Partida Rol por web

La edad oscura

Primer curso, capítulo II. La selección

Cargando editor
17/11/2014, 00:06
Director

Los demás días hasta el uno de septiembre habían devenido con lentitud, como si los nervios cargados de expectación y angustia de la mayoría de los futuros alumnos de primer curso del Colegio Hogwarts de Magia y Hechicería tan sólo lograran que el tiempo avanzara de un modo mucho más pausado del que la mayoría querría.

La mayoría de ellos aprovechó para pasar hasta el último minuto en familia aunque no eran pocos los que ocultaban tras su sonrisa el descontar días en el calendario, deseando que el tiempo pasara para encontrarse a bordo en el Expreso, camino hacia el futuro.

Para Alexander no hubo ningún cambio especial en su día a día, Jessica seguía herida en su prácticamente inexistente autoestima porque otro de sus hermanos hubiera mostrado su potencial mágico, por no hablar de su enfado al verse responsable de Zora, quien por su parte estaba más insoportable que nunca. Iraida seguía siendo la imagen de la paciencia y la resignación mientras intentaba calmar a sus hermanas, sin éxito, y le daba instrucciones a su madre que no parecía siquiera escucharla.

En el caso de Caliope el mayor cambio fue que sus sesiones con la señora Gibbs se convirtieron en los últimos días en charlas agradables donde la niña exponía sus expectativas y sus emociones y la mujer cumplía con creces con un papel materno que, por otro lado, ni siquiera le correspondía.

La situación de Erik en todo caso fue tensa. Para su sorpresa quien parecía alegrarse más por él era su abuela Maureen, a pesar de sus comentarios cínicos y cómo ponía en duda su capacidad para desenvolverse solo en un colegio de magos sin meter la pata de modo constante. Su hermana estaba alicaída de un modo bastante evidente y ya no parecía preocuparse por las carencias sociales de su hermano, no ahora que iría a un nuevo colegio, lejos de ella, totalmente fuera de su alcance. En cuanto a su padre cada vez iban más veces que se lo quedaba mirando con fijeza, como si de ese modo pudiera desentrañar el misterio de Erik. Justo antes de marchar le había entregado un libro llamado Historia de Hogwarts y a la pregunta de cómo lo había conseguido sólo había obtenido la respuesta de que lo había comprado en Flourish y Blotts, algo que él sabía que no era verdad.

Para Jarek no había novedad, habían seguido las incontables fiestas salvo los últimos cinco días en que su madre había decidido que era momento de darle un descanso para que llegara a su nueva vida descansado y preparado. Tanja podía no ser en cuanto a imagen se refería lo que alguien esperaría de una madre pero lo cierto es que sin duda actuaba como tal cuando le regaló una lechuza parda a su hijo aludiendo a la proximidad de su cumpleaños, el primero que pasarían separados.

En cuanto a Joy había pasado unos días un tanto tediosos, con su madre dándole instrucciones precisas a todas horas de cómo debía ser su actitud. Se habían convertido en una especie de clases previas a Hogwarts sobre algo que nunca le enseñarían el el colegio: etiqueta y modales. Incluso le había mostrado el modo correcto de sujetar la varita y eso que al principio la mujer había esbozado una evidente mueca de asco al saber cuál era el núcleo, al contrario que su padre que parecía satisfecho por la rareza del mismo.

Para Lizbeth era difícil saber qué emoción predominaba más en cada momento, si el pánico o la excitación. La nueva oportunidad que le brindaba todo aquello era también una causa de miedo de por sí. Quizás fuera por eso por lo que sus padres y su hermano se habían mostrado tanto apoyo, a pesar de que de inicio la idea no había sido bien acogida. Posiblemente se debía al hecho de que habían visto a su hija pequeña mucho más alegre y abierta en aquella visita al Callejón Diagon que en los últimos tiempos. Era cierto que parecían desconfiados por enviar a su hija a aquel mundo que, por lo que les había contado la madre de Troy, carecía de teléfonos, lo que les dejaría como único medio de comunicación las cartas, cartas que le habían hecho prometer a su hija que enviaría sin parar.

Maebh por su parte seguía con la misma situación tensa y casi insoportable en el hogar. Niall no había hecho ningún comentario acerca de la chica de Flourish y Blotts y su madre, por su lado, se debatía entre intentar acercar posiciones y echarle en cara en algunas ocasiones el hecho de que nunca pusiera de su parte. Tampoco había ayudado que Liam y su abuelo hubieran estado demasiado ocupados en los últimos días como para dedicar tiempo a la familia.

Para Megan había sido una agradable sorpresa que sus padres hubieran decidido adelantar sus vacaciones para que coincidieran con su última semana ahí, de modo que habían acabado yendo todos al sur de Italia a pasar unos días en la playa. Hubiera sido perfecto si James hubiera podido ir, aunque el hombre había aludido que tenía conciertos con lo que hasta el mismo día uno antes de partir no le había vuelto a ver el pelo y tampoco es que aquella hubiera sido una alegre despedida, pues él presentaba un aspecto un tanto enfermizo y triste.

Finalmente para Troy aquellos días habían supuesto una despedida de su mitad muggle pues sabía que de ahora en adelante aquel pasaría a ser su lado latente para empezar a exaltar su magia. Por supuesto aquello había despertado la envidia de su amigo al saber que iría al "colegio de tías macizas" y le había hecho prometer que le presentaría alguna cuando volviera, algo que Troy no estaba seguro de poder cumplir.

Con todo, finalmente el día uno había llegado para dejarlos llenos de emoción en la estación de King's Cross, donde no fueron pocos los que descubrieron maravillados el significado literal del Andén 9 y 3/4, que dejó paso a un lugar lleno de vapor emitido por una locomotora color escarlata que lucía con letras doradas las siguientes palabras "Hogwarts Express". Tras algunas más que menos lacrimógenas despedidas todos se vieron contemplando por la ventana de los diferentes compartimentos como la vida que habían conocido hasta aquel momento quedaba atrás.

Notas de juego

1/2, esperad

Cargando editor
17/11/2014, 00:53
Rubeus Hagrid

Habían pasado largas horas desde que el tren salió de su estación en Londres, ahogando la emoción inicial por unos más que crecientes nervios y una sensación de sopor inevitable tras tanto rato sentados en los cómodos asientos de sus respectivos compartimentos. Pero por fin, al caer la noche, habían vislumbrado una estación rodeada por la bruma y la disminución de la velocidad consecuente ante el avistamiento les hizo entender que ya habían llegado.

Llenos de emoción empezaron a recoger sus cosas para bajar del tren, intentando en sus prisas por bajar no atropellar a nadie por el camino, aunque fue imposible no recibir y propinar codazos y pisotones.

Finalmente la refrescante brisa nocturna que contrarrestaba con el amodorrante calor del interior del tren trajo consigo una voz potente que gritaba:

- ¡Los de primero por aquí! ¡Seguidme!

De modo inconfundible se recortaba en la oscuridad, portando un luminoso farol, una enorme figura con una densa barba tan enredada como su pelo que era, sin duda, la propietaria de aquella potente voz que los llamaba. Un hombre que debía medir más de tres metros se destacaba sobre la multitud y unos cuantos asustados alumnos de primero habían empezado a reunirse a su alrededor.

