Partida Rol por web

Calor...mucho calor. Sentiste como te inyectaban algo en el brazo. Sentiste como el fuego quemó tus venas, y luego, nada. Despues de un rato, un calor abrasador comenzaba a nublarte la cabeza y la visión. No vió realmente mas que sombras y figuras que parecían aparecer y desaparecer, por arte de magia. Intentaba abrir los ojos, pero le era imposible. Intentaba moverse, pero parecía demasiado cansado. Pronto llegaron los sueños, y, con ellos, el delirio.

Un campo de batalla. A lo lejos, los dragones atacaban a aldeanos sin piedad alguna, dejando un rastro de fuego que parecía sentirse en su propio cuerpo, como si le hubieran golpeado a él. Aquellas criaturas parecían gozar con la masacre que estaban llevando a cabo. A donde quiera que observaba, había sangre, cuerpos mutilados y despedazados, y muros de fuego que eliminaban cualquier tipo de rastro de humanidad que quedara en aquella aldea.

No había reconocido la aldea, pero ahora, por su localización y disposición en el terreno, sabía donde era...

Su tierra natal.

Un sudor frio recorría todo el cuerpo de aquel que había entrado en delirio y, lejos de huir de aquella imagen, trató de adentrarse mas, su conciencia, sin control por su parte.

Pudo observar como tras los dragones los magos humanos de otros territorios destruían la poca vida que quedaba en aquellos cuerpos inertes, y aquello le hacía hervir aún mas la sangre, hasta el punto que parecía como si fueran a evaporarse. Su cabeza iba a estallar...

Luego, silencio....

Voces a su alrededor, como si estuvieran dichas por alguien que estuviera en una caverna.

-Esperemos un par de dias mas....

-Pero...

De nuevo silencio..

No sabía cuanto tiempo llevaría así, pero suponía que el suficiente como para haber perdido nocion temporal y espacial.

Lo siguiente que escuchó el ruido de espadas y de sangre desgarrándose. Sin embargo, no oyó nada mas. Se escuchó como un cuerpo se desplomaba en el suelo, como se escuchaba un sonido algo extraño, proveniente de la parte inferior del cuerpo de aquel que había caido, tratando de buscar sangre y oxígeno por el que poder ponerse en marcha.  No sabía si aquello se trataba de un delirio, pero parecía tan real...sin embargo, no podía hacer nada.

Nadie volvió a molestarlo desde entonces, hasta que, un dia, trató de abrir los ojos y lo consiguió. Sintió que aquel calor había remitido muy lentamente. Se encontraba en una cama, frente a otras muchas separadas por cortinas de seda negra. Una habitación completamente oscura, en la que no se veía nada a excepción de la luz que entraba por la puerta a la que se accedía al exterior. Del otro lado se escuchaban voces apagadas, producto de que aquella puerta estaba cerrada...

Mire a mi alrededor, mi vista era borrosa pero volvió a la normalidad luego de unos segundos. Aparte las cortinas mientras me levantaba, sentía el cuerpo débil, quizá por el tiempo que estuve inmóvil...Pero ¿Cuanto tiempo fue eso?.

Trate de caminar hacia la puerta pero mis movimientos eran lentos aun, cada paso parecía ser un maldito interruptor que traía una nueva imagen a mi mente, imágenes que había visto durante mis delirios y que seguían atormentándome.

Mi cuerpo era solo guiado por las voces detrás de la puerta, mi mente comenzaba a extrañar ese lúgubre silencio en el que estuve sumido todo ese tiempo...

¿Había funcionado? ¿Aun estaba en la academia? ¿Y si las imágenes que vi eran reales? Al igual que las imágenes las preguntas acosaban mi mente, repitiéndose una y otra vez.

Logre llegar ante la puerta, busque el pomo de esta y intente girarlo para abrirla....

