Partida Rol por web

A la hora indicada todos os encontráis delante de la oficina de la diligencia preparados para comenzar el viaje.

El viejo Pete se sube, como tantas otras veces ha hecho a lo largo de su vida, en el pescante de la diligencia y le hace un gesto a Brian para que se ponga a su lado. El sheriff Tyler y Roy se meten dentro y Jack, por su parte, monta en su caballo y se pone a la altura de la diligencia.

El señor Lamont os despide con un lacónico “Tened cuidado, chicos”, y Pete sacude las riendas con lo que comienza vuestro viaje.

La tormenta de la noche ha dejado un sinfín de charcos en el camino y a los caballos les cuesta avanzar en el enfangado camino. Por si fuera poco, a pocos kilómetros de vuestra partida se desata una enorme tempestad de viento que aún os hace y más lentos. Por suerte sólo dura una hora más menos.

Aún así avanzáis. Poco a poco vais dejando atrás las granjas que se encuentran en los alrededores de Hogan’s Last Stop. Las granjas van apareciendo, con sus grandes zonas de pasto, de cuando en cuando y otras veces, cabalgáis a través de bosques frondosos.

A las cuatro horas de viaje conseguís contemplar por primera vez las montañas rocosas. Pero aún quedan lejos.

Llegamos puntualmente y allí están todos, listos para el viaje. Tras acomodar mi escaso equipaje en el techo de la diligencia, me siento en el pescante junto a Pete, procurando acomodarme lo mejor posible para un viaje que será largo y espero que monótono, pues las sorpresas nunca suelen ser agradables.

Tras un poco de charla insustancial entre nosotros, pronto decae la conversación y la dejo estar. Pete y yo ya llevamos algunos viajes juntos y no hay silencios incómodos entre nosotros.

A la vista de la tormenta que se desata, me embozo hasta los ojos con mi pañuelo a la par que aviso a los pasajeros, golpeando un lateral de la diligencia: ¡TORMENTA DE VIENTO, CÚBRANSE LA BOCA Y LA NARIZ!. Sé que dentro no lo notarán tanto, pero si no están acostumbrados pueden pasar un mal rato.

Una vez pasada la tormenta, todo prosigue sin novedad.

Varios percances después, finalmente se divisaba en el horizonte la familiar figura de las rocosas: una sucesión de varios picos unidos entre sí asemejándose al serrucho de Jeremy el carpintero. Cada pico estaba coronado por delicadas trazas de nieve en aquella época del año.

-Las rocosas. -Anunció con una voz pastosa a quienes le escucharan. En medio de aquella resaca que parecía estar suplicando un trago para disiparse... Parecía encontrarse en su hogar.

Monto en la diligencia y charlamos un poco luego me reclino en mi parte y echo una cabezada hasta que unas voces me despertaron y nos advirtieron de una tormenta de arena, asi que sin mas dilación me subo en pañuelo tapandome la boca y bajo las persianas de las ventanas enganchandolas y así evitando que entre mucha arena y viento.

Roy nunca había montado en una diligencia como tal. Sí que lo había hecho en carros y carromatos cuando era joven, pero nunca en diligencia. Veía aquel medio de transporte como algo tosco y difícil de manejar, sobre todo por barrancas y cortados estrechos. Pero para iniciar el viaje quiso probar la experiencia de viajar dentro de una diligencia.

Las primeras jornadas no fueron muy agradables, pues viajar en la diligencia era una tortura comparada con la de su caballo, por lo menos al principio. Pero pasadas las primeras jornadas el cazarrecompensas cambó de opinión. El hecho de no estar todo el día montado a caballo hacía que sus piernas, su espada y su trasero, sobre todo, estuvieran descansados, lo cual Roy agradecio por su viejo cuerpo.

- Ya empezamos con lo bueno- ironizó Roy a Tyler mientras se sube el pañuelo para taparse la boca.

El cazarrecompensas miró en la lejanía, para ver las montañas rocosas. Todo aquel vieje era un espectáculo. 

Sonrio a Roy aunque no se nota mucho debido al pañuelo y añado:- Veamos que tal lo pasamos nosotros, los de hay arriba las pasaran putas seguro, espero que no nos tiren por un barranco, o metamos la rueda en un arroyuelo y se parta.

- Eso espero, si no tendremos que dar el cayo para sacar la diligencia y reparar la rueda si queremos llegar a nuestro destino. Pero seguramente esto no ocurra con mucha frecuencia. ¿Ha montado en muchas diligencias,Tyler?- Preguntó Roy mientras pensaba que como su caballo no había nada.

- Pues la verdad es que no, solía perseguir a los ladrones y asesinos a caballo. pero no lo traje, se lo deje a mi sucesor, era un buen caballo que no se asustaba por los tiros, algo uy recomendable para un Sheriff, así que se lo regale para que manteniese la paz en el pueblo.