Cargando editor
17/11/2014, 10:02
Jarek Cerny -Slytherin-

Jarek tuvo sentimientos encontrados durante el tiempo que quedaba hasta el primero de septiembre. Por un lado todo eran buenas caras y sonrisas debido a las visitas sociales a las que acompañaba a su madre pero por otro cuando llegaba la noche, ya en la soledad de su habitación, no podía parar de dar vueltas en la cama esperando que todo le fuese bien en el colegio. En el tiempo que llevaba en Inglaterra había hecho varias amistades, algunas mas profundas que otras, pero eso no impedía que en su fuero interno dudase que fuese a tener una buena acogida. Y así transcurrió el tiempo, durante los días en una vorágine de rotros, nombres y sonrisas, y por las noches sin poder dormir y con la incertidumbre de los días futuros.

Por fin, el veintiseis durante la cena, Tanja le dijo que a partir del día siguiente se dedicarían a preparar su inminente partida. Fueron unos buenos días, sin el estrés de las fiestas los dedicó a hablar con su madre de todas las dudas que le surgieron referentes al curso escolar, a leer todo lo que pudo de los libros que habían comprado, y a pasar unos últimos ratos en su querido jardín. Los días fueron felices, con una rutina agradable entre él y su madre, pero por las noches siguió siendo un suplicio lograr conciliar el sueño.

Cuando a mitad mañana del treinta y uno Tanja volvió de una de sus cortas salidas y lo llamó para que entrase en la casa, pues Jarek estaba en el jardín, él no podía ni imaginar lo que iba a pasar a continuación. El joven se levantó y se sacudió las manos para limpiárselas de los restos de tierra, llegó hasta la puerta trasera y nada mas entrar se cambió el calzado que llevaba por las zapatillas de interior. Al llegar al salón su madre le esperaba al lado de un gran bulto envuelto, en la mirada del chico un interrogante mientras saludaba.

- Hola mamá.

Estuvo tentado de preguntar por el gran paquete pero sabía que si era de su incumbencia su madre se lo diría y que si no, no hacía falta preguntar pues no habría respuesta satisfactoria. No tuvo que esperar nada para que su madre le pusiese al corriente de lo que contenía, con un vistoso movimiento de varita el papel comenzó a deslizarse suavemente hacia el suelo revelando el contenido mientras Tanja le felicitaba por su cumpleaños.

- Es un poco pronto pero quería darte el regalo en persona. - le dijo la mujer a su hijo con una sonrisa en la cara.

Jarek casi no vió a la lechuza que contenía la jaula, su atención estaba puesta en su madre, una sonrisa triste acudió a su rostro mientras luchaba contra las lágrimas que se agolpaban en su garganta. Se acercó a ella y la abrazó, iba a ser el primer cumpleaños que no estarían juntos, iba a pasar mas de tres meses lejos de casa -Lejos de mamá- y si pasaba algo y no estaban juntos. Por su mente pasó la idea de negarse a ir al colegio pero supo que no podía hacerlo, que había llegado el día en que tenía que separarse de su madre y confiar en que nada pasaría, algunas lágrimas se escaparon de sus ojos. Alargó el abrazo hasta que logró controlarse un poco y entonces amplió su sonrisa y se giró hacia su regalo. El ave tenía una mirada inquisidora, como si estuviese sopesando a su nuevo dueño.

- Muchas gracias, es muy bonita. Escribiré cada semana, - dijo lanzando una mirada fugaz a su madre antes de volver la vista hacia la lechuza - te echaré mucho de menos.

Unos casi inaudibles pasos sobre la alfombra y enseguida Jarek notó la mano de Tanja posándose suavemente en su nuca, era la sensación más reconfortante que podía imaginar.

- Yo también cariño. - fué la contestación de la mujer.

Y así se quedaron un rato, contemplando sin ver al alado animal del interior de la jaula y como cargándose con el contacto mutuo. Al cabo Tanja rompió el cómodo silencio y se alejó un poco rodeando la jaula*.

- ¿Y cómo le llamarás?

Jarek inclinó la cabeza hacia un lado y se quedó pensando en esa cuestión.

Notas de juego

*La jaula está enganchada a un pie, para que quede en alto.

Cargando editor
17/11/2014, 14:04
Jarek Cerny -Slytherin-

Por fin el día señalado había llegado, Jarek se levantó sin que su madre le llamara, pues en realidad había dormido poco esa noche, y se preparó para el viaje hasta Londres. Le parecía raro que, estando tan cerca de donde se suponía que se encontraba el colegio, tuviesen que ir hasta la capital para coger un tren que los llevaría de vuelta hacia el norte del país pero así es como había leído que todos los alumnos llegaban a Hogwarts. Se encogió de hombros y bajó con su baúl a la planta principal de la casa, allí ya estaba Tanja esperándolo, impecable como siempre. Después de desayunar y confirmar que llevaba todo lo necesario y que no se dejaba nada, se cogieron de la mano y con un tirón desde el ombligo se desaparecieron del lugar.

Aparecieron al abrigo de uno de los frondosos árboles de los jardines Argyle Square y subieron por la calle Crestfield hasta la entrada principal de la estación. El interior del edificio era como cualquier estación muggle pero el tren que él debía coger no estaba en ninguno de los andenes que se podían ver. Si no hubiese sido su madre quien le dijo que tenía que ir directo hacia la pared no lo hubiese hecho, pero como ella nunca le había defraudado el chico fué directo y sin dudar de sus palabras. Tras un breve lapso de tiempo en que todo estuvo entre negro y gris oscuro, se encontró en un anden muy diferente del que había abandonado, aquí estaba lleno de gente con túnicas, baúles y diversos animales; así como de una vieja pero reluciente locomotora a vapor. Se quedó mirando la máquina, de un color rojo intenso resaltaba contra todas las personas que había alrededor. Una leve caricia en su nuca hizo que recordase dónde estaba y lo que tenía que hacer.

Dejó el baúl en el vagón de equipajes y en compañía de Tanja avanzó por el andén buscando a sus amigos. Una vez localizados se despidió de su madre, no sin un momento de tenso silencio para contener la emoción, y subió al tren donde se acomodaron en uno de los compartimentos libres. Sonó el silbato y se asomó a la ventana para un último contacto visual con en único miembro de su familia que le quedaba, levantó la mano y la dejó ahí hasta que dejaron atrás la estación. No le importó lo que pudiesen pensar sus amigos, por mucho que lo que estaba por venir fuese muy bueno, atrás quedaba todo su mundo.

...

Durante el largo viaje hubo tiempo para todo, alboroto, nostalgia, algunos cotilleos entre golosinas y emoción, mucha emoción, sobretodo por parte de Simon y Burkely que se pasó para estar un rato con ellos. El primero por la novedad y por hallarse un poco lejos de las redes de su padre, y el segundo por ser mayor que los otros y saber lo que iban a vivir. La noche llegó a través de los cristales, dentro del tren se encendieron las luces y a través de la niebla pudieron observar las luces de la estación que era su punto de destino. Jarek notó como se reducía la velocidad y recogió las pocas pertenencias que llevaba consigo, pues había dejado prácticamente todo en el baúl, dispuesto a enfrentar lo que le deparase el futuro.

Esperó a que saliesen todos sus compañeros de compartimento y bajó el último. Un aire fresco les recordó que habían viajado mucho y el joven Cerny se subió el cuello de la túnica -Me lo vuelvo a dejar largo, no importa lo que diga-, le dió un pequeño acceso de nostalgia pero una voz atronó por el lugar reclamando a los de primero. Jarek miró hacia sus amigos, les llamaban a ellos, Duff se lo confirmó con una sonrisa y una despedida con la mano.

- Pues vamos hacia allí. - dijo despidiéndose a su vez de su amigo.

