Partida Rol por web

Tras haber acabado con la vida de aquel que le ha enseñado todo lo que sabe, ahora sus recuerdos laten con fiereza en su cabeza. Debía de adorar al Dios Tubilok, tal y como lo había hecho su familia, pero sin enloquecer.

Había emprendido su camino por la propia cordillera hacia la ciudad mas cercana controlada por las fuerzas del mismo Togul Barok ,el de las dobles pupilas. No quedaba muy lejos de allí, asi que los víveres eran escasos, casi innecesarios. 

Alcanzó la ciudad en un par de dias: Atravesó bosques pequeños, montañas y finalmente, estaba allí. Era una de las ciudades mas ricas y próspera, y aquello pudo sentirse ya solo acercándose a esta. La hierba era de un color verde muy intenso, y existía un camino de tierra hasta la entrada de aquella ciudad. Una gran muralla le entorpecía el paso. Dos guardias con picas custodiaban la puerta de acceso, inamovibles, rígidos. Los dos soldados eran Ainari, con aquel color de piel tan característico en ellos. Sus armaduras no eran completas: No parecían soldados de infantería pesada. Necesitaban moverse para esquivar y defender, por tanto no podían tener demasiado peso, aquello era lógico. La puerta estaba abierta, aunque, sin embargo, no iba a poder entrar sin dar explicaciones. O eso parecía. Aquel era el comienzo de su camino. Cuando se acercó lo suficiente uno de los guardias levantó su voz, sin siquiera inmutar su posición.

-¡Alto la guardia! ¿Quien va y porqué motivos?

Se paro en seco y observando al guardia por debajo de la capucha y murmuro en voz baja – Soy un Ainari… solicito paso…- Tras otro silencio volvió a murmurar – Vengo a ofrendar al gran Tulibok – Luego se quedo callado, observando y esperando respuesta del guardia. Su mirada recorría la enorme muralla, apenas había estado dos veces allí, una cuando era niño y otra con su ex maestro, pero nunca lo había echo el solo en solitario para poder recorrerla a su gusto… Además, ya tenia pensado donde ir apenas entrar, el templo…

Los guardias se echaron a un lado, dejándolo pasar, sin decir nada, nisiquiera inmutarse. Al frente comenzaba aquella ciudad, tendría que pasarla completamente para llegar al templo del Dios Tubilok. El frio calaba los huesos, se introducía en cada partícula de su piel...

Observaba el lugar como si fuera una ciudad fantasma, se abrazo a si mismo para intentar soportar el frío y siguió caminando lo mas rápido que podía para poder llegar al templo.

En la mitad de la villa existía vida: Niños jugueteando, madres corriendo detrás de los mismos, personas charlando animadamente y algún que otro mercader despistado.... Su objetivo estaba algo mas lejos, en dirección a la montaña: Si aquel era el frío que sentía en el lugar ¿Como sería el que le esperaba con mas altitud? ¿Resultaría mejor esperar o era mas util llegar rápido hasta su destino?

Mientras trataba de responder a aquellas dudas, un niño chocó con él. Quedó sentado en el suelo, después del golpe en la frente que se había dado. Para el muchacho solo se había sentido como un pequeño golpe en la pierna, nada de qué preocuparse.

Una mezcla de emociones le inundaron, sentía tristeza… nostalgia de una vida pasada que le había sido arrebatada… el calor de una familia, la sensación de sentirse acompañado… pero a su vez, un odio, una furia incontrolable hacia todos aquellos que podían gozar de aquella vida que el no tubo… Tal vez el mundo seria más justo si todos sufrieran esa sensación…

Tomo al niño del cuello y lo levanto en el aire, estrujando con su mano el pequeño cuello, viendo como su vida estaba siendo arrebatada. Entonces le soltó y le dejo en el suelo “Será mejor no llamar la atención” – Alejate…- Murmuro en voz baja.

Al ser el de estas tierras y vivir en las montañas estaba acostumbrado al frío, pero tal vez seria mejor esperar a pasar la noche y al otro día emprender el camino esperado. Observo a su alrededor a ver que podía encontrar, tal vez una posada… o alguna casa abandonada.

El niño lo miró aterrorizado cuando le hizo aquello, y cuando lo soltó salió corriendo, llorando hacia su madre. Menos mal que no demasiada gente se dió cuenta de aquello...

A su alrededor puede ver una taberna que parecía estar muy concurrida, y una casa abandonada un poco mas lejos de allí, con las ventanas rotas..

Observo al niño irse y se escabullo entre la gente lo mas sigilosamente posible, ingreso a la taberna a ver que podía encontrar.