Nada mas abrir la puerta, un fogonazo de luz hizo que el muchacho se cegara unos segundos. Hasta que se adaptó a esta, minutos mas tarde, parecía andar como borracho, puesto que entre lo borroso que aún veía y su cabeza, recién salida de una intensa fiebre, no estaba aún preparado para nada. Dos personas estaban charlando animadamente. Aquella habitación daba al exterior y, por desgracia para su vista, había un sol radiante sobre sus cabezas. No había siquiera una nube en el cielo, color celeste. Se encontraba aún en aquel castillo de piedra. En cuanto abrió la puerta, uno de los hombres lo miró de arriba a abajo. Era uno de los que vigilaban a aquellos que pasaban la prueba de la fiebre: Parecía estar algo acostumbrado ante aquel tipo de escenas.

-Oh, uno que ha sobrevivido.

Comentó en lenguaje ainari. Por un momento lo volvió a mirar asqueado.

-Dúchate y vete a ver a Tah Kinnos, lo encontrarás en la armería. Pero primero quitate esa suciedad.

Comentó, algo repelido.

Estaba en la parte de arriba del castillo. Unas escaleras descendían hasta otra puerta de madera. En esta se encontraba un pasillo muy largo con múltiples vertientes. Entre ellas, las duchas y la Armería. Aun así la cabeza de Andrue seguía como flotando, como si hubiera salido de un sopor de años, de una hibernación. Algo le recorrió unos segundos el cuerpo, como si una especie de energía recorriera sus venas. Nunca antes había sentido aquello. No era una mala sensación, era como una especie de vibración por debajo de la piel que no podía controlar...

'Odio el maldito sol.' Lleve una mano hacia mi frente para cubrir mis ojos de la luz solar y lograr ver mejor lo que tenia a mi alrededor.

Le gruñí al tipo que me hablaba pero luego me mire a mi mismo y comencé a caminar lentamente por el pasillo, sentí una extraña energía a la vez que mis sentidos se iban despertando y agudizando.

Pronto recordé cual era al camino hacia las duchas y me dirigí hacia allí mientras desprendía la camisa blanca que traía, lo mismo haría con mis pantalones de cuero negro y mis botas, era todo lo que traía en ese momento.

Al entrar en las duchas lo primero que hice fue mirar a mi alrededor por si había alguien mas, luego termine de desvestirme y entre en una de ellas, necesitaba despejar mi mente y el agua ayudaría.

Al entrar, alguien empujó al muchacho. Llevaba el cuerpo de un color diferente al humano: Sin duda, un ainari. Llevaba una banda negra en la frente, y su esbelto torso marcado con diversos tatuajes rúnicos.

-Aparta, escoria.

Comentó, sin siquiera observarlo, pasando de largo. Destilaba una energía demasiado poderosa como para ser un cualquiera....

Me giro hacia el desconocido que se alejaba 'A ver si te quitas esta venda para ver por donde vas, idiota' lo mas probable es que no me haya escuchado, parecía tener prisa.

Entre a la ducha, me quede con los ojos cerrados dejando el agua correr por mi cuerpo por varios minutos, trataba de organizar mis pensamientos mientras las imágenes en mi mente poco a poco se calmaban, pero no desaparecían.

Mis ojos volvieron abrirse con un destello de odio y furia 'Ya era hora de que despertara..' pensé para mi mismo, volvía a sentir la necesidad de ver sangre, de desgarrar la carne de mi enemigo, simplemente necesitaba matar.

Me apresure a hacer todas las cosas que se hacen cuando uno se baña, luego de otro par de minutos salí de este para secarme y volver a vestirme, cruce los pasillos apresurado con una diabólica sonrisa en mi rostro.

Pronto me encontré en la armería....

En la armería hay cinco personas, cada cual mas sumida en la inspección de su arma. Lo impresionante no son las personas allí, sino la cantidad ingente de armas: Desde una sencilla espada  hasta la mas rocambolesca de las lanzas. De todos tipos, sus aceros brillaban casi con luz propia. El que parecía cuidar aquel lugar, sagrado para muchos, estaba bastante ocupado charlando con un Aifolu sobre los distintos usos de cada arma, sin percatarse siquiera del muchacho.

Miro a mi alrededor, avanzo unos pocos pasos mas y me cruzo de brazos.Me quede pensando durante unos momentos, recordando lo que dijo el tipo que encontré antes.