Se cerró la túnica y se encaminanó hacia donde una figura barbuda portaba un farol y hacía señas. Al acercase se dió cuenta que el hombre que lo llevaba era enorme, los niños que comenzaban a arremolinarse a su alrededor apenas le llegaban a la altura de su incipiente barriga. -¡Un gigante!- pensó recordando la historia que había contado hacía pocos días, pero deshechó la idea antes de llegar a pronunciar una palabra, los gigantes eran mucho mas grandes.

Cargando editor
18/11/2014, 00:00
Erik Gallaway

La tristeza que había sentido al dejar a mi hermana en aquel estado se había esfumado en cuanto me había puesto a leer el libro que me había dado mi padre. Seguía sin saber de dónde lo había sacado y eso era algo que me mosqueaba. Pero en cuanto había abierto aquella tapa no había podido evitar perderme en su mar de páginas. Y así había pasado casi todo el trayecto en tren. En ese libro se contaba cómo nos íbamos a montar en unas barcas después de bajar del tren (por fin un indicio del uso de la tecnología en el mundo muggle). 

Bajo con mi maleta seguro de estar algo más preparado para lo que me espera y es entonces cuando lo veo. Aquel hombre gigante que nos está llamando. 

- ¡Es súper grande!- exclamo alucinado mientras camino en su dirección, no sin antes tropezar con al menos tres o cuatro alumnos de diversos cursos. Mi boca está seca de tanto pedir perdón. 

Cuando llego al borde del lago, me quedo ahí plantado, junto al hombre, mirando la profundidad de aquella superficie de agua.- ¿Hay peces ahí dentro?- pregunto. Si los había, no tenía intención de poner ni un pie ahí.- ¿No podemos ir en esos carros voladores?- añado, mirando hacia el lugar donde se dirigen la mayoría de los alumnos. ¿Por qué los de primero teníamos que ir por otro lado?

 

Cargando editor
18/11/2014, 02:14
Megan Faulkner

Aunque había tenido una semana estupenda en el sur de Italia a pesar de que su tío tuviese que trabajar hasta el mismo día de su partida a Hogwarts, el día que se despertó para partir en dirección a King's Cross y la plataforma 9 y 3/4 se había sentido increíblemente nostálgica y deprimida, un humor poco habitual en alguien tan optimista como ella. Muchos podrían atribuir aquella tristeza a que fuese a extrañar a su familia, y lo cierto es que así era. Aunque no veía mucho a sus padres, los echaría muchísimo de menos, y para qué decir a James, y aquello hacía que sintiera su corazón temblar de solo pensar en ello.

A decir verdad, le había puesto bastante triste que la evitara y no los acompañara en el viaje, pero lo había entendido. Era difícil para él, quizás incluso más que para ella pues él se quedaría solo, perdería su musa, y los días enteros de puras risas. Ella se alejaría por un tiempo, pero encontraría muchos nuevos amigos y nuevas experiencias que la mantendrían distraída. Por eso mismo le hubiese gustado aprovechar de pasar más tiempo aún con él, para compensar, pero al parecer a él eso no le sonaba a una buena idea y había preferido alejarse antes de lo necesario para suavizar el dolor.

El día que fueron a la estación, no pudo soltarlo. Caminó al lado de sus padres, pero en vez de caminar de la mano de uno de ellos, tomó la de James, y apretándola fuertemente, siguió sus pasos. Se aferraba a él, con todas sus fuerzas, y esperaba que él hiciera lo mismo con ella. Lo necesitaba a su lado, más que cualquiera de las cosas que llevaba en su maleta, incluyendo la varita. Solo lo necesitaba a él. 

Iba cabizbaja, deprimida, porque sabía que su partida le rompía el corazón a aquel hombre que amaba con todo su corazón. Y ella, a diferencia de muchos niños, no se subió al vagón en cuanto pudo para encontrar un buen asiento. El asiento era lo que menos le interesaba. No fue sino hasta el último segundo posible y tras varias advertencias de la partida del tren, que sus padres tuvieron que separarla entre llantos y gritos de su tío y subirla al vagón a la fuerza, a pesar de su resistencia. 

Obviamente, en cuanto se subió al vagón, se encerró en el primer compartimiento que vio disponible y se largó a llorar de nuevo, sabiendo que había hecho las cosas aún más difíciles. Pero es que no podían pedirle que actuara con total parsimonia cuando ella lo único que quería era llevarlo con ella donde fuera, para siempre. Dejarlo a él era como si dejara parte de ella misma detrás, y verlo así de mal le había destrozado el alma.

__________________________________________________________________________________________________

Tras un viaje en el que había logrado desahogarse de cada lágrima que tenía para llorar, llegó a la estación de Hogsmeade, desde donde se dirigirían a Hogwarts. Más que preocuparse de lo que había a su alrededor, y aún incapaz de levantar el rostro y sonreír, se dejo guiar por los sonidos e instrucciones a gritos, así como el movimiento en masa de los alumnos. 

Le pareció escuchar entre la gente las preguntas incesantes de Erik, pero no sabía si sería la mejor de las compañías en aquel momento. No, si lo sabía, y no lo era. Así que se mantuvo caminando, seguramente en dirección a los botecitos de los que tanto habían hablado sus padres.

Cargando editor
18/11/2014, 10:38

Los días siguientes pasaron con total normalidad. Quizás Henry estaba más pesado que nunca, pero Troy era un experto en pasar de él y centrarse en otras cosas. Quizás porque Henry no paraba de hablar de lo mismo una y otra vez, el chico pasó más tiempo a solas con April. Ella no hacía comentarios sobre "tías macizas", tampoco le decía que le tenía envidia y mucho menos le comentaba cuánto lo echaría de menos. Seguían con una amistad normal y corriente independientemente de que Troy se fuera a otro colegio a estudiar, lejos de allí.

Finalmente el día de la partida a Hogwarts llegó. Mentiría si dijera que no estaba super nervioso, pero intentaba ocultarlo con su actitud siempre algo seria y sus movimientos calmados con las manos metidas en los bolsillos. Se había puesto algo más elegante que otras veces. No sabía por qué, pero quería causar una buena impresión una vez llegaran al tren y al castillo. Llevaba una camisa que nunca antes se había puesto de manga larga verde oscura y una cazadora negra que le daba un aspecto más informal. El pelo que solía llevar despeinado ahora iba mejor colocado, con gomina en la parte del pelo que otras veces caía sobre su frente.

Ágnes no tardó en subir al tren, sin pensárselo dos veces y Troy quiso demostrar que las despedidas no le importaban aunque realmente fueran difíciles para él. Se iría en aquellos mismos momentos a un lugar increíble, a una aventura. No lamentaría ni un instante. Chocó la mano de su padre y le dio un beso a su madre prometiendo que enviaría a Storm con cartas bastante a menudo y después entró en el tren de los primeros. Buscó el primer compartimento vacío - que en esos momentos eran bastantes-, dejó el baúl cargado de sus cosas en la rejilla de arriba, a Storm a su lado y se sentó, esperando a su hermana.

Según miraba por el cristal de la puerta que dividía el compartimento para avisar a Violet de que se encontraba ahí, vio a Megan entrando rápidamente - ¿Siempre sería de las últimas en llegar a los sitios?- en el compartimento de enfrente. Alegrándose de ver una cara conocida y simpática, Troy abrió el compartimento y atravesó el estrecho pasillo para decirle a la chica que si quería unirse a él y su hermana durante el viaje, pero paró antes.

¿Está... llorando?