La mañana avanza a buen paso, pronto partimos a nuestro rumbo, soy el único que va a caballo, pienso que en unas ocasiones puede ser una ventaja y otras un inconveniente, pero ya no me ata a volver a Hogan si no quiero. Quizás en el oeste encuentre algo que ofrecer a mi pequeña, algo que permita que empecemos desde cero. También puede que haya más carteles de "se busca" que nos permita a Roy y a mi hacernos con un buen puñado de dólares. Roy había decidido ir dentro, era algo mejor, pero si la diligencia se llenaba de pasaje, lo que con la duración del viaje no era raro, tendría que subir al techo con lo incómodo que era el trayecto en ese caso.

La tormenta deja paso a un día que se me antoja apacible. El caballo avanza cómodamente junto a la diligencia, es agradable este movimiento respecto a la persecución que hemos estado llevando.

Al fin se echó la noche encima de vosotros y encontrasteis un buen lugar para acampar al final de uno de los numerosos bosquecillos que hallabais de cuando en cuando.

La noche era preciosa. De esas en las que la luna llena se deja ver en todo su esplendor. El viento está totalmente en calma y podéis descansar vuestros cuerpos del traqueteo del viaje.

Al despuntar el alba desayunáis algo y recogéis todo. Os subís a la diligencia y continuáis vuestro viaje. A última hora de la mañana el camino sale del último bosque que, parece, os vais a encontrar en unas jornadas.

Al mediodía os detenéis a comer cerca de las montañas. El terreno es cada vez más árido y seco. El cielo se fue nublando y casi sin tiempo para recoger las cosas comienza a llover con fuerza. No es más que un chubasco pasajero, ya que dura en torno a una hora, Pero el camino se torna pesado con los charcos y el barro.

La diligencia trastabillaba con el inicio del chubasco hasta que su movimiento se convirtió en algo pesado y lento

-¡Mierda!. -Maldijo a viva voz el viejo Pete mientras dedicaba un esputo que se mezcló entre la lluvia. -Odio esta maldita lluvia, afortunadamente pronto pasará de largo.- Conjeturó mientras dedicaba una mirada analítica al cielo.

-¡¿Cómo vais?!- Preguntó a viva voz mientras buscaba hacerse de oír sobre el golpeteo de la lluvia.

Saco la cabez por la ventanilla y les digo:- Aqui de maravilla, pero no cojas muchos baches o al final nos dolera el culo, por cierto, ya sabras que ahora el camino es traicionero con la lluvia, ten cuidado y no metas una rueda en una zanja, cuanto menos estemos alejados de la civilizacion mejor.

El camino encima del caballo casi seguro era mejor que dentro de la diligencia, la lluvia pesada, pero de momento avanzábamos sin otros contratiempos, lo que no era poco decir en este momento, aunque todavía era pronto, el viaje no había hecho mas que comenzar, sin duda que más adelante sería más movido.

Pete grita desde la diligencia, me acerco un poco más para no gritar tanto como él.

- Un viaje tranquilo, que siga todo así.

Roy escucho a sus compañeros y también se animó a sacar la cabeza y hablar con ellos.

- Aquí dentro genial...mejor con una botella de whisky...y otras cosas. ¿Vosotros por ahí arriba?- preguntó el cazarrecompensas que por un momento podía comunicarse con el resto del grupo.

-Ya no tan genial. -Bufó como dando a entender estar amargado por las palabras de algunos de sus compañeros.

-Sé hacer mi puto trabajo. ¡Un trago por aquí para animarme anda! Esta lluvia me seca el gaznate.

Tras una hora soportando el aguacero, mi ánimo se ha enfriado tanto como el ambiente. Trato de distinguir cualquier posible peligro a través que la cortina de agua que chorrea por la visera de mi kepis, mientras me ajusto mejor mi capote, recuerdo de mi paso por el ejército, confiando en que la capa de grasa lo haya impermeabilizado un poco para no calarme hasta los huesos.

Yo también tomaré un trago - alzo mi voz para tratar de hacerme oir - que con esta lluvia, por lo menos nos mantendrá algo calientes por dentro.

Al principio la lluvia era sólo algo pintoresco, tras tanto rato cayendo encima, deja de ser algo aceptable a una pesadez. La lluvia no es algo nuevo, pero cuando se trata de un viaje tan largo puede alagar mucho los días, a parte de materialmente, también en el aspecto mental.

Parece que dentro de la carreta pueden ir más cómodos, y beber tranquilamente sin que se les moje la garganta con otra cosa que no sea lo que están bebiendo. Por momentos, creo que venir con mi caballo no ha sido tan buena idea, pero sé que aún puede hacerme una buena labor