'¿Quien de ustedes es Tah Kinnos?' Alzo la voz mirando a los que estaban a mi alrededor de reojo.

-¿Quién pregunta?

Comenta uno de los que observaban espadas, una espada con un brillo extraño, un brillo metálico que parecía apagado... Observó por un segundo el rostro de Andrue. Sonrió al ver el rostro del nuevo Tahedoran. Volvió la mirada al arma que aún blandía. El hombre era un hombre de unos treinta y tres años, barba de un par de dias y pelo negro. Sus ojos eran de color castaño.

-Ah, un novato..

Comentó, antes de soltar una carcajada.

-Ya estoy contigo...

Realiza un par de tajos con la espada, prestando atención al sonido que emana de ella, como si tuviera vida propia...

-Interesante espada...pero por ahora se queda aquí.

Se dirigió a donde estaba su dueño, dándosela en mano. Volvió a mirar al nuevo.

-Tengo trabajo. Nos veremos pronto.

Dirigió aquellas palabras al que vigilaba las armas. Este lo despidió con un gesto de cabeza.

Conforme salía de allí, sin siquiera esperarlo, doblaba hacia la derecha, hacia un gran balcón, en el que se escuchaban gritos de batalla..

Veo como el hombre se va directamente y comienzo a seguirlo 'Novato me dice, maldito idiota..¿Y esos gritos?' pienso mientras sonrio, parecía que lo interesante estaba a punto de comenzar.

'Me mandaron contigo ¿Que es lo que sigue?' Digo mientras examino el lugar con la mirada.

-No te impacientes, joven.

Comentó el hombre, llevándolo al centro de la sala de entrenamiento. De pronto, sin ningún tipo de motivo aparente, los guerreros que estaban combatiendo entre sí se giraron hacia aquel.

-La prueba de la resistencia. ¿Podrás aguantar ahora que has recuperado tu poder a cinco hombres tu solo?.

Torció la boca, haciendo una especie de mueca. Uno de los guerreros le lanzó una espada para que la aferrara.

-Demuéstrame que eres digno de la fórmula de Mirhatei, o muere en el intento.

Uno de aquellos se lanzó contra el muchacho, de un modo bastante precipitado, tratando de golpearlo con un tajo diagonal muy simple, apoyado por una carrera desde atrás...

Tomo la espada en el aire y se coloco en guardia, en segundos extrañas sensaciones comenzaron a recorrer su cuerpo, podía escuchar como la sangre del hombre que venia hacia le susurraba en el oído, le demandaba que la hiciera libre, que la separara del cuerpo en el que se encontraba y la derramara por todo el lugar...

Vio su propio reflejo en la hoja de la espada que aferraba con fuerza, sintió la adrenalina comenzar a recorrer su cuerpo y pronto perdió el control.

'La sangre me llama...' murmuro y se lanzo sobre aquel hombre como una bestia enfurecida atacando a su pobre presa con una mirada desquiciada y llena de furia.

Movio la espada con una velocidad increible, sus tajos se dirigian hacia el cuello del hombre con la intencion de adelantarse a su ataque...

El muchacho se antepone sin problema alguno al ataque de su oponente, golpeándolo en el cuello. La cabeza de su primer adversario rueda por el suelo limpiamente, mientras que su cuerpo trata de cojer oxígeno haciendo un ruido un tanto peculiar, mientras que cae al suelo, un suelo que se mancha de la sangre de aquel primer enemigo que osó enfrentarse a Tah Andrue. Mas los ataques no cesaron, y esta vez fueron dos los que atacaron al nuevo Tahedorán, uno por delante y otro por un lado, apartando el cuerpo de su compañero. Parecía no importarles lo mas mínimo la muerte de aquel, pero en sus ojos se sentía el miedo ante aquel ataque tan poderoso.