Megan estaba absorta en sus propios pensamientos, llorando desconsoladamente. El chico no había caído entonces en que para una persona sola, separarse de todo con lo que ha convivido hasta el momento y montarse en un tren sin ninguna compañía, era de las cosas más duras que podían ocurrirle. Sobretodo si se trataba de una niña de once años. Troy, que siempre había pensado y continuaba pensando que llorar era de débiles y que nadie debería llorar nunca, hizo una pequeña tregua con tan extremista pensamiento. Megan no sería débil solo por echar de menos a su familia.

Decidiendo que la dejaría desahogarse tranquila unos momentos y que acudiría después para preguntarle si quería unirse a ellos, regresó a su compartimento junto a Violet. Pero el tiempo pasaba y Troy, que se fijaba más en el compartimento de Megan que en el suyo propio, no encontraba el momento para ir hacia allí. Estaba bastante preocupado... ¡¿cómo podía llorar tantísimo?!

Al final el tren paró y el chico no dudó en salir lo antes posible ante el anuncio de aquel... ¡gigante! ¡Era gigante! Escuchaba las voces de Erik preguntando por todo - ¿siempre sería así?- y vislumbró a Jarek también, sobresaliendo por su altura de entre las cabezas de todos los demás. Se abrió paso y encontró a Megan caminando sola en dirección a los botes. Se colocó a su lado. Ya le había dado suficiente tregua para estar a solas, ahora lo que ella necesitaba era no sentirse así.

- ¡Eh, Megan! Me alegro de verte- acompañó el comentario de una simpática sonrisa- ¡Qué largo ha sido el viaje! Pero ya estamos aquí, y desde luego esto no sería lo mismo si tú no estuvieras.- ¿se habría sobrepasado de nuevo igual que cuando le dijo a Lizbeth que sería una gran bruja llegando a incomodarla? Troy no tenía ni idea. Solamente hablaba con lo que se le ocurría y solía ser cierto.- ¿Con quién podría hacer apuestas tan interesantes?

Observó que la chica tenía los ojos enrojecidos. Así no presentaría un aspecto ni intimidante, ni seguro, y podría ser la comidilla de todos los demás estudiantes como la vieran así. Debía mostrarse segura y fuerte. Era un momento importante y todavía no era tarde para relajarla y hacerla sonreír.

- ¡Puag! Qué asco de pelo...- comentó tocándose el flequillo engominado con cara de asco.- Me había puesto guapo y todo... qué pinta debo de tener ahora... no me lo digas... seguro que parezco un babuíno.

¿Relación entre su aspecto por culpa de ese flequillo y un babuíno? Ninguna. Quizás por eso le pareció un plan brillante.

Cargando editor
18/11/2014, 14:42
Maebh Connolly

Los días pasaban demasiado lentos para mí y no veía el momento de salir de casa. La situación no estaba siendo nada agradable, los continuos roces con mamá y Sean hacían que mirara el calendario con ansiedad, como si sólo como pensarlo los días volarían y yo me vería ya en Hogwarts. Para colmo apenas veía a mis hermanos y la mocosa no hacía más que fastidiar.

Y cuando por fin llegó el día, fue entonces cuando me mostré contenta a la vez que nerviosa. No había podido convencer a mi madre de que no me acompañara, pero si de esa forma ella quedaba más tranquila y me dejaba de molestar, entonces no me quedaba más remedio que aceptar. Por lo menos ni la mocosa ni Sean vendrían, aunque no estaba muy segura de cómo reaccionaría el abuelo al ver que mamá vendría con nosotros.

Nos encontramos con el abuelo en la misma estación y ahí si se sintió la situación tan tensa que había entre los dos. Suspiré resignada. Por nada del mundo hubiera querido que faltara el abuelo y él, haciendo un gran esfuerzo, había aceptado a pesar de que mamá también vendría.

Y allí me veía delante de la locomotora que ya conocía de las veces que había acompañado a mis hermanos, sólo que esta vez yo subiría también. Sólo habíamos ido mamá, el abuelo, Niall y yo, pero mi hermano, al poco de llegar, se despidió de todos y se fue con sus amigos. Yo me quedé un poco más, dándole un leve beso a mi madre y abrazándome al abuelo.

-Escribiré... a los dos. No os preocupéis. Nos vemos en Navidad.

Subí al tren buscando un compartimento cualquiera y, cuando vi uno vacío, en él me metí. El viaje fue largo, demasiado para mi gusto, pero me entretuve con alguna charla ocasional con el resto de viajeros, la lectura y, sobre todo, mi cuaderno de dibujo.

Ya era de noche cuando llegamos y, después de preparar todas mis cosas y ponerme la túnica como habían ordenado, me bajé junto al resto de alumnos de todas las edades. Sabía que yo no iría con los mayores y que tendría que esperar a que el guardabosques nos llevara por otro camino un poco más largo. Era una tradición, ya que los de primero serían los últimos en entrar. A pesar de saber todas esas cosas, no por ello me sentía más animada y expectante ante todo lo que veía.

Cuando oí que nos llamaban, acudí junto al resto de alumnos de primero junto al guardabosques. Sabía que era muy grande, pero una cosa era que te lo contaran y otra verlo en directo.

Paseé la mirada por los chicos que, al igual que yo, se sentían igual de emocionados, y creí reconocer alguna cara del día en el callejón. Pero ya habría tiempo de saludar... mucho tiempo.

Cargando editor
18/11/2014, 15:45
Megan Faulkner

La soledad autoimpuesta en la que se encontraba no le duró demasiado. Había caminado solo unos minutos antes de que sintiera a un niño llegar a su lado y caminar junto a ella, y aunque no levantó la vista para ver quién era, sabía que no era una simple casualidad la proximidad de este personaje. Se lamentó en silencio, pues el pobre individuo a su lado seguro vería sus ojos tristes y la juzgaría por ello, además de tener que soportarla en un pésimo estado de ánimo antes de poder encontrar la oportunidad adecuada para arrancarse. Por otra parte, sabiendo que no era justo cargarle aquella horrible responsabilidad y molestia a alguien, decidió que intentaría ser lo más amable posible durante aquel intervalo entre la llegada y la huida, para evitarles a ambos una experiencia tortuosa a la llegada a Hogwarts.

Levantó la mirada, para encontrarse con la del niño de las apuestas en Ollivander's, un alivio, pues él era un chico bastante agradable. Solo esperaba que no usara aquellas preguntas que había ganado ahora. 

Troy - saludó esbozando una sonrisa que se esforzaba por parecer animada - Me alegra que seas tú. Tampoco sería lo mismo sin ti. 

No sabía si el chico ya se había dado cuenta de que necesitaba a alguien en aquel momento, pero apreciaba lo amable que estaba siendo con ella. Más aún cuando la hizo reír por unos segundos con lo del babuino, que según ella, estaba lejos de ser cierto pues aún se veía bastante bien. 

El día que un babuino se vea como tú, será el babuino más feliz del mundo. - lo corrigió, con una sonrisa ahora un poco más marcada.

Y, ¿Cuál es la apuesta del día? - agregó en un intento por subirse el ánimo.

Cargando editor
18/11/2014, 19:15

Caminaba un poco detrás de mi madre, Estella. Un hombre, cuyo nombre desconocía, tiraba de un carro donde estaban todas mis cosas salvo mi varita, que la llevaba guardada como mi madre me había enseñado. Por razones obvias no habíamos podido traer las elfinas y no hubiese estado bien visto que las damas cargasen con las pesadas maletas. No tratándose de quienes nos tratábamos. Además, mi padre estaba muy ocupado. Se había despedido de mí en casa y me había dejado a cargo de mi madre.

