Partida Rol por web

La sombra proyecta por el pico se hace cada vez más oscura a medida que os acercáis y cuando miráis hacia arriba desde la base de la monstruosa montaña, no podéis evitar quedar boquiabiertos ante el tamaño del volcán: puede medir miles de pies de altura, con su parte superior cerca de las nubes. Varias columnas de humo negro se elevan furiosamente desde la base del volcán, llenando el cielo de una empalagosa suspensión de hollín y cenizas. Lúgubres ríos de lava lenta e hirviente bajan desde la parte superior del pico y desde otras heridas abiertas en la laderas, creando unas venas retorcidas que parecen latir como si la montaña fuera un ser vivo.

Desde vuestra posición apenas podéis ver la pluma. Parece un dedo de piedra subiendo hacia el cielo aproximadamente a la mitad de la montaña. Llegar ahí no parece mucho más fácil que llegar al pico del volcán, aunque todavía queda por recorrer un largo camino.

Gnart, camina despacio, manteniendo el ritmo de sus compañeros. La ventaja de hacer eso es que puede cuidar los sitios por los que pasan, vigilar que no haya sorpresas e incluso buscar sustento.

El caminar se hace lento, tanto por el esfuerzo como por el calor que invade mi cuerpo. Inconscientemente, me toco uno de mis costados, cogiendo la túnica y estirándola, como si el toque con la piel me molestara.

A pesar de todo, sigo el ritmo del resto, ayudada por mi bastón, mientras pienso en esas hormigas de la que antes ha hablado el kender. Intento recordar algún pasaje en algún libro que hablara de esa extraña raza, hormigas gigantes viviendo dentro de un volcán.

No me gustan los volcanes, se me recalientan las pezuñas.

Informa Kolthar mientras sube a buen ritmo.

Ahora entiendo por qué Elijayess se ha quedado abajo, no sabe nada ese elfo...

Aunque el arquero está acostumbrado al bochorno del verano en las llanuras de Abanasinia, el horno al que se dirigen hace que hilillos de sudor resbalen por el curtido rostro del acalorado nómada.

El camino hasta la base del volcán transcurre sin que ocurra nada especial. Acampáis cerca de la base y pasáis la noche pensando en el duro ascenso que os espera al día siguiente.

17 de rannmont (invierno), 422 DC

Desde primera hora de la mañana hace calor y comenzáis a subir por la ladera. Gracias a los consejos de Parrick, evitáis una senda que veis que conduce a una gran cueva y, aunque os mantenéis lejos, veis indicios de actividad de un gran número de ogros. En cambio, vosotros os dirigís a una pluma que, según el kénder, es la entrada secreta al volcán. Mientras camináis, no podéis evitar que las palabras de Asmara, la vidente que conocisteis en el campamento miku, os vengan a la cabeza:

Una figura de fuego y condenación, forjada a partir de la sangre de un dragón pero con apariencia abismal, protege un arma de luz que se creía perdida mucho tiempo atrás...

Después de tres horas de marcha, comenzáis a notar como el aire es más difícil de respirar. Sin embargo, sabéis que no tenéis otra alternativa que seguir adelante.

El ascenso por ese lugar se hace insoportable. Las horas pasan y el quemazón que recorre mi cuerpo no me deja tranquila.

Las horas pasan despacio en este lugar lleno de ceniza, con un olor a azufre que se impregna en las fosas nasales y no te deja respirar. A las pocas horas, comienzo a boquear como un pez fuera del agua, cansada y medio agotada con solo medio día de marcha.

-Poneos algo en el rostro para no respirar los pestilentes gases de manera directa--indica el arquero al grupo después de taparse la boca y la nariz con un trozo de tela a modo de pañuelo.