Al abrir la puerta, esuchó el sonido de los violines, las armónicas y otro tipo de instrumentos melódicos: Nada mas entrar en aquella sala, aquel sonido se unía al sonido de las risas de mlos que estaban allí, emborrachándose o ya borrachos. Una barra cerca del muchacho era lo único que parecía estar libre de ebrios y diversión. El tabernero lo mira, sonriéndole algo.

-¿Si? ¿Desea algo?

Tal vez había sido un error, pero… ¿Qué hacia el allí? ¿Por qué había entrado a la taberna? Será que por un ínfimo momento se le cruzo por la cabeza el preguntar que podía saber sobre su destino, tal vez ¿curiosidad? Curiosidad por saber cual era el motivo de aquellas risas, el sentido de beber aquellos licores que le hacían perder parte de su razonamiento, bajando al nivel de simples bestias.

Miro al tabernero por unos instantes… -Agua- fue lo primero que se le ocurrió decir, luego murmuro con el mismo tono –El templo…- Tal vez a modo de pregunta, esperando no tener que dar muchas mas aclaraciones a aquel sujeto, y le dijese cual es el momento de poder ir allí sin pasar tanto frío, o alguna advertencia que ignorara.

Lo primero que pensó el tabernero era que era un muchacho tímido, puesto que no acababa sus frases. Sonrió dandole golpecitos en el hombro, mientras llenaba un vaso con agua.

-¡Si, el templo! Bueno, ahora mismo no es el mejor momento, ya ves, está anocheciendo y las ventiscas allí son muy poderosas. Parece ser que llegar al templo es una verdadera prueba de resistencia, o eso me han dicho.

Rió fuertemente, aunque casi ni se escuchó debido a las voces del fondo de la taberna.

-Ten cuidado si quieres ir allí, dicen que hay una especie de guardián custodiando la entrada, y que no pertenece al dominio del Séptimo.

Se limpio el hombro donde el tabernero le había tocado y salio del lugar dejando unas pocas monedas de propina y sin siquiera beber el agua. No imputaría que clase de guardián fuese o que tan frío hiciera el iría, necesitaba tener un camino el cual seguir…

Ya fuera de la taberna se dirigió hacia la casa abandonada a pasar la noche, se escabullo por una de las ventanas y observo que había dentro.

El tabernero se quedó mudo ante las acciones de aquel muchacho, que sale de la taberna sin decir nada.. Entra por la ventana de aquella casa abandonada, aunque queda algo sorpreso cuando bajo la luz de la luna observa a una persona retorciéndose en el suelo. Parecía estar sufriendo gravemente... Cuando ve al muchacho, lo coje de la manga del pantalón con grán dificultad para ello.

-A...ayudame!..

No parecía estar herido, aunque con aquella poca luz no podía observarlo bien...

Golpeo la mano del muchacho alejándosela, luego le tomo del cuello y lo acerco a la ventana para observarlo bien con la luz de fuera.

El hombre no hace nada por evitarlo. Cuando lo pone a que le de la luz, se pueden apreciar sus rasgos, normales y corrientes, aunque algo no marchaba bien en sus ojos, que poco a poco iban tornándose de carmín, y sus dientes comenzaban a afilarse, haciendo que sus labios tengan cortes superficiales sobre ellos..

Sentía su corazón agitado, así como sus oídos se agudizaron por el impulso de adrenalina, sintiendo la respiración de quien parecía ser una bestia. Aguanto su respiración por unos segundos peleando contra el ahogo, se había asustado por lo que estaba ocurriendo e instintivamente desenvaino la espada y presiono con la mano mas el cuello. Sucedía algo que el nunca había visto. La espada se deslizo lentamente casi como si fuera en cámara lenta hacia el abdomen de la persona, a medida que el filo se hundía mas en la victima su mano presionaba más sobre la traquea esperando que se rompiera. Cuando la espada no avanzo más se dio cuenta que la punta había salido por el otro lado y había tocado la pared, probablemente perforando un riñón y rozando la columna vertebral… si es que tenia.

Poco a poco la vida de aquella persona se desvaneció, sin ningun esfuerzo para el que lo había asesinado. Sintió algo caliente golpeando sus ropajes: Ciertamente, era la sangre que salia salpicando esta y calentándola, una sensación bastante desagradable. El hombre cayó al suelo. Nadie parecía haber escuchado mas que un grito al que no hicieron demasiado caso, el grito de un loco...

Ahora si que estaba sola aquella casa... era una casa en mal estado, aunque aún había un colchón en la habitación y poco mas que se pudiera aprovechar...