En la estación me encontré con Stacy Keibler, a la que saludé, animada, pero sin demasiada efusividad. No delante de mi madre. Aún así era agradable volver a verla. Compartí camarote con ellas y nos pusimos al día de algunas novedades. Ambas estábamos nerviosas a nuestra manera por empezar el primer año y, sobre todo, por el sombrero seleccionador. Ella no paraba de rezar porque acabásemos en la misma casa, pero yo sabía que era algo imposible. Aún así asentía y sonreía. No tenía intención alguna de ser yo quien le quitase la ilusión antes de tiempo.


Al llegar a la estación bajé y comprobé que nadie llevaba el equipaje. No me habría gustado tener que cargar con todo lo que mi madre me había hecho traer. Más bien ni siquiera habría podido. Esperé unos segundos en el andén hasta que escuché aquella voz.

Mis ojos se abrieron de par en par al ver aquella enorme persona. Era enorme... Pero no podía ser un gigante, tenía entendido que eran bastante más grandes. Una mueca se formó en mi cara al ver la apariencia de aquel hombre. Ropas viejas, demasiado usadas y de montaña. Parecía que venía de hacer una expedición de la selva. Y el pelo y la barba eran aún peor.

Vamos, creo que es por ahí. Dije, ahogando un suspiro.

Cargando editor
18/11/2014, 19:36

¿En serio nos ponen a esta cosa como primer contacto con Hogwarts? No sé que idea quieren dar con eso, pero dan una imagen deplorable. Si este es uno de los mejores colegios de Europa, no quiero imaginarme como deben de ser los demás.

Cargando editor
18/11/2014, 20:59
Caliope Thonks

Como no podia ser de otra forma, fue mi padre quien me llevó al anden 9 y 3/4. Durante aquellos ultimos dias mi madre parecia aun más distante, liberada quizás por la idea de que, como me iba a Hogwarts, ya no tendría que aguantarme, o vete tu a saber.

El caso era que ni siquiera habia sido capaz de ir a despedirme aquella mañana, algo que, aunque no quisiera reconocerlo, me entristecia. Sin embargo, aunque yo podia engañar al mundo, mi pelo no, y aquel dia decidio delatarme con una fuerte tono azul oscuro. Uno cargado de tristeza, y de incertidumbre.

Por una parte, ir a Hogwarts era algo que me entusiasmaba, algo que llevaba días anhelando. Pero, por otra parte, la idea de separarme de mi padre era algo que me dolia, más de lo que habria imaginado jamás. En todos aquellos años se habia convertido tambien en mi amigo, en mi confesor, en el hombro en el que llorar y en el más apropiado para reir. Y, dejarlo atrás, era muy, muy doloroso. 

Aun asi, tras un batiburrillo de mocos, ojos enrojecidos, pucheros y abrazos cargados de dramatismo y emocion, acabé por subir al tren. Y tuve la suerte, he de reconocer, de encontrar un compartimento vacio, en el que me senté con Ted y en el que nadie más parecio entrar.

Allí, a solas con el, pasé el resto del viaje, entre palabras de consuelo, bromas, risas y golosinas. Incluso mi padre me habia dado algo para comprar algunas ranas de chocolate a la señora del carrito. Fue un viaje divertido despues de todo, sin duda, aunque no negaré  que ver que habiamos llegado fue lo mejor de todo el viaje.

Asi pues, no perdi tiempo en bajar del tren, entre empujones, y "perdones"  mutuos con otros alumnos. El unico problema fue que, por alguna razon, en uno de aquellos empujones, perdi a Ted de vista. Intente localizarlo durante algunos segundos, pero me vi arrastrada por una marabunta de estudiantes, que hizo que finalmente descendiera del tren.

Una vez abajo, vi a aquel tipo enorme que venia a conducirnos hacia las barcas. E iba a decir algo en voz alta sobre lo enorme que era cuando, de repente, escuché una voz familiar a mi lado. ¡Era Erik, el chico de Ollivander´s!

-¡Hola Erik! ¡Me alegro de verte! - habia tantas emociones en mi interior que mi pelo estaba compuesto por mechones de pelo rubio, azul, verde, rosa, naranja, rojo, blanco, morado... Demasiadas cosas en tan poco tiempo- Que pasada de lago... ¿Y has visto a ese hombre? Es casi como un gigante... - dije, refiriendome a Hagrid. Y al ver que estaba mas cerca de el de lo que pensaba, le sonrei, alzando una mano- ¡Hola, me llamo Caliope! Nunca habia visto a nadie tan enorme como usted... Encantada. - dije, con la mejor y mas amable de mi sonrisas, emocionada por poder hablarle.

Entonces escuché a Erik plantear aquella duda suya-Pues claro que hay peces... ¡Es un lago! ¿Es que te dan miedo? - pregunte, curiosa, viendo como el amarillo ganaba protagonismo en mi pelo- ¡No te preocupes! Iré contigo si quieres, asi si alguno intenta subir... ¡Zas! Copérnico y yo te defenderemos... - dije, señalando al multicolor camaleon que habia en aquel momento sobre mi hombro, colocando los brazos en jarras, cual indomable justiciera.

Cargando editor
19/11/2014, 00:38
Erik Gallaway

La sonrisa en mi cara se hace tan amplia cuando veo llegar a la chica "mutante" que las comisuras de mis labios casi se salen de mi cara. 

Verdad que sí que es grande- susurro en tono conspiratorio cuando Caliope habla del barquero.- Estuve leyendo un libro de Hogwarts en el tren y no decía nada de un hombre tan grande. Es gigante.- digo, casi a la vez que ella, lo que me provoca una tímida risa. 

Cuando me pregunta si me da miedo, mis mejillas se tornan escarlatas y levanto la vista tímidamente hacia ella en una tímida confesión. Seguro que ahora piensa que soy raro y se va, pienso atemorizado. Pero, contra todo pronóstico, se ofrece para ser mi ¿guardián?

¡Gracias, capitana Camaleónica!- exclamo. La imagen de la chica rubia con el camaleón al hombro resulta de lo más peculiar. Parece una capitana pirata con su loro. Con razón conoce los secretos del lago.- ¿Te has fijado que las barcas no tienen remos?- le digo, señalando hacia las embarcaciones de madera que nos esperan para cruzar el lago.- ¿Cómo se moverán? A lo mejor van flotando sobre los peces que las arrastran hasta la otra orilla. 

Cargando editor
19/11/2014, 13:51
Jarek Cerny -Slytherin-

Mientras se acercaba con sus dos amigos*, el joven Cerny fué mirando el mar de cabezas que le precedía y descubriendo alguna que otra reconocible. Por un lado vió un conglomerado de mechones de todos los colores, que supuso se trataba de Caliope, dirigirse hacia un chico moreno al que en principio no reconoció pero en cuanto abrió la boca se dió cuenta que era el chico de gafas de la tienda de varitas, el que no paraba de hacer preguntas 'tontas'. Por otro lado reconoció a Troy hablando con Megan -¿Otra apuesta o ya se está haciendo el pago?- y algo alejada se encontraba Joy con una chica que no reconoció; hizo sendos gestos con la cabeza a cada uno a modo de saludo, hacia Joy lo acompañó de una leve sonrisa de reconocimiento, y siguió avanzando junto a sus acompañantes.

Al llegar al grupo que se había formado, su mirada se encontró con la de Maebh y la saludó con una inclinación de cabeza a la vez que le sonrió. Habían varios alumnos por enmedio y no era apropiado abrirse paso a empujones, por lo que dejó las presentaciones formales de Rox y Simon para mas adelante, pero se acercó a ellos y les susurró algo.

- Aquella chica - ambos sabían a quién se refería pues acababan de ver como la saludaba - se llama Maebh. La conocí en Ollivanders y es simpática, luego con tiempo os la presento.

