, notando la reacción de Tom. Tal vez si le preguntaba por aquello... Al menos era una excusa para volver a verlo en privado sin que a nadie pudiera parecerle raro y eso me hizo sonreír a pesar de todo lo que teníamos entre manos.

El chasquido de Charlotte me sacó de mis pensamientos de golpe y di un pequeño respingo, pestañeando y mirándola a ella al mismo tiempo que mis mejillas se sonrojaban un poco. 

—Los demás también se han dado cuenta —cuchicheé—. Creo que deberíamos reunirnos de nuevo para hablar de esto.

Entonces hice un gesto discreto con la cabeza hacia Ingo y Alan, que me estaban mirando y después me levanté para salir al pasillo. 

—Ven, vamos —le pedí a Charlotte en un susurro—. A ver si podemos hablar con ellos.

Hice un gesto discreto con la cabeza hacia Ingo y Alan, que me estaban mirando, y después me levanté para salir al pasillo. 

—Ven, vamos —le pedí a Charlotte en un susurro—. A ver si podemos hablar con ellos.

Justo después de que Alan señalase a las Battletower me puse en pie, intentando aparentar un buen humor que no poseía del todo. Entre la carta de mis padres y las noticias recibidas no tenía muy claro cómo sentirme. Me disponía a caminar hacia la mesa de Ravenclaw cuando vi el gesto de Alice.

—Me he quedado sin hambre —comenté a mi amigo, sólo por si alguien escuchaba. Que nos juntásemos los cuatro siendo del mismo curso fuera del comedor era menos raro y más discreto que ir a verlas directamente—. ¿Vamos?

Con esas palabras salí al pasillo, esperando que Alan me siguiera. Lo hice intentando aparentar normalidad, pero cuando me encontré con las gemelas mi voz sonó un poco más tensa que de costumbre.

—Buenos días —las saludé antes de hacer un gesto hacia el periódico que ya había visto que tenían—. ¿Lo habéis leído, no?