El primer tahedorán, el del frente, dispuso su arma con el filo en posición diagonal, y el mango hacia arriba, con ambas manos en aquella espada tratando de generar así un tajo diagonal ascendente en dirección al pecho de su rival. Mientras tanto, el enemigo a su lado derecho tratava de clavarle la espada en el costado, imprimiendo la bastante fuerza como para dejarla clavada en el mismo si este no hacía algo por evitarlo...

Miro a su oponente caer con una sonrisa, la sangre salia de su cuerpo libremente, pero en segundos sintio nuevos susurros, nuevas demandas...observo como otros dos se acercaban a el con la misma intencion de su difunto compañero, y la sangre lo llamaba con mas fuerza esta vez.

'Los matare a todos....' murmuro nuevamente con un tono siniestro mientras sus ojos se veian envueltos en la adrenalina del combate.

Cual agil acrobata, giro por el suelo hacia adelante a la izquierda, ya que era el unico flanco no bloqueado por los atacantes, y termino de pie detras del costado izquierdo del primer enemigo, por lo cual aprovecho para girar hacia el e intentar clavar su espada en ese mismo lugar y empujarlo hacia el otro oponente con furia.

Su oponente trató de bloquear su ataque, disponiendo con la mano derecha el mango del arma y apoyando la izquierda en el canto de la hoja para hacer presión, lo mas velozmente que pudo, tratando de desviar o contener tal acometida. No surtió efecto, puesto que el golpe lo superaba, y no había tenido la suficiente velocidad, por lo que quedó ensartado por su enemigo, dejando escapar su vida por aquel orificio en su costado, cayendo como un peso contra el otro adversario, quien esquivó el muerto con facilidad, mirándole con temor. Al final, este acabó ofreciéndole la rendición del mismo, arrodillándose frente al Tahedorán pidiendo clemencia, dejando caer a su lado la espada, con la cabeza gacha..

Miro con un gesto de repugnancia a aquel tipo arrodillado mientras lo rodeaba para colocarse detras de el y observo a los otros dos contrincantes que aun no se lanzaban al combate.

Al ver la hoja de su espada ya ensagrentada, la llevo hacia su boca y recorrio con su lengua parte de esta, lamiendo la sangre con gusto. Tras esto sonrio sinicamente hacia los demas y volvio a mirar al tipo de rodillas.

Se mantuvo en un lugubre silencio, pero en una pose orgullosa y altiva mientras calculaba el lugar donde se encontraba el corazon de su victima, luego de unos pocos segundos lanzo una fuerte estocada hacia ese lugar para luego hacer que gire completamente en el interior de su cuerpo....

El guerrero murió de ipsofacto, atravesado por el arma del Tahedorán. Los demás quedaron paralizados unos segundos, y luego huyeron. Solo quedaba allí el maestro, que no parecía en nada horrorizado.

-Ven aquí, muchacho. Guarda tu espada.

Comentó, en tono neutral. Aguardó a que lo hiciera y se acercara.

Se quedo con la espada en manos ya que no tenia lugar donde envainarla, y probablemente la nesecitaria nuevamente, a paso lento se acerco a ese 'Maestro' mientras observaba la sangre derramada en el suelo.

'Vuelvo a preguntar ¿Que es lo que sigue?' Dijo una vez enfrente de el.

Aquel que había presenciado todo aquello aguardó a que estuviera lo suficientemente cerca, y le susurró palabras que el nuevo Tahedoran no entendió, pero que, poco a poco, quedaron grabadas en su mente. Solo escucharlas hacía que volviera aquel extraño sopor en el interior de su cuerpo. Cuando finalizó la fórmula, aquel señor entró en una especie de aura extraña que lo rodeaba y que lo hacía borroso, durante unos segundos, pero a él no sucedió nada, puesto que solo obedecería a la misma cuando sea dicha por su portador.

-Esta...es la formula de la primera aceleración del Mirhatei... ahora que la sabes, eres guardián de uno de los mas grandes secretos de este mundo. Defiéndelo a sangre, y serás recompensado. Traiciónanos, y tu cuerpo no encontrará siquiera el descanso...Ahora, vete al lugar de comandancia de este reino

Sabía donde estaba aquello, lo que no sabía era quién se encontraría allí...