Esperaba que así Rox, al ya conocer a Joy y a Maebh, comenzase a relacionarse con las demas chicas y se quitase esa prisión que parecía acompañarla siempre, de verdad quería que su amiga hiciese amistades y se sintiese feliz aunque esperaba que no se olvidase de él.

Notas de juego

*Rox y Simon

Cargando editor
19/11/2014, 14:20
Jarek Cerny -Slytherin-

Mientras se acercaba con sus dos amigos, el joven Cerny fué mirando el mar de cabezas que le precedía y descubriendo alguna que otra reconocible. Por un lado vió un conglomerado de mechones de todos los colores, que supuso se trataba de Caliope, dirigirse hacia un chico moreno al que en principio no reconoció pero en cuanto abrió la boca se dió cuenta que era el chico de gafas de la tienda de varitas, el que no paraba de hacer preguntas 'tontas'. Por otro lado reconoció a Troy hablando con Megan -¿Otra apuesta o ya se está haciendo el pago?- y algo alejada se encontraba Joy con una chica que no reconoció; hizo sendos gestos con la cabeza a cada uno de los tres a modo de saludo, hacia Joy lo acompañó de una leve sonrisa de reconocimiento, y siguió avanzando junto a sus acompañantes.

Al llegar al grupo que se había formado, su mirada se encontró con la de Maebh y la saludó con una inclinación de cabeza a la vez que le sonrió. Habían varios alumnos por enmedio y no era apropiado abrirse paso a empujones, por lo que dejó las presentaciones formales de Rox y Simon para mas adelante, pero se acercó a ellos y les susurró algo.

Cargando editor
19/11/2014, 15:03
Caliope Thonks

Esboce una enorme sonrisa cuando Erik me llamo "Capitana Camaleónica"- ¡De nada, grumetillo! Si quieres podemos ir con Ted... Estaba conmigo en el tren, pero de repente los mayores me empujaron y ahora no se donde se ha metido... - dijemirando a mi alrededor, para volver a mirar al chico, y luego a las barcas, cuando me dijo lo de los remos.

-Hala, es verdad, no tiene remos... ¡Que pasada! Seguro que son mágicas, hombre... Aunque estaria guay que lo llevaran peces... Espera... - dije entonces, tirando de la manga de Hagrid, llamando de nuevo su atencion- Disculpe señor... ¿Como se mueven las barcas si no tienen remos? - pregunte, mientras tanto mi pelo como Copérnico adquirian un fuerte color naranja.

Cargando editor
19/11/2014, 21:34
Arcturus Nohansen Wüstenfuchs

Este compartimento esta fuera de servicio.

POR FAVOR

Utilicen cualquiera de los otros dos compartimentos que podrá encontrar a su izquierda.

Gracias.

◄            
◄◄◄◄◄◄◄
◄◄◄◄◄◄◄◄   
◄◄◄◄◄◄◄
◄            

Att. El Responsable del Tren.

Es este, y no otro, el cartel que se encontraron los alumnos de primero colgado por dentro del compartimento número tres del vagón asignado a los alumnos de primero. Tenía las persianas bajadas, así como la puerta cerrada. A su vez, no parecía pasar luz alguna al interior desde la ventana exterior del compartimento, lo que empujaba a pensar que las persianas exteriores también estaban cerradas. Definitivamente, y por algún motivo, aquel compartimento parecía cerrado.

Y cerrado estaba, por supuesto. El artífice de todo aquello había sido un joven Alexander, que había planificado cuidadosamente todo su viaje a Hogwarts. Y aquella meticulosa planificación se había dividido en varios puntos.

  1. Su llegada a la estación. Había intentado disuadir a su madre y hermana del uso de los polvos Flu con poco o ningún éxito. Por supuesto, y una vez más hacía falta hacer mención de ello, la idea de verse envuelto por una enorme llamarada verde, el polvo -por que quien sabía cuánto polvo había en una chimenea cercana a una estación. O de quien era la chimenea.-, el ruido, la idea de desintegrarse - Que con las cuatro veces del callejón Diagon le habían servido para jurar a los cuatro vientos que jamás volvería a pasar por aquello- y, quizás, lo peor de todo. La idea de que tras aquella mugrienta chimenea habría gente. Mucha gente.

    Aun así, la insistencia de su hermana -Su madre parecía darle igual si su hijo iba o no al colegio- acabaron por obligar al chaval -más que convencerlo- de que se preparara para pasar por aquel mal trago. Una vez más, obligó a su hermana marchar delante. Más bien, obligó a toda su familia a ir delante, volver para demostrar que no había peligro alguno, comprobar que no estaban sucios en exceso y que el camino era seguro. Entonces -y solo entonces- nuestro extraño amigo se aventuró por la chimenea previa preparación.

    Como era de esperar su preparación consistía en una túnica vieja que le cubría desde el cuello hasta los pies, con unas gafas de bucear de su hermana mayor que había sustraído sin consentimiento y unos guantes de tela oscura. Esto hizo que se ganara las miradas de algunos parroquianos, y la del resto cuando se quitó de forma rápida, eficiente, nerviosa y compulsiva la indumentaria usada para protegerse. Con sumo cuidado de no tocar nada con las manos desnudas, siempre usando unos guantes, lo metió todo en una bolsa que entregó a su madre sin preguntarle para que se lo llevara de vuelta a casa.

    Al menos, así fue durante los primeros 45 segundos.

    Por qué pasados esos 45 segundos, exactamente en el segundo 46, le arrebató sin preguntar la bolsa a su madre para dársela a su hermana, la que le acompañaría a Hogwarts. La razón era sencilla: Él era alguien previsor, meticuloso y exacto. No como su madre, quien seguramente no fuera a recogerlos a la estación... ¡o algo peor! ¡Recogerlos sin las protecciones adecuadas como a ella le gustaba viajar!

    Como era de esperar, el chaval se asustó y acobardo cuando, tras quitarse la "protección anti mugre de chimeneas", fue consciente de la cantidad de parroquianos, imitando la cara de susto, asco, miedo, cobardía que había tenido en su llegada al Caldero Chorreante cuando fueron al Callejón Diagon. Él era un chaval de costumbres -a pesar de sus once años- y no estaba acostumbrado a estar en presencia de tres o más personas. Más aun cuando tres o más personas eran total y completamente desconocidos para él. - Quiero irme a casa. - Soltó por la boca, totalmente convencido. No había miedo en sus palabras como pudiera parecer, había el descontento de estar rodeado de gente, y muy, muy pronto, rodeado de muchísima gente que no conocía lo más mínimo.

    Miró a su hermana. ¿Cómo alguien como ella que se alzaba como su defensora personal y protectora podía hacerle algo así? ¡Traidora! ¡Desagradecida! ¡Con las veces que él le había corregido de sus errores, sacado del a ignorancia y optimizando su vida! ¡Ella se lo pagaba así! ¿Por qué? ¡No era capaz de comprenderlo! Y si él no era capaz, por supuesto -y esto debiera leerse en mayúsculas y subrayado-, nadie sería capaz de comprenderlo jamás.

    Por desgracia, un solo empujón -uno suave, habría quien diría que más bien fue una invitación a abrazarle y acompañarlo cariñosamente a la salida- bastó al chaval para que renegara de más contacto físico y abandonara el lugar para aventurarse, para su desgracia, en la estación. Y es aquí donde comienza el punto dos de su plan.

  2. ¡Oh, Sociedad, Sucia Ramera! Era posible que, a aquella altura, el chaval no fuera total conocedor del verdadero significado de la palabra "Ramera", pues es posible que solo la idea de que alguien tenga como profesión tocar a los demás -o más bien, dejarse tocar- le fuera total y absolutamente repugnante y contrario a su ideal de orden, higiene y perfección. Pero para su desgracia, aquella palabra se la había escuchado a su hermana mayor, y gracias a su inteligencia, no le había costado deducir que si había salido de la boca de su hermana, debía ser algo totalmente denigrante. Hacía ya un rato que Alexander se encontraba muy lejos de su zona de confort. Aquella taberna de mala muerte, sucia, llena de gente sucia, ruidosa -o muy ruidosa-, libertina y totalmente desorganizada ya había sido suficiente para él.

    Pero como a él no le gustaba la gente, allí tenía dos cucharones. La estación. Llena de gente. Los ojos del chaval se fueron abriendo lentamente, mientras relajaba la mandíbula provocando que su rostro se estirara. Y de no ser por el control ejercido sobre sus labios, obligándolos a permanecer juntos, se habría quedado con la boca abierta y una expresión de sorpresa y miedo ante la inmensa multitud allí reunida.

    - No. - Alzó la voz, convencido, y negando con la cabeza. Cabe decir que sí, que tenía un plan para aquel punto. Pero ahora, en el momento de la verdad, se había echado atrás. Aquello era demasiado. - Os corrijo cuando cometéis errores. Que por cierto, es bastante habitual y común. ¿Por qué me hacéis esto? - Preguntó, con el corazón en un puño. Temía que alguien le tocara por accidente. ¡O peor aun! ¡Que alguien le hablara sin motivo! ¿Para qué? Bueno, a no ser que fuera para preguntar. Entonces si podía preguntarle, que él estaría dispuesto a explicarle e iluminarle cuanto fuera necesario. Era su obligación como persona "lista". Ayudar a los que no eran listos. O los ignorantes. Pero de este grupo solo a los que querían dejar de estar en este grupo. El resto debía permanecer ahí, felices. Para trabajar como vendedores de varitas, como vendedoras de libros, como abuelos de niños muggle, hacer de su hermana, gente amiga de su hermana o en algún puesto de funcionario fracasado en su vida. Como su madre.

    Para su desgracia -una más de aquel día, parecía que jamás iban a acabarse- su hermana volvió a hacer el amago de tocarlo. Aquello le hizo dar un paso al frente, alejándose de aquella bonita cafetería. - Porque sí, aquella malvada taberna ruidosa y mugrienta llena de salvajes parroquianos era en realidad, una bonita y pacifica cafetería con cuatro ancianitas tomando su matutino café- e internarse en el salvaje y despiadado mundo que se esforzaba por moverse rápido a su alrededor.

    Ejecutó su plan. Esperó a que su hermana trajera dos carros, para el equipaje de cada uno - Él no cargó nada. A Alexander Weir no le gustaba cargar peso.- y esperó impaciente, nervioso y vigilante - esto solo preocupándose de que nadie se le acercara a él. - a que su hermana cargara ambos carros. Entonces, sacó un pañuelo del bolsillo, limpiando el asa, y tras limpiarlo, lo cogió y lo puso delante de su madre. Dio instrucciones precisas que, hasta su hermana pudiera entender. para que marchara en formación con el carro de su madre. Y él andando en medio, para asegurar una zona libre de gente.

    Y funcionó.

    Al menos hasta que llegó a la pared del andén 93/4 , por que cabía hacer mención de que nadie le había advertido que debería pasar por una pared. Imaginaria o no, si había una pared era por algo. Y la excusa de los muggles ya hacía tiempo que no le servía. ¡Es que siempre usaban esa excusa! Pero él estaba seguro que eso era cosa solo de su familia. Las cosas había que reconocerlas, y su familia no era precisamente inteligente. Al menos, en comparación con él, por supuesto. Y la originalidad de las excusas que siempre acababan con "Es para que los muggles no nos descubran" había muerto. Lamentablemente.

    Pero volvemos al asunto de la pared del andén. La suma mental le dio el siguiente resultado: Niño Listo+Pared=Niño imbécil dándose de morros=Dolor innecesario. Y aquel resultado -sobre todo él se veía convertido de niño listo a niño imbécil- no le hacía la más mínima ilusión. Por ello, aplicó su solución más habitual.

    Mandó a su hermana delante. Y no fue hasta que esta volvió a aparecer, y le aseguró que no pasaba nada (y así hasta en tres ocasiones) que el chaval no s lo creyó. Aun así, siguió sin estar convencido. Una vez más, su desgracia llegó. Y comenzaba a pensar que aquello del colegio mágico era una mala idea si todos los días iban a ser así... o peores.

    Su hermana pasó, con la amenaza de no volver. Y su madre.... bueno, su madre pasó sin decir nada, pero Alexander sabía que no volvería a por él. Se quedó quieto, mirando la pared, haciendo el amago de lanzarse hasta en cuatro ocasiones. Cada cual más cómica que la anterior. Según pasaba el tiempo, se iba poniendo más nervioso. Según pasaban los segundos -al principio- y los minutos -poco después- el miedo por estar solo donde estaba y el nerviosismo iban creciendo.

    Igual que estaba creciendo la cola que había tras él de gente con el carrito que quería entrar. ¡Pero es que no lo entendían! ¡Claro! ¡Como lo iban a entender! ¡Ellos no eran él! Y entonces, en un gesto de amabilidad absoluta y de gran aprecio por los bienes que él podría ofrecerle a la humanidad en su conjunto se dio la vuelta para explicarlo.

    Y hasta ahí, se puede decir que la cosa fue hasta bien.

    Pero el que estaba detrás tenía un carrito. Un carrito con una bonita jaula. Una bonita jaula con una lechuza. Y una bonita lechuza que en aquel momento, en aquel preciso instante, estaba mirándolo a él. A él. Una lechuza. Un ave. Exactamente y para ser más precisos, un ave del orden Strigiformes, de la familia Strigidae, más concretamente de la subfamilia Surniinae, del género Aegolius. Y lo estaba mirando a él. A menos de dos metros de distancia.

    Adiós. Pensó antes de correr por su vida. Literalmente. Salió corriendo hacia el lado opuesto al que estaba el ave enjaulada -que por supuesto, ni se inmutó- y que por suerte y azares del destino, era la pared del andén. Y que logró atravesar a toda velocidad y sin ningún problema. Bueno "sin ningún problema" para cualquier persona normal. Porque Alexander.... Alexander había mirado a los ojos de la muerte. Y había sobrevivido.

  3. Plan de Alexander. Paso número tres. El tren. Había llegado hasta allí, que no era poco. Había sobrevivido a la mugre, la suciedad, la gente, la gente ruidosa, la gente ruidosa con carritos y al mayor de los horrores a los cuales un chaval podía enfrentarse: Una lechuza.

    No perdió el tiempo. Abandonó a su hermana con su equipaje -el de él y el de ella- y se metió en el tren a toda prisa mientras sacaba de su mochila un par de guantes que no tardó en ponerse. Al entrar en el tren, miró por el cristal cual de los compartimentos estaba vacío, y de los vacios, cual estaba más limpio. El tres sería el elegido. No solo estaba vacío, además estaba limpio. Y además de limpio, había traído productos de limpieza. Por si acaso.

    Entró. Sacó un cartel -el mencionado al principio- y lo pegó en el cristal, bajando todas las persianas y pasando el pestillo del compartimento para no ser molestado. Y se quedó en silencio. No habría soportado un viaje con compañía. Menos aun si esa compañía tenía un animal. Y aun menos -si esto era posible- si ese animal era un ave.

    El viaje fue tranquilo. Se había traído un libro sobre trenes para saber que tren era en el que viajaban, y poder contestar a aquella pregunta si alguien la hacía. No tardó en encontrarla, y estudiarla. Una Locomotora GWR 4900 Class. Y ahora lo sabía todo de ella. Y fue feliz. Le gustó. Hasta que el tren paró y escuchó aquel fuerte silbido. Aquello no le gustó, por supuesto. Los ruidos fuertes eran deleznables. Y él, por su parte, esperó a que todo el mundo se bajara. Retiró su cartel, guardándolo todo y bajándose del tren por una puerta alejada.

    Por su parte, se quedaría en segundo plano, sin acercarse a nadie, mirándolos en silencio mientras abrazaba su libro de trenes con la mochila al hombro. El hombre grande no le gustó. No le gustaba, por regla general, la gente alta. Y aun menos cuando cometían errores. Y dos frases había dicho, y dos errores había cometido. Cualquiera se habría dado cuenta, pero a nadie le parecía importar. El primer error. Ellos aun no eran alumnos de primero. ¡Aun no habían llegado al colegio, aun no eran nada! Aunque claro, teniendo en cuenta que su hermana estaba allí, la posibilidad de que rechazaran a un alumno tendía a cero. El segundo error fue decir que le siguieran. No, eso no era posible. No al menos mientras él se acercaba al gentío -gentío al cual él no estaba dispuesto a acercarse, todo sea dicho.-

    Por lo que no se movió. Por lo que siguió allí, quieto. Y solo. Aunque claro, para alguien como Alexander, estar quieto y solo no era algo malo. Más bien todo lo contrario. Estar solo y tranquilo le gustaba.

    Y si le gustaba ¿Por qué cambiarlo?

Cargando editor
19/11/2014, 23:51
Lizbeth Moore

Hacía ya muchos segundos que había perdido de vista la estación King Cross, pero Lizbeth seguía pegada a la cristalera del pasillo del tren. Las pequeñas yemas de sus dedos se adherían a la ventana como si eso consiguiera mentener vivo el vínculo que la había retenido en lo que hasta ese momento había sido su vida. Una realidad que, por fin, había conseguido dejar atrás. Pero por muchas ganas que tuviera de ello, había algo que hacía que siguiera allí postrada. 

El pequeño chasquido que resonó en su pecho le dio la respuesta. La emoción, curiosidad, incertidumbre y expectación por lo que estaba a punto de llegar no conseguía compensar la pena que le daba dejar atrás a su familia. Incluso por algún extraño motivo, sentía que añoraría los desprecios y rechazos de Dana y sus amigas.

Esa amalgama de sentimientos le acompañó durante todo el viaje. Quizá fuese ese el motivo de que ni siquiera hiciera un intento de buscar a Jason para estar con alguien durante el trayecto. Se limitó a estar aislada y encogida en uno de los compartimentos más remotos del lugar, sintiéndose cada vez más cohibida por todas las posibilidades negativas que se encadenaban en sus pensamientos.

Las cosas no saldrían bien. No podían hacerlo. Ella era Lizbeth la rarita. La solitaria. La amargada. ¿Quién querría estar con ella? Estaba segura de que ese colegio tendría cientos de nuevos niños cada año. La gente buscaría amigos graciosos, alegres y divertidos con los que hacer cosas inolvidables. Y ella nunca estaba dentro de esos planes.

Recogió sus cosas y bajó del tren por inercia. Ni siquiera se había dado cuenta de sus acciones hasta que llegó al andén. Sorprendida y desubicada miró a su alrededor intentando reconocer algún elemento de su entorno. Podía notar como su pecho se aceleraba por la emoción e incertidumbre. Se aseguró de pegarse a los niños que había a su alrededor, temerosa de que esa niebla pudiera hacer que se perdiera.

Ver esa enorme figura acercándose hacia ella y gritándole directrices fue todo un alivio. Se dirigió hacia él lo más rápido posible, preguntándose qué pensarían sus padres de que estuviese yendo directa hacia un extraño tan sumamente grande. Pero, ¿a quién le importaba? Estaba en el mundo mágico... si había magia eso significaba que nada malo podía pasar. ¿No?

Al llegar hacia la orilla del lago se dio cuenta de que no muy lejos de ella había bastantes niños que había visto en las tiendas del Callejón Diagon. Visiblemente nerviosa miró hacia su alrededor cruzando los dedos porque Jason apareciera en ese momento. Por desgracia, no lo hizo. Apretó con fuerza sus bártulos rezando porque sus manos dejaran de sudar.  Mientras, hacía todo lo posible por controlar el temblor de sus piernas.

- ¿Te... tenemos que subirnos allí? - miraba en dirección hacia las barcas, más por la verguenza que porque realmente tuvieran algo que le llamase la atención. Hasta que escuchó la pregunta de Calíope - Quizá sea con.... ¿¿¡¡magia!!?? - Sus ojos fueron directos hacia Hagrid. No tenía ni idea de si esa era la respuesta... pero lo estaba deseando. Por alguna razón, si en ese momento le decían que los árboles de ese lugar se alimentaban de savia mágica, se lo creería al instante. Al igual que si le confirmaban que habían viajado en un tren especial que les había llevado a otro espacio temporal. Con Lizbeth la imaginación al poder, por supuesto.

Cargando editor
20/11/2014, 11:36

Misión cumplida. Había logrado que Megan sonriera ligeramente y sobretodo que se olvidase por el momento de que se encontraba lejos de casa. E incluso el chico había recibido una especie de piropo. Le resultó curioso, ya que nunca, ningún amigo o amiga, le comentó nada "bueno" sobre él. Henry se limitaba a hablar de Agnes y tías macizas, April solía hablar de juegos y deberes, pero Troy nunca fue el foco de conversaciones. Resultaba incómodo y al mismo tiempo agradable.

Quizás por lo insólito de la situación, al chico se le olvidó dar siquiera las gracias. A continuación, con la pregunta sobre la apuesta, le dedicó una sonrisa llena de chulería, alzando una ceja y levantando el mentón ligeramente mientras la miraba a los ojos, ante el peligro de caer mientras subían al primero de los botes:

- La que tú quieras. Pienso ganarlas todas. Porque imagino que gané la anterior, ¿no es así?- estaba muy seguro de ello. Como mucho habrían podido quedar empate.- ¿Qué quieres apostar y qué será el premio? ¿Tener que salir voluntario en la primera clase del día, nuevas oportunidades de preguntas, o tienes algo más en mente? Soy todo oídos.

Cargando editor
20/11/2014, 18:43
Violet Knight

Violet había permanecido silenciosa al lado de Troy y Megan, algo triste por tener que dejar a su puffskein azul junto al resto del equipaje. A pesar de que durante todo el viaje había hablado con frecuencia, distraída por los nervios del libro que había llevado como lectura en el tren, al bajar había reducido su locuacidad a cero, limitándose a observar todo lo que la rodeaba con gesto serio.

Posiblemente a primera vista pudiera parecer una persona altiva, más con aquella mirada de ojos claros que le daba un aspecto frío, pero la realidad era que Violet tenía problemas para los primeros contactos, se sentía tímida, con dificultades para abordar a la gente, algo que vencía en seguida cuando surgía la conversación.

El problema era que nuevamente su hermano parecía haber olvidado su presencia al no presentarla y empezar toda aquella cháchara con la niña a la que había llamado Megan, mientras ella se limitaba a andar a su lado en un rígido silencio que le daba aspecto de estirada.